Evolución o Involución

Dr. Alejandro Muñoz Villalobos

 

¿Hacia dónde dirigimos los y las costarricenses nuestro país?

No pareciera haber una claridad en el rumbo que queremos y mucho menos hacia dónde vamos como sociedad. Nuestra democracia centenaria se tambalea o acaso estamos en un punto de inflexión como sociedad, algo que también nos pasó, aunque por razones muy diferentes, en la Costa Rica de mediados del siglo XX y que dio como resultado la fundación de la Segunda República.

El fenómeno político que vivimos se debe sin embargo, a factores y circunstancias totalmente distintos de los que provocaron la guerra civil de 1948. Hoy estamos enfrentando el colapso político de las dos tendencias ideológicas más importantes que dominaron la escena política de la Segunda República, la socialdemocracia y el liberalismo, la primera representada por el Partido Liberación Nacional, que a partir del gobierno de Luis Alberto Monge Álvarez (1982-1986), comienza a abrazar las ideas neoliberales estructuradas por Milton Friedman y las escuelas económicas de las universidades de Stanford y Chicago, introducidas por primera vez en Chile con el derrocamiento por golpe de Estado, del Presidente Salvador Allende, e institucionalizadas como políticas de orden mundial a través del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, dando inicio de una manera vertiginosa al fenómeno de la globalización económica (internacionalización del capital).

El liberalismo histórico estuvo representado por los republicanos, que desde tiempos de don Ricardo Jiménez Oreamuno, le aportaron al país una visión política claramente desarrollista y en la década de los años 40, impactaba nuestra sociedad el arribo al poder político del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, que influenciado por la doctrina social de la iglesia católica, desde su paso por la Universidad de Lovaina, implementó la que se conoce como la gran reforma social de Costa Rica, que le aportó al país un sistema de seguridad social que hoy es sostén y pilar de la democracia costarricense, así como, el Código de Trabajo, entre otros grandes logros.

Desde entonces, ha habido gobiernos que marcaron puntos de inflexión en la política, provocados éstos por el deterioro de las condiciones democráticas, de la institucionalidad y/o del orden constitucional del país. El cambio de la Primera a la Segunda República lo detona el gobierno de Teodoro Picado Michalski (1944-19 de abril de 1948), quien se retira y asume Santos León Herrera (19 de abril al 8 de mayo de 1948). El Partido Republicano Nacional no entrega la presidencia legítimamente ganada por don Otilio Ulate Blanco y se desata la guerra civil, luego de 44 días de lucha, asume las riendas del país la Junta Fundadora de la Segunda República, presidida por don José Figueres Ferrer, que le deja al país otra serie de reformas esenciales para la vida democrática, entre ellas la insigne abolición del ejército. El 8 de mayo de 1949, la Junta de Gobierno entrega el poder a don Otilio Ulate Blanco, iniciándose con él una nueva y más profunda democracia. Este período que alcanza hasta la década del 70 se caracterizó por un modelo económico de crecimiento hacia adentro o de sustitución de importaciones, es decir, del nacimiento de una nueva burguesía industrial, de una mayor clase media y del fortalecimiento de la educación pública como medio esencial para el desarrollo y el ascenso social.

Una nueva encrucijada en la vida democrática enfrentaría el país durante el gobierno de don Rodrigo Carazo Odio (1978-1982), quien ganó las elecciones mediante la conformación de una coalición política denominada Coalición Unidad, integrada por varios partidos políticos, entre ellos el Partido Republicano Calderonista y el propio partido político fundado por el Presidente Carazo, Partido Renovación Democrática. En esta coalición se fusionaron distintas corrientes de pensamiento ideológico pero, principalmente el socialcristianismo, el liberalismo y el Calderonismo. Este punto de inflexión en la política nacional se caracterizó por dos vertientes que ocasionaron los conflictos, la externa que nos impactó por una baja muy sensible en los precios internacionales del café, que era nuestro principal producto de exportación y el abrupto disparo de los precios del petróleo, que causó una espiral inflacionaria sin precedentes, trayendo consigo el empobrecimiento de miles de personas de la clase media, que solo un cuatrienio atrás era el orgullo del país. Esta crisis causó gravísimos problemas económicos y sociales, aparte de las presiones de organismos internacionales como el FMI, para implantar en Costa Rica la receta neoliberal que se aplicaba ya en América Latina y defendía intereses del gran capital transnacional y autóctono, manipulando regímenes políticos y defendiendo dictaduras que protegían estos intereses. El Presidente Carazo echó del país a la misión del FMI y esto repercutió en la serie de factores políticos internos que marcaron esta segunda vertiente de problemas. La Asamblea Legislativa prácticamente dio la espalda al Poder Ejecutivo y obligó al Presidente Carazo a gobernar por decreto. La inflación galopante, el empobrecimiento, el gigantesco desempleo y el bloqueo financiero acompañaron a la sociedad costarricense durante la mayor parte de este gobierno y más allá.

En 1982 asume la Presidencia de la República don Luis Alberto Monge Álvarez y marca el inicio de una nueva etapa en la vida política costarricense, se fortalece el bipartidismo, caracterizado por la alternancia en el poder de dos partidos políticos que abrazaron el neoliberalismo como bandera de acción gubernamental, apenas matizadas por sus ideologías originarias, la socialdemocracia en Liberación Nacional y el socialcristianismo en la Unidad Socialcristiana, pero que en la práctica gubernativa constituyó un cambio real, un viraje hacia la derecha con respecto de la democracia social que tuvimos antes, entonces la sombra de las privatizaciones y de la reducción del Estado y sus instituciones fueron el blanco de sus políticas, acompañadas por las políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional y los llamados Programas de Ajuste Estructural.

En el año 2000, como presagio político del nuevo milenio, nace a la vida política el Partido Acción Ciudadana, fundado por exmilitantes del Partido Liberación Nacional y que atrajo rápidamente la atención de miles de costarricenses que hartos del bipartidismo imperante, veían en aquella nueva cara de la política, el renacer de la esperanza y la lucha ideológica. A pesar de que sus fundadores tenían un arraigo ideológico por la socialdemocracia, el PAC se debatía más bien en la esfera del eclecticismo político y aunque rompió con el bipartidismo, no habían lazos fuertes que amarraran una visión de país, más allá de la defensa de la ética en la función pública, bandera política de sus fundadores y que no logró ser el argumento suficiente aunque fuerte y seriamente defendido por sus partidarios y simpatizantes, no logró ser razón suficiente para ganar unas elecciones nacionales, sino hasta catorce años después, cuando triunfa otro exmilitante del PLN, don Luis Guillermo Solís Rivera.

Este primer gobierno del Partido Acción Ciudadana nace en primer lugar del descontento popular por dos pésimos y consecutivos gobiernos del Partido Liberación Nacional, el segundo mandato de don Óscar Arias Sánchez (2006-2010) y de doña Laura Chinchilla Miranda (2010-2014).

Sin embargo, el gobierno del Presidente don Luis Guillermo Solís Rivera (2014-2018), no ha logrado concretar un cambio político esencialmente diferente de lo que ha ofrecido el bipartidismo neoliberal durante tres décadas, los errores y actos de corrupción de propios y extraños, han dado al traste con las buenas obras y acciones, en las mentes y sentires de los ticos.

Esta seguidilla de tres gobiernos marcados por la crítica y la desazón, dejan a flor de piel la indignación pública por la corrupción que ha tocado a los tres poderes de la República y una estela de desempleo, pobreza por un lado y concentración de riqueza por el otro, promesas incumplidas e insatisfacción generalizada en la población.

En este nuevo proceso electoral que concluirá el próximo primero de abril, en mi opinión, estamos nuevamente ante otro punto de inflexión en la política costarricense, con características totalmente diferentes de los anteriores, cuya principal consecuencia podría ser otro viraje aún más extremo hacia la derecha pero esta vez con un elemento extraño como novedoso y peligroso, que es la presencia religiosa de una rama del cristianismo evangélico denominada neopentecostal, que se nutre ideológicamente de la teología de la prosperidad, también llamada evangelio de la prosperidad, que básicamente sostiene que la bendición financiera y el bienestar físico son siempre la voluntad de Dios para con ellos, y que la fe, el discurso positivo y las donaciones a causas religiosas aumentarán la riqueza material propia.

Este nuevo punto de inflexión está marcado por la lucha política entre dos partidos políticos con líderes jóvenes, uno el Partido Restauración Nacional, fundado en el año 2005, de corte conservador y confesional cristiano evangélico. Sus logros en elecciones nacionales han sido muy discretos, casi imperceptibles, con participaciones en la Asamblea Legislativa de escasísimo aporte y relevancia. El otro partido es Acción Ciudadana, quien esta vez es liderado por un joven político, nacido y formado políticamente en el seno del partido, con lo cual, podríamos decir, que es la primera vez que el PAC participa en la vida política con una visión país propia y fundamentada en sus aspiraciones y propuestas.

Pero, ¿por qué este escenario es un nuevo punto de inflexión en la vida política del país? Porque en este escenario hacia el 1 de abril, no solo elegiremos un presidente sino que además, vamos a decidir el rumbo de la democracia centenaria, ya debilitada tras tres décadas de neoliberalismo, corrupción institucionalizada y una creciente delincuencia organizada y pobreza estructural, que de por sí, amenazan ya con deteriorar la paz social.

Si el pueblo opta por elegir a Fabricio Alvarado, candidato del Partido Restauración Nacional, Costa Rica podría convertirse en la primera teocracia de América Latina, creencia fuertemente arraigada en el señor Ronny Chávez, pastor del candidato y con autoridad sobre él, según sus propias palabras. El candidato no lo ha manifestado así sin embargo, podríamos inferir que es fiel creyente de tal sistema, que tiene como una de sus características fundamentales minimizar o eliminar el control político y la acción de los otros poderes de la República, que en nuestro país son la Asamblea Legislativa y Poder Judicial, sometiéndolos al poder divino otorgado a la figura prominente y elegida del presidente y su alter ego. Las críticas más fuertes que se le hacen a este movimiento se deben a sus doctrinas no amparadas en la Biblia, como son la búsqueda del dinero y éxito en los negocios, a través de la ya mencionada teología de la prosperidad. Quizás esta ideología ha llamado la atención a grupos de empresarios, economistas y políticos representativos del neoliberalismo dominante y en decadencia y quizás también les ha motivado adherirse al movimiento de Fabricio Alvarado, por la oportunidad que representa el hecho de que ese partido político no cuenta con cuadros formados para ejercer gobierno. Ambos factores juntos representan un botín político que no pueden dejar escapar, aunque esto signifique el deterioro aún mayor de la democracia costarricense.

La vida de la sociedad costarricense hacia la Costa Rica del siglo XXI, con esta opción política no puede ser otra que la descomposición social, el mayor enriquecimiento de cierto sector empresarial, el sometimiento de las minorías, la exclusión y discriminación, el debilitamiento de los derechos humanos y la posibilidad de que un partido confesional, conservador, fundamentalista, y que privilegia el dinero y los negocios antes que la dignidad de las personas y la vida en democracia, se pueda perpetuar en el poder.

Por lo tanto, Costa Rica y la vida en democracia de todos y todas, sólo tiene una opción…Carlos Alvarado.

No será tarea sencilla rescatar la democracia, pero veo en Carlos Alvarado el empuje del líder joven, inteligente y preparado, y que además, comprendió inmediatamente desde los resultados del pasado 4 de febrero, que la única manera de realizar la tarea, es formando un gobierno nacional, con la participación consciente, propositiva y comprometida de todos los actores políticos y sectores diversos de la sociedad, para construir juntos la Costa Rica del siglo XXI.

En esta hora el país demanda de las fuerzas políticas ceder y conceder, también demanda hacer a un lado ciertas posiciones ideológicas para construir acuerdos y devolverle a la sociedad costarricense la confianza y gobernabilidad del país. Demanda también fortalecer, modernizar y hacer eficiente la institucionalidad; demanda de todos los ciudadanos el compromiso de participar y ejercer el poder ciudadano para el control político, demanda de nuestras autoridades la transparencia y probidad. Demanda de los sindicatos contribuir con eficiencia y eficacia. Demanda de los empresarios y de las clases sociales económicamente poderosas contribuir con la equidad, solidaridad y sin mezquindad. El país nos demanda a todos los que habitamos en esta bella tierra, el cuido de la Naturaleza, ser humano incluido, que es nuestro tesoro y la que sustenta la vida.

 

*Imagen tomada de conozcasucanton.com

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