Ensayo sobre la humanidad observable:¿Derechos Humanos o Ironías Constitucionales?

Macv Chávez

 

¿Derechos Humanos o Ironías Constitucionales? Es la pregunta que me hago al pensar en la persona dentro del sistema democrático actual -y según la dignidad humana en sí-, haciendo de este modo un pequeño recorrido por la historia de momentos importantes que permitieron este hoy.

El inicio de este “gran cambio” de la historia humana –según algunos grandes “intelectuales”- se da en la revolución francesa, ya que aquí es donde se inicia el derecho del hombre a través del término ciudadano como un reconocimiento de sí mismo. Seguidamente años más tarde se vuelven universales los derechos del hombre, logrando de esta forma “abolir” la esclavitud del hombre por el hombre dentro de las ciudades civilizadas, salvo las diferencias socioculturales que generan el régimen o gobierno político de turno.

Según estos sucesos fue así que se dio el “gran cambio” de la humanidad pero si analizamos profundamente la situación podríamos llegar a comprender que a pesar de ello seguimos viviendo tiempos de esclavitud.

Hoy en día la forma de esclavitud es laboral y de gobierno, y esto sucede porque el sistema de vida de los seres humanos consiste en pasar más tiempo en el trabajo que en casa, para poder ganar el dinero suficiente, con la finalidad de atender las necesidades básicas, debido a que el gobierno es incapaz de regular, modificar o cambiar el sistema de vida para que las personas puedan vivir lo más digno posible con una calidad de vida más humana que maquinista.

Si nos ponemos a leer el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos encontraremos que dice una cosa muy simpática: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Por ejemplo, en la Constitución Política del Perú su artículo primero es también muy simpático porque dice que “la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”; artículo que se complementa con el segundo artículo e inciso primero, donde dice que “Toda persona tiene derecho: a la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar. El concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece”.

Con estos tres artículos, los que son muy sencillos, básicos y esenciales, podemos hablar del ser humano en sí, es decir: la persona, gracias a su propia naturaleza, está dotada de razón y conciencia que le concede el gozo de la dignidad humana, por lo que esta dignidad merece el respeto –en primer lugar- a la vida, -seguido de lo demás:- identidad, integridad moral, psíquica y física –porque el ser humana es un ser biopsicosocial- para que pueda desarrollarse libremente en bienestar de sí mismo como también de los demás, ya que el hombre no es un ente aislado sino un ser social, debido a que está compuesto de dos materias, corporal y espiritual, y estas dos materias podríamos dividirla en tres partes indispensable para su desarrollo humano, porque este desarrollo no sólo se da por la simple unión del óvulo y espermatozoide sino que necesita del vientre materno para que la vida pueda prosperar; del mismo modo sucede con el desarrollo de la materia espiritual, porque si analizamos el proceso de la vida: el alma empieza su desarrollo en el estado vegetal, aquel estado lo vive estando en el vientre materno; una vez que el ser humano sale del vientre materno pasa a vivir su estado animal, y en este estado el ser humano desarrolla la comunicación no verbal y la comunicación instintiva, es decir, es capaz de formular mensajes pero no es capaz de razonar; y esto sucede hasta que su cuerpo o biología logra alcanzar el desarrollo evolutivo para albergar el estado humano, es decir, ahora la persona es capaz de formular razonamientos, es capaz de cuestionarse la realidad, de saber expresar sus propias ideas, de oponerse a la realidad que otros le cuentan desde su punto de vista.

De este modo es que pienso que los derechos humanos y las ironías constitucionales han sido dadas para legislar al ser humano como una raza animal, como un todo; y no están hechas para el gobierno de las personas; es decir, las normas y leyes están hechas para las masas de un rebaño y no para la persona en sí, porque si estuvieran hechas en favor de la persona deberían comprender las etapas del ser humano según su desarrollo individual y debería guardarse el respeto y el valor de la vida desde su estado vegetal hasta la extinción de la propia vida, comprendiendo a la persona según el desarrollo de su biología y psicología, debido a que no todas las personas nacen con las mismas habilidades y desarrollos fisiológico y psicológico, porque cada persona es única e irrepetible, razón por la cual es importante saber comprender a las personas por ser la persona en sí y no solo por ser una persona, por ser una persona individual y no parte de una masa; pues la naturaleza no es lo que define lo que el hombre es en sí mismo sino sus capacidades físicas o mentales, según cómo es que se haya desarrollado física y psicológicamente.

Pero como sabemos –si es que nos ponemos a analizar la realidad de las sociedades- las legislaciones constituciones no están preparadas, de tal forma que su utilidad no es para el gobierno de las personas sino de las masas, razón por la cual uno se pone a preguntar: ¿hasta cuándo vamos a estar atendiendo al hombre como un animal más y no como una persona? Hoy en día se supone que el hombre ha evolucionado tanto; pero, sin embargo, seguimos viviendo como si estuviéramos en la era cavernaria, seguimos viviendo la vida por un dejarse llevar, por la opresión del hombre por el hombre, por la marginación, por la humillación, por la miseria humana; por la ironía de las constituciones políticas que están casi pintadas solo porque las personas –el pueblo- no ha aprendido a ser persona y, por tanto, vive tan solo su supervivencia aislado de las otras personas, en su mundo, en su vida, en sus problemas, en su comunidad familiar y no social; razón por la cual los políticos pueden hacer lo que quieran con las normas y leyes, llevando así a la ironía constitucional.

 

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