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Etiqueta: deuda pública

¡El bicentenario de la vergüenza!

Ing. Carlos Vega. Luchador Social Grecia

En Costa Rica hoy es un día de reflexión sobre la Patria que heredarán nuestros hijos, nietos y sus descendencias.

Ponemos sobre la mesa la reflexión del compañero Abogado Oscar Madrigal, material que nos llega gracias al esfuerzo de SURCOS DIGITAL (https://wp.me/p6rfbZ-fYW).

Con esta radiografía, sobre la herencia de los desgobiernos durante estos últimos 50 años, la pregunta actual es: ¿En este mes de la Patria y el bicentenario, hay algo qué celebrar?

Nada que celebrar, mucho de qué avergonzarnos en esta fecha, y por lo tanto, mucho por lo que Luchar.

Hoy el rostro de nuestra Patria está carcomido por la corrupción generalizada, no hay día que no salga un escándalo en que nos enteramos de robos en sumas multimillonarias, y como esto es recurrente, ya pasa desapercibido ante los ojos de la ciudadanía.

Para cubrir el hueco que este estado de cosas ha dejado, nos endeudan en sumas cercanas, a los $40 mil millones de dólares, o sea, el que está por nacer lo hace cargando con una DEUDA ETERNA que anda por un estimado de ₡5 millones, o, sea, sería la DEUDA ETERNA per cápita, que como lo señalan los informes del BID más de $3 mil millones de dólares al año se esfuman en corrupción, despilfarros etc etc etc.

Hoy, al arribar al bicentenario, la clase política empresarial responsable del DESASTRE FISCAL, también responsable de haber destruido la seguridad social en sus desgobiernos, de haber creado una verdadera fábrica de pobres y la mayor desigualdad en América Latina y fuera de nuestro continente, de condenar a nuestros hijos, nietos y sus descendencias a vivir en una sociedad sin derechos, saca pecho con su patrioterismo barato, y nos envuelve en su fiesta electorera y futbolera, para adormecernos y continuar con su OBSCENA y ETERNA FIESTA, que pagamos con más impuestos, salarios congelados durante los próximos 10-20 años y más.

¡Y ni que decir de las pensiones hasta los 65 años que luego aumentarán hasta los 70 años con menos plata a recibir!

Pueblos originarios inquilinos y perseguidos en su propio país.

Este no es un cuadro apocalíptico para Costa Rica, es la realidad con la cual arribamos al bicentenario, verdad que a muchos incomoda, por eso, agradecemos a profesionales como Oscar Madrigal por sacarnos de la verborrea patriotera y ponernos los pies en la tierra.

Costa Rica: ¡Bicentenario para avergonzarnos!

¡NADA que celebrar, mucho por lo que LUCHAR!

Oscuras Perspectivas para el final de este 2021

German Masís M.

Con el propósito de adelantar un ejercicio prospectivo sobre lo que nos dejará la pandemia del COVID-19 y la Administración Alvarado en el año 2021 y siguientes, es posible visualizar un panorama de recuperación sanitaria y económica, lento y con grandes desafíos sociales e institucionales para los próximos dos años.

A nivel sanitario, la pandemia nos podría dejar un sistema de salud reforzado y mejor preparado, pero con un elevado déficit financiero de la Caja del Seguro Social y un déficit presupuestario del sector salud, que requerirá recursos extraordinarios.

En relación con la situación social y económica, la pandemia dejará secuelas muy profundas, toda vez que la emergencia lo que ha hecho es agudizar los problemas preexistentes como el déficit fiscal, la deuda pública, el desempleo, la pobreza y las desigualdades regionales, cuyas medidas de solución por parte de la Administración Alvarado resultarán insuficientes.

Las circunstancias económicas y políticas actuales indican que se mantendrá un déficit fiscal cercano al 7% de la producción y una deuda pública en constante crecimiento mayor al 70% de la misma, que junto a cifras de crecimiento económico del 2.5% según la OCDE (menos optimistas que las del Banco Central), no auguran una recuperación satisfactoria.

Parece claro que las medidas de la agenda del FMI permitirán gestionar a lo sumo una débil estabilidad económica, dado que las posibilidades de aprobación de los proyectos en la Asamblea Legislativa en esta coyuntura política preelectoral serán limitadas, siendo probable que los únicos proyectos que se aprueben en los próximos 6 meses sean los del crédito del FMI por 1,700 millones de dólares y a duras penas el de empleo público cuyas repercusiones económicas en todo caso no serán inmediatas.

Para los demás proyectos como el de renta global, rentas de capital y eliminación de exoneraciones, aporte solidario de empresas estatales e impuesto a los premios de lotería, las perspectivas son poco favorables, ya que existe una fuerte oposición de sectores e instituciones que ven afectados sus intereses generando presión sobre las fracciones legislativas opositoras.

La pandemia dejará secuelas socioeconómicas, como la vulnerabilidad y desaparición de muchas Pymes (3 mil en un año según el Ministerio de Economía), el crecimiento del empleo informal (más de 900 mil personas lo componen) y la constatación de la brecha digital en la educación (425 mil estudiantes no cuentan con conexión a internet según estudio reciente del MEP).

La Administración Alvarado, dejará unas finanzas públicas apenas estables, resultado de los primeros desembolsos del FMI, de los préstamos del BID y BCIE, de la venta bonos de deuda (en parte adquirida por los mismos bancos y empresas públicas), el leve crecimiento de las exportaciones y una mayor recaudación tributaria, también dejará avances cuestionados en infraestructura vial y un inviable proyecto de tren eléctrico para la GAM.

No obstante, su mayor falencia será en el aumento de las brechas socioeconómicas, tecnológicas, y territoriales y en la restricción de los derechos de los trabajadores y pensionados, en definitiva, nos dejará un país más desigual.

La política económica de esta Administración antes y después de la pandemia, ha estado más orientada a los grupos empresariales y sus actividades y ha favorecido un modelo de desarrollo que concentra riqueza, genera desempleo y que está creando pobreza.

Ese será el país del Bicentenario, con finanzas precarias, con un alto endeudamiento, carente de una reactivación económica y con grandes brechas sociales, lamentablemente frente a este oscuro panorama tampoco se escuchan propuestas serias y transformadoras de los partidos políticos de cara a las próximas elecciones.

 

Imagen: UCR.

Presentación del texto: “ABC de la Deuda”

SURCOS comparte la siguiente información:

Red Latinoamericana por Justicia Económica y Social presenta el texto “ABC de la Deuda”, en el que se busca familiarizar al lector con el tema de la deuda pública en los países de América Latina, brinda un primer acercamiento a conceptos técnicos y de análisis, también, busca presentar como ha sido el proceso de la deuda en toda América Latina.

En el texto también expone algunas recomendaciones y críticas al sistema actual y a la visión que se maneja por las organizaciones internacionales encargadas de supervisar y asesorar en temas de deuda como el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Adjuntamos el texto en PDF para descarga:

Ley de empleo público y congelación de los salarios

Jorge Hernaldo Jiménez Bustamante

Dos preguntas obligatorias ante la ley de empleo público que se tramita en la Asamblea Legislativa

¿Es esta una ley que procura ordenar el empleo público y terminar con la desigualdad salarial entre instituciones, o es una disimulada ley tributaria con la cual se pretende disminuir el déficit y la deuda pública?

¿Quiénes son los trabajadores del Estado a quienes se les obligará a pagar la deuda pública, y por qué ellos llevarán la peor parte en la voracidad estatal por recaudar impuestos entre los trabajadores?

Con la ley de empleo público, actualmente en trámite en la Asamblea Legislativa, se piensa recaudar, según un estudio hecho por Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica, un 1,8% del PIB por año. En la primera década un 1,31%, en la segunda un 1,72% y en la tercera un 1,46% del PIB. Esto equivale a cobrar 653.000 millones de colones por año que se le rebajará de los sueldos y salarios de los 280.00 empleados públicos. En 30 años los empleados públicos pagarán 19.590.000 millones de colones, un 54% del PIB anual. En promedio cada trabajador pagará 68,7 millones de colones.

Este gravoso e injusto impuesto que se le impone a los trabajadores equivale a descontarle en promedio 2,3 millones de colones por año, o sea 195 mil colones por mes.

Las víctimas de esta injusta tributación son:

En el año 2018 el sector público tenía empleados 275.375, en el 2019 se produciría una creación neta de 774 puestos de trabajo y en el 2020 de 367 plazas. Este conjunto pertenece a 217 instituciones, entre gobierno central, Poder Judicial, Asamblea Legislativa, municipalidades, entidades autónomas y descentralizadas.

¿Cómo se compone esta fuerza laboral del Estado?

Un 37,4% trabajan en el sector educativo, la mayor parte maestros y profesores, 103.079. Apreciables y sacrificados trabajadores que con su cultura forman a todos nuestros hijos e hijas para el servicio de la patria.

Un 20,6% son trabajadores de la salud, buena parte de ellos son médicos, enfermeras y enfermeros, auxiliares de enfermería, en los cuales ponemos nuestra vida y salud cuando más los necesitamos. ¿Cuánto sufrimiento humano son capaces de afrontar con estoicismo estos nobles trabajadores, que nos alivian y nos consuelan en nuestros padecimientos? Ellos son 56.683 empleados.

UN 9,7% trabajan en la seguridad, de ellos depende la vida y la hacienda de todos nosotros quienes ante el peligro no dudamos en marcar el 911 y ellos no dudan en exponer sus vidas para evitar el crimen y el delito. 26.748 son policías o trabajan con ellos.

Un 7,5% son trabajadores del sector de energía y ambiente; todos sabemos y comprendemos la importancia de contar con la energía diariamente en nuestro hogar y en nuestro trabajo y también cuanto les debemos a quienes cuidan el ambiente en el cual vivimos.20.677 trabajadores.

Un 6,8% trabajan en hacienda y financiero, son los “malos de la película”, los que manejan nuestros dineros, públicos y privados y de cuya honestidad dependemos todos. Estos son un conjunto de 18.772 empleados

Un 5,7% son quienes trabajan en la elaboración de leyes y su aplicación, la Corte y la Asamblea, otros “malísimos” que tanto nos hacen sufrir y tan poco que se disculpan. Aquí trabajan 15.784 funcionarios de los que no podemos prescindir y quienes en su mayor parte son inocentes de las culpas de sus mentores.

En las municipalidades trabajan 15.156 empleados, un 5,5%.

Y todos los demás son un 6,8%, es decir 18.486 empleados públicos.

La mayor parte de todos estos trabajadores, por no decir todos, tuvieron que estudiar y prepararse, con muchos años de dedicación para ejercer en forma idónea sus puestos. Nadie quiere pensar cuan importantes son sus labores, ahora el conjunto de políticos, quienes han sido los que los comandaban y quienes han equivocado el camino por el cual transitar económicamente, creando enormes déficits y aumentando la deuda pública, les pagan sus servicios condenándolos a trabajar por siempre con un mismo sueldo; o sea sin la necesaria esperanza de que su experiencia se reconozca y se aumente su remuneración en sus años de madurez profesional.

Se ufanan en desglosar la injusta tributación que les impondrán a los empleados públicos, nos dicen que lo que le cobrarán a los empleados de los ministerios será un 0,8% del PIB en la primera década, un 0,94% en el segundo y un 0,98% en el tercero. Como sabemos el grueso de trabajadores de los ministerios son los maestros y los policías, que forman en conjunto un 47% de todos los trabajadores y un 85% de los trabajadores de los ministerios, entonces nuestros amados maestros y nuestros necesarios policías sufrirán un deterioro de sus salarios de 0,68% del PIB o sea de 246.840 millones en la primera década, un 0,64% del PIB, o sea 230.000 millones de colones, en la segunda década y un 0,71% del PIB, o sea 255.000 millones de colones, en la tercera década.

Esto equivale a un impuesto de 7.320.000 millones de colones en treinta años, que equivale a pagar en treinta años cinco PIB anuales, en términos porcentuales un 20,3% del PIB.

En promedio cada trabajador tributará 56,300.000 colones en los primeros treinta años, ya que adelante no recibirán tampoco incentivos salariales de ninguna especie.

Los empleados de la CCSS deberán tributar a su vez un 2,7 % del PIB en la primera década, un 4,3% del PIB en la segunda década y un 2,7% del PIB en la tercera década, en total en treinta años tributarán 9,7%del PIB que equivale a pagar 3.521.100 millones de colones en treinta años.

Ante esta inicua agresión de la clase política a los trabajadores del sector público es previsible una reacción equivalente, que sucederá pronto y por la vía más expedita. No es justo que todo el peso de la deuda se le recargue al sector trabajador cuando debería distribuirse proporcionalmente a todos los ciudadanos que estén en capacidad de contribuir con una disminución de los ingresos.

Alguien me dirá que este no es un impuesto, es cierto, pero en sus consecuencias es idéntico a tal. La diferencia es que el impuesto de descuenta del salario antes de ser pagado, este proceso de congelar los salarios negándoles sus aumentos anuales, se diferencia en que ya no será necesaria la deducción, porque el salario no tendrá el aumento y se evitarán la anotación que requeriría el impuesto.

Muy ingenioso, verdad.

Nota: Todos los cálculos están basados en publicaciones del periódico La Nación del 13 de setiembre de 1919 la cantidad y distribución de los empleados públicos y del 9 de abril del 2021 los cálculos de MIDEPLAN sobre el Proyecto de Empleo Público.

 

Foto: MEP

Ciclogénesis económica en América Latina

Germán Gorraiz López- Analista

La conjunción de una nueva crisis del petróleo que podría elevar los precios hasta los 80 $ el barril con la excesiva fortaleza del Dólar podría provocar una ciclogénesis económica de resultados imprevisibles. Así, los principales países desarrollados cuentan con reservas estratégicas de petróleo que destinan exclusivamente para uso en situaciones críticas para garantizar el consumo interno durante un par de meses, inventarios que habrían sufrido una caída por debajo de la media de los últimos meses y aunado con un aumento de la demanda energética mundial ( en Febrero según la AIE el consumo mundial superará a la producción en 2,3 millones de barriles), provocará que el precio del crudo escale hasta los 80 $/ barril y la subida desbocada de los precios.

Una inflación descontrolada conlleva la pérdida de poder adquisitivo de trabajadores y pensionistas, la contracción del consumo interno y la desincentivación del ahorro y búsqueda de rentas fuera de las actividades productivas, lo que podría provocar en un futuro mediato una desertización productiva que fuera incapaz de satisfacer la demanda de productos básicos y la posterior estanflación. Por estanflación se entiende la suma de una inflación desbocada y un escenario de recesión económica (una economía entra en recesión técnica después de dos trimestres de caídas consecutivas del PIB nacional según el FMI) y es un término acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod que utilizó la palabra “stagflation” en un discurso ante el parlamento británico.

Se trata de una de las más peligrosas combinaciones para la economía ya que ambos elementos distorsionan el mercado y la terapia de choque para combatir el estancamiento económico tiene como efecto secundario el incremento de la inflación. Así, para incentivar el consumo y salir de la recesión se requieren terapias basadas en la expansión fiscal y monetaria, medidas que a su vez generan más inflación lo que al final deviene en un círculo explosivo pues conlleva incrementos del precio del dinero por parte de los Bancos Centrales que provocarán la asfixia económica de incontables países con una Deuda Pública estratosférica.

Respecto a América Latina y el Caribe, la contracción de la demanda mundial de materias estaría ya provocando el estrangulamiento de sus exportaciones y la depreciación generalizada de sus monedas debido a la fortaleza del dólar, lo que se traducirá en aumentos de los costes de producción, pérdida de competitividad, tasas de inflación desbocadas e incrementos espectaculares de la Deuda Exterior. Así, según la ex-Directora Gerente del FMI, Lagarde, “la fortaleza del dólar junto con la debilidad de los precios de los productos crea riesgos para los balances y financiación de los países deudores en dólares”, de lo que se deduce que las economías de América Latina y Caribe estarán más expuestas a una posible apreciación del dólar y la reversión de los flujos de capital asociados, fenómeno que podría reeditar la “Década perdida de América Latina” (Década de los 80) agravado por un notable incremento de la inestabilidad social, el aumento de las tasas de pobreza y un severo retroceso de las libertades democráticas.

¿Riesgo de crash bursátil en Wall Street?

La posibilidad real de un nuevo crash bursátil estaría pasando desapercibida para la mayoría de Agencias de Calificación debido a la desconexión con la realidad que les llevaría a justificar la exuberancia irracional de los mercados, con lo que se cumpliría la famosa frase del iconoclasta John Kenneth Galbraiht. “Hay dos clases de economistas: los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso”. Así, el “efecto mariposa del coronavirus” trasladado a sistemas complejos como la Bolsa de Valores, tendría como efecto colateral la imposibilidad de detectar con antelación un futuro mediato pues los modelos cuánticos que utilizan serían tan sólo simulaciones basadas en modelos precedentes (Teoría de la Inestabilidad financiera de Minsky), con lo que la inclusión de tan sólo una variable incorrecta o la repentina aparición de una variable imprevista (pandemia coronavirus) provoca que el margen de error de dichos modelos se amplifique en cada unidad de tiempo simulada hasta exceder incluso el límite estratosférico del cien por cien, dando lugar a un nuevo estallido o crash bursátil.

Debido al “efecto Trump” los inversores de EEUU estaban instalados en la euforia tras superar el techo ionosférico de los 29.000 puntos en el Dow Jones, (rememorando el boom bursátil de los años 20, preludio del crack bursátil de 1.929), por lo que son incapaces de percibir el vértigo de la altura pero la psicosis existente debido al COVID-19 y sus efectos colaterales en la economía mundial ( reducción de 1 punto en el PIB mundial), provocará que los grandes inversores sientan por primera vez el mal de la altura que les llevará a reducir su exposición al riesgo con el consecuente efecto bajista en las cotizaciones de las acciones y la revalorización de la Deuda soberana con el bono norteamericano a 10 años rozando el 1,5 % de rentabilidad. Asimismo, la subida de la inflación en EEUU (1,5 % en enero) acelerará la subida de tipos de interés del dólar haciendo que los inversionistas se distancien de los activos de renta variable y que los bajistas se alcen con el timón de la nave bursátil mundial, derivando en una psicosis vendedora que terminará por desencadenar el estallido de la actual burbuja bursátil.

Dicho estallido tendrá como efectos colaterales la consiguiente inanición financiera de las empresas, la subsiguiente devaluación de las monedas de incontables países para incrementar sus exportaciones y como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su crédito ante el mercado (como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y como daños colaterales la ruina de millones de pequeños inversores todavía deslumbrados por las luces de la estratosfera, la inanición financiera de las empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras, la subsiguiente contracción del comercio mundial, posterior finiquito a la globalización económica y ulterior regreso a los compartimentos estancos en la economía mundial.

 

Imagen principal: https://blog.r4.com/

Enviado por el autor.

Costa Rica: Deuda interna y tasas de interés: La Dogmática del Mercado

(Acerca de la carta de respuesta del presidente del Banco Central y el ministro de Hacienda a Albino Vargas)

Dr. Luis Paulino Vargas Solís
Economista, Director a.i. CICDE-UNED

Escribo este artículo a solicitud del dirigente sindical don Albino Vargas Barrantes y de la ANEP. Analizo aquí la carta que, con fecha 15 de febrero de 2021 (referencias DM-0113-2021 y PRE 0013/2021), fue dirigida a don Albino, por don Elián Villegas Valverde y don Rodrigo Cubero Brealey, ministro de Hacienda y presidente del Banco Central, respectivamente. A su vez, esta nota de los señores Villegas y Cubero respondía una carta, fechada el 1° de febrero, que don Albino había dirigido a esas dos importantes autoridades económicas. A fin de evitar cualquier malentendido, aclaro que escribo este artículo muy gustosamente, y sin recibir ninguna remuneración a cambio.

1) Aspectos generales

  1. a) Política fiscal restrictiva

Según los señores Cubero y Villegas, un logro notable de la política fiscal del gobierno de Carlos Alvarado, es haber recortado el gasto público y aplicado con rigurosa meticulosidad la regla fiscal. Al parecer, lo consideran aún más meritorio, puesto que ello coincidió con la afectación de la pandemia del Covid-19.

¿Es esta una opción de políticas realmente virtuosa, tal cual se nos quiere hacer creer?

Nótese que estamos hablando de una política de restricción fiscal que se aplicó sobre el telón de fondo de una severa recesión, y, lo que es más grave aún, en un contexto de altísimo, realmente catastrófico, desempleo. Cuando en el mundo entero se opta por aplicar políticas de estímulo que, cuanto menos, alivien parcialmente las duras afectaciones de la crisis, en Costa Rica se exhibe como meritoria condecoración, aplicar políticas fiscales de carácter austeritario, que, como bien lo saben los economistas serios del mundo entero, agravan la crisis. Cierto que los severos desequilibrios fiscales que enfrentamos, limitan nuestros márgenes de maniobra. Pero también es cierto que, con un poco de imaginación y creatividad, pudieron ponerse en marcha programas que, inspirados por el principio teórico del “multiplicador del presupuesto equilibrado”, habrían posibilitado aliviar la recesión, atenuar los severos efectos sociales y humanos derivados de la crisis e impulsar la recuperación de la economía y del empleo y, de esa forma, crear condiciones más propicias desde las cuales resolver, con el menor costo social posible, el problema fiscal.

Lo cierto es que, según enfatizan los señores Villegas y Cubero, el gasto del gobierno, sin incluir intereses, disminuyó un -5,7% en 2020, lo cual pareciera ser prenda de orgullo para estos señores. Se subraya que se logró tal cosa, no obstante que se habrían destinado ₡ 294.172 millones para atención de la pandemia. Sin embargo, se omite indicar que esa reducción fue posible básicamente gracias a un recorte brutal (en el orden del -38,2%) en los gastos de capital. Ello implica menos inversión y menos formación de capital, lo cual compromete el desarrollo futuro de la economía, tanto como agrava, en lo inmediato, la recesión y el desempleo.

  1. b) ¿Se “aceleró” la economía?

Presumen las dos respetables autoridades económicas, que el crecimiento de la economía “se aceleró a partir de mayo de 2019” (p. 1), lo cual, según nos dicen, sería atribuible a la política económica del gobierno de Carlos Alvarado. Y, sin embargo, los datos demuestran que el tal “aceleramiento” tuvo un cariz extremadamente anémico, y particularmente contradictorio.

Al observar los datos del Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), tendencia ciclo (elaborado por el Banco Central), observamos que, a lo más, se registraron anémicas tasas de crecimiento interanual en el orden del 2%, registradas hacia finales de 2019, las cuales tendían a debilitarse al iniciar 2020, aún antes de sentirse el efecto de la crisis sanitaria causada por el Covid-19. Por otra parte, es claro que el dato general, queda artificialmente inflado por las altísimas tasas de crecimiento del llamado “régimen especial” (básicamente zonas francas), con escaso o nulo impacto en el resto de la economía. El IMAE muestra que, para el período indicado, y hasta el inicio de la pandemia, el “régimen especial” crecía a tasas de dos dígitos (de hasta el 14% y 15% en algunos momentos), mientras el resto de la economía (el “régimen definitivo”) apenas lograba emerger de territorio negativo, pero sin alcanzar nunca a crecer ni siquiera al 1%. Y, al mismo tiempo que esto se daba, es decir, en coincidencia con la expansión espectacular del “régimen especial” y el paupérrimo desempeño del “régimen definitivo”, la tasa de desempleo, según los datos de la Encuesta Continua del Empleo (ECE) del INEC, se encumbraba incluso por encima del 12%. En concreto, para los trimestres segundo, tercero y cuarto de 2019, y el primero de 2020, que coinciden con el período en que, según Villegas y Obando, el “crecimiento se aceleró”, las tasas de desempleo registradas fueron, respectivamente, las siguientes: 11,9%, 11,4%, 12,4% y 12,5%. No olvidemos que, al mismo tiempo, alrededor de un millón de personas penosamente subsistían en situación de informalidad laboral.

Estas deprimentes cifras del empleo -anteriores a la pandemia- ensombrecen cualquier dato sobre crecimiento económico, y deberían ser motivo de gran preocupación (pero no pareciera ser el caso) para las autoridades económicas. Una pregunta se hace obligatoria: ¿cómo entender que una tan penosa situación del empleo conviva con tasas de crecimiento tan espectaculares en los “regímenes especiales”? Esto evidencia severas anomalías estructurales, las cuales ponen en cuestionamiento el proyecto o “modelo” de desarrollo vigente en Costa Rica.

  1. c) Deuda interna versus deuda externa

El señor ministro de Hacienda y el señor presidente del Banco Central, explican que se ha decidido dedicar una parte significativa del endeudamiento externo que se obtenga, a “sustituir deuda cara por deuda barata” (p. 2). Es importante que, como país, reflexionemos acerca de si ese es el mejor uso que se le podría dar a esos recursos.

Se aduce que la deuda interna se coloca a tasas de interés muy altas, y que el mecanismo por el que se ha optado, permite ahorrar “,,,de forma directa un estimado de USD 70,6 millones anuales en intereses” (p. 2. Subrayado y negrita son del original). O sea: se prefiere destinar la deuda que el país está asumiendo en moneda extranjera, para refinanciar deuda preexistente, en vez de destinarla a usos realmente productivos, que modernicen la economía, eleven la productividad, y generen la capacidad de pago futura que será necesario tener para poder cumplir, a su debido momento, con esas obligaciones asumidas en una moneda que Costa Rica no puede emitir. Y, entretanto, como luego habrá oportunidad de ratificar, estas mismas autoridades económicas se declaran absolutamente incapaces -o quizá absolutamente remisas- a tomar medidas más enérgicas que permitan reducir las tasas de interés sobre la deuda interna. ¿Es eso lo más sensato?

Para el país sería mucho más conveniente -socialmente más redituable- utilizar esos recursos externos en el financiamiento de programas de inversión pública, que sean planificados para generar muchos empleos en el corto plazo, y los cuales contribuyan, al mismo tiempo, a elevar la capacidad productiva de la economía, y a construir una sociedad más justa e inclusiva, en el medio y largo plazo. Deberían esos fondos destinarse al fortalecimiento de la infraestructura educativa, de atención sanitaria y de cuido; el fortalecimiento de la infraestructura científica y tecnológica; la modernización, ampliación y mejora del transporte público; la migración hacia energías limpias y tecnologías verdes; los acueductos y el cuido y protección del agua; el desarrollo de un amplio programa de vivienda para grupos de ingresos medios y bajos; la creación de condiciones que mitiguen los efectos del cambio climático, entre otras cuestiones igualmente importantes. Frente a los altísimos índices de desempleo que padecemos, esa alternativa cobra todavía más importancia, como también es la vía que debería privilegiarse para crear condiciones económicas sólidas que, a su vez, den sostenibilidad, sobre bases realmente firmes, a las finanzas públicas.

2) Las tasas de interés de la deuda pública y la política monetaria del Banco Central

Los señores Villegas y Cubero ofrecen sobre este tema una discusión, sembrada de numerosas contradicciones, falacias y vacíos.

Primero, procedan a aclarar que, desde su punto de vista “…no procede comparar las tasas de colocación del Ministerio de Hacienda con la TPM, ni tampoco con la Tasa Básica Pasiva (TBP)” (p. 7) (TPM: tasa de política monetaria).

Explican entonces (p. 7) que la TPM es un “indicador para conducir el costo de las operaciones a un día plazo en el Mercado Integrado de Liquidez”. O sea, y según se desprende de lo anterior, su efecto parece agotarse “a un día plazo”. A lo cual agregan, con el lenguaje ambiguo e impreciso que les es característico, que los movimientos “en la TPM y su nivel son indicadores del tono de la política monetaria”. De tal modo, pareciera entonces que la TPM es una tasa de limitadísimo alcance, una especie de gesto simbólico que el Banco Central emite. Vendría a ser algo así como el equivalente al guiño de un ojo que se les hace a los bancos y demás actores participantes en el sistema financiero.

Se comprende entonces que la TPM, que según Cubero y Villegas no sirve para establecer comparaciones con las tasas de interés de la deuda pública, en realidad sirve para muy poco, si es que para algo.

Al referirse a la Tasa Básica Pasiva (TBP), repiten lo que todo el mundo sabe acerca de la correspondiente metodología de cálculo, para terminar recalcando que el “plazo promedio de estas captaciones es menor a un año” (p. 7).

O sea, y según logra deducirse de lo indicado, Villegas y Cubero, consideran que tanto la TPM como la TBP son tasas de corto plazo, la primera es incluso de muy corto plazo, mientras que las colocaciones del Ministerio de Hacienda son “usualmente superiores a los 3 años”, con un promedio de 5,9 años a diciembre de 2020 (p. 7). De ahí que “…no procede compararlas”.

Curiosamente, Cubero y Villegas olvidan que la Tasa Básica Pasiva (TBP) es una tasa de referencia para muchos créditos, incluso créditos de muy largo plazo como los de vivienda. Una nota reciente en El Financiero (¿Quiere comprar una casa? Deberá pagar al menos ¢7.000 por cada millón que le financien) lo ilustra con amplitud. Recordemos que el crédito para vivienda representa cerca del 30% del crédito total, y que las tasas de interés que se aplican sobre ese tipo de crédito, en parte muy significativa, está reguladas por la TBP. O sea, y en contra de lo que afirman estos señores, es una tasa que tiene importantes consecuencias prácticas en el largo plazo, y una muy significativa influencia en el sistema financiero. No obstante lo cual, nos dicen estos señores, “no procede” compararla con las tasas de interés de la deuda pública. Esta última, pues, pareciera estar situada en un “universo paralelo”, ajena por completo a los avatares propios del sistema financiero costarricense.

Aparte lo anterior, y en lo que a la otra tasa de interés en consideración se refiere -la tasa de política monetaria, TPM- de un repente, estos señores le atribuyen efectos muy significativos, por completo insospechados, si nos atuviésemos tan solo al papel, del todo irrelevante, que le atribuyeron anteriormente, y con base en lo cual quisieron descartar que jugase ningún papel en relación con los intereses de los bonos de la deuda pública.

Así, en la página 8 nos hablan del “tono expansivo de la política monetaria”, lo cual se confirmaría en la baja de la TPM a mínimos históricos (0,75% anual). Y agregan que con ello se “buscó propiciar la baja de las tasas de interés en el sistema financiero nacional y, de esa forma, mejorar las condiciones para los nuevos créditos y aliviar la carga financiera de los deudores que formalizaron préstamos con tasa de interés variable y que sus contratos de crédito así lo permitieran”.

Qué interesante. Pareciera entonces que la TPM tiene efectos mucho más amplios de lo que se nos había dicho. No parece agotarse en “un día plazo”. Pero, desde luego, si se trata de la deuda pública, ya sabemos que “no procede compararlas”. Es que la deuda pública -venimos a ratificarlo- levita en un universo paralelo.

Otro ejemplo que nos proporcionan estas dos autoridades económicas, tiene que ver con el papel que le atribuyen a la mencionada TPM, en relación con el así llamado programa de “facilidad de crédito de mediano plazo en moneda nacional”, que puso a disposición de los bancos comerciales ₡700.000 millones (recientemente ampliado a ₡842.887 millones) (pp. 9-10) ¿Cuál es la tasa de interés de referencia que se utiliza en este caso? Pues precisamente la TPM, que presuntamente solo era un “indicador para conducir el costo de las operaciones a un día plazo en el Mercado Integrado de Liquidez”. Pareciera que esto último aplica exclusivamente si hablamos de las colocaciones de deuda del gobierno, a fin de aleccionarnos en el sentido de que “no procede compararlas”. En cualquier otro caso, la definición se vuelve mucho más amplia y flexible. Además, nótese que, según se indica en la carta, la mencionada “facilidad” concede plazos de entre 2 y 4 años ¿y no que la TPM aplicaba solo para “operaciones a un día plazo”?

En conclusión: lo cierto es que las dos tasas de interés en mención -la TBP y la TPM- si son tasas relevantes, contra las cuales es válido comparar las tasas de interés que se cobran sobre los bonos de la deuda pública interna. Intentar proscribir esa comparación, como lo hacen Villegas y Cubero, es una forma de eludir la discusión sobre los factores que subyacen a las tasas irrazonablemente altas que es pagan sobre la deuda pública interna. Veremos enseguida que ese intento de justificación y racionalización, es un rasgo idiosincrásico de estas dos autoridades económicas.

3) La dogmática del mercado y las altas tasas de interés sobre la deuda pública interna

La cuestión es que, según nos dicen, las elevadas tasas de interés sobre los bonos de la deuda pública, son fruto de un fenómeno muy particular: “…su comportamiento pone de manifiesto la trayectoria creciente de la razón de deuda pública a PIB, así como la incertidumbre que existe entre los agentes económicos, locales y externos, sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas” (p. 6)

En otra parte, reiteran esa misma idea. Así, nos dicen (p. 11), que si bien las tasas de interés en el sistema financiero han disminuido, las tasas de la deuda pública “no han experimentado movimientos similares”, lo cual atribuyen a la “valoración de riesgo de crédito por parte del acreedor”. De donde resulta que, en el caso de los bonos del gobierno, “los agentes económicos demandan un premio que mitigue ese riesgo” (p. 11).

Hablamos aquí de lo que usualmente llaman “los mercados”, que, a veces, se transfigura como “los inversores”. En cualquiera de los dos casos, es al modo de una fuerza abstracta, anónima e impersonal. Un ente mítico; quizá una fuerza de origen divino. O sea: un poder que escapa al control humano, y, de hecho, se le impone y subyuga a los seres humanos.

Con toda claridad, estamos frente a algo que en la literatura recibe básicamente dos designaciones: algunas veces se le llama “neoliberalismo”, otras veces se le designa como “fundamentalismo de mercado”. Hay autores muy connotados -por ejemplo, Joseph Stiglitz en su libro “El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa” (2017)- que utilizan indistintamente ambos términos. Se trata de una dogmática por la que nuestras autoridades económicas parecen guardar reverencial devoción. Y así lo designaré aquí: la “dogmática del mercado”.

Ya va quedando más claro por qué nos decían que “no procede” comparar la TBP o la TPM con las tasas sobre las colocaciones de deuda pública interna. A fin de cuentas, el mensaje que, de forma más o menos velada o explícita, estos señores repiten una y otra vez, es el siguiente: “tratándose de los intereses de la deuda pública no podemos hacer absolutamente nada”.

Aunque, en realidad, no está claro si no pueden hacer nada, o no quieren hacer nada. Así, en página 7 nos dicen: “…no es posible pretender que el BCCR reduzca de forma artificial los costos de financiamiento del Ministerio de Hacienda”.

¿Cómo interpretar el “no es posible pretender”?

– Primera posibilidad: leer la frase como: “simplemente es imposible”, en cuyo caso cabría preguntarse: ¿es objetivamente imposible (del mismo modo que es imposible evitar que el sol salga cada mañana) o es “imposible” porque la ley lo prohíbe? Si fuera lo primero, estaríamos ante otra expresión propia de esa dogmática del mercado que mencioné anteriormente, devotamente cultivada por estas autoridades económicas. Si fuera lo segundo, el Banco Central debería estar activamente promoviendo un cambio de la ley, puesto que sería inaceptable, y muy dañina, una ley que obliga al Banco Central a permanecer de brazos cruzados, mientras el país se ve obligado a pagar caprichos por las tasas de interés de la deuda pública.

– Segunda posibilidad: también esa frase podría leerse como: “consideramos incorrecto e inadmisible que alguien pretenda tal cosa”. Si ése fuese el caso, habría que preguntarse: incorrecto o inadmisible ¿para quién y por qué?

En la página 9, las cosas quedan mucho más claras, cuando nos dicen lo siguiente: “Es importante reiterar que la intervención en el mercado secundario de títulos valores emitidos por el MH no tiene como objetivo bajar las tasas de interés de estos títulos, sino inyectar recursos en situaciones de tensión sistémica de liquidez y, de esa forma, asegurar el normal funcionamiento del mercado y la estabilidad del sistema financiero, acorde con las facultades dadas por su Ley Orgánica”.

Traduzcamos lo que se nos dicen: el Banco Central se desentiende de lo que pase con las tasas de interés sobre los bonos de la deuda pública. Lo que le interesa son dos cosas: “el normal funcionamiento del mercado” y la “estabilidad del sistema financiero”, no la estabilidad financiera del sector público ni los posibles episodios de “tensión sistémica” que éste pudiera enfrentar (que, de hecho, en los últimos años se han vivido varios).

En realidad, ese comportamiento, permisivo, pasivo y desentendido, finalmente cómplice, ha sido, a lo largo de los años, la tónica característica del Banco Central. Incluso cuando, hacia finales de septiembre de 2018, escuchábamos a la entonces ministra de Hacienda, Rocío Aguilar, hablando de tasas de interés “obscenas”, ni siquiera entonces el Banco Central movió ni un dedo para aliviar la situación.

A decir verdad, toda esta argumentación resulta omisa y, finalmente, inconsistente. Lo cierto es que ante la posibilidad -no muy probable pero sí posible- de que las finanzas del sector público enfrenten un episodio extremo de “tensión sistémica”, ese “sistema financiero”, por cuyo bienestar y estabilidad el Banco Central se desvela, no podrá mantenerse indemne. La crisis en el sector público inevitablemente se contagiaría al sistema financiero en su conjunto y a los mercados cambiarios ¿Qué haría el Banco Central en tal caso? ¿Se mantendría impasible en su actitud de cómplice pasividad?

La discusión anterior nos permite comprender mejor el hecho de que Villegas y Cubero descarten, sin mayor dilación, la existencia de cualquier posible comportamiento colusivo, especulativo o antisocial sobre la deuda pública: “…en su labor de seguimiento de las actividades en los mercados financieros y de valores, las superintendencias del ramo no han detectado comportamientos inusuales o colusivos de los distintos agentes económicos que actúan en el mercado” (p. 11). Todo lo cual es concordante con el anónimo e impersonal automatismo que estos señores atribuyen al comportamiento de las tasas de interés sobre la deuda pública. Son simplemente “las fuerzas del mercado”, al modo de designios del cielo, inevitables, incontrolables e incomprensibles. No nos dicen que se trate de un mercado de “competencia perfecta”, pero poquísimo les falta para hacerlo, aunque, si lo hicieran, sería preciso recordarles las graves inconsistencias que hacen insostenible esa teoría. En fin, es la dogmática del mercado, una vez más.

De ser las cosas como estos señores dicen, las tasas de interés “obscenas” de que en alguna oportunidad nos hablaba la señora Aguilar, son simplemente el fruto -tan sabio como misterioso- de la magia del mercado. Ninguna voluntad humana ha intervenido en ninguno de las reiteradas ocasiones en que esas tasas de interés han exhibido su “obscenidad”.

Ahora bien, supongamos que fuese cierto que no hay “colusión”, si por tal cosa entendemos alguna forma de acuerdo, más o menos abierto o embozado, más o menos implícito o explícito. Incluso en esa optimista hipótesis, resulta innegable que sí hay comportamientos especulativos, que se dan como resultado de la irracionalidad asociada a un rasgo característico de los mercados: el comportamiento de rebaño. Ello introduce graves deformaciones que, en el caso que nos ocupa, dañan a la sociedad en pleno. Es ello lo que, episódicamente, da lugar a tasas de interés “obscenas”. Es ello lo que, asimismo, presiona para que las tasas se mantengan en niveles socialmente inaceptables. Aducir que ello refleja las percepciones de “riesgo” por parte de los “agentes económicos”, es una racionalización ex post, para embellecer lo que, en el mejor de los casos, sería un rasgo de irracionalidad e ineficiencia, con graves consecuencias para la sociedad en su conjunto.

Resulta entonces obligatorio preguntarse: ¿a quién le conviene este cuento fantasioso y alucinado que Cubero y Villegas nos presentan? Pues a los intereses del mundo financiero que así quedan recubiertos por una humareda ideológica, trajeados de tecnicismos eufemísticos, omisos y contradictorios.

¿En serio Cubero y Villegas pretenden que admitimos como natural e inevitable, que las tasas de interés sobre los bonos de la deuda pública, leviten muy por encima de lo que sería razonable y admisible, y que aceptemos que todo ello es simplemente el designio -a la vez sabio, virtuoso e inevitable- de las inexorables e impersonales fuerzas del mercado?

Lejos de esta concepción mitificada, lo cierto es que los mercados no solo son a menudo ineficientes e irracionales, sino que, además, son espacios de ejercicio del poder. Como los movimientos de los precios no solo son, con más frecuencia de la que se suele admitir, el fruto de movimientos acumulativos irracionales e ineficientes, sino que, sobre todo, son mecanismos de redistribución del ingreso y la riqueza. Las altas tasas de interés sobre la deuda pública, reflejan ineficiencias e irracionalidades, pero también relaciones de poder, y muy posiblemente son estas relaciones de poder las que subyacen al discurso apologético y la actuación permisiva, de nuestras autoridades económicas. De hecho, asociada a la anómala situación de las tasas de interés sobre la deuda pública, se están produciendo movimientos de redistribución del ingreso y la riqueza.

Costa Rica tiene derecho a preguntarse, si el abordaje que se hace de este grave problema, se preocupa realmente por proteger los derechos de la ciudadanía y el bien común, o si tan solo es un juego ideológico propicio a ciertos estrechos intereses. También es importante cuestionarnos acerca del riesgo que todo esto pone sobre la estabilidad financiera del sector público, y, en un caso extremo, incluso sobre la prestación de los servicios públicos.

4) Acotaciones finales

  1. a) En relación con la “facilidad crediticia” aprobada (₡700.000 millones en su versión inicial, ampliada luego a ₡842.887 millones) los señores Cubero y Villegas aclaran que “…no es para apoyar al sistema financiero: su objetivo es más bien apoyar a las familias y empresas afectadas por la crisis” (subrayado es del original). Cabe sin embargo preguntarse: ¿no debería hacerlo el sistema financiero motu proprio, sin esperar que el Banco Central le dé este “empujoncito”? ¿Por qué no lo hace? Probablemente porque conlleva riesgos. Si tal fuera el caso, estaríamos entonces en presencia de un ejercicio de socialización de esos riesgos: el objetivo podría ser loable y necesario, pero lo cierto es que, en protección de los bancos, es la sociedad la que asume el riesgo.

Dicen además estos señores que, a partir de esos recursos, los bancos deben conceder créditos a empresas y hogares “afectados por la pandemia”, y que deben ofrecer “condiciones favorables” en cuanto a tasas de interés y plazos ¿Qué se está entendiendo aquí por “condiciones favorables”? ¿Se definieron rangos o parámetros que permitan confirmar que las condiciones son realmente “favorables”? En su carta, Villegas y Cubero son omisos sobre ese particular. No vaya ser que, al cabo, resulten más “favorables” para las entidades financieras que para “las empresas y hogares afectados por la pandemia”.

Y en todo caso, sigue en pie el cuestionamiento: ¿por qué en este caso el Banco Central si se anima a desmarcarse un poco de su tradicional ortodoxia, y en cambio no lo hace tratándose de la estabilidad de las finanzas públicas?

  1. b) En el apartado de “Anotaciones sobre algunos indicadores” (p. 12), aparecen señalamientos que es preciso aclarar, en relación con las tasas de crecimiento de los pagos por intereses a que se hace referencia en la carta de don Albino Vargas. Al respecto, indican los señores Villegas y Cubero: “Se desconoce de dónde proviene la tasa de 28% mencionada en su carta”. Para ilustración del público en general, es importante indicar que esas cifras efectivamente existen, y pueden ser corroboradas en esta dirección: https://view.officeapps.live.com/op/view.aspx?src=https://www.hacienda.go.cr/docs/601d79cb7e6a2_12%20Diciembre%2020%20Definitivo.xls. Sugiero dirigirse a la parte correspondiente a gastos por intereses, el ítem correspondiente específicamente a la deuda interna, en la parte de “variación porcentual” (que en este caso corresponde a la variación de diciembre a diciembre de cada año). Se observará entonces que los pagos por intereses de la deuda interna, crecieron de la siguiente forma: 19,4% en 2017; 23,6% en 2018 y 28,0% en 2019.

Es lamentable que Cubero y Villegas no tengan noción de estos datos, los cuales una vez más ratifican la necesidad de hacer algo en serio, por bajar las tasas de interés sobre la deuda pública interna, no solo mediante una enérgica acción del Banco Central en los mercados secundarios de la deuda, sino, asimismo, mediante un inteligente proceso de renegociación de la deuda interna, de forma que se acuerden mejoras significativas tanto en las tasas de interés como en los plazos. Sabemos que ello afectará no solo a los bancos públicos y privados, y no solo a gente muy rica que tiene inversiones en bonos de deuda pública, sino también a fondos de pensiones, cooperativas y otros actores de similar naturaleza. Pero también es necesario poner en la balanza la ganancia que, como país, se obtendría al abrir espacio y ganar márgenes de maniobra, para poner en marcha un programa de política económica de signo progresista, que minimice el costo social asociado a la estabilización de las finanzas públicas, a la vez que impulse un proceso de vigorosa recuperación de la economía y creación de empleos, animado por objetivos de justicia social e inclusión.

Dr. Luis Paulino Vargas Solís, CICDE-UNED, Alajuela, Costa Rica, 10 de marzo de 2021

 

Publicada en el blog: https://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com/

Conversatorio: Deuda pública en Costa Rica e implicaciones de un acuerdo con el FMI

SURCOS comparte la siguiente invitación:

El día jueves 18 de febrero a las 6:00pm se llevará a cabo un conversatorio virtual por medio de una transmisión de Facebook Live en las redes de @frentederesistenciaspopulares en el que se hablará temas pertinentes a la economía costarricense y las implicaciones que puede generar un posible acuerdo con el FMI.

Se contará con la participación de Sofía Guillén (Economista y consultora) y la moderación estará a cargo del Lic. Fernando Bermúdez (Militante de la Organización Política Carmen Lyra).

¡Les esperamos!

«Instrúyanse, porque necesitamos toda nuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitamos de toda nuestra fuerza.”
-Antonio Gramsci

Adjuntamos la invitación formal al evento:

Hacia la revolución lúdica

El momento más importante es el momento de la creación, es el momento de la emoción, no cuando la obra se termina y firma puesto que entonces, ya no tiene importancia. Leopoldo Flores Valdés (1934-2016)

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo.

El Cosmovitral Jardín Botánico, en Toluca México, es una obra artística monumental que recoge y expresa la rica tradición muralista mejicana. Una obra excelsa y maravillosa que narra el origen de la humanidad. Fue realizada por el pintor, muralista y escultor Leopoldo Flores Valdés.

En la placa que se erigió en su honor quedó consignada la frase que utilizamos como epígrafe de este artículo, donde se expresa con elocuencia el sentido y el significado del quehacer artístico. Para Leopoldo Flores, el “momento más importante”, en el que se disfruta emocionalmente, se da en el proceso de creación de la obra. El momento en que se concluye y se estampa la firma “no tiene importancia”.

 Efectivamente, es deseable que en el quehacer humano prevalezca la dimensión lúdica sobre la dimensión utilitaria y mercantil. Sin embargo, en el sistema productivista actual, por la primacía que se da al valor de cambio y a la acumulación, el acento se pone en los resultados más que el proceso de producción. El trabajo tiende a degradarse y deshumanizarse ahí donde persisten concepciones y condiciones de trabajo que no contribuyen a la realización emocional y vital del ser humano.

Los avances científico-tecnológicos que aceleran y maximizan los procesos productivos deberían, por eso mismo, contribuir a humanizar el trabajo. Es decir, ofrecer condiciones laborales donde el trabajador-creador (homo faber) disfrute emocionalmente y lúdicamente del mismo (homo ludens). Esta sería, por ejemplo, la sana expectativa de la modalidad de “trabajo en casa”, pero resulta, en la mayoría de los casos, que las jornadas se alargan con impactos negativos para el tejido afectivo familiar.

En el sistema productivo dominante, lo lúdico se concibe al margen del proceso de producción. Por eso se habla del “tiempo libre” destinado a las actividades recreativas. La alternativa sería crear las condiciones óptimas para que el proceso productivo también se convierta en una actividad lúdica, que produzca placer y, como tal, que permita y facilite el despliegue del mayor potencial del ser humano, como sujeto creador-productor. Sin embargo, la tendencia es a hacer del trabajador un apéndice de las nuevas tecnologías, es decir, hacia la robotización del ser humano.

En este aspecto, debemos apostar por la revolución lúdica, que reivindique el derecho que tiene todo ser humano a disfrutar plenamente del trabajo creativo y productivo. Para ello, es necesario que el Estado impulse políticas que garanticen condiciones de trabajo digno. Es decir, que vele por la defensa de los derechos humanos de los trabajadores, y que no permita, bajo ninguna circunstancia, que se aproveche la crisis de desempleo para que se devalúen las condiciones de trabajo, y se legitime la sobreexplotación del trabajador. No habrá verdadera reactivación económica sin trabajo digno y decente.

Asimismo, la crisis fiscal y de la deuda pública no deben convertirse en una excusa más para la sobreexplotación del trabajador público, ahora a punto de ser sometido a los dictámenes de una “Ley de Empleo Público” que pretende precarizar más el salario e impedir la negociación de mejores condiciones para el desempeño de un trabajo digno y saludable. Para ello, hay que contrarrestar la campaña mediática de subterfugios que buscan presentar los derechos de los trabajadores como privilegios inmerecidos.

Hoy, a las puertas de la revolución de la Inteligencia Artificial, se empiezan a ver señales de una “revolución” más, que al parecer tampoco alcanzará a superar las condiciones del trabajo alienado. Todo parece indicar que hay un convenio tácito entre algunos sectores empresariales y gobiernos, dirigido a deteriorar las condiciones de trabajo. La lógica productivista es conducida a los extremos de una sobrexplotación “esclavista” del trabajo humano, algo que también ha evidenciado la pandemia del Covid19.

La revolución de la Inteligencia Artificial tendrá que ser lúdica o no será una verdadera revolución humanista. No podemos permitirnos un avance científico-tecnológico más, acompañado de un retroceso humano y social.

Costa Rica y el FMI: Los Eslabones Perdidos

Luis Paulino Vargas Solís.
Economista
Director a.i. CICDE-UNED
Grupo Economía Pluralista

Acuerdo con el FMI… Hay problemas en lo que incluye y, en especial, en cómo lo incluye. Pero el mayor problema está en lo que no incluye, en lo que dejó fuera e ignoró.

¿Por qué desde 2009 la deuda pública ha venido creciendo sostenidamente? Bueno, porque ha habido un déficit fiscal considerable, resultante de una reducción relativa de los ingresos del gobierno, pero, sobre todo, de un incremento considerable de sus gastos corrientes, incluyendo remuneraciones y transferencias. Esa es la respuesta rápida, la usual entre nuestros economistas, pero también es la respuesta fácil y superficial.

Es preciso entonces agregar: la deuda ha crecido también, y principalmente, porque la economía crecía relativamente poco y las tasas de interés sobre la deuda han sido excesivamente altas y, en particular, claramente superiores al propio ritmo de crecimiento de la economía. En esa relación entre tasas de interés sobre la deuda y tasas de crecimiento de la economía está, desde el punto de vista matemático, la clave de la insostenibilidad de la deuda, porque implica un crecimiento automático de ésta por encima del crecimiento de la economía.

Pero en el momento en que entramos a considerar la tasa o ritmo de crecimiento de la economía, volvemos al principio de nuestra historia, ya que si los ingresos del gobierno han tenido un comportamiento insatisfactorio, que agudiza los desequilibrios fiscales, en buena medida es por causa del mediocre dinamismo de la economía. No es difícil entender la razón: una economía dinámica, que crea muchos empleos y pone en marcha un intensificado flujo comercial, con ello mismo genera acrecentados ingresos por concepto de impuestos que desembocan en las arcas públicas.

Pero además acontece que si los gastos los vemos más grandes, es precisamente porque los comparamos con una economía que es más pequeña de lo que debería ser, lo cual, a su vez, es reflejo de su insatisfactorio dinamismo durante más de un decenio. Es decir, también en este caso lo decisivo son las cifras relativas más que las absolutas, o sea, el gasto del gobierno comparado con el tamaño de la economía.

Desde luego, otros factores también inciden. El fraude fiscal, la inequidad del sistema tributario y la baja tasa de tributación son algunos de ellos. De momento omitiré detalles al respecto, pero sí enfatizo: en los tres casos hay sólida evidencia empírica que respalda la hipótesis de que, en efecto, son problemas importantes.

Pero, en fin, y volviendo a lo que más arriba indiqué, la variable atinente al dinamismo de la economía es de decisiva importancia, aun cuando no sea la única que debamos considerar. Y es especialmente importante, si de poner bajo control la deuda se trata.

El caso de Grecia ilustra ese punto con claridad. Se sometió a la población griega a un sacrificio brutal e inhumano, cuyo objetivo era generar un superávit fiscal primario (o sea, un excedente de los gastos sobre los ingresos, sin incluir los pagos por intereses). Lo lograron (a un costo inenarrable), pero ello no impidió que la deuda, expresada como porcentaje del valor de la producción nacional de Grecia (su Producto Interno Bruto, PIB), siguiera subiendo. Hoy es más alta de lo que era al inicio de la crisis, allá por 2009-2010, a causa de que las políticas de recorte y austeridad aplicadas provocaron un pavoroso desplome de la economía. Al año 2019, el PIB de Grecia era un 23% más pequeño de lo que era en 2007. Con la pandemia ese hueco se amplió a casi 30% en 2020. Ello significa que al hacer la división “deuda/PIB”, el denominador de esa razón (el PIB) se contrajo violetamente, elevando en consecuencia la proporción respectiva. La deuda, que representaba un 126,7% del PIB en 2009, alcanzó un 180,9% en 2019. La crisis asociada a la pandemia del Covid-19 ha agravado la situación, llevando la cifra a 205,2% (los datos provienen del World Economic Outlook Database, del Fondo Monetario Internacional, FMI: https://www.imf.org/en/Publications/WEO/weo-database/2020/October).

Una primera conclusión que se deriva de lo anteriormente planteado tiene que ver con el hecho de que el problema fiscal es mucho más que un asunto de sumas y restas. No se agota, ni mucho menos, en la mera contabilidad de gastos e ingresos del gobierno. Es una cuestión multifacética y compleja, respecto de la cual destaco aquí solamente lo siguiente: entre los equilibrios (o desequilibrios) fiscales y la economía en general, hay una relación de doble vía. Para bien o para mal, ambos se influyen mutuamente.

Ello tiene importancia, a la hora de evaluar los efectos esperables que podrían derivar del acuerdo que el gobierno ha negociado con el FMI, en cuanto éste está formulado en términos tales, que claramente sugieren efectos negativos sobre el desenvolvimiento de la economía de Costa Rica en los próximos años, lo que, en bucle de retroalimentación negativa, impactaría sobre las finanzas públicas.

Recordemos que durante todo el período posterior a 2008, el desempeño general de la economía costarricense tendió a ubicarse por debajo de sus estándares históricos previos. Esa pauta se hizo más clara luego de 2013, y todavía más pronunciada luego de 2018. Con la pandemia del Covid-19, la producción nacional sufrió una significativa contracción (estimada por el Banco Central en un -4,5%), la más severa desde la crisis de 1980-82.

Como ya expliqué más arriba, ese crecimiento económico relativamente mediocre, ha impactado negativamente, y de diversas formas, sobre los desbalances fiscales. Pero aquí se hace necesario agregar algo más: el empleo. Puesto que éste determina el ingreso de las personas y los hogares, asimismo influye sobre su capacidad de consumo y, en último término, sobre su capacidad para generarle ingresos al gobierno mediante el pago de impuestos. El problema -muy serio problema- es que desde 2009 en adelante, este año incluido, la situación del empleo en Costa Rica, es terriblemente insatisfactoria, y se hundió en forma cataclísmica en 2020, bajo el impacto de la pandemia.

Nada en lo negociado con el FMI, ni en las leyes y reformas que le acompañan, toma esto en cuenta. Es decir, no hay políticas en materia de reactivación de la economía y creación de empleos. Son como al modo de eslabones perdidos, y su ausencia puede tener graves consecuencias. A lo sumo se reitera la tesis de la “austeridad expansiva”, frecuente en las disertaciones de Rodrigo Cubero, presidente del Banco Central, la cual se plantea más o menos así: “el programa de recorte fiscal hará bajar las tasas de interés y devolverá la confianza a los empresarios, incentivando la expansión de la producción y el aumento de las contrataciones de personal”.

Esta es una tesis comprobadamente falaz, ampliamente desacreditada. Lo que sí está bien comprobado, es que, todo lo contrario, la austeridad fiscal tiene efectos depresivos sobre la economía. Y el efecto puede ser aún más problemático en una economía que ha sufrido una severa recesión, y que, además, arrastra graves problemas de empleo.

Según lo negociado con el FMI, el ajuste fiscal propuesto, es decir, la reducción esperada del déficit fiscal es por una magnitud de 4,75% como proporción del PIB, en el quinquenio 2021-2025, la mayor parte del cual (cerca de 3,5%) se concretaría en los tres primeros años. Esa es la magnitud total del recorte a la demanda en la economía, que necesariamente implicará menos ventas paras las empresas y menos flujos de comercio. Difícilmente eso incentivaría la confianza empresarial, ni les induciría ampliar su producción y su empleo.

Es un ajuste menos severo que el que, por ejemplo, se le impuso a Grecia, lo que, en principio, haría esperables efectos negativos no tan groseros. Pero esos efectos inevitablemente se sentirán. Con un agravante: se aplican sobre el telón de fondo de una economía que el año pasado tuvo una contracción significativa, y que arrastra horripilantes niveles de desempleo.

Se abre así una perspectiva preocupante: estancamiento económico y alto desempleo por un largo período, lo cual debilitaría las bases económicas indispensables, sin las cuales la sostenibilidad de las finanzas públicas se vuelve muy incierta.

Artículo relacionado: Costa Rica y el FMI: un camino trillado, un fracaso seguro

Compartido con SURCOS por el autor, publicado en su espacio digital:
https://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com/2021/02/normal-0-21-false-false-false-es-cr-x.html?m=1

 

ANEP solicita al Banco Central y al Ministerio de Hacienda explicaciones sobre el pago abusivo de los intereses de la deuda pública

SURCOS comparte el comunicado de prensa de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP):

  • El pueblo costarricense debe conocer a quiénes se les debe tanto dinero, quiénes son los que se han hecho “ricos” con el pago de intereses.

La Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP) solicitó, esta mañana, a las máximas autoridades del Banco Central y del Ministerio de Hacienda información detallada sobre el pago de los intereses de la deuda pública, la cual en los últimos años ha crecido considerablemente.

La ANEP, desde hace mucho tiempo, ha insistido en la necesidad de atacar el abusivo pago de intereses de la deuda pública ya que desde el 2016, este rubro ha pasado a ser el agravante del déficit fiscal. De acuerdo con datos obtenidos en el sitio web del Ministerio de Hacienda, el pago de intereses representó en el año 2020 un 4,8% como proporción del Producto Interno Bruto (PIB), en contraste con el déficit primario, que fue de un 3,5% del PIB.

Una de las críticas más fuerte contemplada en el documento enviado por la ANEP, tiene que ver con la pasividad con la que las autoridades han manejado el tema de los intereses de la deuda pública costarricense, así como la poca contención o acciones presentadas para evitar estas cifras tan alarmantes.

Las cifras involucradas en los pagos por intereses en el año pasado 2020, el año 1 de la pandemia, son absolutamente escandalosas: estamos hablando de un pago de prácticamente de 195.000.000 millones de colones, ¡por hora!; y de un pago, más que abusivo, de 4 680 millones de colones ¡al día! (4.680.000.000 cada 24 horas). Es desconcertante observar cómo este monto creció a ritmos por encima del 19 % anual, y hasta del 28 %, durante el trienio 2017-2019. Y, entre tanto, ¿qué hacían las autoridades económicas? ¡No movieron un dedo para frenar semejante desborde de irracionalidad!

Para nuestra organización, las tasas de interés sobre la deuda pública interna, son, desde todo punto de vista, abusivas. Según los datos que se ofrecen en la página web del Ministerio de Hacienda, durante todo el segundo semestre de 2020, mientras golpeaban la crisis sanitaria y la recesión económica, y el desempleo volaba a niveles sin precedentes; en promedio se pagaban tasas de interés en los alrededores del 7 %, las cuales hacia finales de año rozaban el 8%.

En esos mismos momentos, al finalizar 2020, la Tasa Básica Pasiva se encontraba en 3,5 %, y la Tasa de Política Monetaria en 0,75 % ¿Cómo entender que haya diferencias tan grandes entre las tasas que paga el Ministerio de Hacienda y las principales tasas de referencia de los mercados financieros? Sobre todo, ¿cómo explicar la pasividad de las autoridades económicas ante un atropello tan brutal a las finanzas públicas?

Se hace obligatorio reiterar la pregunta ¿qué han hecho las autoridades económicas para frenar este intolerable abuso? En particular, ¿qué ha hecho el Banco Central -como autoridad monetaria del Estado costarricense-, para detener esa terrible hemorragia de recursos públicos? Son preguntas que se agigantan cuando, al mismo tiempo, y de forma paradójica y contradictoria, esas autoridades económicas insisten en políticas que cortan la inversión pública, restringen los servicios sociales y decretan el congelamiento indefinido, aparentemente a perpetuidad, de los salarios públicos. Detrás de esto no hay ninguna racionalidad económica ni social respetable, sino tan solo un dogma ideológico realmente dañino.

Múltiples indicios permiten pensar que ha habido comportamientos especulativos, que afectan la colocación de bonos de deuda pública en los mercados financieros. Es posible que esto haya sido de alguna forma liderado por los propios bancos públicos, así como por alguno o algunos bancos privados relativamente grandes; pero es claro que es algo de lo que los demás actores participantes en los mercados financieros se aprovechan, a fin de obtener jugosas ganancias ¿Qué ha hecho el Banco Central y qué han hecho las diversas entidades a cargo de la regulación y supervisión del sistema financiero, por frenar y poner bajo control esos comportamientos anómalos y antisociales?

Para la ANEP, es urgente que el Banco Central intervenga los mercados financieros para frenar, en seco, los juegos especulativos contra la deuda pública y hacer bajar sustancialmente las tasas de interés; como es igualmente urgente que, en coordinación con el Ministerio de Hacienda, defina un plan que garantice que se podrá avanzar en una estrategia de reactivación económica, recuperación del empleo y restablecimiento del equilibrio de las finanzas públicas, sin que ese esfuerzo se vea perturbado por presiones financieras especulativas sobre el propio sector público.

Ante el escenario descrito anteriormente la ANEP ha solicitado a las autoridades del Banco Central y el Ministerio de Hacienda la siguiente información respecto a la deuda pública

a) Cantidad total de la deuda pública nacional al 31 de enero de 2021.

b) Cantidad total de la deuda pública, en colones; y, cantidad total de la deuda pública en moneda extranjera, particularmente en dólares y en euros.

c) Porcentaje de la deuda pública cuyos acreedores son de origen nacional.

d) Porcentaje de la deuda pública cuyos acreedores son de origen extranjero.

e) Listado de las entidades/personas, tanto nacionales como extranjeras, acreedoras de esa deuda pública del país, detallando en cada caso el monto adeudado.

f) Fecha de formalización de cada una de esas operaciones crediticias catalogadas como deuda pública.

g) Finalidades de cada uno de esos créditos y entidad, público-privada, receptora en cada caso.

h) Tasa de interés pactada en cada una de esas operaciones crediticias con cargo a la deuda pública.

i) Porcentajes/cantidades pagadas por concepto de comisión en cada caso, tanto a personas/como entidades públicas y privadas.

j) Fechas de concreción de cada crédito con cargo a la deuda pública del país.

k) Listado de las entidades (bancario-financieras y jurídico-legales) que han intermediado en las operaciones crediticias del Estado con sus acreedores; así como en proceso de concreción de nuevos préstamos.

l) Listado de vencimientos de pago del principal de créditos de la deuda pública al término del presente año 2021.

m) Listado de vencimientos de pago a partir del año 2022.

n) Respuesta a cada una de las interrogantes que quedaron planteadas en el documento enviado.

Compartimos el documento completo enviado a los jerarcas del Ministerio de Hacienda y Banco Central de Costa Rica.