Ir al contenido principal

Etiqueta: odio

Simpatizantes del Presidente se manifiestan a las afueras de la ANEP

Comunicado de ANEP:

Un grupo de seguidores del Presidente Chaves llegaron a la ANEP con insultos en contra de la Secretaría General, Diputados, Políticos, entre otros. Desde nuestra organización se rechazan las manifestaciones con violencia, ya que entendemos que cualquier persona puede protestar, pero siempre con respeto.

Huelen a chancho: el odio como expresión de poder

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Hace algunos días volví a compartir el dispositivo de sensibilidad e implicación subjetiva sobre las movilidades humanas en la región centroamericana.

Conversamos, accionamos, sentimos.

Pienso que este tipo de acciones son cada vez más necesarias en un contexto marcado por la incomprensión y los discursos discriminatorios a todo nivel. Las personas que no entienden las causas por las cuales se produce la migración, no tienen forma de sentir empatía, de acercarse y entender sus motivos. Lo mismo harán con otras poblaciones a las que inferiorizarán al instante.

Entonces son necesarios otros tipos de acercamientos más allá del dato duro y la estadística o cierta tendencia a la solidaridad académica si esta no se acompaña de una actitud permanente y reflexiva que apoye el ejercicio de la comprensión y el trabajo con otras poblaciones, más allá del activismo y la supuesta corrección política. Hay que ir más allá.

Como más allá hay que ir para entender ciertas dinámicas de rechazo experimentadas por poblaciones locales.

Solo en este año 2023 el ámbito educativo costarricense nos ha proporcionado ejemplos que encienden las luces de alarma, vinculados con la dificultad para estar juntos, aceptar al otro en la diferencia, vivir con esta permanentemente.

Primero fueron las manifestaciones de racismo hacia una niña afrodescendiente por parte de una maestra. Más recientemente, otra docente en apariencia, directora de otro centro educativo, manifestó a un grupo de niños con los que trabaja, también ubicado en Limón, región atlántica costarricense, que “olían como chanchos, como indígenas”.

Este es un acto de racismo que debe ser investigado hasta las últimas consecuencias.

De acuerdo con Olga Sabido Ramos (2012) cuando se muestra asco o repulsión hacia el otro, se está construyendo una relación desequilibrada de poder, colocando a ese otro en posición de extrañamiento.

No es posible dimensionar el impacto psicológico y emocional en un niño que es animalizado de esta forma, que es reducido a la mínima expresión. De igual forma, no es aceptable que alguien que trabaje en educación tenga tal desprecio por las poblaciones originarias hasta el punto de relacionarlas con malos olores o prácticas diferentes.

Algo, mucho, se debe hacer con este tipo de actitudes: no es solo reprimirlas y castigarlas. Se debe profundizar en procesos de formación con contenidos sobre la convivencia como eje educativo. Se debe trabajar en la raíz de la intolerancia como expresión del odio, para erradicarla de toda relación social.

Vivir con el otro es entenderlo. Procuremos hacerlo sobre la base de la razón, pero sobre todo, del afecto. En eso creemos. En eso trabajamos.

Voces universitarias contra el racismo

El grupo de estudiantes del Seminario de Comunicación para otras Carreras de la Sede del Caribe de la Universidad de Costa Rica nos comparten maneras en las que se puede materializar el racismo, así como formas en las que podemos combatirlo.

En el siguiente enlace puede ver el video realizado por las personas estudiantes en el que se menciona que el racismo es discriminación, inferioridad, ignorancia, rachazo, odio y más.

https://fb.watch/hCX4CkcIf8/?mibextid=VhDh1V

Sobre odios y fobias

José Luis Callaci

Hay un país al que no se le permitió estar en este Mundial de Fútbol por haber realizado una intervención militar limitada en un país vecino, luego de infructuosas negociaciones a lo largo de ocho largos años para encontrarle una solución pacífica a un conflicto.

Otro en cambio que invadió infinidad de países como Vietnam, Irak, Panamá, Granada, Libia, República Dominicana, Corea, Yugoeslavia, Afganistán, Siria y más, ahí estuvo.

Tiene esto sentido si una vez más se impone lo que se ha venido vendiendo desde siempre: uno per secula seculorum es el “bueno” y el otro sencillamente el “malo”.

El primero puede hacer, sin condenas o reclamos, lo que le venga en gana: bloqueos económicos, golpes de estado: asesinatos de líderes, invasiones, desintegración de países, saqueos descarados y muchos otros actos criminales, en distintas latitudes y países.

El otro no. Ni siquiera se le reconoce el legítimo derecho de proteger sus fronteras amenazadas por una Alianza Militar hostil, y por acudir a auxiliar a millones de su propio pueblo atrapados en otro espacio debido a decisiones inconsultas; el que hoy es atacado con actos genocidas con el fin de apoderarse de lo que siempre fueron sus posesiones ancestrales, tierras, ciudades y propiedades.

Cuando esto sucede apelar al raciocinio, la lógica y el propio sentido común para hacer valer donde está la verdad y donde la mentira pareciera que de poco sirve cuando se ha logrado crear a lo largo de años, odios y fobias irracionales contra un determinado país o nacionalidad. Y esos odios y fobias no son otra cosa que patologías que, convertidas en ideologías como el fascismo o el nazismo produjeron los más horrendos crímenes de lesa humanidad.

Pero los hechos, que son verdades, terminarán por imponerse.

Sobre «el problema de la migración»

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En la columna anterior comentamos acerca de los discursos que median en la actualidad, a propósito de la coyuntura migratoria relacionada con la población venezolana en tránsito por el país.

Las percepciones prevalecientes son el resultado de la proliferación de “discursos de crisis”, que acrecientan el sentido de incontenibilidad, descontrol y amenaza, que parecieran representar actualmente las personas migrantes en un contexto como el costarricense.

Estos discursos aparecieron con mucha fuerza durante la coyuntura migratoria en la Europa de mitad de la década anterior, cuando la intensidad de los movimientos poblacionales forzados por la situación en Siria y otros países africanos y asiáticos, condicionó la construcción de políticas migratorias restrictivas, el vallado horizontal y un endurecimiento de las opiniones anti inmigrantes, en poblaciones afectadas de por sí por el desempleo, la pobreza y la exclusión.

Ante situaciones de crisis, el abordaje es paliativo y debe procurar una intervención. Es una máxima de la psicología. Cuando en el tema migratorio aparecen discursos de esta naturaleza, las respuestas elaboradas por los Estados se sustentan en la intervención de un enfoque absolutamente securitario, que es procesado a nivel social en forma de discursos contrarios, la más de las veces afincados en la producción del odio como eje en el lenguaje.

Particularmente en las redes sociales esta forma de tematizar la migración ha encontrado un espacio para fortalecerse. Algunos estudios recientes para el caso costarricense (COES, 2022) identifican cerca de un millón de conversaciones donde el odio y la discriminación son las principales categorías. Aquí se reflejan, entre otras, las elaboraciones contra las personas migrantes.

Hemos dicho en varias ocasiones que el enfoque basado en la problematización de las migraciones produce discursos que peligrosamente pueden derivar en prácticas de rechazo.

Para el fin de semana anterior estaba convocada una marcha cuyo objetivo principal era defender la patria de los extranjeros venezolanos. Ya tuvimos una triste expresión xenófoba y nacionalista en 2018 en las calles de San José, cuyas dimensiones aún son analizadas.

Procedamos a contestar ese enfoque problematizador con uno que entienda la migración en todas sus dimensiones. Solicitemos políticas públicas más humanizadas y comunicación asertiva sobre el tema. Cumplamos la máxima de ser para los demás una sociedad hospitalaria como principio.

Como se dirá tantas veces en estos días de atención futbolera: “Si se puede”. Yo sé que sí.

 

Fotografía: Guillermo Navarro (2022) Campamento de personas migrantes en las inmediaciones de Calle 5 y Avenida 14 en San José, Cerca de la Terminal de Buses Tracopa Ltda.

¿Qué aprendimos?

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Estas sociedades nuestras se desdicen a sí mismas. No conocen el amor como política, el acto de la solidaridad como ley.

Todavía en pleno período pos pandémico, seguimos confirmando que no aprendimos nada. Que la desolación nos ganó la partida. Y que continuamos inexorablemente hacia esa extinción que nos declarará como la última civilización con vida y alma sobre el planeta.

Sucedió en la fecha FIFA de finales de setiembre de este año. Corría el minuto 19 del primer tiempo en un partido amistoso cuando Richarlison, jugador brasileño, anotó el segundo gol de su equipo ante la selección de Túnez, partido que a la postre terminaría con una amplia victoria del equipo suramericano sobre el africano.

Todo normal en medio de una temporada de preparaciones y campamentos previos a la copa del mundo a realizarse en Qatar el próximo noviembre. Lo realmente malo vendría al momento.

Al anotar el tanto y celebrarlo, alguien lanzó a Richarlison una banana desde la tribuna. Esto es un acto absolutamente racista, deplorable y cuestionable. Lleno de odio, vergonzoso, cobarde. Póngale usted el calificativo que quiera porque a mi ya no me alcanzan las palabras.

Resulta paradójico, que minutos antes y utilizando el estrado del fútbol como instrumento de comunicación, los mismos seleccionados brasileños habían llamado la atención sobre el racismo en el deporte al portar una pancarta que decía: “sin nuestros jugadores negros, no llevaríamos estrellas en nuestras camisetas”.

Como acción reivindicativa, la camiseta de la selección brasileña no portó ese día las cuatro estrellas que señalan los cuatro títulos mundiales ganados hasta ahora.

Las escenas de racismo en los estadios siguen repitiéndose. Existen personas, cobardes, que amparadas en un colectivo amorfo y anónimo, se empoderan para proferir sus insultos creyendo que así disminuyen al otro por su color de piel, su nacionalidad.

Claro que lo insultan y lo denigran.

Pero más triste resulta su papel que lo ubicará siempre en un nivel inferior, evidenciado y expuesto en sus debilidades.

Eso es un racista: una persona débil, a la que siempre habrá que señalar y sancionar hasta que cambie su actitud.

Hasta que aprenda que en este planeta todos y todas formamos parte sin ningún tipo de discriminación. Este es el cambio fundamental que debe darse. Insistamos hasta lograrlo.

A Dios rogando y con el mazo dando

Por José Luis Callaci

El reciente condenable atentado contra la vicepresidente argentina, felizmente fallido, constituye un hecho que no debería verse como algo fortuito, sino como el resultado de esa habitual permisibilidad que existe en la sociedad argentina con las personas que incitan al odio y la violencia.

Viene al caso recordar un lamentable episodio ocurrido durante el diálogo con el chofer de un taxi. Cuando se tocó el tema de los desaparecidos durante la dictadura, esta persona con la mayor naturalidad del mundo nos dijo que había que matar a otros 30 mil, o mejor 60 mil. Cuando comentamos con tono crítico y un tanto alterado dicho episodio sentimos que nuestra reacción les pareció a nuestros interlocutores un tanto exagerada y no faltó quien soltara ese “bueno, es una opinión”.

Fue en ese momento en que nos aventuramos en señalar que tal comportamiento no se considera, al menos en muchas sociedades, que se jactan de ser democráticas, una simple opinión política sino algo muy grave y distinto.

Traemos a colación el popular refrán a Dios rogando y con el mazo dando, porque consideramos que el reciente lamentable hecho abre un espacio de oportunidad y un momento privilegiado para que la sociedad argentina se aboque a una profunda reflexión sobre este tipo de reprochables conductas, públicas y no públicas.

No bastan los llamados a la cordura, la tolerancia y el respeto a la opinión ajena. Algo está faltando y ese algo debería ser motivo de encuentros para llegar a amplios acuerdos que conlleven sanciones ejemplares para quienes incurren en comportamientos de tal naturaleza. La incitación al odio y la violencia contra un oponente, -fuere del color político que fuere, no cabe en la práctica cotidiana de la democracia.

En cuanto a los enunciados de buenas intenciones si solo se quedan ahí, sin remontarlos a acciones efectivas, todo seguirá igual, y aún peor, lo que puede desencadenar enfrentamientos no deseados y de tal magnitud que amenacen esa tan proclamada y ansiada paz social que los unos y los otros manifiestan en el discurso oficial.

El silencio de los inocentes

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Pudo más la discusión de élites sobre el cierre de un complejo de entretenimiento, la defensa de cierta libertad de expresión que no asume la libertad de expresión completa y el pulso que, en palabras de Serrat, procuraba medir el tamaño no del cerebro, sino de otro órgano con el que se demuestra virilidad.

Pudo más ese escenario mediático y espectacularizado, que la peligrosa instalación en las últimas dos semanas de un núcleo recesivo en materia de poblaciones migrantes.

Pasó hace unos días en Guanacaste. Concretamente en la comunidad de El Silencio en Huacas de Santa Cruz. Una mujer, dos de sus hijos, un sobrino de esta y el cuñado de uno de los hombres, fueron acribillados a balazos.

Las autoridades dirían entonces que al parecer se trató de una equivocación en un ajuste de cuentas dirigido a personas que vivían anteriormente en la vivienda donde fueron cometidos los asesinatos. Tres de los hombres tenían un poco más de una semana de haber llegado de Nicaragua en busca de trabajo.

En medio del barullo de élites que todo lo ha copado, esta noticia pasó prácticamente desapercibida, como anecdótica fue la acción de discriminación que experimentó el jugador nicaragüense Byron Bonilla al negársele a salir con la bandera de su país a recibir su medalla de campeón del torneo de fútbol de primera división costarricense. La acción fue reparada, pero quedó marcada en la epidermis de Bonilla: “llevo la bandera de mi país adonde vaya”, respondería entonces el jugador al agravio.

Este escenario complejo para las relaciones de convivencia en un país que desde hace tiempo perdió su locus horizontal, tiene su correlato, como lo hemos dicho ya en varias ocasiones, en la producción y distribución de discursos que alimentan odios exacerbados y nacionalismos decimonónicos que asumen la defensa de una patria pétrea, descartando a quienes no son “ciudadanos legítimos”.

Pasó por alto el crimen de la familia nicaragüense en medio de la escaramuza interburguesa (acepción que tomo prestada de colegas con más experiencia que la nuestra en el análisis social), pero quizá lo más impactante haya sido el silencio colectivo sobre este hecho, una forma de desinteresarse por esos otros cuerpos que no importan.

Los núcleos duros de conservadurismo instalados ya en la sociedad costarricense deben ser contrarrestados con el reconocimiento de que todos, absolutamente todos, somos importantes para el desarrollo del país. Ya no más el silencio como política, ya no más inocentes en la primera línea de fuego.

EL ODIO DETRÁS DEL MITO

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Recientemente fue aprobada en Costa Rica una ley que penaliza con cárcel entre 20 y 35 años a quien cometa un crimen tipificado como “crimen de odio”.

Esta ley, que agrega un inciso al artículo 112 del Código Penal sobre homicidio calificado, define como crimen de odio “cualquier homicidio que suceda a causa de la nacionalidad, raza, edad, sexo, opinión política, situación migratoria, orientación sexual, identidad o expresión de género, discapacidad o características genéticas».

Constituye sin lugar a dudas un avance en la estructura normativa y legislativa del país pero las tareas pendientes siguen siendo supernumerarias.

Por ejemplo, esta aprobación ha coincidido con una denuncia interpuesta por un grupo de vecinos encabezados por el Comité de la Persona Joven de Palmares, cantón ubicado al occidente del país, en la que señalan el ensañamiento y violencia recibido por un hombre que actualmente lucha por su vida, dadas las heridas provocadas por otra persona.

Todo apunta a que su orientación sexual estuvo tras las causas de este hecho. Las autoridades judiciales, en cambio, han insistido en investigarlo como un aparente intento de asalto.

Entre la ley, la percepción, las creencias y la acción institucional hay un mundo de diferencia. Pasa con los femicidios, a los que la prensa insiste en señalar como “crímenes pasionales” o la xenofobia, que en mucho casos se reviste de “defensa a ultranza de nuestro país, de nuestro territorio”.

Hablar de odio en una sociedad construida históricamente igualitaria y pacífica como la costarricense implica desmontar los andamiajes de un mito que ya no se sostiene. Significa, por ejemplo, trabajar con los efectos que discursos de muy diversa naturaleza provocan en lo cotidiano y se entienden como reacciones que terminan siendo naturalizadas.

Hago mías las palabras de la antropóloga costarricense Natalia Villalobos, que en estos días reflexionaba acerca de la violencia en el lenguaje vertido en redes sociales a propósito del fútbol. Cito: “ Viendo Memes, videos y otras formas de comunicación propias de estos tiempos, de las cosas que una ve terribles en el fútbol es mostrar orgullo o reproducir «chistes» a través de alegorías sexuales «qué rico les dieron hasta debajo de las…!!!», «qué rico a tal equipo se la metieron toda ayer», «que buena c0g1d4, para que respeten», éstas no son expresiones inocentes o chistes forman parte de algo más grande que está muy normalizado «la cultura de la violencia» y dentro de ellas la «violencia sexual», esa que busca castigar o aleccionar a través de actos sexuales…No dudo que muchas personas van a defender esas formas de comunicación… van a decir que soy exagerada pero no, es muy alarmante ver esas formas de violencia”.

Coincido con Natalia. Es alarmante el tipo de violencia que se enquista en la aparente democracia comunicativa de las redes sociales. Por ello el trabajo es amplio. Allí donde exista discriminación por nacionalidad, clase, género, nacionalidad, etnia, orientación sexual tanto en el lenguaje como en la práctica, se debe trabajar en restablecer las bases de una convivencia horizontal que hace mucho tiempo perdimos.

La violencia inicia justamente con los discursos y luego pasa a las prácticas, normalizadas muchas veces bajo una pasivo agresividad colectiva que todo lo naturaliza.

Si queremos ser recordados por ese mito de la igualdad y el pacifismo, empecemos por construirlo. Empecemos hoy.

Los crímenes cuyo nombre nadie se atreve a pronunciar

Luis Paulino Vargas Solís. Economista CICDE-UNED

“El amor que no se atreve a decir su nombre”
Oscar Wilde

Un hombre joven, de 35 años de edad. Se le describe como humilde, bueno y trabajador. Migrante nicaragüense, pero según repiten diversas versiones de personas que le conocen, es también un muchacho gay. Fue torturado de la manera más atroz, no solo apaleado y arrastrado por el suelo, sino rociado de gasolina y quemado. Pero, según aseguran, también sexualmente ultrajado, o sea, violado. La cuestión alcanza niveles de crueldad que sobrepasa todo lo imaginable ¿Es un crimen xenofóbico o un crimen homofóbico? Posiblemente ambos, aunque los versiones que circulan enfatizan claramente lo segundo, y si se confirma la violación ello sería indicio de que en efecto así es.

Esto me hace recordar la historia de otro hombre joven, empleado en el Hospital Monseñor Sanabria de Puntarenas. Aconteció hace algo más de 2 años. Fue asesinado brutalmente a puñaladas en un motelillo de no muy buen aspecto en Barranca de Puntarenas, y los dos sujetos que lo hicieron se dieron el lujo de filmarlo con su celular y luego difundirlo en las redes ¿Podría haber una manera más obscena de manifestar desprecio por la vida de un ser humano que hacer tal cosa?

O la de aquel otro, que, vapuleado en su propia casa, fue amordazado y amarrado de pies y manos (las propias cámaras de seguridad instaladas en su vivienda así lo registran), llevado encerrado en la cajuela de su propio auto y forzado a dar las claves de sus cuentas bancarias, las cuales fueron saqueadas. Finalmente fue asesinado. Su cuerpo, inerte, fue lanzado por sus asesinos a un río, y solo apareció después de diez días, en una represa hidroeléctrica.

Este último caso, corresponde a un patrón bastante usual: el hombre que “vive solo”, y del que se sabe que es gay. Aprovechándose de esas circunstancias, algún tipo busca ganarse su confianza y, por esa vía, tener acceso a su vivienda. Y luego ocurre lo que ocurre, a veces, no siempre, con la implicación de algún o algunos cómplices.

Una historia reciente que escuche en un noticiero televisivo, reitera ese mismo procedimiento: dos “hombres solos” asesinados de forma similar: un tipo, ojalá bien parecido, “se gana su confianza”, logra que lo admita en su casa, luego le administra una droga para anestesiarlos y robarle. Solo que, en esos dos casos, se les fue la mano (quizá deliberadamente), hasta provocarles la muerte.

Este tipo de historias son muy, muy viejas. Las he visto repetirse incontables veces. No me sería difícil hacer un largo recuento de conocidos, incluso amigos, que, a lo largo de los años, fueron asesinados en circunstancias más o menos similares a las descritas, y, a menudo, con rasgos de crueldad y ensañamiento muy parecidos. Pero también son numerosos los casos de aquellos que pasaron por lo que, sin afanes retóricos, podrían ser consideradas “experiencias cercanas a la muerte”. Por ejemplo: verse rodeado, en situación de total indefensión, por una jauría de sujetos deseosos no simplemente de robarle lo que tuviera a mano, pero, sobre todo, de humillarlo y maltratarlo atrozmente, de una forma tal que, bastaría un gramo más de exaltación y adrenalina, para culminar el asesinato.

Este tipo de crímenes, inspirados por motivos de odio, son mucho más frecuentes de lo que se quiere creer. Invariablemente quedan cubiertos por manto de invisibilidad y negación. Ni las leyes, ni la policía, ni los medios los reconocer. Nuestra cultura los niega, maquillándolos de eufemismos. En general, nadie se muestra dispuesto a reconocer la verdadera naturaleza de la fuerza que los motiva.

Son los crímenes cuyo nombre nadie se atreve a pronunciar.

Compartido con SURCOS por el autor, publicado en su blog https://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com/2022/01/crimenes-cuyonombre-nadie-se-atreve.html?m=1