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Lo coloquial de un cumpleaños

Por Carlos Meneses Reyes

Primo Carlos PR. Nuestra conversación telefónica, dos días antes de tu cumpleaños, hizo que olvidara tan importante fecha para llamarte. Transitas por la ruta de la década de los 70 años. En ella se olvidan «dónde están las p(sic) llaves», teniéndolas al frente de los ojos, sin verlas. Buscando las gafas… y están puestas en la cabeza.

A nuestra edad, se agudizan los elementos de comprensión y el buen juicio diario. Como lector experimentamos el «esto ya lo sabía» o «ya lo comprendía y/o conocía».

Aún no he visto la película sobre los «Cien Años de Soledad». Gabo decía que ese tema no era apto para el cine. Él fue un maestro de la enseñanza del cine en la Academia Cinematográfica de Cuba. Difícil resulta plasmar el realismo mágico en cinta.

Hay pasajes imposibles como registrar el ambiente del relato que… ese día una línea de sangre recorrió el pueblo y llegó hasta donde Fermina Daza o la Iguarán, la tocó, estremeciéndola en su cuerpo con graves premoniciones

No podrá el cine plasmar el momento de la ascensión de Remedios, la bella. Tampoco el «clap – clap» de los huesos de los antepasados, en la mochila de la niña, chupándose el dedo ni el efecto de lo experimentado, por ella…al narrarlo.

¿Cómo ilustrar, en el cine, las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia, que en el imaginario fantasioso del lector, puede ser el aroma de los perfumes; o el olor de las flores; o la fragancia del ambiente, al él pasar?

No podrán los efectos visuales cinematográficos superar el realismo mágico en la mente del lector, cualquiera sea su edad. Por ello, la recomendación, luego de ver la película, es volver a leer la novela, del genial Gabriel García Márquez.

Recibe este relato como regalo de cumpleaños.
15-12-2024.

Festival SOMOS: Democracia, Paz y Libertad

Fecha: domingo 15 de diciembre de 2024

El Festival SOMOS, reprogramado tras las emergencias climáticas que afectaron al país, se llevará a cabo el 15 de diciembre como un espacio para conmemorar la democracia, la paz y la libertad en Costa Rica. Este evento será una oportunidad para celebrar la resiliencia y unidad nacional en un ambiente lleno de actividades culturales, recreativas y musicales. A continuación, el cronograma del día:

Apertura
-10:00 AM: Mercadito Socio Productivo y Presentación de la Banda de la Escuela Buenaventura Corrales

Talleres
-10:30 AM: Taller Cardio Dance

11:00 AM: Taller de Yoga
11:00 AM: Taller de Teatro Infantil

Conciertos
-13:00 h: Melena “Cuenta la Marimba”

13:30 horas: Son de Tikizia
15:00 h: Acto Protocolario y Pasacalles Comunales
16:30 horas: Malpaís
6:20 PM: Carly Lo / Show de Fuego
19:00 horas: Maldito Delorean
20:30: Los Hicsos

Este festival está organizado con el apoyo de la Mesa Nacional de Diálogo Social y Productivo, el Consejo Nacional de Rectores (CONARE), la Asamblea de Trabajadores y Trabajadoras del Banco Popular y Desarrollo Comunal, y el Grupo Pro Costa Rica.

Poema, Debates por el Futuro y la Esperanza: El niño que nació en el sur

En el espacio Debates por el Futuro y la Esperanza, en Facebook, se compartió el poema El niño que nació en el sur, escrito por José Luis Amador y declamado por Gilda Benavides.

Este poema está escrito en homenaje a la infancia del sur de Costa Rica en su diversidad étnica y cultural.

“El niño nació en el Sur.

Dicen que San José le hizo

una máscara de balsa,

una carretica de bueyes,

un acordeón chiquitito

y cientos de esferas de piedra,

perfectas como planetas

que adornan del Sur el piso.

Y puso la más linda a brillar

en el puro centro del cielo:

cascabel, estrella y zafiro,

la esfera-estrella del Niño.”

Le invitamos a ver la bella declamación de este poema mediante este enlace: https://www.facebook.com/share/p/14SbmmrqVe/

A propósito de la cultura peruana

Por Marlin Oscar Ávila

Me ha llamado la atención lo que comenta José Manuel Arroyo, sobre la población peruana.

Hace un buen tiempo visité el Perú y algunas de sus zonas (desde Lima hasta Piura). Quizás por las personas peruanas que me acompañaron y entrevisté, noté poco el clasismo al que se refiere el artículo citado.

Soy originario de Ciudad Colón (original Paicaca), provincia de San José, Costa Rica. Habiendo estado en más de 25 países y vivido en más de una docena de ciudades, puedo decir que las características sociales del Perú son, más que todo, marcadas por la población originaria o indígena. Al igual que ocurre en Guatemala, Bolivia, Ecuador y otros con marcada población donde los poblados originarios resistieron y sobrevivieron la esclavitud y crueldad a la que fueron sometidos.

En Costa Rica, casi desaparecen nuestros pueblos originarios. Apenas quedan ocho etnias en territorios bien delineados.

Personalmente, soy de tes blanca, caucásico y mis orígenes son europeos. Muchos de mis amigos centroamericanos piensan que soy el prototipo de un costarricense, porque no han visitado Costa Rica donde existen ladinos, mestizos, criollos, etc. Al visitarlo se enteran de que hay esa población igual que en el resto de la región. Pocos fueron los alemanes que después y durante la Segunda Guerra se refugiaron allí. Mis orígenes maternos son alemanes por mi abuelo quien era alemán, pero los paternos son de Paicaca.

La última vivienda del indio Venancio

Uriel Rojas

El Indio Venancio fue un personaje muy conocido en el cantón de Osa por tener grandes propiedades de tierras en las explanadas del Diquís previo a la llegada de la bananera.

Incluso cuando llegó la compañía, se negó a vender sus tierras y siguió cultivando sus productos, siendo una isla en medio de las fincas bananeras.

A pesar de que pasó mucho tiempo en una finca llamada El Gorrión, al final se trasladó a vivir en Cañablancal, donde murió en 1967 a sus 87 años.

Su última vivienda, estaba hecha de madera y fue construida por don Arnulfo García, un carpintero de origen nicaragüense que trabajaba para la Compañía Bananera en Palmar Sur por lo que se presume que “copió” el estilo de las casas de la compañía, para adaptarla a los gustos y necesidades de la familia del Indio Venancio Mora.

Era una casa grande, bastante alta, con aleros en la fachada principal y parte de la lateral superior.

El color del edificio tenía un acabado de pintura color blanco hueso con detalles en verde.

Entre las curiosidades que se le atribuía al Indio Venancio era, que tenía una Ceiba en su finca El Gorrión. Era un árbol inmenso y la compañía bananera siempre la quiso cortar, pero nunca pudo.

Cada vez que intentaban cortarla, la motosierra se dañaba. No hubo uno que sirviera, la que no se quebraba, no arrancaba, se jodía. Cuando el indio murió también la ceiba.

También tenía una saína que cuidaba su casa y era bien brava. Era más brava que un perro, pero solo obedecía órdenes de tatica Venancio y uno de sus criados. La saína era cuidadora, cuidaba con recelos su finca y se hizo vieja, muy vieja, hasta que murió. Dicen que don Venancio la quería como si fuera una persona.

Pero no solo eso era extraño en el mundo del legendario Indio Venancio.

Él tenía sus bananales y cacaotales interconectados por trillos que formaban un laberinto.

Pero, aunque había muchos frutos nadie le podía robar nada. El que lo intentaba, cuando cargaba su jaba para huir del lugar, el camino que tomaba lo llevaba a la casa de tatica Venancio. Parecían caminos embrujados, nadie se salvaba, ni sus familiares, era algo extraño.

Esa finca era como mágica, el indio era como hechicero. Pero nadie pudo con Venancio mientras estuvo en vida, él murió siendo un rebelde.

Y aparte de todo esto, el indio se reunía unas tres veces al año con otros amigos que venían de Talamanca y otros de Boruca.

Se quedaban varios días en su casa y tenían rituales nocturnos. Hacían fogatas y comían carne silvestre.

A veces curaban enfermos indígenas, también a algunos vecinos, otros familiares.

Los no indígenas le tenían miedo porque tenía una apariencia de muy bravo, y algunos decían que era un hechicero.

Don Venancio Mora, o tatica como comúnmente le llamaban, murió en 1967 a la edad de 87 años en su casa de habitación situada en Caña Blancal de Palmar Norte.

Años después, su finca El Gorrión fue vendida a la compañía bananera, concluyendo así la rebeldía y la historia del Indio Venancio: una leyenda del Sur de Costa Rica.

Fotos: Hazel N.

Usa la pintura como terapia y pasatiempo

Uriel Rojas

Lo encontramos observando cuidadosamente las líneas de un diseño florístico que caía como adorno sobre una hermosa poza de aguas cristalinas.

Estaba haciendo los detalles a una hermosa pintura que representa elementos naturales, como el bosque, aves, orquídeas y cataratas de aguas cristalinas.

De lunes a viernes dedica su vida a los quehaceres educativos, su otra pasión que lleva en sus hombros y entre tiempos libres se dedica a plasmar las imágenes que le llegan a su imaginación, ya sea sobre lienzos, paredes o sobre madera.

Él es José Lázaro Ortiz, un indígena boruca de Rey Curré que le encanta la pintura y la utiliza como terapia y recreación.

“Vengo de una familia que le hace bastante al arte. Mi mamá fue artesana y tengo hermanos y hermanas que se dedican a crear distintas expresiones artísticas propios del entorno, yo lo uso más como terapia y para plasmar esas ideas que me llegan a la mente y no me dejan en paz hasta que lo trace ya sea en un lienzo, madera o papel”, subraya Lázaro.

Sus trabajos son bastantes conocidos a nivel regional y a pesar de que los realiza como pasatiempo, también los exhibe y los vende, si alguna persona se muestra interesada en sus obras.

Una característica personal es la originalidad de sus trabajos, casi nunca repite sus diseños, solamente si alguna persona lo encarga directamente, y contenidos representan al entorno propio de la región.

“Me encanta representar toda esa belleza natural y cultural de mi región y por supuesto de mi cultura, gran parte de mis trabajos representan parte fundamental de la cosmovisión de mis antepasados”, sostuvo el autor.

Si desea conocer más de sus obras puede contactarle al 88903138.

Alcanzar la lejana orilla del tiempo

 

  • Dos libros de Rodrigo Soto

Gilberto Lopes

San José, diciembre de 2024

La vida y la muerte. Contemplada desde esta esquina (la de la muerte) “la vida lucía investida de una belleza deslumbrante”. Los suyos no estaban lejos, y mientras se adormecía “supo que se las habían arreglado para alcanzar aquella lejana orilla del tiempo”.

No se si fue porque lo leí de último. Era natural que así fuera, porque es el último de los cinco capítulos con los que Rodrigo Soto navega el río que lo habita (Silvia Castro, en su presentación del libro, sugiere “que el pronombre reflexivo corresponde a la ciudad”: “El río que me habita”. Puede ser). Pero yo quisiera sugerir que ni el río Grande es un río, ni Ciudad Real un lugar. Son solo los escenarios de un libro de relatos en los que la vida transcurre como un río y la ciudad soy “yo” (el que relata). ¿Por qué no?

Como se trata de literatura, importa cómo se cuenta. Me parece que es en este último relato donde Rodrigo se juega más. En el manejo de los tiempos: el de la conquista y el de la construcción del ferrocarril. Pero también el de los personajes: los humanos y los otros, el duwak.

Nunca le dijeron que el mundo de los muertos sería así. Siempre supo que “erraría por el bosque un tiempo y luego se recogería en la tierra para no regresar jamás”. Pero perturbaron su reposo. Buscaban oro, mientras construían el ferrocarril. Removieron sus huesos, que se deshicieron como arena, dice el duwak.

Me parece un relato ambicioso. Va a los orígenes, pero no lo cuenta como historia, sino desde la sensibilidad de los humanos y del duwak. Del poblado indígena quedaba apenas el armazón humeante de algunos ranchos. Lejos ardía la pila de cadáveres.

Serrano había matado a su padre, “hosco como un animal”. Y a su madre, “seca como un cuero”. Naturalmente, en Ciudad Real. Cuando sale de prisión, busca trabajo en la construcción del túnel, en el cerro Burío. Cuando Aurora le dijo que sería papá, se alejó del campamento, caminando sin rumbo. Le dijo que no podría ser papá de ese niño. Después, días después, cuando otro hijo de Aurora (que no era suyo), le pregunta si cuando nazca su hermano, también le podrá decir papá, un remolino de imágenes lo enfrenta al acertijo de su existencia. –Puede, hijo, puede… –responde.

El acertijo de la existencia

¿Qué es lo que hace que vivir merezca la pena? Aunque la pregunta se plantea en apenas un relato (el segundo) tengo la sensación de que todo el libro se dedica a hurgar en la respuesta, en los personajes que, al fluir por el río, cruzan la ciudad.

Recuerdos, leyendas, viejas historias, encrucijadas, pequeños afluyentes que desembocan en el río Grande y que Rodrigo Soto nos va contando en esta hermosa edición de “El río que me habita”, publicado en España por la editorial Huso en 2017 (en el índice, en las páginas de las historias locales I y II, hay un error: les falta el 1 delante de 44 y del 59).

La vida misma no es algo que uno pide, nos advierte. Y se deja llevar por el caudal del río Grande y sus afluyente. Lo hace con ayuda de la memoria, con la tergiversación de los hechos (es literatura, no historia), tratando de esconder así la vida. Lo leí un domingo, de una sentada. En la noche, después de semanas nubladas, había una luna clara.

El encanto de las tierras lejanas

Me fue distinto con “Prácticas de tiro” (con la envidiable portada de “Perro Azul”). Es libro más reciente. Publicado este año, recoge una treintena de relatos breves.

Pienso que no es difícil encontrar el hilo que lo une con “El río que me habita”. Se trata de una búsqueda de tierras lejanas, de lugares donde rehacer la vida, de hacerla valer la pena. La idea comenzó a tomar forma en “Confines”. La lógica más elemental sugería que más allá de los linderos de la ciudad debía existir algo, ese “otro lugar”.

Ya antes, en “Hambre”, se intuía el tema. Los hambrientos venían en pos de una gracia, pero cuando su número se multiplicó, el ánimo de la gente cambió.

Es como el duwark, que cuando vio su tierra invadida y su paz perturbada, se propuso perturbar al extranjero. Evocó a los espíritus que traían enfermedad y muerte. Pero prefería volver a su condición de duwark. Consideró con espanto el hecho de que habría que morir de nuevo.

Me recuerda el que se despertó en el “Purgatorio”. Cuando volvió en sí, no había nada. Sin embargo, poco a poco los contornos de su mundo comenzaron a emerger. Y, con ellos, los recuerdos amenazantes. “Entonces, el terror de convertirme en lo que fui bastó para expulsarme otra vez hacia la nada aquella donde me encontraba”. ¿Volver a ser un duwark?

Puede ser, aunque ese es personaje de la otra historia. Pero a veces parecen que son solo una. Aquí también crepitan los ranchos, cuando vienen los bárbaros. Anoche recibieron la noticias de que, al fin, se acercaban y salieron a emboscarlos en el vado del río grande. ¿El río Grande? ¿El de Ciudad Real? El rostro de los bárbaros asoman en el palenque y mientras se acercan, blandiendo sus espadas, resuenan voces extrañas “sobre el crepitar de los ranchos ardientes”.

Lo cierto es que leí primero “Prácticas de tiro”. Fue una lectura más espaciada que la de “El río que me habita”. Pero, terminada ambas, me resultó inevitable la sensación de navegar por un caudal que me parecía conocido.

Hay temas que se repiten, como las violaciones, aunque los escenarios son distintos. La de Cecilia, cuando manejaba en los caminos aislados hacia Puerto Humo. En “Mentiras” la historia es más elaborada. Se repite en “Resonancias magnéticas”.

La vida y la muerte, la búsqueda del sentido de la vida. Como cuando me enteré de la muerte de Martín. Murió joven, en un accidente de carro. Lo había perdido de vista. Éramos amigos de infancia. Aunque detesto los funerales, soy de los primeros en llegar a la funeraria. Me siento en una silla apartada, mientras espero que llegue algún conocido. De repente, los arreglos florales me devuelven una imagen: mi vida, tan pequeña, tan mezquina, tan mía…

Las guerras, los conflictos políticos, las batallas inútiles, como las libradas contra el tiempo; los amores perdidos (y recuperados). Aquí los cuenta Rodrigo con oficio, como navegando en el río Grande, de Puerto Humo a Puerto Escondido, todos simple puertos donde ancla en el viaje de la vida…

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El río que me habita

Rodrigo Soto

Ediciones Huso, Madrid, 2017

Prácticas de tiro

Rodrigo Soto

Ediciones Perro Azul, San José, 2024

Presentación del libro: “Una mujer que asesinó al hijo usando como arma un río”

Este miércoles 11 de diciembre de 2024 se presentará en la Asamblea Legislativa el libro titulado “Una mujer que asesinó al hijo usando como arma un río” de la autora Isabel Gamboa.

La presentación se desarrollará en la Sala de Conferencias en el piso-3 de la Asamblea Legislativa, a las 10:00 am. Se contará con la participación de Rafaella Sánchez y la diputada de la república Kattia Cambronero como comentaristas, junto con la autora Isabel Gamboa.

La abolición del ejército en Costa Rica: ¿Un hecho humanista?

Por José Rafael Quesada J.

El 1 de diciembre de 1948 tuvo un antes y un después en la historia de Costa Rica y del mundo. En un acto de grandeza que excede lo político, José Figueres Ferrer, líder de la Junta Fundadora de la Segunda República asumió la resolución de abolir el ejército como institución perenne. Un acto que posteriormente fue avalado por la Constitución de 1949, que no solo simbolizó el hecho institucional, sino que también fue el acto fundacional para lograr la transformación cultural política o económica que la instauración de una nueva imagen de un cierto humanismo criollo -y hasta ingenuo- iba a traer consigo, una posible centralidad en el ser humano, el desarrollo un país en paz y el rechazo a la violencia estructural con ribetes socialdemócratas, que se empezaba a esbozar por todo el mundo no alineado como llamaron en otras latitudes.

El ejército antes de 1948: Violencia, exclusión y desigualdad

Antes de su abolición, el ejército costarricense representaba una institución débil y lejos de las necesidades humanas de la población. Su limitado poder de fuego y su uso como aparato de represión en conflictos internos se alejaba de su objetivo de proteger a la ciudadanía. Más bien, contribuyó a perpetuar desigualdades y hacer añicos la confianza social en el Estado.

Durante la Guerra Civil de 1948, el ejército no respondió como un garante de estabilidad política, su existencia contribuyó a agudizar la división entre los sectores de la clase política en el poder y las aspiraciones de justicia democráticas del pueblo. Pero este periodo de crisis también representó que el cambio era posible. La abolición del ejército no solo fue una respuesta en medio de toda esta situación, fue la intencionalidad de algunos que quisieron aprovechar una oportunidad de sostener la voluntad política sin las armas y aprovechar para construir un Estado sin violencia, propiciando espacios para el desarrollo humano con mayor dignidad. Fue el “imperio de las circunstancias”.

La Resolución de la Abolición del Ejército: Un Acto de Humanismo Radical

No sólo el hecho de abolir el ejército en un Cuartel Bellavista significó un símbolo de liberarse de estructuras de poder no deseadas para Costa Rica; también abrió un camino que no es otra cosa que una orientación hacia un modelo social que priorizara el satisfacer necesidades de las personas en la toma de decisiones. Luego como todos los actos humanos se diluye en los juegos de poder de los sectores poderosos, porque “comida que no se vigila se quema en el camino…”.

Este acto no tuvo límites territoriales, sino que ofreció al mundo otra interpretación: las de la nación que opta por la diplomacia, el diálogo y por invertir en su población en desmedro de perpetuar la violencia estructural o represiva que imperaba en la década de los años 40 del siglo pasado.

En el contexto de la Guerra Fría nuestros países tenían referentes solo para que se armaran hasta los dientes. Costa Rica tomó una dirección opuesta: un acto con impronta de la valentía de la época, que reorientó la lógica del enemigo en las prioridades de la propia nación, apostando por el bienestar social.

Un Nuevo Modelo de Cultura: La Paz como parte del sentido de la identidad

La carencia de ejército devino en una parte de la identificación del pueblo costarricense, una manifestación palpable de la posibilidad de una resolución de los conflictos sin violencia. Este compromiso cultural asociado a la paz es una resonancia de las formas de humanismo, que rechaza la violencia como forma de relación y que hace propio de la esencia solidaria en el área social, hasta que las tendencias neoliberales toman el control de los gobiernos y de las perspectivas de una involución en el social que afecta muchas áreas de quehacer del Estado.

El orgullo que siente el costarricense por no poseer ejército, tiene su lugar en la lectura política del momento y en al menos 25 años posteriores, promoviendo un Estado que se empoderara hacia la igualdad, la justicia y el fortalecimiento de las instituciones democráticas; de esa forma Costa Rica se avizoró como una nación de algo que puede avanzar en posiciones de alguna forma humanistas, representando en varios momentos históricos que la paz no se trata de un ideal sino que es una dificultad a superar en la práctica pero posible.

Recursos para la Vida: Del Armamento al Bienestar

La eliminación del ejército permitió liberar recursos económicos y humanos que fueron incorporados a recursos vitales. Estas inversiones hicieron que Costa Rica pudiera implementar un modelo de desarrollo humano en el que se ejemplifican los principios del nuevo humanismo:

1. Salud: La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) se estructuró como una de las instituciones del acceso universal a atención en salud humana digna e igualitaria.

2. Educación: Desde el aprendizaje de la lectura y la escritura y el acceso a la educación universal, hasta el empoderamiento de nuevas generaciones, ampliar oportunidades y crear una ciudadanía crítica y solidaria.

3. Vivienda y agua potable: Programas sociales que redujeron la desigualdad favoreciendo el respeto del derecho humano de tener un hogar y el acceso a recursos básicos.

4. Mitigación de la pobreza: Transferencias monetarias directas y programas de desarrollo social y comunitario que lograron cerrar las brechas sociales, contribuyendo a la igualdad.

5. Producción de energía: se da un paso adelante en la producción de nuevas energías a partir de la hidroeléctrica y telecomunicaciones para toda la población.

6. Inclusión social: El desarrollo de carreteras y acueductos lograron conectar arriba de todo a las comunidades más aisladas, alcanzando la cohesión social. Y un punto más,

7. El de la protección de la casa del ser humano: el desarrollo y articulación de una estrategia de protección del medio ambiente y base para el turismo de varios tipos, generadores de otro tipo de riqueza para varias generaciones.

Estas inversiones, de acuerdo con los valores solidarios transformaron el país, a través de la cooperación y el bienestar colectivo por encima de la competencia y la dominación. Una decisión que nos permitió construir un modelo de Estado, el cual se encuentra en crisis en la actualidad, pero fue una buena decisión al final.

Diplomacia y Derecho: Una respuesta no violenta de reparación de conflictos

Sin ejército, Costa Rica mostró que se puede encontrar una salida a las disputas internacionales sin recurrir a la violencia. Las disputas fronterizas, como la situación de la Isla Calero con Nicaragua, se resolvían por la vía del derecho internacional y las instancias diplomáticas, mostrando que la paz es una poderosa y efectiva herramienta poderosa y eficaz.

Esta perspectiva reafirma una ética de tipo no militar, que tiene mucho que ver con la ética humanista de priorizar la inversión social, educativa, en sanidad y calidad de vida, lo cual también nos va acercando a un tipo de humanismo y la cooperación solidaria, incluso en escenarios de conflicto.

Conclusión: Un Legado de una perspectiva Humanista para el Mundo

La abolición del ejército en Costa Rica no es solo un hecho histórico, se convierte en una declaración de principios que resuena con las proclamas del nuevo humanismo. Es un símbolo de que es posible construir sociedades más humanas y solidarias si destruimos las estructuras de violencia y redistribuimos la riqueza, el mismo concepto de bienestar.

Y hoy en día Costa Rica es un faro de esperanza para el mundo, una nación que evidencia que la paz y el desarrollo humano no solo son deseables, también son posibles, aunque obliguen a revisarlo de forma constante. Nuevamente “comida que no se vigila, se quema en el camino”

La enseñanza es clara: cuando el ser humano es el centro de las decisiones políticas, el futuro se llena de posibilidades.

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2024/12/la-abolicion-del-ejercito-en-costa-rica-un-hecho-humanista/

Le extrañamos. Fue un gran patriota, un ejemplar presidente

Freddy Pacheco León

Lo recordamos a 15 años de su muerte.

Conforme se fue comprendiendo la decisiva defensa de la soberanía nacional que ejerciera don Rodrigo Carazo frente al Fondo Monetario Internacional, el gobierno de Reagan y los inescrupulosos banqueros internacionales, fue creciendo la admiración por el expresidente.

Su patriotismo fue ejemplar y su dignidad jamás fue cuestionada. Se le reconoció el mérito de ser el mejor expresidente, el más respetado, el más admirado, el más consecuente.

La ovación de muchos minutos que recibiera en un Teatro Nacional que se hiciera pequeño, para acompañarlo a recibir el Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional, fue cual desagravio del pueblo que le admiró y le sigue extrañando.

En ese momento, no se trató de partidarios de algún partido político de la »gradería de sol», sino el del pueblo informado y consecuente que sabe diferenciar, lo que es un presidente populista y demagogo, de un estadista con alma patriótica.

Hoy, al vivir el cogobierno Chaves-Cisneros, irrespetuoso de la institucionalidad democrática, y del digno pueblo que trabaja por Costa Rica, más que nunca estamos urgidos de su ejemplo.

Imagen: UCR