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Etiqueta: personas migrantes

Make America “horrible” again

Por Memo Acuña. (Sociólogo y escritor costarricense)

En un discurso pronunciado en un acto de recaudación de fondos en abril anterior, el candidato Republicano y expresidente de Estados Unidos Donald Trump esparció la consigna que lo ha venido acompañando no solo en esta campaña, sino en su anterior gestión gubernamental.

Aclaró: no es cualquier migración la que estaría dispuesto a tolerar en su país. Para “hacer grande a América otra vez”, lema que en su primera campaña electoral le granjeó un importante caudal de votos provenientes de un nacionalismo exacerbado combinado con el enojo hacia la administración demócrata del entonces presidente Barak Obama, se debe permitir la entrada al país de personas provenientes de países “agradables” como Dinamarca, Suiza y Noruega.

Tras esta afirmación, lamentó el ingreso de migrantes provenientes de América Latina. Ya sabemos su consabido insulto para hacer referencia a los países nuestros, a los que se ha referido como “shit hole countries” y por consiguiente a las personas provenientes de dichos contextos.

En esta ocasión, su artillería racista, xenofóbica y ultranacionalista lo ha llevado a plantear que no le temblaría el pulso para impulsar deportaciones masivas. La imagen es poderosa y si cae en manos de una población cada vez más proclive a la discriminación, habrá encontrado de nuevo terreno fértil para quedarse con una segunda administración.

Los efectos devastadores de una política económica agresiva, las violencias estructurales, sociales y culturales, un irreversible cambio climático y la desesperanza son factores que propician la migración a todos los niveles desde países como los de la región centroamericana. Hacia una gestión migratoria regresiva, negativa y deshumanizante se dirigen si, como todo está dispuesto, el magnate Trump asume la presidencia de su país.

Queda por verse si la fuerza de la migración, de las personas migrantes, será suficiente para contender con el odio y el racismo que una vez más serán premisas de política migratoria en Estados Unidos.

AYMAR

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Al escribir estas notas leo lo que es ya una reiteración en los pasos utilizados en México por las personas migrantes, solo que las nacionalidades nombradas en eso que es ya tragedia civilizatoria aumentan y se diversifican.

Leo, dije, que 8 migrantes chinos (7 mujeres y un hombre) murieron en un accidente de la embarcación en la que viajaban, en las costas del sureño estado de Oaxaca.

Esta imagen, recurrente ya en territorio mexicano, me transporta inmediatamente a una de las lecturas más conmovedoras desde el punto de vista emocional y corporal que he hecho recientemente.

Se trata del Libro de crónicas titulado “El camino de la bestia. Migrantes clandestinos a la búsqueda del sueño americano” (Editorial Pepitas. Colección América Lee. 2016).

Escrito en primerísima persona, el autor Flaviano Bianchini decide un buen día despojarse de su identidad italiana (su pasaporte de la Unión Europea, como frecuentemente recuerda) para experimentar el viaje por México como una persona migrante indocumentada más.

Durante 21 días escribe su sentir, sus miedos, sus enojos, sus contradicciones, sus reflexiones sobre la desigual distribución entre el norte y el sur globales, que produce seres humanos fuera de categoría, como las personas migrantes que lo van acompañando y a las cuales acompaña a lo largo del viaje.

Precisamente en un trayecto del tren llamado “La bestia” y luego de haber pasado por el centro de México, él y sus compañeros de viaje descubren que en uno de los tramos donde “hay subida” de migrantes, se integran 25 personas orientales (no definen ciertamente su origen) y reflexiona que estos grupos son dirigidos por los carteles de la drogas que controlan varios de los trechos por donde pasa este medio de transporte. No son personas, son mercancías a un precio muy alto.

Dueño de una narrativa clara, honesta, directa (con algunos giros de lenguaje propios del periodismo tradicional, con los que ciertamente nos distanciamos), Aymar, nombre de un supuesto migrante peruano que Flaviano ha decidido utilizar en su camino, consigue interpelarnos y llevarnos hasta lo más profundo del dolor, la esperanza, la incertidumbre, la agencia, el frío, el calor, la violencia. el hambre, la solidaridad, el amor, la ternura, todo bajo un testimonio sobre lo que experimenta una persona migrante en su paso por México y sus distintos actores (gobierno, policía, bandas criminales, grupos de ayuda).

No será posible para mí desprenderme de este relato tan fácilmente. Antes si lo trabajaré en acciones de sensibilización que vengo desarrollando desde hace algunos años. De su utilidad, pero sobre todo de su humanidad contenida me nutriré para seguir abordando este tema desde eso que Gladys Tzul llama formas analíticas alternativas, para entender en toda su amplitud la dimensión de esta crisis humanitaria que, lamentablemente, no tiene resolución al corto plazo.

Seguiremos pues construyendo camino con Aymar. Acompañándolo. Abrazándolo.

Una industria de muerte en Costa Rica

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Con apenas algunas horas de diferencia se conoció de dos incidentes que involucraron personas migrantes en zonas alejadas del centro del país.

En el primer caso, un transporte irregular se accidentó dejando varias personas heridas y tres fallecidas (2 mujeres y 1 hombre), todas de nacionalidad venezolana.

En el segundo incidente, un autobús de una empresa privada contratado y costeado por las mismas personas migrantes para trasladarlos a zona de frontera, volcó dejando varias personas en estado delicado.

Ambos casos exponen las condiciones en que las personas migrantes realizan el tránsito, particularmente en zonas alejadas al centro del país.

Sin embargo, el incidente donde fallecieron tres personas debería llamar la atención sobre el funcionamiento en el país de una industria migratoria (Nyberg Sorensen y Gammeltoft, 2012; López Sala, 2020) impulsada por actores privados.

Fuera de la lógica del estado, actores, procesos y actividades de esa industria buscan el lucro a partir de las necesidades de las personas migrantes. Es conocido como la actuación de esta industria en el eje migratorio norte de la región produce acciones de riesgo y vulnerabilidad constantes para las migraciones centroamericanas.

El fallecimiento de una sola persona en contextos migratorios nos debe alertar respecto al valor de la vida y aquellos que se proponen el dejarlos morir desde sus espurios intereses.

El estado costarricense, que prepara una nueva política migratoria para implementar a partir de 2024 debe accionar fuertemente sobre estos actores que un día sí y otro también comprometen la vida de los migrantes en tránsito.

Un país que se pasea en estrados internacionales hablando sobre derechos humanos, debería empezar a reconocer sus fallas en materia migratoria. Que ni una persona migrante más fallezca ni sea vulnerabilizada en nuestro territorio.

Ese es el desafío.

ANEP denuncia penalmente aparente tortura contra detenidos en el Centro de Aprehensión de Migración en Heredia

La Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), en su defensa por el respeto de los Derechos Humanos, denunció penalmente varios hechos de aparente tortura que se estarían presentado contra personas extranjeras detenidas por condición migratoria irregular en el Centro de Aprehensión Región Central (CARC), ubicado en Los Lagos de Heredia.

La denuncia fue presentada ante la Fiscalía de Probidad del I Circuito Judicial de San José, el pasado 22 de noviembre, por delitos de acción pública en contra de varios oficiales de la Policía Profesional de Migración y Extranjería (PPME), destacados en dicho centro de detención, principalmente contra dos oficiales de apellido Delgado y Santamaría.

Según los hechos por los cuales se presentó la denuncia, en este centro de aprehensión de migración hay dos grupos de oficiales de policía, el grupo de Santamaría y el grupo de Delgado, que en apariencia están utilizando la tortura, los golpes y la agresión psicológica para obtener información, así como mecanismo de castigo cuando consideran de forma arbitraria que los detenidos no se comportan de forma adecuada.

En fecha 16 de noviembre del 2022, “en la guardia nocturna del Centro de Aprensión de Migración, los oficiales del grupo de día de Kenneth Delgado, se quedaron después de la salida con el grupo de Esteban de la O y golpearon de manera brutal e injustificada a dos detenidos identificados como Nelson Romero y Moisés Diaz, porque uno de ellos tenía una batería del control remoto de la pantalla de patios, los patearon y golpearon fuertemente, posteriormente a uno lo arrastraron del cabello por todas las celdas hasta llevarlo a una celda denominada bocho, que es una celda muy pequeña, al otro lo golpearon tan fuerte que se defecó y se orinó, esta situación no es la primera vez que sucede, ya que ocurre frecuentemente con otros detenidos, por ejemplo, con anterioridad a este evento, el grupo del oficial Delgado le dio una golpiza tan fuerte a un hombre de nacionalidad mexicana, que le ocasionaron sangrado en un oído”, indica la denuncia.

En otra ocasión reciente sin precisar fecha exacta la denuncia indica que, “accionaron con suma violencia contra un hombre de nacionalidad salvadoreña, los oficiales instigaron a dos nicaragüenses luego de abrirles la celda para que golpearan salvajemente al salvadoreño, la prueba de esto la consignaron en una bitácora de uno de los puestos, donde indicaron alevosa y falsamente “que por accidente” los nicaragüenses se salieron de la celda y golpearon al salvadoreño, lo cual es totalmente falaz comparado a lo verdaderamente ocurrido, Jorge Santa María es uno de los oficiales que provocan a los detenidos para luego vapulearlos de manera brutal e inmisericordia.”

También se detalla que, “Hace unas semanas hubo un incidente grave con un hombre de nacionalidad peruana, donde el oficial Santamaría provocó la ira del peruano y este por padecer de una enfermedad mental, utilizó un fierro del camarote para agredir gravemente a otro extranjero; por directriz superior, Santamaría no podía acercarse al peruano, debido a que el oficial de forma reiterada estuvo provocando a los aprendidos durante los días que estuvo a cargo de la supervisión”.

Según la información suministrada a la ANEP, la jefatura, aparentemente cohonesta y es cómplice de las actuaciones, encubriéndolas criminalmente, en especial las del oficial Santamaría quien “cuenta con múltiples antecedentes de agresiones contra los detenidos y aún así alega que no lo pueden tocar ni hacerle nada” ya que se ve respaldado por la jefatura.

La denuncia también hace referencia a que hace unas semanas sin precisar fecha exacta, “se reunieron varios detenidos con la Gestora de apellido Padilla, denunciando el mal trato recibido por el oficial Delgado, sin embargo, no se han tomado medidas al respecto, sin importar la existencia de violencia y tortura tanto física como psicológica que utilizan los oficiales como mecanismo para la resolución de conflictos.”

Por estos hechos presentados y denunciados a la ANEP por parte de una fuente interna del Centro de Aprehensión Región Central, se decide elevar el caso a una denuncia penal, amparados en el abuso de autoridad presente el artículo 338 y el artículo 123 bis sobre tortura del Código Penal que establecen.

Artículo 338.
-Será reprimido con prisión de tres meses a dos años, el funcionario público, que, abusando de su cargo, ordenare o cometiere cualquier acto arbitrario en perjuicio de los derechos de alguien.

Artículo 123 bis.

Será sancionado con pena de prisión de tres a diez años, quien le ocasione a una persona dolores o sufrimientos físicos o mentales, la intimide o coaccione por un acto cometido o que se sospeche que ha cometido, para obtener de ella o un tercero información o confesión; por razones de raza, nacionalidad, género, edad, opción política, religiosa o sexual, posición social, situación económica o estado civil. Si las conductas anteriores son cometidas por un funcionario público, la pena será de cinco a doce años de prisión e inhabilitación de dos a ocho años para el ejercicio de sus funciones.

Esta acción de la ANEP, también busca salvaguardar el honor de los oficiales de migración que cumplen su labor con absoluta probidad. gran transparencia y sacrificio, y que este incidente de carácter aislado se investigue y no quede impune.

Para más información en: https://anep.cr/anep-denuncia-penalmente-aparente-tortura-contra-detenidos-en-el-centro-de-aprehension-de-migracion-en-heredia/

El silencio de los inocentes

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Pudo más la discusión de élites sobre el cierre de un complejo de entretenimiento, la defensa de cierta libertad de expresión que no asume la libertad de expresión completa y el pulso que, en palabras de Serrat, procuraba medir el tamaño no del cerebro, sino de otro órgano con el que se demuestra virilidad.

Pudo más ese escenario mediático y espectacularizado, que la peligrosa instalación en las últimas dos semanas de un núcleo recesivo en materia de poblaciones migrantes.

Pasó hace unos días en Guanacaste. Concretamente en la comunidad de El Silencio en Huacas de Santa Cruz. Una mujer, dos de sus hijos, un sobrino de esta y el cuñado de uno de los hombres, fueron acribillados a balazos.

Las autoridades dirían entonces que al parecer se trató de una equivocación en un ajuste de cuentas dirigido a personas que vivían anteriormente en la vivienda donde fueron cometidos los asesinatos. Tres de los hombres tenían un poco más de una semana de haber llegado de Nicaragua en busca de trabajo.

En medio del barullo de élites que todo lo ha copado, esta noticia pasó prácticamente desapercibida, como anecdótica fue la acción de discriminación que experimentó el jugador nicaragüense Byron Bonilla al negársele a salir con la bandera de su país a recibir su medalla de campeón del torneo de fútbol de primera división costarricense. La acción fue reparada, pero quedó marcada en la epidermis de Bonilla: “llevo la bandera de mi país adonde vaya”, respondería entonces el jugador al agravio.

Este escenario complejo para las relaciones de convivencia en un país que desde hace tiempo perdió su locus horizontal, tiene su correlato, como lo hemos dicho ya en varias ocasiones, en la producción y distribución de discursos que alimentan odios exacerbados y nacionalismos decimonónicos que asumen la defensa de una patria pétrea, descartando a quienes no son “ciudadanos legítimos”.

Pasó por alto el crimen de la familia nicaragüense en medio de la escaramuza interburguesa (acepción que tomo prestada de colegas con más experiencia que la nuestra en el análisis social), pero quizá lo más impactante haya sido el silencio colectivo sobre este hecho, una forma de desinteresarse por esos otros cuerpos que no importan.

Los núcleos duros de conservadurismo instalados ya en la sociedad costarricense deben ser contrarrestados con el reconocimiento de que todos, absolutamente todos, somos importantes para el desarrollo del país. Ya no más el silencio como política, ya no más inocentes en la primera línea de fuego.

Que vivir con aire no sea una excepción

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Desde hace dos años y un poco más estamos sin aire. Nos ahogamos. Nos asfixiamos. Floyd dijo no puedo respirar y aún así la gendarmería securitaria continuó apretándole la garganta hasta matarlo. Lo asesinaron. Por negro. Porque si.

Si hay algo que le ha pasado a este planeta en los últimos tiempos es que le hemos llevado al ahogo. Por eso cada vez más el clima, el ambiente, nos está cobrando justo esos modos de consumo, esas prácticas desinteresadas del descarte. Lo descartamos todo y lo tiramos a la basura. Hasta los mismos seres humanos nos convertimos en seres descartables.

Durante la última semana hemos observado con estupor cómo la acción contra seres humanos es cada vez más atroz, más bárbara, más posmoderna.

Los asesinatos, porque no hay otra forma de llamarlos, cometidos por la seguridad marroquí y las devoluciones en caliente, protagonizadas por la policía española contra migrantes africanos que intentaron entrar a aquel país por la frontera con Marruecos, concretamente en el paso fronterizo de Melilla donde desde hace muchos años se practican los llamados “Saltos” que consisten en intentos de cruce de una valla fronteriza enorme, deberían ser considerados como crímenes de lesa humanidad.

Las imágenes son elocuentes. Organizaciones de derechos humanos y protección de migrantes han contabilizado 37 personas fallecidas, muchas de ellas muertas por asfixia en una avalancha formada en suelo marroquí como consecuencia de la acción brutal de la seguridad por ambos lados. El presidente del gobierno español Pedro Sánchez ha saludado la acción marroquí y la ha catalogado como una operación “bien resuelta”.

Me quedo sin aire ante estas palabras. Pero más allá de mi, pienso que nos estamos asfixiando. Como planeta, como sociedad, como civilización.

En un camión de transporte de carga, un truck, truco en el lenguaje coloquial del norte regional, encontrado en San Antonio Texas, fueron hallados fallecidos a finales de junio 53 personas migrantes mexicanas, guatemaltecas y hondureñas, como consecuencia del calor y la deshidratación a las que se expusieron en ese viaje.

El aire les faltó. Les faltó la protección. Le fallaron de nuevo sus gobiernos de origen. Y como consecuencia de estas condiciones se entregan como fácil presa a las redes de tráfico de migrantes que les cobran en promedio 8.000 dólares para transportarlos en condiciones deplorables, indignas, inhumanas y dejarlos en la frontera.

Quizá lo correcto del lenguaje sea que estos migrantes no fallecieron: los asesinó la necropolítica y sus agentes, medios de comunicación, academias displicentes y audiencias atolondradas y mal orientadas incluidos.

Vivir con aire debería ser catalogado ahora como uno de los derechos humanos más elementales. Poder respirar. Abrir el pecho. Debería volver a ser una actividad más de nuestra vida cotidiana. No la excepción.

Costa Rica: proyecto sociocultural en construcción

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En su trabajo No vuelvas (Almadía, 2018), el periodista argentino Leonardo Tarifeño escudriña la vida de las personas deportadas de Estados Unidos que terminan circulando en las sombras de Tijuana. Al preguntar a Pepe Rojo, escritor mexicano, sobre el rol de la cultura en la atención de los deportados, éste comenta que no es suficiente, pero que el verdadero proyecto cultural de la ciudad “consiste en mantenerse al día”.

Entender un fenómeno así en un espacio de incertidumbre, complejo, paradójico, desigual, implica profundizar en ese concepto sociocultural por el que la ciudad transcurre: prácticamente su horizonte de futuro se ha esfumado, al quedar atrapado en un presente de tránsitos, violencias, devoluciones.

En varias de las reflexiones compartidas en este espacio, hemos trabajado la idea de cierto abandono de un proyecto común para el caso costarricense, una ausencia de orientación, un nosotros difuminado. De igual manera, nos parece que la escenografía del país atiende a esa complejidad y desigualdad a la cual hemos asistido sin descanso ni pausa en los últimos 20 años.

Cuestionarnos ahora por ese proyecto sociocultural costarricense nos devuelve respuestas con algunas evidencias de un proceso que lentamente empieza a derivar hacia la pérdida de sentido comunitario, para dar paso a una matriz conservadora irreversible y hegemónica. Esta matriz, dicho sea de paso, ha sido impulsada no solo desde centros de pensamiento, think thanks de la industria cultural , sino desde las mismas evidencias de un enojo, enconado y cierto, de un buen sector de población costarricense desafecto con su clase política cuando no también con su sistema democrático.

El avance hacia el individualismo como expresión cultural ha quedado en evidencia en estos dos años de pandemia en los que la idea de cuido colectivo ha quedado relegada por la imposibilidad de construir una experiencia común, un lenguaje a partir de cual todos y todas entendernos.

En su lugar, la falta de empatía, el quiebre de los lazos y los tejidos sociales, las rupturas de las posibilidades de integración horizontal, han posibilitado el debilitamiento de una noción que conjunte esto que somos en la actualidad, y hacia el futuro.

Si lo de Tijuana se inscribe en una ausencia absoluta de futuro, lo de Costa Rica como noción de país revela un significado en suspensión, un proyecto sociocultural que se decanta hacia su lado conservador, inmovilizador, excluyente. Está por verse si en el balotaje de abril se profundiza, sin retorno, ese posible escenario. Para la respuesta social que inevitablemente debe venir, también está por verse de que tamaño será su desafío.

Los crímenes cuyo nombre nadie se atreve a pronunciar

Luis Paulino Vargas Solís. Economista CICDE-UNED

“El amor que no se atreve a decir su nombre”
Oscar Wilde

Un hombre joven, de 35 años de edad. Se le describe como humilde, bueno y trabajador. Migrante nicaragüense, pero según repiten diversas versiones de personas que le conocen, es también un muchacho gay. Fue torturado de la manera más atroz, no solo apaleado y arrastrado por el suelo, sino rociado de gasolina y quemado. Pero, según aseguran, también sexualmente ultrajado, o sea, violado. La cuestión alcanza niveles de crueldad que sobrepasa todo lo imaginable ¿Es un crimen xenofóbico o un crimen homofóbico? Posiblemente ambos, aunque los versiones que circulan enfatizan claramente lo segundo, y si se confirma la violación ello sería indicio de que en efecto así es.

Esto me hace recordar la historia de otro hombre joven, empleado en el Hospital Monseñor Sanabria de Puntarenas. Aconteció hace algo más de 2 años. Fue asesinado brutalmente a puñaladas en un motelillo de no muy buen aspecto en Barranca de Puntarenas, y los dos sujetos que lo hicieron se dieron el lujo de filmarlo con su celular y luego difundirlo en las redes ¿Podría haber una manera más obscena de manifestar desprecio por la vida de un ser humano que hacer tal cosa?

O la de aquel otro, que, vapuleado en su propia casa, fue amordazado y amarrado de pies y manos (las propias cámaras de seguridad instaladas en su vivienda así lo registran), llevado encerrado en la cajuela de su propio auto y forzado a dar las claves de sus cuentas bancarias, las cuales fueron saqueadas. Finalmente fue asesinado. Su cuerpo, inerte, fue lanzado por sus asesinos a un río, y solo apareció después de diez días, en una represa hidroeléctrica.

Este último caso, corresponde a un patrón bastante usual: el hombre que “vive solo”, y del que se sabe que es gay. Aprovechándose de esas circunstancias, algún tipo busca ganarse su confianza y, por esa vía, tener acceso a su vivienda. Y luego ocurre lo que ocurre, a veces, no siempre, con la implicación de algún o algunos cómplices.

Una historia reciente que escuche en un noticiero televisivo, reitera ese mismo procedimiento: dos “hombres solos” asesinados de forma similar: un tipo, ojalá bien parecido, “se gana su confianza”, logra que lo admita en su casa, luego le administra una droga para anestesiarlos y robarle. Solo que, en esos dos casos, se les fue la mano (quizá deliberadamente), hasta provocarles la muerte.

Este tipo de historias son muy, muy viejas. Las he visto repetirse incontables veces. No me sería difícil hacer un largo recuento de conocidos, incluso amigos, que, a lo largo de los años, fueron asesinados en circunstancias más o menos similares a las descritas, y, a menudo, con rasgos de crueldad y ensañamiento muy parecidos. Pero también son numerosos los casos de aquellos que pasaron por lo que, sin afanes retóricos, podrían ser consideradas “experiencias cercanas a la muerte”. Por ejemplo: verse rodeado, en situación de total indefensión, por una jauría de sujetos deseosos no simplemente de robarle lo que tuviera a mano, pero, sobre todo, de humillarlo y maltratarlo atrozmente, de una forma tal que, bastaría un gramo más de exaltación y adrenalina, para culminar el asesinato.

Este tipo de crímenes, inspirados por motivos de odio, son mucho más frecuentes de lo que se quiere creer. Invariablemente quedan cubiertos por manto de invisibilidad y negación. Ni las leyes, ni la policía, ni los medios los reconocer. Nuestra cultura los niega, maquillándolos de eufemismos. En general, nadie se muestra dispuesto a reconocer la verdadera naturaleza de la fuerza que los motiva.

Son los crímenes cuyo nombre nadie se atreve a pronunciar.

Compartido con SURCOS por el autor, publicado en su blog https://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com/2022/01/crimenes-cuyonombre-nadie-se-atreve.html?m=1

LUZ PARA EL VIAJE

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En Guatemala decretaron tres días de duelo. Esa noche empezábamos una amena conversación con el poeta y diseñador visual Julio Cúmez, originario de San Juan Comalapa, una comunidad de artistas y artesanos de la palabra, ubicada en las cercanías a Quetzaltenango.

Una de las personas de la audiencia a nuestro programa informaba sobre lo ocurrido recién: un accidente en el sur de México, en el que habían fallecido varías personas migrantes, muchas de ellas, la mayoría, provenientes de Guatemala.

La noche del 9 de diciembre, mientras nos aprestábamos a conversar de arte y vida con Julio en nuestro espacio dedicado a esos temas, supimos que una herida más se le había abierto a la región centroamericana.

En un año que cierra con la imposición de Estados Unidos hacia México para contener los flujos migratorios y activar el programa “Quédate en México” como política migratoria disuasiva, los hechos recientes colocan de nuevo el pesado lastre de la acción securitaria e institucional sobre los cuerpos de las personas en contextos de movilidad.

Hacinados casi hasta la asfixia, cerca de 250 personas migrantes habían pagado entre 2.500 y 3.000 dólares para ser transportados en un camión cuyo contenedor les ofrecía una distribución inhumana, por decir lo menos.

De hecho, las hasta ahora contabilizadas 55 personas fallecidas, estaban colocadas en la pared que volcó haciendo contacto con un puente peatonal de hierro. Quienes salvaron su vida se apretujaban casi sin aliento, en el centro del contenedor.

Dimensionar la magnitud de una tragedia como ésta en un año en que la cifra de personas fallecidas en contextos de movilidad en tránsito ya alcanza más del millar, según cifras aportadas por OIM, implica necesariamente tener claras las dimensiones antihumanitarias de una política migratoria que un día sí y otro también se ensañan contra las personas migrantes.

En el sur de la región centroamericana quizá la narrativa no alcanza a avisorar lo que ocurre desde Honduras hasta la frontera entre México y Estados Unidos, donde los efectos de la imposición de una política migratoria dura se dejan sentir con toda su furia sobre las personas migrantes. Por eso lo verbalizamos e insistimos.

Quienes sobrevivieron al accidente del 9N en Chiapas refieren escenas de terror al observar la muerte desperdigada por entre las latas retorcidas del camión volcado y en la propia calle. Algunos de ellos serán repatriados a sus países de origen quizá con alguna fractura producto del percance. Muchos, pese al evento, lo intentarán de nuevo.

Y entonces volverán a engrosar las estadísticas del riesgo y el horror en un ciclo que no se detendrá hasta que la inclusión, el cese de la violencia y la igualdad vuelvan a existir en todos los países desde donde se origina la migración.

Al tiempo que terminamos de escribir estas notas se conoce de acciones de violencia contra grupos de migrantes que llegaron al centro de México en medio de las festividades en honor a la Virgen de Guadalupe. Muchos de ellos han sido llevados a la propia basílica: mujeres con sus niños pequeños que funcionaron como primer escudo ante las arremetidas de la seguridad mexicana, personas jóvenes, personas con alguna discapacidad.

Esto seguirá repitiéndose indefinidamente hasta que el modelo no cambie y la industria migratoria deje de lucrar con el dolor y la necesidad de la gente.

En Guatemala decretaron tres días de duelo. Esa noche Julio y yo hablamos de poesía, de arte. También encendimos nuestra luz interior para acompañar en su viaje definitivo a quienes lo emprendieron por última vez. Luz para ellos y ellas.

Imagen de cabecera: https://www.latimes.com (Lugar del accidente de un camión donde viajaban migrantes en Chiapas.)

EN ALGÚN LUGAR DE ESTE PLANETA ESTÁS

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Los abanicos de piso mueven poco, muy poco, el aire denso y caliente de la tarde hondureña. Tras la imagen plana de la pantalla que todo lo convierte ahora en un zoom interminable, se aprecia un cuarto luminoso, lleno de vida. Es el cuarto de Doña Edith, que lo ha arreglado un poco para participar en el encuentro.

Marvin y yo acompañamos (eso creemos) con algunos ejercicios detonantes a un grupo de mujeres que tienen en común la lucha permanente contra el tiempo. El tiempo, hemos dicho, se compone de pequeños actos como la carrera apresurada del pájaro carpintero por el solar o la muchacha en moto que llega a su casa luego del trabajo o la estampida de polvo tras el alboroto de las gallinas que saltan frenéticas una mañana cualquiera. Eso es tiempo en tres actos y también es poesía.

Marvin es un incansable promotor cultural, Director de uno de los más importantes Festivales de Latinoamerica (El Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango) y un convencido que el arte es una herramienta movilizadora, un pretexto para tocar fibras, llegar a la profundo. Con él, hemos abierto caminos, como la sede en frontera entre México y Guatemala donde hemos leído poesía para personas migrantes en el albergue de Tecún Umán y hemos ofrendado también con la palabra sobre las aguas del interminable Río Suchiate, surco fronterizo entre ambos países.

Es la una y media de la tarde en toda Centroamérica y el calor de octubre se proyecta en la cuadrícula de la pantalla, la vuelve por eso más cálida.

Estas mujeres, al igual que las abuelas de la plaza de mayo, buscan. Solo que lo hacen desde esta región que somos, en esa región que somos. Incansablemente. Desde hace años. Lo hace Dorotea, que busca a su hijo que una vez salió hacia Estados Unidos para nunca más volver. Lo hace Josefina, que recuerda un paraje verde y lleno de paz donde estuvo por última vez con su esposo y sus hijos y la felicidad parecía infinita. No lo ha visto desde entonces.

Las cifras de las personas migrantes centroamericanas desaparecidas son todo menos certezas. Es que la industria migratoria se ha tragado a cientos de miles, los actores del crimen organizado han hecho su parte y los Estados de origen y tránsito, por omisos e incompetentes, se vuelven cómplices de tal barbarie.

Pero no es de estadísticas lo que hablamos esas tardes de calor profundo en las que ni una hoja se mueve. Es de otro tipo de calor: el del recuerdo y la memoria, que deben ser apalabrados. En este punto me doy cuenta que quien nos está enseñando a hacer poesía es doña Sol, que ha dicho algodón en vez de nube y Alejandra ha nombrado arcoíris a un pequeño ron ron de la alegría. Han poetizado el asombro y le han puesto nombres.

Poetizar, que es un acto cotidiano, estético y político en una región como la centroamericana, es justamente sentarse a escuchar las historias de estas mujeres, que apoyadas por la Fundación para la justicia y el estado democrático de derecho, hacen de su búsqueda el motor de su existencia. Las escuchamos con atención. Nos alumbra su luz y su dignidad. Marvin y yo nos damos por satisfechos.

Como último ejercicio del taller solicitamos activar en ellas la memoria para recordar. Una pide la palabra y nos dice: “escribí esto: “en algún lugar de este planeta estás”. Varios aplausos llenan de amarillo algunos recuadros, en cuenta el mío.

Las aspas del abanico siguen moviéndose mientras nos vamos despidiendo en un apagón de pantallas, pero no de energías movilizadas. La única forma de devolver humanidad a esta región es poetizarla en su vida cotidiana. Como lo hizo el poeta guatemalteco Roberto Obregón, desaparecido durante la guerra en aquel país, autor del texto que compartiera Marvin en el taller, como forma de apalabrar la región que somos.

El fuego perdido

esta señal de la aurora
 la traían en su corazón
 
Popl Vuh III, cap. VI


No podemos encender la hoguera
Mojado está el bosque
 podridos están los troncos
No podemos quebrar los colmillos del frío
Arrancar
Y recobrar nuestros huesos entumecidos
En la humedad en el agua
 nos ha tocado prender la hoguera
En la oscuridad en la noche
 nosotros somos la región más espesa
A oscuras sesionamos bajo la helada
Y conferenciamos sobre nuestro qué hacer
De cómo allí los muertos continúan
jugando un gran papel en la guerra
De qué manera se escogen entre todos
Quiénes llevarán a la espalda el mayor peso
en los ratos
de agudo peligro
Acérquense los del fuego
 Los enamorados de la vida
nos calentaremos con estos nuestros corazones
Hechos leña bajo este rudo temporal
Pero contentos.