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Etiqueta: neoliberalismo

El empleo en el acuerdo Alvarado-Piza: cuando todos estemos muertos

Luis Paulino Vargas Solís (*)

 

El acuerdo firmado por Carlos Alvarado y Rodolfo Piza, que justificó ante la ciudadanía el apoyo que el segundo dio al primero en la campaña electoral de la reciente segunda ronda, contiene un apartado titulado “empleo y crecimiento”. Se supone que son medidas destinadas a devolverle dinamismo a la economía y reactivar el empleo, lo cual, por supuesto, tendría sentido como un esfuerzo para el corto plazo, es decir, para rendir frutos en un plazo de un año, aproximadamente.

Esto es bien importante. Veamos las razones.

Primero, en lo que se refiere al débil crecimiento de la economía, la historia se resume en lo siguiente:

– Es un problema que empieza a finales de 2008, hace casi 10 años. De ahí en adelante, e incluso si dejamos de lado la etapa (noviembre 2008 a septiembre 2009) en que se sintieron con más fuerza los impactos negativos de la crisis económica mundial, el dinamismo de la economía costarricense queda situado varios escalones por debajo de sus tendencias históricas previas.

– Entre mediados de 2015 y mediados de 2016 hay una cierta recuperación, cuando la economía crece en los alrededores del 5% (inclusive un trimestre que lo hizo al 6%), algo que, sin embargo, resulta muy modesto comparado con otras recuperaciones registradas en otros momentos (cuando se lograba crecer arriba del 8%).

– Ese mediocre recuperación fue posible sobre todo gracias a condiciones internacionales propicias, en particular, el fuerte bajón de los precios del petróleo, lo que, a su vez, empujó el consumo de las personas y las familias (esto último favorecido, además, por el crédito y la deuda).

– Las condiciones que propiciaron esa recuperación se han agotado: los precios del petróleo volvieron a subir pero, además, el peso de las deudas está obligando a mucha gente a frenar sus gastos de consumo.

– Todo lo cual ha hecho que en el último año el crecimiento económico caiga por debajo del 3%, con el agravante de que son las actividades de zona franca las más dinámicas, lo que significa que a “la economía donde realmente vive la mayor parte de la gente”, le va bastante mal.

En cuanto al empleo, la historia se cuenta en pocas palabras: en 2009 se registra un repentino y abrupto deterioro de los diversos índices sobre empleo, y la verdad, de entonces a la fecha no ha habido prácticamente ninguna mejoría. No solo tenemos problemas gravísimos (que afectan a más de 1,2 millones de personas trabajadoras), cuyas manifestaciones más agudas se dan entre las mujeres, la población joven y la de mayor edad, sino que, incluso, el porcentaje de personas que potencialmente podrían incorporarse al mundo del trabajo remunerado pero que no lo hacen, tiende a aumentar con el tiempo. Es una situación desastrosa, que no solo implica un grave despilfarro de capacidades productivas, sino, lo que es peor, pone de manifiesto la carencia de oportunidades laborales decentes, con todo el daño que esto inflige a la dignidad de las personas.

¿Y por qué es necesario reactivar la economía y, en especial, reactivar el empleo? Bueno, pues primero que nada por la gente misma, urgida de un empleo decente. Pero también por otras razones, incluso porque sin reactivación de la economía y del empleo, resolver el problema fiscal será mucho más difícil e implicará costos mucho más altos.

Y, entonces, ¿qué propone el acuerdo Alvarado-Piza?

Es innecesario entrar en mayores detalles. Lo escrito ahí corresponde al tipo de propuestas cliché que la demagogia en Costa Rica ha puesto a circular: créditos para micro y pequeñas empresas; capacitación en el INA; cursos de inglés; simplificación de trámites, y otras babosaditas por el estilo, todo perfectamente inofensivo.

Si uno se pone optimista, y asume que todo lo planteado va en serio y que, en efecto, se pondrá mucho empeño en lograrlo, lo que se podría decir es: “esto podrá quizá dar algunos frutos positivos dentro de unos cuantos años, quizá cuatro o cinco, no antes”. Pero la verdad yo no metería las manos al fuego por esto, ni creo que logre gran cosa, puesto que, para empezar, lo que se formula es un “frankenstein” construido a retazos, carente de integralidad y coherencia.

Pero, además, como ya dije, se necesita una reactivación inmediata de la economía y, en especial, del empleo. Parafraseando a Keynes: no para cuando todos estemos muertos.

La reactivación de la economía depende esencialmente de dos cosas que, en el contexto de una economía capitalista como la costarricense, son esenciales, por completo ignoradas en el documento que comento: la demanda y la rentabilidad.

Primero, porque las empresas no producen si no hay una demanda vigorosa que estimule esa producción. Segundo, porque no lo harán si su inversión no tiene una tasa de rentabilidad apropiada. Son un par de cosillas elementales que, en su momento, fueron puestas en evidencia por los que quizá son los dos más grandes economistas de la historia: Keynes y Marx, ambos cordialmente aborrecidos por la ortodoxia económica (incluida la ortodoxia marxista, que no soporta que le mencionen a Keynes).

La demanda anda floja porque el consumo de la gente y la propia inversión de las empresas andan muy flojas. La inversión de las empresas anda floja porque la rentabilidad también está adolorida, y porque no hay demanda saludable que la estimule. El consumo de la gente anda también averiado porque los salarios permanecen estancados, los problemas del empleo son de pegar gritos y, encima, el endeudamiento acumulado –que ha sido la forma como la gente suple sus malos salarios y sus problemas de empleo– ha llegado a un punto que obliga a apretarse el cinturón.

Y encima nos vienen con un paquete tributario que siendo en sí mismo una colección de parches, está formulado con total despreocupación respecto de esa delicada situación económica y del empleo, lo cual viene siendo como recurrir a las recetas de la medicina de otras épocas, cuando al paciente debilitado, se le debilitaba aún más sangrándolo.

Ahora, ¿Y por qué la rentabilidad anda damnificada? Pues un factor es la debilidad misma de la demanda. Otro –voy a pronunciar una grave blasfemia– tiene que ver con el tipo de cambio, algo que –lamento decirlo– fue explotado demagógicamente por Carlos Alvarado.

Por ahora, omitiré una explicación en detalle sobre esto. Solo quiero enfatizar una cosa: la gestión neoliberal de la política sobre el tipo de cambio nos ha llevado a un peligroso callejón sin salida. Apegados al dogma de la baja inflación, han utilizado el tipo de cambio colón-dólar como al modo de un ancla para mantener los precios bajo control. Pero al hacerlo de esa forma, han propiciado que se pongan en marcha tendencias muy dañinas. Por un lado, el tipo de cambio se ha desconectado de la realidad de la economía y ello, al dañar la rentabilidad de muchas empresas pequeñas, medianas e incluso empresas grandes de capital nacional (exportadoras, del ámbito turístico o que compiten con importaciones) ha frenado la inversión y la generación de empleos (aclaro que la historia de las zonas francas es bien distinta). Pero ello además ha promovido el endeudamiento en dólares, por parte de personas, familias y empresas cuyos ingresos son en colones. Si se diera una devaluación significativa, esto último tendría muy perniciosos efectos. Pero el caso es que ese peligro también alcanza al sector público, cuyo endeudamiento en dólares también ha crecido considerablemente.

El tipo de cambio dificulta cualquier posible reactivación de la economía y el empleo, pero su corrección conlleva graves amenazas. Jugando con fuego, el neoliberalismo criollo nos ha puesto en un difícil predicamento.

Luego volveré sobre esto.

 

(*)Director Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo, (CICDE-UNED)

 

Tomado del blog http://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com/

Enviado por el autor.

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Caída y ascenso del movimiento fundamentalista cristiano

Marcos Chinchilla Montes

 

Me conmovió de sobremanera leer sobre todas aquellas personas que hicieron el esfuerzo por regresar a Costa Rica, casi que con el fin exclusivo de votar y alzar su derecho a favor de una sociedad que continúe acogiendo un orden democrático que aunque imperfecto, brinda garantías de una institucionalidad y convivencia social orientada a la tolerancia, la justicia social, la integración y el respeto del derecho.

Si bien desde el gobierno de Monge (1982-1986) esas condiciones se han venido deteriorando con la intromisión del neoliberalismo, lo cierto es que la sociedad costarricense no ha claudicado en su anhelo y esfuerzo por alcanzar una sociedad donde todas las personas quepamos en condiciones de justicia, igualdad y equidad en la distribución de riqueza, y en los años recientes, con mayor nivel de armonía con la naturaleza.

Las últimas semanas, y particularmente con la presentación del Plan de Gobierno 2.0 del Partido Restauración Nacional, dejó en evidencia la odiosa confluencia de los intereses económicos de la burguesía nacional que parecieron tener muy buena sintonía con un discurso moralizante, evangelizador y discriminatorio de todo aquello que se aparta de la moral fundamentalista cristiana. Doloroso tener que reconocer como el odio, la intolerancia, la persecución, el fundamentalismo religioso y la violencia se visibilizaron y posicionaron con simpleza en nuestra sociedad; estábamos o estamos a un paso de que se instalara el pensamiento nazista que otrora acabó con la vida de millones de negros, judíos, gays y gitanos

Dichosamente, hoy le asistimos un duro golpe a esa visión de mundo que pensaba retrotraernos 2000 o 2500 años hacia atrás, heredándonos incluso tradiciones e instituciones del oscurantismo medieval y de la inquisición católica.

Muchas pueden ser las razones por las cuales la sociedad costarricense se volcó contra la propuesta del sequito de Fabricio y los neoliberales que posteriormente se le adhirieron; sin embargo, me voy a concentrar brevemente en las siguientes:

La ampliada indignación nacional que borró las fronteras de la pertenencia partidaria y que reconoció el riesgo de violentar un orden societal basado en la defensa, promoción, respeto, exigibilidad y disfrute de los derechos humanos.

Indiscutibles falencias intelectuales, profesionales y personales de Fabricio Alvarado que quedaron ampliamente demostradas en los pocos debates en que participó. Participar en política no es lo mismo que hablar en lenguas en un culto.

Incomprensión e irrespeto aberrante hacia la normativa internacional con la que el país se ha comprometido durante varias décadas, y que a su vez son garante de la promoción de los derechos humanos y las normas de convivencia internacional.

La relación personal y espiritual entre Fabricio y Rony Chávez (este último su padre espiritual) se tornó en un elemento de conflicto en la campaña en la medida que Chávez argumenta que la Virgen de los Ángeles es un espíritu demoniaco que debe ser combatido y desterrado. Este es un tema muy sensible para millones de católicos en el país y Fabricio nunca fue capaz de aclararlo o procuro desviar la discusión.

Un plan de gobierno que en sus diferentes versiones no demostró ni coherencia, ni una direccionalidad política nacional, y que más bien dejó la sensación de ser el plan de una iglesia que quería expandirse a nivel nacional e imponerse como orden moralizante.

Choque frontal y un cuestionamiento continuo hacia la institucionalidad electoral costarricense.

Adhesión oportunista de una serie de figuras ampliamente cuestionadas y mohosas del Partido Liberación Nacional, entre ellas Antonio Álvarez Desanti -candidato perdedor; lo que permitió dejar en claro que el Partido Renovación Nacional es sumamente poroso, que eso de las manos limpias es solo un eslogan de campaña, y que para hacer negocios, se lo hace desde cualquier partido político. A esto hay que sumarle la adhesión de Otto Guevara y otros candidatos presidenciales perdedores que más bien resultaron inconvenientes.

La sospechosa relación entre la campaña de Fabricio Alvarado, el diario digital el Mundo y OPol Consultores que generalmente le favorecía en las encuestas y que solía distanciarse con creces a las encuestas del CIEP de la Universidad de Costa Rica. Los resultados electorales dejan en amplio descredito a OPol y las personas que estaban detrás de esa empresa.

La indignación nacional se expresó no solo en el voto, sino en una sostenida campaña de memes, videos, comentarios, noticias y reflexiones en las redes sociales y en Whatsapp, las mismas debe asumirse como formas de participación social y de educación que permitieron conocer los riesgos que implicaba un posible ascenso de Fabricio Alvarado a la presidencia del país.

La derrota de Fabricio es a su vez una derrota para los hermanos Arias pues sus intereses económicos y políticos se posicionaron rápidamente detrás de éste; es una doble derrota para un deslucido Álvarez Desanti, sus seguidores y el sector más rancio del PLN; y es una humillación para la Iglesia Católica costarricense que le cedió espacio al fundamentalismo evangélico, perdiendo credibilidad social.

Sin embargo, deseo llamar la atención sobre el siguiente aspecto. En este round Fabricio resultó perdedor; no obstante, desde hace varios años el fundamentalismo cristiano aprendió a degustar las mieles del poder, y van por éste. Desde mi lectura, el fundamentalismo cristiano es ya un movimiento social (eso sí, de derecha), y han venido demostrando que tienen músculo político y que tienen capacidad para movilizarse y hacer temblar la institucionalidad costarricense; sino, recuérdese la cantidad de diputaciones que ganaron para la próxima Asamblea Legislativa, situación que avizora una situación especialmente delicada para el gobierno de Carlos Alvarado.

Finalmente, tenemos cuatro retos muy importantes y que no se deben de descuidar, a saber:

Carlos Alvarado debe hacer un excelente gobierno en términos de justicia social, distribución de riqueza, desarrollo de infraestructura, protección del medio ambiente y defensa de los derechos humanos; de no hacerlo, puede que no resistamos un nuevo embate del movimiento fundamentalista cristiano y su asociación con el pensamiento neoliberal.

El Tribunal Supremo de Elecciones debe revisar y modificar su normativa. Resulta inverosímil que ante tanta violación a la norma electoral, el tribunal se quede casi de brazos cruzados.

La vivencia espiritual debe complementarse con un pensamiento científico que permita enfrentar el pensamiento mecánico-mágico-religioso que está en la base del fundamentalismo cristiano. El desarrollo de una política cultural, educativa y participativa podría incidir en que recuperemos lo mejor de pensamiento de la ilustración, sin descuidar una relación constructiva y respetuosa con el medio ambiente.

La capacidad de reacción y acción social que asumió una buena parte de la sociedad costarricense contra la intolerancia debe mantenerse y fortalecerse. Como lo externé líneas atrás, el fundamentalismo cristiano es ya un movimiento social, con músculo y presencia en la Asamblea Legislativa; vendrán días aciagos en los que intentaran imponer su visión moral y excluyente de lo que es el ser humano, y debemos tener capacidad para cuestionarlos y enfrentarlos.

Dichosamente ganó la sensatez, el respeto a lo socialmente diverso, una agenda que garantiza los derechos humanos, y especialmente, la institucionalidad republicana que con sus evidentes limitaciones, aún permite la convivencia y la inclusión y existencia de la diferencia. Por el momento, con buen tino enterramos la intolerancia.

 

*Imagen tomada de https://semanariouniversidad.com/pais/fabricio-alvarado-presenta-su-plan-de-gobierno-2-0/

Enviado por el autor.

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Carta pública dirigida al Arzobispo José Rafael Quirós acerca de la Iglesia en las elecciones

Estimado Monseñor:

Esta no es una carta edulcorada, pero esperamos que usted vea, en la sinceridad, la medida de nuestro amor por la Iglesia.

Los temas sobre la familia y la ética sexual han predominado en la contienda electoral, poniendo en segundo plano otros muy importantes como la justicia social y la inequidad en la distribución de la riqueza. Antes de la elección del 4 de febrero, no recordamos haber visto ningún llamado de los obispos para ampliar la temática, con lo que se permitió –de modo directo o indirecto– un énfasis erróneo que desorientó al electorado. Tanto es así que en cartas posteriores, y tardías, la Conferencia Episcopal se vio en la necesidad de solicitar una visión integral.

Autorizados analistas opinan que Restauración Nacional, de innegable raíz neo-pentecostal, en alianza con los más radicales políticos neoliberales, pretende debilitar nuestro Estado Social de Derecho mediante una privatización acelerada de las instituciones públicas como el INS, el ICE, etc. ¿Cuál es la posición de la Iglesia para que ese tema sea discutido?

Nos preguntamos con angustia por qué la Iglesia promueve y fomenta tanta cercanía con el neo-pentecostalismo, si no ha tenido –por décadas– intentos efectivos de diálogo con iglesias de larga tradición en el país, como la Anglicana, la Luterana y la Metodista. Tan precipitada cercanía ha servido para respaldar las pretensiones del candidato de Restauración Nacional. Así opinamos muchos católicos.

El mentor espiritual del candidato Fabricio Alvarado, señor Rony Chaves, amenaza abiertamente el culto a la Virgen de los Ángeles y plantea una guerra contra el catolicismo, pero en ningún momento hemos visto una reacción de los dirigentes católicos que defienda nuestras creencias y nuestra fe. No se puede argumentar que eso sería meterse en política.

Acciones como el “Manifiesto Conjunto” entre la Iglesia Católica y la Alianza Evangélica Costarricense, que –por cierto– acarreó una reprobación del Tribunal Supremo de Elecciones el 18 enero 2018, y la marcha “Por la vida y la familia” del 3 de diciembre de 2017, sin duda produjeron y producen en muchos fieles la sensación de que da lo mismo ser católico que pentecostal. Esto se vuelve dramático en un contexto de acelerada migración de fieles católicos hacia otros credos.

Con todo respeto pero con dolor, afirmamos que hay sacerdotes que públicamente se han manifestado a favor del partido Restauración Nacional, y que en ningún momento ellos han recibido una llamada de atención —pública también— desautorizándolos. Ese silencio oficial de los señores obispos respalda la opción política del partido antes mencionado. El que calla otorga. Por ejemplo, mientras en días recientes hemos escuchado al candidato Fabricio Alvarado utilizar la marcha conjunta del 3 de diciembre con fines políticos, la Iglesia Católica permanece en el silencio, como si desconociera que las acciones públicas deben ser respondidas de manera pública.

La Iglesia Católica ha permitido que circulen –refrendadas por el silencio de sus representantes— falsedades, exageraciones y deformaciones sobre los programas de educación afectiva y sexual del MEP. Para tener una posición objetiva, la Iglesia tenía la responsabilidad de hacer un análisis riguroso, desde la ciencia de la teología, sobre esos programas. Muchos miembros de la Iglesia no nos satisfacemos con generalidades ni planteamientos de fundamentación no fehacientemente demostrada.

Con todo respeto hacia Usted y amor por nuestra Iglesia, esperamos que su respuesta pública contribuya a esclarecer las confusiones creadas en la población católica.

Deyanira Sequeira, cédula 1-248-675

Cristina Zeledón Lizano, cédula 1-230-339

Estrella Zeledón de Carazo, cédula 1-194-378

Fernando Rudin Vega, cédula 1-0484-0457

Aurelia Trejos París, cédula 1-360-879

José Pablo Mora Vargas, cédula 2-0581-0912

Edgar Fernando Céspedes Ruiz, cédula 9-008-572

Blanca Zelaya Irías, cédula 1-0365-0145

Jorge Alejandro Rivera Alvarado, cédula 1-0794-0409

Marco A. Cañizales Ramírez, cédula 1-0932-0081

Misael Mora Pacheco, cédula 2-0391-0306

Julia Li Vargas, cédula 1-0669-0057

María Gabriela Marín Arias, cédula 1-0619-0342

Carlos Eduardo Díaz Aguilar, cédula 1-0524-0105

Yolanda Rojas Rodríguez, cédula 9-0012-0762

Zaida Sequeira, cédula 1-0292-0747

Cecilia Motta Di Mare, cédula 1-0403-0689

Guadalupe González Kreysa, cédula 9-0071-0985

Saray Córdoba, cédula 1-0438-0311

Ligia Barquero, cédula 1-0415-0623

Nydia Sequeira, cédula 1-0340-0524

José Roberto Díaz Marín, cédula 1-0502-0821

Rosario Morera Alfaro, cédula 4-0109-0224

Alfredo Monge Rojas, cédula 1-0432-0849

Pilar Ureña Álvarez, cédula 1-0573-0651

 

*Foto tomada del Facebook del Arzobispo José Rafael Quirós.

Enviado por Deyanira Sequeira.

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Brasil: táctica de golpe de estado y apariencias legales

Rogelio Cedeño Castro*

 

Primera parte

El resultado inmediato más visible del juicio político contra la presidenta brasileña Djilma Rousseff, un hecho perturbador que ha ocupado las páginas y pantallas de la prensa mundial durante más de un mes, como es en su esencia el acto ilegítimo, ilegal y desproporcionado dispuesto, hace pocos días, por la mayoría de los integrantes de la cámara de diputados y del senado de ese país, ha sido su separación del cargo y la formación de un nuevo gobierno encabezado por el vicepresidente Michel Temer, convertido ahora en su más encarnizado enemigo, cuyo gabinete aparece conformado solo por integrantes de la minoría rica, caucásica y conservadora del país. Dentro de lo que constituye un acto que implica una vuelta a las prácticas oligárquicas, racistas y sumamente excluyentes, además de grotescas, de un pasado no tan lejano y tan propias del manejo del poder, por parte de las viejas elites durante buena parte del siglo anterior, las que implicaron desde siempre la discriminación y la violencia, en diversos grados, en contra de los grupos negro, indígena y mestizo que conforman la mayoría de la población brasileña, dentro de un país con más población negra que cualquier país africano, aunque también esta figura entre las más apartadas del poder y la riqueza, incluso si lo consideramos a escala planetaria.

No conformes con esto, los integrantes del nuevo gobierno han procedido, de inmediato, a la aplicación de un programa político, económico y social más agresivo, de naturaleza neoliberal y poco respetuoso de los procedimientos legales, dentro de lo que son un conjunto de acciones que, en ningún momento, han recibido la sanción positiva del voto popular.

Es aquí donde se revela, de manera definitiva e inocultable, la singularidad y la violenta determinación de las acciones dispuestas por este conglomerado de diputados y senadores, sobre todo por su pretensión de imponerle a la población brasileña un paquete de acciones en materia de política social y económica principalmente, las que tendrán graves efectos sobre los más pobres y excluidos, en ese enorme y contrastante país, todo como resultado del fin del período de las llamadas vacas gordas, al caer estrepitosamente el precio de las materias primas o commodities de los países de la región, después de un período durante el que, según afirma el economista Alfredo Serrano Mancilla,: “la política económica de Brasil fue muy exitosa en redistribuir riqueza a favor de las mayorías. Políticas sociales, como el programa Bolsa Familia, fueron responsables de sacar a 36 millones de brasileños de la pobreza. Se generó empleo (20,8 millones de puestos de trabajo), se mejoraron los salarios y se crearon casi 80.000 nuevas pequeñas y medianas empresas. Sin embargo, todo esto se consiguió sin romper con las alianzas con el sector financiero. La banca privada nacional engordaba sus cuentas y el capital-golondrina financiero llegaba del exterior al calor de las altísimas tasas de interés. Por momentos, de las más atractivas del planeta. Un complejo equilibrio de ganar-ganar aplaudido por todos: alta aprobación de las mayorías y piropos de los medios internacionales. Por ese entonces se llegó a hablar de Brasil como la tercera vía latinoamericana”.

El descaro, el desenfado y la violencia, no tan implícita como pudiera pensarse en principio, con los que se exteriorizan todas estas medidas dentro del panorama político del Brasil contemporáneo, auguran un momento amargo y duro para las grandes mayorías populares de ese inmenso país sudamericano, una verdadera nación continente con casi 8 millones de kilómetros cuadrados y varias zonas horarias dentro de su extenso territorio, el que limita con la casi totalidad de los otros países sudamericanos, con las excepciones de Chile y Ecuador. Las complejas relaciones de poder hacia el interior de la nación brasileña aparecen aquí, provocando o mostrando una gran variedad de contrastes y problemáticas diversas planteadas a partir de su misma existencia, dada la gran variedad de contrastes en los órdenes más diversos que existen entre las diversas regiones y estados que las conforman, las que van entre las áridas y empobrecidas tierras del nordeste( el sertao, donde el hambre ha reinado desde hace mucho tiempo) y las ricas tierras gauchas del sur brasileño, con su característico verdor y las abundantes predios agrícolas, o entre las áreas costeras de Río de Janeiro o San Pablo con sus áreas urbanas y la inmensidad de las tierras amazónicas, un reservorio forestal de decisiva importancia para toda la especie humana y que se encuentra, cada vez más amenazado por la codicia de unas cuantas empresas transnacionales y los propios latifundistas brasileños, opuestos a cualquier modificación en la distribución de la tierra y en las prácticas depredadoras hacia los bosques de la Amazonía.

Dentro de semejante país, las camarillas locales del poder juegan un papel esencial en la toma de las decisiones más importantes, así como en la obstaculización de aquellas otras que puedan afectar a sus intereses y privilegios de casta, tal y como ha sucedido en esta oportunidad con todos los elementos de la trama del llamado impeachment o juicio político en contra la actual presidenta, que en realidad busca derribar su gobierno e imponer el programa político de la derecha, por el que no votaron en las últimas elecciones generales la gran mayoría de los brasileños y que los políticos de la derecha derrotados en las urnas apenas ayer están tratando de poner en ejecución, de manera acelerada, para impedir o mitigar la reacción de los movimientos populares, tales la Central Unitaria de Trabajadores o el Movimiento de los Sin Tierra(MST).

Este juicio político en esencia es promovido principalmente por sus antiguos aliados en el poder del Partido Movimiento Democrático Brasileño (MDB), a lo largo de los últimos trece años, a partir de la primera elección de Luis Ignacio Da Silva Lula, en las elecciones generales del año 2002, entre los que figura el presidente provisional recién designado y que había sido electo vicepresidente de la república, junto con la presidenta Djilma Rousseff en las pasadas elecciones generales de 2014. Los “aliados” de Lula y Djilma, provenientes de esta fuerza de derecha que ha sido siempre en realidad el MDB, aunque se autocalifiquen como un partido de centro(¿?), han roto con el actual gobierno de Djilma para buscar el retorno a un pasado o statu quo caracterizado por la miseria y creciente violencia contra los sectores populares, quienes a lo largo de la última década han despertado y se han movilizado por sus derechos, incluso enfrentándose al gobierno o a pesar suyo. El camino de los golpistas ahonda los graves problemas de ilegitimidad que ya enfrentaban los poderes públicos y el sistema político hasta ahora imperante en Brasil, además de ser una amenaza mortal para la débil democracia de un gigantesco país. La hipocresía de los protagonistas del drama y las apariencias legales con las que buscan cubrir sus acciones violentas, no ocultan las graves consecuencias de este asalto al poder en el mayor país sudamericano y sus implicaciones en la geopolítica mundial, a las que tendremos que referirnos más en detalle.

*Sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).

 

Enviado a SURCOS Digital por Carlos Morales.

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De pensamiento es la guerra

Nils Castro

 

Desde finales del siglo pasado, en América Latina experimentamos un proceso por el cual varios partidos o liderazgos de izquierda han llegado al gobierno por medios electorales. Esto abrió un panorama de originales oportunidades políticas y socioeconómicas de carácter democrático, pese a las restricciones que los sistemas políticos y electorales vigentes en cada país tenían establecidas para asegurar el mantenimiento del régimen ya instalado por la clase dominante.

Como era de prever, la emersión de este proceso despertó el fenómeno opuesto: la contraofensiva regional de la derecha en los planos político, mediático, sociocultural y económico, que ha explorado varias modalidades. Aunque algunos de esos gobiernos más tarde fueron defenestrados o han sufrido reveses electorales, nada impide que los movimientos que los impulsaron se rehagan, ni que en otras naciones latinoamericanas afloren opciones de izquierda que también ganen elecciones. Pese a los afanes de algunos “críticos” que pretenden que dichos reveses ya significan la aniquilación de ese proceso, este todavía es un fenómeno en desarrollo: sus causas no han cesado, ni tampoco las expectativas y nuevos escenarios que ellas movilizan.

Precisamente por esto, transcurridos tres lustros el conjunto de esa experiencia debe ser evaluado. No solo por sus valiosas aportaciones, sino porque ello contribuirá a superar la multiforme contraofensiva de las derechas que, pese a haberse advertido a tiempo, pilló impreparados a muchos liderazgos de izquierda. Por ello, esa evaluación demanda tanto honestas autocríticas como conclusiones dirigidas no sólo a revertir dicha contraofensiva, sino a elevar los objetivos del proceso.

La demora en hacerlo favorece la proliferación irresponsable o maliciosa de cierto periodismo sensacionalista que recicla “teorías” como las del péndulo y el “fin de la historia”. Su pertinacia busca negar legitimidad y hasta subsistencia a las izquierdas que militan en los respectivos países, en paralelo con la contraofensiva de las derechas.

  1. El nombre

Antes de abordar algunos aspectos del asunto conviene recordar algunos antecedentes del actual “progresismo” y los alcances que la palabra ha tenido. Discutir el nombre ayuda a acordar cómo ocuparnos del fenómeno.

Me parece inapropiado referirse a la diversidad de formas nacionales de ese proceso con el nombre de “socialismo del siglo XXI”. Más que proponer un proyecto articulado, esa noción expresa el anhelo asignado a una gesta nacional, pero difícilmente puede caracterizar a las emprendidas en otros países. En estricto sentido, el país donde hoy se construye y debate un proyecto socialista para el siglo XXI es Cuba.

Para abarcar ese variado conjunto de experiencias prefiero el veterano calificativo de “progresistas”, comodín lingüístico de larga historia latinoamericana. En los años 60 y 70 incluyó a corrientes, líderes y gobiernos que fueron desde Lázaro Cárdenas y Jacobo Árbenz hasta la revolución boliviana, Jango Goulart y Salvador Allende, sin omitir a Torres, Velasco y Torrijos, entre tantos otros. Esto es, designó a movimientos patrióticos y populares con los cuales la izquierda podía colaborar, que aportaron justicia social, impulsaron la producción nacional, fueron solidarios y procuraron rescatar la soberanía y autodeterminación conculcadas por el imperialismo.

Ese vocablo no requirió definición doctrinaria pero brindó un ancho alero para juntar a esa rica gama de corrientes efectivas en nuestras ciudades y campos, para compartir demandas y metas sin desconocer las diferencias que coloreaban sus respectivas identidades.

En aquellos años se emplearon otros términos afines, como los de movimientos o gobiernos de liberación nacional, nacional-populares, democrático-revolucionarios, etc. Pero la noción de “progresistas” conserva la ventaja de ser más indeterminada que otras con las cuales se intenta sustituirla pero son menos flexibles ante el heterogéneo panorama regional. Por ejemplo, la de “pos neoliberales”, que sugiere que el neoliberalismo pereció, o los gobiernos progresistas pudieron ignorar todas sus imposiciones. Como tampoco las de gobiernos de “centroizquierda”, reformistas o socialdemócratas, cascaron es cuyo sentido el oportunismo europeo vació al entregarse al neoliberalismo, y que en Latinoamérica omiten las controversias que cada día animan la vida interna del progresismo.

  1. Sus antecedentes

Pese a la represión macartista al movimiento democrático de la posguerra, durante los años 60, en significativos sectores populares y medios tomó cuerpo una cultura política afín a las aspiraciones emancipadoras, latinoamericanistas y reformadoras. Además de sus propias reivindicaciones, esa cultura asumió repercusiones de la quiebra del estalinismo, las realizaciones de la Revolución cubana, las revoluciones del 68, los movimientos anticolonialistas afroasiáticos y la lucha del pueblo norteamericano por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam. El progresismo que maduró en aquellos años, tuvo la virtud de compaginar toda esa gama de experiencias.

En menos de 30 años, en América Latina esa cultura política alcanzó un auge significativo, sobre todo en sectores urbanos populares y medios. El brío que el acontecer sociopolítico regional le imprimió a la misma se plasmó en una aceleración significativamente reflejada en dos hitos: entre el momento en que Fidel Castro enunció el Programa del Moncada[1]y aquel cuando proclamó La II Declaración de La Habana mediaron apenas 10 años[2].

No obstante, en el fragor de los siguientes años más de una vez el vanguardismo idealista de algunos de sus líderes excedió los términos de esos hitos, al postular como punto de partida al segundo ‑‑la revolución socialista continental‑‑ a poblaciones que aún no habían llegado a reclamar aspiraciones como las planteadas en La Historia me absolverá. Su fervor sobre pasó los alcances temporales de lo que el grueso de la columna de millares de potenciales rebeldes latinoamericanos ya estaban listos a hacer suyos.

Después, al cabo de su tiempo aquel robusto fenómeno padeció el desgaste de la demora del éxito de los proyectos revolucionarios emprendidos, de la frustración de las esperanzas inicialmente cifradas en la renovación del “socialismo real” ‑‑y a la postre su desaparición‑‑, así como la “apertura” de China y el cambio de su política internacional. Por añadidura, de los efectos del “periodo especial” cubano, que retrajeron temporalmente las esperanzas latinoamericanas en la posibilidad de repeler al imperialismo y de acceder al socialismo, y que motivó dudas y controversias sobre la naturaleza y las posibilidades del propio socialismo.

  1. Expansión y crisis

Esa cultura política latinoamericana tuvo un repliegue. Así, cuando en tiempos de la señora Tatcher y el presidente Reagan el imperialismo desató la contraofensiva neoliberal, en el campo revolucionario las fuerzas ideológicas requeridas para enfrentarla no estaban en su mejor momento. Eso le facilitó a la derecha imperial y sus cómplices locales no solo lograr una rápida implantación de sus “reajustes estructurales” en los ámbitos institucionales y económicos, sino también en el campo ideológico, moral y cultural.

El ímpetu contrarrevolucionario de la ofensiva neoliberal reformuló las normas e instituciones económicas internacionales en beneficio de la gran burguesía financiera y la privatización des nacionalizadora de los recursos y empresas públicas. En términos generales, pese a que la pesadilla de las dictaduras militares quedó atrás, se reorganizó el ejercicio de la política y las prácticas electorales a favor de los liderazgos dispuestos a justificar e implementar los correspondientes “reajustes” institucionales y normativos. Aunque se menciona con menor frecuencia, esa ofensiva igualmente invadió el campo ético, cultural y educacional. Alineó los grandes medios periodísticos, restringió las universidades públicas y multiplicó las privadas, eliminó los subsidios a múltiples centros de investigación, cooptó a intelectuales y formadores de opinión, etc.

Aquella ofensiva fue adonde sabemos: achicar el Estado y sus atribuciones, desproteger las empresas y la producción nacional es, precarizar el trabajo y el salario, marginar las organizaciones laborales y sociales, insolidaridad, consumismo, etc. Pero a la postre eso provocó irritaciones sociales que remataron en insurrecciones urbanas y pérdidas de gobernabilidad. Al cabo, la política y los procesos electorales reordenados por las agencias neoliberales perdieron legitimidad y eficacia, y la supervivencia del sistema requirió rehacerse.

Aun así, incluso tras la crisis económica que afloró en 2008, es excesivo pretender que el neoliberalismo colapsó. Aun teóricamente desacreditado, sigue asociado al gran capital y continúan vigentes sus reglas, que regulan el comercio y las finanzas internacionales, y gran parte del funcionamiento institucional de la mayoría de los organismos internacionales y países, así como las formas de pensar de millares de funcionarios públicos y privados. A esto contribuye el hecho de que el neoliberalismo es blanco de múltiples críticas, pero aún no ha tenido que enfrentarse a una contrapropuesta ideológica sistematizada.

  1. Al gobierno, pero no al poder

Como sabemos, en ese escenario de rechazo social a las política neoliberales, varias candidaturas procedentes de la izquierda mejoraron sus posibilidades al coincidir con el crecimiento del voto de castigo contra quienes las sustentaron. Con diferencias según las particularidades de cada país, algunas izquierdas mejoraron su representación municipal y/o parlamentaria, o directamente ganaron elecciones presidenciales aún sin haber logrado significativas victorias locales y legislativas.[3]

El análisis y comparación de procesos nacionales deberá ser parte de la evaluación que tenemos pendiente hacer y compartir. No obstante, sabemos que estas victorias fueron viables gracias a la combinación de unas promesas de campaña deliberadamente poco radicales, con la votación de repudio a la políticas y los gobiernos precedentes. En otras palabras, gran parte de esos votos no reflejó una identificación ideológica de la mayoría ciudadana con un proyecto enfilado a emprender la Revolución, ni con el supuesto de que sus candidatos realizarían un gobierno más revolucionario que el prometido en su oferta electoral.

Por lo tanto, mutatis mutandis, esas izquierdas obtuvieron una oportunidad de gobernar asociada a una mayoría electoral que reclama mejorar sus condiciones de vida, pero que no por ello ya está dispuesta a asumir ‑‑al menos todavía‑‑ las tensiones y riesgos de emprender un salto revolucionario. En otras palabras, de gobernar para cumplir determinadas promesas electorales, no para sobrepasarlas. Además, para hacerlo respetando la institucionalidad prestablecida, sin modificarla por medios distintos de los que ella misma dejaba establecidos. Esto es, para llegar al gobierno, pero no al poder.

Solo donde grandes insurrecciones urbanas habían abierto la posibilidad de cambios mayores, algunos de esos gobiernos pudieron realizar reformas constitucionales que ampliaran su campo de acción aunque, aun así, esas reformas más tarde resultarían insuficientes.[4]

  1. Cuánto ya se pudo

La devastación del Estado por el tsunami neoliberal y sus dolorosas consecuencias en cada población y soberanía nacionales, hizo indispensable emprender rectificaciones, a riesgo de llevar países y economías al caos. La aparición de gobiernos progresistas se insertó en ese contexto, cuando urgieron políticas correctivas pos neoliberales, sin que aún fuera viable sostener alternativas pos capitalistas. Pero eso permitió reconstruir un sistema socioeconómico con el cual reparar muchos de los daños sociales infligidos por los “ajustes” neoliberales, y restablecer las funciones sociales del Estado, lo que también implicó avanzar en la construcción de una comunidad latinoamericana de naciones.

Pese a la diversidad de los procesos políticos que los caracterizan, estos gobiernos coinciden en varios rasgos que originaron importantes efectos regionales: restablecieron la responsabilidad del Estado antela economía, el mercado y la redistribución del ingreso; reorganizaron servicios públicos para atender las funciones sociales del Estado, principalmente las de acceso a la salud y la educación; crearon programas de lucha contra la pobreza y el hambre, y por la alfabetización y la ciudadanización; y, además, ampliaron las inversiones en infraestructura para el desarrollo y para la solución de problemas sociales.

A la par, desarrollaron importantes proyectos de solidaridad e integración latinoamericana e incluso caribeña, que rediseñaron y fortalecieron, o crearon, organismos como el Mercosur, la Unasur, el Alba y finalmente la Celac. Eso incrementó notablemente el peso político y diplomático de Latinoamérica frente al mundo, y su capacidad de negociación. Ni siquiera los críticos más biliares de este progresismo desconocen tales adelantos de la integración regional.

Un buen aprovechamiento del período de alza de los precios internacionales de las materias primas en varios países facilitó financiar los programas de asistencia social sin castigar impositivamente a la clase adinerada. Sin embargo, esa opción apaciguadora no se aprovechó para ampliar y diversificar la capacidad productiva de esos países, y fortalecer sus reservas financieras, para cuando volvieran las vacas flacas, como ocurre tras la crisis mundial emergida en 2008.Además, por efecto del carácter correctivo y asistencialista pero no revolucionario –pos neoliberal pero no pos capitalista‑‑ de estos gobiernos, algunas acciones necesarias, como reformas agrarias y tributarias de mucho mayor aliento, dejaron de acometerse.

En la mayor parte de los casos, tampoco se realizó la indispensable reforma política, ni la debida reforma del campo de las comunicaciones sociales. Estas inconsecuencias, que cabe computar como falta de coraje político y de confianza en el potencial de las organizaciones populares, pueden registrarse como victorias de los grandes medios de comunicación que ahora implementan la contraofensiva de derecha.

Con todo, en estos quince años los gobiernos progresistas ampliaron extraordinariamente el campo de la ciudadanía y la participación popular en el debate de los asuntos de interés público, además de mejorar las condiciones de vida y concretar derechos civiles de decenas de millones de ciudadanos. Por muchas reconquistas que ahora las derechas puedan lograr, ese patrimonio cívico no será fácilmente arrebatado a los sectores populares. De allí en adelante, ahora hay una masa crítica más robusta con la cual discutir y movilizar mejores proyectos de futuro, opción que las organizaciones de izquierda deberán saber ganarle a las derechas.

Pero, tras la el surgimiento de los gobiernos progresistas las realidades y expectativas latinoamericanas quedaron cambiadas. No cabe suponer que toda esta experiencia ha sido un fiasco, ni dejó de legar relevantes consecuencias. Cualquier propuesta latinoamericana de mejor futuro sostenible deberá alzarse a partir de sus resultados, porque el punto al que hemos arribado no es de agotamiento sino de evaluación y relanzamiento

  1. La siguiente disyuntiva

Luego de que los proyectos revolucionarios de los años 60 y 70 del siglo XX ‑‑ ya fueran proyectos guerrilleros, del nacionalismo militar o el socialismo allendista ‑‑dejaron de lograr los objetivos previstos o concluyeron en reformas negociadas con el gobierno existente, y de que Latinoamérica fue blanco de la ofensiva neoliberal, no ha vuelto a darse otro auge ideológico de esa talla. El movimiento político e ideológico que posibilitó las victorias electorales progresistas de los albores del siglo XXI fue expresión de mayorías sociales más resabiosas, que deseaban revertir los efectos del tsunami neoliberal pero temían recaer en luchas civiles o dictaduras militares, o sufrir nuevas tribulaciones económicas.

Ninguno de estos accesos de liderazgos de izquierda al gobierno fue producto de una revolución y, en consecuencia, ellos asumieron gobiernos previamente estructurados y normados por la clase dominante, en las formas dispuestas por el sistema político preestablecido. Con lo cual los progresistas pasaron a ser parte del grupo gobernante, pero sin desplazar a la clase dominante.

En teoría, para superar esta situación hay dos medios: uno consciente de que en tales condiciones solo se puede ir más allá si el proceso es capaz de formar bases políticas que lo exijan, que ayuden a implementarlo y que defiendan las iniciativas gubernamentales que sobrepasa en las restricciones iniciales. Impulsar el proceso exige formar nuevos destacamentos de cuadros y movilizar organizaciones populares ‑‑transformar indignaciones sociales en movimientos políticos‑‑, misiones que por su carácter corresponden principalmente a los partidos y organizaciones de izquierda, más que al aparato gubernamental, que constitucionalmente debe servir a toda la sociedad.

Y un segundo medio, según el cual para ir más allá será necesario lograr sucesivas reelecciones del gobierno progresista, a cada una de las cuales acudir con un programa más avanzado, con base en la simpatía y confianza políticas idealmente obtenidas a través de una buena gestión gubernamental y la satisfacción de importantes demandas y necesidades sociales. Este supuesto es más engañoso de lo que parece, pues generalmente esos gobiernos no compiten por la reelección proponiendo desarrollos más radicales, sino opciones reculadas a la defensiva.

  1. Del revés a la contraofensiva

Ese supuesto ha conllevado repetidos autoengaños, al subestimarlas reacciones que las derechas enseguida de su derrota electoral pasan a impulsar. Aunque pierdan uno o más comicios, ellas conservan su poder económico, su red de articulaciones y auspicios internacionales, el control de sus grandes medios de comunicación y su influencia cultural. La perplejidad inicial de su primer revés puede desconcertar a las derechas temporalmente, pero antes de acudir a la siguiente campaña ellas realinearán sus recursos y medios, e invertirán en renovar su imagen y eficacia.

Desde hace algunos años varias fundaciones y universidades privadas estadounidenses pasaron a ofrecer cursos de organización, encuesta, publicidad y marketing políticos para capacitar jóvenes cuadros de derecha. A su vez, algunas fundaciones españolas se han dedicado a surtir giras y charlas de veteranos dirigentes de la reacción hispanoamericana.

Con estos respaldos y otros más inconfesables, las derechas han remozado su capacidad de cambiar estilos, lenguajes y liderazgos visibles. Como también de apropiarse de algunas de las temáticas suscitadas por las izquierdas, y de culpar al gobierno progresista de los problemas sensitivos que sus antecesores de derecha dejaron en el terreno y las izquierdas hayan demorado en resolver. Sobre todo eso ya he escrito en extenso en estos años y me sacaría de tema repetirlo aquí.[5]

  1. Las enajenaciones del electoralismo 1

Cuando un gobierno progresista vuelve a elecciones, por muchos que hayan sido sus méritos eso ocurrirá sobre un campo sistemáticamente asolado por la oposición económica y los medios periodísticos de mayor audiencia. Esto es, los logros del progresismo habrán sido omitidos o demeritados, sus deficiencias habrán sido sobre dimensionadas y muchos de sus recién pasados votantes estarán desorientados.

En ese contexto, ante cada período electoral el progresismo volverá a encarar una de las aberraciones propias de la democracia capitalista: cada campaña será cada vez más publicitaria y costosa, y los modos de sufragarlas serán más esquivos. Si, como es probable, el sistema electoral no ha podido ser reformado por el proceso progresista, las campañas estarán cada día más sujetas al marketing y más permeadas por la cultura y las prácticas del consumismo y el mercado.

Ante cada reto electoral la primera será que los recursos económicos no alcanzan. Salen los candidatos y dirigentes a buscar donaciones ‑‑a subastarse al mercado, diría Brecht‑‑ y no falta quien incurra en desviación de fondos públicos, lo que, aparte de sus implicaciones legales, bajo el sigilo también puede triturarla moral de algún involucrado. Por mucha buena fe que haya de por medio, inevitablemente la plata de los donantes implica reciprocidades que enajenan a dirigentes, candidatos y partidos, aunque las justifique un “realismo” del que después no hay escapatoria.

A la par suele admitirse el supuesto de que ser de izquierda es un inconveniente electoral; se acepta el prejuicio de que vale “correrse al centro” para suavizar imagen, tranquilizar donantes y buscar una incierta reserva de votantes moderados. Abandonas las posiciones que antes permitieron reconocerte y ser electo como quien eres, pero a los ojos de quienes antes te creyeron irás dejando de serlo. Al cabo, los votos que allá tal vez consigas podrán dejarte lejos de compensar los que pierdes en el campo que dejaste al agotarse la credibilidad que te restaba.

  1. Izquierda y moral

Cuando estos vaivenes se aceptan en una agrupación comprometida con transformar al país, lo que empieza como una falla ética circunstancial se convierte en daño mayor: la confianza perdida se vuelve escepticismo y la credibilidad se esfuma la suspicacia popular concluye que “estos ya son iguales que los otros”, voz que los medios “objetivos” enseguida entran a festinar.

Este fenómeno es asimétrico. Si en un partido conservador se cometen triquiñuelas el público lo cree “natural”, considerando que su moralidad es funcional al capitalismo salvaje. Pero si eso ocurre en un partido que promete otro horizonte ético, asumir comportamientos del repertorio moral capitalista es una aberración.

Para la militancia revolucionaria la calidad de cierta ética, por cuyos principios se está dispuesto a perder la libertad y hasta a dar la vida, es definitoria. Porque en última instancia se va a la contienda política por una de dos razones: porque el sistema es miserable y hay sobradas razones para luchar por transformarlo; o porque se busca disfrutar de las mieles de ese sistema miserable aunque sea a expensas de los demás.

  1. Las enajenaciones del electoralismo 2

Cuando la obsesión electoral se toma la vida partidaria, sus demás soportes lo resienten: si, por ejemplo, el partido merma la formación de líderes comunitarios, pierde dinámica de inserción y liderazgo locales, pierde el liderazgo político que se construye al luchar por las reivindicaciones diarias del ciudadano, que no son parte del escenario electoral. Es decir, al convertirse prioritariamente en grandes máquinas electorales, partidos de reconocidos méritos pueden perder influencia sociocultural porque las energías invertidas en campaña se sustraen a las demás actividades de construcción de contra hegemonía.

Por lo tanto, vale preguntarse: si en las campañas electorales es inevitable competir sin los recursos financieros necesarios, ¿solo podemos participar en desventaja? Si nos dejamos seducir por las campañas a la norteamericana, embriagadas por la estética del consumismo, siempre estaremos en desventaja, aunque tengamos recursos. Pero así como en la guerra revolucionaria solo el ejército de la clase dominante puede alinear el armamento más costoso, mientras las fuerzas populares deben apelar a la inventiva guerrillera, en las contiendas electorales la izquierda debe crear sus propias alternativas, desplegando las capacidades comunicativas de la creatividad popular y juvenil, cónsona con la condición social y moral que sustenta su credibilidad. En ambos casos la capacidad de sorprender con iniciativas inesperadas será decisiva.

  1. Partido permanente vs partido coyuntural

Eso exige volver a preguntarse: ¿cuáles son las misiones esenciales de un partido de izquierda? Decimos que impulsar a los sectores populares a organizarse y formar cuadros políticos, asumir un programa de transformación social, movilizar a las organizaciones y masas sociales para enfrentar los retos políticos por superar, para crear contra hegemonía popular y convertir masas en fuerza política. En ese marco, la participación en campañas electorales para darles mejor contenido es una parte de dichas misiones, más ahora cuando esto puede incluir hasta la posibilidad de llegar al gobierno.

No obstante, debemos distinguir entre el partido permanente y el coyuntural. Cuando la posibilidad de ganar elecciones se hace efectiva, esa parte de las misiones puede tomarse la mayoría de las previsiones, energías y recursos de la vida partidaria, incluso en detrimento de las demás actividades. Pero solo se gana mayor fuerza y poder para vencer los demás retos cuando  se han cumplido las misiones del partido permanente. En especial, las de enraizamiento comunitario, organización participativa y formación ideológica arraigada en la vida y memoria nacionales, para recatar a los millares de compatriotas que el reinado neoliberal sumió en el consumismo y la banalidad culturales.

Para darnos mejor futuro toca construir otro apogeo de la propuesta ideológica y la cultura política comparables al alcanzado en los años 70.

  1. Objetivos y medios no electorales

Para la oligarquía el objetivo es recuperar al gobierno como instrumento de poder; las elecciones son un medio para ese fin y si por este medio no lo consigue hay otros a los cuales apelar. En cada campaña, más que ganar las siguientes elecciones, para la derecha la prioridad es desacreditar y deslegitimar la gestión de cualquier izquierda en el gobierno, para darle sustentación social al propósito de remplazarla lo más pronto posible.

En tanto logre debilitara sus principales adversarios progresistas, la clase dominante querrá ganar comicios, pero a condición de que eso no limite el poder que ella requiere para obtener sus fines. El objetivo principal de la derecha no es volver a Palacio, sino encauzar un proceso contrarrevolucionario de gran alcance. Su propósito es revertir las conquistas populares acumuladas durante las últimas décadas y tomarse otras adicionales. Si eso puede asegurarse por medios no electorales como los llamados golpes “blandos”, la cuestión medular es la de las formas de deslegitimar al gobierno progresista y legitimar al que lo remplace. Ya sea esto mediante unas elecciones auténticas, espurias o reñidas, o de una operación extra electoral.

En estos años, la contraofensiva de las derechas ha introducido novedosas formas de seleccionar y presentar candidatos, discursos y promesas programáticas, para darles mayor charm mediante el marketing y las técnicas de pesquisa y manejo de la opinión ciudadana, y de las llamadas campañas sucias. Pero lo esencial no son sus estilos rutilantes, sino su capacidad ‑‑principalmente mediática‑‑ para degradar la imagen moral y política de las opciones progresistas, no apenas para justificar su defenestración, sino para crear una supuesta urgencia de remplazarlas y fomentar una demanda de cambios que tenga este sentido.

En la práctica, los medios sustituyen a los partidos una vez que las derechas, a través de los suyos, fijan su agenda para un gobierno contrarrevolucionario. Este se enfilará tanto a revertir las conquistas sociales logradas durante más de un siglo como a reinstalar las políticas neoliberales de privatizar recursos nacionales, incrementar capacidad de financiamiento y endeudamiento externos, reducir los avances en materia de integración a meros acuerdos de liberalización comercial, eliminar capacidad de negociación a las organizaciones laborales y comunitarias, judicializar las controversias con los dirigentes progresistas y sacarlos del escenario político orquestándoles procesos legales.

Para las derechas, usar el sistema electoral para recuperar el gobierno como instrumento de estas políticas tiene sentido si permite tomarse la facultad de ejecutarlas. Darse cierta imagen de legitimidad para justificar el atropello a las normas de la institucionalidad democrática en tanto eso convenga a su objetivo final.

  1. Ahondar el proceso democrático

Así las cosas, ante la presente contraofensiva reaccionaria, quienes hoy son los defensores reales de las instituciones democráticas y del proceso democratizador son la izquierda y los sectores progresistas. Pero esta condición no debe distraernos de tres cosas:

La primera, que la institucionalidad que estamos defendiendo es aquella misma que antes fue estructurada por los gobiernos de la derecha tradicional para restringir el juego democrático, mediante una coexistencia política norma da para mantener las cosas como están, no para cambiarlas. Por lo tanto, la cuestión es salva guardar una institucionalidad que al propio tiempo es imperativo democratizar erradicando los arcaísmos y privilegios que benefician a los partidos y candidatos de la oligarquía, y que encarecen el juego político a favor de los grandes financiadores de campañas. A la vez, para ensancharle el campo a la participación popular. Defender la institucionalidad no tiene sentido si no es impulsando un nuevo proceso democratizador.

La segunda, que es preciso tener presente en nuestra vida política cotidiana, en el análisis del acontecer diario y en la producción teórica, que es un imperativo de la misión de las izquierdas y los sectores progresistas, desarrollar su capacidad de convertir la inconformidad e indignación sociales en conciencia y militancia organizada para derrotar a la contrarrevolución para transformar al país.

Y la tercera, que para materializar esta misión es indispensable una permanente formación y acumulación de fuerzas en los ámbitos del trabajo material, de la vida comunitaria y de las diversas expresiones de la convivencia humana. Que es indispensable compartir ideas, proyectos y expectativas que los distintos sectores progresistas puedan hacer suyos, puesto que solo al arraigar en masas organizadas las ideas se convierten en fuerza material.

Sin embargo, lo más importante es que estas tres cosas no son solo exigencias a las organizaciones que luchan en la oposición, sino sobre todo para las fuerzas progresistas que llegan al gobierno. Porque no solo se  trata de generar mayores fuerzas para desenmascarar y derrotar la contraofensiva reaccionaria, sino también para sacar de la modorra a los cuadros y funcionarios adocenados dentro de los gobiernos progresistas. Los partidos y movimientos progresistas que van al gobierno no deben hacerlo para servir como sus justificadores, sino para exigirle a sus integrantes cumplir sus deberes políticos y morales.

Tener mejores gobiernos progresistas no es el fin de esta historia, sino una oportunidad de completar condiciones que faltan para emprender la siguiente. Entre ellas, rejuvenecer y fortalecer nuestras capacidades para derrotar a la contrarrevolución en el campo de la cultura política, la confrontación ideológica y la comunicación persuasiva porque, como apuntó José Martí, “de pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento”.

Panamá, abril de 2016.

[1]. La Historia me absolverá, de 1953, donde se plantea el objetivo de lograr un régimen democrático progresista, sin mencionar al socialismo.

[2].En 1962, en la cual pasó de reafirmar al socialismo cubano a convocar a la diversidad de las fuerzas que podían emprender la revolución latinoamericana.

[3]. Obviamente, tales procesos han sido diferentes donde una fuerza de izquierda llegó a Palacio sin obtener mayoría parlamentaria, lo que mediatizó los alcances de su victoria (como Lula), o donde triunfó en ambos cotejos (como Chávez). Y tampoco es igual cuando previamente unas insurrecciones urbanas defenestraron al anterior gobierno complaciente con el neoliberalismo (Correa), que donde triunfó ganándole a la derecha unas elecciones reñidas (Rousseff), o cuando la izquierda triunfó pero su victoria le fue robada (Cárdenas).

[4].Como en Bolivia, Ecuador y Venezuela.

[5].Ver “Una coyuntura liberadora… ¿y después?” en Rebelión 23 de julio de 2009, “Una liberación por completar” en Alai del 17 de agosto de 2009 y, particularmente, “¿Quién es la “nueva” derecha?” en Alai del 14 de abril de 2010 y Rebelión del 15 de abril del mismo año.

 

*Imagen del autor tomada de http://www.cubaminrex.cu/

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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Ciencias sociales contribuyen al desarrollo nacional

Vicerrectora Alice Pérez

En el 40º aniversario del Instituto de Investigaciones Sociales destacó sus aportes al país

 

Eduardo Muñoz Sequeira,

Periodista, Oficina de Divulgación e Información

Ciencias sociales contribuyen al desarrollo nacional
Los aportes de las Ciencias Sociales son parte de las más prestigiosas revistas indexadas. Actualmente, esta área recibe el 18% de los fondos asignados a la investigación (montaje Denis Castro).

“Esta área está muy presente con sus aportes en el espacio académico nacional y en el contexto social, tanto en número de instancias vinculadas con la investigación, como en resultados de esa gestión”, dijo la Dra. Alice Pérez Sánchez durante el acto de conmemoración del 40º aniversario del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS-UCR), celebrado el pasado 24 de setiembre en el auditorio de la Ciudad de la Investigación.

La Dra. Pérez fue parte de las autoridades universitarias que se unieron a ese festejo, en el que reencontraron investigadores, estudiantes y gran cantidad de ex funcionarios del IIS. En su alocución, la Vicerrectora apuntó que las ciencias sociales, en todas sus vertientes, son agentes del cambio que experimenta el mundo en todos los campos, especialmente en el educativo.

Esta área la integran todas las escuelas, centros e institutos de disciplinas agrupadas en las facultades de Ciencias Sociales, Derecho, Economía y Educación, recordó. Éstas son las de mayor producción en cuanto a publicaciones, sus unidades reportan un total de 861 entre los años 2010 y 2014, en promedio 172 anuales. De ese registro, 316 conciernen a artículos en revistas indexadas, tales como Scopus, ISI, Redalyc, SciELO y Latindex. Del total, 141 corresponden a libros y 146 a capítulos en otros. De este universo, el IIS es el responsable de un 13% y de 7% anual en lo referente a proyectos, programas y actividades, con relación a toda el área.

En el quinquenio mencionado, las ciencias sociales reciben el 18% de los fondos asignados a la investigación, “el IIS, en promedio del quinquenio, ha recibido el 15% del presupuesto destinado a las Ciencias Sociales”.

Ciencias sociales contribuyen al desarrollo nacional2
El nuevo edificio del IIS-UCR ofrece condiciones adecuadas para el trabajo de los investigadores y becarios que se incorporan a sus programas de investigación – foto Laura Rodríguez Rodríguez.

Las unidades vinculadas al área de mayor trayectoria son el Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP-UCR), con 54 años desde su creación; el Instituto de Investigación en Ciencias Económicas (IICE-UCR), con 45 años y el IIS, que acaba de cumplir sus 40 años de labor.

Agente de cambio

En el periodo 2010-2014, una tercera parte de las unidades de investigación se relacionan con las Ciencias Sociales. De hecho, son las que muestran mayor crecimiento en el personal dedicado a la investigación económica, política, educativa, historia, estudios de la mujer, entre otros. Al inicio del lapso estaban inscritos 352 investigadores, y al final aumentó a 474. Este incremento se tradujo en mayor cantidad de proyectos, programas y actividades, pasando de 361 a 447, en el mismo periodo.

Ciencias sociales contribuyen al desarrollo nacional3
La investigación de la antropología botánica es una de las más novedosas líneas de trabajo del Laboratorio de Arqueología (foro Rafael León).

Entre los principales aportes temáticos están los educativos, antropología, sociología, psicología y el estudio de las migraciones. “Igualmente importante han sido el aumento de convenios de cooperación interinstitucionales, análisis de riesgo y elaboración de planes de contingencia fundamentales para el desarrollo del país”, acotó la vicerrectora Pérez.

Gran parte de las investigaciones se difunden en las 51 revistas del Portal de Revistas de la UCR, de las cuales 19 se dedican a las especializaciones de las Ciencias Sociales. Asimismo, ya existen 10 casos de gestión de innovación, tramitadas por Proinnova.

Además del área de Ciencias Sociales, la UCR ocupa el primer lugar entre las diez instituciones con más publicaciones científicas en América Central, entre los años 2004 y 2014, según la base de datos Scorpus, en total sumaron 2433 items. Otro estudio realizado este año por el Laboratorio de Cibermetría del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, basado en Google Scholar Citations, determinó que son 74 las científicas y científicos de la UCR que se encuentran en el escalafón de citaciones académicas, y destaca que de los primeros diez lugares nueve pertenecen a la UCR.

Actualmente, la Vicerrectoría de Investigación tiene inscritos 1.258 proyectos, cuenta con 33 centros y 13 institutos de investigación, 108 laboratorios, 15 fincas y estaciones experimentales y 4 unidades especiales de investigación.

 

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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Bio-medicalización: tecnociencia y mercado contra la salud

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Por nmurcia

El otro día reflexionábamos sobre la necesidad de re-conceptualizar la idea de “progreso médico”. La tesis es que es necesario exponer, explicar y hacer atractiva una idea alternativa para generar esquemas de desarrollo y de pensamiento, alrededor de la medicina y los sistemas de salud, distintos a los actuales.

Para empezar, criticando elementos que convencionalmente se han asociado a dicho concepto pero que han sido pervertidos por el sistema económico, el mercado y la propia cultura predominante: el desarrollo tecnológico, la prolongación de la vida, la atención centrada en el paciente, la eliminación del riesgo o, sin ser exhaustivos, la medicalización de la salud.

Se trataría de desentrañar lo que de ideología hay detrás de elementos aparentemente neutrales para poderlos -precisamente- politizar y, por consiguiente, debatir. Esta sería la única manera de romper el actual y destructivo consenso en lo esencial (y disenso en lo periférico) que existe en las propuestas políticas, de uno y otro color, sobre cómo organizar los sistemas sanitarios, que es casi equivalente a decir, sobre cómo “ponerles límite” (algo parecido pasa con la idea de crecimiento económico, aceptada, ampliamente como el único instrumento capaz de generar bienestar social y que solo ha sido impugnado desde la ecología política con conceptualizaciones tan provocativas y necesarias como el de-crecimiento).

En la entrada anterior reflexionábamos sobre una estrategia -demonizada por la izquierda y la derecha-, el racionamiento, que nos parece imprescindible rehabilitar.

En efecto, la izquierda, en su anticuada visión de la salud como producto exclusivo de la medicina y la innovación científica, ataca la idea de racionamiento porque implica no financiar algunos “avances” médicos o infraestructuras sanitarias y “eso es de derechas”. En sanidad, como la salud es un derecho, no valen límites.

A este respecto vale la pena destacar la interesante respuesta de Mercedes Pérez, en la más que intensa entrevista de Enrique Gavilán a ella y a Juan Gérvas, a propósito de su último libro, “La expropiación de la salud”: “El derecho a la salud en sí mismo es tan absurdo como el derecho a la inteligencia, la bondad, la felicidad o la belleza”.

Pero la derecha también ataca el racionamiento (el “serio”) porque implica poner límites al mercado mediante restricciones a la introducción de nuevas tecnologías o la construcción de nuevas infraestructuras sanitarias. No hay nada que guste tanto y genere tantos beneficios a la industria farmacéutica, tecnológica o de la construcción como una sanidad pública expansiva. Para la derecha, el racionamiento solo vale para algunas cosas, como los recursos humanos, la atención primaria o la salud pública. Para las nuevas tecnologías o la construcción de nuevos hospitales, ni hablar de racionamiento. Eso va contra el desarrollo económico (de algunos, claro).

Hoy profundizaremos, un poco, en otro concepto esquivo como es el de medicalización de la salud.

De la biomedicina a la medicalización

La medicalización es un concepto utilizado hoy en día casi exclusivamente en su acepción más negativa pero su significado original era ambiguo. Fue empleado en sociología por primera vez en los años 70 y se ha descrito como “definir un problema en términos médicos, como enfermedad o alteración, y/o la utilización de una intervención médica para tratarlo” (Peter Conrad).

Los historiadores establecen el inicio de la medicalización en los siglos XVIII y XIX cuando se comenzó a aplicar el conocimiento científico a la medicina. En estas primeras décadas de expansión del conocimiento médico -basado en la ciencia y no en la especulación como hasta entonces-, la medicalización de dolencias como el “dolor en el flanco” (apendicitis) o de la enfermedad sagrada “morbus sacer” (epilepsia) aportó evidentes ventajas al ser humano. Es decir, inicialmente, los aspectos positivos de la medicalización superaban ampliamente los negativos. Para algunos autores, esta primera fase se correspondería con lo que se ha llamado específicamente “biomedicina”.

En los años 70 comienzan a surgir las primeras voces críticas con el proceso medicalizador biomédico. La antipsiquiatría de Szasz aludía a como los psiquiatras se habían convertido en jueces que establecían lo que era o no un comportamiento “normal”. Illich hablaba del imperialismo médico, su excesiva influencia social y como la medicina se había transformado en la principal amenaza contra la salud. En sociología, se introduce el concepto de “medicalización” en los años 70 (Zola) para examinar la dinámica de expansión de la institución médica y estudiar los procesos de construcción de la autoridad profesional a través del diagnóstico médico, sustituyendo a antiguas formas de clasificar las “desviaciones” como la religiosa o la penal. El mismo Zola escribió: “la medicina se ha convertido en el nuevo repositorio de la verdad, el sitio donde son realizados los juicios finales y absolutos por parte de expertos supuestamente neutrales y objetivos. Y esos juicios son realizados en nombre de la salud“.

Estas dos primeras fases de medicalización, -la que hemos denominado biomedicina y la que viene definida por su expansión (que podríamos denominar, propiamente, medicalización)- se basaron, evidentemente, en el avance científico pero su principal agente, sin duda, era la profesión médica. Los médicos eran los mediadores y gestores principales en la selección, evaluación y aplicación del conocimiento biomédico a la clínica, por ello, los máximos responsables del fenómeno de medicalización de la vida y, lógicamente, los protagonistas de los dardos de la crítica desmedicalizadora de Szasz, Illich o Zola. En esta fase, que podría corresponder a las décadas existentes entre el final de la II Guerra Mundial y los años 80, los aspectos positivos de la medicalización siguen imponiéndose a los negativos, aunque éstos últimos son cada vez más evidentes.

De la medicalización a la bio-medicalización

Sin embargo, el proceso sufre un cambio dramático desde los años 90 y, sobre todo, en la primera década de este siglo gracias a la emergencia y protagonismo de nuevos instrumentos de medicalización como la industria farmacéutica y la tecnociencia. La importancia adquirida por estos nuevos y (más) poderosos vectores medicalizadores coincide con la pérdida de protagonismo de la profesión médica en el proceso. La medicalización habría entrado en una nueva dimensión y los médicos pasan a ser un engranaje más, un mero “target” de las campañas de marketing de la industria, junto con pacientes y ciudadanos. La industria farmacéutica y tecnológica introduce elementos propios de la sociedad de consumo y transforma la institución social de la medicina en el gigantesco mercado de la salud que es hoy en día.

Ahora es el mercado (farmacéuticas y multinacionales de la homeopatía y otras pócimas, industrias tecnológicas y de la alimentación, aseguradoras privadas, asociaciones científicas médicas) el principal promotor de la medicalización, el afán de lucro el principal objetivo, y la innovación, la investigación científica y la publicidad sus principales motores. Esta nueva fase, responde a dinámicas más complejas determinadas fundamentalmente por la capacidad de las nuevas tecnologías -como la genética, la bioinformática o la farmacología- para expandir el mercado de la salud y, por tanto, para definir lo que es o no objeto de la medicina, es decir, sustanciar el progreso médico. Este es el periodo que algunos autores denominan bio-medicalización y es también el momento en el que los aspectos negativos de la medicalización superan con mucho los positivos (aunque ambas tendencias, obviamente, siguen conviviendo).

No es casualidad que el momento de máxima expansión del proceso de medicalización coincida con el lamentable papel de actor secundario que ahora tienen los médicos en la asistencia sanitaria, poco más que agentes de ventas de medicamentos, servicios médicos o tecnologías (Gavilán lo llama el síndrome del cajero automático). Los médicos podrían ser la única esperanza de la sociedad en la enconada lucha entre el sistema económico y la salud, y el mercado lo sabe. Por eso es fundamental su neutralización, y por eso hay tantos recursos destinados -en el mejor de los casos- a garantizar su silencio y su docilidad y –en el peor- su colaboración.

Definitivamente, la perspectiva clínica -con sus problemas pero mucho menos dañina que la biomedicalizadora- ha sido sustituida por la hedonista, la estética/cosmética o la del bienestar; también por la molecular, la genética o la de la biometríca.

Con tantos datos y con tantos deseos ¿para qué queremos un juicio clínico?

Para que hayamos llegado a la fase de bio-medicalización han tenido que suceder cambios trascendentales en las esferas económica y política así como en los sistemas de generación (tecnociencia) y evaluación del conocimiento biomédico (es muy interesante a este respecto la descripción que se hace de las reformas (neo)liberales de las agencias reguladoras de medicamentos y tecnologías, como la FDA o la EMA, a favor de los intereses de la industria, desde los años 80, en la muy recomendable monografía “Unhealthy Phramaceutical Regulation” de Davies y Abraham).

La que Echevarría llama revolución tecnocientífica, uno de los impulsores de la bio-medicalización, ha instaurado una modificación radical de los objetivos de la ciencia, de los modos de organización de la investigación y de los criterios de valoración de sus resultados, introduciendo la empresarialización, la competencia, el marketing y la informatización de la actividad científica biomédica como factores determinantes.

Las nuevas subjetividades médicas

La conjunción de mercado y tecnociencia ha expandido las áreas susceptibles de ser medicalizadas -a través de tecnologías como la biología molecular, la biotecnología, la genómica, el big-data o los trasplantes- y ha hecho posible no solo el control sino la transformación del ser humano, por primera vez, “desde dentro hacia fuera”.

Las soluciones biomedicalizadoras ya no tienen como primera finalidad luchar contra las enfermedades sino procurar la salud mediante la optimización del bienestar y la mejora de las capacidades humanas, lo que Callahan llama “la medicina del perfeccionamiento”:

“El sueño del progreso médico no tiene ningún objetivo final lógico ni ninguna limitación intrínseca… La ausencia de cualquier meta definida es precisamente el combustible que alimenta toda la empresa” (Callahan, 1998, pag 52).

Esta otra cita también es esclarecedora:

“El sueño del progreso en medicina tiene dos objetivos que podríamos llamar tradicional y utópico. El objetivo tradicional ha consistido en curar o aliviar condiciones físicas o psicológicas que causaran muerte, dolor, sufrimiento o pérdida de alguna característica del funcionamiento humano. Lo “normal” era el objetivo en la búsqueda de la salud. El objetivo utópico es el uso del conocimiento médico para satisfacer el deseo de las personas de trascender los problemas físicos y psicológicos que dificultan el camino en la búsqueda de objetivos distintos a la mejora de la salud. El fin es conseguir una salud óptima para lo que no es suficiente el adecuado funcionamiento del organismo sino que se persigue un impulso añadido que procure otras metas más allá” (Callahan, pag 51-52).

Por ejemplo, los biomarcadores moleculares están creando nuevas subjetividades médicas al determinar nuevas categorías de personas en riesgo (por ej. pre-alzheimer), nuevas formas de monitorización del riesgo (test genéticos) e imponer nuevos comportamientos ante el riesgo (mastectomía u ooforectomía profilácticas). La psicofarmacología cada vez más persigue objetivos cercanos a la cosmética emocional.

En el interesante primer capítulo de la monografía “Reimagining (bio)medicalization, pharmaceuticals and genetics” titulado ” “Moving Sideways and Forging Ahead: Reimagining “-Izations” in the Twuenty-First Century“, que nos ha servido de inspiración para esta entrada, Susan Bell y Anne Figert describen otro ejemplo: el primer medicamento “raza específico” aprobado por la FDA, el BiDil (isosorbida e hidralazina en una combinación de dosis fija).

La investigación científica que conduce a la aprobación de BiDil se realizó por razones comerciales solo en la población afroamericana, por lo que la eficacia del fármaco en otras razas es desconocido. En un más que lúcido comentario en el Annals of Family Medicine, Brody y Hunt apuntan el peligro existente de que los médicos abonen, con la utilización de este medicamento, las teorías que defienden que las diferencias raciales son genéticas, por tanto, objetivas y no (socialmente) construidas.

La bio-medicalización de la raza es una despolitización de las desigualdades raciales:

“¿En qué medida la identificación de un rasgo genético específico que se correlacione con la respuesta terapéutica positiva conseguirá expandir el mercado?… Los médicos de familia deberían ser muy precavidos antes de ofrecer apoyo a esta manera de hacer “avanzar” el conocimiento médico”.

Bio-medicalización y neoliberalismo

Esto nos lleva al último punto de esta reflexión. Como hemos señalado, los médicos han sido, hasta ahora, los principalmente aludidos por los críticos de la medicalización. Movimientos como el llamado empoderamiento del enfermo, la antipsiquiatría, la atención primaria y comunitaria, las teorías de los determinantes sociales de la salud, la prevención cuaternaria o el desarrollo del consentimiento informado han sido reacciones defensivas (políticas, profesionales, sociales y éticas) contra el poder del médico y la expansión de la medicina individualística que iba de su brazo.

Segura y Repullo lo explican bien cuando señalan el conflicto histórico latente que siempre ha existido entre una perspectiva clínica centrada en el beneficio individual y otra más holística que percibió las “limitaciones de la clínica frente a las dimensiones sociales de los problemas de salud” y proponía priorizar acciones de índole política y comunitaria sobre los enfoques más individualistas.

Sin embargo, tras Alma Ata -el último intento serio de reforma política de los sistemas sanitarios-, continúan, “el cambio político neoliberal de los años 80 hace emerger, para quedarse, la centralidad política y económica del individuo”

El movimiento crítico hasta ahora desplegado, evidentemente, no ha sido capaz de detener el proceso biomedicalizador que -a diferencia del anterior, derivado de la expansión de la biomedicina, que iba de la mano de una profesión todavía comprometida socialmente- proviene de una superestructura política, económica y cultural que denominamos neoliberalismo, cuyo principal elemento de transformación es el mercado.

Ya no es el poder médico el que expropia la salud (en esto no estamos de acuerdo con Gérvas y Pérez) sino el sistema económico de la mano de la innovación tecnológica y la tecnociencia. Ya no valen las estrategias de (auto) defensa, por tanto, “dominio dependientes” (tradicionalmente procedentes de la propia medicina y/o alrededores, como la bioética) sino que son necesarios movimientos mucho más amplios que impliquen a toda la sociedad.

En realidad, como reclamaba Berwick recientemente en un Editorial del JAMA (ya comentado), denunciando la confiscación de la riqueza de las naciones por los sistemas sanitarios, hace falta una auténtica revolución ciudadana: “El cambio requerirá la voluntad política colectiva de los afectados por la confiscación: los trabajadores que quieren proteger a sus familias, los emprendedores que quieren sobrevivir en una economía competitiva, los ciudadanos informados que quieren salud y no solo procedimientos y los profesionales que desean un trabajo que añada significado a sus vidas“.

El verdadero enemigo de la salud no es la enfermedad sino el sistema económico.

 

Abel Novoa

 

Enviado a SURCOS Digital por Rafaela Sierra.

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Foro UNA: Neoliberalismo y Guerra en América Latina

La Asociación de Estudiantes de Filosofía de la Universidad Nacional invita al foro “Neoliberalismo y Guerra en América Latina”, a realizarse el próximo 27 de Mayo en el Auditorio de Filosofía y Letras de la UNA a las 5:00 p.m.

Se contará con la participación del experto en geopolítica Bryan González y con el experto en filosofía política Esteban Paniagua.

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Información enviada a SURCOS Digital por Asociación Estudiantes Filosofía UNA.

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Notas Reflexivas Sobre Hechos de la Semana

Marlin Ávila

 

Es inaudito ver como el sistema neoliberal imperante en este mercado globalizado produce tanto sufrimiento humano. Hay un barco a la deriva desde hace dos meses en los mares del Sur Este Asiático con 300 personas migrantes a bordo, sin tripulantes que lo dirijan, sin país que los quiera recibir; sin alimentación, medicamentos ni nada más que sus vidas en estado deprimente. Mujeres, niños y hombres gritan desesperados para que alguien del mundo que hemos creado les salve de morir en cualquier momento. Las Naciones Unidas siguen mostrando sus debilidades para resolver las innumerables crisis que ha producido el sistema que ella misma ayudó a construir.

El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, se reunió el 12 de mayo con el canciller de los Estados Unidos de Norte América John Kerry, en la ciudad rusa de Sochi, dos potencias en conflicto de intereses mundiales y con un congelamiento en sus relaciones desde iniciado el conflicto en Ucrania. Desarrollaron una amplia agenda con los puntos más relevantes y controversiales entre ambas potencias. En mucho de lo puntos se vislumbran procesos de mayor acercamiento pero otros se mantienen en el congelador. El haberse discutido esos asuntos directamente es una esperanza de paz para la humanidad.

Nepal ha seguido siendo sacudida por los sismos. El estado de pobreza y ausencia institucional de medidas preventivas ha causado grandes daños humanos y materiales. Nepal, además es importante por estar fronteriza a China Continental donde hay intereses de influencia del mundo occidental.

Tanto la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, como la de Chile, Michelle Bachelet, han tomado medidas radicales para detener la caída de confianza anotada en las encuestas de los meses anteriores. Las fuertes medidas contra la corrupción y el establecimiento de normas de probidad marcan una esperanza al pueblo que mantienen el dedo en la llaga hasta no ver los resultados de las mismas. Aun cuando en Chile sigue la movilización de la ciudadanía por una educación de calidad y gratuita, los organismos correspondientes están tomando las medidas contra los grupos de funcionarios y empresarios que han cometido fuertes desfalcos en el financiamiento de campañas políticas y otros hechos.

En Guatemala se siguen aumentando las manifestaciones de diferentes sectores sociales exigiendo que se llegue a fondo con las medidas a los altos funcionarios involucrados en la corrupción, lo que incluye al mismo presidente de la república.

En Honduras las ventas de plazas para maestros son de vieja data, aunque aparecen como novedad en los ocho casos encontrados en Choluteca esta semana. La corrupción de la cual se ha inculpado a los dirigentes de los colegios magisteriales no pudo ocurrir sin la complicidad de los mismos funcionarios de la Secretaría de Educación. Hubo casos en que el mismo Secretario de Educación de aquel entonces toleró y se benefició de los latrocinios efectuados dentro del sistema. En el sistema educativo hace falta mucho más por hacer. En lugar de estimular la privatización como solución de todos los males y reprimir a estudiantes por verter sus propias opiniones, deberían de sanear desde adentro el sistema administrativo, realizar reformas estructurales de impacto hacia la calidad educativa, de manera que produzcamos generaciones de actores creativos e innovadores de una mejor sociedad productora de felicidad y paz.

Esta semana ha existido mucho movimiento social por la denuncia que hace dos viernes publicara el periodista David Romero, quien a menos de seis días después le han amenazado a muerte por la denuncia. Parte de casi dos mil documentos en poder del periodista, hacen ver que más de L.2 mil millones de lempiras de los siete mil millones extraídos fraudulentamente del Instituto Hondureño del Seguro Social (IHSS) previo a las elecciones de noviembre de 2013, fueron a parar al Partido Nacional, utilizando como puente a empresas que negociaron con el IHSS. Desde luego, el PN inmediatamente comenzó argumentando que eso era una conspiración política de la oposición, sin dar respuesta directa a los datos vertidos por el periodista David Romero. En un segundo comunicado del PN se trata de desvirtuar y desmentir la información, añadiéndose una amenaza jurídica a quienes sigan con las acusaciones. Lo cierto es que es el Ministerio Público el llamado a responder a todo el proceso de corrupción que se viene estudiando por esta instancia del Estado desde hace poco más de un año. Hasta la semana anterior solamente habían salido a luz pública algunos autores administrativos del gran desfalco a los capitales del IHSS, generados por la clase trabajadora y el empresariado. El periodista David Romero destapó lo que había sido un reclamo popular como son los supuestos autores intelectuales y principales beneficiarios del desfalco. Lo que está por verse es si se logra probar la inocencia o culpabilidad de quienes aparecen como autores intelectuales. Hay muchas dudas al respecto, dado que se asegura que estos mismos autores controlan al Ministerio Público y que todo está estructurado a manera de no podérseles probar nada. Las preguntas que habría que hacer 1) ¿Será posible, en un país tan pobre, realizar un desfalco a una institución del Estado de más de USA $300 millones sin que la cúpula del poder se entere? 2) Y si se entera ¿habrá que compartir el botín? 3) y si no se puede cubrir públicamente el desfalco, ¿Quiénes deberían ser los inculpados sin tocar la cúpula del poder?

El Partido Nacional en el poder, acusado por muchos analistas de haberlo logrado de manera fraudulenta, se consolidó en este poder político nacional muy rápidamente, al grado de controlar los tres poderes del Estado y los entes contralores del Estado. La oposición en el Parlamento, por sus constantes errores, contribuyó a que esto sucediera, perdiéndose la oportunidad histórica de construir un poder multipartidista democrático y republicano. Así que hasta la semana previa a la recién concluida, la oposición estaba en un proceso de dispersión sin precedentes, mientras que el PN se mostraba robusto, dinámico y creíble a los ojos de la comunidad internacional. Esta semana y las próximas no es muy seguro que esa y apreciaciones continúen siendo así. Es posible que haya víctimas mortales en esta lucha, dados los altos grados de inseguridad e impunidad que se siguen viviendo. Los que tienen el monopolio de la fuerza serían los que tienen que decir si estos altos riesgos son evitables. Ojalá se tenga la madurez de enfrentar estas crisis sin tener que dañar más a esta dolorida y moribunda Honduras.

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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Figueres Olsen y Arias Sánchez peleando la herencia de un moribundo

Humberto Vargas Carbonell

Humberto Vargas Carbonell
Humberto Vargas Carbonell*

 

La elección de Figueres a la presidencia del PLN es una evidente prueba de la decadencia moral y política de ese partido.

La disputa se dio entre Figueres Olsen y Antonio Pacheco, pero esto no era más que la apariencia, puesto que este último es de tal manera apegado a los Arias que, podemos concluir, la lucha se dio entre el ganador y los hermanos Arias.

Como quedó demostrado es el primer encontronazo entre Óscar Arias y José María Figueres, puesto que ambos aspiran a ser candidatos a la Presidencia en las elecciones del 2018.

Así es que nada nuevo, todo viejo y podrido. Es el neoliberalismo contra el neoliberalismo y si es así lo único que se puede esperar de estos personajes es entreguismo y pobreza. No cabe esperar nada más, si es cierto, como lo es, que a las personas se les conoce por sus actos.

Hay momentos en que es posible aliviar las cargas y hasta deshacerse de ellas, pero las pesadas cargas sobre estos personales ni se alivianan ni se dejan.

Nada más que refrescar la memoria: el PAE I (Convenio con el Fondo Monetario) se firmó durante el Gobierno de Luis Alberto Monge, el segundo, la puso en vigencia Oscar Arias y el tercero, José María Figueres. Cuándo éste último era candidato ofreció un “PAE a la tica” y no pocos, por ingenuidad, mordieron el anzuelo, aunque como era de esperar nos recetó un PAE a la gringa.

Los tres Programas de Ajuste Estructural (PAE) impusieron el modelo neoliberal que luego fue coronado, en el segundo gobierno de los Arias, con la aprobación del TLC.

La lucha de la derecha y de su gobierno, presidido por Óscar Arias, fue el mayor engaño y el más violentamente fraudulento de los procesos electorales de los últimos años. Óscar Arias ofreció autos de lujo a los que andaban en una motocicleta, con el mayor desparpajo utilizó las armas de la demagogia más indecente. La aprobación del TLC es el más nefasto de los hechos políticos y la mayor traición contra la patria, obra del PLN.

Figueres cerró los ferrocarriles e hizo quebrar el Banco Anglo.

Recibió una “inexplicable” donación del monopolio francés Alcatel. Nada menos que 2.7 millones de dólares que traducidos a colones de hoy serían cerca 4 mil millones de colones.

Huyendo de un posible juicio Figueres Olsen se fue a Europa, en espera de que prescribiera la acción penal y regresó con el beneplácito del Ministerio Público y con muchas ganas de volver a la Presidencia y engrosar su ya abultado patrimonio.

La demagogia en Óscar Arias es una condición de vida, su sello personal. Ha escalado posiciones pisando los escalones del engaño y la mentira. Sus estorbos son las instituciones del Estado, mientras viva no estará tranquilo mientras no vea destruidos al ICE, a la Caja, al Consejo Nacional de Producción, a la Fábrica Nacional de Licores, a los bancos nacionalizados, al INS y a todas las instituciones del Estado.

Mejor si se entregan a monopolios extranjeros. Esa su consigna.

Figueres ofició de monaguillo en una de los grandes catedrales del capitalismo más brutal, Davos. El gran capital tiene dos centros de reunión: uno secreto, Bilderberg y otro abierto, Davos. En el fondo son lo mismo: de ahí salen las estrategias del gran capital imperialista.

Figueres y Arias posiblemente se pelearan duramente, las ambiciones les dará fortaleza, aunque comparten un cordón umbilical que los conecta con los intereses de los monopolios imperialistas. Son siameses unidos por el ombligo.

Ya comenzaron la campaña. Arias atacando a Venezuela y a todos los movimientos progresistas del mundo. Y Figueres con un planteamiento muy divertido e idiota. Dice de sí mismo que es de izquierda en lo social y de derecha en lo económico. Esto significa que se propone ser un repartidor de limosnas que humillan y no resuelven ningún problema.No hay compatibilidad alguna entre hacer más ricos a los ricos y sacar a los pobres de la pobreza. Cuando se miente de esta manera recuerdo el decir popular: es el diablo repartiendo escapularios.

A cuál de estos santos le rezarán los liberacionistas, no lo sabemos, aunque presumimos que se irán todos al infierno. Solo el pueblo sencillo se salvará

Si el pueblo no come cuentos, como lo esperamos, el PLN está moribundo, en un coma profundo.

 

*Imagen tomada de http://colpejibaye.blogspot.com/2013_10_01_archive.html

 

Enviado a SURCOS Digital por Carlos Meneses.

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