PorBernardo Archer Moore Cahuita, 26 de junio de 2025
El éxito o el fracaso de una nación, un pueblo o una familia depende, muchas veces, de la capacidad de sus líderes para reconocer los legados heredados — y actuar con decisión cuando se presentan esas escasas y valiosas ventanas de oportunidad.
Pero cuando el síndrome de “Hombre o Mujer GRANDE “ nos conduce a darlo por sentado, y así olvidar los sacrificios y luchas de quienes nos antecedieron; las oportunidades pierden su sentido y dejamos la puerta abierta: Al abuso, la injusticia e irrespeto de la dignidad de nuestros pueblos.
Y, finalmente cuando llega la cosecha de nuestra negligencia individual y colectiva, caemos en la misma trampa de siempre: Buscar culpables en todas partes (extranjeros, oligarcas nacionales, empresarios o políticos locales corruptos)en todos, menos en nosotros mismos.
A propósito de todo esto: ¿Qué lugar ocupamos los Afro descendientes en C.R.?
“Primeros en la fila del castigo, y últimos cuando reparten el dinero.Un país donde el apellido pesa más que el oro, y el color dicta la medida del respeto”.
“Un país donde el linaje abre puertas que el mérito ni siquiera toca”.
“Quien no entienda esta verdad amarga, no es libre ni rebelde: Solo se miente a sí mismo, con la venda bien atada al alma.”
Hoy, la región Caribe de Costa Rica —incluido mi propio pueblo, Cahuita, Talamanca— atraviesa uno de esos momentos escasos y reales de oportunidad: La posibilidad de recuperar el derecho legítimo a la propiedad privada en zonas costeras, tanto de lo que se encuentra en la superficie de la tierra como en el subsuelo; incluyendo los restos de nuestros antepasados, enterrados con confianza y luego confiscados y profanados por el irrespeto e indiferencia del estado – (nuestro primer cementerio ancestral en Punta CAHUITA).
Si no reaccionamos ahora, esta oportunidad desaparecerá — como tantas otras que dejamos perder en el pasado: El control sobre los ferrocarriles y Puertos Caribeños, dónde los ingresos de ambas actividades económicas, por ley, estaban destinados para el desarrollo socio-económico de la región; los cuales alimentaban nuestras economías locales, y las instituciones que construimos pero no defendimos.
Y ahora que la puerta de la migración hacia Estados Unidos está cerrada (excepto para unos pocos acusados de supuesto narcotráfico internacional), y que la capital de nuestra propia nación se ha vuelto hostil — plagada de crimen, desempleo y la continuidad de un racismo histórico hacia los afrocaribeños — ¿qué nos queda como comunidades sino levantarnos y defender lo que legítimamente nos pertenece?
Mi pregunta es simple y directa:
¿Vas a quedarte de brazos cruzados viendo cómo se esfuma esta oportunidad, como tantas otras?
¿O estás listo para levantarte — como pueblo, como comunidad — y reclamar lo que por derecho nos corresponde?
Como comunidad, tenemos la responsabilidad moral de defender las tierras que aún poseemos, sino también la legitimidad de lo que nuestros antepasados vendieron para poner alimento sobre nuestras mesas, guiados por el profundo principio cultural de “no morder la mano que nos dio de comer«, cuando el Estado nos abandonó por completo.
Durante la primera mitad del siglo pasado (1900 – 1950), sin ningún apoyo gubernamental, los habitantes del Caribe, principalmente de ascendencia africana, lograron ascender de la pobreza extrema a la riqueza; esto como resultado del trabajo duro, la disciplina, la unidad y una firme determinación de triunfar siendo autosuficientes en todo el sentido de la palabra.
Alcanzar tales niveles de éxito en un país extranjero no fue una tarea fácil, que podría describirse como pasar literalmente de harapos a la riqueza u solvencia financiera.
Es de resaltar, que durante un período político tumultuoso (1916 – 1924) que abarcó desde la dictadura de Tinoco hasta la transición al mandato del presidente Acosta García (1920 – 1924) se logró llevar a cabo la reubicación forzada del pueblo de Cahuita Point a Cahuita Bluff y la implementación de la Ley 35 de 1915.
Por cierto, las familias León, Harriet, Maduro Lindo, Tabash, Palmer, Plummer, Escocia, Castillo, De la Peña y Berrocal fueron algunas de las primeras diez familias en formalizar sus escrituras en el nuevo poblado de Cahuita Bluff.
Esto último, por sí solo, puso esas tierras fuera del alcance del patrimonio del Estado (ZMT), hoy día bajo administración municipal – indistintamente de quiénes sean sus actuales ocupantes. (Artículos 6 y 8 de la Ley 6043 de 1977). Cualquier discrepancia que existiera entre el dueño registral y poseedor actual, es arena de otro costal.
Aunado a lo anterior, es importante tener presente que la participación de los obreros afrodescendientes en huelgas bananeras de la década de 1920 marcó un hito en la historia de la República, al lograr reducir la jornada laboral a 8 horas. Igualmente fue fundamental para el éxito de la gran huelga bananera de 1934, liderada por «Calufa Fallas» con respaldo del Partido Comunista, lo cual marcó un punto de inflexión.
Por su parte, La United Fruit Company no demoró en mostrar su enfado, al obtener un contrato con el Estado para establecer nuevas plantaciones en el litoral Pacífico, cerrando las del Caribe y con acuerdo entre partes de “no emplear negros del atlantico en las nuevas fincas del pacifico, lo que generó una emigración masiva de la población afrodescendiente a Panamá en busca de trabajo.
Esa draconiana legislación contractual se dio lugar bajo la Tercera Administración Presidencial del Abogado Ricardo Jiménez Oreamuno (1910 – 1914; 1924 – 1928; 1932 – 1936).
La misma familia Jiménez que formó parte del Consorcio Empresarial que había solicitado la frustrada concesión de toda la Franja Costera del Caribe Sur en 1908 (3,000 ha. desde la desembocadura del río Estrella hasta la desembocadura del río Sixaola).
Paralelo a estos acontecimientos, el gobierno de la República aprobó la Ley número 166 de 1935 para establecer un poblado (ciudad) en la playa de Old Harbour, supuestamente, para la población negra desempleada en razón de la prohibición de trabajar en las nuevas plantaciones de banano en el Pacífico; lo cual perturbó la economía de las comunidades negras, provocando la susodicha migración masiva.
A lo largo de las cuatro décadas comprendidas entre 1974 y 2014, enfrentamos una serie de adversidades significativas, entre las cuales destacan las siguientes:
En la década de 1970, la llegada del hongo monilia devastó las plantaciones de cacao.
Además, se llevó a cabo la reubicación de las Aduanas Centrales de Limón a San José, lo que se consideró como una «reubicación de funciones» que perjudicó tanto a esta dependencia como a la fuente de empleo local.
Posteriormente, se procedió con la reestructuración y traslado de las oficinas principales de RECOPE de Limón a San José. También se cerró por completo la administración y operación ferroviaria.
Para empeorar las cosas, en 2012 se firmó el Contrato de Concesión de APM, lo que resultó en el cierre parcial de Japdeva, afectando aún más la economía de la región.
Además, se implementaron leyes que favorecen la actividad precaria y la apropiación gubernamental de tierras (ITCO/IDA/INDER), así como la Ley sobre Zona Marítima Terrestre 6043 de 1977. Más recientemente, se publicó el Manual del ICT para la Elaboración de Planes Reguladores Costeros de 2013, en complemento a la Ley número 9242 de 2014 que obliga a las municipalidades a elaborar y poner en vigencia un Plan Regulador Costero.
Estas acciones han dejado a nuestras comunidades costeras en una situación precaria una vez más, sin tierras agrícolas y costeras, completamente devastadas.
Ignorar estas sombrías realidades históricas al formular políticas de desarrollo para las comunidades tribales de la región del Caribe sería exponer a las generaciones futuras a sufrir injusticias similares a las de sus antepasados.
Juego de mesa creado por la UCR para estudiantes se presentó en la Región Caribe
El pasado 26 de junio en el Recinto de Guápiles de la Universidad de Costa Rica, se presentó e hizo la entrega oficial del juego de mesa Iyoke. Este juego fue creado comoun recursogamificado, es decir con modelos, dinámicas, mecánicas y elementos propios de los juegos, con el propósito de transmitir un mensaje o unos contenidos o de cambiar un comportamiento, a través de una experiencia lúdica que propicie la motivación,para la enseñanza en temas de educación ambiental en niños y jóvenes estudiantesde la región Huetar Caribe.
IYOKE está diseñado para repensar las actividades cotidianas del día a día, con lo que se pretende generar en estas poblaciones conscienciasobrela importancia que tiene lograr un equilibrioen la convivenciaentre la naturaleza y los seres humanos.
El juegoIYOKEfue creado por la Dra. Vanessa Fonseca González, catedrática de la Escuela Ciencias de Comunicación Colectivade la UCR, quien hace unos años finalizó un proyecto de investigación sobre educación ambiental, cuya última etapa buscaba originar un producto perdurable como lo es un juego de mesa, el cual no necesita actores en vivo, recursos tecnológicos o inclusive electricidad para poder ser utilizado.
Es allí donde nace IYOKE, un juego de mesa con nombre proveniente de la unión de palabras de origen Bribrí cuya traducción más próxima sería Tierra limpia.El juegopropicia la recuperacióndela figura delDueño delMonte, un personaje que cuida el bosque y debe otorgar su permiso para tomar algo del mismo. El bosque es representado como un laberinto con escenarios de la fauna y flora de la Región Caribe, la cual reviste una muy variada diversidad.
Este juego de mesa educativo e innovador busca desarrollar la conciencia ambiental por medio de un laberinto donde convergen diferentes ambientes naturales en presencia de la temática de las cuatro R’s: reducir, reciclar, reutilizar y responsabilizarse.
El desarrollo de IYOKE y de su estrategia de distribución y aplicación es un trabajo que se enmarca dentro de los esfuerzos de la Universidad de Costa Rica para promover la innovación social.
Desde la Unidad de Gestión y Transferencia del Conocimiento para a Innovación (Proinnova-UCR) se apoya este proyecto que destaca por su carácter innovador a nivel regional y se constituye como un recurso gamificado en educación ambiental.
La innovación social está centrada en las personas e involucra a la ciudadanía. En este caso el juego llegará a la provincia de Limón, en un esfuerzo conjunto con el Recinto de Guápiles de la UCR y un proyecto de Trabajo Comunal Universitario (TCU).
Del papel al juego
Al haber terminado toda la parte de investigación y diseño del juego, así como las dos fases anteriores, las cuales involucraron portales en Internet sobre ambiente y marionetas animatrónicas, la Dra. Fonseca se vinculó con PROINNOVA-UCR para lograr que el proyecto saliera del papel, fuera perdurableynorequirieratantos recursos.
El juego de mesa Iyoke es una invención de la docente e investigadora de Ciencias de la Comunicación la Dra. Vanessa Fonseca, en la fotografía.
Así, esta oficina de gestión de la innovación fue el aliado perfecto, debido a su vasta experiencia en la ejecución, así como en el acompañamiento de proyectos, fungiendo como un intermediario para crear alianzas claves, la búsqueda de actores y los recursos para poder llevarlo a cabo.
Los dos aliados estratégicos reconocieron la necesidad de crear un insumo (el juego IYOKE) fácil de manipular y con gran interactividad para quienes lo utilicen. Tras una serie de prototipos y pruebas, se elaboró un juego de mesa capaz de enseñar a niños y jóvenes sobre la importancia de preservar el ambiente y dar el correcto procesamiento a los residuos del hogar y lugar de estudio, representado a través de un laberinto con varios escenarios.
Una vez finalizado el proceso de diseño, era necesario encontrar ese aliado clave para la obtención de financiamiento y promoción de la herramienta, proceso a cargo de Cynthia Céspedes, gestora de innovación de PROINNOVA-UCR y quien durante muchos años ha realizado estudios relacionados con el área ambiental y la mitigación del impacto que tiene la población.
Debido a queIYOKEfue pensado desdeuninicio para laRegiónCaribe se hizo el vínculo con el TC-663 del Recinto de Guápiles, “Acompañamiento y fortalecimiento a las instituciones públicas, organizaciones comunales y comunidades frente a los retos socio-ambientales en el Cantón de Pococí” para un seguimiento y evaluación de los resultados.
El juego se repartió a una selección de treinta centros educativos, que van desde el Cantón de Pococí hasta Siquirres.
Desde la oficina de PROINNOVA se buscó alianzas público-privadoy se encontróel ProgramaConcursable de Responsabilidad SocialdeCoopeAnde.IYOKEparticipóy obtuvoel primer lugar, esto gracias a que se logró demostrar el potencial e importancia de este juego, siendo este único en el país.
Los señores, Roberto Cascante y Giancarlo Arroyo, de CoopeAnde destacaron que el juego por su metodología ayuda a romper paradigmas, crea impacto en las comunidades y transmite conocimiento, siendo esto parte delosprincipios delcooperativismo.
El juego y los estudiantes
Con el juego listo y todo el apoyo del financiamiento, se hizo un proceso de selección de treinta centros educativos, que van desde elCantón de Pococí hasta Siquirres. A estos centros educativos se les dará una serie de juegos para que sus estudiantes pueden aprender durante los45 minutosque lleva jugarlocon 5 jugadores simultáneos.
Además, parte del proceso es evaluar los impactos que tieneIYOKEen los estudiantesantes y después dejugarlo. Estos impactos serán plasmados en evaluaciones posteriores que van desde el grado de aceptación, hasta el aprendizaje de los estudiantes por medio de esta herramienta.
Iyoke demuestra que sí se puede innovar, investigar y crear vínculos entre diversos actores, al mismo tiempo involucrar a las comunidades, instituciones públicas y empresas privadas, alcanzando resultados tangibles con productos que generan impacto y consciencia desde lo ambiental hasta lo intrapersonal; reflexionando de manera gamificada todas las acciones que como seres humanos realizamos y así generar un impacto positivo en nuestra sociedad.
María Encarnación Peña Bonilla
Periodista Oficina de Divulgación e Información.
Arelys Oreamuno Meza
Estudiante de Dirección de empresas Universidad de Costa Rica, Recinto de Guápiles