La politiquería: La agenda común del gobierno y la oposición

Luis Fernando Astorga Gatjens,
luferag@gmail.com

En un encuentro que sostuvieron el lunes, 4 de mayo del año en curso, el Presidente de Argentina, Alberto Fernández y la Canciller alemana, Ángela Merkel, ella afirmó, de manera clara y contundente que “Uno de los problemas de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada”. Eso mismo se lo había escuchado hace algunos años al Ex Presidente de Uruguay, Pepe Mujica, cuando visitó a Costa Rica y se refirió a la necesidad impostergable de una reforma fiscal.

Son expresiones que reflejan una realidad y un diagnóstico con respecto a la situación fiscal, que enfrentan países como el nuestro. Establecen como un tema fundamental pendiente: la necesidad de una reforma fiscal, integral y progresiva. Tal tipo de reforma era una necesidad antes de que emergiera esta devastadora pandemia; hoy se convierte en un imperativo impostergable, una vez que superemos este terrible y desafiante periodo de crisis.

Este es un tema que demanda una visión de país que no puede estar sujeta a los intereses de una minoría de grandes empresarios acaparadores de la riqueza, que han contribuido de manera decisiva a convertir al país en uno de los 10 más desiguales del mundo. Igualmente exige un cambio de perspectiva tanto del Gobierno del PAC como de todos los partidos de oposición, que cuentan con representantes en la Asamblea Legislativa.

En Europa, en la atención de la crisis generada por la pandemia, Portugal y España han fijado dos caminos no sólo distintos sino contrapuestos, en la unidad o conflicto entre el Gobierno y los principales partidos opositores. Mientras en el primero se dio un maduro esfuerzo conjunto entre el partido oficial y la oposición; en el segundo han aflorado múltiples conflictos que han evitado un esfuerzo unificado frente a la crisis, como sería lo esperable.

En Costa Rica, por lo visto en estos días, estamos muy lejos de la experiencia portuguesa y muy cerca de la forma como la oposición y el Gobierno español del Presidente Pedro Sánchez, han estado gestionando la crisis pandémica actual.

El mensaje de rendición de cuentas del Presidente Carlos Alvarado ha resultado decepcionante en virtud de que lejos de ser un ejercicio autocrítico profundo y serio, es una especie de panegírico a la labor –obligada—del Gobierno ante la pandemia. Pienso que cualquier Gobierno medianamente responsable hubiera adoptado medidas similares a las adoptadas por la administración actual, a partir de las directrices de la OMS y de la experiencia desarrollada previamente por otros países. Realmente, la gran ventaja que ha tenido este Gobierno es la existencia de la CCSS, pese a los intentos –logrados y fallidos—para debilitarla.

La Caja (y el valioso ejército de trabajadores de la salud pública con que cuenta Costa Rica) es lo que ha establecido y establece la diferencia para asegurar la atención hasta ahora exitosa de la pandemia. Consecuentemente, haría muy bien la Administración de Carlos Alvarado en fijar una hoja de ruta de la forma cómo el Estado va pagar los ¢1 900 000 000 000, que le debe a la Caja, como le demandó recientemente la Junta Directiva de la institución. Un estadista de anchas miras debería fijar este tema como absolutamente prioritario. No hacerlo es someterse a los designios de los grupos económicos poderosos que han presionado, con relativo éxito, en la privatización de la salud pública y de la CCSS.

Como contrapartida al discurso de rendición de cuentas del Presidente Alvarado, observamos un espectáculo también decepcionante de los partidos de oposición, cuyo común denominador es golpear –con razones y también sin ellas—al Gobierno, sin fijar un derrotero orientado al mayor interés nacional y al sincero fortalecimiento de la democracia nacional.

El plan para el fortalecimiento de la Caja y la forma cómo el país debe enfrentar las crisis sanitaria, económica y social que se enfrenta y que será más grave, en la medida –como es previsible—, que haya necesidad de postergar el confinamiento y la cuarentena, deben ser claves en la agenda política (no politiquera) que debe juntar al Gobierno con todas las fuerzas de oposición.

Sin embargo, eso no es lo que se está produciendo y previsiblemente lo que se va a producir. Todo lo contrario. Unos y otros están unidos pero en sus afanes de ganar fuerza y espacios de cara a las elecciones del 2022. Les importa más sus limitados cálculos electoreros que el desarrollo del país post-pandemia. Prevén equivocadamente que la “nueva normalidad” será un retorno a su politiquería habitual y que la ciudadanía no les va a cobrar su incapacidad de responder, unos y otros, a la crisis y sus devastadoras secuelas (como un incremento sustancial de la pobreza y la miseria, por ejemplo).

Unos y otros deberían reflexionar en la asertiva frase de Ángela Merkel, ya que para salir de la profunda crisis económica y social que heredaremos de la pandemia, el país requerirá de muchos recursos y una fuente muy importante es, sin duda, –como ya se está vislumbrando en muchos países- gravar a las grandes fortunas, que han crecido en la misma proporción que el preocupante debilitamiento del Estado Social de Derecho.

5 de mayo del 2020

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