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Etiqueta: relaciones internacionales

La Venezuela de Trump, ¿hoguera de su inmolación o la antesala de la III Guerra Mundial?

Vladimir de la Cruz

La movilización militarista y guerrerista del Presidente Donald Trump en el Caribe, intentando provocar un “cerco”, en aguas internacionales, frente a Colombia y Venezuela, con el pretexto de su lucha contra el narcotráfico, pero dirigido a eliminar en el ejercicio de la Presidencia, del gobierno de Venezuela, a Nicolas Maduro le ha resultado hasta ahora un fiasco, un fracaso político, y en cierta forma militar, humillante para su soberbia, su arrogancia, su orgullo y su excesivo sentimiento de gendarme internacional, de características mundiales. Como “cerco” no lo ha logrado. Esta situación no es como la crisis de Caribe, rodeando a Cuba, en 1961.

No es secreto que el presidente Trump trata de redefinir la geopolítica mundial, y restablecer en América Latina una versión modernizada, y actualizada a las condiciones del siglo XXI, de las doctrinas de política exterior de los Estados Unidos, que conocemos como las Doctrina Monroe, la del Destino Manifiesto, de las políticas anexionistas e invasivas con filibusteros, como lo fue en México, Centroamérica y en la guerra hispano norteamericana de finales del siglo XIX, con la intención de apropiarse de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, la Doctrina del Gran Garrote, en la primera mitad del siglo XX, totalmente intervencionista en todo el Caribe, imponiendo dictaduras, tiranías, gobiernos autoritarios de facto y de control de aduanas, y apropiándose de pequeños territorios ocupados militarmente, como Guantánamo en Cuba.

Estas doctrinas justificaron. para los gobiernos de Estados Unidos, especialmente en el siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, el control que trataron de establecer y asegurar su presencia en el continente, frente a otras naciones europeas, en sus expansiones especialmente económicas y de proyección e influencia geopolítica, como lo fue Inglaterra a principios del siglo XIX que se había hecho presente en el Cono Sur, las avanzadas francesas en la región, y la necesidad de controlar y dominar las construcciones de las rutas canaleras interoceánicas, en las regiones del Caribe, especialmente en Panamá y Nicaragua, la intervención de Estados Unidos en la región de Maracaibo, en Venezuela a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y en Cuba con la llamada República Plattista, que de hecho le fue impuesta en los años 1899-1902, fortalecida con la imposición de la Enmienda Platt, como un apéndice a la Constitución Política de Cuba, de 1901.

Con el desarrollo de la revolución industrial de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, cuando surge la etapa imperialista del capitalismo, con sus carteles, trusts, monopolios y oligopolios, como nuevas formas empresariales, que se volcaban al control de territorios, en todos los continentes, por sus materias primas estratégicas, por su mano de obra barata y por los mercados de venta de productos en esos territorios, los Estados Unidos, pasan a jugar un papel importante y dominante en el conjunto de las relaciones internacionales del continente. Al finalizar la I Guerra Mundial, resultado de esas contradicciones y reparticiones del mundo, Estados Unidos salió fortalecido en su inicial hegemonismo.

Entre los productos estratégicos para las nuevas áreas de producción de aquellos años, aún vigentes, estaban el cobre, para el desarrollo de la electricidad, el oro, la plata, el hierro, el zinc, el litio, la bauxita, especialmente significativo para la producción de aluminio, el plomo, el estaño, el carbón, y el petróleo que empieza a conocerse tempranamente en Venezuela, desde 1875, y en México, desde 1901.

Hoy se tiene en esta visión de control de minerales, por parte de las grandes potencias imperialistas, el molibdeno, el niobio, el grafito, la fluorita, los fosfatos y vetas de uranio; lo que se llaman “tierras raras”, que incluye arsénico, asbesto, cesio, fluorita, galio, grafito natural, indio, manganeso, mica natural en láminas, sienita nefelínica, niobio, rubidio, escandio, estroncio, tantalio, torio y vanadio. Además, el continente americano es una gran reserva de productos agrícolas, como café, caña de azúcar, maíz, cebada, arroz, soja, algodón, tabaco, banano y cacao.

En la América Central hay madera, oro, plata, cobre, plomo, zinc, hierro, antimonio, carbón, y en toda la región la pesca y la ganadería.

El trasfondo de la riqueza minera y natural de Venezuela, tras la amenaza de Trump con sus tropas de asalto y guerra frente a sus costas, es lo que realmente persigue el presidente estadounidense, y es lo que busca controlar.

Más que a Nicolás Maduro el objetivo principal de Trump en Venezuela es el control del cobre, del hierro, el oro de Venezuela, que tiene la cuarta mina más grande del mundo, considerada el 20% de la reserva mundial. También el petróleo venezolano, que está considerado como la mayor reserva del mundo, y sus minerales de las “tierras raras” como Níquel, Rodio, Titanio. A ello se agrega bauxita, carbón, Coltan. El gas de Venezuela hoy ocupa el octavo lugar con mayor reservas en el mundo.

El compromiso de Venezuela en el narcotráfico, la narco producción, el blanqueo de capitales, la existencia de organizaciones narco terroristas, como las define actualmente la administración estadounidense, son solo el pretexto de la intervención en la institucionalidad política y el control económico y de las riquezas naturales de ese país.

Nicolás Maduro inició su ejercicio presidencial el 19 de abril del 2013, siguiendo su segunda toma de gobierno el 10 de enero del 2019 y la tercera en enero del 2025.

Con Maduro dio inicio a una segunda época de la llamada V República, que se inició con el presidente Hugo Chávez Frías, en 1999, falleciendo en el 2013, cerrando de esa manera su ciclo presidencial. Para mí hoy no existe la República Chavista de la V República. Es la República Cabello Madurista, si así se le puede denominar, por el poder e influencia que ejercen en el desenvolvimiento de Venezuela, Diosdado Cabello Rondón y Nicolás Maduro Moros.

Diosdado reúne sobre Maduro su condición de militar, originario del golpe de Chávez del 4 de febrero de 1992 y su condición de político, en distintas ramas de la institucionalidad venezolana, que lo hace, en cierta forma, más poderoso que Maduro.

Las tres presidencias de Maduro han sido cuestionadas en su origen, aun cuando en ellas haya habido procesos electorales. Las últimas dos, particularmente, han sido cuestionadas por fraudes electorales. La elección del 2019 originó que más de 50 países negaran su reconocimiento de presidente válidamente electo, aun cuando no rompieran relaciones diplomáticas con Venezuela.

Las elecciones del 2024 fueron más evidentes en el fraude que se le atribuye, por cuanto hasta hoy no ha podido demostrar Maduro su legítimo triunfo, con la presentación de las actas electorales, lo que mantiene ese desconocimiento internacional por parte de esos países.

Tampoco, con Maduro, Venezuela presenta un modelo político institucional revolucionario, que pueda contagiar a la región para seguirlo, aunque mantiene un discurso antiimperialista y antiestadounidense fuerte, con énfasis en un nacionalismo latinoamericanista.

Con Hugo Chávez, hasta el 2013 se mantuvo la idea de un Socialismo del Siglo XXI, concepto que en el discurso se mantuvo por Rafael Correa en Ecuador y por Evo Morales en Bolivia, como slogan, y en cierta forma como propuesta, en el continente por algunos movimientos políticos. Durante la era Chávez este concepto no se logró establecer como política continental de los gobiernos reformistas de la primera década, en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, ni como alternativa en la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, CELAC. Menos lo fue en la segunda década y todavía menor en esta tercera década.

Como concepto se dejó, en su contenido, desde el 2008, cuando Hans Dieterich Steffan, su creador, se desencantó de lo que sucedía en Venezuela, con su propuesta política, retirándose a sus domicilios en México y La Habana, con su compañera Marta Harnecker.

La única República Socialista del continente, Cuba, no acogió el concepto de Socialismo Siglo XXI como una bandera de su Revolución. No lo necesitaba.

A la muerte de Hugo Chávez, el presidente Maduro intentó mantener el concepto, sin éxito. Ya no se habla de ello ni se agita como proyecto político en Venezuela. En Ecuador como en Bolivia, el concepto de Socialismo siglo XXI se mantuvo, mientras Rafael Correa y Evo Morales, estuvieron vigentes y activos en política. Al morir Hugo Chávez, tanto Rafael Correa como Evo Morales volvieron en la política de sus países a recuperar los conceptos, que dieron origen a sus procesos políticos, la “Revolución Ciudadana”, con Rafael Correa, o el de la “Revolución Plurinacional, Democrática y Nacional”, con Evo Morales, conceptos que hoy están desaparecidos del escenario progresista continental y de esos países.

Venezuela no es un país socialista, política ni económicamente. Sigue siendo un país capitalista, gobernado por un grupo político que traza sus derroteros en el reformismo político avanzado, pero actualmente muy débil, tratando de continuar las reformas que impulsó con bastante éxito Hugo Chávez Frías.

Venezuela, en lo que se conoce, no es un país narco productor. Allí no se produce cocaína, que sí se produce en Bolivia, en Colombia y en una parte de Perú. Colombia produce el 60% de la producción mundial, Perú el 30% y Bolivia el 10%. El restante 10% se produce en otros países fuera del continente.

Los Estados Unidos en Sur América y el Caribe tiene 76 bases militares, coordinadas todas por el Comando Sur, SOUTHCOM, del Ejército de los Estados Unidos y de la estructura del actual Ministerio de Guerra, como lo ha redefinido Donald Trump, y no Ministerio de Defensa como antes se llamaba. De ellas, tiene ocho en Colombia, aún con el gobierno de Petro. En el mundo, en 100 países, Estados Unidos tiene más de 800 bases militares, de distinto tamaño y magnitud.

La existencia de las bases militares de Estados Unidos obedece a la lógica intervencionista de su política, en los asuntos regionales y particulares donde operan, más que con objetivos de colaboración o seguridad regional. A ello suma su presencia en varios bloques y alianzas militares como la OTAN en Europa.

No hay de hecho una amenaza continental ni regional en América Latina que pueda justificar la existencia de esas 76 bases, ni se justifica ya la Fuerza Interamericana de Paz, establecida en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, de 1948.

Ninguna actividad relacionada con la producción de droga puede poner en peligro la seguridad nacional de los Estados Unidos. En los propios Estados Unidos en los siguientes Estados: Alaska, Arizona, California, Colorado, Connecticut, Illinois, Maine, Maryland, Massachusetts, Michigan, Missouri, Montana, Nevada, New Jersey, Nuevo México, Nueva York, Oregón, Rhode Island, Vermont, Virginia y Washington se permite cultivar, producir y comercializar legalmente marihuana. Los últimos en sumarse a la legalización fueron Delaware, Minnesota y Ohio en 2023. La marihuana se vende libremente en los llamados Dispensary. La han legalizado bajo el concepto de marihuana recreativa y marihuana medicinal. El 20 de abril se ha establecido como el Día de celebración de la Marihuana o el Cannabis.

No se llega en lanchas ni en botes a las costas de los Estados Unidos desde Suramérica, llevando unos cuantos cientos de kilos de cocaína para poner en peligro la seguridad nacional de los Estados Unidos. Entra por tierra, principalmente, desde México.

En la vida del ejército estadounidense se permite y tolera el uso de drogas, y de drogas fuertes, como la cocaína, las anfetaminas, el alcohol, ciertos opiáceos y morfina, para que sus soldados y militares puedan actuar en las operaciones de guerra, combatiendo su fatiga y reforzando su coraje de combate.

En Estados Unidos tienen un grave problema con las drogas ilegalizadas como el hachís, el crack, la heroína, los alucinógenos, la LSD, el hongo de psilocibina, los inhalantes.

El Ejército estadounidense ha desarrollado Hospitales especiales para desintoxicar sus soldados luego de prestar el servicio militar en guerras, o en ciertas actividades militares. Estos hospitales forman parte del Sistema de Salud Militar (MHS), como son el Centro Médico del Ejército Brooke (BAMC) en Texas y el Médico Militar Nacional Walter Reed. En total el MHS tiene 51 hospitales y 424 clínicas.

El negocio de las drogas le ha permitido a Estados Unidos mantener y alimentar guerras, y luchas de organizaciones que ellos emplean, para liquidar gobiernos o tratar de derrocarlos. En Centroamérica se dio el caso en la década de los 80s de llamado caso Irán-Contras, o Irangate, en 1985-1986, usando grupos de narcotraficantes para financiar grupos armados, creados y organizados por el Ejército de los Estados Unidos y sus agencias político-militares, especialmente para liquidar al gobierno sandinista en Nicaragua.

El peso de las bases militares estadounidenses en Sur América lo tienen Colombia, Ecuador y Perú. En Venezuela y en Bolivia no hay. En esos países las justificaron en la lucha contra las guerrillas y movimientos armados de izquierda que persistieron en Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia durante la segunda mitad del siglo XX y en algunos de esos países en este siglo, todavía en una parte de Colombia, sin que constituyan en este momento fuerzas capaces de derribar gobiernos. La presencia militar estadounidense en Colombia no acabó con la narco producción ni con las organizaciones narco productoras, hoy llamadas narcoterroristas. Eso lo está haciendo el gobierno de Petro.

La democracia representativa política en el continente se ha fortalecido desde 1991, cuando se disolvió la Unión Soviética y el Bloque de países socialistas europeos.

En la redefinición de la geopolítica y geoestrategia de Trump se ha establecido que el ejército y las fuerzas armadas, de los Estados Unidos, deben atender la lucha contra el narcotráfico, como tarea militar, lo que se le encarga al Ejército, calificando a las organizaciones que se dedican a la producción, el comercio y el tráfico de drogas como organizaciones terroristas, que son de atención del Ministerio de la Guerra y del Ejército. Es una simple justificación para actuar militarmente contra gobiernos especialmente latinoamericanos, que no son de la simpatía política del actual gobierno de Estados Unidos, especialmente Venezuela, ampliado ahora a Colombia.

En esta dirección Trump amenazó a México de intervenir, con su Ejército, en la frontera y el territorio mexicano fronterizo, para actuar allí supuestamente, contra los carteles del Tren de Aragua (TdA), la Mara Salvatrucha (MS-13), el Cartel de Sinaloa, el Cartel de Jalisco “nueva generación” (CJNG), el Cartel del Noreste (CDN), el de La Nueva Familia Michoacana (LNFM), el Cartel de Golfo (CDG) y los “Carteles Unidos” (CU) como organizaciones terroristas extranjeras (FTO).

De estas son organizaciones transnacionales, la TdA que es una organización originaria de Venezuela con células en Colombia, Perú y Chile, y con informes de presencia esporádica en Ecuador, Bolivia y Brasil. La MS-13 como organización transnacional se originó en Los Ángeles, pero se trasladó a América Central a medida que se deportaba desde Estados Unidos a personas de esa organización. El Cartel de Sinaloa es una organización transnacional con sede en Sinaloa (México). Es uno de los carteles de la droga más poderosos del mundo y uno de los mayores productores y traficantes de fentanilo y otras drogas ilícitas hacia Estados Unidos.

Otros carteles de droga en México son el de Los Viagras, de Santa Rosa de Lima, el Independiente de Acapulco, el de Guerreros Unidos, el Nueva Plaza, el de Tláhuac, y el de la Unión Tepito.

En Colombia operan los carteles del Clan del Golfo, conocido antes como Los Urabeños, compuesto por disidentes de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, el cartel de «Los Pelusos», con disidencias del EPL. Los carteles de Medellín y de Cali han sido desarticulados. También operan el Tren de Aragua, los Satanás, los Paisas, los Pereiranos, los Lucky, los Maras, los Camilos, los Bury, los Zetas, los Boyacos y los Maracuchos.

En Venezuela opera el Cartel de los Soles, que presuntamente como organización ilícita está fuertemente vinculada a altos mandos militares y políticos, dedicada principalmente al narcotráfico y la minería ilegal. Recientemente se informa que también opera el Cartel del Tren de Aragua. En esta rápida visión de distribución de organizaciones narcotraficantes, Venezuela es la que menos tiene en su territorio.

Lo que hace diferente a Venezuela de México, Colombia, Perú o Bolivia, es que al Cartel de los Soles se le vincula directamente a personajes de la política de gobierno como el mismo Nicolás Maduro, Diosdado Cabello Rondón, militar y político, y a Vladimir Padrino, Jefe del Ejército, que en la justificación que hace el Presidente Trump, lo lleva a sostener que Venezuela es un narco Estado, por el papel que tienen estos tres personajes en la estructura política, de gobierno en su Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial y en el Ejército. Esto, por cuanto han detenido internacionalmente altos personajes de Venezuela vinculados al narcotráfico y el lavado de dólares, como han sido los hijos-sobrinos del presidente Maduro y su esposa, Antonio Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, y Alex Saab, uno de los más cercanos colaboradores del presidente Maduro, que fue detenido en Cabo Verde, como el lavador de dólares de ese gobierno. Los hijos-sobrinos de Maduro, y Saab, fueron indultados por el presidente Biden, que ya estaban condenados a 18 años de cárcel por narcotráfico, por Cortes Judiciales de Estados Unidos, para intercambiarlos por 7 estadounidenses presos en Venezuela y para asegurar la presencia de la Chevron en el negocio petrolero de Venezuela.

Otros venezolanos buscados por narcotráfico y lavado de dólares, por los Estados Unidos, son las siguientes personas venezolanas: Tareck Zaidan El Aisami, que ha sido vicepresidente de Venezuela, Maikel José Moreno Pérez, que ha sido presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Joselit Ramírez Camacho, Samark López Bello, los narcotraficantes venezolanos Walid Makled García, Hermagoras González Polanco, Arick Komarczyk y su socio, Irazmar Carbajal, Clíver Antonio Alcalá Cordones, mayor general retirado de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Hugo Armando “El Pollo” Carvajal Barrios, exdirector de Inteligencia Militar y diputado oficialista en la Asamblea Nacional. Algunos de estos capturados y presos en Estados Unidos han informado con detalle, y algunos de ellos han hecho publicaciones detalladas de los alcances de los compromisos de estos dirigentes políticos con el negocio y las organizaciones de la droga que usan el territorio venezolano para sus negocios y tráfico internacional.

El operativo militar montado desde hace varias semanas en el Caribe frente a Venezuela, amenazando intervenir para llevarse al presidente Maduro y unos cuantos personajes más de su gobierno, a los que les han puesto recompensas millonarias, no ha dado los resultados que Trump había deseado. Internamente en Venezuela ha fortalecido al gobierno, a sus dirigentes, al mismo Maduro, y permitido poner en acción y movilizar alrededor de un millón de personas en la preparación militar para defender a Venezuela de una posible invasión y enfrentamiento militar con Estados Unidos.

Tampoco ha logrado el presidente Trump el consenso político de los gobiernos suramericanos y latinoamericanos en general, que le permitan justificar su acción militar, para detener y llevarse, a Maduro como el cabecilla del Cartel de los Soles y del narco estado venezolano, como vende su proyecto.

En el continente, los gobiernos no están de acuerdo en llevarse a ningún presidente con esos pretextos. Tampoco en tumbarlos con intervención extranjera militar. Los problemas de legitimidad, de legalidad, de la presidencia de Venezuela es un problema de los venezolanos, que lo tienen que resolver ellos. No son fuerzas extranjeras las que tienen que resolverlos. Ni los organismos internacionales tienen hoy la fuerza para imponer o derrocar un gobernante. La lucha contra la droga no tiene a Estados Unidos en otros países o regiones del mundo, productoras de droga, de modo amenazante como está en Venezuela, o frente a China, a quien acusa de introducir el fentanilo en Estados Unidos. Es claro, entonces, el pretexto político contra Venezuela, que sirve de amenaza contra cualquier proyecto reformista en el continente que no sea del agrado de Estados Unidos.

El distanciamiento de Trump con el presidente Petro, de Colombia, obedeció a esa solicitud de apoyo intervencionista, de usar su territorio, con sus bases militares, como base de apoyo en su posible guerra contra Venezuela, que Colombia rechazó.

La diplomacia estadounidense se ha movido para justificar la captura no de un presidente, aunque haya sido mal electo, sino la de un delincuente narcotraficante que ha hecho de su gobierno un narco estado, que pone en peligro la seguridad nacional de los Estados Unidos, sin tener fronteras terrestres, ni marítimas ni aéreas comunes, como Estados Unidos las tiene con México o Canadá. Lo único que ha logrado Trump es el apoyo de una isla insignificante políticamente a pocos kilómetros de distancia de Venezuela, Trinidad y Tobago. Tampoco ha podido desarrollar sus nuevas bases militares en Panamá, que las está negociando.

La excusa de la guerra contra las drogas no le ha valido. Despedazar desde el aire unas cuantas lanchas, asesinando de esa manera a sus setenta tripulantes, que han muerto, no le ha permitido demostrar que esas lanchas llevaran toneladas o bastantes kilos de cocaína. Para todos los efectos esos ataques a esas lanchas han sido valorados internacionalmente como ejecuciones sin juicio alguno, sin pruebas materiales de transportación de drogas. Esos ataques son acciones sicariatas del Ejército de Estados Unidos contra pescadores, navegantes, personas que viajaban en lanchas sin que se haya podido demostrar que en esas naves llevaban drogas o cocaína, han sido condenadas incluso por las Naciones Unidas. Con todo el despliegue militar que allí tiene pudieron haberlas detenido con sus ocupantes y demostrar que iban cargadas de droga. Por las torturas que tiene autorizadas el Ejército de Estados Unidos a realizar legalmente, con un Manual de Torturas, pudieron haber interrogado y sacado información de esas personas pescadoras, presuntos narcotraficantes, de los vínculos de sus posibles organizaciones narcotraficantes y de los posibles compromisos de gobiernos con ellos. No han podido demostrar un solo caso de este tipo. En otro orden de cosas pareciera ser prácticas de tiro que realizan desde aviones o desde el portaviones Ford, el más grande de la marina de los Estados Unidos, contra lanchas que no llevan artillada ninguna arma. Simplemente ejecuciones, asesinatos a mansalva.

Cada día que pasa en que Trump se juega su pellejo, su figura, su presidencia, sin proceder a la captura de Maduro, le cuesta carísimo al pueblo de los Estados Unidos con el mantenimiento de esa movilización militar, de agua, aire y tierra que tienen preparada, para una guerra, frente a Venezuela. Más de 10.000 soldados listos para realizar la gran hazaña de Trump, en la que se van a llevar una gran sorpresa del pueblo venezolano.

Venezuela, en este asunto, de la intervención militar extranjera no está sola. Ya tiene aliados muy poderosos, Rusia y China, que le han facilitado recursos militares de defensa y de ataque, en posibilidad de hundir a su Portaviones Ford, y de mantener una resistencia defensiva por mucho tiempo. Venezuela se puede convertir en el Vietnam latinoamericano para los Estados Unidos, pero, también puede convertirse en la antesala de una III Guerra Mundial, donde en medio de este conflicto, se resolverá casi simultáneamente el conflicto de Ucrania, el del Medio Oriente, el del Mar de la China, el de Taiwán. La OEA por ahora, ni CELAC le darán apoyo a la aventura militar de Trump en Venezuela, por más aranceles que aplique y eleve.

Si la OTAN, por otro lado, se atreve a participar en una ofensiva contra Rusia, caerán bombas en toda la costa atlántica de los Estados Unidos, que es parte de la OTAN, país donde nunca ha caído ni un cachiflín, ni una bomba resultado de una guerra…y el pueblo estadounidense va a reaccionar más fuertemente de lo que hasta ahora se cree y estima políticamente.

Estados Unidos en su guerra y ofensiva contra Venezuela, y contra Colombia, si así se lo propusiera, lleva las de perder más que las de ganar.

Veo más a Trump retirándose humillado del Caribe frente a Venezuela, que entrando heroico a Caracas. En una intervención o en una guerra que se le puede extender en el tiempo se va a encontrar con el canto venezolano de 1816, ¡Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó!

¿Lo que suceda en Venezuela será la hoguera de la inmolación de Trump, o la antesala de la III Guerra Mundial?

(Artículo publicado en MEER.com.es y compartido con SURCOS por el autor).

Charla: La guerra proxy en Ucrania de la geopolítica unipolar

Por Miguel Alvarado

El 11 de noviembre del 2025, en el marco de las actividades del 25 Aniversario de la Cátedra José Martí de la Universidad de Costa Rica, en la Sede del Pacífico, se llevó a cabo la charla: “La guerra proxy en Ucrania de la geopolítica unipolar”. En la exposición participaron el Dr. Serguey Krutko, en representación de la comunidad rusa en Costa Rica, el Ing. José Luis Callaci y el máster Miguel Alvarado, profesionales egresados de la ex Unión Soviética. La actividad contó con una valiosa asistencia de estudiantes y docentes de la Sede del Pacífico, quienes acogieron con gran interés la temática expuesta, interviniendo con acotaciones y preguntas que enriquecieron los contenidos de la plática.

Entre los asuntos que se abordaron en la exposición se encuentran los orígenes y las premisas históricas que influyeron en el contexto actual del conflicto en Ucrania. Se hizo énfasis en las consecuencias devastadoras que tuvo para Ucrania el golpe de Estado del 2014 (conocido como el Euromaidán, patrocinado por los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN), golpe de Estado que derrocó el gobierno legítimamente electo e instaló un régimen que, en contubernio con grupos ultranacionalistas de inclinación nazi, implementó una persecución social, cultural, idiomática, religiosa contra la población de origen ruso en todo el país.

Además, se argumentó con profundidad por qué es un error considerar la confrontación bélica únicamente entre Ucrania y la Federación Rusa. En este sentido, se presentó una narración secuencial de los hechos que explicaban cómo el Occidente colectivo planificó y organizó con años de anticipación la estrategia de guerra híbrida (sanciones, rusofobia, fake news, etcétera) contra la Federación de Rusia. Igualmente se señaló la participación directa del Occidente colectivo en la preparación y abastecimiento militar del ejército ucraniano para reprimir y aniquilar a la población rusoparlante, en particular en la región del Donbás. Se subrayó los esfuerzos reiterados de la Federación de Rusia en resolver el conflicto por la vía pacífica y diplomática. También se destacó su afán para llegar a los acuerdos de Minsk I y II, que lamentablemente, ni el gobierno de Ucrania ni los países de la OTAN, estaban interesados en cumplirlos. En la exposición se examinaron tanto el contexto de violencia ejercido por las políticas rusofóbicas de la junta de Kiev, contra la población civil de las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk, como la necesidad de la Federación de Rusia de reconocer a estas repúblicas para salvaguardar la vida de sus poblaciones y la obligada intervención de la Operación Especial Militar. Ante la sistemática agresión ucraniana contra las poblaciones de Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia, la ciudadanía de estas cuatro regiones, en referéndum y acorde al derecho internacional, votó por adherirse a la Federación de Rusia.

A la prolongación del conflicto se suma la negativa de la junta de Kiev a aceptar los derechos y la soberanía de estas poblaciones y la independencia de sus respectivos territorios. Asimismo, se puso en evidencia cómo la hostilidad se ha visto avivada por líderes europeos que, con sed de guerra, atizan y elevan cada vez más la escalada militar. En cambio, la actitud y el compromiso de la Federación de Rusia han sido establecer el diálogo y encontrar una solución pacífica al conflicto que garantice una resolución verdadera y permanente.

Al final de la exposición, se reflexionó sobre cómo el conflicto en Ucrania está entrelazado con la actual coyuntura geopolítica, que transita de un mundo unipolar a uno multipolar. En fin, la guerra proxy en Ucrania (una guerra por encargo de los países belicistas de la OTAN), es la expresión de la civilización occidental en decadencia, de su economía en crisis y sus aspiraciones de una política de guerra, con la cual, pretende conservar el viejo orden internacional del saqueo colonial e imperialista (cada vez más obsoleto). Por el contrario, el mundo multipolar, conformado por un conjunto de países emergentes, tiene como punto de partida el respeto a la soberanía e independencia de los pueblos.

Europa hace navegar sus renovadas carabelas hasta América

Rafael A. Ugalde Quirós
Periodista, abogado y notario por la U.C.R.

Cuando dentro de dos años, la anfitriona Bruselas, pronuncie la clásica «Soyez les bienvenus chers délégués« en la V Cumbre de Estados Latinoamericanos y el Caribe (CELAC – UE), la bienvenida a lo mejor ya haya diferenciado el significado profundo en todos los idiomas entre “sumisión” y “colaboración” y así, entonces, los liderazgos de la región corran mejor suerte.

La extensa resolución final de la IV Cumbre regional y el viejo continente reflejó, por un lado, una visión de sociedad propia y tradicional de quienes defienden el llamado “capitalismo bueno”, gracias a “izquierdas democráticas” “socialismo de consensos”, “frentismos populares”, “coaliciones democráticas” etc., de marcado acervo socialdemócrata y reformista, con un excelente discurso disfrazado de “progresismo” conforme ordena el último grito de moda.

Las discusiones, por otra parte, presentes dentro de la IV Cumbre en Santa Marta, nos dejó la evidencia de una concepción diametralmente opuesta a la anterior, que cree superable el concepto tradicional de democracia como sinónimo de llamar solo a votar en ciertas fechas, encaminada a transformar el modelo con la incorporación activamente de la población en la defensa de las soberanías nacionales y la construcción del sistema de producción y sus relaciones para que, cualquier desarrollo alcanzado, se considere bien de toda la colectividad, por encima de cualquier oferta y demanda.

Se diferencian además de la primera tesis en que establecen con notoria claridad cómo el reformismo resultó en las últimas décadas un aliado incondicional de la Europa profundamente fragmentada y las plutocracias regionales decrépitas, incapaces de levantar proyectos independientes y soberanos, en relación con Estados Unidos y el viejo continente.

Se parecen, pero son como el aceite y el vinagre. Para los primeros es cuestión de “ajustar” y “focalizar” los problemas lógicos derivados de las bondades del ese capitalismo, para que nada o muy pocas alteraciones del sistema haya, al mejor estilo de Max Webber; para los segundos, en cambio, la democracia es más que elecciones cada cierto tiempo, porque creen que cualquier transformación política y económica corre a cargo de las mayorías y son, en última instancia los trabajadores quienes revolucionan toda realidad social.

Así, en Santa Marta estuvieron además sumamente activos un tercer grupo que por ningún motivo se debe perder de vista en los años venideros. Fueron quienes rechazaron a Nuestra América como zona de paz, aplaudieron las exclusiones de naciones en razón del color de la piel, gobierno, asuntos de género, despolitización de los derechos humanos, creen sin tapujos que la plaga del narcotráfico y el terrorismo basta combatirlo a bombazos y aplicación de la pena de muerte generalizada. Son los países cuyos delegados están matriculados con la nueva versión del nazifascismo-sionismo. Son, en síntesis, quienes toda su existencia depende de las órdenes dadas desde Estados Unidos y esperan que la UE tenga éxitos conjuntamente en la nueva aventura de recolonización.

Por último, no hay que perder de vista que en Santa Marta hubo una numerosa delegación de segundo nivel de Europa Comunitaria – pues de peso solo estuvo el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y los primeros ministros de Portugal, Luis Montenegro – que dio cátedra sobre cómo funcionan las nuevas leyes de los imperios.

Foto presidencia de la república de Colombia.

Un grupo de segundones de la UE que conocía el oficio al dedillo y se llevó en banda a quien pestañó.

La declaración final incluyó varios párrafos con términos cómo “colaboración”, “multilateralismo”, “democracia”, “elecciones creíbles”, obviamente como una concesión de la región para que Europa Occidental conserve el monopolio de decir qué comicios son válidos y qué gobierno deben reconocerse en sus antiguas colonias.

Esta versión sesgada a favor de los intereses de las naciones integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) produjo un intenso debate al interior del encuentro, confirmaron a la prensa local varios diplomáticos acreditados durante el encuentro.

Aunque los europeos lograron imponer contra todos los pronósticos sus intereses, junto a los de Estados Unidos -que no necesitó estar presente, pues tuvo excelentes peones –, la guerra de la OTAN en Ucrania contra la Federación de Rusia produjo el mayor cisma dentro de la cita, que se prolongó más allá del conclave.

El canciller nicaragüense, Denis Moncada Colindres, al terminó de la cita, contó que Nicaragua se apartó de la llamada “Declaración de Santa Marta” por un asunto de principios. “La posición del Gobierno de Nicaragua es clara: No aceptamos y debe ser excluido, eliminado el párrafo que hace referencia a Ucrania”, expresó. De esa manera, precisó a la prensa, hubo consenso para que se aprobara la Declaración de la Cumbre, de lo contrario el pronunciamiento final no sería aprobado. Se refería a que los acuerdos de la CELAC se adoptan por consenso entre sus miembros; cuando hay un desacuerdo se permite acompañar la declaración final con el documento en el cual el país deja constando sus diferencias.

La declaración final, fue suscrita por 58 de los 60 países participantes en la cumbre. Nicaragua y Venezuela se “disociaron” del conjunto del documento, por lo tanto, se promulgaron tres documentos, que ponen en evidencia que el “trato igualitario” tan invocado durante este importante encuentro estuvo lejos de la realidad diplomática.

Para la Europa civilizatoria esta cumbre en tierras latinoamericanas y caribeñas significaba una especie de “luz al final del túnel”, pues es la oportunidad de relanzar más de 500 años de vinculación con la región, dado el complicado tablero geopolítico y el innegable error de cálculo cometido por sus lideres, en relación con el conflicto en Ucrania.

Los principales voceros de la UE reconocen que su economía pasa por problemas para competir con China, sus arsenales de armas están casi vacíos, porque no paró en abastecer a Ucrania, en tanto se obligó a subir de 2 % a 5% el presupuesto para la compra de armamento procedente de Estados Unidos. Y Europa occidental vive de los réditos producidos por los despojos llevados a cabo en América, Asia y África, por eso se acostumbró a transformar materias primas que ahora se les dificulta su obtención.

Por eso, pensando en materias primas, no dudó en escalar un conflicto armado entre Rusia y Ucrania – dos países entre familiarizados y fuera de la OTAN, pensando que con 12 mil sanciones a Moscú pondría de rodilla a Putin y quedaría libre así el acceso a la codiciada zona de Eurasia, rica en enormes cantidades de gas, petróleo, cobalto, oro, uranio, hierro, tierras raras, maderas, precisamente materias requeridas por la plutocracia occidental para sus cadenas de suministros.

No hubo ni lo uno ni lo otro. Sin embargo, los europeos no se llevaron de América Latina y el Caribe la totalidad de muchas de esas materias primas requeridas ahora con urgencia para enfrentar el paso arrollador del dragón chino por el mundo.

Se trata, pues, una vez puesta en contexto la terminología diplomática de la Carta de Santa Marta, de un “multilateralismo” encaminado a entregar las materias primas de la región no solo a los Estados Unidos, sino además a los europeos que, como bloque, ambos defenderán esta parte del mundo como su área exclusiva de dominio contra el surgimiento de nuevos frentes económicos, políticos y de desarrollo socioeconómico en el cambiante tablero geopolítico.

Naciones como Costa Rica, Panamá, El Salvador y Trinidad y Tobago, aunque refrendaron la declaración final de esta Cumbre, presentaron objeciones concretas a los párrafos 10, 18 y 47 de la Carta de Santa Marta relacionados con la cooperación en acción climática y protección del medio ambiente (Párrafo 10), el compromiso con la democracia, los derechos humanos y el multilateralismo (Párrafo 18), y la cooperación en gestión migratoria (Párrafo 47).

Según reveló el vicecanciller colombiano, Mauricio Jaramillo, una vez terminada la cita de Santa Marta, esta estuvo marcada por profundas diferencias y desacuerdos.

Con antelación a esta IV Cumbre CELAC-UE había fracasado el X encuentro denominado de las Américas con la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela por órdenes expresas de Estados Unidos y decisión de la Organización de Estados Americanos.

Jaramillo seguidamente amplió detalles revelando que la declaración conjunta de todos los miembros fue resultado de una negociación muy difícil entre 60 delegaciones.

Agregó que, Nicaragua optó por no respaldar el documento completo, mientras agradeció el gesto diplomático de Venezuela de retirarse de la declaración final y evitar así dar al traste con la cumbre, por mantenerse la visión sobre la guerra ucraniana.

Sin embargo, pese al innegable boicot contra esta cumbre por parte de Estados Unidos, en complicidad abierta con los altos cargos de la UE, el presidente colombiano “salvó” a su manera este difícil encuentro en puntos específicos, como el bloqueo comercial y económico contra Cuba y la situación de Palestina, aunque no logró un pronunciamiento concreto a favor de la necesidad de reconocer un Estado palestino con todas las garantías dadas por el Derecho Internacional.

Bruno Rodríguez Parrilla, ministro cubano de Relaciones Exteriores, destacó en la red X el llamado de la Carta de Santa Marta contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de Estados Unidos a Cuba desde hace 61 años. Asimismo, subrayó la oposición regional a leyes y reglamentos con efectos extraterritoriales, a que hace referencia la declaración CELAC-UE.

No obstante, había lamentado que el texto final del importante encuentro careciese de una denuncia contundente por el actual despliegue militar de Estados Unidos en el mar Caribe, que pone en peligro “la paz, estabilidad y seguridad regional, aun cuando fue un tema ampliamente discutido durante los debates de la IV Cumbre Celac-UEE”, reveló.

El destructor norteamericano Gerald Ford con misiles nucleares y modernos bombarderos apunta hacia la población venezolana. (F. tomada de Instagram).

La alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, en una reacción recogidas por diferentes agencias de noticias dijo que, si se hubiera mencionado directamente la militarización del Caribe por Estados Unidos en el documento final de Santa Marta, no se habrían “logrado las firmas de algunos países”. “Así funciona la diplomacia”, añadió.

La funcionaria tiene cerca de seis meses de estar en el ojo de la tormenta porque insiste en que la UE se apropie de más de $ 300 mil millones de activos rusos confiados a bancos europeos para financiar la guerra ucraniana.

Asimismo, en declaraciones recogidas por la cadena de noticias CNN Kallas resaltó los buenos acuerdos alcanzados en Colombia y sostuvo que vamos a seguir siendo un socio comercial “predecible” y “confiable”, concluyó.

¿Qué les parece si hablamos de recolonización? ¡El que quiera entender que entienda!

Conversatorio abordará la herencia cultural y el sistema político de China

La Universidad Internacional de las Américas (UIA) realizará el conversatorio “China: herencia cultural y sistema político”, con la participación de la Embajada de la República Popular China en Costa Rica, el lunes 27 de octubre de 2025, a las 6:15 p. m., en el Auditorio Miguel Marín.

El espacio busca ofrecer una mirada profunda sobre la visión cultural, económica y política de China, su papel en el nuevo orden mundial y su creciente influencia en América Latina.

Participación destacada

El conversatorio contará con la participación de:

  • Xu Tiefei, subjefe de misión de la Embajada de la República Popular China en Costa Rica.
  • Mauricio Ramírez Núñez, académico y analista geopolítico, quien subraya la relevancia de comprender el rol de China en la transformación del escenario global.

En palabras del académico Mauricio Ramírez Núñez:

“China no sólo está transformando su propio destino, está redefiniendo el mundo. ¿Y qué papel juega hoy en la economía global, en la política internacional y en América Latina dentro de este nuevo orden que emerge?”.

El encuentro se plantea como un espacio abierto al diálogo y la reflexión sobre los cambios geopolíticos, económicos y culturales que marcan el siglo XXI, así como las implicaciones de estas transformaciones para las relaciones internacionales y la cooperación entre regiones.

“Les invito este lunes a un conversatorio donde estaremos compartiendo junto al subjefe de misión de la Embajada China en Costa Rica para conversar ampliamente sobre todos estos temas. Venir, reflexionar y descubrir cómo se mueve el poder real en el siglo XXI. ¡Nos vemos allá!”, agregó Ramírez Núñez.

Ver el video

La invitación completa puede verse en el siguiente video:

Ausencia injustificada de Costa Rica

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León

La Asamblea General de la ONU es el único foro capaz de reunir a todas las naciones del planeta. Ante ella, cuando un jefe de Estado comparte un mensaje, sus palabras tienen un peso inigualable. Por ello, para muchos de los Estados allí reunidos, la voz de Costa Rica goza de un prestigio muy bien ganado, como sustento de un pueblo amable con mandatarios usualmente decentes, cultos, muy respetados. Pues se reconoce a nuestro pueblo, como, por ejemplo, amante de la paz, identificado con la protección del ambiente y comprometido con la Agenda para el Desarrollo Sostenible, aprobada por aclamación ante la presencia del Papa Francisco. Y es que tan valorada ha sido nuestra Patria, que algunos costarricenses han sido incluso sugeridos para ocupar el alto puesto de la Secretaría General.

Por eso y mucho más, la ausencia injustificada del presidente de Costa Rica en las asambleas generales anuales, sin brindar excusa razonable alguna, sorprende a los que discretamente lo mencionan, pues el nuestro no es un país que antes hubiese buscado aislarse de la comunidad internacional. Al contrario. Para los gobernantes ticos, han sido de especial importancia los lazos estrechos con organismos trascendentales de la ONU, como la Corte Internacional de Justicia, la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, la FAO, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el Fondo de Población, la UNICEF, el Programa Mundial de Alimentos, la Organización de Aviación Civil Internacional, el Banco Mundial, la ACNUR, un Instituto dedicado a la promoción del desarme, la ONU MUJERES y otros más, que en forma conjunta y respetuosa, juegan para Costa Rica, y las otras 192 naciones del mundo, un papel único e irreemplazable de colaboración, cuya existencia depende de la contribución solidaria de todos los pueblos del mundo.

Sin la ONU, mis amigos, reinaría un caos inimaginable en las relaciones internacionales, por lo cual la ONU requiere del apoyo de naciones grandes y poderosas económicamente, pero también de otras naciones, quizá pequeñas, pero poderosas en otros ámbitos, como los que por años se le han reconocido a la Costa Rica que llevamos orgullosamente «en las entrañas».

Con su rechazo a participar, nuestro presidente le hizo daño a su propio país, pues la ausencia no fue la del representante supremo de cualquier «banana republic», gobernada por un sátrapa tropical, sino la de una nación poseedora de una voz humilde, pero con un eco que no se ha quedado dentro de los muros de la sede de la ONU en la ciudad de Nueva York.

Hacemos votos para que nuestro próximo presidente de la República, nos permita aún desde antes de su elección, vislumbrar que sí podremos reconstruir la esperanza que sentimos urgente.

Soberanía y autodeterminación en Latinoamérica: un debate sobre la neutralidad costarricense en Alternativas

El Colectivo Reflexión – Acción ha organizado un panel de discusión en vivo para abordar el tema de la soberanía y la autodeterminación en el contexto latinoamericano, frente a la agresión sistemática del aparato militar industrial de los Estados Unidos y sus gobiernos aliados. El evento también plantea preguntas clave sobre la neutralidad costarricense como instrumento para la paz, la vigencia del Pacto de los Derechos Humanos de 1966 y la Carta de las Naciones Unidas, y las formas de reaccionar y actuar ante esta coyuntura.

El panel contará con la participación de destacadas personas expertas:

  • Valeria Rodríguez Quesada, licenciada en derecho por la Universidad de Costa Rica (UCR) y bachiller en relaciones internacionales por la Universidad Nacional (UNA). Es investigadora en género, ambiente, derechos humanos y medio oriente, y cursa una maestría en género en medio oriente y el mundo en la Universidad de Exeter (Reino Unido) y en el Instituto Al Minbar (Marruecos).

  • Óscar Barrantes Rodríguez, quien ha realizado estudios en ciencias sociales, filosofía, geografía y sismología. Es analista, con militancia comunista e internacionalista. Forma parte del Círculo Bolivariano Yamileth (CBYLO) y es integrante del Movimiento de Solidaridad Amor por Cuba – Costa Rica (MSACCR) y del Centro Popular Costarricense de Estudios Sociales (CPCES).

  • Ricardo Segura Ballar, miembro de la Comisión Nacional de Enlace del Bloque Unitario y Sindical Costa Rica.

  • Cecilia Jiménez Arce, máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México y licenciada en sociología y trabajo social por la UCR. Es presidenta y fundadora de ODEHU, fundadora de varios sindicatos y formó parte de la inscripción del Frente Popular.

El evento se realizará en vivo el 19 de septiembre de 2025, a las 18:00 horas (-6 UTC). Podrá seguirse a través de GUANACASTE – RADIO, RADIO 506, ONDAS 106.1 FM, SOBERANÍA – REVOLUCIÓN y ALAJUELITA RADIO. El programa promueve el lema «Pensar libremente para la acción y la soberanía».

La lucha por la memoria histórica y el nuevo orden mundial

Gilberto Lopes
San José, 14 de septiembre de 2025

El mundo asiste a una nueva batalla (¿la última?) por los saldos pendientes de la II Guerra Mundial, que terminó hace 80 años. Cada vez que se reúnen los protagnistas, como ocurrió con el encuentro entre los presidente Vladimir Putin y Donald Reagan en Alaska, el pasado 15 de agosto, se multiplican las especulaciones. Como si se tratara de otro Yalta (Feb 45), o de otro Potsdam (Ago 45), reuniones donde la Unión Soviética discutió con Estados Unidos e Inglaterra el nuevo orden mundial, una vez concluida la II Guerra Mundial.

Los arreglos que se hicieron entonces solo duraron 45 años, hasta el final de la Guerra Fría, cuando los ganadores de esta (¿penúltima?) batalla establecieron un nuevo orden mundial que hizo trizas los acuerdos de Yalta y de Potsdam. Se movieron fronteras, desaparecieron países, se impuso un nuevo orden basado en las reglas de los vencedores.

Como dijo en artículo reciente Phillips O’Brien, profesor de Estudios Estratégicos en la escocesa Universidad de St. Andrews, a partir de 1945 los aliados de Estados Unidos aceptaron vivir en un mundo dominado por los norteamericanos, seguros de que los protegería de una nueva guerra. Era el líder del “mundo libre”, como se denominaban ellos mismos.

Esas reglas ya no reflejan la realidad del mundo de hoy, como lo revela el escenario político mundial. O’Brien habla, en su artículo, de cómo construir un orden liberal posnorteamericano. Es un intento de prolongar esa orden liberal, conservadora, sin el papel preponderante de Washington. Los excluidos de ese orden, los derrotados en la Guerra Fría, nunca se sintieron representados por ella. Miran hacia más atrás, reivindican el papel que desempeñaron en la IIGM y exigen un nuevo orden en el que eso sea debidamente reconocido.

Preservar la memoria histórica

Es ese el escenario de una nueva etapa de esa guerra, fundada en diversas visiones de la historia. Para Rusia y China se trata de recuperar una memoria que se ha desvanecido, que no valora el sacrificio que hicieron sus pueblos para derrotar a las potencias del Eje, que ha minimizado su papel en la historia. “Los pueblos de la Unión Soviética y China cargaron con el mayor peso de la lucha y sufrieron las mayores pérdidas”, recordó Putin, en entrevista a la agencia china Xinhua, días antes de su visita a China, a fines de agosto.

En Rusia –agregó– “no olvidamos que la heroica resistencia de China fue uno de los factores esenciales que evitaron que Japón nos apuñalara por la espalda durante los oscuros meses de 1941 y 1942”, cuando las fuerzas alemanas parecían imparables, a punto de conquistar Moscú.

“Nuestros antepasados, nuestros padres y abuelos han pagado un alto precio por la paz y la libertad. Lo recordamos”, dijo, luego de firmar con su colega chino, Xi Jinping, una declaración sobre la IIGM el pasado 2 de septiembre en Beijing. Era la víspera del desfile militar con el que Beijing conmemoró los 80 años del final de esa guerra.

Esa visión compartida sobre el papel de sus países en la IIGM es vista por los periodistas del New York Times, Lily Kuo y Anton Troianovski, como la base de su desafío a Occidente. Para Rusia y China es el fundamento para la construcción de un “orden multipolar y justo, enfocado en las naciones de la mayoría global”.

Se estima que la guerra de China con el imperio japonés cobró entre 15 y 20 millones de vidas. La Unión Soviética perdió 27 millones de soldados y civiles.

No es solo una preocupación histórica. La visión de los hechos de entonces se proyecta hoy en el debate sobre el (des)orden mundial.

Lo cierto es que solo por interés político se puede minimizar la importancia de esa participación en la guerra, recogida en la imagen de la bandera soviética ondeando en el techo del Reichstag a fines de abril de 1945. O el Treptower Park, donde un monumento al ejército soviético está medio oculto en un discreto parque de Berlín. Pero allí está (todavía), recordando esa historia.

Esto no es cosa del pasado

Este rescate del pasado contrasta con la situación en algunos países europeos, “donde los monumentos y las tumbas de los liberadores soviéticos son profanados de manera bárbara o destruidos y se borran hechos históricos inconvenientes”, se lamentó Putin.

“El militarismo japonés está reviviendo bajo el pretexto de amenazas imaginarias rusas o chinas, mientras en Europa, incluida Alemania, se están dando pasos hacia la remilitarización del continente, sin tener apenas en cuenta los antecedentes históricos”, agregó.

Para conmemorar el 80° aniversario de la victoria de la URSS en lo que ellos llaman la “Gran Guerra Patria”, y la victoria de China en la “Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa”, los dos países firmaron una Declaración Conjunta sobre la profundización de su asociación estratégica de cara a una Nueva Era.

En un artículo publicado por la Brookings Institution, que podemos traducir por “China y Rusia conmemoran la historia para reimaginar el orden internacional”, los académicos Kainan Gao y Margaret M. Pearson afirman que los dos países “comparten una obsesión con la historia”.

Se trata, en este caso, de una alternativa China a la narrativa occidental sobre la victoria aliada que destaca principalmente su propio papel en el conflicto.

El artículo hace un análisis de diferentes instrumentos jurídicos que fueron dando forma al orden internacional después de la IIGM y de la diferente interpretación que las partes hacen de esos documentos, en particular de la Declaración del Cairo, de 1943; la Proclama de Potsdam, de 1945y el Tratado de Paz de San Francisco, de 1951.

Todo esto tiene que ver, entre otros temas de actualidad, con el derecho de China sobre Taiwán y otras islas del Pacífico y los mares de China Oriental y Meridional. A medida que la Guerra Fría se iba instalando en el mundo, “y la amenaza del comunismo en Asia crecía, Estados Unidos perdió interés un sancionar a Japón”, afirman.

En realidad, ya había hecho lo mismo en Alemania, donde viejos nazis se incorporaron al gobierno de Adenauer, mientras científicos alemanes contribuían a desarrollar la bomba atómica en Estados Unidos.

“El desacuerdo entre China y Estados Unidos sobre la fuente legítima del derecho internacional está relacionado con sus diferentes percepciones de los orígenes del orden internacional de la posguerra”, afirman. “Los Estados Unidos lo han entendido como un orden mundial liberal, mientras que China lo interpreta como un orden de posguerra”.

Construyendo un nuevo orden

El desfile militar de China el 3 de septiembre –dicen Kainan y Pearson, “se organizó, en parte, para recordar las contribuciones y sacrificios de China durante la Segunda Guerra Mundial” y defender así “el orden internacional inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial”.

Xi presentó su visión de ese nuevo orden mundial en cinco puntos para una Iniciativa de Gobernanza Global. Todos los países, independientemente de su tamaño, fuerza o riqueza, deben participar y beneficiarse por igual de la gobernanza global, señaló.

Vale la pena consignar aquí la opinión del fundador del gigante ruso del aluminio, Oleg Deripaska, citado por Laura Zhou en el South China Morning Post, diario de Hong Kong: “Un sistema de pago basado en el yuan es crucial para construir el mundo multipolar que China ha estado pidiendo”, afirma, señalando un aspecto clave para el desarrollo de ese proyecto.

“Para convertirse en una potencia global –agregó– China deberá acelerar sus esfuerzos para expandir un mercado de deuda basado en el yuan e impulsar el uso de la moneda china en las liquidaciones financieras internacionales”.

Ríos de tinta

La propuesta de la creación un “nuevo orden” mundial provocó ríos de tinta en los medios internacionales.

Alexandra Sharp comentó, en las páginas conservadoras de Foreign Policy que, con una cumbre de dos días centrada en impulsar la inversión en el este de Asia y un desfile militar con invitados de alto perfil, Beijing pretendía “señalar el surgimiento de un nuevo mundo multipolar moldeado en gran medida por China y sus aliados”.

Antoaneta Roussi dijo en Politico que la cumbre realizada en Tianjin con países de Eurasia y el desfile militar en Beijing estaban diseñados para consolidar su influencia y defender la visión de un “orden mundial multipolar”.

La postura de Pekín es contundente afirman medios rusos. Se trata de “rechazar los bloques de la Guerra Fría y restaurar el sistema de la ONU como única base jurídica universal”. Esto supone una crítica directa al «orden internacional basado en reglas” impuesto por Occidente después de la Guerra Fría.

Occidente tuvo su siglo, el futuro pertenece ahora a estos líderes, en opinión de Farhad Ibragimov, un analista especializado en el espacio post soviético. Opinión similar tiene Tarik Cyril Amar, un académico que enseña en el Departamento de Historia de la Koc University en Estanbul, para quien “está surgiendo de forma imparable un nuevo orden mundial centrado en Eurasia y el Sur Global”.

En tono más polémico, Fyodor Lukyanov, editor jefe de Russia Global Affairs y director del Club de Valdai, compara los cambios actuales con los ocurridos al final de la Guerra Fría. Reagan puso fin a la Guerra Fría en los términos de Washington, consolidando su papel como única superpotencia. “Trump y Putin están poniendo un punto final de ese período. La era unipolar está terminada”.

A modo de coda

Si esas son las raíces de los conflictos actuales, no menos complejo resulta descifrar las señales de un mundo en que las viejas alianzas han saltado por los aires y el papel de los actores en el escenario internacional han sufrido transformaciones pocas veces vistas en años recientes.

El renovado papel de China y Rusia en ese escenario es el primer elemento a destacar. Pero es en el “otro lado”, en Occidente, donde todo parece menos ortodoxo, donde es más difícil dar seguimiento a las muy diversas expresiones de esas nuevas políticas.

Como dijo Peter Baker en el NYT el pasado 14 de septiembre, “en una era de profunda polarización, la unidad no es la misión de Trump”. Nos referimos, por ejemplo, al distanciamiento entre Washington y Bruselas; al criterio de aplicación por Washington de aranceles a antiguos aliados; o a la renovada retórica de una agresiva política hacia América Latina, que parece difícil de sustentar en el escenario internacional actual. Y a la cada vez más insostenible situación de un país cuya deuda se acerca ya a los 37 millones de millones de dólares, casi tan grande como la de los otros países de economías avanzadas.

Pero no solo eso. El ruidoso escenario internacional a ratos barre para debajo de la alfombra la situación por la que atraviesan algunas de las principales naciones europeas.

El británico Keir Stamer se hunde en las encuestas, sin poder cumplir sus promesas de campaña. Algo similar enfrenta el alemán Friedrich Merz, cuyo plan para recuperar la economía alemana tampoco encuentra formas de arrancar, mientras el presidente francés ve caer a su sexto primer ministro, luego de que una propuesta para enfrentar el déficit fiscal y la creciente deuda pública mediante recortes presupuestarios provocara la caída del gobierno de François Bayrou.

Pero, en el clima actual, “donde hay una crisis tan profunda, el hecho de que estos líderes estén debilitados políticamente en casa no importa tanto”, en opinión de Peter Ricketts, exasesor de seguridad nacional británico y exembajador en Francia.

«Starmer, Merz y Macron son belicistas insufribles», dijo el economista norteamericano Jeffrey Sachs. Los une su espíritu guerrero frente a Rusia. Riesgosa amenaza para un mundo que ya vivió dos guerras mundiales en poco más de un siglo. Y que ve, de nuevo, armarse a Alemania y a Japón, donde políticos y militares ponen fecha para una guerra que se ha transformado en instrumento de su supervivencia política.

¿Por cuánto tiempo podrán esos líderes defender su proyecto de incremento de gastos militares? Para eso tendrán que mantener viva la idea de la “amenaza rusa”, que Moscú califica de histeria carente de sentido, reiterando que no tiene ninguna intención de atacar países europeos.

FIN

Costa Rica ante el Tratado de Libre Comercio con los EE.UU. Un balance entre oportunidades y límites

Alberto Salom Echeverría

La firma del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (en adelante TLC CAFTA-DR), ratificado por Costa Rica en 2009, se nos dijo que marcaría un punto de inflexión en la política comercial del país. Hasta entonces, la relación con el principal socio comercial —Estados Unidos— se sustentaba en otros instrumentos jurídicos como el de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC), un régimen unilateral creado por EE. UU. para otorgar acceso preferencial a productos provenientes de economías en desarrollo. Sin embargo, la transición hacia un tratado vinculante y bilateral no estuvo exenta de tensiones. En este contexto, resulta clave analizar las ventajas y desventajas que trajo consigo el TLC para Costa Rica, considerando, además, la evolución de su balanza comercial con Estados Unidos antes y después del tratado.

Ventajas ¿reales o aparentes?: estabilidad, inversión y diversificación exportadora

Como creo haberlo dejado claro en el artículo anterior, los principales líderes del “Movimiento del sí al TLC”, siempre aseguraron que, con este Tratado Comercial, se daba un paso seguro para movernos de un marco comercial revocable a un régimen que sería supuestamente estable y legalmente protegido. La ICC, aunque beneficiosa en su momento, dependía enteramente de decisiones unilaterales del Congreso o del Ejecutivo estadounidense. En contraste, -se nos dijo- que, el TLC CAFTA-DR había establecido reglas claras, derechos recíprocos y procedimientos jurídicos vinculantes, lo cual ofrecía seguridad jurídica a los inversionistas y previsibilidad a los exportadores costarricenses. Los gobiernos costarricenses a partir del 2009 promovieron entonces políticas públicas mediante las que, se produjo un notable crecimiento de la inversión extranjera directa, especialmente en sectores como tecnología, manufactura avanzada y servicios. Pero hemos de tener en cuenta, asimismo, los problemas que el Tratado trajo consigo, en especial ahora, que las imposiciones unilaterales de aranceles del señor Trump a todos sus socios comerciales, colocan a los demás países que comercian con los EE. UU, pero muy especialmente a socios mucho más débiles como los centroamericanos y del Caribe, en una situación verdaderamente calamitosa. Veamos primero las recompensas que derivamos del TLC.

El tratado facilitó en estas últimas dos décadas, la diversificación del aparato exportador costarricense. Recordemos que, antes del TLC, las exportaciones hacia EE. UU. se concentraban en productos agrícolas tradicionales como café, banano y azúcar. Tras su entrada en vigor, Costa Rica amplió su portafolio exportador hacia bienes de mayor valor agregado, como dispositivos médicos, servicios empresariales, tecnología y componentes electrónicos. Según datos del Ministerio de Comercio Exterior (COMEX), en 2006 (años previos a la entrada en vigor del TLC CAFTA), las exportaciones costarricenses a EE. UU. alcanzaban los $3.500 millones; en 2023, esta cifra superó los $6.500 millones, con un cambio significativo en la composición de los productos exportados.

La balanza comercial: ¿ganancia estructural o dependencia creciente?

Si bien las exportaciones crecieron, también lo hicieron las importaciones desde Estados Unidos, lo que plantea interrogantes sobre los beneficios netos del tratado. En los años previos al TLC, Costa Rica solía registrar superávit comercial con EE. UU. (es decir, exportaba más de lo que importaba). Sin embargo, tras la implementación del tratado, la balanza comercial se tornó más volátil, y en ciertos años se registraron déficits comerciales.

Por ejemplo, en 2005, Costa Rica tuvo un superávit de aproximadamente $300 millones con EE. UU. Pero para 2015, ya con el TLC plenamente implementado, el país registraba un déficit cercano a los $1.000 millones, en parte debido al aumento de importaciones de productos manufacturados, bienes de consumo y maquinaria. Aunque en años recientes la balanza ha tendido a estabilizarse, esto revela que el tratado no garantizó un saldo comercial positivo sostenido, -y que- el país pasó a depender aún más de EE. UU. como proveedor clave. Un problema de significativa importancia que ha limitado siempre un verdadero desarrollo con autonomía y equidad para países como Costa Rica y sus vecinos, los cuales corren la misma suerte -o quizás peor- que nosotros.

Desventajas: pérdida de autonomía y presión sobre sectores vulnerables

Uno de los principales costos del TLC ha sido la pérdida de margen de maniobra en la formulación de políticas públicas, especialmente en áreas como compras gubernamentales, regulación de servicios, propiedad intelectual y protección ambiental. Al asumir compromisos de no discriminación y trato justo para inversionistas extranjeros, el Estado costarricense se ha visto limitado en su capacidad de aplicar ciertas políticas redistributivas o de protección social.

Además, el TLC ha expuesto a sectores productivos sensibles, como el agrícola, a una competencia desigual frente a productos subsidiados estadounidenses. Pese a que se negociaron plazos de desgravación gradual, rubros como el arroz, los lácteos o el maíz han enfrentado presiones importantes, y el Estado ha debido implementar medidas compensatorias para mitigar los impactos.

En contraste, bajo la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (en adelante ICC), Costa Rica tenía acceso preferencial a EE. UU. sin necesidad de abrir completamente su mercado, ni de someterse a compromisos jurídicos complejos. Esa flexibilidad permitió proteger sectores estratégicos, aunque -hemos de admitir- con el riesgo constante de perder acceso al mercado del norte, si EE. UU decidía modificar unilateralmente el esquema. Pero hoy, bajo el esquema del tratado de libre comercio (TLC), merced a una circunstancia de naturaleza sobre todo política -la actuación arbitraria del gobernante de una potencia, probablemente la más grande e injusta del orbe- nos toca enfrentar un problema similar al descrito bajo la ICC, “la modificación unilateral del esquema, por parte del socio, por mucho más poderoso del negocio”; esto ha sido así, sin que desde la perspectiva del 2009, cuando por fin Costa Rica estuvo lista para poner a caminar el TLC CAFTA-DR, ni el más suspicaz de los que apoyaron dicho “Tratado”, se imaginó que podríamos vernos en una circunstancia tan adversa para el comercio de toda la región, como esta por la que estamos atravesando.

Conclusión: entre la oportunidad y la dependencia

La adopción del TLC CAFTA-DR representó, para Costa Rica, una apuesta por la integración jurídica, económica y comercial con Estados Unidos, asumiendo tanto las ventajas de un marco en apariencia “más estable”, como los riesgos inherentes a una mayor dependencia estructural. Aunque el país ha logrado diversificar sus exportaciones, atraer inversión extranjera y fortalecer algunos sectores estratégicos, también ha cedido grados de autonomía y ha enfrentado tensiones sociales por los impactos en sectores vulnerables. La evolución de la balanza comercial revela que el TLC no fue una panacea, sino una herramienta más —con beneficios y costos— en la política de inserción internacional del país.

Así había sido antes de esta segunda administración de EE. UU, bajo el liderazgo de Donald Trump. Si los beneficios del TLC no resultaron tan loables como se nos había prometido, ¿qué podemos esperar ahora, cuando el gobierno estadounidense se ha lanzado con la agresividad que lo caracteriza a establecer -arbitraria e ilegalmente- aranceles a los productos provenientes de los países centroamericanos y República Dominicana -cubiertos o no por el TLC-? Insisto, el futuro inmediato no se presenta muy halagüeño frente a las políticas unilaterales impuestas por la administración Trump; menos aún, cuando las élites centroamericanas se han mostrado tan sumisas frente a los Estados Unidos y su nueva política arancelaria. El presidente Rodrigo Chaves Robles es un campeón de la sumisión ante los Estados Unidos. Como lo hemos argumentado, existen recursos a los que podríamos haber acudido para defendernos, pero los gobernantes han quedado como pasmados, mostrándose temerosos de echar mano de los recursos legales que existen en nuestra defensa.

Ucrania, Rusia y Estados Unidos en el espejo de Alaska

Vladimir de la Cruz

El escenario internacional sigue siendo oscuro. Entre la región de Palestina, y el genocidio diario que se realiza en Gaza, por el gobierno de los carniceros de Israel y sus aliados internacionales, y la guerra en Ucrania, provocada por la OTAN, Europa se cubre con un gran paraguas, a modo de una gran espada de Damocles, bajo un peligro de guerra inminente, casi inevitable, totalmente omnipresente, sobre las naciones de la Unión Europea, que están entre esos extremos como la parte interna de ese sándwich político y geopolítico, pasto principalmente de los intereses económicos y geopolíticos militares que allí actúan.

Recordemos que Europa es toda la región desde Portugal y España, al extremo de la Península Ibérica hasta la Rusia que limita con los Montes Urales, que fue el más importante escenario de la II Guerra Mundial.

Una guerra actual, de características europeas, dentro de ese contexto geográfico, es sin lugar a dudas, una guerra que calificaría por sus impactos y consecuencias en una verdadera III Guerra Mundial, que podría tener la característica de una Guerra Mundial Atómica de Baja Intensidad, donde probablemente se utilizarían bombas atómicas similares, en su capacidad destructiva, a las que fueron lanzadas criminalmente, por los Estados Unidos, contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945, cuando no era necesario ese uso de armas atómicas, en ese momento final de la participación del Imperio del Japón en aquella guerra, lo que sirvió para disuadir al mundo de la nueva época que iniciaba, la época de las guerras atómicas o nucleares.

Hoy, una guerra así desarrollada tendría un alcance global, trascendente a Europa, al norte de África y el extremo oriental del Asia. Sería una guerra que inevitablemente alcanzaría al continente americano, donde nunca, en las dos guerras mundiales así conocidas del siglo XX, ha caído una sola bomba, ni ejércitos han desarrollado combates de ninguna especie.

La sola amenaza de participación de la OTAN en el conflicto de Ucrania ha provocado que Rusia declare que esa participación, si se llega a concretar, sería una guerra de la OTAN contra Rusia, por lo que Rusia tendría el derecho de actuar en respuesta contra los países europeos que así se comprometan. Así lo ha declarado y hecho saber reiteradamente el presidente ruso, Vladimir Putin.

Putin no ha dicho (pero es obvio que también así actuará) será una guerra contra Canadá y Estados Unidos que son países integrantes del Pacto de la OTAN.

En la II Guerra Mundial Hitler ordenó que sus submarinos actuaran hundiendo barcos en puertos latinoamericanos y del Caribe, como lo hicieron, para obstaculizar el apoyo en armas, comestibles y el traslado abastecimientos en general, que desde América se hacía para las tropas que combatían a las fuerzas fascistas y nazistas.

En una situación actual, todos los puertos y aeropuertos de la costa Atlántica de los Estados Unidos, y de Canadá si fuera necesario, serían atacados con misiles transcontinentales y, si a eso se llegara, se haría con bombas atómicas de baja intensidad, para evitar cualquier suministro de material militar a las tropas que estuvieran combatiendo contra Rusia. Nada sería seguro. Hasta el Canal de Panamá se volvería un objetivo estratégico para evitar el traslado marítimo de armas y pertrechos de guerra desde la costa pacífica de los Estados Unidos usando el Canal de Panamá para ir a Europa.

El control geopolítico, territorial y militar que el presidente Trump ha señalado, que quiere desarrollar (como ya lo está haciendo) en Panamá, es parte de esta estrategia, en esa posibilidad de un conflicto armado de esta envergadura. De manera que, si allí fuera necesario, también tendrían su dosis de bombas atómicas de baja intensidad.

Hiroshima y Nagasaki son el testimonio de que la Humanidad se puede destruir a sí misma, en dosis pequeñas o en grandes dosis según sea la necesidad de la confrontación.

Las bombas «Little Boy» y «Fat Man», utilizadas en esas ciudades hoy son juguetes de niños, comparadas con las que se han desarrollado mundialmente, que están producidas y almacenadas en más de 10.000 artefactos de ese tipo, y de distintas magnitudes de explosión, por los países productores de armas y armas atómicas.

En aquella guerra, Estados Unidos anunció que esas armas nucleares habían sido usadas en combate. En una guerra actual se volverían a usar, con la misma justificación de armas de combate, con la gravedad de que esas armas circulan en varios países, que hoy están involucrados territorialmente en los escenarios donde están los focos de guerra calientes.

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki tuvieron un impacto devastador en las zonas donde fueron lanzadas, con un impacto de muerte de poco más de 400.000 personas entre ambas. Antes del lanzamiento de las dos bombas atómicas Estados Unidas había bombardeado 67 ciudades japonesas. Las atómicas de Hiroshima y Nagasaki se lanzaron afectando áreas de 5 a 10 kilómetros de ancho.

La justificación del uso de armas atómicas para poner fin a una guerra sigue siendo válida para los guerreristas. La lucha internacional contra el desarme nuclear no ha sido suficientemente válida en estos últimos 80 años.

La detonación de bombas atómicas tiene también la consecuencia de envenenamientos por radiación, desarrollo de leucemias y otros cánceres.

Hay guerras recientes, de las últimas décadas, donde se han hecho caer más bombas que las lanzadas en la II Guerra Mundial.

Si las bombas atómicas de 1945 se lanzaron con el objetivo de hacer rendir al Imperio japonés, el lanzamiento de bombas atómicas hoy sería para acabar con un gobierno, con un sistema político, con una nación, un país o un gran territorio.

Después de Hiroshima y Nagasaki se han lanzado, a modo de prueba, más de 2000 bombas atómicas o nucleares como pruebas de las armas atómicas en desarrollo y producción.

Se estima que China, Francia, India, Israel, Corea del Norte, Pakistán, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos tienen almacenadas más de 12.500 armas nucleares.

El presidente Trump se ha empeñado en acabar con la guerra en Ucrania, pero no así con el genocidio israelí en Gaza, donde han apoyado las acciones criminales del ejército y del gobierno israelí, y ha apoyado las incursiones militares de Israel a Irán y a Siria, aparte de los otros apoyos que sostiene en otros conflictos militares en África y los que quiere desarrollar en el Caribe.

Elemento importante para desarrollar armas nucleares es el uranio, que se encuentra principalmente en Australia, con las mayores reservas, Kazajistán, Canadá, Rusia, Siberia, la Antártida y Groenlandia, donde Trump ha puesto el ojo de la apropiación territorial.

En América Latina no hay uranio ni países con armas nucleares, pero no estaríamos al margen de una guerra de esta naturaleza. Nos alcanzaría en todas sus consecuencias.

El uranio como elemento natural es más abundante que el oro, la plata o el mercurio, parecido al estaño y poco menos que el cobalto o el plomo.

20 países concentran las principales minas de uranio y, de ellas, 10 minas producen casi el 60% del uranio mundial. Las minas se encuentran en Canadá, Australia, Namibia, Rusia, Níger y Kazajistán. La reserva de uranio mundial se estima para los próximos 100 años, de acuerdo con la Agencia de Energía Nuclear y del Organismo Internacional de Energía Atómica. Mundialmente hay cerca de 500 reactores nucleares en funcionamiento.

La reunión, de pocos minutos, del pasado viernes 15 de agosto en Alaska, entre Trump y Putin, que solo alcanzó para saludarse, darse la mano y ni siquiera almorzar, evidenció que a Trump y a Putin les preocupa la guerra de Ucrania, y las consecuencias más amplias que puede tener.

Trump con gran sentido de la realidad política de la situación de Ucrania reconoció que Ucrania no está ganando la guerra, que Ucrania la está perdiendo, que el avance de las tropas rusas es de varios kilómetros por día, que el ejército ucraniano muestra importantes señales de cansancio y abatimiento, no solo físico sino también moral y de capacidad y compromiso de combate, que el control territorial ruso es cada día mayor, casi el 20% del territorio de Ucrania.

Reconoció Trump también, que por encuestas hechas por Estados Unidos, realizadas a la población de Ucrania, casi el 90% desea que la guerra se acabe, y que están de acuerdo con el dominio ruso de los territorios que tienen bajo su control, que además son de una población rusa superior al 90% de sus habitantes.

Trump atendió las peticiones rusas de que Ucrania no entre como miembro a la OTAN, que no se establezcan bases militares de la OTAN en territorio ucraniano, que se acaben las manifestaciones nazi fascistas en la administración política ucraniana, que los territorios en poder ruso así se quedan y que no habría intercambio territorial con Ucrania de regiones rusas.

Putin fue claro en señalar que el apoyo militar de la OTAN a Ucrania comprometía a esa organización en el conflicto, y que de llegar a participar con efectivos militares entendería que es una declaración de guerra que tendría sus consecuencias sobre los países que con la OTAN participaran, originando una escalada militar más amplia, ya en el escenario de casi una III Guerra Mundial.

Trump no pudo imponer su deseo de un “alto el fuego”, considerando que lo correspondiente es un acuerdo de paz, que es lo que más fácilmente se puede lograr, aceptando las condiciones establecidas por Putin.

Trump dijo claramente: “La mejor forma de terminar la horrible guerra entre Rusia y Ucrania es ir directamente a un Acuerdo de Paz, que terminaría la guerra, y no a un simple acuerdo de alto el fuego, que en muchas ocasiones no se puede sostener”. Por ello la salida rápida de Trump de la reunión y la convocatoria urgente que hiciera para la reunión, en Washington, el pasado 19 de agosto con Zelenski y algunos líderes europeos en la Casa Blanca.

El enfrentamiento militar Trump reconoció que puede durar hasta principios del próximo año, con las dificultades que el invierno europeo puede ocasionar a las tropas ucranianas, especialmente.

De nada le valió a Trump tratar de impresionar a Putin con las maniobras aéreas que hiciera sobre su cabeza, sin quitarle la alfombra roja con que lo recibió.

Trump reconoció sus dudas sobre continuar dando el apoyo a Ucrania, sin Europa, puesto que Ucrania en este momento pasa su peor situación de fragilidad y debilidad. Los avances rusos en Donetsk y Pokrovsk son contundentes.

Trump y sus militares, como la sabe la OTAN, los rusos han duplicado sus ataques aéreos y han logrado alcanzar bajo control más de 3500 kilómetros cuadrados de territorio. Ucrania se ha retirado del territorio ruso de Kursk, porque no lo ha podido sostener.

Las garantías estadounidenses para Zelenski y Ucrania se agotan. Por eso Trump declaró después de la reunión de Alaska que “Ahora le toca al presidente Zelenski lograrlo”. Esa guerra le ha costado a Estados Unidos desde Biden hasta Trump, casi los 500.000 millones de dólares y a la Unión Europea le va costando casi los 150.000 millones.

La guerra en el interior de Ucrania ha atado al gobierno para las correctas tomas de decisiones. A Estados Unidos, a su presidente Trump, pareciera ya no importarle Ucrania para darle garantías de seguridad ni al gobierno de Zelenski. Le interesa a Trump también participar de la explotación de las tierras raras que hay en Ucrania, unas en territorios que están en poder de los rusos ahora, y otras en las cuales quiere participar directamente.

La reunión de Alaska se repetirá en Moscú, sobre el reconocimiento real de la posición de fuerza y de la realidad que tiene Rusia en esa región.

Ucrania y los guerreristas europeos tendrán de ceder para lograr una paz efectiva.

Ningún otro país europeo está siendo amenazado por Rusia, pero Rusia se defenderá de cualquier país europeo o miembro de la OTAN que participe perversamente en ese conflicto, que considere con ello que le ha declarado la guerra. Y, con ello, se puede abrir la válvula de la III Guerra Mundial de Baja Intensidad. ¡Ojalá que esto no ocurra!

Publicado en MEER y compartido con SURCOS por el autor.

“Good afternoon, dear neighbour”

Gilberto Lopes
San José, 19 de agosto de 2025

El saludo de Putin al presidente norteamericano, cuando se encontraron al pie de los aviones que los llevaron a la cita en Alaska, el pasado viernes, 15 de agosto, revela el secreto de un cambio que la cita resume.

Pese a que son dos países vecinos, la historia los ha tenido de espaldas. Es poco frecuente verlos como vecinos. Ha sido más común verlos enfrentados, mirando, cada uno, hacia Europa.

El “buenos días” de Putin a su vecino hizo que, de repente, la historia coincidiera con la geografía. Cosa que hasta entonces no ocurría. Me parece que, visto con cuidado, esto simboliza un cambio radical. Los dos vecinos se dieron vuelta, para mirarse de frente en la cita de Alaska. A sus espaldas quedó Europa.

Es imposible saber, por ahora, si el cambio será permanente, si durará. Pero la lectura de los comentarios sobre la cumbre, sobre todo de los medios europeos, deja en evidencia su importancia.

Como decían los corresponsales de El País una semana antes de la reunión, “medio año de negociaciones y miles de muertos después, las humillantes concesiones de los aliados europeos en estos meses para tratar de que el republicano respaldase a Kiev semejan no haber servido de nada”. “El presidente ruso conseguirá una foto con el estadounidense y pondrá fin al estatus de paria en que se encontraba”.

El texto refleja bien esa sensación de los medios de Occidente, incluyendo la idea de que Putin se encontraba en un “estatus de paria” que los hechos difícilmente demostraban. El que Occidente cortara sus relaciones con Putin no significaba que el presidente ruso estuviera aislado del mundo. La afirmación parece recordar aquella otra, cuando en Gran Bretaña la prensa decía: “Niebla en la Mancha, continente aislado”. Pero esos eran otros tiempos.

Una cita importante

Para analistas rusos, como Fyodor Lukyanov, editor de Russia in Global Affairs y director del Valdai International Club, la cumbre tiene una importancia similar a las negociaciones para la reunificación alemana, hace unos 35 años. Un proceso que, en su opinión, “sentó los fundamentos del desarrollo político de las décadas siguientes”. Resta saber si la cita de Alaska tendrá esa misma relevancia. Si significará un cambio duradero en el orden internacional heredado de la Guerra Fría. Volveremos a esta idea más adelante.

Para el primer ministro eslovaco, Robert Fico, el encuentro borró una visión en blanco y negro sobre el conflicto, que el relato de Occidente trataba de imponer. “Tenemos que hablar de iguales garantías de seguridad para Ucrania y la Federación Rusa, tomando en cuenta las raíces históricas del conflicto”, afirmó.

También en el portal Brasil247 se podía leer: Putin y Trump reescriben las reglas de la geopolítica en la cita de Alaska. Mas que una avance en las negociaciones de paz en Ucrania, representó “un cambio estructural en las relaciones de poder globales”.

Ese cambo incluye una reasignación del papel de Europa en el escenario internacional, que el canciller alemán resumió bien cuando afirmó que “la Unión Europea no debería sobrestimarse; que el actor clave en ese escenario seguía siendo Washington”.

¡Sí, Washington. Pero como la reunión de Alaska dejó en evidencia, el interlocutor es Moscú!

Europa apuesta a la guerra, sin los recursos necesarios para eso. Con sus lazos cortados con Moscú, con toda iniciativa diplomática abandonada, la UE discute su presupuesto orientado principalmente a la guerra. Destinó 150 mil millones de euros al recién creado Security Assistance Facility, al que podrán acudir los países de la Unión para promover un programa de rearme y de apoyo militar a Ucrania.

Eso le genera dos problemas (además del que significa el pensar que la guerra es nuestro dramático destino): uno con los países altamente endeudados –entre ellos Francia, Inglaterra e Italia– y otro con los países “austeros” –como Alemania y Holanda– que han encabezado la lucha contra cualquier intento de generar deuda a cargo de la UE. Los dos se agravarán con los gastos acordados.

Ganar la guerra

No se puede entender los movimientos en torno al conflicto en Ucrania sin hacer referencia a los objetivos de esta guerra.

Rusia los ha explicitado: poner fin a la expansión de la OTAN y obtener garantías de seguridad en su frontera con Ucrania. Eso implica medidas contra el armamentismo o la presencia de tropas de la OTAN en ese país, considerada inaceptable por Moscú; el control de los territorios fronterizos ya parcialmente ocupados, con una población mayoritariamente de origen ruso; y un cambio de régimen en Kiev.

Naturalmente eso tendrá que ser negociado. La clave me parece que está en la exigencia de seguridad para Moscú. Algo similar a lo que Occidente pide para Ucrania, aunque sin considerar nunca exigencias similares de Rusia.

 “Ganar la guerra” no es un objetivo fácil de definir en este caso. ¿Qué significa? Las garantías que tanto Ucrania como Rusia exigen pueden lograrse de diversas maneras. Trump ha reiterado su ofrecimiento a Ucrania en la reunión del lunes, en Washington.

Moscú no parece tener ninguna objeción porque no piensa conquistar Ucrania. El conflicto de hoy no es territorial, como los Acuerdos de Minsk, firmados en 2014 y 2015 –boicoteados por Occidente y por Ucrania– lo demostraban. Lo que estaba en discusión era la garantía para la población de origen ruso en las regiones fronterizas. Desechados esos acuerdos, Moscú decidió reivindicar por las armas los derechos de esa población.

Menos sentido tiene todavía la afirmación de dirigentes europeos poniendo fecha para una próxima agresión rusa contra Occidente. Hablan de prepararse para una guerra, como si esa guerra pudiera ser otra que una guerra nuclear.

En realidad, la historia ha discurrido en dirección contraria, tanto en la II Guerra Mundial como en la Guerra Fría. No han sido los rusos los que han iniciado una marcha hacia Occidente.

El complejo medio juego del ajedrez

Lukyanov señaló que Ucrania es el escenario más visible de cambios históricos que van más allá de sus fronteras. Coincido con esa idea. Con las piezas desplegadas en el tablero desde hace más de tres años, hemos llegado a un complejo medio juego, en el que los movimientos no dejan ver aun con claridad el desenlace.

En ese escenario, los movimientos han estado orientados, en primer lugar, a atraerse el apoyo de Washington, un poder capaz de inclinar la balanza hacia un lado u otro. Occidente ha insistido en un alto al fuego, tema puesto sobre la mesa por Trump quien, finalmente, parece haber entendido que es una medida inaceptable para Rusia: no conduciría necesariamente al fin de la guerra, pero contribuiría al fortalecimiento de Ucrania, que está en situación de desventaja militar.

«Ucrania debe convertirse en un puercoespín de acero», ha repetido la presidente de la Comisión Europea, la conservadora alemana Ursula Von der Leyen, para quien “la paz debe lograrse a través de la fuerza». Para atraer a Trump, Von der Leyen argumenta que “lo que importa debe ser parar las matanzas”. Preocupación difícil de considerarse seriamente, si se analiza la posición de la UE ante las matanzas en Gaza. Europa apuesta a un incremento de la ayuda militar, a la derrota de Rusia. Una tregua contribuiría a reforzar las posiciones de Ucrania. Rusia no lo va a aceptar.

Después de la cita de Alaska, las piezas de este ajedrez se movieron nuevamente durante la reunión de Zelensky y los líderes europeos con Trump, en la Casa Blanca, en lunes 18. El juego sigue. El objetivo no está definido por consideraciones humanistas sobre matanzas, ni solo por el conflicto en Ucrania, sino por el orden político de la post Guerra Fría. No se puede entender la partida en este tablero sin una visión del contexto mundial.

El fin de la dinámica de la Guerra Fría

En julio de 1990 Mikail Gobachov negociaba con el canciller alemán Helmut Kohl la retirada de las tropas rusas de Alemania y la incorporación de ese país a la OTAN. Eran los estertores de la Guerra Fría. Gorbachov estuvo de acuerdo. Entonces el secretario de Estado James Baker le prometió un cambio en el carácter de la OTAN, su transformación en una organización política, ya no militar. Y que no se extendería hacia el este. Como sabemos, ni una cosa ni la otra fueron cumplidas.

El presidente Ronald Reagan puso fin a la Guerra Fría en los términos de Washington. Pero hoy, 35 años después, el tema está de nuevo sobre la mesa, con esas reglas cuestionadas por Moscú. Y aunque en otros términos, también por China y por el Sur global.

La OTAN ya no puede seguir acercándose a las fronteras rusas sin pagar un precio. Europa sigue apostando a la OTAN, se resiste a la oposición rusa. Trump parece entenderla y aceptarla. Los papeles han cambiado. El del Reagan de entonces lo encarna hoy Putin. El de Gorbachov es Trump.

Un escenario más amplio

No todo, como hemos dicho, se resuelve en Ucrania, aunque la importancia de lo que decide ahí queda en evidencia por los inmensos recursos invertidos por Estados Unidos y Europa en ese conflicto.

Pero es la irrupción de China en el escenario mundial el mayor desafío al orden político surgido de la Guerra Fría, con sus instituciones económicas y su orden político liberal, impuesto en América Latina, con frecuencia, por golpes de Estado y regímenes militares.

El reconocimiento internacional de una sola China, con sus consecuencias sobre la inevitable incorporación de Taiwán al país, es el tema más sensible. Que China considera, además, como un asunto interno, lo que lo hace particularmente sensible. Es, sin embargo, objeto de presiones de Occidente. Es parte de las tensiones creadas en torno a la presencia cada vez más relevante de China en la política, en la economía y en el escenario militar internacional.

Además de China, Trump ha generado conflictos en materia comercial con aliados hasta ahora cercanos, incluyendo América Latina, donde la presión sobre Brasil ha escalado a niveles poco habituales. Del mismo modo, el genocidio de Israel en Gaza ha generado nuevos alineamientos internacionales, escenarios todos donde las viejas reglas del mundo de post Guerra Fría enfrentan cada vez mayores resistencias.

FIN