17 de octubre, Día Mundial contra el Dolor 2025
Nuevos Avances en el Dolor
Dr. Isaías G Salas Herrera, M.D, Ph.D
Especialista en cuidados paliativos y control del dolor
Catedrático de la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica
Ex director del Centro Nacional del Dolor y Cuidado Paliativo
Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina
El dolor es un síntoma generalizado e incapacitante que afecta significativamente la calidad de vida de las personas. Es siempre una experiencia personal, influenciada por factores biológicos, psicológicos y sociales. Debido a su naturaleza multifactorial, concurrente y cambiante en el tiempo, el dolor representa un síntoma complejo y multidimensional que plantea importantes desafíos tanto para los pacientes como para los profesionales de la salud.
El dolor constituye una causa frecuente de consulta en atención primaria y se asocia principalmente con la edad avanzada y la presencia de enfermedades crónicas, donde su prevalencia oscila entre el 12 % y el 30 %. Según la Organización Mundial de la Salud, a nivel global uno de cada cinco adultos sufre de dolor y a uno de cada diez se le diagnostica dolor crónico. Por otro lado, en la población infantil, estudios epidemiológicos sugieren que el dolor crónico y recurrente está presente en aproximadamente un 25 %. En Latinoamérica, la prevalencia del dolor crónico varía entre el 27 % y el 42 %, mientras que el dolor agudo en pacientes hospitalizados fluctúa entre el 30 % y el 70 %. En cuanto al dolor oncológico, este afecta entre el 30 % y el 50 % de los pacientes con cáncer, y hasta un 60 % en etapas avanzadas, siendo causado tanto por la enfermedad como por los tratamientos médicos, tales como cirugía, radioterapia y quimioterapia.
El dolor es, por tanto, un problema de salud pública cuya búsqueda de estrategias eficaces para su manejo resulta cada vez más urgente, dada la complejidad de los mecanismos involucrados. La investigación actual se orienta a explorar alternativas de tratamiento específicas para el dolor crónico (definido como aquel que dura más de tres meses), el dolor neuropático (causado por deterioro del sistema nervioso periférico y central), el dolor nociceptivo (producido por inflamación de los tejidos) y el dolor nociplástico (caracterizado por dolor crónico sin lesión nerviosa directa o inflamación evidente, como ocurre en la fibromialgia, el síndrome de dolor regional complejo tipo 1 y el colon irritable).
El objetivo del tratamiento es reducir el sufrimiento y restaurar la función del órgano afectado mediante una estrategia integral que incluya enfoques farmacológicos, no farmacológicos e intervencionistas. Entre las opciones farmacológicas se encuentran los opioides y los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs); entre las alternativas no farmacológicas destacan la terapia cognitivo-conductual y la fisioterapia; y entre los procedimientos intervencionistas, los bloqueos nerviosos. Sin embargo, estas estrategias presentan limitaciones, como la baja tasa de éxito en algunos casos, los riesgos asociados a los procedimientos y los efectos indeseables de los opioides, tales como el abuso y la dependencia farmacológica.
En los últimos años, los métodos de analgesia se han diversificado gracias a un mejor conocimiento de los sistemas de señalización del dolor. Han surgido innovaciones que superan las debilidades de los métodos tradicionales, como la neuro modulación (estimulación eléctrica de los nervios), la administración de células madre para reparar tejidos lesionados y el desarrollo de nuevos fármacos opioides, como el tramadol, la buprenorfina y el tapentadol. Estos presentan menos efectos adversos, menor compromiso respiratorio y menor riesgo de dependencia que los opioides tradicionales. Algunos de estos nuevos fármacos se administran por vía transdérmica mediante parches cada tres días, lo que aporta comodidad y seguridad al paciente.
Otras innovaciones incluyen el uso de nanopartículas, que permiten la administración dirigida del principio activo analgésico en el sitio exacto, mejorando así la eficacia terapéutica. Asimismo, se ha avanzado en el uso de anticuerpos monoclonales que bloquean específicamente moléculas implicadas en los procesos de dolor, como el péptido relacionado con el gen de la calcitonina, empleado en el tratamiento de la migraña.
El fármaco no opioide más reciente es la Suzetrigina, aprobada por la FDA, que modula la señal del dolor en el sitio de emisión, en lugar de actuar sobre los receptores cerebrales, resultando especialmente útil para el dolor moderado a severo.
Las conclusiones más relevantes sobre el manejo del dolor giran en torno a la necesidad de adoptar un enfoque holístico, multidisciplinario y centrado en el paciente, reconociendo que el dolor crónico es una enfermedad en sí misma y no solo un síntoma. Se abandona la visión exclusivamente biológica y se adopta el modelo biopsicosocial del dolor, desaconsejando el uso de una única terapia y promoviendo la combinación de enfoques, como la farmacoterapia, las terapias restaurativas y las intervencionistas, entre otras.
Referencias
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