Un desfalco educativo no se limpia nunca
María Eugenia Venegas*
“Un desfalco educativo no se limpia nunca. De todo lo que hemos vivido con los personajes de un gobierno, queda claro que una persona ministra del MEP debe tener vocación, condición y preparación social y educativa para liderar la educación del país. Los títulos universitarios todos, deben ser una certificación obligada de capacidades de alto nivel para asumir responsabilidades sociales, en especial cuando un profesional se «mete» en la vida política a liderar o a ejercer funciones vinculadas con su profesión. Pero también, como trabajadores de responsabilidad social en cualquier puesto.
Puede una persona ministra levantarse con berrinche de una mesa de negociación del financiamiento de la educación superior universitaria pública, donde tiene un papel central y hacerlo sin anuncio, sin cortesía, con desplante y prepotencia; puede salir llena de cólera y arremeter contra la juventud que le cuestiona con verdadera molestia; puede poner todas las demandas que quiera contra la juventud que se educa, en su papel de víctima; puede clamar pidiendo alto a la violencia que su propia prepotencia provoca porque lo más simple, inmaduro e ignorante es victimizarse; puede evadir todas las responsabilidades del cargo; puede esconderse donde quiera; puede recurrir a los desafortunados comentarios y respuestas al pueblo y sus representantes de oposición que le exigen definición en uno de los asuntos más importantes de la vida de la gente (su educación); puede no comprender e ignorar artículos de la Constitución Política; puede perseguir con toda su retórica y la del jefe, la institucionalidad pública y cercenar con sus ínfulas el diálogo que su cargo le exige con toda institución pública (en este caso universidades públicas) porque es ministra de educación PÚBLICA; puede destrozar todo favorecimiento social logrado a pulso por el pueblo y sus gobernantes en la historia del país, para llenarle el ego al ministro de Hacienda y a su jefe; puede seguir «cuentiándose» sola de la ruta de descalabros educativos que es la única ruta que le conocemos; puede seguir descalificando a cuanta autoridad se da el gusto de eliminar en el MEP; puede seguir creyendo que su preparación la ampara, pero se equivoca de cabo a rabo. En el campo educativo, no está pulida. No tiene ni un solo átomo en su cuerpo y en su espíritu que le permita estar en el MEP porque para estar en el MEP hay que tener alma educadora para conducir todo lo que implique la administración del servicio educativo y desde el CSE, la sabiduría y capacidad para presidir el ente rector de la política educativa. Y no la tiene; no tiene condiciones ni talante para llevar los dos sombreros, ni con su gente ni con quienes tiene que comunicarse. Ella no muestra alma educadora, no muestra inteligencia para administrar y mucho menos para proponer caminos para la educación en pleno siglo XXI. No oye, no escucha los clamores, las preguntas, las preocupaciones. Solo se escucha a sí misma.
Por el MEP han pasado personas hombres y mujeres que han cometido algunas omisiones y se les ha pedido su renuncia. Con dignidad la han aceptado porque el espíritu educativo, aún en el más bajo nivel, conserva intacta la convicción de saber oír las voces que reclaman o manifiestan descontento de la labor política. Los puestos políticos demandan dar la cara, tener voz para el diálogo e inteligencia emocional para comprender, sostener el diálogo, escuchar, meditar, responder con la elegancia que todo educador debe tener con las personas con quienes labora; por eso una retirada de una mesa de negociación, en forma presuntuosa, prepotente e irrespetuosa con las autoridades de las instituciones de educación universitaria pública pero con nosotros con el pueblo, no con sus troles, con el pueblo, no es de recibo.
Puede tener toda la escudería de gobierno, a la desafortunada ministra de la Presidencia que considera irrelevante incluso un voto de censura legislativo; puede usar los megáfonos de las carpas de los miércoles; puede, puede, y puede hacer lo que quiera. Pero lo que nunca podrá hacer es limpiar la imagen que ha dejado en la historia educativa de Costa Rica, ni limpiar de la memoria nacional y de la memoria de la juventud pensante que estudia y quiere superar su ignorancia, la malacrianza, el desgano, la incompetencia y el desfalco que ha hecho de la educación pública, en especial, de la educación de los más vulnerables al quitarles oportunidades. Nuestra juventud ocupa la protesta ante la irresponsabilidad de los adultos en todo: ambiente, educación, producción alimentaria, servicios, derechos a la información y a la expresión, salud, todo. Necesitamos una juventud firme y clara. No hay que inventarse pleitos, pero si hay que inventar diálogos respetuosos
No puede la ministra esperar vítores ante el imperdonable deterioro que sumó su conducción a la ya precaria situación que veníamos arrastrando especialmente después de la pandemia por Covid 19. No puede esperar que estemos satisfechos en absoluto, quienes tomamos el pulso a diario del derrotero nacional. No demuestra ninguna sensibilidad social ni comprensión del país. A veces es mejor quedarse afuera cuando se perdió la perspectiva nacional o saber cuál es el lugar que debe ocupar si se está en el país y no cuenta con vocación de servicio público.
Este gobierno pasará y no sabemos si vendrá algo parecido o peor, y esperamos mejor, pero la ministra de una de las carteras con la que hemos enfrentado la vida nacional llevará en el cierre de su hoja de vida, una mancha que ya nunca podrá quitar. Debe ser triste y penoso envejecer con semejante mancha.”
*Publicado en Facebook y compartido con SURCOS por Roberto Salom Echeverría.