Entre el 23 de marzo y el 4 de mayo de 2023, caminé 1.925 km por la costa de Cataluña y alcancé la plusmarca mundial de las 6 semanas de Speed Walking (Caminata Rápida).
Para completar los 1.925 km, recorrí casi trece veces un circuito de 150 km que iba de El Masnou a Vilanova i la Geltrú y de Vilanova i la Geltrú a El Masnou. Un circuito que yo ya había utilizado en mi anterior caminata de diez días por la costa catalana de 2021.
Recorriendo ese circuito desde El Masnou hasta Vilanova i la Geltrú, el presente artículo rememora mi caminata por la costa de Cataluña de 2023.
De El Masnou a Badalona
El circuito de la caminata tenía su punto de partida en El Masnou y su primer tramo era el paseo marítimo de El Masnou a Montgat que transcurría junto al mar Mediterráneo. Al pasar por él, me encontré invariablemente caminadores, corredores y ciclistas y disfruté mucho observando el mar.
Arribado a Montgat, el circuito cruzaba un túnel y entraba en la carretera de Montgat a Badalona, la conocida como carretera de Mataró. A la izquierda de esa carretera en dirección a Badalona, se encontraba el mar. Y, a su derecha, una hilera con edificios de viviendas, casas y alguna empresa de Montgat.
El circuito seguía por la carretera y rápidamente entraba en Badalona, con el Mediterráneo a su izquierda y casas de dos plantas, empresas y antiguas fábricas a su derecha. Al recorrer la carretera en ese tramo, observaba casi siempre el edificio modernista de la antigua fábrica Cordelería Ribó y pensaba en los obreros que trabajaron en esa y otras fábricas similares.
En mi caminata de seis semanas de 2023, al igual que en mi anterior caminata de diez días de 2021, en cualquier caso, lo que más me impactó de la zona El Masnou-Badalona fue el mar. Tras vivir en Navarra desde el año 2019, el reencuentro con el Mediterráneo resultó especial.
Badalona y Santa Coloma de Gramenet
El circuito entraba en Badalona por la calle Pomar de Baix, la cual se transformaba en la calle Sant Bru a los pocos metros. En el lado derecho de esa calle en dirección a Barcelona, se encontraban casitas de dos plantas de color blanco con gran atractivo.
Por la misma acera, a escasa distancia, el circuito también pasaba por el parque de Can Solei i Ca l’Arnús, un pulmón verde de Badalona. El parque, resultado de la unión de las fincas de Can Solei i Ca l’Arnús, me llamaba la atención por su estado muy cuidado.
Pasado el parque y recorrida la calle Sant Bru, el circuito seguía por el centro de Badalona y transcurría por las calles Francesc Layret y de la Creu, muy transitadas y de gran actividad comercial, la Rambla Sant Joan, la calle Liszt y la calle Mozart, por la cual se entraba en Santa Coloma de Gramenet.
En Santa Coloma, el circuito recorría la rambla principal, llamada Rambla del Fondo, de San Sebastià y de Llorenç Serra. Y, al finalizarla, pasaba por el puente de Santa Coloma sobre el río Besòs a Barcelona. Desde ese puente, se observaban el río, sus laterales de hierba y un carril que unía el mar y la montaña con deportistas a todas horas del día.
De Sant Andreu a l’Eixample
El circuito entraba en Barcelona por el puente y el paseo de Santa Coloma, perteneciendo la acera de la izquierda al barrio de Baró de Viver y la de la derecha al barrio de la Trinitat Vella, dos barrios del distrito de Sant Andreu.
Tras esa zona, el circuito llegaba a otro barrio del distrito, Sant Andreu de Palomar, y recorría el paseo de Torras i Bages y la calle Segre. Al iniciarse esta, pasaba por la Iglesia de Sant Andreu de Palomar y las antiguas fábricas Can Fabra y Fabra i Coats.
En la Fabra i Coats, el circuito daba una vuelta por su interior, algo ideal para mí por las buenas sensaciones que he tenido siempre al visitar una antigua fábrica como la Fabra i Coats. Tanto en mi caminata de seis semanas de 2023 como en mi anterior caminata de diez días del 2021, la Fabra i Coats me levantó el ánimo en muchas ocasiones. Pensaba en las generaciones de esforzados obreros que pasaron su vida entre sus paredes y eso me daba ánimos para continuar caminando a pesar de estar cansado o agotado.
Después de dejar atrás esa zona, el circuito seguía por las calles Virgili y Pare Manyanet y entraba en el barrio de La Sagrera por la calle Gran de la Sagrera. Una vez superado el parque de la Pegaso, ubicado en los terrenos de la antigua fábrica ENASA, recorría el primer tramo de la calle Monlau, la plaza de Masadas y el segundo tramo de la calle Monlau hasta la calle Garcilaso. Al pasar por la plaza de Masadas, siempre disfrutaba con ella y sus bellos pórticos de otro tiempo. Quedan pocas plazas como esa en Barcelona.
Una vez dejaba atrás la calle Garcilaso, el circuito conducía a la avenida Meridiana, un punto de tráfico y ruido. Un punto de edificios muy altos y de gran bullicio. En la avenida, se encontraba la cafetería Sun, uno de mis establecimientos preferidos durante mi caminata de seis semanas de 2023 para beber, comer y recuperar fuerzas. Allí tomaba un café, bebía agua y comía para superar el cansancio, el agotamiento. Bendito Sun. Qué recuerdos.
Tras la avenida Meridiana, el circuito pasaba por la calle Felipe II y recorría el barrio de Navas. Y, después, llegaba a la calle del Fresser y cruzaba el barrio del Camp de l’Arpa del Clot. Del barrio de Navas, me atraían sus casas tipo torre. Del barrio del Camp de l’Arpa del Clot, ya perteneciente al distrito de Sant Martí, la fábrica Costa Font de la calle del Fresser, un edificio racionalista del arquitecto Francesc Mitjans del año 1950. Al caminar ante el edificio, siempre observaba su logrado diseño. En mi caminata de diez días de 2021, hice lo mismo.
Por la calle del Fresser, el circuito llegaba a la calle Rosselló y al distrito de l’Eixample que vertebra la ciudad de Barcelona.
L’Eixample y Les Corts
El circuito atravesaba l’Eixample por las calles Rosselló, Aribau y Londres. En la primera, que lo recorría en parte, se encontraban edificios destacados como el de la fábrica Damm, de estilo ecléctico y obra del arquitecto Joan Massoles de 1905. Al pasar junto a él en el cruce de la calle Rosselló con las calles Dos de Maig y Cartagena, me fijaba en sus detalles artísticos.
Otro edificio impresionante de la calle Rosselló, situado a la altura del cruce con la avenida Diagonal, era la Casa Terradas o de les Punxes, de estilo modernista y obra del arquitecto Josep Puig i Cadafalch, también datado en 1905. Con aspecto medieval y elementos neogóticos, sus seis torres coronadas por agujas de forma cónica son famosas. Al caminar ante el edificio, su belleza invariablemente reclamaba mi atención.
El circuito de la caminata dejaba atrás el distrito de l’Eixample y entraba en el distrito de Les Corts por la avenida Sarrià. Entonces recorría el barrio de Les Corts por la calle Deu i Mata hasta la modernista Casa Can Deu, situada en la plaza de la Concòrdia, obra del arquitecto Eduard Mercader de 1897.
Conocía muy bien Can Deu, tanto por haber vivido en Les Corts durante años como por algunas de mis anteriores caminatas como la de los diez días de 2021 o la de las 1.000 millas de 2017, y no dejaba de cautivarme. Sus estancias y su jardín con vidrieras son una maravilla. Aproveché la caminata para tomarme algún café en el lugar y reponer fuerzas.
Una vez el circuito de la caminata abandonaba el barrio de Les Corts por la calle Mejía Lequerica, este recorría los barrios de la Maternitat i Sant Ramon y Badal, los últimos de Barcelona antes de llegar a L’Hospitalet de Llobregat.
En la entrada del barrio de la Maternitat i Sant Ramon, en el cruce de la calle Mejía Lequerica con la gran vía de Carles III, aparecían los racionalistas Edificios Trade (1965-1971), obra del arquitecto Josep Antoni Coderch. Al pasar por delante de los mismos, me encantaba observar sus fachadas acristaladas de formas cilíndricas.
Después de los Edificios Trade, el circuito entraba en los jardines de la Maternitat, la antigua Casa de la Maternitat i Expòsits. Los edificios de los jardines eran modernistas (Xaloc, Central, Ave Maria, Mestral, Olímpia y Prat de la Riba) y noucentistas (Rosa y Blau) y obra de una larga lista de arquitectos. Al pasar ante ellos, me parecían igual de extraordinarios que siempre. Toda la zona, conocida por haber vivido en Les Corts y por anteriores caminatas, me producía la misma impresión.
Pasado el estadio del FC Barcelona y un par de calles de los barrios de la Maternitat i Sant Ramon y Badal, el circuito entraba en L’Hospitalet de Llobregat, reapareciendo el extrarradio barcelonés.
De L’Hospitalet de Llobregat a Les Botigues de Sitges
El circuito atravesaba L’Hospitalet de Llobregat por las calles Riera Blanca, Santa Eulàlia, Amadeu Torner, Gran Via y Jaume Ventura i Tort. Y, rodeando el Hospital de Bellvitge, llegaba al puente del río Llobregat.
En L’Hospitalet, el circuito pasaba por la modernista Fábrica Trinxet (1905-1916), de los arquitectos Joan Alsina y Modest Feu, y por los rascacielos de la plaza Europa, entre los que destacaban la Torre Realia BCN (2009) y el Hotel Porta Fira (2010) del arquitecto Toyo Ito.
El arquitecto Modest Feu, un clásico de mis caminatas, destacó tanto en el modernismo con sus fábricas de pura arquitectura obrera como en el noucentisme con sus edificios de viviendas de trabajadores. En 2024, le dediqué un merecido artículo.
Cruzado el puente del Llobregat, el circuito entraba en el parque Riu Llobregat, seguía por una pista hacia el sur, entraba en la carretera B-250 que atravesaba El Prat de Llobregat y recorría pistas hasta Gavà Mar.
Ya en Gavà, el circuito transcurría por un paseo marítimo preparado para caminadores, corredores, ciclistas… que acababa incorporando carriles de coches. Al caminar por ese paseo, me tropezaba con deportistas y veía el mar de forma intermitente. Y volvía a disfrutar con él tanto como entre El Masnou y Badalona.
Al final, el paseo marítimo de Gavà Mar se transformaba en el paseo marítimo de Castelldefels al llegar a esa población y el mar Mediterráneo, la playa y las palmeras terminaban por dominar por completo el escenario. Poco a poco, los edificios del lado del mar desaparecían, permitiendo una vista impresionante del Mediterráneo. Una característica del paseo marítimo de Castelldefels que me llamó la atención fue la presencia de deportistas a cualquier hora del día, algo que ya aprecié en mi anterior caminata de diez días de 2021.
A los pocos kilómetros, el paseo marítimo de Castelldefels se transformaba en el paseo marítimo de Les Botigues de Sitges, perteneciente a Sitges, manteniendo una gran vista del mar Mediterráneo, con la playa a la izquierda y palmeras en sus lados.
En Les Botigues de Sitges, se encontraba el Restaurante El Navegante, donde durante la caminata bebía, comía y reponía fuerzas. El restaurante, situado a escasos metros del Port Ginesta, me sirvió para recuperarme de no pocos momentos de gran agotamiento.
De Les Botigues de Sitges a Vilanova i la Geltrú
Una vez dejaba atrás el Restaurante El Navegante, el circuito de la caminata entraba en el Port Ginesta, llegando a la población de Garraf por una pista muy estrecha y en mal estado. Después, transitaba por pistas hasta Casa Vella, desde donde por otra pista llegaba al Camino Sitges-Plana Novella. Por ese camino, transcurría hasta el norte de Sitges. Desde la población de Garraf hasta el norte de Sitges, el circuito se encontraba dentro del parque de El Garraf y recordaba en algunos tramos al parque de Collserola, situado al lado de Barcelona.
Ya en Sitges, el circuito recorría la avenida del Camí Pla, la calle Pruelles, la calle Josep Soler i Tasis, el paseo de Vilafranca y el paseo de Vilanova. En el paseo de Vilanova, me sorprendía gratamente el Santuario del Vinyet. Al pasar junto al mismo, contemplaba su estructura y me venían a la mente las iglesias griegas de los cristianos ortodoxos. El santuario era una maravilla arquitectónica, como otras del interior del Garraf, y su belleza me animaba a seguir por muy cansado o agotado que estuviese.
Superado el Santuario del Vinyet, el circuito proseguía por el paseo de la riera de Ribes, con casas de construcción reciente y buenas aceras, y la avenida del camí del Miralpeix, ya sin casas y con un par de carriles para caminar, correr o ir en bici.
Pasado el golf de Sitges y la zona residencial de Can Girona, el circuito llegaba por pistas a Vilanova i la Geltrú, punto de retorno a El Masnou. El camí del Miralpeix me resultaba agradable por sus vistas magníficas.
Por el camí del Miralpeix, transitaban algunos deportistas en aquellos días de mi larga caminata de seis semanas, en aquellos días de la primavera de 2023. Transitaban devotos del caminar, mientras yo me partía el alma por llegar al final de mi larguísimo reto. Quisiera parar el tiempo y encontrarme siempre como me encontré entonces. Quisiera poder recorrer eternamente los mismos lugares. Me conformaría con lo último. Qué grandes recuerdos tengo de mi caminata de seis semanas de la primavera de 2023. Imborrables.
La décima edición del Simposio Internacional del Centro Mundial de Estudios Humanistas se celebrará del 8 al 11 de mayo de 2025, bajo el título «UTOPÍAS EN MARCHA – Caminos hacia la Nación Humana Universal».
Este Simposio tiene como interés develar la estructura de la crisis personal y social que atraviesa el actual momento histórico. Una crisis que causa un profundo malestar a individuos y pueblos y es potenciada por la acumulación de narrativas distorsionadas de un sistema global capitalista, individualista y depredador, que impone su estructura asentada en la violencia.
Además de abordar en profundidad la comprensión estructural y de proceso histórico de la crisis terminal del sistema imperante, el Simposio busca, sobre todo, ser un catalizador para la presentación de nuevos caminos humanistas para su superación.
Es fundamental para ello recoger los aportes de todas las culturas de la Tierra, comprendiendo y superando los prejuicios y limitaciones de la matriz política, económica y cultural impuesta por siglos de colonialismo y patriarcado. Los elementos más progresivos de las tradiciones culturales de los pueblos deben converger para servir de fundamento a la primera civilización planetaria de la historia humana.
Asimismo, es imprescindible comprender que no habrá cambio posible si no hay una transformación en el modo de mirarnos y mirar lo que sucede en el mundo. Es preciso desarrollar una mirada que trascienda la mecánica de un mundo víctima de la mezquindad y la locura, y ampliar la perspectiva mediante el desarrollo de una conciencia lúcida y del «buen conocimiento».
Recogiendo las experiencias positivas de los momentos humanistas de la historia, hoy más que nunca, se hace necesario poner énfasis en imágenes que movilicen a los conjuntos hacia brillantes utopías, que conecten con las tensiones y necesidades vitales más profundas, orientando a la humanidad en una dirección liberadora.
¿Qué imágenes pueden guiar este proceso, conectando memoria con proyecto y dando respuesta a las urgencias vitales y de sentido del conjunto humano?
¿Cómo se logrará acercar a las personas y los pueblos, en este momento de polarización manipulada, a una experiencia de reconciliación profunda que conlleve la reparación de la violencia y de los errores cometidos?
¿Acaso debe pensarse en un solo tipo de nueva organización social o más bien dar paso a la multiplicidad de propuestas e intentos?
¿Qué mito puede dar brillo, potencia y consistencia épica a esas imágenes?
¿Qué tipo de espiritualidad puede dar profundidad, sentido evolutivo y permanencia a este nuevo capítulo de la historia?
¿Cómo llegar con ese propósito al corazón de las generaciones creadoras y a los conjuntos hoy desesperanzados?
Todas estas son preguntas que necesitan ser abordadas creativamente en el marco del X Simposio.
Por lo que hacemos un llamamiento a todas aquellas personas de diferentes culturas que puedan aportar visiones y experiencias de acciones transformadoras e inspiradoras. Participa con aportaciones de todo tipo, resaltando las utopías que sin duda ya están en marcha.
Los temas
Además de los temas habituales centrados en áreas sectoriales de actividad y conocimiento, el simposio se desarrollará desde un punto de vista multidisciplinar y estructural, haciendo hincapié en el pensamiento relacional.
Actividades del simposio
Las propuestas podrán adoptar la forma de conferencias, mesas redondas, presentaciones de actividades e iniciativas en curso, talleres, representaciones artísticas, producciones audiovisuales y experiencias basadas en el conocimiento de diferentes culturas.
Las propuestas deberán ir acompañadas de un resumen en el que se describa su intención y desarrollo: para las conferencias, se estima una duración máxima de 30 minutos más otros 20 minutos para el diálogo con el público; para los demás tipos de actividades, se especificará el tiempo necesario, a fin de que el Comité Temático pueda coordinar mejor el programa.
El Comité Temático del Simposio examinará las propuestas y las agrupará en áreas temáticas transversales.
Le invitamos a presentar su contribución a más tardar el 15 de diciembre de 2024, enviándola a committee@worldsymposium.org y adjuntando un resumen de la contribución (entre 300 y 500 palabras), una breve reseña biográfica y una fotografía de buena resolución (tanto en presentaciones individuales como colectivas).
El Comité Temático anunciará los resultados de la selección antes del 1 de febrero de 2025.
Debido a las repercusiones que hay desde el punto de vista de derechos laborales del funcionariado, la no eficiencia administrativa, la afectación de las finanzas públicas y los problemas para la elaboración y ejecución presupuestaria, los procesos y sentencias judiciales, la Defensoría de los Habitantes debió pedir cuentas a seis instituciones del Estado porque la situación en los atrasos salariales de las personas funcionarias del Ministerio de Educación Pública (MEP), podría ser más grave de lo que inicialmente se pudo determinar.
Para la Defensoría, esta situación afecta la trascendental labor que cumplen las personas trabajadoras del MEP como responsables del sistema público de educación de la niñez, adolescencia y juventud costarricense.
Es por eso que, es de suma importancia tener información de los ministerios de Hacienda, Trabajo y Planificación Nacional y Política Económica (Mideplan), de la Procuraduría General de la República, de la Contraloría General de la República y del mismo MEP, para realizar una investigación estructural, de manera que se logre tener una visión integral de dicha problemática.
La Defensoría ha venido atendiendo un número considerable de denuncias de personas funcionarias del MEP sobre la inadecuada gestión y excesiva tardanza, por parte de la Dirección de Gestión de Talento Humano de este ministerio, en el reconocimiento y pago de diferentes incentivos salariales a los que tienen derecho (carrera profesional, anualidades, excedentes y otros), tanto de períodos fiscales vencidos como del actual.
A esas denuncias se unen otras, reiteradas año con año sin que se visualice alguna solución, sobre las múltiples omisiones, por parte del MEP, en cuanto al pago de distintos rubros que son parte del salario de su personal; omisiones reiteradas como, por ejemplo, salarios incompletos por el no reconocimiento de lecciones ya impartidas, recargos no reconocidos o rebajos injustificados; amén del aumento por costo de vida no reconocido y el no pago de prestaciones, entre otros.
En detalle
Al ministro de Hacienda, Nogui Acosta, se le envió cinco consultas sobre las partidas concretas en presupuestos ordinarios y modificaciones presupuestarias o presupuestos extraordinarios aprobados al MEP para cubrir el pago de períodos fiscales vencidos, indexaciones, multas, intereses y demás rubros originados en resoluciones administrativas y sentencias judiciales de los reclamos administrativos sobre el MEP. Sobre las cifras pagadas de más, por errores de la Administración originados en cálculos erróneos y el monto, esto dentro del periodo comprendido entre el 01 de enero del 2010 y el 30 de junio de 2024. También se le consultó el porcentaje, dentro del presupuesto para educación, que ha representado esas partidas presupuestarias, entre otros aspectos.
Al ministro de Trabajo, Andrés Romero, se le solicitó las propuestas planteadas al MEP y las acciones adoptadas. También debe informar sobre los espacios de diálogo dispuestos por ese ministerio o acercamientos que se haya tenido con el personal del MEP afectado o con sus organizaciones gremiales, para su análisis y propuestas de abordaje integral y efectivo y las acciones que se ejecutarán en el corto plazo, para incidir en la atención y solución de esta problemática que, evidentemente, afecta los derechos laborales del funcionariado.
A Mideplan, se le envió cuatro solicitudes; las acciones adoptadas para contribuir en la construcción de rutas de acción que conduzcan a la identificación y superación de las causas estructurales que la generan, un análisis, desde el punto de vista de la planificación y gestión del talento humano para mejorar la administración del MEP en cuanto a su capacidad de respuesta frente a los reclamos que se le plantean por los conceptos indicados.
A la Procuraduría General de la República, se le solicitó un informe sobre la cantidad de procesos judiciales interpuestos por el personal del MEP, el tipo de proceso, montos cobrados al Estado como consecuencia del pago de las costas, daños y perjuicios e intereses declarados en las sentencias judiciales, la cantidad total de profesionales asignados para la atención de dichos procesos y las acciones entabladas o que ejecutará la Procuraduría ante el MEP, en resguardo del erario público afectado por el cumplimiento de tales sentencias judiciales.
A la Contraloría General de la República, se le solicitó información sobre el seguimiento realizado a informes elaborados sobre ejecución presupuestaria y si hay o no nuevas investigaciones relacionadas con la problemática denunciada.
Y al MEP, la Defensoría le solicitó información muy detallada sobre diez puntos, entre los que destaca, detalles específicos sobre los reclamos administrativos planteados por las personas, los reclamos en vía judicial, los reclamos interpuestos por concepto de aumento por costo de vida, sobre el pago de prestaciones, detalle de los sistemas informáticos que están en funcionamiento para atender reclamos y especificaciones sobre el presupuesto institucional y un análisis realizado sobre la problemática que investiga la Defensoría de los Habitantes de cara a la búsqueda de soluciones en el corto plazo.
Oficina de Comunicación Institucional Defensoría de los Habitantes
11 de julio de 2024.- En el 190 período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), organizaciones defensoras de derechos de pueblos indígenas denunciaron la violencia contra los pueblos Mayangna y Miskitu de la Costa Caribe Norte de Nicaragua que desde el año 2018, se ha intensificado debido a un proceso de colonización que, sumado a la crisis sociopolítica que enfrenta Nicaragua, ha llevado a las comunidades, según sus propias palabras, al borde de un “etnocidio”.
En la audiencia participaron Tininiska Rivera, exiliada e hija de Brooklyn, líder indígena y preso político de la dictadura Ortega-Murillo; Camila Ormar, abogada del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL); Rendel Hebertt López, indígena mayagna Ulwa, en representación del Centro de Asistencia Legal de Pueblos Indígenas (CALPI) y de la Fundación del Río; Tsáitami Ordóñez, abogada del Instituto sobre Raza, Igualdad y Derechos Humanos (Raza e Igualdad), y autoridades de la CIDH.
Según el testimonio de Tininiska Rivera, el proceso de colonización hacia los pueblos indígenas de la Costa Caribe Norte se sigue agudizando, lo que se ilustra con el despojo de tierras, así como con la imposición por parte del gobierno de autoridades indígenas paralelas. Ello, con el fin de anular la autonomía indígena, facilitar el control de recursos y perpetuar la impunidad estatal. Asimismo, el régimen no ha cumplido con el saneamiento de territorios indígenas ordenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), lo cual deja a 304 comunidades vulnerables a invasiones.
Inversión extranjera oxigena al régimen
El Estado promueve la inversión extranjera mediante la venta y arriendo ilegal de territorios indígenas, impulsando la ganadería extensiva y actividades extractivas. Esto ha generado una cohabitación forzada entre colonos e indígenas, mientras estos últimos enfrentan amenazas, agresiones y asesinatos. Sumado a esto, los ataques a comunidades indígenas por colonos armados han aumentado exponencialmente, con 643 casos de violaciones de derechos humanos registrados en los primeros seis meses de 2024.
Entre los años 2007 y 2022, el sector minero ha recibido $2.524 millones de inversión extranjera directa, principalmente de capital chino, canadiense y colombiano. “Se instalan en los territorios Miskitu y Mayagna sin realizar consultas. Las concesiones son otorgadas por el Estado con el apoyo de gobiernos regionales, municipales y autoridades impuestas en los Gobiernos Territoriales Indígenas, quienes coaccionan a la población indígena para simular consentimientos”, denunció Rendel Hebertt López.
En este sentido, el Relator de la CIDH para Nicaragua, Arif Bulkan expresó su preocupación por la «respuesta desvergonzada» de países de la región que son considerados «campeones de los derechos humanos», pero continúan colaborando con el Estado nicaragüense en términos de sus empresas mineras, como es el «caso de Canadá». Todo esto, pese al conocimiento de los abusos y sufrimientos masivos y generalizados en Nicaragua.
“Una clara línea de trabajo de esta Comisión debe ser continuar con la incidencia ante la comunidad internacional. Incidir en términos de trabajar para aislar a esta brutal dictadura”, sostuvo Bulkan, y agregó que es importante «que los Estados y la comunidad internacional no continúen realizando negocios con Nicaragua”.
Por su parte, el Comisionado Carlos Bernal calificó como “paradójico” el hecho de que las violaciones de derechos humanos documentadas contrasten con los informes del «buen clima de inversiones» que promueve el gobierno de Nicaragua; así como con el interés de inversionistas extranjeros -en particular del sector minero- y empresas de países democráticos que quieren explotar recursos naturales de Nicaragua a costa de los derechos humanos de comunidades indígenas, campesinas y personas oprimidas por el régimen y con ayuda de este.
“Quiero recordar que el respeto a los derechos humanos es un componente de la sostenibilidad corporativa. Esas empresas que están invirtiendo en Nicaragua a este costo de derechos humanos tendrán que ser responsables… por esta explotación y este aprovechamiento con la plataforma del régimen”, enfatizó Bernal.
Impunidad persistente
El recrudecimiento de la violencia contra las comunidades indígenas se manifiesta en la criminalización de líderes y personas defensoras del territorio, especialmente en los territorios Mayangna Sauni As y Wangki Li Aubra, cuyas comunidades son beneficiarias de medidas de protección, explicó Camila Ormar, abogada de CEJIL.
Líderes, defensores y defensoras indígenas enfrentan criminalización y persecución. El Estado les estigmatiza como delincuentes para facilitar la usurpación de tierras. En los primeros seis meses de 2024, se registraron 37 casos de guardabosques criminalizados, con juicios injustos y tratos inhumanos en prisión. Entre estos se encuentran 4 guardabosques Mayangna condenados ilegalmente a cadena perpetua y los liderazgos indígenas Nancy Henríquez y Brooklyn Rivera, de quien, a la fecha, no se conoce el paradero.
Asimismo, las mujeres y niñas indígenas son víctimas de violencia sexual, psicológica y física. Entre 2018 y 2023, se documentaron 35 casos de violaciones sexuales, y en 2024 se registraron 58 casos de violencia contra mujeres en 15 comunidades. Los colonos secuestran a mujeres y niñas, sometiéndolas a violencia y utilizándolas para reclamar tierras.
Por su parte, Tsáitami Ordóñez, abogada de Raza e Igualdad, expuso que también hay corrupción en los puestos de salud y centros de educación. “Se brinda atención preferencial a quienes tienen carnet del partido oficialista o a colonos… y la desconfianza en las autoridades de salud, los altos niveles de corrupción y el temor a represalias impiden que las comunidades presenten denuncias directamente”, alegó.
Frente a este contexto, las organizaciones de sociedad civil plantearon una serie de solicitudes a la Comisión. Entre ellas, solicitaron que la CIDH exija al Estado nicaragüense:
El cumplimiento íntegro de las medidas de proteccióna favor de 15 comunidades indígenas Miskitu y Mayangna, así como la liberación inmediata de las personas privadas de libertad por motivos políticos.
Garantizar el acceso a la justicia a las comunidades indígenas, con especial atención a los casos de agresiones provocados para el despojo de su territorio, cesando también todo tipo de criminalización.
Garantizar los derechos de los Pueblos Indígenas a la Propiedad Comunal y a la Libre Determinación, velando particularmente por el saneamiento de sus territorios.
Finalmente, llamaron a los organismos financieros y mecanismos de cooperación internacional a reforzar las políticas de condicionamiento al otorgar cualquier tipo de financiamiento o crédito al Estado de Nicaragua, a las empresas, al cumplimiento de sus obligaciones en materia de derechos humanos, especialmente vinculadas a pueblos indígenas, asegurando el consentimiento previo, libre e informado por parte de las comunidades.
El próximo sábado 27 de julio a las 7 de la noche, La Colmena Gastronomía y Cultura será el escenario del estreno en vivo del álbum «Cantos de Batalla». Este proyecto musical, lanzado el mes pasado, construye una memoria histórica del movimiento ecologista costarricense a través de la recopilación de pregones que han caracterizado distintas campañas en los últimos años.
«Cantos de Batalla» es una obra única compuesta al ritmo de tambores e inspirada en la defensa de los bienes comunes y los derechos humanos. Estos pregones de lucha, nacidos desde la irreverencia y el amor a la ecología y a la vida, han resonado en las calles de Costa Rica, fortaleciendo la resistencia ambiental con la fuerza y magia del tambor. A lo largo de más de 30 años, estos cantos han sido fundamentales para fomentar y alegrar la resistencia que ha permitido a Costa Rica alcanzar importantes victorias ambientales, como la prohibición de petroleras, la minería a cielo abierto, el maíz transgénico y la construcción de represas en los ríos Térraba y Pacuare.
Este evento también rinde homenaje a los 30 años del asesinato de los dirigentes ecologistas Óscar Fallas Baldí, María del Mar Cordero Fernández y Jaime Bustamante, integrantes de la Asociación Ecologista Costarricense (AECO). «Cantos de Batalla» es un tributo a su legado y a la lucha que hemos sostenido durante todos estos años en defensa de la vida.
El concierto contará con la participación de destacados músicos:
Fabián Pacheco:composición, voz, djembé, ronroco, caracola
Oscar Jiménez:guitarra, charango, quijongo guanacasteco y coros
Fernando Calvo:bajo eléctrico y coros
Mila Acuña:tambora, tambor alegre y coros
Anyul Arévalo Acosta:tambor alegre y coros
Joseph Jiménez:djembé, tambor chico, tambor llamador, campana, agogó, triángulo, güira y coros
Javier Alvarado Vargas:dirección musical, guitarra, guasá y coros
Además, contaremos con la presencia de invitados especiales:
La Voz Nativa
Luz María Romero
La producción del concierto está a cargo del Colectivo Cantos de Batalla y la productora Profana Latinoamérica. Las entradas tienen un valor de 7 mil colones y pueden adquirirse llamando al 6431 4978.
¡No te pierdas esta oportunidad única de celebrar la música y la resistencia ecologista costarricense en un evento inolvidable!
Aprovechando la larga carta pública dirigida al ministro de Ambiente y Energía, me gustaría hacer un comentario.
No hay duda de que la situación de nuestra Costa Ruca es muy preocupante en relación con la cantidad enorme de basura que todos producimos, pero en varios países, como Alemania, por ejemplo, unos pueblos aprovechan sus desechos para producir gas natural que es 5 veces más abundante de lo que se necesita y lo que sobra, lo venden.
Uno de estos pueblos se llama Wildpoldsried. y la información la pueden encontrar en internet.
Existen alternativas, la biomasa o los desechos de la ganadería son fuentes naturales que ofrecen soluciones ambientales y ahorros económicos.
Costa Rica, conocida mundialmente como país verde, podría copiar y disfrutar de los mismos beneficios.
Imagen con fines ilustrativos: https://natuyser.es
Iglesia colonial de San Blas, en la ciudad de Nicoya, la cual data de 1644 y ha sido restaurada varias veces. Foto: Elmer García y Marta Fermina Valdez
En el bicentenario de la anexión del Partido de Nicoya
Luko Hilje (luko@ice.co.cr)
Como lo han sustentado los geólogos, el territorio actual de Costa Rica no existía hasta hace unos 100 millones de años, durante el denominado período Cretácico. Para entonces, el actual continente americano estaba representado por dos gigantescas masas terráqueas —equivalentes a subcontinentes—, pero desconectadas, pues entre ellas había una gran brecha, en la cual se entremezclaban las aguas de los océanos Atlántico y Pacífico. Eso sí, en medio de un archipiélago con islas de varios tamaños y formas, en ese entorno marino sobresalía una bastante grande, que los científicos llamarían Guanarivas —nombre híbrido, de Guanacaste y Rivas—, tan solo con fines descriptivos, pues cuando se le bautizó así ya había perdido su aspecto de ínsula, y estaba incrustada en tierras continentales.
Ese proceso de inserción de Guanarivas estuvo asociado con varios fenómenos naturales, los cuales ocurrieron en un intervalo infinitamente lento, de millones de años. Estos consistieron en el afloramiento de vastas porciones rocosas desde el fondo marino —gracias a la llamada tectónica de placas— y numerosas erupciones volcánicas, fenómenos que fueron complementados con incesantes procesos de erosión y meteorización de inmensas rocas, así como de la sedimentación resultante del desgaste de éstas, favorecida esta última por las lluvias y las corrientes de agua. Tan dilatado fue todo, que no fue sino hace apenas unos tres millones de años que se completó la formación del territorio de Costa Rica, más una gran parte del de Panamá y una porción del sur de Nicaragua, lográndose así la actual configuración del istmo centroamericano.
Además del indiscutible valor de este providencial puente, que —con el territorio de Costa Rica como núcleo— fue el que le dio significado a América como un único e indivisible continente, para quienes somos biólogos tiene un significado adicional y de inmensa importancia. En efecto, esa especie de pasadizo hizo posible que, de manera paulatina, las plantas y los animales que habitaban los dos hemisferios originales pudieran desplazarse en un sentido u otro, para colonizar poco a poco el hemisferio opuesto. A este fenómeno migratorio se sumó el llamado endemismo, que alude a la aparición de nuevas especies, que son propias y exclusivas de un determinado lugar. Al fin de cuentas, son la migración y el endemismo los principales factores que permiten explicar que, a pesar de su reducido tamaño, Costa Rica posea una diversidad tan alta de especies de flora y fauna.
En la bajura guanacasteca
En el caso de la actual provincia de Guanacaste —en contraste con el resto del territorio nacional—, varios de los fenómenos geomorfológicos citados le confirieron una topografía muy peculiar. Es por ello que, con excepción de las alturas asociadas con los cuatro bellos volcanes que las flanquean por el oriente (Orosí, Rincón de la Vieja, Miravalles y Tenorio), su territorio está conformado por extensas planicies, cuya baja altitud las torna muy cálidas.
Estas son condiciones idóneas para que la incesante y pródiga fuerza del mundo vegetal se exprese de manera muy contrastante. Es así como, en estas bajuras, el bosque, de árboles imponentes y frondosos durante la estación lluviosa, como caobas, cedros, ceibas, cenízaros, cocobolos, espaveles, gallinazos, guanacastes, guapinoles, guayabones, higuerones, javillos, mayos, ojoches, pochotes y ronrones, se transmuta de manera radical al llegar la estación seca; no incluyo los nombres científicos de estas especies por razones de espacio, además de que estos nombres son mucho más atractivos.
Es esta estacionalidad —como la denominamos los biólogos— la que hace que, con pocas excepciones, los árboles pierdan su follaje por completo durante la estación seca. Aquí el bosque seco tropical, propio de la vertiente Pacífica de Mesoamérica, alcanza su máxima expresión, y aunque es cierto que los árboles defoliados parecen esqueléticos, en algunos emergen copiosas e intensas floraciones, como las rosadas del roble de sabana, al igual que las amarillas del poro-poro, el saragundí y el cortez amarillo. Es oportuno aclarar que, aunque las floraciones rojas del malinche y las lilas del jacaranda son también fabulosas, ambas son especies importadas, la primera de África, y la segunda de Suramérica.
Fue este entorno, de vastos territorios, el que habitaron los indígenas chorotegas, quienes aprovechaban los recursos naturales, tanto terrestres como marinos, de manera armoniosa. De su vida cotidiana y sus costumbres, se cuenta con valiosas crónicas de la época de la conquista española, entre las que sobresalen las del célebre Gonzalo Fernández de Oviedo, quien estuvo 22 años en América, y nos legó cinco volúmenes muy ricos en información; por cierto, en uno de ellos aparece el primer croquis del golfo de Nicoya, que data de 1529.
En cuanto a la flora utilizada por los indígenas, él destaca al nance como un apetecido árbol frutal, al palo brasil como fuente de pigmentos para teñir telas, y al jobo por sus propiedades medicinales. Finalmente, resaltó la abundancia de Quercus oleoides, la única especie de roble o encino de bajura que hay en el país, el cual produce bellotas comestibles.
En relación con la fauna mayor —aunque con otros nombres—, menciona al por entonces muy común venado cola blanca y a su pariente, el cabro de monte, más varias especies de felinos (jaguar, puma y león breñero). También al coyote, al tigrillo, a un oso hormiguero, una ardilla, un conejo y un armadillo, al igual que a una especie de zorrillo hediondo. Llama la atención que no se refiera al mono congo, la danta, el ocelote, los chanchos de monte o cariblancos, y el zorro pelón, que cita en sus relatos para otras zonas del país.
Ahora bien, aunque en el siglo XIX, ya en la época republicana, varios cronistas extranjeros nos legaron vívidas descripciones del paisaje de Guanacaste, solo el danés Anders S. Oersted lo hizo con mirada de biólogo. En efecto, al transitar por ahí a inicios de marzo de 1847 —en plena estación seca—, relataba que «toda esta región ofrece una vista desértica, árida y monótona en esta época del año. El terreno y la vegetación, o sea, toda la fisonomía de la región, es igual en toda esta parte de Costa Rica […], y en alto grado diferente a los que uno se encuentra en el resto del país. Aquí no se encuentran ni las altas y empinadas pendientes montañosas, ni los profundos valles con ríos impetuosos. Acá todas son tierras bajas y planas, solamente interrumpidas aquí y allá por pequeños cerros y cordilleras bajas. Llanuras grandes y casi desnudas, apenas cubiertas por una delgada alfombra de hierbas y con árboles solitarios, bajos y retorcidos, hacen que la fisonomía de esta región luzca llamativamente contrastante con el resto del trópico exuberante».
Sin embargo, a pesar del agobio provocado en su ánimo por este paisaje yermo, Oersted no pudo omitir la mención de otras maravillas de la estación seca.
Efectivamente, colmados sus ojos y su piel por lo que atestiguaba al avanzar, muy temprano, hacia el norte, expresaba que «de nuevo brillaba la luna de manera espléndida, y un fuerte viento soplaba desde el noreste; este viento de tierra sopla regularmente todas las madrugadas. Apenas asomaban los primeros rayos del sol, cuando el viento se calmó. Uno se pone a meditar: hacia el este, el sol se levantaba detrás de los volcanes Orosí y Rincón [de la Vieja], cuyos imponentes picos parecían arder entre llamaradas; hacia el oeste, las grandes áreas de pastizales del Pacífico, el aire tranquilo, liviano y claro como el éter, así como el agradable y casi enervante aroma de las flores de las Acacias y Malpighias. Todo esto producía una impresión poderosa e inolvidable». De estas plantas, la primera corresponde al aromo (Vachellia farnesiana) congénere de los cornizuelos, y la otra pareciera ser pariente de la acerola. Y, agregaría yo, también las deliciosamente penetrantes fragancias del chan, el madroño, el sacuanjoche y el guácimo.
El muy vasto Partido de Nicoya
A propósito de haciendas y territorios, es oportuno aquí retroceder en el tiempo, hasta 1821, año clave, pues fue cuando ocurrió la independencia de los países centroamericanos.
Al respecto, un hecho a destacar es que para entonces los países que conformaban la llamada Capitanía General de Guatemala no son exactamente los mismos representados en la actualidad en América Central; a ellos se sumaba Chiapas —hoy perteneciente a México—, y no aparecía Panamá, que era parte de la Gran Colombia.
En tal sentido, desde la época de la colonia, cuando las poblaciones de los indígenas chorotegas habían sido drásticamente mermadas, y ellos vilmente despojados de sus tierras ancestrales, existía un territorio denominado Partido de Nicoya. Tan vasto era, que equivalía a toda la actual península de Guanacaste, al punto de que sus límites eran el río Tempisque y su afluente el río Salto por el este, mientras que por el norte lo eran el lago de Nicaragua y el río La Flor, ambos en territorio nicaragüense; como el océano Pacífico lo delimitaba por el occidente y el sur, todas las actuales playas guanacastecas pertenecían al Partido de Nicoya. En realidad, correspondía a casi todo el territorio de la actual provincia de Guanacaste, con excepción de Abangares, Cañas, Tilarán y Bagaces.
Para entender a cabalidad la compleja historia del Partido de Nicoya, quizás las dos principales obras sean El río San Juan en la lucha de las potencias (1821-1860) (2001), de la recordada historiadora Clotilde Obregón Quesada, y Nicoya: su pasado colonial y su anexión o agregación a Costa Rica (2015), de los reputados historiadores Luis Fernando Sibaja Chacón y Chester Zelaya Goodman. Y en ambas se capta con meridiana claridad que esas feraces vastedades de la bajura guanacasteca no siempre estuvieron regidas por el mismo régimen político-administrativo.
Por ejemplo, Obregón relata que —aunque no siempre se denominó Partido— esa unidad territorial y administrativa fue una gobernación anexa a la de Nicaragua desde la conquista española hasta 1558, para después, por unos 35 años (1558-1593) tornarse independiente. Posteriormente, por apenas nueve años (1593-1602) estuvo unida a Costa Rica, para poco después, y por nada menos que 184 años (1602-1786), ser independiente de nuevo. Finalmente, volvió a estar unida a Nicaragua por 23 años, aunque de manera paulatina se fueron cimentando importantes lazos económicos y políticos con Costa Rica, hasta que, de manera voluntaria, en una memorable acta suscrita en Nicoya el 25 de julio de 1824 por algunos dirigentes políticos locales, encabezados por Manuel Briceño Viales, Toribio Viales Cabrera, Ubaldo Martínez Reina y Manuel García Mendoza —cuyo facsímil aparece en el libro de Sibaja y Zelaya—, se decidió su anexión o incorporación a Costa Rica.
Ese hecho, que data de hace dos siglos, es el que se celebra el próximo 25 de julio, y que justifica el presente artículo; además, diez años después también se incorporaría a Costa Rica la por entonces denominada Guanacaste, hoy Liberia. Ello ocurrió sobre todo por conveniencia comercial, pues había más vínculos de este tipo con Costa Rica que con Nicaragua, además de que en este último país se sufría una gran inestabilidad política.
En síntesis, el territorio del Partido de Nicoya no siempre perteneció a Nicaragua, como lo han alegado los gobiernos de dicho país una y otra vez a lo largo de la historia. Al respecto, en Internet se puede hallar un video de Cable News Network (CNN), que data de setiembre de 2013, en el que, en una de sus arengas —y con las bravuconadas que lo caracterizan— el sátrapa Daniel Ortega Saavedra se deja decir que Costa Rica despojó a Nicaragua de Guanacaste, y que ello fue «un acto de fuerza, de guerra». Esto es ignorancia o mala fe, pues ello ocurrió en un cabildo abierto y no en un conflicto bélico. ¡Sobran las palabras!
Lo de Ortega y otros que lo antecedieron no son más que impertinencias y majaderías, pues no tienen asidero en la realidad, como lo demuestran de manera irrefutable los historiadores Obregón, Sibaja y Zelaya. En tal sentido, toda pretensión demagógica y chovinista de su parte se esfuma ante el muy bien cimentado cuerpo de evidencias documentales, propias de esas dos obras, emergidas del ámbito estrictamente académico. Por cierto, Zelaya —hoy con 84 años de edad— es un historiador muy connotado, así como un destacado docente —de cuyas enseñanzas pude disfrutar en la etapa de Estudios Generales, en la Universidad de Costa Rica— y, aunque costarricense hoy, nació en Granada, Nicaragua, y también ha escrito bastante sobre la historia de su patria natal.
Ahora bien, cabe hacer aquí una digresión para referir que cuando, a inicios de 1856, el líder filibustero William Walker reclamó a favor de Nicaragua los territorios del Partido de Nicoya y de Liberia, además de ignorar lo hasta aquí narrado, hizo otra jugarreta.
En efecto, en el Mapa oficial de Nicaragua, 1856 [derivado] de los recientes levantamientos ordenados por el Presidente Patricio Rivas y el General William Walker —impreso en colores en Nueva York—, no solo incluyó dichos territorios, sino que les adicionó los de Abangares, Cañas, Tilarán y Bagaces. Y, por si no bastara, les sumó los de los actuales cantones de Guatuso, Upala, Los Chiles, Río Cuarto, San Carlos y Sarapiquí. ¡Claro! Su intención era —como lo ha sustentado el amigo historiador Raúl Arias Sánchez— disponer de toda la cuenca del río San Juan y una inmensa porción de su región sureña, en menoscabo de Costa Rica, con miras a la construcción de un canal interoceánico, iniciativa apadrinada por John H. Wheeler, embajador estadounidense en Nicaragua. Pero, esto, risible de por sí —si no fuera por la seria amenaza que representaba para la integridad del territorio de Costa Rica—, hoy alcanza matices caricaturescos, cuando algunos sectores de la prensa nicaragüense afines a Ortega usan este mapa para sus fines.
El truculento mapa que en 1856 Walker ordenó imprimir en la casa gráfica Albert H. Jocelyn, en Nueva York. Cortesía: Museo Histórico Cultural Juan Santamaría.
Antes de concluir esta sección, es oportuno referirse al topónimo Moracia. Fue instituido por el Congreso de Costa Rica, en acatamiento de una solicitud formulada por los propios lugareños, en un acta suscrita el 25 de mayo de 1854, para así agradecer al presidente Juan Rafael (Juanito) Mora Porras su apoyo. Efectivamente, según el eximio historiador Rafael Obregón Loría en su libro Costa Rica y la guerra contra los filibusteros (1991), en un momento de tirantez por reclamos de Nicaragua, a inicios de 1854 don Juanito viajó con una comitiva a la zona de Guanacaste, para reafirmar su vínculo con Costa Rica; por cierto, fue en esa oportunidad que su cabecera fue bautizada con el nombre Liberia. Cabe indicar que el topónimo Moracia —alusivo a su apellido— fue derogado el 20 de junio de 1860 por los enemigos políticos de don Juanito, nueve meses después de su derrocamiento.
Sin embargo, lo que no pudieron borrar fue que, conducido por don Juanito, un día de marzo de 1856 llegó a Liberia el Ejército Expedicionario, para instalar ahí su Cuartel General en Marcha. Además, que poco después, el día 20, un Jueves Santo, en una batalla fulminante se derrotó en la hacienda Santa Rosa —a unos 40 km de ahí— al ejército filibustero de Walker, comandado por el coronel húngaro Louis Schlessinger. De esta manera, se defendieron la soberanía y la libertad de Costa Rica, y los nombres de Moracia o Guanacaste quedaron inscritos con letras indelebles en los anales de la historia patria, al igual que de la centroamericana.
Guanacaste, emporio de haciendas ganaderas
Antes de referirnos a la ganadería en Guanacaste, que fue la principal actividad económica desde la época colonial, es oportuno un paréntesis para aludir al nombre de la provincia, que proviene del árbol homónimo —hoy símbolo nacional de Costa Rica—, bautizado Enterolobium cyclocarpum por los botánicos. De raíz indígena, su nombre común se originó de las voces aztecas quauitl (árbol) y nacaztli (oreja), debido a que su fruto se asemeja a una oreja; así consta en el libro Diccionario de costarriqueñismos (1919), del famoso lingüista Carlos Gagini Chavarría. Y, como a menudo los nombres comunes de las plantas varían entre países, en México también se le denomina huanacaxtle, huinacaxtle, huinecaxtli, huienacaztle, ahuacashle, cuanacaztle, nacaztle, cuanacaztli, cuaunacaztli, nacaxtle y orejón, mientras que en El Salvador se le llama conacaste; asimismo, se le conoce como corotú en Panamá, orejero y caracaro en Colombia, y carocaro en Venezuela.
Para retornar al paisaje de Guanacaste a mediados del siglo XIX, casi toda la provincia —por entonces denominado departamento de Guanacaste— estaba habitada por apenas 9112 personas, el 11% de la población nacional, que era de 100.174 individuos; así consta en el libro Bosquejo de la República de Costa Rica (1851), de Felipe Molina Bedoya.
En cuanto a sus pobladores, los había de diversas etnias, pues a los indígenas se sumaron los españoles, al igual que los criollos —españoles nacidos en América— y numerosos negros traídos de África por los españoles; los historiadores Sibaja y Zelaya incluyen en su libro datos muy reveladores al respecto. En consecuencia, y de manera inevitable, sobrevinieron los cruces, así como el intercambio y combinación de genes entre estos grupos, para dar origen a personas mestizas —hijas de blancos e indios—, mulatas —de blancos y negros— y zambas —de indias y negras—, en un auténtico crisol de etnias.
Sin embargo, más allá del color de la piel, cada quien portaba sus propios rasgos culturales, reflejados en su lenguaje, comidas, costumbres, tradiciones, música, etc., por lo que esta mescolanza genética dio pie a un sincretismo y una cultura muy peculiar y rica, única en Costa Rica. Como una elocuente muestra, basta con revisar la exquisita obra Diccionario de guanacastequismos (2010), de Marco Tulio Gardela, prologada de manera muy certera por el escritor Miguel Fajardo Korea; oriundo de Nicoya, Miguel es un reconocido poeta y gestor cultural, a quien por fin tuve el gusto de conocer en persona este año en Liberia.
Ahora bien, para retornar a la ganadería como actividad económica, su historia es de larga data en la región. Para la época en que el naturalista Oersted recorrió Guanacaste, casi todo su territorio estaba ocupado por medio centenar de haciendas, algunas realmente gigantescas, al punto de que una de ellas, La Catalina, medía 19.665 hectáreas; así se capta en el prolijo libro La hacienda ganadera en Guanacaste: aspectos económicos y sociales 1850-1900 (1985), de Wilder Gerardo Sequeira. Por cierto, Oersted estuvo en Santa Rosa y Sapoá, ambas pertenecientes a los descendientes del guatemalteco Agustín Gutiérrez de Lizaurzábal, quien con la nicaragüense Josefa Peñamonge y La Cerda procreó una amplia prole en Costa Rica, que se ha extendido hasta hoy.
Como una curiosidad, los nombres de las haciendas guanacastecas eran los siguientes: Abangares, Ánimas, Boquerones, Ciruelas, Cuipilapa, Culebra, El Amo, El Jobo, El Real, El Viejo, Guapote, Hedionda, Higuerón, La Catalina, La Cueva, La Chocolata, La Palma, Las Cañas, Las Ciruelas, Las Trancas, Las Ventanas, Llano Grande, Mateo, Miravalles, Mogote, Monteverde, Murciélago, Naranjo (Bagaces), Naranjo (Liberia), Orosí, Palo Verde, Paso Hondo, Pelón de la Altura, Pelón de la Bajura, San Jerónimo (Bagaces), San Jerónimo (Liberia), San Rafael, San Roque, Santa Isabel, Santa María, Santa Rosa, Santo Tomás, Sapoá, Tempisque, Tenorio, Tierra Blanca, Ujarrás y Zapotal.
Cabe destacar que la mayoría de estas haciendas no tenían conexión directa con el antiguo Camino Real, que comunicaba el Valle Central con Nicaragua y el resto de Centroamérica, el cual se utilizaba desde la época colonial con fines comerciales, sobre todo. Por cierto, a partir de Esparza, y en un recorrido de 79,5 leguas (unos 443 km), los hitos geográficos de dicha ruta eran los siguientes: La Barranca, Aranjuez, Guacimal, Terrero, Abangares, La Palma, El Higuerón, Las Cañas, Bagaces, El Potrero, El Pijije, El Guanacaste, El Colorado, Los Ahogados, El Pelón, Las Cruces o Tempatal, Estero de las Salinas, El Naranjo, Río Ostional, La Flor, y La Sebadilla o Juan Dávila; así consta en un informe suscrito en 1848 por Ramón de Minondo, Director de Obras Públicas, el cual apareció en la prensa (El Costa-Ricense (No. 98, 21-X-1848).
Ahora bien, en cuanto a los dueños de las haciendas, aunque algunos eran latifundistas ausentistas —residentes en el Valle Central o en Nicaragua—, Sequeira demuestra que la gran mayoría vivían en Liberia, y algunos en Bagaces.
Cada uno de ellos delegaba sus responsabilidades de administración en un mandador, quien era la autoridad máxima en su respectiva hacienda; entre otras actividades, se encargaba de seleccionar y contratar la fuerza laboral (sabaneros, peones, cocineras y criadas). A su vez, contaba con dos subalternos: el caporal, y el capataz o sobrestante. El primero se dedicaba de manera exclusiva al ganado, por lo que llevaba el inventario de las reses, así como a su transporte y entrega, cuando se vendían. Por su parte, el capataz dirigía y supervisaba a los sabaneros y a los peones. Esta información, y mucha más, sumamente valiosa —incluidos los testimonios de varios ancianos que laboraron ahí— aparece en el capítulo Trayectoria histórica de la hacienda Santa Rosa: sus propietarios a lo largo del tiempo, escrito por los historiadores Brunilda Hilje Quirós y William Solórzano Vargas, para el libro Santa Rosa, paraje de biodiversidad y escenario de la libertad, que me correspondió editar.
Como lo relatan estos autores, los sabaneros eran las figuras más visibles de la hacienda. Tras destacar que «constituían la fuerza laboral más importante», especifican que «a ellos les correspondían todas las tareas relacionadas con el ganado, lo cual incluía recoger los animales para bañarlos, curarlos de garrapatas, tórsalos y otros parásitos, ponerles la marca o “fierro” de su patrón, y amansar caballos. Además, muchos eran, y aún lo son, verdaderos artesanos en la elaboración de gruperas, cinchas, albardas, coyundas y otros implementos, que constituían sus herramientas de trabajo y los aperos de su caballo».
A los sabaneros se sumaban los peones, cuya labor principal era desyerbar con machete los pastizales, aunque también picar leña para la cocina, cavar pozos para abastecer de agua al ganado, y construir o reparar las cercas de encierros donde se protegía a las reses, ya fuera enfermas, prontas a parir, o recién paridas.
Finalmente, de inmensa importancia era la labor de las cocineras, pues de ellas dependían por completo todos —el mandador, el caporal, el capataz, los sabaneros y las peonadas—, para poder contar puntualmente con el desayuno, el almuerzo y la cena cotidianos. Tan pesadas y agobiantes tareas culinarias eran complementadas con las de las criadas, que tenían a su cargo la limpieza de los dormitorios, al igual que el lavado y el planchado de la ropa de esa muchedumbre.
La mítica pampa guanacasteca
En mi infancia, la percepción que tenía de Guanacaste estaba moldeada en mi mente por las imágenes que el poeta santacruceño José Ramírez Sáizar dejó plasmadas en el Himno a la Anexión de Guanacaste, que entonábamos cada 25 de julio en la escuela. En él convergen topónimos bellamente sonoros, como Diriá y Nicoya, la exaltación de la valentía del legendario indígena chorotega Curime —novio de la princesa Nosara—, y la irrenunciable y autónoma decisión de los pueblos nicoyano y santacruceño de sumarse a Costa Rica, encarnada en la frase «De la Patria por nuestra voluntad».
A propósito del nombre de dicho himno, a menudo se incurre en el error de decir que toda Guanacaste se anexó a Costa Rica, cuando lo cierto es que —como ya se indicó—, los actuales cantones de Abangares, Cañas, Tilarán y Bagaces siempre fueron parte del territorio costarricense. Asimismo, algunos autores han cuestionado el uso del término anexión, y sugieren reemplazarlo por uno más apropiado, como agregación, unión o incorporación, acerca de lo cual los expertos Sibaja y Zelaya hacen un breve pero muy esclarecedor análisis histórico. En realidad, no percibo nada incorrecto en aquel término pues, según la Real Academia Española, anexar significa «unir o agregar algo a otra cosa con dependencia de ella», y Guanacaste —por importante que sea en varios sentidos— es tan solo una parte o una región de Costa Rica; como una curiosidad, en el título de su libro, Sibaja y Zelaya incluyen los de anexión y agregación, de manera un poco salomónica.
Para retornar a mi relación con Guanacaste, ya en la adolescencia visualizaba tan lejanos parajes como territorios planos y extensos, que emergían de la Cordillera Volcánica en el oriente, para desvanecerse en el océano Pacífico. En la prensa radial y escrita se aludía a ellos con términos como pampa, sabana, llano, llanura, bajura y planicie, que, por cierto, no significan exactamente lo mismo en términos biogeográficos. Además, en el Liceo de San José tenía dos queridos compañeros de raíces guanacastecas, quienes narraban cosas de sus terruños; ellos eran Leonardo Soto, oriundo de Carrillo o de Nicoya, y Mayela Jaen Castellón, puntarenense de nacimiento, pero de padres guanacastecos.
Sin embargo, yo ignoraba por completo la dimensión social de lo que acontecía en esas míticas comarcas. Que había grandes latifundios pertenecientes a acaudalados terratenientes y, en consecuencia, sabaneros y grandes peonadas de pobres, lo conocí y aprendí en los albores de mi educación secundaria, cuando uno de mis hermanos compró y llevó a casa el libro Memorias de un pobre diablo, de Hernán Elizondo Arce, Premio Nacional de Novela en 1964. De padre domingueño y madre orotinense, llegado a Guanacaste de niño, y de adulto convertido en maestro rural, Elizondo no solo atestiguó de primera mano el drama cotidiano de estas atribuladas gentes, víctimas de las arbitrariedades y de la explotación, sino que, con magnífica y conmovedora pluma, supo narrar tantos dolores y penas.
Ahora bien, aunque en nuestra niñez y adolescencia dos de mis hermanas mayores nos llevaban al mar en Puntarenas —en un viaje de ida y vuelta el mismo día, gracias que el tren salía de madrugada y regresaba a media tarde—, para el verano de 1967 cambiaron de plan, y esa vez visitamos playa Sámara, en Guanacaste. Viajamos en autobús hasta Nicoya, nos hospedamos en una pensión céntrica, y ellas contrataron a un señor para que nos llevara en yip hasta dicha playa, pues no había otro medio de transporte, salvo el caballo.
El resultado de esa aleccionadora travesía lo sinteticé hace unos años, en un artículo intitulado Pobres diablos… ¡y diablas! (Informa-tico, 20-XI-06), así: “Al siguiente verano, en las vacaciones familiares fuimos a conocer Guanacaste y, mientras mis ojos y mi piel disfrutaban de los sorprendentespaisajes de nuestras bajuras y sus paradisíacas playas, mi corazón andaba por otro lado: captando en vivo lo que el libro retrataba, en aquellos ranchos tugurientos a la vera de los resecos y empolvados caminos, en el olor del humo emergiendo de paupérrimos fogones, en las interminables cercas de púa delimitando los amarillentos jaraguales de los latifundios, en los cuerpos retostados y enjutos, de las extenuantes faenas bajo esos inclementes soles, así como de tantas hambres acumuladas”.
Debo decir que el esclarecedor y vibrante libro de Elizondo, más esa visita a Guanacaste, me marcaron de por vida en cuanto a mi sensibilidad y mi compromiso social.
Mi acercamiento a Guanacaste
Aunque ese fue el único viaje que hice a Guanacaste en mis tiempos de colegial, con el inicio de mi carrera en Biología en la Universidad de Costa Rica (UCR) tuve la fortuna de retornar, pues la singularidad biológica y ecológica de esa región demandaba visitarla.
Fue así como en el curso de Historia Natural de Costa Rica, impartido por el recordado Sergio Salas Durán, empecé a familiarizarme con los aspectos geológicos, edáficos, climáticos, botánicos, zoológicos y ecológicos de esa región, que él conocía muy bien, pues residió un tiempo en el Parque Nacional Santa Rosa; por cierto, Sergio nos legó una crónica intitulada El tesoro del Parque Nacional Santa Rosa, que incluí en el citado libro que me correspondió editar, rico en información acerca de la historia natural de esos parajes. Años después, para efectuar observaciones de campo, visitamos esta localidad en los cursos de Ornitología y Herpetología —incluidas las arribadas masivas de tortuga lora—, en tanto que en el de Biología Marina estuvimos en Playas del Coco y Bahía Culebra; los respectivos profesores fueron Douglas Robinson, Gary Stiles y Carlos Villalobos Solé.
En el verano de 1973, dado que se necesitaban especímenes para las clases de laboratorio, recorrimos otros puntos, como asistente de los profesores Manuel María Murillo Castro y Carlos Valerio Gutiérrez, en los cursos de Zoología de Invertebrados y Zoología de Vertebrados, respectivamente. En el primer caso, íbamos como ayudantes Freddy Pacheco León, José Antonio Vargas Zamora y Wilberg Sibaja Castillo, y con don Manuel visitamos las playas de Brasilito y Conchal, para recolectar invertebrados marinos; era una época de pésimos y polvorientos caminos, y dormimos en tiendas de campaña. En el segundo caso, fuimos a varios sitios, y con Carlos y Wilberg recuerdo haber pernoctado en tiendas de campaña en los predios de la hacienda La Pacífica, en Cañas —por entonces de los esposos Werner y Lilly Hagnauer, conservacionistas suizos—, al igual que en una hacienda de la familia Baldioceda, al pie del volcán Orosí, mientras soportábamos muy fuertes ventoleras.
Así que esos fueron mis primeros acercamientos a la pampa guanacasteca, que dejó de ser mítica en mis sentidos. Desde entonces, sus desbordantes paisajes y ese afecto tan peculiar de los locuaces lugareños, de talante espontáneo, abierto y sincero, se incrustaron para siempre, y permanecen gratamente palpitantes en mi corazón.
Ahora bien, en el verano de 1974, ya graduado yo como bachiller en Biología, tomé el curso de Ecología de Poblaciones en la UCR —auspiciado por la Organización para Estudios Tropicales (OET)—, el cual fue coordinado por los ya citados Douglas, Gary y Sergio. Y fue así como, junto con compañeros de varios países latinoamericanos, permanecimos una semana en la Estación Biológica Palo Verde, y otra semana en Monteverde, lugar donde confluyen las provincias de Guanacaste, Puntarenas y Alajuela.
Al año siguiente retorné a Palo Verde dos veces, como asistente en dicho curso y, en años posteriores visité localidades de Abangares, Cañas, Bagaces y La Cruz, en varias giras, ahora como profesor en la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional (UNA). Recuerdo que a fines de setiembre de 1983, con varios colegas pudimos recorrer en una buseta unos 200 km del territorio provincial, a través de la Carretera Interamericana —que corre por gran parte del curso del antiguo Camino Real—, para penetrar en Nicaragua por Peñas Blancas, pues desde la UNA se deseaba apoyar a dicho país en el campo agrícola y forestal, en respuesta a una solicitud que hiciera su gobierno. Asimismo, en una ocasión formé parte de una comitiva que, invitada por el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), debía visitar Tilarán para evaluar y proponer soluciones ante el riesgo de que descomunales masas flotantes del pasto llamado gamalote (Paspalum fasciculatum) dañaran estructuras clave en la represa hidroeléctrica de Arenal.
Asimismo, fue durante los años de estadía en la UNA, hasta 1990, que, como parte de las actividades del Programa Interinstitucional de Protección Forestal (PIPROF), conformado por colegas del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), la Dirección General Forestal (DGF) y la UNA, visitamos Guanacaste reiteradas veces para asesorar a los productores forestales en el manejo de plagas; ahí estuvimos con Marcela Arguedas Gamboa, Mariela Bermúdez Mora y Manuel Víquez Carazo (TEC), Carlos Manuel Araya Fernández (UNA), Luis Quirós Rodríguez y Félix Scorza Reggio (DGF). Ello me permitió volver a algunos sitios conocidos, así como familiarizarme con otros nuevos, al punto de recorrer, en diferentes momentos, localidades de los once cantones de la provincia: Liberia, Nicoya, Santa Cruz, Bagaces, Carrillo, Cañas, Abangares, Tilarán, Nandayure, La Cruz y Hojancha.
Es pertinente indicar que, aunque con PIPROF efectuamos giras por todo el país durante muchos años, la recurrencia de visitas a Guanacaste obedeció a las plantaciones resultantes del programa de incentivos para la reforestación impulsado a partir del gobierno de don Rodrigo Carazo Odio (1978-1982). En realidad, por muchos años la ineficiente ganadería de carne había provocado muy altas tasas de deforestación en Guanacaste, asociadas con el establecimiento de vastos pastizales; ese lamentable fenómeno fue lo que el célebre ecólogo Joseph Tosi, del Centro Científico Tropical (CCT), denominó «potrerización» del país.
Y, para finalizar mis recorridos de entomólogo por Guanacaste, después de muchos años de no hacerlo, en abril de 1998 retorné, cuando ya trabajaba en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE). Lo hice para tomar muestras de moscas blancas (Bemisia tabaci) y de los virus que transmite, como parte de un proyecto mundial, coordinado en América Latina por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), en Colombia. Me acompañó Alexis Serrano, por entonces asistente de mi colega Pilar Ramírez Fonseca, en el Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (CIBCM), de la UCR. Fue una jornada maratónica, de cinco días consecutivos, por Bagaces, Carrillo, Cañas y Tilarán, a las que se sumaron tres localidades (Abangaritos, Lepanto y Jicaral) que están en la península de Nicoya, pero pertenecen a Puntarenas.
Además de esta iniciativa, entre 2001-2004 participé, esta vez en el campo forestal, en el proyecto Cerbastán, desarrollado en la hacienda La Pacífica —ahora de Stephan Schmidheiny—, financiado por la Fundación Avina, creada por este conservacionista y filántropo suizo. Eso implicó la dirección de la tesis de doctorado del estudiante salvadoreño Francisco Soto Monterrosa, referida al efecto de diversificar plantaciones de cedro y caoba con otras especies de valor agroforestal, para reducir el ataque de esas maderas preciosas por la larva del barrenador de los brotes (Hypsipyla grandella).
Para concluir este recuento acerca de mi relación con el paisaje guanacasteco, además de recorrer sus planicies y bajas serranías, así como de disfrutar numerosas veces de sus bellísimas playas en años posteriores, pude estar al pie del Orosí —como lo indiqué en páginas previas—, al igual que de los volcanes Miravalles y Tenorio, todos de hermosos perfiles. Asimismo, tuve el gusto de visitar la cima del Rincón de la Vieja junto con el colega Juan Bravo Chacón, lo cual hicimos en enero de 1984 con los amigos Ricardo Sol Arriaza, Luisa Castillo Martínez y sus pequeños hijos Felipe y Alejandra.
Ahora bien, más allá de lo geográfico, hay una dimensión humana que ha enriquecido mi vida, y es el trato que tuve, en el Valle Central, con varias personas nacidas en Guanacaste, o de raíces guanacastecas. Dos de ellas fueron los ingenieros agrónomos Abundio Gutiérrez Matarrita y Héctor Zúñiga Rovira —poeta este último, así como autor de la letra y la música de la muy famosa canción Amor de temporada—, más el ya citado Carlos Valerio —oriundo de Tilarán— y el liberiano Edmundo Abellán Cisneros, compañero en la UNA como docentes. A ellos se suman varios alumnos ahí, hoy destacados profesionales forestales, como David Guadamuz Leal, Ángel Guevara Villegas, Marco Rodríguez Li, Felipe Vega Monge, Francisco Ramírez Noguera y Rafael Ángel Sánchez Rojas. Y, ya después, desde el CATIE colaboré con la UNA y la UCR en dirigir o participar en las tesis de licenciatura de Paúl Gómez Matarrita, Jorge Aguirre Araya y Ricardo Noguera Peñaranda, también exitosos profesionales en los campos agronómico o químico.
Por cierto, en la UNA dirigí o participé en tesis de maestría sobre el manejo de animales vertebrados plaga en el noroeste del país. Realizadas en Cóbano y Curú —en la península—, así como en Bagaces y Cañas, fueron las de Maritza Guido Martínez con pericos, Javier Monge Meza con ardillas, Martín Lezama López con roedores, y Juan Diego Alfaro Fernández con zanates; de ellos, Maritza es salvadoreña y Martín nicaragüense. Además, dirigí la tesis de licenciatura de Javier, sobre la rata de la caña, en Cañas.
Finalmente, de particular importancia fue mi relación con el santacruceño Douglas Cubillo Sánchez, al que conocí de estudiante en agronomía en la UNA, y a quien años después dirigí su tesis de maestría, además de que participé en la de doctorado, ambas en la UCR, referidas a plagas de tomate y banano, respectivamente. Sin embargo, dadas su inteligencia, iniciativa, alta calidad profesional, generosidad y don de gentes, nuestra relación fue más cercana, pues lo contraté como mi asistente en el CATIE, en lo cual me acompañó por cinco años; nunca tuvimos un solo disgusto y, de tan fructífera interacción, publicamos 18 artículos en revistas científicas, así como 12 de carácter divulgativo, para agricultores. Muy lamentablemente, falleció joven, cuando estaba en la plenitud de sus labores profesionales, como lo relaté en el artículo A Douglas Cubillo, en el recuerdo (Nuestro País, 8-II-2017).
Palabras finales
Jubilado desde hace varios años, mis recorridos como científico por Guanacaste —tratando de contribuir en los campos agrícola y forestal— quedaron atrás en el tiempo. Ahora mis viajes son de descanso, restringidos a la visita ocasional a alguna de sus playas, de esas que abundan en cada recodo del irregular y caprichoso litoral Pacífico, a cuál más de atractiva.
Eso sí, cuando visito Guanacaste no puedo dejar de evocar a Hernán Elizondo, quien —como lo consigno en mi artículo—, hace pocos años advertía lo siguiente: “He insistido mucho en algo, en lo que me adelanté a los hechos […]. Las playas están en manos de los extranjeros. El turismo por un lado es bueno; por otro, terminaremos como en México, jalando valijas. Al norte de Acapulco hay barriadas miserables. Allá pasó lo que pasa aquí con Papagayo”. Ojalá que las autoridades nacionales, provinciales y cantonales, junto con las propias comunidades, puedan crear opciones productivas —lejos del frenesí inmobiliario y la casi subasta de playas—, que generen empleos bien remunerados y que dignifiquen a los lugareños, a la vez que propicien el verdadero desarrollo de la provincia.
En cuanto a mi relación actual con Guanacaste, ahora como aficionado a la historia, en años recientes me he interesado en entender mejor la manera en que el entorno y las gentes de la antigua Moracia contribuyeron al éxito logrado en la Campaña Nacional contra el ejército filibustero del esclavista William Walker —incluida la gloriosa batalla de Santa Rosa, por supuesto—, lo cual permitió garantizar y consolidar la integridad territorial y política de Costa Rica. Hay aún tanto por descubrir, esclarecer y difundir, que… ¡ahí seguiremos!
Es decir, Guanacaste permanece presente en mi vida. Y lo ha estado por ya tantos años que, desde que descubrí Pampa, le pedí a Elsa, mi esposa, que cuando yo muera, en mi funeral se entone la melodía de esa canción.
En realidad, musicalizado por el gran compositor santacruceño Jesús Bonilla Chavarría, se trata de un poema del alajuelense Eulogio Porras Ramírez quien, cautivado por sus paisajes y sus nobles gentes, le cantó a Guanacaste con amor filial, como lo narro en el artículo Aníbal Reni, desde la pampa guanacasteca (Informa-tico, 21-VII-08). Ese poema, que llega hasta lo más hondo del alma, culmina así:«Pampa, pampa. Te vio el sabanero / y ya nunca te puede olvidar; / en su potro se escapa ligero / tras el fiero novillo puntal. // Luego viene la tarde divina / y el contorno se mira sangrar; / hay marimbas que treman lejanas / y la pampa se vuelve inmortal».
La emblemática casona de la hacienda de Santa Rosa, donde se derrotó al ejército filibustero de William Walker el 20 de marzo de 1856. Foto: Luko HiljeUna familia guanacasteca, a inicios del siglo XX. Foto: José Fidel Tristán / Archivo Nacional de Costa Rica.Vista parcial de playa Conchal. Foto: Luko HiljeUn grupo de sabaneros, en 1908. Foto: Walter LehmannGuanacaste (Enterolobium cyclocarpum), común como árbol de sombra para el ganado en los potreros de la provincia homónima. Foto: Daniel Molina CastroAlumnos con su maestra, en una escuela de Santa Cruz, en 1910. Foto: Amelia S. Calvert
Estimados liderazgos, organizaciones y sectores sociales y productivos
Les compartimos un calendario de fechas importantes sobre las sesiones de las mesas de trabajo del Foro Diálogo Nacional de Alto Nivel.
A su vez, les compartimos la invitación para participar del Ier Congreso Latinoamericano de Renta Básica Universal que se llevará a cabo en Costa Rica, también en el marco del Foro de Diálogo hemos gestionado un espacio de Pre-Congreso para las organizaciones sociales y productivas, con el objetivo de aportar insumos y reflexiones que fortalezcan la incidencia política de este importante congreso.
A continuación, encontrarán el calendario de actividades, los enlaces de Zoom de las mesas de trabajo y los insumos relacionados al congreso y pre congreso de la próxima semana.
Mesa de trabajo: Producción Nacional, lunes 15 de julio, hora: 5:00 pm, vía zoom. Join Zoom Meeting https://us06web.zoom.us/j/81850515851?pwd=7d1XSqwpDXTWV4GtaWNI7aJKEuxmOF.1 Meeting ID: 818 5051 5851 Passcode: 331026
Este martes 16 de julio, hagámonos presentes a las 3 p.m. en la Cancillería, para la entrega de firmas para la petición de romper relaciones con el estado genocida de Israel. Esta sería la primera entrega de firmas, las cuales se recogieron durante los 47 días del Campamento en la Universidad de Costa Rica en la Sede Rodrigo Facio y también en otros espacios de San José.
Recordemos que es una oportunidad crucial para levantar nuestras voces y tomar acción en solidaridad con el pueblo palestino.
El martes 16 de julio, la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), el Programa de Libertad de Expresión y Derecho a la Información y el Centro de Investigación en Comunicación (CICOM) de la Universidad de Costa Rica (PROLEDI-UCR), invita a la comunidad universitaria y al público general a participar de la exposición virtual “IV Informe del Estado de la Libertad de Expresión en Costa Rica”, de 10 de la mañana a 12 mediodía. Esta presentación, una vez más, recoge las principales tendencias sobre libertad de expresión en espacios como las iniciativas legislativas, los movimientos sociales y el desarrollo de las comunidades, en el contexto de los últimos dos años aproximadamente.
Desde 2022, con las elecciones presidenciales en Costa Rica, ha habido un escenario de cada vez más ataques a la prensa independiente, los espacios de discusión política y el acceso equitativo de los partidos políticos a los medios de comunicación tradicionales y corporativos. En estos dos primeros años de la administración Chaves Robles y la Asamblea Legislativa 2022-2026, los ataques a la constitucionalidad y al Estado de Derecho han sido algo de todos los días; como ejemplos la archivación del Acuerdo de Escazú en febrero de 2023, el aumento de perfiles falsos pagados por el Gobierno para hacerse propaganda en redes sociales, el proyecto de ley de jornadas extenuantes de 12 horas, recortes al FEES e intervención gubernamental en la autonomía universitaria, etc. El apoyo y la plataforma que le ha dado el Poder Ejecutivo a grupos antiderechos y anticiencia ha ido cada vez más en aumento, así como el presupuesto a la Fuerza Pública para reprimir manifestaciones de estudiantes, colectivas feministas, partidos políticos de izquierda y comunidades rurales.
Estos procesos no se dan en un vacío; agrupaciones políticas como el PAC, el PLN y el PUSC (por mencionar algunas) que ya han estado en el poder y han tenido presencia en la Asamblea Legislativa han creado la tormenta perfecta para que una presidencia de reality-show como la de Rodrigo Chaves llegue a Zapote y haga todo esto: en febrero de 2020 entró en vigencia la ley para brindar seguridad jurídica sobre la huelga y sus procedimientos, la cual prohíbe las huelgas políticas o aquellas que no tengan conexión directa con la relación de empleo o los incumplimientos laborales imputables al patrono, lo que significa un retroceso en el derecho a la protesta social. La violencia política vivida en las elecciones municipales de 2024, ahondó más el desapego que tienen actualmente las mujeres costarricenses con la política en sus comunidades, debido al acoso vivido en espacios públicos, pero también privados.
Todo esto y más lo podremos apreciar el próximo 16 de julio gracias al análisis de las y los colegas en el PROLEDI y el CICOM. Para más información, contacte al número 2511-6852.