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Etiqueta: Chile

Baltasar Garzón: Carta abierta al presidente de Chile, Sebastián Piñera

El juez español que detuvo a Augusto Pinochet

El jurista analiza los motivos que llevaron al estallido a Chile y alerta sobre los peligros de utilizar a los militares para reprimir la protesta social. «El ejército no está preparado para controlar el orden público, sino para hacer la guerra, para doblegar al enemigo o destruirlo», asegura en una carta abierta publicada por el diario digital español infoLibre.

 Por Baltazar Garzón

 

Señor Presidente:

Soy Baltasar Garzón, el juez español que ordenó la detención de Augusto Pinochet en Londres el 16 de octubre de 1998. No le conozco, ni he mostrado interés en hacerlo. Sí lo he hecho con todos los demás presidentes democráticos de su país, al que tanto quiero. Quizás por el cariño hacia el pueblo chileno y por la defensa que siempre he hecho de las víctimas, mi defensa de los pueblos originarios y de los más vulnerables, he decidido dirigirle esta misiva con profundo dolor e indignación por lo que está ocurriendo en Chile.

Señor Presidente, tal parece que chilenas y chilenos han dicho basta. Y lo están diciendo fuerte y claro. Se trata de un estallido social espontáneo que no está dirigido por partido político alguno. Una simple protesta estudiantil por el alza en el billete de metro, severamente reprimida por la policía, Carabineros de Chile, fue la mecha que encendió la rabia y la ira acumulada durante casi treinta años. Ellos han sido los ejecutores de una medida política ordenada por su gobierno.

Señor Presidente, convendrá conmigo que, debajo del pretendido milagro económico que muchos atribuyen a Pinochet, un modelo de desarrollo mantenido por la transición chilena y la posterior democracia, se esconde el triste récord de ser uno de los diez países más desiguales del mundo, al mismo nivel de Ruanda, según el índice Gini aplicado por el Banco Mundial. Es cierto que en el país existe desarrollo y mucha riqueza, pero sólo para una reducida élite política y empresarial. Asimismo, Chile posee también unas cifras macroeconómicas inmejorables, con un sostenido crecimiento durante décadas, pero con un paulatino y constante empobrecimiento y endeudamiento de la inmensa mayoría de la ciudadanía, que este año alcanzó su máximo histórico, según la prensa y el propio Banco Central. Su país, señor Presidente, también ingresó hace años en el selecto club de las naciones ricas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), como flamante país desarrollado, con altos niveles de productividad y competitividad, pero, nuevamente, a costa de bajos salarios de los trabajadores y de una casi total desprotección social.

Como la máxima autoridad política, usted debe saber que la Constitución que rige actualmente en Chile fue adoptada en plena dictadura militar, mediante la celebración de un referéndum que tuvo lugar mientras los testaferros de Pinochet torturaban, asesinaban y desaparecían a los opositores políticos. Esa Constitución experimentó varias modificaciones para hacer posible la transición y luego la entrada en democracia, y ha sido reformada después en innumerables ocasiones, pero su espíritu y su orientación sigue siendo la misma. No hay un Estado “social” y democrático de Derecho, sino un Estado “liberal” o “neoliberal” o “subsidiario” de Derecho. Ello implica que, salvo excepciones, los servicios públicos del Estado son de mala calidad, pensados para personas de muy escasos recursos o indigentes, por lo que quien quiera acceder a ellos en condiciones adecuadas, debe contratarlos en el mercado. Así ocurre con la educación, con la sanidad, con las pensiones, con el transporte y con un largo etcétera. Realmente, pese a los esfuerzos de algunos gobiernos progresistas, no existe Estado de Bienestar. En la lógica neoliberal el Estado debe ser pequeño, lo más pequeño posible, por lo que si alguien quiere acceder a servicios de calidad, debe pagarlos con sus propios recursos, convirtiendo así a ciudadanas y ciudadanos en meros consumidores de servicios privados.

Es por ello, señor Presidente, que en los últimos años se han dejado ver las protestas de estudiantes secundarios y universitarios, de pensionistas, de trabajadores que reclaman un sueldo digno, sin que sus demandas hayan sido debidamente atendidas. Se ha hecho patente el descontento, la falta de expectativas, la indiferencia de las autoridades y sus promesas incumplidas, sumado a millonarios escándalos de corrupción de grandes empresas, de políticos, incluso del Ejército, del propio cuerpo de Carabineros de Chile y, cómo no, de usted mismo. Usted está acusado de enriquecerse presuntamente en forma ilícita en la dictadura y de evadir impuestos de bienes inmuebles durante treinta años. Todo ello hizo que una leve alza en el precio del metro fuera la gota que rebasó el vaso, unida a una descontrolada y brutal represión policial sobre estudiantes secundarios.

La violencia engendra violencia

Quizás no le guste oír esto, pero usted, como presidente, frente a una protesta social sin precedentes en democracia, y con los neoliberales herederos de Pinochet que gobiernan actualmente el país, no han encontrado mejor salida que implementar una estrategia que conocen muy bien: acudir al Ejército para que los militares nuevamente salgan a la calle a reprimir a la gente.

De más está decir que la violencia engendra más violencia, que no se puede combatir el fuego con gasolina, que con los militares en la calle tarde o temprano habrá heridos graves y más muertos. El ejército no está preparado para controlar el orden público, sino para hacer la guerra, para doblegar al enemigo o destruirlo. Siempre que los militares salen a la calle, incluso si es para “combatir” o “luchar” en una supuesta guerra a la delincuencia, las cosas no han hecho más que empeorar. La delincuencia, los saqueos y desmanes no cesan, sino que a ellos se suma la violencia estatal, que se ejerce de manera indiscriminada y que luego se oculta de la peor manera para garantizar su impunidad. Pero, señor Presidente, usted y el gobierno que dirige se equivocan de objetivo: El pueblo no es el enemigo sino la víctima, y al pueblo hay que protegerlo y no castigarlo con medidas de excepción.

“¡Hemos perdido el miedo!”, dicen chilenas y chilenos en redes sociales, “¡Chile despertó!”, es uno de los lemas de este movimiento social espontáneo que ya comienza a organizarse. “¡Esto no ha hecho más que empezar!”, aseguran otros. “¡Tenemos que seguir!”, afirma un campesino al ver cómo ante las protestas, aquel río seco ayer fluye hoy a caudales después de que una importante empresa liberase el agua injustamente arrebatada a quienes subsisten de la agricultura.

Por nuestra parte, seguimos y seguiremos muy atentos a lo que ocurre en Chile. Sepan que las violaciones de los derechos humanos que se están cometiendo y los crímenes perpetrados en contra de la población civil, esta vez no quedarán en la impunidad porque, además de la Fiscalía de Chile y del Instituto Nacional de Derechos Humanos, existe la Jurisdicción Universal, existe la Corte Penal Internacional, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos y una comunidad internacional atenta y vigilante, que no permitirá que en Chile se vuelvan a repetir los horrores del pasado.

No le quepa duda, señor Presidente, que no somos de la opinión del secretario general de la OEA, que echa la culpa de todo lo que ocurre en Latinoamérica a Cuba, Venezuela, Rafael Correa, Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner o Alberto Fernández y de quienes discrepan de la ola neoliberal que nuevamente con el patrocinio del norte, como aconteciera en los años 70, asola el continente. Esta vez no nos vamos a dejar engañar ni humillar por aquellos que de nuevo quieren avasallar y acabar con la resistencia y expresión democráticas del pueblo.

Ex juez, miembro del Consejo latinoamericano de Justicia y Democracia.

 

 

Imagen de portada: Baltazar Garzón. Imagen: EFE

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/227001-baltasar-garzon-carta-abierta-al-presidente-de-chile-sebasti

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El neoliberalismo ha muerto. ¡Viva el pueblo chileno!

Hernán Alvarado

 

El modelo neoliberal implantado, ejemplarmente, a sangre y fuego, por el dictador Augusto Pinochet, en 1973, finalmente ha muerto, después de una larga agonía. Heroicamente, el pueblo chileno lo ha enterrado en las calles de Santiago y en todas las esquinas del país, bajo un oleaje incesante de protestas, propuestas, danzas y canciones. Una chispa estudiantil, simbólica, tierna y solidaria, encendió la pradera de las cacerolas vacías. Allá se ha izado la bandera de una vida digna.

Hasta el último momento, ese modelo fue sostenido por el ejército, el cual actúa ilegalmente, contra la misma Constitución, cada vez que lo requiere el «orden público»; o más bien, su lealtad a los que más riqueza acumulan. ¡Cuánta indignación provoca un militar que dispara contra el pueblo que ha jurado defender! Así como los que se disfrazan de civiles para provocar el caos que después, uniformados, vienen a ordenar, cuando el presidente llama a la guerra. ¿A la guerra contra quién? Con las manos de Víctor Jara los señalaremos eternamente por sus abominables actos represivos. Los que traicionan a su pueblo son traidores de su patria. ¿Para qué otra cosa han servido los ejércitos en América Latina? Después de tantos años, los pueblos latinoamericanos deberían haber aprendido la lección de la pequeña Costa Rica. Una constituyente en Chile debería abolir a ese ejército cobarde.

Habrá que reconocer que el modelo neoliberal fue altamente exitoso en su único objetivo: hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Ese experimento social vino a romper los pactos históricos con el fin de aumentar al máximo la explotación del prójimo. Operó como un patrón que provoca una crisis en su empresa para imponer una rebaja de salarios, solo que a escala macroeconómica. Para eso se propuso desarmar el estado social de derecho y asaltar las instituciones públicas, después de desprestigiarlas, con el fin de ponerlas al servicio de los intereses privatizadores del gran capital y sus voraces necesidades de acumulación. Toda su racionalidad cabe en una frase que acuñamos en los años 80, en pleno auge del «ajuste estructural»: socializar las pérdidas y privatizar las ganancias. En eso fue eficiente y eficaz.

En lo demás fue un rotundo desastre. Quienes gobernaron bajo su sombra fueron, en su mayoría, políticos corruptos. Sus programas fallidos, basados en teorías de caricatura, innumerables veces rebatidas, dieron lugar a políticas fracasadas. Tanto que sus gobiernos solo se han sostenido por un masivo endeudamiento cuyo dinero ha sido extraído a las mismas economías asesoradas por los neoliberales. Ese modelo de política económica pasará a la historia por sus rasgos autoritarios y usureros, tanto como por sus consecuencias genocidas. Se recordará como el «nuevo» liberalismo que defendió con violencia, real y simbólica, la libertad del 1% de la población, mientras condenaba a los demás a un salario decreciente que les encadenaba, cual esclavos, a los intereses usureros del sector financiero. El «neo» desnudó así al liberalismo, tanto como el sector financiero dejó al descubierto la naturaleza depredadora del capitalismo. En el colmo del cinismo, esa ideología barata pretendió convencer a la gente de que el enriquecimiento acelerado de unos pocos no solo era resultado neutral de una «mano invisible», de un mecanismo ciego que premia el mérito, sino que era el mejor de los mundos posibles, para el desarrollo, para la patria y para los que menos tienen. Los más ingenuos se quedaron esperando el «goteo» del bienestar prometido y que llovieran los empleos en el campo y la ciudad.

Ese modelo ha sido apoyado por las fuerzas más retrógradas y egoístas del continente. Recientemente, verbigracia, por el señor Luis Leonardo Almagro, Secretario General de la OEA, que no tardó en «comunicar» que lo que pasa en Chile es una «estrategia» desestabilizadora financiada por Cuba y Venezuela. Cero fidelidad a los hechos históricos, cero escucha, cero empatía con las demandas de todo un pueblo. Estos son los «demócratas» que no dudan en desprestigiar la democracia cuando no se acomoda a sus intereses. América Latina entera debiera pedirle la renuncia, de pie e ipso facto.

No obstante, ahora que el barco se está hundiendo, más de uno entiende que ha llegado la hora de tirarse al agua. En adelante, encontrar un neoliberal será como encontrar una aguja en un pajar. Hace unos días se escuchó al presidente Carlos Alvarado, por ejemplo, referirse al periodo «llamado neoliberal» como algo del pasado, como si nada tuviera que ver con su gobierno; como si su «plan fiscal» remendón, deslegitimado por amnistías corruptas y amplias exoneraciones a los privilegiados de siempre; así como el actual ataque a los sindicatos y a los pensionados, no fueran signos incontrovertibles de un neoliberalismo anacrónico contra el cual ha votado este pueblo, una y otra vez, y contra el cual toda América Latina se viene levantando. Siguen creyendo que pueden apagar el fuego con gasolina. Pero, cuidado, de ahora en adelante, decirle neoliberal a alguien será un insulto; porque, señoras y señores, ¡el mercado va desnudo!

Ya el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) vienen preparando, como lo han hecho cada diez años, las correcciones del caso. Siempre impunemente, pero esta vez debieran irse todos, por recetar un ajuste que debieron haber aplicado, de acuerdo con sus propias argumentaciones, a la economía más endeudada del planeta y la que más desperdicia los escasos recursos en espantosas máquinas de guerra. Pero, probablemente todo cambiará de nuevo para que nada cambie: los marcos conceptuales, los discursos, los instrumentos e indicadores. Sin que se pierda la brújula: el firme propósito de que los más ricos se sigan enriqueciendo hasta el final de los tiempos. Aunque quizá, ahora, a una tasa menos acelerada.

La fórmula será, en lo que sigue, mercado + estado. La fórmula con la que los países del sudeste asiático desobedecieron a los neoliberales fundamentalistas para forjar su gran éxito económico. Total que ambos pueden servir para lo mismo. ¡Alianzas público-privadas será la nueva moda! Y así, por lo siglos de los siglos amén, hasta que los recursos materiales del planeta se hayan agotado y el capitalismo patriarcal y depredador termine de destruir las dos fuentes de toda riqueza: trabajo y naturaleza. Para entonces todo el dinero se habrá concentrado en unas cuantas cuentas bancarias y no servirá para nada; ni para invertir, ni para gastar, ni para quemar en sus hornos atómicos y automáticos.

A no ser que, junto con los chilenos, los ecuatorianos, los bolivianos, los argentinos, también los centroamericanos y todos los demás pueblos oprimidos, despierten de una buena vez y hagan valer, ante los «genios» de la economía, que la desigualdad causa ineficiencia, tanto como crisis, y que la injusticia es intolerable e insostenible en un marco verdaderamente democrático, cuente o no con la fuerza bruta a su favor. El capitalismo «salvaje» es un tren sin frenos y el neoliberalismo ha sido su acelerador, solo la fuerza democrática de los pueblos podrá evitar que lleve a los sobrevivientes hasta su previsible e insensato «paraíso» infernal, ese que promete el dios dinero a sus pocos elegidos. ¡Democracia participativa o barbarie! ¡Viva Chile insurrecto!

 

Imagen ilustrativa.

Enviado por el autor.

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Chile: entre madrugar y despertar

Martín Hopenhayn

 

Regreso esta noche de miércoles de la Plaza Ñuñoa, probablemente el punto más festivo donde tarde a tarde, durante los últimos cinco días, se reúnen unas 10,000 personas a protestar, bailar, corear consignas, encontrarse, tomar cerveza, fumarse sus porros e imaginar un país distinto. De cada 100, 99 son jóvenes entre 18 y 35 años. Esta plaza es uno de los varios puntos donde se congrega la juventud desde el viernes pasado, y que hoy representan ese Chile súbito, iracundo e insospechado que sin aviso saltó desde bajo el asfalto a tomarse Santiago, y en seguida todas las ciudades del país.

La consigna que se impuso estos días dice alude a un despertar y connota básicamente la exteriorización incontenida de un descontento larvado y masivo. Se entona como cántico de fútbol y dice así:

“Ohhhhh, Chile despertó,

Chile despertó

Chile despertó

Chile despertó”.

Ese despertar partió, como suele hacerlo, con una chispa que hoy resulta minúscula en relación a la magnitud de la revuelta: el aumento marginal en el precio del metro de Santiago que día a día mueve a casi tres millones de personas, o el 40% de la población de la capital. Hace menos de dos semanas, en protesta por este aumento en la tarifa por un equivalente a menos de cinco centavos de dólar, un grupo de estudiantes de la secundaria se decidió a emprender un acto simbólico que ellos llamaron, con alguna imprecisión conceptual pero clara elocuencia semántica, de “desobediencia civil”: saltarse los torniquetes y evadir el pago. Curiosamente no fue el boleto estudiantil el que aumentó de precio, pero ellos lo hicieron explícitamente en solidaridad con los demás. Primer gesto que despertó, en la ciudadanía, un sentimiento de simpatía.

El gobierno la dejó pasar confiando en que sería un acto puntual y de rápida evanescencia. Probablemente, muchos pensamos lo mismo. Y al día siguiente, fueron más estudiantes. Efecto imitación o efecto viral, como queramos llamarlo: esto se multiplicó en toda la red del metro. Y el gobierno, supongo, pensó que no hacía falta hacer olas para evitar darle prensa e importancia política, limitándose a reforzar la vigilancia en los accesos del metro y en torno a los torniquetes.

Este aumento en el costo del billete coincide con aumentos en tarifas eléctricas y en muchos productos alimentarios, supuestamente alineados con el precio del dólar. Entremedio aparecieron declaraciones de ministros de Estado que la gente percibió como una burla, aunque fueran expresados con candidez o humor, y sin afán de provocación. El ministro de hacienda sugirió, al observar el aumento en el Indice de Precios al Consumidor, que los románticos podían aprovechar a comprar flores, producto cuyo precio había bajado. El ministro de economía, en otra declaración, mencionó que madrugar traía un beneficio complementario, a saber, la opción de aprovechar la hora de tarifa baja en el metro.

Todo esto ocurre en un país con algunos rasgos que en este punto vale la pena destacar. Chile tiene hoy un PIB per capita en torno a los 25,000 dólares anuales, y sólo Panamá puede competir con ese nivel en toda América Latina. Hace medio siglo era de los países pobres de la región y hoy es el más rico. El índice de pobreza bajó del 40% en 1990 a 8.6% en la última medición, en el 2017. La indigencia, o extrema pobreza, bajó en el mismo lapso del 20% al 2.8%. Un verdadero milagro. A eso se suma una expansión portentosa del consumo, del crédito, de años de escolaridad de nuevas generaciones. La expectativa de vida al nacer cruzó el umbral de los 80 años, también lo más alto en la región y por encima de Estados Unidos. La mortalidad infantil es bajísima, los servicios básicos llegan a todos los hogares y están desapareciendo los tugurios. Hay democracia, instituciones que se respetan, plenas libertades. Hasta aquí, todo muy bien.

Sigamos con los pormenores de estos días. Al tercer día de esta curiosa forma de desobediencia civil, ya no eran solo estudiantes saltándose los torniquetes. Se incorporó una masa importante de adultos, y los evasores se multiplicaban por hora. La cosa empezó a cambiar de color. Llegaron las advertencias gubernamentales sobre la violación de una norma que debía parar. Pero estaban, a flor de piel, las declaraciones de los ministros, que hacían patente, por más que no fuera la intención, algo que ellos ignoraban, pero que había aparecido en un informe sobre desigualdad publicado en el 2016 que tuvo bastante resonancia: la desigualdad que más irrita a los chilenos no es la de ingresos, sino la de trato y de salud. Es allí donde más se combina con la desigual distribución de la dignidad de las personas: llega al alma y al cuerpo.

Y el ánimo comenzó a caldearse en serio. Y de aquí en adelante todo se precipitó en una sucesión de medidas de control, por parte del gobierno, que sólo lograron atizar una marea que terminaría en tsunami. Primero, se cerraron algunas estaciones o accesos al metro como medida preventiva. La respuesta de la gente fue, correlativamente, en escalada. Primero presionando puertas cerradas. A esa altura la gente empezaba a manifestarse en la calle, primero en pequeños grupos pero rápidamente en aumento y multiplicando lugares y calles. Más tarde, las presiones a los accesos cerrados del metro se convierten en patadas. En esas circunstancias nos sorprende el viernes de la semana pasada. Todo había ocurrido en escasos cuatro o cinco días. Pero a esa altura se produce una inesperada adhesión transversal, espontánea, masiva, al movimiento de la evasión del pago del pasaje de metro. Todos miran con entusiasmo e indignación, y el gobierno empieza a no entender nada. No capta el efecto metonímico del reclamo y la velocidad con que se recarga el significante: de un aumento marginal en la tarifa del metro, a la desigualdad histórica vivida como pisoteo a la dignidad de las mayorías.

Retomo ahora la fiesta de los indicadores, para mostrar sus sombras. Chile está entre los cinco países con la peor distribución del ingreso de América Latina, y es uno de los países con mayor concentración de la riqueza en el mundo. Botones de muestra: el 1% más rico detenta el 26.5% de la riqueza, y el 10% más rico concentra el 66,5%, mientras el 50% más pobre accede a un magro 2.1% de la riqueza del país. Datos fresquitos, del 2017. Con un PIB per capita de 25,000 dólares al año, la mitad de los trabajadores recibe un sueldo inferior a 400,000 pesos chilenos, que al tipo de cambio de hoy equivalen a 550 dólares. Para ellos, el gasto diario en locomoción colectiva se come por lo menos el 10% de los ingresos, y eso si es que ningún dependiente en la familia se desplaza. Los servicios llegan a todos los hogares, pero Chile tiene las tarifas más altas de América Latina en electricidad y gas. Los alimentos han tenido una inflación que no se refleja en los índices, y hoy tienen precios en los supermercados que superan a los de España. En medicamentos, batimos todos los récords, quintuplicando en precio a muchos de sus equivalentes en la mayoría de los países. Es, probablemente, el país de América Latina que más proporción del gasto en educación y salud sale de los bolsillos de la gente, lo que produce una segregación brutal en la calidad de los servicios y prestaciones.

A esto se suman algunas gotas que rebasan el vaso, además del aumento en la tarifa del metro. El presidente Piñera, un liberal de derecha y multimillonario, anunció que en su gobierno se expandiría el consumo. Sin embargo, entre la subida del precio del dólar y del petróleo, y la baja en el precio del cobre que representa la principal entrada del comercio internacional del país, la cosa no fue tan así. Esta combustión del consumo, que ha sido la fuente de legitimidad del poder en Chile por décadas, perdió ímpetu. Muchas familias hoy están usando sus tarjetas de crédito del retail para comprar alimentos básicos en los supermercados. Nunca fue tan alta la deuda en las familias como porcentaje de sus ingresos.

Sí, Chile tiene pocos pobres, pero una proporción enorme de la población vive bajo un nivel de estrés brutal, sordo y soterrado, no reconocido pero sí percibido cuando se vive aquí y se camina o se toma el metro más allá de la zona Oriente de la ciudad. Los horarios de trabajo semanal efectivo superan las 45 horas, el promedio en tiempos de desplazamiento casa-trabajo-casa ronda las tres horas diarias para mucha gente (en “horarios sardina” que son verdaderos entrenamientos de convivencia ampliada), las familias están todas en crisis, y los núcleos de pertenencia colectiva bastante pulverizados con un modelo que privilegia el consumo familiar y personal como pegamento social. La “modernidad líquida” pegó de lleno debilitando vínculos y sentido de futuro Los datos que proveen las instituciones de salud son alarmantes respecto de trastornos de salud mental, muy especialmente en la infancia y adolescencia pero también en adultos mayores. La obesidad aumenta a pasos agigantados, la inseguridad se ha convertido en la obsesión de todos, el mundo del trabajo está inundado de precariedad o incertidumbre. Muchos viven al límite para llegar a fin de mes, expuestos a que una enfermedad catastrófica o una pérdida de empleo los exponga a la vulnerabilidad absoluta.

Retomemos ahora los acontecimientos. El viernes por la tarde empezó la explosión. De la desobediencia civil y el apoyo o simpatía de la gente, el movimiento se desplaza hacia otros frentes. Sin liderazgos. No hay voceros, ni representantes, ni interlocutores frente al gobierno, el Estado, los partidos y otras instituciones. Se viraliza y saltan desde todos los barrios grupos de jóvenes que se distribuyen entre manifestaciones pacíficas, tomas de estaciones de metro, destrucción de la infraestrucutra de las estaciones. Aparecen teorías conspirativas aún no confirmadas: grupos organizados que salen a la destrucción sistemática de la red de metros. Luego empiezan los saqueos a supermercados, las barricadas y los incendios. Se mezcla todo: anarcos, vándalos, encapuchados, narcos, gente que llega tranquilamente en autos y camiones a llevarse del supermercado lo que encuentran.

El sábado ya Chile está sumergido en el caos. Dejó de ser el país que era una semana antes, tal vez para no volver a serlo. Con violencia y todo, el movimiento cuenta con una simpatía amplia. El sonido de las cacerolas vacías como símbolo de protesta suena en toda la ciudad, luego en todo el país. Saqueos e incendios se replican, como rizomas, reticularmente, en todas partes al mismo tiempo.

Sigo con un dato estructural. Chile tiene una de las pirámides de edades más avanzadas de América Latina, junto a los otros países del Cono Sur, Cuba y tal vez Costa Rica. Es decir: la proporción de adultos mayores aumenta vertiginosamente. Pero por otro lado el sistema privado de pensiones y jubilaciones que rige desde la dictadura está mostrando efectos letales. Lo que recibe mensualmente como jubilación la gran mayoría de pensionados es irrisorio: menos de 300 dólares. Muchos de ellos, menos de 200. Todo esto, además, en un país donde hace tiempo se debilitaron los lazos familiares que permitían a los ancianos apoyarse en su descendencia, siendo cada vez menos hijos por familia (una tasa de fecundidad en 1.8 hijos por mujer), y cada vez más mujeres en edad media dedicadas a trabajar. Muchos jubilados siguen pagando, además, deudas hipotecarias que le comen más de la mitad de los ingresos jubilación. Si no paga por unos meses, la solución es simple: el banco les remata la vivienda.

En la otra punta del hilo de clases, los últimos años se regaron con escándalos de colusión de dueños de las grandes cadenas farmacéuticas para fijar precios de medicamentos, estafas a toda la sociedad en el precio del papel higiénico, empresas que financiaron políticos, intercambio de favores entre el poder económico y el político en todo el espectro ideológico. Bastante más grave, todo esto, que no pagar el crédito hipotecario. Los más bullados, entre empresarios sorprendidos en pagos de influencias, fueron castigados con clases obligatorias de ética: una verdadera provocación para el resto de la sociedad que no podía creer cómo se distribuyen faltas y sanciones en uno y otro lado. Suma y sigue.

Retomo. El sábado el presidente Piñera declara el Estado de Excepción en medio de la confusión que rige en todo el territorio. Con una inflexión de voz y brazos casi beata, insiste en reconocer que este es el estallido de la desigualdad, tal como ya se ha consagrado en boca de todos, y que reconoce que es tiempo de enfrentar este grave problema. Hace un sentido mea culpa. Curioso que venga de uno de los hombres más ricos de Chile, quien tiene como uno de sus principales puntos programáticos la reducción del impuesto a los ricos para fomentar la inversión productiva. Señala, también, como gran cosa, que elevará al congreso un proyecto de rápida tramitación para revertir el alza en el precio del transporte, en un gesto que a esta altura ya resulta irrelevante, considerando que el estallido se propagó al cuestionamiento de la desigualdad en la sociedad chilena. Y agrega que, en calidad de presidente, y para velar por la seguridad en un momento de total alteración del orden y daño a infraestructura de todos los chilenos (cosa cierta), se ve obligado a declarar el estado de excepción (facultad constitucional), sacar a los militares a la calle, y declarar toque de queda por la noche.

¿Qué pasa entonces? Pasa, simplemente, que la gente sigue en la calle, manifestándose, saqueando, incendiando. Unos piden más seguridad y acción de policía y ejército, de cara a un vecindario desbordado en saqueos y destrucción. Otros empiezan a denunciar los abusos como consecuencia del estado de emergencia y la acción de la fuerza pública. Quienes enfrentan cara a cara a soldados y policía son jóvenes. No tienen miedo. Los enfrentan cara a cara. Nunca conocieron una dictadura. Tienen otra conciencia de sus derechos. Están indignados. Por otro lado, el gobierno sabe —y la sociedad sabe que el gobierno sabe— que si se pasa de rosca en reprimir, la crisis de legitimidad se vuelve irreversible. Transita por una delgada cuerda y no quiere caerse. Es casi lo único que quiere: no caerse.

Retomo con consideraciones estructurales. Dije que este es un movimiento de jóvenes. Son los jóvenes de esta generación quienes han accedido mayoritariamente a la educación superior, tienen cuatro o cinco años más de escolaridad que sus padres, pero a la vez padecen las tasas más altas de desempleo. Los futuros prometidos se vuelven espejismos. La mentada meritocracia se licúa entre redes de influencia, capital cultural y calidad de la educación muy segmentados. Son los jóvenes quienes manejan más información sobre ellos y sobre como viven los demás, pero esa información no les da poder de negociación ni presencia en el mundo político o económico. Son los jóvenes idealizados como la generación de la sociedad de la información, pero estigmatizados como irresponsables, no dignos de confianza, potencialmente anómicos. Son los jóvenes los que crecieron en un Chile próspero, pero ven como a poco andar se ven estratificados por barrios, sistemas de relaciones, formas de ser tratados por la policía o la justicia. Son los jóvenes quienes tendrán que cargar con los costos del cambio climático y del envejecimiento de la población. Son los jóvenes los que están más dispuestos a arriesgar porque tienen menos y se conforman menos.

Quisiera agregar dos consideraciones que se complementan, se tensan, y creo que terminan de explicar lo que pueda tener, hasta ahora, de explicable este estallido. La primera es que Chile cambió, en tres décadas, de manera acelerada. Un país con una secular cultura del privilegio, y con ciudadanos de primera y segunda categoría, generó movilidad social como nunca antes, ensanchó su clase media, difundió mayor conciencia sobre derechos ciudadanos, incrementó el bienestar general, produjo un salto cuántico en años de escolaridad y en conectividad digital. La segunda consideración es que todo eso trajo, también, una espiral de expectativas que el mismo progreso alentó, y un sentido distinto sobre los derechos propios –y, consecuentemente, progresiva exasperación ante una cultura de privilegios que siguió imperando en una parte de la sociedad-. Se sabe que la movilidad trae expectativas de movilidad. El “Chile real” acumuló bronca porque la democracia no ha sido expediente ni de redistribución del poder ni de redistribución de la riqueza. Una cosa es bajar la pobreza, otra es reducir la desigualdad. El neoliberalismo apostó siempre a que lo primero compensaba holgadamente la postergación de lo segundo. Se equivocó. Y le cuesta reconocerlo.

Volvamos a los acontecimientos recientes. Las medidas de excepción con milicos en la calle no frenaron nada. El espiral de protestas, cacerolazos, marchas no autorizadas, calles cortadas por todos lados en todas las ciudades, saqueos a supermercados, tiendas y farmacias, destrucción edilicia, incendios… todo siguió. Los partidos políticos tomaron posiciones pero al mismo tiempo solo conversan o pelean entre ellos, abriéndose a organizaciones de la sociedad civil consagradas, pero que tampoco representan el movimiento en las calles. Cierto, si la protesta no tiene líderes: ¿con quién conversar? El gobierno ha dado bastonazos de ciego. El peor de todos, la declaración desatinada de Piñera el domingo pasado, sugiriendo que estábamos en guerra. Mala cosa. Tuvo que desdecirse antes de que las consecuencias se multiplicaran. Luego se la ha pasado pidiendo perdón, de su parte y de su gobierno, por la falta de sensibilidad ante las seculares desigualdades que ahora estallan como una olla a presión que no da más. Ese perdón, más que despertar simpatía, exacerba la indignación: ¿perdón ahora, por una desigualdad secular, por falta de sensibilidad, por no haberlo reconocido antes?

Finalmente el propio presidente anunció el martes, al terminar el cuarto día de caos y movilizaciones, las reformas que se han decidido de la noche a la mañana, en consulta con senadores y diputados, la mitad de los partidos, y algunos dirigentes sociales: alzas en pensiones básicas, seguros de salud para compensar gastos en medicamentos, aumento de ingreso mínimo, contención al aumento de tarifas eléctricas, un impuesto a sectores de más recursos, reducción de los altísimos salarios de parlamentarios y en la administración pública. En seguida surgen las reacciones: algunos entusiastas, muchos cautos, unos pocos críticos. Todos estas opiniones vienen de los partidos, el sistema parlamentario, los ministros. Pero falta un detalle… ¡la gente!

Escribo el miércoles, vale decir, estos anuncios fueron anoche. Anoche, también, el toque de queda en su tercera jornada empezó a mostrar dientes más afilados. La represión se hizo sentir. Hasta el mediodía del miércoles, 18 muertos , la mayoría en los propios saqueos. Pero ya apareció una víctima fatal por una golpiza de policías y otro por disparos. Las redes se embriagan de denuncias, algunas filmadas, pero también es cierto que las noticias falsas están a la orden del día y por tanto la verdad deja de ser verdad. No es fácil apreciar los hechos objetivamente y se está a la espera de los informes del Instituto de Derechos Humanos. Al parecer serían, hasta el miércoles, 102 civiles heridos, dos por balazos en estado grave, y 95 miembros de fuerzas de seguridad lesionados. Las personas arrestadas por disturbios llegaron a 2205 y están bajando, y por violación de toque de queda van en 592 los detenidos. Las manifestaciones siguen en aumento: se contaron 54 más el martes que el lunes, y los participantes se elevaron de 130 a 220 mil. Todavía no hay saldo al respecto de hoy miércoles.

Hasta ahora el balance de la destrucción también es enorme. Al mediodía de hoy miércoles se contabilizaban 333 supermercados saqueados y 30 incendiados por completo, 16 buses incendiados, 77 estaciones de metro dañadas, de las cuales 41 destruidas parcialmente, 20 incendiadas y con daños superiores a los 200 millones de dólares. Gran parte de la red del metro, que es vital para el transporte diario en un Santiago cada vez más congestionado, tardará meses en repararse.

Chile despertó. No madrugó, como sugirió el ministro de economía, pero despertó. Más bien, madrugó al gobierno. Y al despertar, cambió. Hoy en Plaza Ñuñoa, entre todas las pancartas una me llamó la atención: “O vamos por todo, o no vamos por nada”. Mientras tanto, un grupo de inmigrantes haitianos llegó con sus bombos y yembés y empezó la fiesta de percusión y danza. La alegría se volvió incontenible. De todo hay en esta explosión. Un desencanto brutal con toda la clase política, una irritación sin freno respecto de la desigualdad que se transforma en ofensa a la dignidad, una disposición de la juventud a repensarlo todo. Mientras tanto, parte de esa misma clase política, o tecnopolítica, siente vergüenza de que en los medios internacionales Chile vuelva a hacer parte de este “vecindario incómodo” de países inundados de crisis económicas, políticas, sociales, institucionales. ¿Bajará el indicador de confianza en la economía chilena? La joyita de la región que exhibe todos sus indicadores de éxito, la luminaria de la gobernabilidad, este rincón del mundo estable, prudente y pragmático, en fin, la sociedad tranquila y disciplinada, la idiosincracia contenida y respetuosa de las normas. ¿Dónde se fue todo con el correr de una sola semana?

¿Qué pasó? En los hechos, más o menos lo que he resumido. En las causas, tal vez repartidas en lo que he querido aquí recapitular. La bandera de lucha es la desigualdad. En general y en particular. Pero quien sabe qué más hay, cuáles son las pulsiones colectivas que se agitan. ¿Porqué de un día para otro esta sociedad pasó de su aspereza contenida a la total transgresión del orden, dónde estaban estas energías centrífugas la semana antepasada, cómo fue que una generación con más oportunidades que las precedentes, de repente se convirtió en una masa desbordada, colérica, pero a la vez movilizada, crítica, valiente, festiva, dispuesta a todo? No me compro las apreciaciones que tienden a poner a esta juventud en el casillero estereotipado de millenial, puramente pulsional, investido con pastiches ideológicos atrabiliarios y comportamientos infantiles. No me compro, tampoco, las tesis conspirativas.

Me preguntaban hoy en la Plaza Ñuñoa cuál será el desenlace de este movimiento y de este estallido si se sigue prolongando. Mi respuesta honesta y parca: no tengo la menor idea. No hay cómo estimar la magnitud de la grieta, ni de sus consecuencias, ni de su impacto en el ordenamiento colectivo y en las políticas. Me preguntaron, también, si el movimiento iba a dialogar con los partidos y el gobierno ante las nuevas propuestas programáticas. Respondí, encogiéndome de hombros y mirando a la multitud bailando al son de los tambores haitianos: ¿y quién, entre todos ellos, se sentará a conversar en la próxima mesa de diálogo con la institucionalidad política?

 

Martín Hopenhayn

Filósofo. Magíster en Filosofía de la Universidad de París VII. Ex Director División de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

 

Fuente: https://www.nexos.com.mx/?p=45397

Compartido con SURCOS por Ciska Raventós.

Ilustración: Patricio Betteo

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Costa Rica debe suspender participación en la COP25 hasta que cese la represión en Chile

• 18 personas muertas, 2128 detenidas, 376 heridas, decenas de mujeres violadas y cientos de desaparecidos son el saldo del Estado de Emergencia en Chile

• No se puede hablar de ecología si un gobierno manda a disparar a su pueblo

(FECON, 25-10-2019.) En Chile se reportan violentos episodios de represión por parte del Ejercito debido al Estado de Emergencia impuesto por el presidente Sebastián Piñera para aplacar las protestas contra al gobierno. Estas movilizaciones demandan una mejor calidad de vida y equidad. Las organizaciones sociales chilenas señalan que la gran mayoría de estas protestas se han desarrollado pacíficamente, pero son reprimidas brutalmente.

Es muy contradictorio que el Gobierno de Carlos Alvarado se sienta abanderado de los Derechos Humanos y no advierta al gobierno chileno por reprimir violentamente a manifestantes pacíficos justamente antes de la COP25.

Desde el pasado 18 de octubre el ejército chileno reprime las jornadas de protesta por el alto costo de la vida y una serie de descontentos de la población más pobre. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en al marco de las manifestaciones se han reportado 18 muertos, al menos 2.128 habrían sido detenidas por la policía y el ejercito; entre ellas 243 niños, niñas y adolescentes y 407 mujeres. Nueve de ellas fueron desnudadas en actos policiales. Además, hay reporte de 376 personas habrían resultado heridas, de las cuales al menos 173 por arma de fuego (1).

Por su parte las organizaciones sociales chilenas denuncian que estos episodios de violencia estatal no se habían visto desde la última dictadura militar impuesta por Augusto Pinochet (2). Régimen que comenzó en 1973 y terminó en 1991. Según reporta la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) desde que acabó la dictadura no se había visto al ejército chileno reprimir violentamente alguna protesta.

El Instituto Nacional de Derechos Humanos a denunciado los Carabineros y militares por agresiones sexuales y violaciones a detenidas. La Asociación de Abogadas Feministas han registrado casos en los que los oficiales militares han obligado a las mujeres a desnudarse en los centros de detención (3).

Es contradictorio, por parte del gobierno de Piñera, que se estén violentando los Derechos Humanos en Chile y se pretenda celebrar la próxima Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, conocida como la COP25.

Para una discusión tan trascendental, como el Cambio Climático, debe de darse en un marco total de respeto a los Derechos Humanos. Ya desde 2014 la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas ha señalado la ineludible relación entre la discusión Climática y los Derechos Humanos (4).

Por esta razón, el gobierno de Costa Rica debe de mandar una señal clara al gobierno de Sebastián Piñera y señalar que suspende su participación en la COP25 mientras se continué con el Estado de Emergencia y la represión de los manifestantes.

Por otro lado, ya el diputado francés Alexis Corbière ha solicitado al gobierno de Francia suspender la participación en la COP25 en Chile debido a estos actos de represión (5). El legislador galo ha señalado a distintos medios de comunicación que “no se puede hablar de ecología si un gobierno manda a disparar a su pueblo”.

Instamos a Carlos Alvarado a demostrar un verdadero compromiso con los Derechos Humanos señalando su desaprobación por los episodios de represión contra los manifestantes en Chile y le comunique la suspensión de la participación de Costa Rica en la COP25 hasta no se cese el actuar asesino de ejército chileno.

1.  CIDH condena excesivo uso de la fuerza y rechaza toda forma de violencia en el marco de las protestas sociales en Chile https://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2019/270.asp

2.La rebelión popular en Chile  http://www.biodiversidadla.org/Documentos/La-rebelion-popular-en-Chile

3. Chile: denuncia por torturas contra los Carabineros https://www.pagina12.com.ar/226908-chile-denuncia-por-torturas-contra-los-carabineros

4.Derechos humanos y cambio climático https://www.ohchr.org/SP/Issues/HRAndClimateChange/Pages/HRClimateChangeIndex.aspx

5. Chile mantiene en pie cumbre de cambio climático de la ONU a pesar de disturbios

https://ojoalclima.com/chile-mantiene-en-pie-cumbre-de-cambio-climatico-de-la-onu-a-pesar-de-disturbios/

FEDERACIÓN ECOLOGISTA

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Chile: morir en septiembre, la primavera que nunca fue

Rogelio Cedeño Castro

 

Para los países del hemisferio sur la entrada del mes de septiembre significa también la llegada gradual de la primavera, pues desde que termina agosto y da inicio el nuevo mes los días empiezan a ser más largos, amanece cada día más temprano y la luminosidad comienza a apoderarse de nuestras emociones y de toda la cotidianidad; en el caso de Chile es el mes de las ramadas o festejos populares donde abunda la chicha y el vino, donde pronto las flores y los frutos abundantes alegrarán la vista de todos, también es el mes de las fiestas patrias tan lleno de remembranzas, sólo que en el año de 1973 cuando la derecha se preparaba para dar el último zarpazo al gobierno de los mil días de la Unidad Popular Chilena, con el transcurso del tiempo los días se fueron tornando lúgubres y tensos mientras se conmemoraba el tercer aniversario del triunfo electoral de la Unidad Popular, el día 4 de septiembre de 1970, los rumores de golpe de estado ya habían corrido entre los marinos y soldados en Valparaíso y Talcahuano, algunos dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria(MIR) y el Partido Socialista habían hecho denuncias sobre el complot en marcha, mientras el gobierno vivía un trance difícil e incierto.

Amanece el martes 11 de septiembre, con la marina alzada en armas en Valparaíso, desde las cuatro de la mañana de ese día, en la capital y en el resto del país corren toda clase de rumores, el presidente Salvador Allende y sus colaboradores se dirigen muy temprano al Palacio de la Moneda, pensando todavía contar con algunas lealtades en el resto de las fuerzas armas y el cuerpo de carabineros, mientras la dura realidad mostrará que la traición ha llegado muy hondo y sólo un puñado de civiles, policías de investigación, pero sobre todo amigos cercanos al presidente encararán el ataque militar al Palacio de la Moneda, en un combate desigual que duró varias horas, durante las que la aviación bombardeó y provocó el incendio de la casa de los presidentes de Chile. Hacia las dos o tres de la tarde el combate ha concluido, los combatientes que resistieron se rinden y durante cuatro décadas se mantendrá la desinformación y la tergiversación acerca del final de la vida del presidente Allende, llegando a afirmarse que se había quitado la vida, con argumentaciones que nunca resultaron convincentes y por lo tanto creíbles, ahora ante la foto que muestra el cadáver acribillado del líder y símbolo más importante de la Unidad Popular Chilena, con gran dolor para nosotros, la verdad ha terminado por abrirse paso: Salvador Allende fue asesinado por los militares golpistas, sólo que ante la evidencia de la foto los momios ya no podrán seguir mintiendo, ni riéndose miserablemente de los vencidos, cuya historia se va haciendo cada día más nítida e inocultable.

Siempre, a lo largo de las más de cuatro décadas transcurridas, estuve convencido de que nuestro querido compañero, el entonces presidente chileno Salvador Allende Gossens (1908-1973), cuya grandeza y ejemplo han crecido con el paso del tiempo, había sido asesinado por los criminales golpistas, unas gentes carentes de dignidad y humanidad como puede apreciarse a partir de lo dicho por Pinochet en su cuartel de Peñalolén sobre el avión que se caía, por parte del propio Pinochet, traidor y golpista de última hora, con toda la vulgar bajeza de su vocabulario soez y cargado de odio, como bien lo relata la periodista Patricia Verdugo, en un libro en que reproduce la grabación que quedó de las comunicaciones de los golpistas ese día, el infausto martes 11 de septiembre de 1973. Al respecto dije en un texto años atrás: «En honor a la verdad, hay que hacer un reconocimiento a Salvador Allende y sus compañeros por no haberse doblegado a la intimidación y a la vulgaridad de quien dirigía el golpe militar bien oculto en el cuartel de Peñalolén, pero también extraer la lección que nos da el testimonio de un pequeño grupo de francotiradores, ubicados en el Ministerio de Obras Públicas, al otro lado de la calle Morandé, quienes mantuvieron a raya al ejército durante muchas horas ayudando a quienes, como el propio Salvador Allende, de una manera suicida, resistieron desde las vulnerables instalaciones del Palacio de la Moneda, la casa de los presidentes de Chile» (Los mil espejos de la realidad social, UNA Heredia Costa Rica 2013, pág. 129). Entiéndase, entonces que el acto de resistir en condiciones tan desiguales era, en sí mismo, un acto suicida, no que el presidente Allende se haya suicidado. Ahora cuando han pasado más de cuarenta años se pudo constatar al fin su asesinato, por parte de algunos militares de los que ya fallecieron entre los que recuerdo al capitán Palacios, encargado de dirigir el asalto a la Moneda. Por mi parte, sigo pensando que algún día se abrirán las grandes alamedas para que pase el hombre libre, como dijo el Chicho por las ondas de Radio Magallanes, cuando ya la suerte estaba echada, en la mañana de ese terrible día y para algunos como Salvador Allende, Augusto Olivares, Claudio Jimeno y otros compañeros significaba, ni más ni menos, que morir en septiembre cuando se anunciaba una primavera que nunca pudo ser.

 

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Sobre el asesinato de Salvador Allende

Rogelio Cedeño Castro

Rogelio Cedeño

Siempre estuve convencido que nuestro querido compañero, el entonces presidente chileno Salvador Allende Gossens(1908-1973), cuya grandeza y ejemplo han crecido con el paso del tiempo, había sido asesinado por los criminales golpistas, unas gentes carentes de dignidad y humanidad como puede apreciarse a partir de lo dicho por Pinochet en su cuartel de Peñalolén sobre el avión que se caía y la vulgar bajeza de su vocabulario, como bien lo relata la periodista Patricia Verdugo, en un libro en que reproduce la grabación que quedó de las comunicaciones de golpistas ese día infausto, el martes 11 de septiembre de 1973.

Al respecto dije en un texto años atrás: «En honor a la verdad, hay que hacer un reconocimiento a Salvador Allende y sus compañeros por no haberse doblegado a la intimidación y a la vulgaridad de quien dirigía el golpe militar bien oculto en el cuartel de Peñalolén, pero también extraer la lección que nos da el testimonio de un pequeño grupo de francotiradores, ubicados en el Ministerio de Obras Públicas, al otro lado de la calle Morandé, quienes mantuvieron a raya al ejército durante muchas horas ayudando a quienes, como el propio Salvador Allende, de una manera suicida, resistieron desde las vulnerables instalaciones del Palacio de la Moneda, la casa de los presidentes de Chile» (Los mil espejos de la realidad social, UNA Heredia Costa Rica 2013). Entiéndase que resistir en condiciones tan desiguales era, en sí mismo, un acto suicida, no que el presidente Allende se haya suicidado.Ahora cuando han pasado más de cuarenta años se pudo constatar al fin su asesinato, por parte de algunos militares de los que ya fallecieron algunos como el capitán Palacios.

Por mi parte, sigo pensando que algún día se abrirán las grandes alamedas para que pase el hombre libre, como dijo el Chicho por las ondas de Radio Magallanes, cuando ya la suerte estaba echada, en la mañana de ese terrible día.

 

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El mundo debe hacer realidad el derecho a la alimentación

En celebración de los 40 años de existencia del INISA

Conferencista chileno pide declarar el derecho a la alimentación como un derecho humano

El mundo debe hacer realidad el derecho a la alimentación
El Dr. Ricardo Uauy, conferencista invitado a la celebración del cuadragésimo aniversario del INISA, hizo una excitativa para generar cambios en el mundo que garanticen el acceso a los alimentos para los 9 billones de habitantes del planeta (foto: Laura Rodríguez).

Lidiette Guerrero Portilla,

Periodista Oficina de Divulgación e Información

 

“En el mundo actual si bien sobran alimentos, hay 800 millones de habitantes que están desnutridos y una de cada seis personas deben adquirir los alimentos para una semana con uno o dos dólares”, según lo dijo el Dr. Ricardo Uauy, médico cirujano, neonatólogo, bioquímico de alimentos, del Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos de la Universidad de Chile, en una conferencia que impartió como invitado especial al acto de celebración del Cuadragésimo Aniversario del Instituto de Investigaciones en Salud (INISA) de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Alimentando a 9 billones de seres humanos en la Tierra. Mendel versus Malthus es el título de su disertación, en la que afirmó que la disparidad planetaria en el acceso a los alimentos y 1.500 millones de personas en estado de pobreza debe llevarnos a un replanteamiento del camino que hemos seguido hasta ahora como sociedad, repensar la situación y generar cambios individuales y colectivos para hacer realidad el derecho a la alimentación.

“Al menos deberíamos generar una declaración para que el acceso a los alimentos básicos sea considerado un derecho humano, como el aire y el agua”, afirmó este investigador, quien se ha dedicado a estudiar la nutrición publica orientada hacia la equidad social.

El mundo debe hacer realidad el derecho a la alimentación2
La actividad de celebración se realizó en el auditorio de la Facultad de Microbiología, en donde se efectuaron además las jornadas académicas, el miércoles 5 y jueves 6 de agosto, en donde el equipo científico expuso sus avances en las diferentes temáticas (foto: Laura Rodríguez).

Según lo informó el conferencista la población mundial ronda los 9 billones de habitantes y la desnutrición sigue creciendo mayoritariamente en África Subsahariana y en Asia (Paquistán, Irak, Turquía, entre otros), en México, en la mayoría de los países centroamericanos, en Bolivia, Cuba y Haití.

Las naciones que han podido reducir la cantidad de personas con desnutrición son Costa Rica y Panamá, los países andinos de América del Sur, algunas zonas de África, del Sudeste y del Este Asiático, Indonesia y Sri Lanka, pero China es la gran ganadora, con una reducción de 58 millones de desnutridos, en dos décadas.

El mundo debe hacer realidad el derecho a la alimentación3
En la actividad participaron autoridades universitarias, invitados especiales y el personal del INISA (foto: Laura Rodríguez).

Añadió que si queremos dejarle a las generaciones venideras un mundo más justo, más sustentable y más saludable deberíamos inclinarnos a hacer cambios en varios frentes, sobre todo por una dieta con un impacto social menos intenso, mucho más tendiente a lo vegetal y a una disminución del consumo de carnes animales.

Incluso opina que es necesario devolverle propiedades nutricionales a algunos alimentos que las han perdido por el procesamiento y rescatar variedades antiguas que según han demostrado algunos estudios son mucho más nutritivas, además de trabajar más por rescatar los suelos degradados, entre otros.

Disparidad en el acceso a alimentos

El mundo debe hacer realidad el derecho a la alimentación4
La Dra. Patricia Cuenca Berger, directora del Instituto de Investigaciones en Salud (INISA) se manifestó muy satisfecha por todos los logros y contribuciones que desde el INISA se le han aportado al país (foto: Laura Rodríguez).

El Dr. Ricardo Uauy analizó el tema de su disertación considerando el pensamiento de Thomas Malthus (1766-1834) y Gregor Mendel (1822-1884) quienes alertaron sobre la necesidad cada vez mayor de producir alimentos en el mundo, para evitar la brecha creciente que se generaría con el paso del tiempo con el crecimiento de la población mundial.

No obstante considera que aunque la evidencia es clara con la cantidad de personas desnutridas de hoy y sin acceso a los alimentos para cada día, esto no se ha generado por las razones malthusianas, es decir no es por poca producción de alimentos, porque según argumentó los adelantos científicos y la agricultura han hecho su labor y han logrado producir nuevos alimentos y generar una amplia producción, incluso de cereales que, lamentablemente, hoy se emplean para generar biocombustibles.

El mundo debe hacer realidad el derecho a la alimentación5
La Dra. Ruth de la Asunción Romero, vicerrectora de Vida Estudiantil UCR, felicitó al equipo de trabajo del INISA por toda la labor realizada durante 40 años de existencia y los instó a continuar con un espíritu de compromiso y dedicación en su trabajo (foto: Laura Rodríguez).

Agregó que más bien hay exceso de producción de ciertos alimentos y también restricciones en su exportación, con lo que se limita el acceso a las poblaciones más necesitadas. Por ejemplo citó que el 65% de la producción de alimentos en el mundo se centra en trigo, maíz, arroz y papas, mientras que las lentejas, arvejas, garbanzos, zanahorias, frijoles, plátanos, cocos, entre otros, son los mínimos. Según el conferencista todo apunta a que llegaremos a una dependencia importante de alimentos con China.

Para el Dr. Uauy la disparidad en el acceso a los alimentos es un problema muy serio y complejo, que tiene relación con el precio de los alimentos que está directamente vinculado con el precio de los combustibles y la inflación. También entran en juego en esta problemática, los subsidios que los gobiernos otorgan a algunos productores y no a otros, el cambio climático que genera sequías e inundaciones en diferentes áreas y que afectan la agricultura y la disminución en la biodiversidad de semillas y de alimentos en general en el mundo.

“La disparidad va en aumento, porque el 20% más rico se lleva el 80% de la torta, de manera que con este esquema de distribución y este grado de desigualdad, se hace cada vez más difícil satisfacer las necesidad de quienes viven con un dólar”, expresó.

“Claramente si esto se lo dejamos al mercado, vamos a seguir obteniendo estos resultados, aunque no estoy en contra del mercado, pero sí estoy a favor de que haya acceso a la alimentación vamos a tener que ponernos más serios, ustedes lo han visto en la prensa ya empiezan a decirse y así debería terminar: Si queremos tener un mundo más justo vamos a tener que pensar que la producción de los alimentos básicos para sobrevivir es un derecho humano. Hablamos del derecho a la alimentación pero no lo transformamos en derecho real, es solo una declaración y esto en América Latina es un dilema que tiene implicaciones políticas, sociales y de todo tipo”, concluyó.

INISA: 40 años de servicio a la salud del país

El mundo debe hacer realidad el derecho a la alimentación6

La actividad de celebración del Cuadragésimo Aniversario del INISA se realizó en el auditorio de la Facultad de Microbiología, con la participación de autoridades universitarias, entre ellas la Dra. Ruth de la Asunción Romero, vicerrectora de Vida Estudiantil de la UCR, quien representó al rector Henning Jensen.

La Vicerrectora dijo que son múltiples los cambios que ha tenido el país en el campo tecnológico y social que inciden en las exigencias de la población hacia las universidades estatales y en la oferta que estas le hacen a la sociedad. Afirmó que la autonomía universitaria no desliga el rumbo institucional del que sigue el país, “por eso es esencial que desde la academia busquemos las repuestas a las necesidades de la población, con formación de profesionales y con una investigación ética, profunda y con sentido”.

Además felicitó al INISA por su labor científica, por ser un referente a nivel nacional e internacional, por la formación de investigadores en el área de la salud, la excelencia y calidad de las investigaciones, algunas de las cuales han servido de insumo para la adopción de políticas públicas en el país.

Por su parte, la Dra. Patricia Cuenca Berger, directora del INISA expresó su satisfacción de celebrar los 40 años de ese Instituto, con el apoyo de personas y grupos que les han ayudado a continuar en su crecimiento y desarrollo.

El INISA inició sus labores en 1975, ha desarrollado valiosas investigaciones en temas relevantes para el país, por medio de dos programas como son el de Cáncer y el de Envejecimiento y sus secciones de Infección –Nutrición y Genética.

Son reconocidos sus estudios iniciales a cargo de su primer director y fundador, Dr. Leonardo Mata Jiménez, sobre diarrea y enfermedades respiratorias, VIH/SIDA, dengue y cólera. En salud materno-infantil, aportó mucho en diversos aspectos del desarrollo de la niñez, la rehidratación oral, el alojamiento conjunto madre-niño/a en los hospitales y en la promoción de la lactancia materna.

Aún hoy el INISA en su labor de apoyo a la salud materno-infantil, hace estudios de desnutrición y parasitosis y con el proyecto Prolamanco, desarrolla una gran labor en la promoción de la lactancia materna como alimento fundamental, impartiendo cursos gratuitos en diferentes comunidades, además de jornadas, congresos, charlas que hagan conciencia en las madres, cuidadoras, padres de familia y diferentes profesionales de la salud de seguir luchando para que los bebés mantengan una lactancia natural y prolongada en el país

Con el paso de los años se ha adentrado en los estudios de aguas de consumo humano y detección de microorganismos patógenos (Shigella, Salmonella, y su resistencia a los antibióticos) y cuenta con una sección de genética donde realiza el diagnóstico molecular de enfermedades causadas por mutaciones inestables, como las miotonías hereditarias y desde hace 30 años desarrolla pruebas para el diagnóstico prenatal de defectos cromosómicos.

Por 35 años ha investigado el tema del cáncer en general y su programa de Especial Interés Institucional de Cáncer Gástrico cuenta con 25 años de existencia. Por iniciativa del INISA se creó y fortaleció el Programa de Detección Temprana del Cáncer Gástrico que aún funciona en el Hospital Max Peralta de Cartago, el cual ha ayudado a salvar más de 1.000 vidas y ha disminuido la mortalidad por esta causa en un 50%.

Sus estudios han abordado la infección, inflamación, las cepas más frecuentes de la bacteria Helicobacter pylori relacionada con el cáncer gástrico, un antígeno específico para detectarla, su variabilidad genética y virulencia, procesos de daño celular, marcadores biológicos, detección del perfil de riesgo en las diferentes patologías, entre muchos otros.

Asimismo investiga en forma multidisciplinaria, el proceso de envejecimiento, en estrecha colaboración con la comunidad de Los Guido de Desamparados. Este es uno de los desafíos más grandes que tiene el país, como es el crecimiento de su población adulta mayor. Otro de los temas relevantes para el país es la incidencia de diabetes en la población costarricense, tema que también ha sido estudiado en el INISA.

Como reconocimiento a toda su labor en el campo de la salud el INISA recibió en el 2013 el premio que otorga la Fundación de los Emiratos Árabes Unidos para la Salud, por acuerdo del consejo ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).


Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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Notas Reflexivas Sobre Hechos de la Semana

Marlin Ávila

 

Es inaudito ver como el sistema neoliberal imperante en este mercado globalizado produce tanto sufrimiento humano. Hay un barco a la deriva desde hace dos meses en los mares del Sur Este Asiático con 300 personas migrantes a bordo, sin tripulantes que lo dirijan, sin país que los quiera recibir; sin alimentación, medicamentos ni nada más que sus vidas en estado deprimente. Mujeres, niños y hombres gritan desesperados para que alguien del mundo que hemos creado les salve de morir en cualquier momento. Las Naciones Unidas siguen mostrando sus debilidades para resolver las innumerables crisis que ha producido el sistema que ella misma ayudó a construir.

El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, se reunió el 12 de mayo con el canciller de los Estados Unidos de Norte América John Kerry, en la ciudad rusa de Sochi, dos potencias en conflicto de intereses mundiales y con un congelamiento en sus relaciones desde iniciado el conflicto en Ucrania. Desarrollaron una amplia agenda con los puntos más relevantes y controversiales entre ambas potencias. En mucho de lo puntos se vislumbran procesos de mayor acercamiento pero otros se mantienen en el congelador. El haberse discutido esos asuntos directamente es una esperanza de paz para la humanidad.

Nepal ha seguido siendo sacudida por los sismos. El estado de pobreza y ausencia institucional de medidas preventivas ha causado grandes daños humanos y materiales. Nepal, además es importante por estar fronteriza a China Continental donde hay intereses de influencia del mundo occidental.

Tanto la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, como la de Chile, Michelle Bachelet, han tomado medidas radicales para detener la caída de confianza anotada en las encuestas de los meses anteriores. Las fuertes medidas contra la corrupción y el establecimiento de normas de probidad marcan una esperanza al pueblo que mantienen el dedo en la llaga hasta no ver los resultados de las mismas. Aun cuando en Chile sigue la movilización de la ciudadanía por una educación de calidad y gratuita, los organismos correspondientes están tomando las medidas contra los grupos de funcionarios y empresarios que han cometido fuertes desfalcos en el financiamiento de campañas políticas y otros hechos.

En Guatemala se siguen aumentando las manifestaciones de diferentes sectores sociales exigiendo que se llegue a fondo con las medidas a los altos funcionarios involucrados en la corrupción, lo que incluye al mismo presidente de la república.

En Honduras las ventas de plazas para maestros son de vieja data, aunque aparecen como novedad en los ocho casos encontrados en Choluteca esta semana. La corrupción de la cual se ha inculpado a los dirigentes de los colegios magisteriales no pudo ocurrir sin la complicidad de los mismos funcionarios de la Secretaría de Educación. Hubo casos en que el mismo Secretario de Educación de aquel entonces toleró y se benefició de los latrocinios efectuados dentro del sistema. En el sistema educativo hace falta mucho más por hacer. En lugar de estimular la privatización como solución de todos los males y reprimir a estudiantes por verter sus propias opiniones, deberían de sanear desde adentro el sistema administrativo, realizar reformas estructurales de impacto hacia la calidad educativa, de manera que produzcamos generaciones de actores creativos e innovadores de una mejor sociedad productora de felicidad y paz.

Esta semana ha existido mucho movimiento social por la denuncia que hace dos viernes publicara el periodista David Romero, quien a menos de seis días después le han amenazado a muerte por la denuncia. Parte de casi dos mil documentos en poder del periodista, hacen ver que más de L.2 mil millones de lempiras de los siete mil millones extraídos fraudulentamente del Instituto Hondureño del Seguro Social (IHSS) previo a las elecciones de noviembre de 2013, fueron a parar al Partido Nacional, utilizando como puente a empresas que negociaron con el IHSS. Desde luego, el PN inmediatamente comenzó argumentando que eso era una conspiración política de la oposición, sin dar respuesta directa a los datos vertidos por el periodista David Romero. En un segundo comunicado del PN se trata de desvirtuar y desmentir la información, añadiéndose una amenaza jurídica a quienes sigan con las acusaciones. Lo cierto es que es el Ministerio Público el llamado a responder a todo el proceso de corrupción que se viene estudiando por esta instancia del Estado desde hace poco más de un año. Hasta la semana anterior solamente habían salido a luz pública algunos autores administrativos del gran desfalco a los capitales del IHSS, generados por la clase trabajadora y el empresariado. El periodista David Romero destapó lo que había sido un reclamo popular como son los supuestos autores intelectuales y principales beneficiarios del desfalco. Lo que está por verse es si se logra probar la inocencia o culpabilidad de quienes aparecen como autores intelectuales. Hay muchas dudas al respecto, dado que se asegura que estos mismos autores controlan al Ministerio Público y que todo está estructurado a manera de no podérseles probar nada. Las preguntas que habría que hacer 1) ¿Será posible, en un país tan pobre, realizar un desfalco a una institución del Estado de más de USA $300 millones sin que la cúpula del poder se entere? 2) Y si se entera ¿habrá que compartir el botín? 3) y si no se puede cubrir públicamente el desfalco, ¿Quiénes deberían ser los inculpados sin tocar la cúpula del poder?

El Partido Nacional en el poder, acusado por muchos analistas de haberlo logrado de manera fraudulenta, se consolidó en este poder político nacional muy rápidamente, al grado de controlar los tres poderes del Estado y los entes contralores del Estado. La oposición en el Parlamento, por sus constantes errores, contribuyó a que esto sucediera, perdiéndose la oportunidad histórica de construir un poder multipartidista democrático y republicano. Así que hasta la semana previa a la recién concluida, la oposición estaba en un proceso de dispersión sin precedentes, mientras que el PN se mostraba robusto, dinámico y creíble a los ojos de la comunidad internacional. Esta semana y las próximas no es muy seguro que esa y apreciaciones continúen siendo así. Es posible que haya víctimas mortales en esta lucha, dados los altos grados de inseguridad e impunidad que se siguen viviendo. Los que tienen el monopolio de la fuerza serían los que tienen que decir si estos altos riesgos son evitables. Ojalá se tenga la madurez de enfrentar estas crisis sin tener que dañar más a esta dolorida y moribunda Honduras.

 

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