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Etiqueta: Andrey Pineda Sancho

La reorientación moral del chavismo en Costa Rica: ¿estrategia electoral o giro ideológico genuino?

Lic. Andrey Pineda Sancho*

En un artículo publicado por este mismo medio de CICDE* en octubre de 2023, hace exactamente dos años, señalé que el liderazgo de Rodrigo Chaves representaba la faceta más visible del giro populista que ha dado la política costarricense durante los últimos años. De acuerdo con aquella evaluación, este había consolidado, por aquel entonces, un estilo político centrado en la figura de un líder fuerte, decidido y resolutivo que no temía enfrentarse a las élites que han manejado al país en los últimos decenios, y una apelación sistemática al “pueblo común” como fuente central de legitimidad y autoridad. Señalé, asimismo, que dentro de tal liderazgo la invocación de elementos de orientación religiosa, que suele estar presente en los populismos contemporáneos, parecía haberse agotado en el terreno de lo simbólico, apenas como una referencia difusa capaz de conectar al líder con los códigos culturales de su base de apoyo. Las alusiones a Dios o a imaginarios comunes de la tradición cristiana, recurrentes, casi a modo de muletillas, en sus alocuciones públicas, funcionaban como gestos para empatizar con la mayoría creyente del país, pero no se traducían, para disgusto de los sectores religiosos conservadores más politizados, en políticas públicas concretas o en acciones de mayor calado.

Hoy, sin embargo, ese difuso uso de referentes cristianos se ha densificado y ha adquirido renovadas connotaciones. Lo que en el 2023 parecía limitarse a una suerte de performatividad religiosa de tipo piadoso, en este 2025 se ha convertido en un discurso moral conservador claramente delimitado y con capacidad de orientar tanto el accionar gubernamental en estos últimos meses de la administración Chaves Robles, como la estrategia para garantizar la continuidad estatal del movimiento en el próximo cuatrienio. Se trata de una reorientación que convierte a la defensa e impulso de la llamada “moral tradicional” en un nuevo intento de establecer una frontera entre el “pueblo auténtico” de Costa Rica y los sectores sociopolíticos que lo “amenazan”.

Esta evolución se empezó a manifestar con claridad a inicios del año en curso a través de dos acciones concretas: la presentación de un proyecto de ley para endurecer las penas relacionadas con el aborto, anunciado con gran pompa por la entonces ministra de la Presidencia, Laura Fernández (hoy candidata presidencial oficialista), y la eliminación de los programas de sexualidad vigentes en el sistema educativo costarricense. Ambas medidas fueron justificadas en nombre de la “vida” y la “protección de la niñez” y fueron cuidadosamente diseñadas, tanto en el plano discursivo como en el performático, para fortalecer la imagen del gobierno como garante del orden moral.

La tendencia, sin embargo, adquirió especial fuerza el pasado 15 de octubre, cuando el presidente Chaves derogó, vía decreto ejecutivo, la Norma técnica para regular el aborto terapéutico vigente desde el 2019 y la sustituyó por una versión mucho más restrictiva e incapaz de salvaguardar integralmente la vida y la salud de las mujeres. Con esta acción el gobierno no solamente les hizo un nuevo guiño a las sensibilidades de su potencial base electoral, sino que de hecho se acercó de forma tangible a algunos de los sectores que con mayor decisión y beligerancia han procurado reforzar o reconstruir el “orden moral tradicional” en las últimas décadas. Conviene recordar que ya desde marzo de 2022, antes de la segunda ronda electoral, Chaves se había comprometido ante un grupo de pastores evangélicos, reunidos bajo la figura del Foro Cristiano de Asuntos Políticos, a revisar, entre otros temas, la norma técnica aquí comentada, y que esa promesa se mantuvo en suspenso desde entonces hasta el inicio del proceso electoral de 2026. Es justamente en ese contexto electoral que Chaves decide actualizar su compromiso y reactivar explícitamente su cercanía con los sectores evangélicos más activos en la esfera pública.

Este acercamiento explícito, de gran e intencionada resonancia mediática, empero, también tuvo su expresión en el nuevo vehículo partidario mediante el cual el chavismo busca competir en las elecciones de 2026. En la asamblea general para elegir sus candidaturas a diputaciones, realizada el 24 de agosto, el Partido Pueblo Soberano (PPSO), designó a varias personas provenientes del ámbito evangélico (Kattya Mora Montoya; Gonzalo Ramírez Zamora; Gerardo Bogantes Rivera; Robert Barrantes Jr.), la mayor parte de ellas con cargos ministeriales dentro de sus respectivas congregaciones. La inclusión de estos liderazgos religiosos en la estructura partidaria no solamente resulta reveladora del rumbo que ha tomado el gobierno en los temas discutidos, sino que al mismo tiempo pone en evidencia una intención de disputarle a otras fuerzas políticas, en particular a Nueva República y a Fabricio Alvarado, el monopolio de la representación del electorado moral y decididamente conservador.

Esta marcada (re)incorporación del conservadurismo moral dentro del movimiento que gira en torno a la figura del presidente Rodrigo Chaves representa, por un lado, la extensión del perfil populista que el mandatario ya había consolidado desde su ascenso al poder, y por el otro, un intento deliberado de acaparar el espacio de representación de la derecha costarricense en cada una de sus posibles dimensiones y manifestaciones. En sentido estricto, no se trata de una mutación que rompa con el estilo ya consolidado del gobierno ni con sus ejes temáticos más reconocibles (antipolítica, liderazgo personalista, retórica anticorrupción y antiprivilegios; neoliberalismo pragmático; populismo punitivo, etc.), sino de una ampliación estratégica que incorpora la moral sexual y familiar como nuevo eje de movilización política. En un contexto político-electoral fragmentado y altamente polarizable, en el que es posible acceder a segundas rondas con fuerzas electorales relativamente débiles, esta apuesta deviene especialmente funcional, pues desvía la atención de los problemas estructurales que arrastra el país, y que han sido postergados por la actual administración, y reorienta el debate público hacia un potencial clivaje en torno a valores en el cual el componente pasional inherente a todo proceso político puede tomar un protagonismo desmedido.

Está por verse si tal apuesta tiene el efecto buscado o si, por el contrario, se convertirá más bien en un lastre para la continuidad del proyecto.

*Fuente: Texto publicado en https://cicde.uned.ac.cr/blog/207-la-reorientacion-moral-del-chavismo-en-costa-rica-estrategia-electoral-o-giro-ideologico-genuino y compartido con SURCOS por el autor.

CICDE-UNED presenta estudio sobre la trayectoria del movimiento evangélico en la política costarricense

El Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE) de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) recientemente publicó una investigación centrada en la trayectoria del movimiento evangélico en el campo político-electoral costarricense para el periodo 1980-2014, a cargo del investigador Andrey Pineda Sancho.

El trabajo busca explorar los motivos que llevaron a una facción de este movimiento religioso a participar en procesos político-electorales, los cuales hasta finales de la década de 1970 resultaban tan ajenos para este tipo de movimiento. También se busca describir el rol de los partidos políticos de orientación evangélica en esa participación política.

A su vez, el proyecto también procura mostrar el desenvolvimiento del movimiento evangélico costarricense a lo largo del siglo XX y el cómo su influencia desde muy temprano traspasó el ámbito estrictamente religioso.

El documento está compuesto de la siguiente forma; introducción como primera sección, seguido del problema y objetivos de la investigación, posteriormente se dedica un capítulo a las fundamentaciones teóricas del tema, luego se aborda el aparato metodológico empleado en el trabajo, y por último se presentan los resultados y principales conclusiones.

Si desea consultar la investigación, puede hacerlo por medio del siguiente enlace: https://cicde.uned.ac.cr/images/investigaciones/25.Incursi%C3%B3n_y_participaci%C3%B3n_del_Movimiento.pdf

El Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE) presenta: «Llamados a señorear»

El CICDE tiene el honor de invitar a la presentación virtual del libro «Llamados a señorear: El accidentado itinerario político del evangelicalismo en Costa Rica (1981-2014)» , del investigador Andrey Pineda Sancho. Esta actividad será transmitida el 5 de diciembre de 2024 a las 10:00 am a través de las redes sociales de Onda UNED y el CICDE.

La obra ofrece un análisis profundo sobre la evolución del poder religioso en Costa Rica, desde la cristiandad colonial hasta la pluralización religiosa actual impulsada por el protestantismo y el evangelicalismo. Además, explora el papel político que estas corrientes han asumido, analizando su integración en el escenario político nacional e internacional, así como la influencia de la geopolítica estadounidense en estas dinámicas.

Participantes:
Luis Paulino Vargas Solís : Catedrático jubilado de la UNED.

-Andrey Pineda Sancho : Autor e investigador del CICDE.

Transmisión:
Facebook Onda UNED: https ://www .facebook .com /ondauned
-Facebook CICDE: https ://www .facebook .com /CICDEUNED

Sobre el avance del populismo en Costa Rica: disputas en torno la definición del ideal democrático

Lic. Andrey Pineda Sancho

Durante los últimos años, el estilo político de carácter populista ha ganado terreno en Costa Rica. Pese a tener un largo recorrido subterráneo y solapado (en ocasiones más abierto) en la mayor parte de la historia política del país, lo cierto es que este estilo se ha hecho especialmente distinguible en el transcurso de los últimos 10 años. Algunos de sus rasgos, al menos en el plano discursivo, salieron a relucir en la campaña política 2014, cuando las críticas a la hegemonía política y gubernamental del Partido Liberación Nacional se tornaron más vehementes, y otros tantos se hicieron presentes, esta vez con mayor claridad e intensidad, en las campañas políticas 2018 y 2022. En el primero de los casos, a través de candidaturas como las de Juan Diego Castro, quien se destacó por su discurso anti-sistémico y anti-elitista de corte punitivito, y Fabricio Alvarado, quien accedió a la segunda ronda electoral gracias a un discurso religioso-conservador exaltado y polarizante; mientras que en el segundo de ellos, por intermedio del candidato Rodrigo Chaves Robles, exministro de Hacienda y exfuncionario del Banco Mundial que se vendió a sí mismo como un “outsider” de la política con raigambre popular y como un tecnócrata con capacidad resolutiva, y que, gracias en parte a esa imagen, resultó electo presidente de la república para el período 2022-2026.

Con su avance en el país, el estilo y la retórica populista no solamente ha posicionado y afianzado una crítica al sistema político en términos generales, sino que de forma particular también ha instalado una disputa abierta en torno a la definición de la democracia y del ideal democrático. Sus propulsores han criticado los que a su juicio son vicios de la democracia realmente existente en el país y, al mismo tiempo, han propuesto los supuestos remedios para dichos males. Así, ante un régimen que perciben como copado por unas élites políticas corruptas y desprendidas de los intereses de la ciudadanía, proponen una exaltación del “pueblo” confundido con la figura de un líder fuerte con capacidad de identificar y satisfacer las verdaderas necesidades de las personas comunes, y ante un modelo de representación que juzgan demasiado indirecto postulan, como contraparte, formas mucho más directas e inmediatas para el ejercicio de la soberanía popular. Con este discurso, a todas luces polarizante, los representes del populismo criollo mezclan críticas justas a la democracia liberal imperante en Costa Rica, con un programa abocado a minar, en el mediano y el largo plazo, las bases mismas de toda democracia posible, pues con la excusa de devolverle la soberanía al pueblo suelen propiciar, en cambio, la concentración de poder en la figura del líder (esto es muy evidente en el caso de Rodrigo Chaves), lo cual resulta caldo de cultivo para el autoritarismo y la arbitrariedad, y con el pretexto de una democracia más directa propician el socavamiento de la división de poderes, y, con ello, la potencial vulneración de los derechos ciudadanos, de las instituciones democráticas, y la desaparición de los contrapesos al poder Ejecutivo, lo cual, como se sabe, es la antesala de la tiranía. Señalar el peligro que representa el populismo para la democracia costarricense no implica, ni mucho menos, hacer abstracción de las debilidades y contradicciones que históricamente ha acusado la democracia realmente existente en el país, ni debe, bajo ninguna circunstancia, conducirnos a ello. La democracia es, por definición, un proyecto político y de convivencia inagotable, y su concreción es siempre provisional, imperfecta y multiforme; esta es el resultado de disputas, negociones y acuerdos (o incluso imposiciones) de la más diversa índole; y la democracia costarricense, en particular, no escapa de dicho supuesto. En su devenir, es posible identificar, como diría Pierre Rosanvallon, una serie de “promesas incumplidas e ideales maltrechos” que, con cierta periodicidad, casi de manera crónica, han dado justos motivos para despertar insatisfacción y descontento entre la ciudadanía. Especialmente durante los últimos 40 años, la nuestra ha sido una democracia cada vez más reducida a su vertiente procedimental, en la cual no solamente prima un modelo de representación de carácter cuasi oligárquico, sino también en la que sobresalen problemas como la corrupción; la falta eficacia, por parte de los actores políticos, a la hora de reconocer y atender las necesidades de la población (una población ampliamente excluida y marginalizada, cabe agregar); y la ausencia de estímulos que incentiven la implicación de la ciudadanía en la resolución de los retos comunes.

Ante un escenario tal, resulta imperioso explorar y encontrar alternativas que permitan profundizar las formas democráticas en lugar de socavarlas. La crítica a los defectos de las democracias liberales o minimalistas no debe llevarnos a la caer en las trampas que amenazan con traerse abajo los cimientos de toda democracia posible, tal como, en el límite, lo hacen los populismos. En cambio, debemos apostarle a construir una democracia más inclusiva y participativa, en la cual se multipliquen las instituciones, los discursos y las prácticas favorables a la constitución de un ethos democrático compartido, en la que principios éticos como la confianza, la integridad y la franqueza animen el accionar político e institucional, y en la cual se ofrezcan soluciones prácticas y realistas a las necesidades de la ciudadanía.

Compartido con SURCOS por el autor.

Fuente: https://cicde.uned.ac.cr/blog/148-sobre-el-avance-del-populismo-en-costa-rica-disputas-en-torno-la-definicion-del-ideal-democratico