La disuasión integrada y América Latina

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Como es característico de los medios de comunicación hegemónicos y sensacionalistas en la era digital, no todos los acontecimientos relevantes son considerados noticias, ni mucho menos divulgados con la misma vehemencia que se publican notas sobre algún programa de baile o concurso de canto de moda. Aquella famosa frase romana de pan y circo se sigue aplicando al pie de la letra con buenos resultados. Sucede especialmente con la política, y ni para qué decir de la política internacional, en un contexto de tensiones, desglobalización y conflictos territoriales alrededor del mundo. La posverdad, las fake news y la infoxicación derivada es el nuevo opio de los pueblos.

Entre el 25 y 29 de julio de 2022 ha acaecido un hecho de gran importancia para América Latina y el Caribe en lo que a seguridad y política internacional se refiere, y casi nadie se ha enterado de ello. Se llevó a cabo la XV Reunión de Ministros de Defensa de las Américas, en Brasil. En dicho evento, los EE. UU. posicionaron el nuevo concepto para ellos estratégico, en su lucha contra China y Rusia en América Latina y el Caribe; la disuasión integrada (integrated deterrence). Advirtieron a los países de la región que la nueva forma de lucha es por todos los frentes, medios, recursos y de manera integrada. Algo así como un tipo de guerra total en el siglo XXI.

En esta reunión los norteamericanos insistieron en la necesidad de contener especialmente el avance de China en América Latina y el Caribe. Daniel P. Erikson, subsecretario adjunto de defensa para el Hemisferio Occidental y participante de dicho evento, instó a los países a sopesar cuidadosamente cuál podría ser el costo de un mayor compromiso con China. Esto no es para nada casual, ya que para esas mismas fechas pero en el mes de junio, se realizó la Cumbre de la OTAN en Madrid, producto de la guerra en Ucrania, donde se expuso al mundo el nuevo concepto estratégico de esta organización militar, con Rusia, China y el terrorismo internacional como principales amenazas, según su perspectiva, para la paz mundial y la democracia (neo) liberal. También se realizaron las negociaciones para el ingreso de Finlandia y Suecia a la organización.

Este nuevo concepto lleva el nombre de Enfoque de 360°. Busca fortalecer la resiliencia nacional y colectiva, y redefine los tres objetivos principales de la OTAN en esta nueva etapa: disuasión y defensa, seguridad cooperativa y prevención y gestión de crisis. Así posicionan el respeto de la soberanía, la integridad territorial, los derechos humanos y el derecho internacional como unos de sus ejes prioritarios. Expone además el documento hecho público por la alianza, que las fuerzas nucleares estratégicas de esta, en particular las de EE. UU., siguen siendo la garantía suprema de la seguridad para el bloque.

Dentro del marco de esta coyuntura global se desarrolló la reunión de ministros de defensa de las Américas. Lloyd Austin, secretario de defensa de los EE. UU. participó de este encuentro para posicionar no solo el concepto de la disuasión integrada, sino los temas de ciberdefensa, la mujer, la paz y la seguridad, la ayuda humanitaria y la respuesta a las catástrofes. Pero sin duda, el más relevante de todos en términos geoestratégicos es el de la disuasión integrada.

Este nuevo concepto planteado por Colin Kahl, subsecretario de políticas de defensa, durante la cumbre Defense One Outlook 2022, busca vislumbrar con claridad aquello que esta nación debería defender y que puede ponerlos en condiciones de desventaja estratégica frente a sus adversarios en caso de crisis y conflicto. Esto implica el análisis significativo y la determinación de áreas claves de infraestructura crítica que deben protegerse, entre las cuales se encuentran; finanzas, energía y economía, con el telón de fondo de la amenaza climática. El general del ejército James H. Dickinson, comandante del Comando Espacial de EE. UU. afirmó que la disuasión integrada es un enfoque de todo el gobierno.

Esto quiere decir que se integra todos los instrumentos del poder nacional; a todos los comandos combatientes en todos los dominios (convencional, nuclear, cibernético, espacial e informativo), el gobierno, aliados y socios. Tenemos que trabajar junto a nuestros aliados y socios para que nuestros adversarios sepan que no solo se están enfrentando a Estados Unidos, sino que se están enfrentando a una coalición de países que están comprometidos a defender un orden internacional basado en reglas, ha declarado Colin Kahl recientemente.

La presentación de esta nueva doctrina de defensa nacional norteamericana en la reunión de ministros recién pasada en Brasil, deja en evidencia la necesidad de este país de involucrar tanto a América Latina como el Caribe en esa estrategia de lucha integrada contra las naciones consideradas por este como enemigas. Una vez más, nos encontramos frente a una encrucijada existencial, pues la importancia que vuelve a cobrar la región a nivel geopolítico para los intereses de las grandes potencias es prominente; ya sea por temas de recursos naturales, mercados o competencia por influencia política, y hace de este un espacio con alarmantes niveles de inestabilidad.

Es en este escenario donde académicos y políticos han planteado el tema de recuperar una autonomía mínima y una posición de no alineamiento activo. Estas corrientes, consisten básicamente en conservar ciertos niveles de neutralidad, equidistancia estratégica y acercamientos pragmáticos tanto con unos como con otros al mismo tiempo. Se puede y debe tener buenas relaciones con todos, sin que esto signifique necesariamente casarse con nadie. Por ello el fortalecimiento del regionalismo es importante, no obstante, este atraviesa una de sus crisis más agudas de los últimos años, encontrándose así en sus mínimos históricos, como argumenta la Dra. Josette Altmann Borbón en sus análisis sobre la región.

Equilibrar los lazos constructivos con todos es indispensable, tanto entre países vecinos como con potencias emergentes y consolidadas, pero pareciera que adoptar una postura definitiva de un bando u otro atrayendo dichas pugnas a estas latitudes, no es una opción con posibilidades de éxito para nadie en estos momentos. Si América Latina y el Caribe pasan a ser parte de este teatro de guerra planetario adoptando una postura hacia un único bando, estaría perdiendo más de lo que puede ganar, con consecuencias imprevisibles a corto y mediano plazo en todos los campos; desde el económico, hasta el social, político y militar, sumado a una mayor fragmentación política tanto interna como regional.  

Los grandes y verdaderos enemigos comunes de la región hoy son la desigualdad, la pobreza, la exclusión social, la falta de empleos de calidad y formales, la lucha frontal contra el cambio climático, las nuevas desigualdades digitales y pérdida de oportunidades para el desarrollo integral de las personas. Todo esto implica altas dosis de pragmatismo y realismo, pero sobre todo, capacidad de diálogo en medio de las diferencias, un ejercicio responsable de la democracia con una diplomacia activa en defensa del derecho internacional, el multilateralismo, así como el trato con respeto hacia la soberanía, tradiciones y visión de vida de cada pueblo, con una hoja de ruta clara como región, y pensando siempre desde una perspectiva latinoamericana.