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Etiqueta: aviación

Hélène Boucher: la gran aviadora de Francia

Gabe Abrahams

Hélène Boucher fue una aviadora que alcanzó plusmarcas y defendió la causa feminista. Un dramático accidente interrumpió su brillante trayectoria. Esta es su historia.

Hélène Antoinette Eugénie Boucher, conocida como Hélène Boucher, nació en París el 23 de mayo de 1908.

Hija de Charles Léon Boucher, arquitecto parisino, y de Élisabeth Hélène Dureau, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), abandonó la capital francesa junto a su familia y se fue a vivir a una población cercana: Boigneville.

Acabada la contienda, Hélène Boucher regresó a París con su familia y concluyó sus estudios en el Lycée Montaigne y el Collège Sévigné, esta última una escuela laica para mujeres fundada en 1880.

En el Collège Sévigné, Hélène Boucher conoció a la pintora Dolly van Dongen (Augusta van Dongen), de la cual no se separaría nunca más. Dolly era hija del también pintor Kees van Dongen, uno de los representantes del fauvismo, un movimiento pictórico de inicios del siglo XX.

Hélène Boucher realizó su primer vuelo el 4 de julio de 1930 en Orly y, unas semanas después, decidió que quería ser aviadora. Estudió para ello y, en 1931, obtuvo la licencia de piloto turístico y, al año siguiente, la de piloto de transporte público profesional.

Con sus estudios terminados, Hélène Boucher se compró un avión y empezó a participar en las competiciones de vuelo de la época.

El 2 de agosto de 1933, Boucher consiguió su primera plusmarca mundial: el récord de altitud femenino con 5.900 metros. Fue solo un aviso de lo que conseguiría en apenas un año.

Ya en junio de 1934, Hélène Boucher firmó un contrato con la empresa Caudron-Renault que le ayudó a disponer de los medios técnicos adecuados para dar lo mejor de sí misma como aviadora. Y, en los meses siguientes, logró la plusmarca mundial de velocidad de 1.000 km absoluta (categoría masculina y femenina) con 409,184 km/h y la plusmarca de velocidad femenina en más de 100 km con 412,371 km/h.

Pero no le bastó. Y el día 10 de agosto, alcanzó una nueva plusmarca de velocidad femenina con 428,233 km/h, superada un día después por ella misma con unos espectaculares 445,028 km/h.

Hélène Boucher tocó el cielo con sus plusmarcas mundiales en aquel verano de 1934 y sus admiradores se rindieron ante ella. Francia y el mundo del deporte se sintieron cautivados con su figura.

En ese mismo año de glorias deportivas, Boucher compaginó la aviación con el feminismo. Se unió a la lucha feminista y se convirtió en una activista de renombre. Luchó por el derecho al voto de las mujeres francesas junto a la política Louise Weiss. Las manifestaciones en París y otros puntos de Francia en favor del voto femenino fueron una constante de Weiss y sus seguidoras.

El 8 de octubre de 1934, Boucher se trasladó a Burdeos y pronunció un discurso feminista, con alusiones a su deporte y a la discriminación que padecían las mujeres en ese y otros campos: “Volamos, pero seguimos siendo inferiores. Somos feministas porque el feminismo es para nosotras sinónimo de justicia y equidad”, exclamó ante un público entregado.

Pasado poco más de un mes y medio de su discurso, un fatídico 30 de noviembre de 1934, Hélène Boucher sufrió un accidente durante un entrenamiento y falleció, conmocionando a Francia y al mundo del deporte. A su familia, a sus amigos y a su inseparable Dolly van Dongen. La aviadora tenía solo 26 años. Nada más que 26 años. Y se encontraba en un momento extraordinario de su carrera deportiva.

La prensa informó de una pérdida de velocidad de su avión durante el aterrizaje, de un posible error de la piloto y de que su aparato se estrelló cerca de Brouessy, a unos 27 km al sudoeste de París. Gravemente herida, la aviadora resultó evacuada, pero falleció en la ambulancia que la transportaba al hospital.

La consternación que provocó su muerte fue enorme. Francia le rindió un homenaje nacional en la catedral de Saint-Louis-des-Invalides de París, permaneciendo el ataúd en vela durante dos días. Y, tras ser enterrada en el cementerio de Yermenonville, recibió póstumamente la condecoración de la Legión de Honor francesa. Su tumba guarda un impresionante monumento que la recuerda.

En las décadas posteriores a su fallecimiento, Hélène Boucher siguió presente en la memoria de los aficionados a la aviación y de muchos franceses. Una competición femenina llevó su nombre: la Copa Hélène Boucher. Y no pocos libros e, incluso, películas se acordaron de ella. En 1953, se estrenó una película biográfica dedicada a su trayectoria: Horizontes sin fin.

Dolly van Dongen tampoco la olvidó. Y, al fallecer en 1987, por su expreso deseo, fue enterrada junto a Boucher en el cementerio de Yermenonville.

Camino de un siglo del brusco adiós de Hélène Boucher, equipamientos públicos, calles y centros educativos de Francia llevan su nombre. Un nombre que a muchos les puede decir poco. Pero que, a los que tienen más edad, les hace recordar a una joven aviadora de los años treinta del pasado siglo, la más veloz de su tiempo, que dijo adiós demasiado pronto.

Un aforismo griego dice que “los elegidos de los dioses mueren jóvenes”. Hélène, en cierta forma, lo ratificó. En el Olimpo, con esos dioses, debe estar. Allí, con sus aviones y junto a otros campeones de todos los tiempos.

Emilio Herrera: aviador, científico y presidente del gobierno republicano

Gabe Abrahams

Emilio Herrera Linares nació en Granada un 13 de febrero de 1879. Sus padres fueron Rita Linares Salanava y el militar Emilio Herrera Ojeda. Uno de sus antepasados fue el arquitecto Juan de Herrera, quien diseñó el monasterio de El Escorial y la catedral de Valladolid.

En sus Memorias, Emilio Herrera recordó su infancia feliz en el seno de una familia burguesa, felicidad solo perturbada por una serie de calamidades naturales que conmocionaron la vida de su ciudad natal: terremotos de 1884, epidemia de cólera de 1885, desbordamiento del río Darro.

Herrera ingresó con diecisiete años en la Academia Militar de Ingenieros de Guadalajara, graduándose como teniente en 1901 e incorporándose en la Escuela de Aerostación de Guadalajara en 1903, centrada en el manejo de los aeróstatos.

Desde entonces, Herrera participó en competiciones de la especialidad (aeróstatos), como la Gordon Bennet o el Gran Prix de París, en el que consiguió una brillante segunda posición. En 1906, además, alcanzó la plusmarca nacional de altura en un aeróstato al llegar hasta los 6.000 metros.

Tras casarse con Irene Aguilera en 1909, Herrera participó como capitán y jefe de la Sección de Globos Aerostáticos de Melilla en la Guerra de Marruecos.

El 13 de febrero de 1914, Emilio Herrera, junto a José Ortiz Echagüe, atravesó a bordo de un monoplano Nieuport el estrecho de Gibraltar, consiguiendo nuevas plusmarcas, en este caso las de los vuelos Travesía del Estrecho, España-Marruecos y Europa-África. La magnitud de su gesta provocó que, al aterrizar en Tablada, el rey Alfonso XIII le nombrase gentilhombre de cámara. El logro alcanzado estaba al nivel de su hazaña de 1906, cuando alcanzó una altura de 6.000 metros en un aeróstato.

Tras su gesta, Herrera fue enviado a Estados Unidos para comprar aparatos Curtiss JN-4 Jenny y montó en España la primera escuela de pilotos de hidroaviones, siendo durante la Primera Guerra Mundial observador aéreo en distintos frentes.

Acabada la Primera Guerra Mundial, Emilio Herrera dirigió la construcción y diseño del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, embrión del actual Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). En el Laboratorio, estudió y proyectó vestimentas y sistemas de respiración para la navegación aérea a altitud elevada, llegando a inventar en 1935 la escafandra estratonáutica autónoma para tripulantes de globos a gran altitud, la cual fue una precursora del posterior traje espacial.

En la década de 1920, Herrera fue el representante de España en múltiples congresos internacionales de aeronáutica, publicó una larga lista de artículos y ayudó a Juan de la Cierva en la construcción de su famoso autogiro.

En 1928-1929, Emilio Herrera realizó la travesía del Atlántico y la circunnavegación aérea del globo terráqueo en el dirigible Graf Zeppelin LZ 127, consiguiendo dos nuevas gestas, equiparables a las alcanzadas en 1906 y 1914. En 1928, Herrera también participó en la creación de la Escuela Superior Aeronáutica.

Cuando se proclamó la Segunda República Española en 1931, Emilio Herrera, aun siendo desde 1914 un gentilhombre de cámara del rey Alfonso XIII, optó por la lealtad al nuevo régimen, una lealtad que llegaría muy lejos.

En aquel momento, el aviador disfrutaba de un gran prestigio y la Sociedad de Naciones le nombró experto internacional de aviación y la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales le eligió académico. Unos años después, en 1936, siendo teniente coronel, Herrera también se convirtió en el director técnico de la Fuerza Aérea Republicana (FARE).

Al producirse el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Emilio Herrera se mantuvo fiel a la Segunda República, peleando por ella y alcanzando el rango de general en 1938, año en el que padeció la muerte de su segundo hijo, Emilio, también aviador, en acto de servicio en Belchite. Su hijo mayor, José, fue un reconocido escritor y poeta.

Al finalizar la Guerra Civil Española, Herrera se exilió en Francia, un exilio que duraría hasta su muerte. El aviador de las grandes gestas, el gran científico, el hombre genial no tuvo más remedio que abandonar su patria por la fuerza. Lo que creyó provisional, resultó definitivo.

Desde esa fecha, Herrera se dedicó a la investigación aeronáutica y científica, colaborando en revistas francesas especializadas. Ingresó en la Office National d’Études et de Recherches Aérospatiales (ONERA) y fue nombrado consultor de la UNESCO sobre física nuclear, cargo del que dimitió al ser aceptada la dictadura de Francisco Franco en la ONU.

Su preocupación por el drama de los exiliados españoles le llevó, además, a implicarse en actividades políticas en el exilio. En 1944, fundó, junto con Picasso, Victoria Kent y otras personalidades, la Unión de Intelectuales Españoles. En 1946, fundó la revista Independencia, Revista de la Cultura Española. En 1957, fundó el Ateneo Ibero-Americano de París. También formó parte de varios gabinetes del gobierno de la Segunda República Española en el exilio: Ministro de Defensa (1951-60), Presidente del Gobierno (1960-62) y Ministro de Hacienda y Defensa (1960-62).

Emilio Herrera falleció en Ginebra el 13 de septiembre de 1967, en un exilio doloroso que le impidió regresar a España y morir en su tierra. En 1993, sus restos regresaron a Granada.

Emilio Herrera Linares fue un hombre de talento, ilustre. Ahí están sus gestas, su capacidad creativa, su trayectoria política. Fue un gran hombre perseguido por la dictadura franquista, como tantos y tantos. El odio y la persecución de los mejores fue una de las tarjetas de presentación de Franco, aplicada incluso en sus propias filas. Herrera murió en el exilio, pero merece nuestro recuerdo. Un recuerdo permanente. Ha habido pocos como él.