El segundo sábado del mes de mayo se celebra el Día Mundial del Comercio Justo, para concientizar a la opinión pública acerca de las desigualdades económicas impuestas por el sistema económico y comercial a los pequeños productores y comerciantes, que procuran un precio justo para sus productos. El sistema de comercio entre países e incluso entre empresarios no siempre es justo, pues la oferta y la demanda impone e sus condiciones y en muchos casos los pequeños y medianos productores se ven afectados por la imposición de condiciones económicas por parte de las grandes empresas nacionales o transnacionales. Esta brecha se acentúa aún más en países en vías de desarrollo y subdesarrollados, siendo fundamental la inserción y participación de los pequeños productores en el mercado, en condiciones sociales y económicas equilibradas. Cada año, la campaña del Día Internacional del Comercio Justo se centra en un lema o tema. Para 2023, será «El comercio justo le sienta bien a todo el mundo». Porque el comercio justo respeta los derechos laborales y el medio ambiente, por eso le sienta bien a todos, porque algo que cuida el planeta y contribuye a la justicia social, no hace el mal a nadie. El comercio justo es un modelo alternativo y solidario de comercialización de productos y servicios a un precio justo, promoviendo el acceso al mercado de pequeños productores y trabajadores, bajo un esquema productivo y comercial justo y equitativo. Con ello se trata de beneficiar o favorecer a los pequeños productores ante las grandes multinacionales que presionan para que ofrezcan su producción a bajos precios, en condiciones ampliamente desfavorables. En aras de proteger esta modalidad alternativa de comercio, surgió en el año 1989 la Organización Mundial del Comercio Justo o World Fair Trade Organization (WFTO). Dios quiera que cada día se fortalezca esta iniciativa para que el comercio entre países y entre empresarios y productores y haya justicia en favor de los más débiles dentro de las relaciones comerciales.
“La misericordia y la verdad se encontraron; la paz y la justicia se besaron” (Salmo 85:10)
Álvaro Vega Sánchez, sociólogo
La concentración de la riqueza y del poder conducen inevitablemente a la injusticia y a los conflictos sociales y armados. El sociólogo Ralf Dharendorf hablaba no solo de la propiedad privada de los medios de producción sino también de los medios de poder. De ahí la doble dictadura: la del mercado por la apropiación privada de los medios de producción y la del Estado autoritario por la concentración de los medios de poder. Ambas corresponden a las formas oligárquicas de dominación que hoy se visten de democráticas, mientras irrespetan la independencia de los poderes republicanos.
La creciente desigualdad económica y la intensificación de los conflictos bélicos entre las naciones obedecen, precisamente, a los altos niveles de concentración de los medios científico-tecnológicos y de los recursos naturales más valiosos, así como los medios de ejercer poder, tanto el coercitivo físico como el ideológico psíquico-emocional. Van quedando atrás las aspiraciones esperanzadoras de un mundo globalizado, donde prevalezcan las relaciones interdependientes entre países y regiones, liberalizando el comercio justo, favoreciendo el multilateralismo y la interculturalidad, para contribuir a crear sociedades más pacíficas, equitativas e inclusivas.
El conflicto entre Rusia y Ucrania, teniendo como actores de fondo principalmente a Estados Unidos y la Unión Europea, con su brazo armado la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), nos devuelve hoy a los aciagos y tenebrosos años de la “guerra fría”. Es parte de la disputa de las potencias por concentrar poder geopolítico y económico. Algunos comentaristas del reciente discurso del presidente Biden sobre el Estado de la Nación, destacaban que, a diferencia de Trump quien había debilitado a la OTAN, uno de los méritos de Biden fue haber logrado fortalecer los vínculos con Europa y revitalizar la OTAN, en el contexto del actual enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania.
Por su parte, el secretario de Estado de EE. UU, Antony Blinken, ha insistido en que “la invasión de Rusia a Ucrania es injustificada y no provocada”. Ninguna invasión puede considerarse justificada, incluyendo las muchas que ha realizado EE. UU de manera unilateral, y que ahora pareciera haberlas olvidado. Sin embargo, resulta de sentido común comprender que una potencia como Rusia se sintiera provocada por un país limítrofe como Ucrania, con reiteradas acciones políticas y bélicas de corte nazi-fascistas contra las regiones separatistas de Lugansk y Donetsk, cobrando miles de víctimas civiles, y ahora dispuesta a integrarse a la OTAN.
Aquí, lo que está en juego es la seguridad misma de Rusia, al igual que lo estuvo la de Estados Unidos con la instalación de los misiles balísticos rusos enviados a Cuba, en la década de 1960. Cabe preguntarse, ¿por qué Estados Unidos, en esta ocasión, como sí lo hiciera Rusia con Cuba al retirar los misiles que representaban una amenaza para Estados Unidos, no hizo ningún esfuerzo para que Ucrania desistiera de su intención de incorporarse a la OTAN, que representa también ahora una amenaza para Rusia? De esta manera, se hubiese dado una oportunidad a la diplomacia, es decir, al diálogo, la vía más razonable y humana de dirimir los conflictos, y evitado la pérdida de vidas tanto de rusos como de ucranianos.
Mientras el presidente Putin demandaba de los países europeos y de Estados Unidos mediar para que Ucrania desistiera de su incorporación a la OTAN, única condición para evitar la guerra, y sostenía a sus tropas en la frontera, insistiendo en que no iba a invadir, por su parte, el presidente Biden repetía con insistencia, que Rusia sí iba a invadir Ucrania. Bueno, él no estaba dispuesto a persuadir a Ucrania de no incorporarse a la OTAN, y por ello sabía que Putin, inevitablemente, invadiría Ucrania. ¿Acaso, una profecía autocumplida o todo “fríamente calculado”?
Cuando se habla de la seguridad de países y potencias lo que está en juego son los intereses geopolíticos, con sus implicaciones económicas, particularmente comerciales. Y hoy es claro que ninguna potencia puede pretender ser hegemónica. Si se quiere garantizar la paz y el progreso de los pueblos hay que erradicar los imperialismos de cualquier signo, y afirmar el derecho de soberanía de las naciones. Asimismo, buscar consensos para evitar la proliferación de armas nucleares y contener la carrera armamentista. Para ello, es fundamental crear un ambiente de distensión, diálogo y negociación, que propicie las mejores relaciones entre los países.
Lamentablemente, la “misericordia y la verdad” no se dan la mano. La compasión por las victimas más vulnerables de las guerras injustificadas, como lo son los niños, los ancianos y las personas con limitaciones funcionales, ha sido desplazada por la frivolidad de los poderes fácticos ávidos de poder y de venganza. Y la verdad se ve arrinconada por una propaganda descaradamente manipuladora. Se utilizan los más sofisticados subterfugios para vestir las mentiras y falsedades de verdades o medias verdades, a conveniencia. Hay un vaciamiento de significado y sentido de las palabras, una violación del derecho que le asiste al lenguaje de ser adecuadamente utilizado para facilitar la comunicación y la comprensión entre los seres humanos. Es la denuncia de Jeremías de la palabra vacía de los falsos profetas: “Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo; paz, paz; y no hay paz” (Jer.6:14).
La nueva geopolítica global, apunta a la necesaria distribución del poder, condición fundamental para garantizar la paz. Para ello, se requiere mucho diálogo y conversación reposada; que se dignifique la palabra. No habrá paz ni justicia si, al igual que la riqueza, el poder no se distribuye. ¿Por qué no soñar todavía con un siglo XXI donde las naciones apuesten decididamente a una mejor distribución de la riqueza y el poder: el beso de la paz y la justicia?
SURCOS comparte la apertura del emprendimiento local Bonadea (panadería y repostería 100% libre de gluten, tiendita de productos locales, orgánicos y de comercio justo) el próximo 05 de enero.
El proyecto pretende ser una tienda donde productores y productoras locales puedan ofrecer productos de diverso tipo (alimentos procesados, compotas, artesanías, etc.).
“Nuestro espacio es 100% libre de gluten, eso significa que las marcas locales que vamos a tener a su disposición también son libres de gluten para garantizarles un ambiente seguro y que puedan hacer sus compras con toda la tranquilidad del mundo”, detalla la página de Facebook.
Ubicación: Tres Ríos, de los semáforos de Walmart Curridabat, 400 Este y 125 Norte. A la par del Kinder Montessori; Centro Comercial Ágora
Para más información puede contactar al teléfono 2260 3707 o al correo electrónico info@bonadeacr.com
El Equipo Dinamizador de la Red de Economía Social Solidaria-Costa Rica comparte la invitación al «Conversatorio sobre Comercios Justos» con experiencias de Brasil y de Costa Rica, el cual se estará llevando a cabo el próximo jueves 30 de junio a las 5 p.m. en la Sala 1 de la Biblioteca Luis Demetrio Tinoco, Universidad de Costa Rica, San Pedro de Montes de Oca.
Enviado a SURCOS Digital por Wagner Suazo, Equipo Dinamizador, RedESS.