Sin Palabras, de César Olivares
Lo más valioso de nosotros los humanos son las palabras. Somos humanos porque tenemos palabras.
Entre las palabras más preciadas de todas las palabras están las palabras que nos identifican, nuestro nombre.
El crimen más grande que se ha narrado es el diluvio universal en el que, con unas poquísimas excepciones, todos los animales, incluyendo a los humanos, fueron arrastrados a la muerte por asfixia. Pero el crimen mayor no fue la matanza generalizada, que incluyó recién nacidos y ancianos, lo peor de todo es que de aquel episodio horrendo solo quedaron los nombres de Noé y de su familia, mientras los nombres de las víctimas fueron arrancados de raíz como fueron arrancadas sus vidas. Nombres sepultados en el olvido, vidas sepultadas bajo el agua.
Ahora los grandes poderes económicos están secuestrando palabras que hemos cultivado durante milenios. El caso más destacado es cómo se han venido apoderando de la palabra emprendimiento y sus derivados.
El emprendimiento más importante de toda la historia de Costa Rica fue la Campaña Nacional de 1856 y los emprendedores más conspicuos fueron Juanito Mora, el General Cañas y Juan Santamaría.
Grandes emprendimientos fueron la reforma social de 1943 y la reforma del estado de 1948. Grandes emprendedores fueron Calderón Guardia, Manuel Mora, Monseñor Sanabria, José Figueres.
Algunos de los grandes emprendedores de 1856 y de 1943 tuvieron también negocios, pero sus emprendimientos importantes no fueron los negocios, fueron la conformación de Costa Rica.
Tenemos emprendimientos extraordinarios en los campos de la ciencia, el arte, la literatura, el deporte y las actividades comunales y políticas. Una buena novela, una poesía impactante, una escultura son emprendimientos admirables. También son emprendedores los que suben al cucurucho del Chirripó, los que movilizan al pueblo, los que investigan y escudriñan la ciencia para conocer más y más de los movimientos sísmicos o para producir nuevos medicamentos. Y son muy emprendedores quienes se empeñan en organizar mejor los sistemas de salud y otros servicios públicos.
Pero quieren robarnos la palabra emprendimiento, redefinirla para mutilarla, para dejársela solo a quienes se dedican a los negocios. Hasta la han convertido en un sinónimo. Antes se decía que una persona creaba un negocio o una empresa, ahora crea un emprendimiento. Y han tenido éxito.
El éxito que han tenido los grandes poderes económicos en la redefinición de la palabra emprendimiento se debe en buena parte al mimetismo de los humanos. Ese mimetismo lo descubrí yo hace muchos años, no en ningún libro sino repartiendo volantes. En aquellos años nos plantábamos a las cinco de la mañana a repartir volantes en las paradas de buses. Las personas cogían el papelito, una tras otra, pero en algún momento alguien lo rechazaba de manera ostensible. Cuando eso ocurría todos los que seguían continuaban rechazando el papel que intentábamos entregarle. Fórmula mágica: tras un rechazo, dos pasos atrás, pausa, y continuar cuando seguían en la fila quienes no habían observado el rechazo.
Ese mimetismo humano ha sido aprovechado para poner a dos o tres personas influyentes a utilizar emprendimiento como sinónimo de negocio para que la multitud repita y repita.
¡Qué no nos roben las palabras! ¡Que sigan siendo los más grandes emprendedores aquellos que se empeñan en lograr objetivos para el bien común sin esperar ganancias personales!
Publicado por el autor en su espacio de Facebook y compartido con SURCOS por Juan Carlos Cruz Barrientos.
Imagen ilustrativa.