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Etiqueta: crisis ecológica

Documento de Trabajo: ECOFASCISMOS ¿TIEMPOS DE CAMBIO?

Observatorio de Bienes Comunes

¿Por qué hablar del fantasma del ecofascismo? Nos aproximamos a una intensificación de los conflictos socioambientales, los efectos de la crisis ecológica presiona la disposición de los bienes naturales, sociales y culturales de nuestras sociedades. En pocas palabras un caldo de cultivo para el reposicionamiento del capitalismo, racismo, colonialismo y patriarcado.

Es decir, la posibilidad real de la agudización de las desigualdades socioambientales, a través de la defensa de los privilegios de los sectores dominantes; criminalización, represión, despojo y expulsión. Es así como la disputa de la reconfiguración de los territorios es una situación latente.

El ecofascismo, resume una posible salida a la crisis ecológica, es decir la reconfiguración de los territorios a través del despojo e imposición de las condiciones necesarias para el sostenimiento y reproducción de los privilegios de clase, género y raza.

Por esta razón, se torna imprescindible preguntarnos ¿para qué conservar? y ¿para quienes? Es aquí que el enfoque de la justicia socioecológica nos brinda algunos elementos necesarios para replantearnos las dimensiones de nuestros análisis y compromisos éticos, políticos y pedagógicos mediante los cuales abordar la actual crisis ecológica.

Ante las soluciones propuestas por los sectores dominantes, se observa la continuidad de ciertas tendencias:

  • La necesidad del capitalismo por abaratar todos los costes de producción.
  • El avance de las fronteras extractivas hacia lugares cada vez más remotos.

Lo anterior en favor de un modelo dominante caracterizado por alto consumo energético, dependiente de la agroindustrial, de la producción y transporte de manufacturas, entre otras dimensiones.

Esta propuesta procura problematizar las implicaciones de un modelo de gestión ambiental que valida y legitima un imaginario de sociedad, en la cual Estados, Gobiernos, Empresas y el Sistema Financiero crean soluciones a la crisis climática a partir del mercado, los precios y la tecnología, en este escenario ¿Qué lugar tienen las brechas de desigualdades socioambientales presentes en nuestras sociedades?

Ecofascismos a la tica

Luis Andrés Sanabria Zaniboni

«El mundo se divide en dos categorías:
los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas».
El Bueno, el malo y el feo-1966

Si nos remitimos a la tradición mediática de Costa Rica, hablar de medio ambiente, ecosistemas o naturaleza es redundante, cómo separar esos términos cuando se ha catalogado como “Esencial Costa Rica” o “Paz con la naturaleza”. Detengámonos aquí un breve momento, nos hemos preguntado acaso ¿con quién ha hecho paz la naturaleza?

Un gobierno, que, ante la crisis ecológica, promueve la idea de la explotación de gas natural (y petróleo, la tentación es muy grande, en donde sale gas, “un poquito” más abajo sale petróleo), ¿cómo vamos a desperdiciar la riqueza del país? Recuerden que no somos pobres, estamos mal administrados.

La producción piñera que viene transformando el paisaje costarricense aplanando suelos y drenando humedales, pero también, llenando de agroquímicos los suelos y ríos, hasta el punto de rodear a cientos de poblaciones, que por las dudas a diario son fumigadas para asegurarse que el ser humano no sea nocivo a la plantación, sumado a esto, las agencias de cooperación internacional se alían a las empresas de este sector para promocionar internacionalmente y localmente el lavado verde de esta actividad.

Otro tanto de comunidades que viven y dependen de los ríos, ven el caudal de estos reducido a su mínima expresión, sus espacios de recreación y turismo local están desapareciendo, esto por el accionar de las empresas de minería no metálica, es decir, los tajos que pululan en todo el país, que según dicen es para asegurar buenas calles, pero que al día de hoy, estas comunidades siguen siendo de lastre casi tierra, y para empeorar, ahora sin turismo ni peces en sus ríos.

Otras comunidades, que a pesar de su vigilancia y denuncia sobre el uso de agrotóxicos que daña la salud humana, y que actualmente están envenenando las fuentes de agua, que a pesar de los fallos de la Sala Constitucional que les da la razón, son ninguneados.

También, si quieren verlo más de cerca en el área metropolitana, como a vista y complacencia de autoridades municipales y de la institucionalidad ambiental, se van “comiendo” los cerros de zonas protectoras en beneficio de actividades económicas, y a pesar de que las comunidades organizadas denuncian estas afectaciones y tendencias, la omisión siguen siendo la regla.

Ahora sí, ¿Qué hay de común en todo esto? La primera cuestión a pensar es una institucionalidad ausente, o más bien, un entramado que protege y promueve estos sistemas de producción y explotación en beneficio de ciertos sectores empresariales, que tienen como fin el despojo de los bienes comunes naturales, o mejor dicho, un Estado que ve con complacencia la mercantilización de la naturaleza, y desde su propias facultades promueven las medidas necesarias para su ejecución.

Podría sonar alarmista, pero sigamos el recorrido, la clase política dominante y los sectores empresariales de este país, se dieron la mano, el Acuerdo de Escazú no va, y para reconfortar el desasosiego del sector económico del país, se les dijo “El sector privado puede estar tranquilo”, ¿cómo perjudicaba el Acuerdo de Escazú? Acceso a la información, defensa del principio in dubio pro natura o protección a las personas defensoras del ambiente ¿Cómo estos principios pueden atentar contra el “desarrollo sostenible” del país verde?

Vemos a figuras políticas seguir defendiendo el uso de agrotóxicos, invitando a tomar agua con una concentración 1500 veces mayor de clorotalonil que la actual, por cierto, la actual según los estudios no es apta para consumo humano ¿a quién está invitando a tomar agua?, se nos olvidaba señalar, sabían que esta persona está vinculada a la producción de agroquímicos.

Sumado a esto, un gobierno que invita a mesas a trabajar en procurar de desobedecer las resoluciones judiciales que le ordenan prohibir el uso de clorotalonil, ya que no se trata de reducir o controlar, es prohibirlo.

Llegados a esto, sólo nos queda invitarles a reflexionar sobre los desafíos que enfrentamos en nuestra sociedad, estamos ante una sociedad política y económica dominante que está dispuesta a defender la explotación de los bienes naturales a pesar del daño socioambiental que está sucediendo a miles de personas, que por activa o pasiva se están envenenando o viendo destruida su forma de vida.

Cuando un sistema político-económico, gestiona el ambiente (no naturaleza) en función de construir esquemas de conservación cerrados, que prácticamente tienen función de atractivos turísticos, en dónde las personas tienen como máxima relación con este ambiente ser tour operador, estamos en presencia de otra cosa.

Esa “otra cosa” se llama ecofascismo, es decir la promoción ambiental para el disfrute de unos cuantos, y una gestión territorial generalizada en beneficio de los intereses económicos para desarrollar sus prácticas de acumulación de riqueza a partir del despojo, dominación y explotación, eso sí, garantizada por una estructura institucional formal-informal.

Asistimos a un país que construye una narrativa de ambiente que está dando forma a un tipo de “parque de atracciones”, sin embargo, una parte cada vez mayor de su población, está siendo despojado del derecho a un medio ambiente sano.

La naturaleza, los ecosistemas que están entrelazados, no son nodos que se conectan y se descontenta a gusto del portador, la presión que se está desarrollando por parte de todas estas actividades están erosionando y llevando al estrés a estos sistemas, es decir su capacidad de conservación-reproducción está siendo afectada, distorsionada y llegando al punto de imposibilitar su existencia. Estamos vivenciado el corte de estos tejidos que sostienen la vida.

Este despojo no se hace a la sombra, se hace a la vista y complacencia de un Estado que promociona estas actividades, ya un diputado de una legislación anterior lo decía claramente al respecto del entramado legal-institucional del país “Aquí necesitamos magistrados que tengan claro que, además de interpretar la Constitución, se debe provocar un clima de negocios que incentive el desarrollo económico…”

¿Cómo vivir la Pascua en medio de tantas crisis?

Leonardo Boff*

Muchas crisis están asolando a la humanidad: la crisis económica que ha hundido a los grandes bancos de los países centrales, la crisis política con el ascenso mundial de las políticas de derecha y extrema derecha, la crisis de las democracias en casi todos los países, la crisis del Estado que se burocratiza cada vez más, la crisis del capitalismo globalizado que no puede resolver los problemas que él mismo ha creado, generando una acumulación de riqueza en muy pocas manos en un mar de pobreza y miseria, la crisis ética, pues ya no cuentan los valores de la gran tradición de la humanidad, sino el vale todo posmoderno (every think goes), la crisis del humanismo pues imperan relaciones de odio y de barbarie en las relaciones sociales, la crisis de civilización que ha comenzado a introducir la inteligencia artificial autónoma que articula miles de millones de algoritmos y toma decisiones independientes de la voluntad humana, poniendo en riesgo nuestro futuro común, la crisis sanitaria que ha alcanzado a toda la humanidad a través de la Covid-19, la crisis ecológica que, si no cuidamos la biosfera, nos alerta de una posible tragedia terminal del sistema-vida y del sistema-Tierra. Detrás de todas estas crisis hay una crisis aún mayor: la crisis del espíritu que representa una crisis de la vida humana en este planeta.

El espíritu es el momento de la vida consciente en el cual nos damos cuenta de que pertenecemos a un todo mayor, terrenal y cósmico, y que estamos a merced de una Energía poderosa y amorosa que sustenta todas las cosas y a nosotros mismos. Tenemos la facultad específica de poder dialogar con ella y de abrirnos a ella, identificando un Sentido mayor que impregna todo y que atiende nuestro impulso de infinitud. La vida del espíritu (que algunos neurólogos llaman el “punto Dios” en el cerebro) está siendo sepultada por la voluntad irrefrenable de acumular bienes materiales, por el consumismo, por el egoísmo y por una profunda falta de solidaridad.

Desde agosto de 1945, cuando los Estados Unidos lanzaron dos bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, se nos abrió la conciencia de que podemos autoaniquilarnos. Ese peligro aumentó con la carrera armamentista, que incluye a nueve naciones con armas químicas, biológicas y cerca de 16.000 cabezas nucleares. La guerra actual entre Rusia y Ucrania ha hecho que Putin amenace con el uso de armas nucleares, suscitando el temor apocalíptico del fin de la especie humana.

En este escenario, ¿cómo celebrar la mayor fiesta de la cristiandad que es la Pascua, la resurrección del Crucificado, Jesús de Nazaret? La resurrección no debe ser entendida como la reanimación de un cadáver como el de Lázaro. Resurrección, en las palabras de San Pablo representa la irrupción del “novissimus Adam” (1Cor 15,45), es decir, del ser humano nuevo, cuyas infinitas virtualidades presentes en él (somos un proyecto infinito) afloran totalmente. Aparece así como una revolución en la evolución, una anticipación del fin bueno de la vida humana. El Resucitado alcanzó una dimensión cósmica, nunca más ha dejado el mundo y llena todo el universo.

En este sentido la resurrección no es la memoria de un pasado, sino la celebración de un presente, siempre presente para suscitarnos alegría, la suave sonrisa de que la muerte matada de Jesús de Nazaret, el viernes santo, es solo una travesía a una vida libre de la muerte y plenamente realizada: la resurrección. El horizonte sombrío se aclaró e irrumpió el Sol de la esperanza.

Pensando en términos del proceso cosmogénico que engloba todo, la resurrección no está fuera de él. Por el contrario, es una emergencia nueva de la cosmogénesis, de ahí su valor universal, más allá del salto de la fe. La resurrección es la síntesis de la dialéctica, de donde Hegel sacó su dialéctica, de la vida (tesis), la muerte (antítesis) y la resurrección (síntesis). Esta es el final de todo, ahora anticipado para nuestra alegría. Es el verdadero génesis, no del principio, sino del fin alcanzado ya.

Considero que la versión del evangelio de San Marcos sobre la resurrección es la más realista y verdadera. Él termina el texto con Jesús resucitado diciendo a las mujeres: “id a decir a los apóstoles, y a Pedro, que él (el Resucitado) va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo” (Mc 16,7). Y así termina. Las apariciones relatadas, es convicción de los estudiosos que serían un añadido posterior. Es decir: todos estamos en camino hacia Galilea para encontrarnos con el Resucitado. Él personalmente ha resucitado, pero su resurrección no se ha completado, mientras sus hermanos y toda la naturaleza no hayan resucitado aún. Por esta razón, el mundo fenomenológicamente sigue igual o peor, con guerras y momentos de paz, con bondades y maldades, como si la resurrección no hubiera tenido lugar como signo de superación de esta realidad ambigua.

Incluso así, después que Cristo resucitó ya no podemos estar tristes: el fin bueno está garantizado.

Feliz fiesta de Pascua para todos los que pueden realizar este camino y también para los que no puedan hacerlo.

*Leonardo Boff ha escrito: La resurrección de Cristo. Nuestra resurrección en la muerte, Sal Terrae, varias ediciones.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

Fuente: https://leonardoboff.org/2023/04/06/como-vivir-la-pascua-en-medio-de-tantas-crisis/

Compartido con SURCOS por Oscar Jara Holliday.

Autoritarismo y crisis ecológica desde Costa Rica

Alexis Antonio Rodríguez Brenes

Con respecto al artículo publicado por el Semanario Universidad, el 6 de julio del 2022, titulado: “Reestructuración del MINAE excluiría a comunidades, indígenas y universidades de toma de decisiones ambientales” (https://semanariouniversidad.com/pais/estructuracion-del-minae-excluiria-a-comunidades-indigenas-y-universidades-de-toma-de-decisiones-ambientales/), quisiera comentar sobre esta postura del Gobierno de Costa Rica a pocos días de iniciado su mandato y de cómo estas acciones atentan directamente contra la vida.

La Tierra, el planeta en el que vivimos, sufre una crisis ecológica que se ha salido de las manos de las y los seres humanos. El capitalismo, ya no solo entendido meramente como un sistema económico, sino como un fenómeno cultural que no solo predomina en Occidente ya que se ha extendido a casi la totalidad de las poblaciones que habitan La Tierra, es la marca de esta debacle que enfrenta la humanidad. Sumado a la decadente sociabilidad del mundo, donde la empatía y la solidaridad son algo especial por su poca aparición en la vida cotidiana, surge el capitalismo con sus despiadados métodos extractivistas y explotadores, que, a modo de resumir la historia, está a un paso de acabar con la vida humana y ya ha consumado la vida de muchos otros seres vivos que habitaban el planeta Tierra.

A pesar de la magnitud de la emergencia planetaria, por la cual en los últimos años hemos visto emerger a la luz pública personas representantes de múltiples áreas, como la ciencia moderna, la sabiduría ancestral, la política, el arte, etcétera, que han alzado su voz con estrategias creativas, la indiferencia predomina. Y el problema no se queda ahí, se agrava, debido a que muchas de estas personas que con valentía asumen su responsabilidad de comunicarle al resto de la población la gravedad de la crisis ecológica que estamos viviendo y que además activamente trabajan en defensa de la naturaleza, son constantemente amenazadas y hasta asesinadas por personas que resguardan los intereses del capital. Estos actos violentos predominan en Latinoamérica y Costa Rica no es la excepción; como ejemplo están los asesinatos de Jairo Mora en 2013 y de los aborígenes Sergio Rojas en 2019 y Jehry Rivera en 2020. Cabe resaltar que en el último reporte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) se menciona que en las tierras que gestionan las comunidades indígenas alrededor del mundo se encuentra el 80% restante de la biodiversidad del planeta.

Enlazando con el artículo publicado en el Semanario Universidad que detalla las graves implicaciones que el Gobierno pretende imponer con el proyecto de ley que busca reestructurar al Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE), lo dicho anteriormente refleja las profundidades de esta nefasta reforma. El autoritarismo del presidente Chaves es una característica clave de este proyecto, evidenciado en la intención de limitar la toma de decisiones a una sola persona, que sería quien encabece el MINAE, excluyendo la diversidad de criterios científicos, técnicos, económicos, políticos y a la voz del pueblo; esto para rendirle pleitesía a la clase alta de este país y a empresas transnacionales, que sin escrúpulos, con la única intención de alimentar su avaricia, están en total disposición de malgastar los recursos naturales, sin importarles las vidas que se acaben por estas acciones.

Para ocultar esto se utiliza el velo de que son decisiones necesarias para “reactivar la economía” o para “generar más empleos”, pero quienes realmente se benefician son la minoría que ostenta el poder económico y político, y quienes sufrimos somos las y los mismos de siempre, la clase trabajadora, aquellas y aquellos que aceptamos estas circunstancias inhumanas que nos limitan a sobrevivir la vida, no a vivirla. Además, ¿cuál economía se va a reactivar o cuáles empleos se van a generar cuando ni siquiera existan las condiciones para sostener la vida humana en el planeta?

El colapso planetario es inminente, las consecuencias las tenemos frente a nuestros ojos: tormentas cada vez más intensas, frecuentes incendios forestales, grandes extensiones de suelos degradados, océanos contaminados, olas de calor sin precedentes, escasez de alimentos por falta de polinización, migración impulsada por el cambio climático, y esta lista aún puede crecer. Esto se puede comprobar en el último reporte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que con datos científicos recientes y detallados muestran como se agrava la crisis, los efectos cada vez son más severos y a pesar de esto los países ricos siguen siendo los mayores culpables, no muestran signos de querer revertir la situación y quienes sufren las peores consecuencias son los países colonizados y explotados por estos países ricos. En estos enlaces pueden leer un artículo que resume puntos importantes del reporte del IPCC y el reporte completo que lamentablemente solo se encuentra en el idioma inglés: https://www.nature.org/es-us/que-hacemos/nuestra-vision/perspectivas/ultimo-informe-ipcc/https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg3/

Mitigar las consecuencias aún es posible, pero se necesitan cambios radicales, porque estamos viviendo tiempo radicales. Infórmese, lea, estudie, tome posición, responsabilícese, solidarícese, radicalícese.

Análisis: Mujeres, territorios y feminismos en Costa Rica, agroecología y diálogos ante la Covid-19 en el Sur

De la mano de Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung (FES), Rebeca Arguedas y Allison Quintanilla realizaron el análisis Mujeres, territorios y feminismos en Costa Rica, Agroecología y diálogos ante la covid-19 en el Sur. El objetivo de esta publicación es analizar la crisis sistémica, más allá de la emergencia sanitaria, para provocar cuestionamientos para (re) conocer demandas, necesidades y propuestas de mujeres indígenas y del campo.

El análisis se encuentra compuesto por diferentes capítulos que abarcan diferentes aristas desde el accionar y la realidad de las mujeres. El primer capítulo “Los impactos diferencias en la vida de las mujeres” abarca el impacto de la pandemia ocasionada por el Covid-19.

El capítulo dos “La transformación social para superar la crisis” plantea como esta transformación es necesaria para superar la crisis ecológica y sanitaria y necesita incorporar las voces, experiencias, conocimientos y desafíos de las mujeres indígenas y del campo.

En el apartado tres “Diálogo para la construcción de nuevas narrativas” se compone del análisis de aristas como Agroecología, Ecologismo, Feminismo, feminismo comunitario, ecofeminismo, feminismo descolonial y antirracista. Este contempla las diferentes olas del feminismo, sus posiciones, reflexiones y demandas políticas y culturales con el común denominador de la búsqueda por la igualdad y, en particular, de la superación de la subordinación de las mujeres.

El último capítulo complementa con un “Diálogo sociopolítico mujeres indígenas y del campo” que busca resaltar a las mujeres y poner a disposición el espacio de toma de decisiones y de incidencia. Esto tanto dentro del aparato estatal como en la academia y en los movimientos sociales.

Algunos de los resultados de este análisis:

  • Las mujeres y las niñas, además de ser mayoritariamente las que sufren más las consecuencias de la crisis climática y migración de sus territorios en el campo, son quienes se ven más expuestas a la trata y tráfico de personas en el proceso de migración.
  • En el ámbito científico, quienes estudian y toman decisiones respecto a la crisis climática y conforman foros internacionales y juntas directivas son hombres hasta en un 95 % de los casos.
  • Más del 50 % de mujeres en el campo no tienen alfabetización básica.
  • El 50 % de mujeres del campo e indígenas han sufrido violencia de género
  • Las mujeres dedican semanalmente 22 horas más que los hombres a las labores domésticas y cuido de niños, niñas, personas adultas mayores y personas con discapacidad.

Como visión general del análisis por parte de las autoras, es de primera necesidad visibilizar que son las mujeres indígenas y del campo las que están en la primera línea de la defensa de los territorios y de los bienes comunes. (…) son ellas portadoras de un conocimiento clave, que se reconoce poco o nada o que se explota desde la lógica del despojo, y de una vulnerabilidad y riesgo que incluye, por un lado, las amenazas a sus vidas por el hecho de defender lo común, por su lucha y oposición a la destrucción de la Naturaleza y, por otro, por defender sus propios cuerpos y vidas. Incluso dentro de sus mismas organizaciones y comunidades, de los mismos movimientos sociales, la academia y las aproximaciones teóricas se perpetúan violencias, opresiones y despojos, desde un sistema patriarcal, colonialista, occidentalista.

Sobre las autoras y la Fundación

Allison Quintanilla Hernández: Feminista comunitaria, con experiencia relacionada a la extensión y comunicación comunitaria, promoción en derechos de niñez y adolescencia y mujeres del campo. Planificadora Económica y Social de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Agente de Cambio 2014 y Cofundadora de la Asociación de Mujeres Voces Violeta.

 Rebeca Arguedas-Ramírez: Ecofeminista con más de 20 años de estar vinculada al trabajo con organizaciones ecologistas y movimientos sociales en Costa Rica y en la región centroamericana. Magíster en Estudios Latinoamericanos del IDELA de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), licenciada en Comunicación con énfasis en Producción Audiovisual de la Universidad de Costa Rica (UCR). Académica y productora audiovisual, en la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica (UNED).

Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung: Ha desarrollado sus actividades como plataforma de diálogo, análisis político y de asesoría política. La participación de múltiples actores y el fortalecimiento de la democracia social son bases de la cooperación realizada con instituciones sociales y políticas costarricenses. desarrolla El Proyecto Transformación Social Ecológica, que busca contribuir al fortalecimiento de las capacidades de gobierno democrático y social, aportar contenidos y apoyar diálogos hacia una economía social y ecológicamente sostenible, elaborar propuestas de modelos de desarrollo alternativo, y una política fiscal como instrumento de justicia social y de igualdad de género. Por otro lado, el Proyecto Juventudes Progresistas, que ofrece espacios de formación y fortalecimiento de liderazgos en las juventudes, e impulsar estos liderazgos para participar de manera más efectiva en proceso de defensa de la democracia y los Derechos Humanos.

Para más información usted puede ingresar a https://americacentral.fes.de/

Además, puede leer el análisis completo en el archivo adjunto.

El Buen Vivir no es desarrollo, ni el desarrollo es sostenible

Ollantay Itzamná*

El Buen Vivir no es desarrollo

Ante la inminente catástrofe existencial a la que nos llevó el sistema-mundo-occidental-capitalista, en los últimos años, activistas reflexivos, y algunos de la academia progresista, “descubrieron” los modelos de convivencia milenaria de los pueblos originarios y los plantearon como desarrollo alternativo.

Debemos entender que el desarrollo (desenvolver) como modelo de vida basado en la producción-consumo-confort, no tiene más de tres siglos de antigüedad. En el siglo XIX, el pensamiento eurocéntrico lo denominó progreso. En el siglo XX, después de la II Guerra Mundial, el entonces Presidente Truman de los EEUU, proclamó a su pueblo como país desarrollado, y al resto, nos catalogaron como “subdesarrollados”. Desde entonces, parte de la humanidad se obsesionó por la dinámica suicida de producción/explotación-consumo-confort, para ser desarrollados.

En menos de tres siglos el desarrollo no sólo convirtió a sus agentes en consumopáticos y energívoros, sino que activó una crisis ecológica planetaria sin precedentes. Fue, entonces, que en la década de los 70 del pasado XX se acuñó el término de desarrollo sostenible para “preservar” los derechos y el bienestar de las siguientes generaciones. Desarrollo sostenible quiere decir: sigamos devorando al planeta herido, pero preservando algunas migajas para los nuevos y futuros consumopáticos.

Ya vamos casi como medio siglo intentando el promisorio desarrollo sostenible, pero pueblos enteros y ecosistemas completos continúan siendo sacrificados para sostener el desarrollo de unos pocos insensibles. Y la Madre Tierra ya perdió su capacidad autoregenerativa y autoregulativa hidroclimática.

El desarrollo siempre tiende hacia la acumulación infinita, y los bienes de la Tierra son evidentemente finitos. ¿Cómo la humanidad se puede desarrollar infinitamente si los bienes de la Tierra son finitos? El concepto de desarrollo sostenible se equipara a un lobo feroz pero con los colmillos limados. Al final siempre es predador. Entonces, ¿cómo salimos de este entuerto hegeliano del desenvolvimiento infinito? La respuesta es el silencio.

En este contexto de silencio desesperante, se intenta teorizar sobre las vivencias milenarias del sumaq kausay. Vivencias vapuleadas y estigmatizadas, como causas atávicas de la miseria y atraso, hace tan sólo unas décadas atrás, por los mismos académicos ilustrados que, ahora, intentan construir nuevos discursos sobre desarrollo sostenible con lo abominable.

Nuestros abuelos y padres nos hablaron de que los humanos no somos ninguna finalidad, ni centro de la realidad existente. Todos los seres materiales y espirituales tenemos dignidad, derechos y obligaciones. Ellos nos inculcaron que los humanos somos una chakana (puente) para reestablecer el equilibrio en la comunidad cósmica. Nuestra misión es cuidar y posibilitar el equilibrio en todo y con todo cuanto coexiste en la comunidad cósmica, incluida la especie humana.

Somos jardineros, guardianes de todo cuanto coexiste en la Madre Tierra. No explotamos, nos servimos. No acumulamos, compartimos. No somos sedentarios, somos nómadas. Nuestra felicidad no está en el poseer cosas, sino en contemplar y cuidarlas. A eso denominamos sumaq kausay, suma qamaña, ñandereko (buen convivir, en quechua, aymara y guaraní, respectivamente)

Entonces, el Buen Vivir es completamente diferente al concepto del desarrollo sostenible. Erróneamente algunos analistas asumen el Buen Vivir como una fase más del proceso de desarrollo. El desarrollo es antropocéntrico, el Buen Vivir es cosmocéntrico. Para el sistema del desarrollo, sólo los humanos gozan de derechos. Para el Buen Vivir, nuestra Pachamama (Madre Tierra), los ríos, los árboles, los animales, las piedras, los espíritus protectores, los humanos, etc., todos tenemos derechos y obligaciones. Para que el desarrollo sea sostenible se requiere de individuos adiestrados compitiendo y sacrificándose muchos por pocos, para posibilitar el sumaq kausay se requiere de la convivencia equilibrada y cooperante en la comunidad cósmica. El desarrollo es un rodillo aplanador y uniformador que aniquila la diversidad biocultural, el sumaq kausay existe en la medida en que florecen los diferentes tipos y formas de vida.

 

* Indígena quechua, abogado y antropólogo

http://moncadalectores.blogspot.com/2014/11/el-buen-vivir-no-es-desarrollo-ni-el.html

 

Compartido con SURCOS Digital por Graciela Blanco Martén.

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