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Etiqueta: EEUU

Conflicto entre Rusia – Ucrania y la OTAN

Jiddu Rojas Jiménez

Quisiera compartir esta denuncia internacional, porque sé que los medios de comunicación hegemónicos (tanto locales como internacionales), y su «natural» sesgo pro-OTAN, exhiben una cobertura parcializada de la Guerra en Ucrania y muy tendenciosa. Esta grave denuncia podría pasar inadvertida sin más.

Fuente: Ucrania: Las tácticas de combate ucranianas ponen en peligro a la población civil – Amnistía Internacional (amnesty.org)

Lo anterior expresado, sin querer justificar, ni la lógica de la guerra, ni hacer apología ciega de Putin o Rusia y su Geopolítica. Eso debe quedar muy claro. No es mi intención comprar ninguna de las narrativas bélicas de ningún bando. 

Pero por favor, no me digan que hay que ser un «genio militar», para saber que, si realmente se quería defender a la población civil ucraniana de la invasión rusa, había que instalar la artillería y los puestos de mando en escuelas y hospitales con civiles o enfermos adentro. Seamos honestos. Sólo se trataba de usar como ‘carne de cañón’ y como sustento de la propaganda de guerra de Ucrania, –apoyada por la inteligencia militar de la OTAN y de Estados Unidos–, a las víctimas civiles, tanto ucranianas y novorusas atrapadas en el fuego cruzado. Así se hizo de hecho, en la propaganda de guerra y en los medios occidentales sesgados. No podemos silenciar esta atrocidad de la propaganda de guerra.

Agrego: No tendría, –tristemente–, nada de extraño, ni de increíble esta cruel noticia bélica, sino fuese porque hace muchos meses que los voceros oficiales militares de Rusia, venían señalando y denunciando lo mismo. Sin embargo, eran, o ridiculizados, o silenciados, o simplemente no tenían eco en los medios de comunicación hegemónicos, tanto internacionales o locales, que francamente son pro-OTAN y reproducen su lógica Geopolítica Imperialista.

Mientras tanto, tanto la población civil ucraniana afectada, como la población «novorusa» o rusoparlante del Donbass, Jarkov y Crimea, después de una Pandemia global, están atrapadas en un brutal teatro operativo de guerra, hambre, crisis, manejo de la corrupción, abusos, destrucción y muerte.

La lógica del Gobierno de EEUU y de la OTAN pareciera ser, pues echarle más leña a este infierno humano y expandirlo al Mundo.

Siguiendo esta lógica Imperial, ya comenzaron con las provocaciones entre Taiwán y China Popular.

¡Atención por favor con los intereses de las superpotencias en Centroamérica y el Caribe! 

Aprovecho para señalar, con todo respeto, que la próxima vez que el Señor Presidente de Costa Rica, se reúna virtualmente con el Presidente de Ucrania, Zelensky, además de condenar la Invasión Rusa, sería bueno estar mejor informado, y tratar también este tipo de denuncias bien fundamentadas, sobre crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Lo mismo pasó (o sea nada) con las atrocidades previas cometidas por Ejército y los Batallones de Paramilitares de extrema derecha nacionalista de Ucrania, en el Donbass previos a la Invasión Rusa, y que nunca tuvieron eco en los medios. Tal vez así, respetando los previos «Acuerdos de Minsk» y los justos reclamos de la población civil rusoparlante en el Donbass, se hubiese podido evitar una guerra a mayor escala. Ya es tarde.

Por eso en el tiempo, sigue siendo muy sabia y atinente, nuestra Proclama de Neutralidad Perpetua y Activa y No Armada.

Aunque pareciera que históricamente, incluso desde su proclamación inicial, hasta la fecha, el Poder Ejecutivo, no se la toma muy en serio y se olvida de su rango constitucional. Lamentable. Tomemos nota urgente, para efectos geopolíticos y geoestratégicos en toda la Región de Centroamérica y del Caribe.

Nota de actualización:

Por último me señalan urgentemente que, –según la DW de Alemania Federal–, la funcionaria de A.I. #AmnistíaInternacional que denunció esta atrocidad ucraniana, supuestamente renunció a esta ONG internacional. Lo habría hecho frente a las protestas públicas de Zelenski y de Occidente contra Amnistía Internacional, quienes alegan que no se escuchó bien a la parte ucraniana, y se exageraron los hechos o se generalizaron eventos singulares o «accidentales». Muy bien…

Perdón, pero a mí lo que me parece es justamente lo contrario: Primero que la DW (con o sin Gobierno Socialdemócrata), y muchas otras agencias occidentales más, tienen un sesgo mediático, y segundo que, ante las pruebas de este grave crimen de guerra, la presión política, diplomática, mediática y económica contra una funcionaria decente de Amnistía Internacional, se impuso. Esa es la explicación más lógica y plausible. Muy triste.

Definitivamente y como dice el conocido refrán: en una guerra, la primera víctima es la verdad.

La disuasión integrada y América Latina

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Como es característico de los medios de comunicación hegemónicos y sensacionalistas en la era digital, no todos los acontecimientos relevantes son considerados noticias, ni mucho menos divulgados con la misma vehemencia que se publican notas sobre algún programa de baile o concurso de canto de moda. Aquella famosa frase romana de pan y circo se sigue aplicando al pie de la letra con buenos resultados. Sucede especialmente con la política, y ni para qué decir de la política internacional, en un contexto de tensiones, desglobalización y conflictos territoriales alrededor del mundo. La posverdad, las fake news y la infoxicación derivada es el nuevo opio de los pueblos.

Entre el 25 y 29 de julio de 2022 ha acaecido un hecho de gran importancia para América Latina y el Caribe en lo que a seguridad y política internacional se refiere, y casi nadie se ha enterado de ello. Se llevó a cabo la XV Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, en Brasil. En dicho evento, los EE. UU. posicionaron el nuevo concepto para ellos estratégico, en su lucha contra China y Rusia en América Latina y el Caribe; la disuasión integrada (integrated deterrence). Advirtieron a los países de la región que la nueva forma de lucha es por todos los frentes, medios, recursos y de manera integrada. Algo así como un tipo de guerra total en el siglo XXI.

En esta reunión los norteamericanos insistieron en la necesidad de contener especialmente el avance de China en América Latina y el Caribe. Daniel P. Erikson, subsecretario adjunto de defensa para el Hemisferio Occidental y participante de dicho evento, instó a los países a sopesar cuidadosamente cuál podría ser el costo de un mayor compromiso con China. Esto no es para nada casual, ya que para esas mismas fechas pero en el mes de junio, se realizó la Cumbre de la OTAN en Madrid, producto de la guerra en Ucrania, donde se expuso al mundo el nuevo concepto estratégico de esta organización militar, con Rusia, China y el terrorismo internacional como principales amenazas, según su perspectiva, para la paz mundial y la democracia (neo) liberal. También se realizaron las negociaciones para el ingreso de Finlandia y Suecia a la organización.

Este nuevo concepto lleva el nombre de Enfoque de 360°. Busca fortalecer la resiliencia nacional y colectiva, y redefine los tres objetivos principales de la OTAN en esta nueva etapa: disuasión y defensa, seguridad cooperativa y prevención y gestión de crisis. Así posicionan el respeto de la soberanía, la integridad territorial, los derechos humanos y el derecho internacional como unos de sus ejes prioritarios. Expone además el documento hecho público por la alianza, que las fuerzas nucleares estratégicas de esta, en particular las de EE. UU., siguen siendo la garantía suprema de la seguridad para el bloque.

Dentro del marco de esta coyuntura global se desarrolló la reunión de ministros de defensa de las Américas. Lloyd Austin, secretario de defensa de los EE. UU. participó de este encuentro para posicionar no solo el concepto de la disuasión integrada, sino los temas de ciberdefensa, la mujer, la paz y la seguridad, la ayuda humanitaria y la respuesta a las catástrofes. Pero sin duda, el más relevante de todos en términos geoestratégicos es el de la disuasión integrada.

Este nuevo concepto planteado por Colin Kahl, subsecretario de políticas de defensa, durante la cumbre Defense One Outlook 2022, busca vislumbrar con claridad aquello que esta nación debería defender y que puede ponerlos en condiciones de desventaja estratégica frente a sus adversarios en caso de crisis y conflicto. Esto implica el análisis significativo y la determinación de áreas claves de infraestructura crítica que deben protegerse, entre las cuales se encuentran; finanzas, energía y economía, con el telón de fondo de la amenaza climática. El general del ejército James H. Dickinson, comandante del Comando Espacial de EE. UU. afirmó que la disuasión integrada es un enfoque de todo el gobierno.

Esto quiere decir que se integra todos los instrumentos del poder nacional; a todos los comandos combatientes en todos los dominios (convencional, nuclear, cibernético, espacial e informativo), el gobierno, aliados y socios. Tenemos que trabajar junto a nuestros aliados y socios para que nuestros adversarios sepan que no solo se están enfrentando a Estados Unidos, sino que se están enfrentando a una coalición de países que están comprometidos a defender un orden internacional basado en reglas, ha declarado Colin Kahl recientemente.

La presentación de esta nueva doctrina de defensa nacional norteamericana en la reunión de ministros recién pasada en Brasil, deja en evidencia la necesidad de este país de involucrar tanto a América Latina como el Caribe en esa estrategia de lucha integrada contra las naciones consideradas por este como enemigas. Una vez más, nos encontramos frente a una encrucijada existencial, pues la importancia que vuelve a cobrar la región a nivel geopolítico para los intereses de las grandes potencias es prominente; ya sea por temas de recursos naturales, mercados o competencia por influencia política, y hace de este un espacio con alarmantes niveles de inestabilidad.

Es en este escenario donde académicos y políticos han planteado el tema de recuperar una autonomía mínima y una posición de no alineamiento activo. Estas corrientes, consisten básicamente en conservar ciertos niveles de neutralidad, equidistancia estratégica y acercamientos pragmáticos tanto con unos como con otros al mismo tiempo. Se puede y debe tener buenas relaciones con todos, sin que esto signifique necesariamente casarse con nadie. Por ello el fortalecimiento del regionalismo es importante, no obstante, este atraviesa una de sus crisis más agudas de los últimos años, encontrándose así en sus mínimos históricos, como argumenta la Dra. Josette Altmann Borbón en sus análisis sobre la región.

Equilibrar los lazos constructivos con todos es indispensable, tanto entre países vecinos como con potencias emergentes y consolidadas, pero pareciera que adoptar una postura definitiva de un bando u otro atrayendo dichas pugnas a estas latitudes, no es una opción con posibilidades de éxito para nadie en estos momentos. Si América Latina y el Caribe pasan a ser parte de este teatro de guerra planetario adoptando una postura hacia un único bando, estaría perdiendo más de lo que puede ganar, con consecuencias imprevisibles a corto y mediano plazo en todos los campos; desde el económico, hasta el social, político y militar, sumado a una mayor fragmentación política tanto interna como regional.  

Los grandes y verdaderos enemigos comunes de la región hoy son la desigualdad, la pobreza, la exclusión social, la falta de empleos de calidad y formales, la lucha frontal contra el cambio climático, las nuevas desigualdades digitales y pérdida de oportunidades para el desarrollo integral de las personas. Todo esto implica altas dosis de pragmatismo y realismo, pero sobre todo, capacidad de diálogo en medio de las diferencias, un ejercicio responsable de la democracia con una diplomacia activa en defensa del derecho internacional, el multilateralismo, así como el trato con respeto hacia la soberanía, tradiciones y visión de vida de cada pueblo, con una hoja de ruta clara como región, y pensando siempre desde una perspectiva latinoamericana.

77º Aniversario del insensato y criminal bombardeo atómico de EE.UU. a Hiroshima y posteriormente a Nagasaky

Martín Rodríguez E.

Ante la amenaza de una nueva carrera armamentista en el mundo y la permanente confrontación imperialista de Estados Unidos contra el mundo entero, esta trágica historia de la humanidad nos recuerda el peligro de una guerra mundial atómica.
Japón ya se había rendido en la II Guerra Mundial, luego de que el Ejército Rojo de la Unión Soviética les derrotara. Era un país que ya no era una amenaza para nadie.
Aún así, EEUU, para probar las bombas, decidió exterminar a miles de ciudadanos comunes, desarmados; un genocidio, un crimen de lesa humanidad.
Después de seis meses de intenso bombardeo de otras 67 ciudades, EE UU utilizó el arma nuclear cínicamente llamada Little Boy que fue lanzada sobre Hiroshima el lunes 6 de agosto de 1945, seguida por la detonación de la bomba Fat Man el jueves 9 de agosto sobre Nagasaki.
Entre 105.000 y 120.000 ciudadanos murieron y 130.000 resultaron heridas. Hasta la fecha, estos bombardeos constituyen los únicos ataques nucleares de la historia, pero hoy, EEUU de nuevo amenaza a la humanidad, incentivando guerras, terrorismo y dictaduras en todo el mundo.

Kissinger y su libro On China: ¡Esto sacudirá el mundo!

Gilberto Lopes, jul 2022

–¡Esto sacudirá el mundo!, dijo el primer ministro Zhou Enlai, cuando llegamos a un acuerdo sobre el comunicado conjunto que estábamos preparando, para la visita que el presidente Nixon haría a China, en febrero de 1972.

–Sería fantástico si, 40 años después, los Estados Unidos y China pudieran unir sus esfuerzos, no para sacudir el mundo, sino para construirlo, diría Kissinger en la última línea de su extenso On China, publicado en 2011, un largo recorrido sobre su experiencia en la construcción de las relaciones entre ambas naciones. No hay duda de que ese libro es el que recoge de mejor manera la aspiración de dejar establecido su legado en el escenario político del mundo.

Es un libro notable, de una de las cabezas que mejor entiende como defender sus interesas y los desafíos políticos del mundo en el que le tocó vivir. Y, ciertamente, entre los líderes políticos norteamericanos, es el de mayor experiencia y conocimiento de la cultura política china.

Kissinger habla extensamente de su experiencia, de los contactos políticos iniciados durante la administración Nixon, cuando negoció con los líderes chinos el restablecimiento de las relaciones de Washington con el gobierno de Beijing.

Lo que se conocería como ”Comunicado de Shangai” fue un documento cuidadosamente trabajado en una segunda vista de Kissinger a Beijing, en octubre de 1971, después de una visita anterior en la que los dos países empezaron a negociar el restablecimiento de sus relaciones. Un comunicado que expresaba, de manera satisfactoria para ambas partes, sus posiciones sobre el delicado tema de Taiwán.

Kissinger lo negociaba con el primer ministro Zhou Enlai, hasta que, revisando los borradores, el presidente Mao Zedong ordenó cambiar su tono y su contenido. No quería que fuera, simplemente, un documento más. Ordenó abandonar el borrador que venían trabajando y preparar otro documento, en el que cada país expresara libremente su posición sobre Taiwán. Naturalmente, divergentes. Con énfasis distintos. En una sección final del documento se recogerían los puntos de vista comunes. De ese modo, dice Kissinger, “cada lado estaba proponiendo una tregua ideológica y subrayando aquellos puntos donde las posiciones convergían”. El más importante le parecía ser el que hacía referencia al concepto de hegemonía:

Ningún lado debe buscar la hegemonía en la región de Asia-Pacífico y ambos se oponen a los esfuerzos de cualquier otro país o grupo de países para establecer una tal hegemonía.

Era una alusión clara a la Unión Soviética, a la que ambos se enfrentaban. Un enemigo común de aquella época, que facilitaba un entendimiento entre las dos partes. Pero a Kissinger no se le escapaba que la sustentabilidad de esa estrategia dependía de los progresos que se pudieran hacer en el tema de Taiwán, en el que el margen de concesiones era estrecho.

Un ambiguo equilibrio entre los principios y el pragmatismo se expresaba en el Comunicado de Shangai, en el que Estados Unidos reconocía que “todos los chinos, a ambos lados del estrecho de Taiwán, mantienen que hay una sola China y que Taiwán es parte de China. El gobierno de los Estados Unidos no pone en duda esa posición. Reafirma su interés en un arreglo pacífico del tema de Taiwán por los mismos chinos”.

La posición de Estados Unidos quedó establecida en cinco principios: la ratificación de la política de reconocimiento de que existía una sola China; la reafirmación de que Estados Unidos no apoyaría los movimientos independentistas de Taiwán; que tampoco apoyaría cualquier política de Japón para restaurar su influencia sobre la isla, donde había sido potencia colonial; apoyo a todo intento pacífico de acuerdo entre Beijing y Taiwán; y el compromiso de continuar normalizando las relaciones.

Otros dos comunicados entre Washington y Beijing fueron firmados en 1979 y en 1982. En todos se reiteraba la política de “una sola China” y se reconocía al gobierno de Beijing como el representante de esa China. Los comunicados agregaban que los Estados Unidos no mantendrían lazos oficiales con Taiwán. Pero no excluían relaciones no oficiales, incluyendo la venta de armamento, como los 150 cazas F-16 vendidos a Taiwán durante el gobierno de George Bush.

Las notas sobre las negociaciones de Nixon y su delegación con los gobernantes chinos durante la vista de febrero de 1972, guardadas en el Archivo de Seguridad Nacional (pero desclasificadas), señalan que el primer ministro Zhou expresó su preocupación no solo por la posibilidad de una renovada influencia de Japón sobre su antigua colonia, sino también por la eventual independencia de Taiwán. Quería seguridades de que Washington no apoyaría ningún movimiento inconsistente con el concepto de “una sola China”, que Estados Unidos había reconocido.

Nixon respondió –según los apuntes desclasificados– que los “Estados Unidos no apoyarían ‘ningún’ movimiento independentista en Taiwán y reiteró que Taiwán era ‘parte de China’, pero también que Washington apoyaba ‘una solución pacífica a los problemas de Taiwán’”.

Kissinger termina el capítulo –el #9 de su libro, titulado Resumption of relations: first encounters with Mao and Zhou– con dos preguntas y una observación: ¿Pueden los intereses de los dos lados llegar a ser realmente congruentes? ¿Pueden separarlos de sus propias visiones ideológicas, de modo a evitar que los contaminen con emociones conflictivas?

“La visita de Nixon a China abrió las puertas para lidiar con estos desafíos”, asegura Kissinger. Pero constata que ellos están todavía aquí, con nosotros, en 2011, cuando publica su libro.

En su opinión, pese a tensiones ocasionales, el Comunicado de Shangai ha servido a sus propósitos. Estados Unidos ha insistido en la importancia de un arreglo pacífico del problema, y China ha enfatizado el imperativo de la unificación, sin descartar, como lo han señalado reiteradamente, el eventual uso de la fuerza si se desarrollan tendencias independentistas en Taiwán.

Protestas de Tiananmen

Menos de una década después, luego de la represión de las protestas en la plaza de Tiananmen, en junio de 1979, las relaciones entre los dos países volvieron prácticamente a su punto de partida. Las cosas no parecían ir por el camino que Kissinger pretendía, si nos atenemos a las aspiraciones expresadas en la conclusión de su libro.

Jiang Zemin asumió la Secretaría General del Partido Comunista en junio de 1989. El 15 de abril habían comenzado las protestas en la plaza Tiananmen, aplastadas por el ejército el 4 de junio.

En noviembre, Jiang me invitó para conversar, dice Kissinger. No entendía como un problema interno de China (la crisis de Tiananmen) podía causar una ruptura de las relaciones con los Estados Unidos. “No hay ningún problema importante entre China y Estados Unidos, con excepción de Taiwán”. Pero aún en este caso –agregó– el Comunicado de Shangai establece una fórmula adecuada para tratarlo.

En los 40 años desde que había sido firmado, ni China ni Estados Unidos habían permitido que el diferendo sobre Taiwán restara impulso a los esfuerzos de normalización de las relaciones, estima Kissinger. Pero es evidente que el tema podría hoy, como pocas veces antes, hacer descarrilar décadas de construcción de una cuidadosa filigrana diplomática, cuyo desenlace podría amenazar el destino mismo de la humanidad.

Como señaló el presidente chino, Xi Jinping en su larga conversación telefónica con su colega norteamericano el pasado 28 de julio, quien juega con fuego termina quemado. Le pidió a Biden respetar, de palabra y de hecho, lo estipulado en los tres comunicados sobre los que se funda las relaciones de los dos países.

Como paño de fondo de las renovadas tensiones estaba el anuncio de una visita –no confirmada aún– de la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán, como parte de una gira por Asia.

La advertencia de Xi es solo la última de una serie que incluye la cancillería y las fuerzas armadas chinas y, naturalmente, no puede haber ninguna de más alto nivel.

Construyendo su propia pirámide

Una pirámide, lugar donde guardar para la posteridad los restos de grandes hombres. Una idea que me persigue mientras avanzo en la lectura de On China. Me parece imposible no pensar que la idea no está, desde el inicio, en la cabeza de Kissinger. Tampoco me parece absurdo pensar que lo esté.

Eso obliga a leer el libro con cuidado, con una luz de alarma siempre prendida. Anoto, al concluir el capítulo #9: “un capítulo donde las cualidades de Kissinger como observador, diplomático y narrador adquieren especial relieve”. Naturalmente, cuando Nixon ocupa el escenario, él da un ligero paso al costado. Pero es su libro y es su figura la que brilla con luz mayor.

La visita de Nixon a China afirma, fue una de las pocas en las que una visita de Estado provocó cambios seminales en las relaciones internacionales. En su opinión, “el retorno de China al juego diplomático global y el aumento de las opciones estratégicas para los Estados Unidos dio una nueva flexibilidad al sistema internacional”.

Hay que destacar aquí –como ya lo señalamos, aunque no se pueda desarrollar en detalle el tema– que el escenario internacional estaba caracterizado por las tensiones entre China y la Unión Soviética, lo que facilitaba el acercamiento con Estados Unidos. El rápido desarrollo económico de Japón revivía también viejos temores de China, anclados en los recuerdos relativamente recientes de la ocupación de su territorio por el ejército japonés.

Kissinger señala que “el acercamiento chino-norteamericano comenzó como un aspecto táctico de la Guerra Fría, pero evolucionó hasta hacerse central en el desarrollo de un nuevo orden global”. Ninguno pretendía cambiar las convicciones del otro (y eso, quizás, fue lo que hizo posible el diálogo), “pero articulamos objetivos comunes que sobrevivieron al período de ambos (el suyo y el de Zhou) en el ejercicio de nuestros cargos –uno de los mayores reconocimientos a que un político de Estado puede aspirar”.

Es la misma idea que se repite al final del libro. “Cuando el primer ministro Zhou Enlai y yo llegamos a un acuerdo sobre el comunicado que anunciaba la visita secreta, él dijo: ‘Esto conmoverá el mundo’. A lo que Kissinger agregó su esperanza de que, además, contribuyera a construirlo.

Un imposible orden unipolar

Después de la crisis de Tiananmen, en junio de 1989, Estados Unidos impuso sanciones a China y suspendió todo contacto de alto nivel entre los dos países. Solo cinco meses más tarde caía el muro de Berlín. Poco después, con el fin de la Unión Soviética, concluía la Guerra Fría. Para los Estados Unidos, la desintegración de la Unión Soviética fue vista como una forma de permanente y universal triunfo de los valores democráticos. Los líderes chinos rechazaban esa predicción de un triunfo universal de la democracia liberal occidental.

George Bush había asumido la presidencia en enero del 2001. Jiang Zemin era entonces secretario general del Partido Comunista Chino y presidente de su país. Jiang reiteraba, en sus discursos, la importancia de las relaciones entre China y Estados Unidos. La cooperación entre los dos países es importante para el mundo. Nosotros haremos lo imposible para que así sea. Pero agregaba: el principal problema entre China y Estados Unidos es la situación de Taiwán. Nosotros hablamos, con frecuencia de una solución pacífica para este problema y de la fórmula “un país, dos sistemas”. –Yo normalmente solo hablo de estos dos aspectos. Sin embargo, algunas veces agrego que no podemos descartar el uso de la fuerza. “Esta es la parte más sensible de nuestra relación”, reiteró.

Se cercaba el fin del gobierno de Bush y Kissinger visitaba nuevamente China. Al volver traía un mensaje del gobierno chino para Bush. Era un intento por reorientar las relaciones. Y aunque Bush envió a su secretario de Estado, James Baker, a conversar en Beijing (pese a que los contactos de alto nivel estaban suspendidos desde Tiananmen), las conversaciones no avanzaron. Su gobierno había entrado en un período final de mandato, que no permitía el desarrollo de grandes iniciativas.

El mandato de Bush concluiría en enero de 1993. Durante la campaña electoral del 92, Clinton había criticado su gobierno, al que consideraba demasiado condescendiente con China. “China no podrá soportar eternamente las fuerzas de un cambio democrático. Un día seguirá el camino de los regímenes comunistas del este de Europa y de la antigua Unión Soviética”.

Una vez asumido el cargo, en enero del 93, anunció su intención de llevar la democracia a todo el mundo como el objetivo principal de su política exterior. En las audiencias de confirmación en el congreso, el secretario de Estado Warren Christopher afirmó que los Estados Unidos buscaría facilitar una transición pacífica de China, del comunismo a la democracia, apoyando las fuerzas políticas y económicas favorables a la liberalización.

Los chinos lo veían de otra forma. El canciller Qian Qichen (uno de los ministros de relaciones exteriores más hábiles que he conocido, diría Kissinger) me aseguró que “el orden internacional no permanecería unipolar indefinidamente”. “Es imposible que un tal mundo unipolar llegue a existir. Algunos pueblos estiman que después de la Guerra del Golfo y de la Guerra Fría, los Estados Unidos pueden hacer lo que quieran. Yo creo que eso no es correcto”, agregó Qian.

Pocos artículos expresan de manera más cruda ese escenario unipolar que “The unipolar moment”, del columnista conservador norteamericano Charles Krauthammer, ya fallecido, publicado en la revista Foreign Affairs en 1991.

“La característica más llamativa del mundo de post Guerra Fría es su unipolaridad”, decía Krauthammer. “No hay más que una potencia de primera categoría y ningún prospecto de que, en el futuro inmediato, surja alguna potencia rival”.

El artículo abunda en expresiones parecidas. No hay una sola referencia al papel de China en este escenario, precisamente cuando Kissinger destacaba que los años 90’s se caracterizaron por su asombroso crecimiento económico y la transformación de su papel en el mundo. Percibía bien que un nuevo orden internacional estaba a punto de emerger. Si en 1994 el presupuesto militar de Taiwán era mayor que el de China, hoy el de China es 20 veces mayor. Si a mediados de los años 90’s las relaciones económicas entre ambas eran relativamente insignificantes (las exportaciones de Taiwán a China eran de menos del 1% del total de sus exportaciones), actualmente esta cifra es de cerca del 30%.

Hoy es claro quien tenía una visión más ajustada al desarrollo de los acontecimientos. El fin de la Unión Soviética y del socialismo en el este europeo significó el triunfo de Washington en la Guerra Fría, que alcanzó entonces la cumbre del poder. Pero fue también el inició de la caída de su papel, tanto en el orden económico como político, en el escenario mundial. Muchos analistas no supieron vislumbrar el ritmo de desarrollo chino, ni el inicio de la decadencia norteamericana.

Congruente con esa esa retórica, en mayo del 93 Clinton extendió por un año, de forma condicional, el estatus de Nación Más Favorecida a China. La orden ejecutiva fue acompañada por la retórica más peyorativa contra China que la de cualquier otra administración, desde 1960, dice Kissinger, que comenta la visita del secretario Christopher a Beijing: “Fue uno de los encuentros diplomáticos más hostiles desde que Estados Unidos y China iniciaron su política de acercamiento”.

Lo último que los chinos estarían pensando

Kissinger ha reiterado los riesgos de una política que enfatiza, en tonos cada vez más estridentes, los aspectos de una confrontación que no pude transformarse en armada sin amenazar la vida humana misma en el planeta. Ha hablado repetidamente en meses recientes.

En entrevista a Bloomberg, en julio, advirtió que una Guerra Fría entre los dos países podría terminar en una catástrofe mundial. Biden debe tener cuidado y no dejar que la política interna interfiera en su visión de China. Es importante evitar la hegemonía china (o de cualquier otro país), pero eso no se puede lograr mediante confrontaciones sin fin, estimó.

Consultado por Judy Woodruff, de PBS News Hour, sobre las lecciones que China puede sacar de la actual guerra en Ucrania con respecto a un eventual ataque a Taiwán, Kissinger estimó que “esto sería lo último que los chinos estarían pensando ahora”.

¿No sería mejor si abandonamos toda ambigüedad de nuestra política con respecto a Taiwán y afirmamos que defenderemos la isla de cualquier ataque?, le preguntó la periodista.

–Si abandonamos nuestra política y Taiwán se declara un país independiente, China estaría prácticamente obligada a adoptar una acción militar, porque este ha sido muy profundamente parte de su problema doméstico. De modo que esa ambigüedad ha evitado el conflicto. Pero los efectos de disuasión deben ser también firmes, dijo Kissinger.

En su libro Kissinger hace referencia a la posición de activistas de

derechos humanos para quienes sus valores eran considerados universales. Para esos sectores, las normas internacionales de derechos humanos deben prevalecer sobre el concepto tradicional de soberanía de los Estados. “Desde ese punto de vista –afirma– una relación constructiva a largo plazo con Estados no democráticos es insostenible casi por definición”.

“La política de derechos humanos en China no es de su incumbencia”, le había dicho el primer ministro Li Peng al secretario Christopher durante su encuentro en Beijing, señalando que los Estados Unidos tenía muchos problemas de derechos humanos que atender.

Lo cierto en esta materia es que Estados Unidos no acepta la jurisdicción de los organismos internacionales de derechos humanos y han terminado por transformar el tema en un instrumento político contra quienes no comparten sus intereses. Una política promovida particularmente en América Latina, donde Estados Unidos ha apoyado regímenes responsables de graves violaciones de los derechos humanos, incluyendo el derrocamiento de Salvador Allende, en Chile, que el mismo Kissinger promovió y estimuló durante la administración Nixon.

A favor de la ambigüedad

Al mismo tiempo surgían, con renovado impulso, fuerzas independentistas en Taiwán, encabezadas por el presidente Lee Teng-hui. En 1995 Lee logró autorización para visitar la Universidad de Cornell, donde había estudiado. Su discurso, con reiteradas referencias al “país” y a la “nación” y la discusión sobre el inminente fin del comunismo, resultaron inaceptables para Beijing, que llamó a consulta a su embajador en Washington, retrasó el agreement para el nuevo embajador de Estados Unidos en Beijing y canceló los contactos de alto nivel con el gobierno norteamericano.

Era julio de 1995 y Kissinger estaba de vuelta en China. Estados Unidos debe entender que “no hay espacio de maniobra en el asunto de Taiwán”, la había dicho Qian Qichen.

–Le pregunté al presidente Jiang si seguía vigente la afirmación de Mao, de que China podría esperar cien años para resolver el asunto de Taiwán, y él me respondió que no. La afirmación fue hecha hace 23 años, dijo Jiang, de modo que solo quedan 77.

Como esta conversación tiene ya 27 años, han pasado 50 y estaríamos ahora exactamente a la mitad del plazo dado por Mao. De modo que los tiempos se acortan y la advertencia de Xi, de que quien juega con fuego termina por quemarse, no debería verse como una repetición de advertencias del pasado. Me parece que esa no es la lógica china.

Años más tarde, la esposa de Clinton, Hillary, se desempeñó como secretaria de Estado (2009-2013), durante el primer mandato de Obama. Difícilmente podría ser más dura su opinión sobre Kissinger, expresada en una entrevista al editor nacional del Financial Times, Edward Luce, publicada el 17 de junio pasado.

Luce se refiere a Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional durante el gobierno de Jimmy Carter, un politólogo de origen polaco, fallecido en 2017, “rival y amigo” de Kissinger.

Kissinger dijo recientemente que Ucrania debería conceder territorio a Putin para acabar con la guerra, dijo Luce, reiterando una afirmación que Kissinger niega. Es, en todo caso, una interpretación bastante generalizada de afirmaciones hechas por Kissinger en Davos, aunque él explícitamente las negó en la entrevista a la periodista Woodruff. Son quizás parte de la necesaria “ambigüedad” a la que ya se había referido antes como necesaria para evitar una guerra entre Estados Unidos y Beijing, provocada por el problema de Taiwán.

Luce toma partido y afirma que, en su opinión, Brzezinski tenía una comprensión más aguda que Kissinger de las debilidades de la Unión Soviética.

–Estoy totalmente de acuerdo, respondió Hillary. Nunca creí que Brzezinski tuviera una visión romántica de los rusos como Kissinger. Él valora demasiado su relación con Putin. Y agregó una frase lapidaria: –Tienes que darle crédito a Kissinger por su longevidad, al menos. Él simplemente sigue adelante.

En su criterio, la OTAN debió seguir expandiéndose hacia el este; los argumentos en contra eran, por lo menos, ingenuos. El recuerdo de una vieja anécdota ocurrida en un restaurant londinense, donde discutían con los invitados la conveniencia de la expansión de la OTAN, luego de concluida la Guerra Fría, ilustra sus ideas. –Yo soy de Polonia (les dijo quien los atendía) y antes de tomar su orden, déjenme decirles algo: nunca confíen en los rusos. Hillary aprobaba. Ella también piensa que Putin “no tiene alma” y que intervino en las elecciones del 2016 en su contra, apoyando a Trump. “Si Trump hubiese ganado en 2020, sin duda habría abandonado la OTAN”, aseguró en la entrevista al FT.

Formación de bloques excluyentes

Luego de un largo recorrido de más de 500 páginas, en un agregado final con referencia a la visita del presidente chino Hu Jintao a Washington, en enero del 2011, en el gobierno Obama, Kissinger afirma:

El peligro estructural para la paz mundial en el siglo XXI está en la formación de bloques excluyentes entre el Este y el Oeste (o, por lo menos, con su parte asiática), cuya rivalidad podría replicar a una escala global el cálculo de suma cero que produjo las conflagraciones en Europa en el siglo XX.

El fin de la presidencia de Jiang Zemin, en marzo del 2003, marcó el fin de una época en las relaciones chino-norteamericanas. Ambos países ya no tenían un adversario común (Rusia), ni tampoco compartían el concepto de un nuevo orden mundial.

En Estados Unidos, George W. Bush había asumido la presidencia en enero del 2001, mientras que, en China, Hu Jintao sucedía en el cargo a Zemin. Kissinger recuerda que Bush llegaba a la presidencia luego del colapso de la Unión Soviética, en medio del triunfalismo y la creencia de que su país era capaz de rediseñar el mundo a su imagen y semejanza, como ya vimos, sobre la base de su visión de la democracia y de los derechos humanos.

El tema de Taiwán seguía en la agenda y fue tratado por Bush con el primer ministro chino Wen Jiabao durante su visita a Washington en diciembre del 2003. Jiabao reiteró que la política de Beijing seguía siendo la de promover una reunificación pacífica, bajo la norma de “un país-dos sistemas”, como la aplicada en Hong Kong.

En 2005, en un discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, Hu Jintao se refirió a un mundo harmonioso, con una paz duradera y una prosperidad compartida, la visión china del escenario mundial. Es evidente que ese no fue el rumbo seguido.

En enero del 2011, Hu visitó Estados Unidos. Seguían en la agenda problemas complejos, como las relaciones con Corea del Norte o la libertad de navegación en el Mar del Sur de China. Lo que está pendiente, dice Kissinger, es si podemos pasar del manejo de las crisis a la definición de objetivo comunes. ¿Pueden Estados Unidos y China desarrollar una verdadera confianza estratégica?

Kissinger vuelve la mirada al escenario que condujo a la I Guerra Mundial, a la unificación y crecimiento de las capacidades militares de Alemania. Cita a un analista inglés, funcionario del Foreign Office, Eyre Crowe, en cuya opinión, independientemente de las intenciones, si Alemania logra la supremacía naval, estará en juego la existencia del imperio británico y no habrá manera de encontrar formas de cooperación ni de confianza entre los dos países. Trasladado este criterio al análisis de los riesgos que implica el crecimiento de China, resultaría incompatible con la posición de los Estados Unidos en el Pacífico y, por extensión, en el mundo.

A esta visión de Crowe se agrega, en el debate norteamericano, la de grupos neoconservadores y otros, para los cuales la preexistencia de instituciones democráticas son un requisito para el establecimiento de relaciones de confianza entre los países. En ese caso, un cambio de régimen sería el objetivo final de la política norteamericana hacia países que considera “no democráticos”.

Si se enfatizan las diferencias ideológicas las relaciones podrían complicarse. Tarde o temprano, un lado o el otro podría cometer un error de cálculo… el resultado sería desastroso, estima Kissinger. Para evitarlo, la relación entre China y Estados Unidos no debería ser de suma cero. La competencia, más que militar, debería ser económica y social. Como lograr ese balance es el desafío de cada generación de nuevos líderes en ambos países.

Cualquier intento de los Estados Unidos de organizar Asia para aislar China, o crear un bloque de Estados democráticos para lanzar una cruzada ideológica, están destinados al fracaso. Si se considera que los dos países están condenados a confrontarse, creando bloques en el Pacífico, el camino del desastre quedará pavimentado, dice Kissinger. En cambio, sugiere como alternativa que Japón, Indonesia, Vietnam, India y Australia integren un sistema que, lejos de percibirse como instrumento de una confrontación entre Estados Unidos y China, lo vean como un esfuerzo de desarrollo conjunto.

Es evidente que no ha ocurrido así, y no se puede descartar que el camino recorrido nos conduzca a un gran desastre.

¿El fin de la ambigüedad?

Parece tentador. No faltan, en Estados Unidos, quienes piensan haber llegado la hora de confrontar a China y terminar con la ambigüedad con que se ha tratado el problema de Taiwán.

En medio de la turbulencia provocada por el anuncio de Nancy Pelosi de su intención visitar Taiwán, David Sacks, investigador del Council on Foreign Relations publicó, en julio, en Foreign Affairs, un artículo sobre el tema: How to survive the next Taiwan Strait Crisis.

Se avecina una era mucho más peligrosa para las relaciones a través del estrecho, afirma en su artículo. Apoya su afirmación con consideraciones del director de la CIA, William J. Burns, diplomático, exsubsecretario de Estado en la administración Obama, para quien no se debe subestimar la determinación del presidente Xi de reafirmar el control de Beijing sobre Taiwán.

Se podría esperar que, ante esta realidad, sería prudente mantener la política establecida en los comunicados conjuntos firmados con China y la política de una cierta ambigüedad defendida por Kissinger, como un medio de evitar una confrontación desastrosa.

No es esa la visión de Sacks. Su propuesta es que, para enfrentar los peligros de esta nueva fase, Biden debería promover una revisión completa de la política de Estados Unidos hacia Taiwán. Su sugerencia es que esa política esté basada en la disuasión y que, para eso Estados Unidos debería dejar claro que usará la fuerza para defender Taiwán.

Toda la visión del problema está enfocada en una respuesta militar. Además de lo ya sugerido, agrega incrementar la capacidad de combate de Taiwán; asesorar reformas de las reservas y fuerzas territoriales de defensa; insistir en que el gobierno de la isla incremente su gasto militar e invierta en misiles, minas marítimas y defensa aéreas portátiles. La cooperación norteamericana debe incrementarse en los próximos años, pero recomienda no hacerla pública.

La visión de este tipo de analistas se nutre de la manera como China respondió, en el pasado, a los acercamientos de Washington a Taipei. Recuerda el viaje de un antecesor de Pelosi como presidente de la Cámara, Newt Gingrich, en 1997, para reunirse con el presidente Lee Teng-hui, o la visita de Lee a los Estados Unidos, dos años antes.

Sacks se refiere a la reacción del presidente Jiang Zemin, cuya protesta se expresó –como ya vimos– en el terreno diplomático.

Pero Kissinger, que estuvo nuevamente en China en ese período, cita al viceprimer ministro Qian Qichen. China –dijo Qian– atribuye gran importancia a sus relaciones con Estados Unidos, pero Washington debe tener claro que no tenemos margen de maniobra en la cuestión de Taiwán.

Sacks deriva de esa experiencia la conclusión de que la historia se repetirá, pese al desarrollo de acontecimientos que él mismo enumera. Ha habido cambios importantes en las políticas norteamericanas hacia Taiwán en tiempos recientes, afirma. Mike Pompeo (Secretario de Estado en la administración Trump), envió congratulaciones a la presidente Tsai Ing-wen cuando asumió el cargo, en 2020; la administración Trump recibió a diplomáticos taiwaneses en el Departamento de Estado y en otras oficinas oficiales, norma que ha seguido el gobierno Biden; el Secretario de Estado Antony Blinken se refiere públicamente a Taiwán como un país; Biden invitó a una delegación de Taiwán a su toma de posesión y a la Cumbre por la Democracia; se anunció por la prensa que militares norteamericanas entrenaban fuerzas taiwanesas.

La lista quizás no sea exhaustiva, pero da una idea la naturaleza de las relaciones de Estados Unidos con Taiwán y del significado de la exigencia de Xi, en su conversación telefónica con Biden, de que el compromiso con las declaraciones firmadas no sea solo de palabra, sino también de hecho.

Sacks parece sacar, de ese listado, la conclusión de que China lo seguirá aceptando. No piensa que, quizás, termina por colmar el vaso de la paciencia. Conclusión que no parece lejana de la realidad, si agregamos que la advertencia de que quien juega con fuego se quemará vino ahora del propio presidente Xi, después de hacerse, en el mismo tono, desde el ejército y de la cancillería China. No ver la importancia de esa escalada sería un error de consecuencias posiblemente impagables.

¿Qué hacer?

El mundo asiste esta escalada ciertamente con preocupación y con horror ante las posibles consecuencias de medidas que difícilmente parecen encajar dentro de una necesaria política de cooperación para enfrentar desafíos comunes de la humanidad.

Tal como lo hicieron Estados Unidos y los países europeos en la reciente reunión de la OTAN en Madrid, donde adoptaron una respuesta militar inútil para enfrentar la situación en Europa, no faltan voces que sugieren la escalada militar para enfrentar la de Taiwán.

Para Sacks, con su visita Pelosi buscaría aprovechar una última oportunidad de expresar su apoyo a Taiwán como presidente de la Cámara de Representantes, ya que probablemente dejará el cargo luego de las elecciones de noviembre. Podría dejar así, en su curriculum, una muestra clara de su decidida oposición al régimen chino. Aunque su vanidad podría ser desastrosa para la humanidad.

Si la invasión de Ucrania por Rusia es un problema internacional, la situación de Taiwán es vista por Beijing como un problema interno chino. “Y la soberanía no es negociable”, le recordó Qian a Kissinger.

Es difícil pensar que Washington no entiende claramente la diferencia. Pero podría verse tentado a probar suerte.

El resto del mundo, ¿no tiene nada que decir? ¿No pueden líderes políticos latinoamericanos hablar y reivindicar derechos legítimos de la humanidad? ¿No sería útil que líderes de la región –pienso en Lula, Fernández, López Obrador, Petro, Boric, Arce, Mujica, Correa, Morales, en fin representantes de importantes sectores de opinión pública de la región, unirse a otros, como el senador Bernie Sanders y un grupo de congresistas norteamericanas opuestas a la guerra; y con políticos europeos, como Merkel, Schroeder, Corbin, Mélenchon y, seguramente, muchos otros–, se movieran para librar una batalla ante la opinión pública, poniendo de relieve las dramáticas consecuencias que tendrá para la humanidad un camino de una confrontación armada como esta?

FIN

EEUU, criminal compulsivo

Lic. José A. Amesty Rivera

Julio 2022

Deseamos iniciar esta reflexión, con la máxima de Simón Bolívar, que reza: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad”. Simón Bolívar, 05 de agosto de 1829. Carta al coronel Patricio Campbell redactada en Guayaquil, Ecuador.

De ella enfatizamos la expresión “plagar” (infestar) y “miserias” (desgracias). La primera, sin duda, dos siglos después, las acciones de EEUU se han convertido en la principal causa de muerte de los pueblos que desean ser libres. La segunda expresión denota, amenazas, desgracias, desventuras.

Estas desgracias y amenazas, se han traducido en la historia de América Latina y el mundo, en muertes. El Center for Research on Globalization, ha publicado un estudio de James A. Lucas, donde se muestran la cantidad de muertes por guerras, golpes de Estado y otras operaciones subversivas de EEUU, por ejemplo:

El profesor Michel Chossudovsky, director del “Center for Research on Globalization”, nos recuerda ‎que, siendo aliados de EEUU en la Segunda Guerra Mundial, Rusia y China, pagaron el más alto precio en vidas humanas por la ‎victoria sobre el Eje nazi fascista: 26 millones de soviéticos y 20 millones de chinos murieron en la ‎Segunda Guerra Mundial, mientras que EEUU perdía solo algo más de 400 000 vidas. ‎

Se agrega, según el estudio de Lucas, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (en 1945) hasta hoy, se estima que esa cifra se sitúa entre 20 y 30 millones de muertos, esto es, cerca del doble de muertos en la Primera Guerra ‎Mundial.

“Pero además de los muertos, hay que contabilizar los heridos, que a menudo quedaron mutilados ‎y físicamente impedidos por el resto de sus vidas. Algunos expertos calculan que por ‎cada persona muerta en guerra, hay otras 4/5 personas heridas. Eso significa que el número de personas ‎heridas en las guerras estadounidenses pasan de los cien millones”.

El estudio agrega, a esos estimados, una cantidad indeterminada de muertes, probablemente millones, provocadas desde 1945 hasta nuestros días, por los efectos indirectos de ‎las guerras (hambrunas, epidemias, migraciones forzosas, esclavismo y explotación), daños al ‎medioambiente, sustracción de recursos a las necesidades vitales de las poblaciones para ‎dedicarlos a cubrir los gastos militares. ‎

En otro orden de ideas, “el estudio documenta las guerras y golpes de Estado que EEUU ha realizado en más de ‎‎30 países de Asia, África, Europa y Latinoamérica y revela que las fuerzas armadas de ‎EEUU son directamente responsables de la muerte de 10 a 15 millones de personas, ‎muertes provocadas por las guerras más grandes, las de Corea y Vietnam y las dos guerras ‎contra Irak. Entre otros 10 y 14 millones de personas han muerto en las guerras que ‎EEUU ha estimulado y librado a través de fuerzas aliadas, entrenadas y dirigidas por los ‎estadounidenses, en Afganistán, Siria, Angola, el Congo, Sudán, Guatemala y tantos otros países”.

“La agresión de EEUU contra Vietnam, guerra que se extendió a Cambodia y Laos, dejó una ‎cantidad de muertes que se estima en 7,8 millones, además de una enorme cantidad de heridos y ‎daños genéticos a varias generaciones debido a la dioxina que EEUU regaba con aviones ‎en esos países”. ‎

“En los años 1980, la CIA organizó la guerra por intermediarios en Afganistán, donde esa agencia de inteligencia estadounidense entrenó y ‎armó, con la cooperación de Osama Bin Laden y de Pakistán, más de 100 000 muyahidines para ‎luchar contra las tropas soviéticas (que apoyaban al gobierno afgano legítimo y progresista)”.

“El más sangriento de los golpes de Estado fue el que la CIA organizó, en 1956, en Indonesia. ‎La CIA entregó a los escuadrones de la muerte indonesios los nombres de los primeros ‎‎5 000 comunistas que debían eliminar físicamente. Se estima que el número de personas ‎asesinadas está entre medio millón y 3 millones de personas”.

Para seguir recalcando lo anterior, el sitio web El Destape, revela una investigación del Cline Center de la Universidad de Illinois, quien señala que “desde 1982 hasta 2019, Estados Unidos participó en 350 intentos de golpe de Estado, de los cuales 150 fueron exitosos”.

El estudio analiza, a su vez, “el período en el que John Bolton ejerció el cargo de asesor en Seguridad Nacional y cruzó esa línea temporal con los golpes de Estado, en los que Washington tuvo participación. La primera conclusión, a la que llegó el analista Philip Bump, es que de los 350 golpes que intentó Estados Unidos, 191 ocurrieron mientras Bolton ocupaba algún cargo en el Gobierno”.

Finalmente, “el periodista de The Washington Post armó entonces una lista que va desde la invasión de Afganistán a los intentos de hacer un golpe en Venezuela bajo la administración de Trump. En octubre de 1989, hubo un intento de derrocar al dictador panameño Manuel Antonio Noriega. Fue destituido del poder luego de una invasión estadounidense en diciembre. En 1992, un golpe de estado en Afganistán condujo de manera similar a la destitución del líder del país, un aliado de mucho tiempo de la Unión Soviética. También hubo intentos de golpe en varios otros países mientras Bolton sirvió bajo el presidente George W Bush, incluidos Filipinas, Azerbaiyán, Bangladesh y Rumania, donde el secretario general Nicolae Ceausescu fue derrocado”.

“Además de la invasión de Afganistán, el golpe más significativo, según el estudio de Cline Center fue la destitución en marzo de 2004 de Jean-Bertrand Aristide como presidente de Haití, bajo el gobierno de Bush. “En 2018, Bolton se convirtió en el tercer asesor de seguridad nacional de Trump. Fue durante este período que intentaron más de una vez sacar del poder al líder venezolano Nicolás Maduro, sin éxito”.

Para finalizar esta ola de crímenes, asesinatos y homicidios, deseamos ver la opinión del abogado Rolando Prudencio Briancon, en su escrito, “El imperialismo yanqui en su fase terminal prepara una escalada de Guerras de Poder”, quien enfatiza que, “según documentos exclusivos y entrevistas con más de una docena de funcionarios gubernamentales actuales y anteriores, desde 2018 a 2020, el gobierno de Estados Unidos llevó a cabo actividades de contraterrorismo en 85 países; tal como revela investigaciones realizadas por la Universidad de Brown. Estas operaciones incluyen ataques aéreos y con drones, combates en tierra y los llamados programas de la “Sección 127e”, en los que las fuerzas de operaciones especiales de EE. UU. planifican y controlan las misiones de los ejércitos aliados”.

“Una declaración de Joseph Votel, un general retirado del Ejército de EE. UU., quien dirigió tanto el Comando de Operaciones Especiales como el Comando Central de EE.UU., confirmó la existencia de estas operaciones no reveladas anteriormente en: Egipto, El Líbano, Siria, y Yemen, describiéndolas como esfuerzos de “contraterrorismo” de EE.UU. Además, fue implementado en Túnez otro programa de la serie 127e, cuyo nombre en código es Obsidian Tower que nunca ha sido reconocido por el Pentágono”.

Agregando, además, estas “operaciones consideradas Guerras de Poder es la que precisamente EE.UU., ha está ejecutando a través del reclutamiento de miembros de Daesh en Siria, para enviarlos a luchar en Ucrania contra Rusia”.

“Estas Guerras de Poder, previamente las preparan, como en el caso de Rusia, considerada una “amenaza” y China un “desafío” rodeándolas por bases norteamericanas. Según el viceministro de defensa ruso, Anatoli Antonóv afirmó que alrededor de unas 400 bases militares estadounidenses. Una similar estrategia ha empleado contra la China, que bajo el concepto de la OTAN de: “desafío sistémico”, la ha rodeado también, usando a Taiwán como punta de lanza”.

 

Enviado a SURCOS por el autor.

Imagen ilustrativa.

El cinismo y la desmemoria de Anthony Blinken

Luis Fernando Astorga Gatjens

«No se trata solo de las terribles perturbaciones y muertes en Ucrania, sino también del hecho de que, si se permite a Rusia hacer lo que está haciendo, significará que vamos a volver a un mundo en el que la fuerza da derecho, en el que las grandes naciones pueden intimidar a las pequeñas. Eso es lo contrario del orden basado en normas», declaró Anthony Blinken, secretario de Estado del Gobierno de Estados Unidos, en entrevista al medio tailandés Thai PBS.

Claro está lo que es bueno para la gansa no es bueno para el ganso. Como se atreve el secretario Blinken al proferir tal afirmación sin antes mirar el espejo de la historia y todos los desmanes que ha impulsado Estados Unidos en el mundo, sin importarle el orden internacional y, más recientemente, lo que diga la debilitada Organización de las Naciones Unidas (ONU) al respecto.

La historia de la política de Estados Unidos, desde que emergió como potencia mundial, es la historia de un imperio en expansión, que en este atribulado presente pareciera que muestra su inevitable caída y el principio de su fin.

¡Cuánta desfachatez existe en las palabras de Blinken! Su país ha intervenido en el mundo en innumerables ocasiones en defensa de sus intereses geopolíticos, políticos y económicos, como lo atestigua el Informe RL30172 del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos sobre Relaciones Internacionales. Este informe incluye tanto guerras como envío de fuerzas militares.

Los países y pueblos de América Latina han sido presa en los siglos XIX, XX y en presente siglo XXI de este tipo de intervenciones estadounidenses.

México (a quien le despojara de la mitad de su territorio), Argentina, Nicaragua, Uruguay, Paraguay, Colombia, Chile, Cuba, Puerto Rico, Guatemala, República Dominicana, Panamá, Granada, Haití han debido enfrentar en distintos momentos de su historia, intervenciones de la potencia imperial del norte. Y tales intervenciones no han sido para favorecer a los pueblos de los países latinoamericanos, han sido para defender y asegurar los intereses de Estados Unidos en nuestra región. Bien lo dijo John Foster Dulles, secretario de Estado durante el mandato del presidente de Dwight D. Eisenhower: “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”.

Sin embargo, la lista del intervencionismo estadounidense es mucho más amplia si abarcamos todo el globo terráqueo. África del Norte, Japón, China, Angola, Hawai, Corea, Indonesia, Viet Nam, Laos, Camboya, Líbano, Libia, Somalia, Bosnia y Herzegovina, Sudán, Afganistán, Yugoeslavia, Filipinas, Yemen, Pakistán, Irak y Siria, forman parte de la lista de países y regiones a las que han llegado militares estadounidenses a sembrar de sangre, muerte y luto naciones y pueblos.

En la mayoría de los lugares llegaron sin ser invitados; en unos pocos mediante “solicitudes” de gobiernos aliados o que actuaron a partir de sus asfixiantes presiones.

Los argumentos (para no decir vanos pretextos) han sido la defensa de la democracia, de las libertades y los derechos humanos. Aunque es bien sabido por la fuerza de los hechos, que a Washington poco le han importado la democracia y otros valores porque, de distinta manera y en diferentes momentos, han promovido y defendido regímenes autoritarios, violadores sistemáticos de los derechos humanos.

Tres ejemplos concretos:

Indonesia en 1965. Estados Unidos y otros países occidentales propiciaron el derrocamiento violento contra Sukarno y su partido PKI, en el que fueron asesinados entre 500 mil y un millón de personas, miembros y simpatizantes del partido de gobierno. Una sucesión de masacres y gravísimas violaciones de los derechos humanos fueron la estela trágica de la intervención de Estados Unidos en Indonesia.

Chile en 1973. Estados Unidos, de distintas formas, promovió y apoyó el sangriento golpe de Estado de Augusto Pinochet contra Salvador Allende y luego, sin el mayor reparo, sustentaron el régimen opresor de Pinochet por varios lustros; responsable directo de múltiples violaciones de derechos humanos.

Arabia Saudita en el presente. De igual manera, sucesivos gobiernos de Estados Unidos han apoyado la represora autocracia que gobierna Arabia Saudita, país donde los partidos políticos y sindicatos están prohibidos, y se violan sistemáticamente los derechos humanos; incluidos de manera grave, los derechos de las mujeres.

También podemos afirmar que la historia de Estados Unidos es la historia de un país que siempre ha buscado intimidar a las naciones pequeñas, para afirmarse como potencia imperial.

Sin embargo, las cosas han empezado a cambiar. China ha emergido, en los últimos lustros, como una potencia económica que desplazará a Estados Unidos como primera economía mundial en la presente década y se ha convertido en una creciente potencia militar y geopolítica.

Aquí es oportuno recordar lo que le dijo el Expresidente Jimmy Carter a Donald Trump: «Desde 1979, ¿sabes cuántas veces China ha estado en guerra con alguien? Ninguna. Y nosotros vivimos en guerra … somos la nación más guerrera de la historia del mundo, debido a la tendencia de Estados Unidos de obligar a otras naciones a adoptar nuestros principios». Quizás Carter hubiese sido más certero al sustituir “nuestros principios” por “nuestros intereses”.

Claro está, el “orden internacional basado en reglas” al que que hace alusión Blinken, es al orden cuyas reglas siempre impuso (o buscó imponer) Estados Unidos. Lo que realmente está sucediendo en que en este siglo ha empezado a emerger un nuevo orden internacional (el cual ha sido acelerado por la crisis global de 2007-2008, la pandemia de la Covid-19 y el conflicto Rusia-Ucrania), donde Occidente –entendido como Estados Unidos y sus alicaídos aliados europeos– cada vez juegan un papel menos estelar mientras crece la importancia de países como China, Rusia, India, Irán, entre otros.

La reciente cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) así lo atestigua tanto por la reunión misma como por las resoluciones adoptadas. Pronto los BRICS serán BRICS+ con la presencia de Argentina, Irán y otros países que han solicitado su ingreso.

Otra muestra del debilitamiento de Estados Unidos y su política imperial se manifestó en la “Cumbre de las Américas”, celebrada en Los Ángeles en junio reciente. Frente ella, varios países latinoamericanos dieron muestras de independencia y dignidad al rechazar la imposición de la Casa Blanca de no invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua. El liderazgo de López Obrador y de otros lideres de la región fijó el camino de que otra América es posible.

Vivimos ese momento de la historia, que muy bien definió Antonio Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».

(12 de julio, 2022)

El mundo se cae a pedazos, pero la OTAN decide doblar la apuesta

Gilberto Lopes

San José, 6 julio 2022

La historia se repite, recuerda Ravi Agrawal, editor jefe de la publicación norteamericana Foreign Policy: la guerra entre Estados está de regreso, el mundo vuelve la mirada a las armas nucleares, la pandemia mata a millones de personas e interrumpe las cadenas de comercio habituales; la inflación alcanza niveles no vistos desde 1970, gran parte del mundo empieza a quedarse sin comida; hay una crisis energética. Como en la Guerra Fría, Estados Unidos alinea sus socios contra Rusia, en un conflicto que tuvo dos grandes momentos. El primero fue impedir la terminación y funcionamiento del Nord Stream 2, un gaseoducto que uniría Rusia con Alemania y Europa Central. Un “proyecto geopolítico con el que Rusia pretendía dividir Europa”, en opinión del secretario de Estado Antony Blinken, pero que, para la excanciller alemana, Angela Merkel, debía ser visto como un proyecto económico, más que político.

Y el segundo fue el golpe del 2004 en Ucrania, que la transformó luego en pieza clave en la confrontación con Rusia.

Se impuso así una política de aislar a Rusia, dividiendo a Europa, que enfrenta hoy las graves consecuencias de su decisión. El 5 de julio, el euro se cotizaba a su menor valor en 20 años y crecían las perspectivas de una recesión económica.

La lista de Agrawal puede no ser exhaustiva, pero es, sin duda, de una dimensión extraordinaria. En opinión del Papa Francisco, de esa crisis “no se sale solo. Se sale arriesgando y tomando al otro de la mano».

Del 26 al 28 de junio las economías más desarrolladas, agrupadas en el G-7, se reunieron en el castillo de Elmau, en Baviera. A los siete se sumaron, Senegal, Argentina, Indonesia, India y África del Sur, invitados por el canciller alemán, Olaf Scholz.

Patrick Wintour, enviado del Guardian británico a Elmau, resumió la agenda destacando la fijación de un precio tope para el petróleo ruso (en un intento por limitar los ingresos rusos, pero también por reducir la presión inflacionaria), la posposición de las medidas para hacer frente al cambio climático, la potencial hambruna en África y el incremento del suministro de armas a Ucrania.

Un nuevo concepto estratégico

En otras circunstancias, lo decidido en la reunión del G-7 tendría particular relevancia para enfrentar las crisis. No ocurrió así. El encuentro de Elmau fue solo el aperitivo para otro que –ese sí– vendría a ocupar el escenario en el que Occidente definiría sus prioridades: la cumbre de la OTAN, celebrada en Madrid el 29 y 30 de junio, con la participación de jefes de Estado y de gobierno de los 30 países miembros, más “invitados clave” de Europa y Asia. Por la primera vez –destacó un comunicado de la Casa Blanca– la cita incluirá aliados de Asia-Pacífico, representados al más alto nivel.

Se trataba de aprobar el “Nuevo Concepto Estratégico” que orientará las políticas de la OTAN en la próxima década. Un documento relativamente breve, sencillo, con pocas ideas. Lo suficiente para entusiasmar a su secretario general, el exprimer ministro laborista noruego, Jens Stoltenberg, encargado de resumir para la prensa, al final, lo acordado.

En apretadas diez páginas, la OTAN redefine sus enemigos. Califica a la Federación Rusa como “la amenaza más significante y directa a la seguridad de nuestros aliados”. Y apunta a China, “cuyas ambiciones y políticas coercitivas desafían nuestros intereses, seguridad y valores”.

La profunda alianza estratégica entre ambos y sus intentos por socavar el “orden internacional basado en reglas atentan contra nuestros valores e intereses”, afirman.

Reglas que –como lo señalan Ivo H. Daalder, exembajador ante la OTAN entre 2009 y 2013 y presidente del Chicago Council on Global Affairs, y James Linsay, vicepresidente del Council on Foreign Relations en artículo en la edición de julio/agosto de Foreign Affairs– “Washington normalmente desconoce, cuando no son de su agrado”. Citan las guerras de Kosovo, de Irak y la tortura aplicada a enemigos capturados. “Los Estados Unidos se negaron a negociar nuevos acuerdos sobre pruebas nucleares, control de armas, enjuiciamiento de criminales de guerra y la regularización del comercio en Asia-Pacífico”, agregan.

Pero la reivindicación de un “orden internacional basado en reglas” se repite en el documento de la OTAN.

Entre esas reglas (nunca bien definidas) se señala la “libertad de navegación”, en una referencia apenas velada a la tensa situación en el mar del Sur de China.

El documento de la OTAN asegura que “la seguridad marítima es clave para nuestra paz y prosperidad”, y se compromete a fortalecer su posición regional para “defender contra toda amenaza en el dominio marítimo, garantizar la libertad de navegación, la seguridad de las rutas comerciales marítimas y proteger nuestras principales líneas de comunicación”.

La región Indo-Pacífico

Lo que está en juego en la región Indo-Pacífico es la cuestión central del mar del Sur de China; la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) tiene 168 países miembros, pero los Estados Unidos se arroga el derecho de interpretarla unilateralmente, afirma la Dra. Anuradha Chenoy, exdecana de la Escuela de Estudios Internacional de la Jawaharlal Nehru University, en Nueva Delhi, y directora del Centro de Estudios para Rusia y Asia Central. Chenoy señala también que las negociaciones entre los países de la ASEAN y China sobre un código de conducta en la región tampoco han progresado.

En un artículo sobre la renovada mirada de la OTAN hacia la región Indo-Pacifico, Chenoy nos recuerda que los gastos de defensa de los Estados Unidos triplican los de China. Combinados con los de la OTAN, se multiplican y la creciente militarización de la región hace que todos los presupuestos militares aumenten.

Los pasos dados en la región Indo-Pacífico por los Estados Unidos incluyen la creación del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (QUAD) –con Singapur, Japón e India– y una alianza informal –pero de carácter abiertamente militar–, con Australia y Reino Unido (AUUKUS), señaló.

A la mayor parte de los países de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), hoy integrada por diez países, les preocupa la estrategia de la OTAN y las presiones norteamericanas. “La hiperactividad de la OTAN en la región, la política contención a China y la expansión de las alianzas estratégicas y militares aumentarán las tensiones y no beneficiarán a nadie”, asegura Chinoy.

El gran paraguas de la OTAN

La OTAN es hoy el paraguas bajo el cual Washington cobija más cómodamente a los países europeos. En otros escenarios, como los económicos, energéticos o ambientales, ese paraguas, mucho más pequeño, no alcanza para acomodar a todos. Invertir en la OTAN –dice el documento aprobado en Madrid– “es la mejor manera de garantizar lazos duraderos entre aliados europeos y norteamericanos”.

Es evidente que la invasión rusa de Ucrania facilitó que todos los aliados europeos se acomodaran bajo el paraguas grande de la OTAN, cuya estrategia es ahora la mejor expresión de la política internacional de un Occidente que se dice dispuesto a defender a sus mil millones de habitantes (menos de 15% de la población mundial), su territorio y, sobre todo, su visión del mundo: su libertad y su democracia. La principal expresión de esa política es ahora la militar.

Para sus miembros la ampliación de la OTAN “es una historia de éxitos”, que ha contribuido a consolidar la paz en la zona euro-atlántica, que aspira a extender por el resto del mundo.

La solicitud de incorporación a la alianza de Suecia y Finlandia entusiasmaron a los países miembros. Su secretario general, el patético Stoltemberg, transformado en principal vocero de la política de Occidente, no podía ocultar su euforia. Dos países vecinos que –como recuerda Günter Grass en su “Tambor de Hojalata”– “nunca se han querido mucho”. La escena es a la salida de una iglesia, en la Navidad del año 30. “De pronto –dice Grass– se arma: los cuchillos son largos y la noche breve”.

Una OTAN debilitada

Sobre la incorporación de Finlandia habló Heikki Talvitie, embajador de su país en Moscú entre 1988 y 1992, los años finales de la Unión Soviética, en entrevista publicada por el periódico La Vanguardia, de Barcelona.

¿Cree que la decisión de Finlandia de ingresar en la OTAN se ha tomado con buen criterio?, le preguntó el periodista Andy Robinson.

“El informe de 50 páginas, que se redactó antes de la votación de los diputados, carece de toda perspectiva histórica. Parte de la idea de que la historia del mundo empezó el pasado 24 de febrero. Lo increíble es que, en Finlandia, a lo largo de los últimos 70 u 80 años, hemos dedicado enormes esfuerzos a la elaboración de nuestra política de seguridad. Pero el informe solo cubre el período desde febrero del 2022”, contestó Talvitie.

¿Cree que la OTAN aumentará la seguridad de Finlandia?

– No. No hay amenaza rusa. No hay tropas en la frontera. Es un error, un disparate, comparar la situación geopolítica en Ucrania con la finlandesa. No tienen nada que ver. Rusia considera que la OTAN es una amenaza. Entonces, Rusia ya es una amenaza para nosotros. Antes no era. Ahora sí.

– Lo más importante para el Gobierno ha sido su reelección. Y la opinión pública ha sido arrastrada por los medios y las redes sociales. Este gobierno entiende muy poco de Rusia, agregó Talvitie.

La OTAN de la Guerra Fría era la OTAN del anticomunismo. La OTAN de ahora es la OTAN que divide Europa, que la coloca contra Rusia, un país europeo sin cuya integración la región difícilmente podrá consolidar su independencia en el escenario internacional. La necesidad de materias primas, incluyendo gas y petróleo, cuyo proveedor natural es Rusia, muestra bien la debilidad de una Europa que la define, sin embargo, como su enemigo principal. Eso solo es posible cobijándose bajo el paraguas norteamericano, bajo el cual, en su momento, ni Angela Merkel, ni Emmanuel Macron, quisieron cobijarse. Al contrario, a la mayor parte de los países de Europa del este, principalmente Polonia, y los países bálticos, les entusiasmaba la idea.

Esa OTAN no podrá contribuir a la paz, ni a la consolidación de

Europa en el mundo. Sometida a los intereses norteamericanos, organizada en torno a una opción militar, el destino de esa OTAN es un callejón sin salida. Militarizada la política internacional, nunca fue más inútil para enfrentar los problemas del mundo.

Hay voces sensatas en Europa. Abundan, aunque ahora están ahogadas por las bravuconadas de la OTAN, que no oculta su aspiración de extenderse por el mundo. Trabajaremos con nuestros socios para enfrentar los desafíos en regiones estratégicas para el interés de la alianza: Bosnia y Herzegovina, Georgia y Ucrania, los Balcanes y el mar Negro, el Oriente Medio y el norte de África, el Sahel y la región Indo-Pacífico. Según el documento, todo afecta ahora la seguridad Euro-Atlántica.

¿Guerra nuclear?

Solo América Latina no es mencionada en el documento, lo que plantea un explícito desafío para definir nosotros mismos nuestro lugar en ese mundo y proponer iniciativas para lograrlo, a lo que nos referiremos más adelante. Uno de esos papeles –y no el menos importante– es buscar las voces sensatas de Europa y conformar con ellas una alianza novedosa y potente, capaz de hacerse oir en el mundo. Porque una guerra entre la OTAN y Rusia, o China, no es un problema solo euro-atlántico.

El documento de la OTAN está lleno de promesas. El objetivo de la militarización de la política mundial –nos aseguran– es “preservar la paz”. La herramienta última para ese logro es la capacidad nuclear de la OTAN, que recae –como lo recuerda el texto– particularmente en la de Estados Unidos.

El frecuente encontrar hoy voces de todo tipo especulando sobre la posibilidad de una guerra nuclear. Entre los muchos artículos sobre el tema nos sirve de buen ejemplo el de Mark Cancian, un coronel de los marines, hoy retirado, asesor del Programa de Seguridad Internacional del Center for Strategic and International Studies (CSIS).

Cancian especula en su artículo –titulado “How to Break Russia’s Black Sea Blockade”, publicado en Foreign Affairs el pasado 1 de julio–, sobre las opciones diplomáticas y militares para romper ese bloqueo, como convoyes de la OTAN para proteger barcos salidos de puertos ucranianos en el Mar Negro, o la protección aérea con aviones de la OTAN, desplegados en bases de Rumania y Bulgaria.

La retirada de las fuerzas rusas de Snake Island, cerca del delta del Danubio, en el mar Negro, que habían ocupado al inicio de la guerra, es señalada como un hito esperanzador en esa estrategia militar. Ubicada a 35 km de la costa ucraniana, con solo 0,205 km2, no es posible mantener una fuerza permanente en la isla, bombardeada desde la costa, y los rusos terminaron por retirarse. Pero la isla tampoco ha vuelto a ser ocupada por fuerzas ucranianas, que no podrían defenderla.

Como Putin ha advertido reiteradamente a la OTAN de que no intervenga en este conflicto, dice Cancian, “es poco probable que permita que un convoy de la OTAN rompa el bloqueo sin que responda de alguna manera”. Una opción “menos confrontativa”, en su opinión, sería integrar una escolta con barcos de países no pertenecientes a la OTAN. ¿Cuáles? Difícil imaginar.

Cancian sugiere también que Estados Unidos registre bajo su bandera los barcos mercantes a cargo de esa operación, obligando a Rusia a atacar barcos estadounidenses si quisiera evitar la ruptura del bloqueo. ¿Adónde nos conduciría una opción así? Es fácil imaginar.

Por ahora, afirma, hay suficiente suministro de alimentos en el mundo. Pero si la guerra se prolonga, el hambre puede golpear a todos, provocando disturbios que pongan en peligro la estabilidad social. Según Cancian, “es responsabilidad de la OTAN y de Occidente tener un plan listo antes de que la falta de alimentos haga crisis”.

Otros especulan con escenarios distintos. Esperan que, superado el invierno europeo, con su ejército mejor armado y entrenado, Ucrania pueda enfrentar con éxito una guerra prolongada. Algo de eso sugiere Jack Detsch en su artículo “West Worries About Fraying Consensus Over Ukraine”, publicado en Foreign Policy, donde es periodista encargado de la política exterior del Pentágono y de temas de seguridad nacional.

En la misma línea argumenta en Senador demócrata Chris Coons, miembro de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano. “Putin is counting on us losing interest’ in Ukkraine war”, afirma, en entrevista concedida a la misma Foreign Policy.

El presidente ucraniano, Vladimir Zelensky, agradece nuestra ayuda, de unos seis mil millones de dólares en equipo militar y miles de millones de apoyo económico directo, dice Coons, preocupado con garantizar el suministro de productos agrícolas, granos de los cuales Ucrania es un uno de los principales productores mundiales. Para eso, los puertos del Mar Negro son esenciales, sobre todo ahora que se acerca la cosecha de otoño.

La opción de América Latina

No somos parte de la estrategia de la OTAN para la próxima década. Cobijados bajo el enorme paraguas norteamericano, bajo el que se acomodaron prácticamente todas las dictaduras que periódicamente organizaron y promovieron la región, en América Latina, en todo caso, nunca ha dejado de haber fuerzas políticas que tratan de hacer política fuera de ese paraguas. La respuesta, cuando se ha logrado avanzar por este camino, tiene su mejor (y más dramático ejemplo) en el golpe militar de 1973, contra el gobierno de Salvador Allende, en Chile.

Esa política no ha cesado, como ocurrió recientemente en Bolivia, y como ocurre con las sanciones impuestas a países como Cuba o Venezuela.

Difícil compatibilizar esa situación con el documento de la OTAN, que reivindica una “clara su visión” del orden mundial: “queremos vivir en un mundo donde la soberanía, la integridad territorial, los derechos humanos y la ley internacional sean respetadas y donde cada país pueda elegir su propio camino, libre de agresión, coerción o subversión”. Naturalmente, América Latina no está incluida en esas consideraciones.

Hay que exigir el fin de esas políticas aplicadas por Washington en América Latina, pero, sobre todo, organizarnos para participar en un escenario en el que la humanidad se juega su destino.

Las recientes palabras del Papa a la agencia argentina Telam sugieren algunas ideas. “En este momento hace falta valentía y creatividad. Sin esas dos cosas, no vamos a tener instituciones internacionales que puedan ayudarnos a superar estos conflictos tan graves, estas situaciones de muerte”, afirmó.

– Esto de Ucrania lo vivimos de cerca y por eso nos alarmamos, pero pensemos en Ruanda hace 25 años, Siria desde hace diez; Líbano, con sus luchas internas; o Myanmar, hoy mismo. Esto que vemos está sucediendo desde hace tiempo. Llama la atención la cuidadosa omisión de Irak de que lista.

Francisco recordó recientes declaraciones suyas a una revista jesuita, que provocaron revuelo, cuando dijo que «aquí no hay buenos ni malos». “Se tomó esa frase sola y dijeron: –¡El Papa no condena a Putin! La realidad es que el estado de guerra es algo mucho más universal, más serio, y aquí no hay buenos ni malos. Todos estamos involucrados”, afirmó Francisco.

“Latinoamérica todavía está en ese camino lento, de lucha, del sueño de San Martín y Bolívar por la unidad de la región. Siempre fue víctima, y será víctima hasta que no se termine de liberar, de imperialismos explotadores”, agregó el Papa.

El escenario político de la región, con los cambios de gobierno en México, Argentina, Chile, Bolivia, Colombia y probablemente en Brasil, en las elecciones de octubre, al que se suman organizaciones políticas de diversos países que no están en el gobierno, son una base poderosa para buscar –con la valentía y creatividad que pide el Papa–, alternativas para encarar la guerra y la crisis mundial.

Parece indispensable construir puentes entre América Latina y políticos europeos contrarios al desarrollo de alternativas militares para resolver el conflicto entre Rusia y Ucrania. Para amarrar las manos a la OTAN. Para explorar la creación un gran movimiento internacional orientado en esa dirección, con políticos europeos de la talla de Merkel, Gerard Schröder, Mélenchon, de políticos portugueses, ingleses, finlandeses (como el exdiplomático Talvitie) y seguramente de muchos de los países de Europa del este, en desacuerdo con la militarización de la política europea. Una de cuyas expresiones más dramáticas de esa militarización es la decisión alemana de revertir las principales orientaciones de su política exterior, evitando el rearme y la participación en conflicto militares en otros países. No deja de asombrar la corta mirada de una Europa que olvida como 1933 se transformó en 1939.

América Latina tiene mucho que decir ante el mediocre escenario euro-atlántico. Vale la pena intentarlo.

FIN.

 

Fuente de imagen: https://wsimag.com/

“Puentes de Amor”, dentro de la cueva del lobo

Lic. José A. Amesty R. 

04 julio, 2022

La organización-movimiento “Puentes de Amor”, desde hace años, se ha dedicado desde EEUU a defender el acercamiento entre los pueblos de Cuba y Estados Unidos, y el fin del cerco económico contra la isla, frente a las campañas para frenar sus iniciativas. 

Así lo ha ratificado el activista y líder del proyecto humanista Carlos Lazo, quien además han promovido caravanas y donaciones de alimentos, medicinas e insumos para aliviar el impacto de las políticas hostiles de la administración de EEUU hacia Cuba. 

Otro proyecto relevante de Puentes de Amor, ha sido el llamado la “Fábrica de Sueños”, proponiendo el intercambio entre estudiantes de Cuba y EEUU. En estos días, “Puentes de Amor”, ha llevado a cabo una actividad en Cuba, con estudiantes y profesores. 

Otra campaña importante de la organización es, la solicitud que han hecho a la administración Biden, “queremos que se reabra la embajada en La Habana, queremos que se restaure el Programa de Reunificación Familiar, queremos mandarles remesas a nuestros familiares, queremos que se restauren los vuelos a provincias de Cuba, queremos que se construyan Puentes de Amor y lazos de cooperación científicos y económicos entre nuestros pueblos”. 

Han entregado a Biden, al menos 27 mil firmas solicitando, que se construyan “Puentes de Amor” entre los pueblos de Cuba y los Estados Unidos. A su vez, también demandaron eliminar las 243 medidas impuestas por la administración de Donald Trump (2017-2021) para recrudecer el bloqueo.

Además, según Carlos Lazo, «estamos tratando de educar a las comunidades acerca de las sanciones a Cuba, pero al mismo tiempo terminamos educándonos nosotros mismos acerca de que el bloqueo no es solamente el bloqueo contra Cuba. También aquí en los Estados Unidos hay bloqueo contra las minorías, con la falta de oportunidades, con la discriminación. 

Conocí a un campesino afroamericano, y ellos no pueden acceder a los préstamos para campesinos, y él también me habló de los problemas que tienen los afroamericanos. 

También conocí a otro afroamericano que me dijo “Lazo, Cuba salvó a mi hijo” y yo le pregunté “¿cómo Cuba salvó a tu hijo?”. Me dijo “mi hijo nació en una comunidad de personas que pueden ser matados por la policía, pueden terminar en la cárcel, pero gracias a que mi hijo fue a Cuba y estudió medicina, hoy es un médico que ayuda a las comunidades”. 

Finalmente, Carlos Lazo enfatiza “Lo que el Proyecto “Puentes de Amor” está haciendo, “demuestra que la mayoría de los norteamericanos y la mayoría de los cubanos que viven en Estados Unidos, no están por el bloqueo ni están contra Cuba; al contrario, la mayoría quiere una relación normal entre pueblos, una relación normal entre países”. 

De igual modo, indica Lazo “No se trata de política, se trata de humanidad. El bloqueo es inmoral. El sentido elemental de decencia afirma que es hora de que cese el bloqueo. La familia es sagrada. Es hora de derribar muros y construir “Puentes de Amor”.

Obvio que todas estas iniciativas son apoyadas y agradecidas por las autoridades de Cuba, incluido su presidente, Miguel Díaz-Canel, quien ha enfatizado que, “los puentes de amor son indestructibles, llegan a nuestra isla venciendo cualquier obstáculo. La solidaridad no se puede bloquear”. 

Un ejemplo de lo mucho que han hecho, recordó Díaz-Canel, fue la donación para el programa de trasplantes hepáticos pediátricos, “que fue algo que llegó aquí al corazón de todos”. “Nuestro pueblo, se ha acostumbrado a buscar todas las semanas noticias sobre Puentes de Amor, sobre las caravanas contra el bloqueo, sobre lo que pasa en las ciudades de Estados Unidos con relación a Cuba”. 

Por supuesto, este trabajo humanista de “Puentes de Amor”, está siendo atacado por cubanos en Miami. El grupo opositor eufórico, grita consignas como “Patria y Vida”, cantan el Himno Nacional cubano, y acusan a sus contrarios de favorecer el enriquecimiento de las arcas del régimen de la isla. También solicitan la restitución de la Ley y Orden para el pueblo de Cuba, bajo la que consideran su verdadera Carta Magna, la Constitución de 1940. 

En este sentido, “Puentes de Amor” está siendo valiente al no apoyar el embargo-bloqueo contra Cuba, estando en las mismas fauces del lobo asesino, no obstante, Adelante…

 

Enviado a SURCOS por el autor.

Imagen tomada: www.prensa-latina.cu

EEUU, divide y vencerás

Lic. José A. Amesty R.

2 julio, 2022

Desde el inicio del conflicto, EEUU, Rusia y Ucrania, que ya lleva más de 100 días, los Estados Unidos ha llevado a cabo varias operaciones de diversa índole, a manera individual y acompañado de la OTAN y otros países, que indudablemente los ha llevado al fracaso.

Por ejemplo, a nivel militar, según la escritora Mónica Peralta Ramos, en su artículo, “El triunfo retórico de la estrategia militar norteamericana en Ucrania”, afirma que, “Los cuatro meses de intensa guerra convencional en Ucrania han revelado la incapacidad de la base industrial norteamericana, para mantener sus stocks de municiones, misiles y equipos necesarios para su propia defensa y/o para enfrentar en el futuro inmediato un conflicto militar… Así, y a pesar de la retórica triunfalista del relato oficial, los cuatro meses de guerra convencional en Ucrania, han contribuido a desnudar los pies de barro del poderío militar norteamericano…”.

Así mismo, recalca, “Ahora, y contrariamente al triunfalismo norteamericano, Rusia está ganando la guerra y Ucrania-EEUU han sido derrotadas, según Graham E. Fuller. Esta evaluación es compartida por otro prominente ex oficial norteamericano, el coronel Douglas Macgregor, y se explica por una estrategia equivocada, que busca desangrar a Rusia en un conflicto prolongado”.

Yendo aún más allá, los portales Sputnik y La Haine en el artículo “Exoficial de inteligencia de EEUU: la derrota en Ucrania podría significar el fin de la OTAN”, “El analista crítico de política exterior estadounidense Scott Ritter señaló que, lejos de lograr el objetivo declarado por el Pentágono de «debilitar» a Rusia, la guerra subsidiaria de Washington en Ucrania está desarmando gradualmente a los ejércitos de los Estados miembros de la OTAN. Siguiendo ese razonamiento, la victoria rusa sobre Ucrania supondría el fin de la alianza de la OTAN liderada por EEUU, tal como la conocemos hoy, según el ex inspector de armas de la ONU”.

Igualmente, indicó, “La OTAN y EEUU se enfrentan a un tipo de derrota moral y física a manos de Rusia que probablemente significará el fin de la OTAN”, “No creo que la OTAN sobreviva a esto”, “Creo que la gente ha olvidado que justo en agosto del año pasado, la OTAN sufrió una enorme humillación: la retirada derrotada de Afganistán”.

Por otro lado, en el campo económico, Marc Vandepitte, en su artículo, “La OTAN y Ucrania: Por qué Biden está en apuros”, señala, “un análisis reciente en el Asia Times. Esta página web de noticias tiene su sede en Hong Kong y es uno de los medios de comunicación más destacados de Asia. Según este sitio, la Casa Blanca se equivocó totalmente en esta guerra. Las duras palabras que salen de la boca de Biden solo sirven para enmascarar la grave situación en la que se encuentra.

Según el Asia Times, Biden tiene que enfrentarse a dos graves problemas como consecuencia de la guerra. Económicamente, su país y gran parte del mundo se dirigen hacia una crisis. Además, tras la derrota del verano pasado en Afganistán, sufrirá una segunda humillación con esta guerra”, ya indicado.

A su vez, “EEUU se enfrenta así a un difícil dilema: inflación o estancamiento económico (mediante la subida de los tipos de interés). En el peor de los casos, incluso se da una combinación de ambos y entonces se produce la estanflación. En las economías más débiles del G7 la situación es aún peor. Por ejemplo, el Asia Times informa de que el yen japonés está en caída libre. La deuda pública allí es del 270% del PIB. Los tipos de interés de la deuda pública japonesa subieron a mediados de junio hasta el nivel más alto desde la crisis financiera de 2008”.

En este panorama sombrío, ¿Qué le queda a EEUU en relación con Rusia?

Deseamos hacernos eco del escritor Alexander Terekhin, en su artículo, “Descolonizar a Rusia”: EEUU muestra cómo quiere balcanizar el país euroasiático”.

El Departamento de Estado Norteamericano, y su Comité de Seguridad y Cooperación en Europa, CSCE, han iniciado una serie de discusiones sobre sus planes de dividir a Rusia en varios países más pequeños, hablando de la descolonización de Rusia y la necesidad de partir al país euroasiático por razones morales y estratégicas.

Con la idea de controlarlos desde fuera. El mencionado Comité, bajo el patrocinio de Victoria “Fuck Europe” Nuland, plantea que ya no basta con un cambio de régimen, hay que dividir a Rusia.

Recordemos que la Federación Rusa, antigua Unión Soviética, es una compleja red de divisiones administrativas, en donde la Federación de Rusia, el país más grande del mundo, administra su territorio entre Europa Oriental y Asia del Norte.

Está compuesta por ochenta y cinco sujetos federados, quienes gozan de los mismos derechos federales, en el sentido en que tienen la misma representación (dos delegados cada uno) en el Consejo de la Federación (la cámara alta de la Asamblea Federal de Rusia, el Parlamento ruso). Sin embargo, difieren en el grado de autonomía que disfrutan.

Rusia se organiza territorialmente en: 46 regiones (incluyendo 3 distritos autónomos), 22 repúblicas, 9 territorios, 3 ciudades federales, 1 distrito autónomo, 1 región autónoma.

La propuesta específica de EEUU al fragmentar a Rusia es, convertir algunos países en repúblicas independientes y autónomas en su totalidad. Por ejemplo, las Repúblicas de Siberia (región), Ural (región), Komi (sujeto federado), Sakha (República), entre muchas otras.

En fin, la idea es balcanizar a Rusia. Veremos si es tan fácil como lo plantean los funcionarios estadounidenses. Veremos, además, la supuesta fragilidad del Estado Ruso y su gobierno. Acontecimientos en pleno desarrollo.

Probable Desestabilización Centroamericana

Por Marlin Óscar Ávila

14 de junio de 2022

Los cambios y avances de punta tecnológicos han dejado atrás muchos principios y acuerdos de respeto mutuo y convivencia mundial. Ahora las potencias mundiales compiten en las artes de destrucción masiva o en la de precisión de misiles, utilizando la inteligencia artificial y la convencional para dominar continentes completos, zonas territoriales o países, pueden definir los espacios que van a destruir en menos de 5 minutos o, en casos intercontinentales, en media hora,[1] pueden destruir miles de km cuadrados de una nación, dejándola como fue en la edad de piedra.

En Centroamérica, en menos de una semana, las fuerzas militares de EUA y Rusia tomaron esta zona como indicada para persuadirse mutuamente de lo letal que son sus capacidades bélicas. Rusia está logrando en Nicaragua la autorización, para instalar su tercera base militar afuera del territorio ruso[2]. Con un argumento sólido, de su gobierno en la Europa del Este, puesto que está rodeada de bases estadounidenses, con un despliegue de 254 bases con instalaciones militares, liderando a la OTAN,[3] quiere acercarse más a Washington. Aunque Rusia está midiendo el mejor momento para desplazar su infraestructura militar en Nicaragua.[4]

Mucha población centroamericana, de manera equivocada, sigue creyendo que ese es un conflicto entre países demócratas contra el comunismo. No se dan por enterados que en Rusia no gobierna el comunismo, pero un sistema oligárquico, dirigidos por el partido Rusia unida.[5]

Ante los intereses de dominio imperialista estadounidense, buscando utilizar a Ucrania como trampolín, Washington esta buscando asaltar el país más grande del mundo, con 17 millones de kilómetros cuadrados. Para lo cual ha contado con el apoyo, principalmente de la Unión Europea. Dado el asecho militar y político en las barbas de Rusia, ésta parece decidida a instalar una base militar en Nicaragua. La respuesta inmediata de Washington ha sido el uso de su histórico dominio político en Costa Rica para enviar sus portaviones a este territorio. Contando con la ya antañona base militar en Honduras, es poco o nada lo que le falta para tener a Nicaragua muy rodeado de fuerzas militares gringas.

Pero esas movidas militares estratégicas de estas dos potencias, independientemente de la simpatía que tengamos hacia una o la otra, nos va a cambiar geopolíticamente nuestro contexto en más de 90 grados en pocos días. Ahora el ejército nicaragüense estará más soberbio de lo que ha sido, al igual que la pareja Ortega.

Costa Rica deja de ser aquella que “no tiene ejercito desde 1948” y deja de ser la “Suiza centroamericana”, su poder judicial impune, como sus otros poderes, podrían variar a ser más represivos contra los sindicalistas; podrían reprimir más a los grupos indígenas, además de continuar con su proyecto de privatización en el marco del neoliberalismo iniciado por el Partido Liberación Nacional o, muy dudosamente se vuelva más tolerante al crecimiento de movimientos populares y democráticos.

Honduras acaba de sembrar sus esperanzas en un gobierno menos sometido a las directrices de Washington, aunque desde su inicio en enero, le ha sido difícil, ahora con una mayor presencia e interés del Pentágono en este territorio, con una de sus principales bases militares, las dificultades para hacer que se le respete su soberanía, serán mayores. Guatemala, con una problemática interna de corrupción importante aun trata de consolidar su gobierno la administración estadounidense le puede torcer el brazo. Exceptuando El Salvador y Nicaragua la seguridad militar y policial cuenta con una presencia significativa de Israel para entrenamiento y asesoría. El Salvador se ha distinguido en su política alejada de los dictados de estas dos potencias[1]. Seguramente su cercanía con la potencia China le hace mantener esa independencia. Esta relación le da un diferente carácter a la administración Bukele.

Con esta presencia militar en conflictos traídos desde febrero, no debe sorprendernos que el Istmo centroamericano se convierta en algo parecido a Ucrania guardando, desde luego, las grandes diferencias geopolíticas. No se trata de crear miedo artificial, pero sí de prevenir una grave situación, que después de la pandemia del covid-19, la crisis económica que ya estamos sufriendo y va a empeorar en los próximos meses, debido a las casi seis mil sanciones de EUA/UE contra Rusia, ahora que esperamos algunas catástrofes naturales, igual o peores del año anterior, una crisis bélica, que aumente por cien las migraciones, el hambre, el desempleo, el contrabando, etc., etc., nos destruiría por completo nuestro habitas de por sí endeble.

 Recordemos que EUA es experta en abrir conflictos militares, desestabilizar los gobiernos y producir el derrocamiento de gobiernos elegidos democráticamente por sus pueblos.[2] El negocio en la venta y uso de armas es el primero en los EUA con al menos 19.500 millones de dólares[3], después del petróleo y las drogas.

Detener este potencial conflicto entre potencias sobre el territorio centroamericano es un deber de nuestros gobiernos, como de su población o ciudadanía organizada y no organizada. Nuestra juventud debe tomar muy en consideración la probabilidad de caer en una confrontación bélica que arrastre a nuestra juventud a convertirse en carne de cañón.

[1] https://www.eltiempo.com/mundo/europa/canal-ruso-dice-que-rusia-podria-destruir-estados-unidos-con-misiles-676750

[2] https://www.confidencial.com.ni/politica/aumento-de-presencia-militar-rusa-en-nicaragua-provoca-a-estados-unidos/

[3] https://as.com/diarioas/2022/02/21/actualidad/1645443964_924094.html

[4] https://www.swissinfo.ch/spa/ucrania-crisis_rusia-descarta-ahora-despliegue-armamento-en-nicaragua–pero-no-en-un-futuro/47323382

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Rusia_Unida

[1] https://www.laprensani.com/2022/03/07/internacionales/2963426-bukele-critica-a-estados-unidos-por-reunion-washington-caracas

https://www.france24.com/es/minuto-a-minuto/20220308-eeuu-decide-cu%C3%A1ndo-el-malo-es-bueno-dice-bukele-sobre-la-reuni%C3%B3n-washington-caracas

[2] https://www.google.com/search?q=guerras+provocadas+por+estados+unidos&oq=guerras+provocadas+por+E&aqs=chrome.2.0i512j0i20i263i512j0i512j69i57j0i22i30l6.15943j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8

[3] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/05/25/companias/1653475746_240563.html