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Etiqueta: engaño

La Persona del Banderín

Dr. Óscar Aguilar Bulgarelli

Recuerdo cuando a principios de los años 70 Don Rodrigo Carazo, con el apoyo de jóvenes profesionales, intelectuales y estudiantes, pequeños empresarios y campesinos, organizaba el Partido Renovación Democrática. Nos decía entonces, que en una sociedad con un vacío de poder o sin una oposición organizada frente a los desmanes de los gobernantes, era igual que estar en las plazas de Disney Word, donde uno ve a un conjunto de personas que por un lado comen un helado, un hotdog o simplemente están sentados o de pie, a la espera de algo.

De pronto aparece una persona con un banderín en alto y muchos corren a seguirlo; así una sociedad con ese vacío de poder también espera que surja la persona elevando el banderín.

En Costa Rica, desde hace varios años hemos caído, poco a poco, en ese vacío; pero nunca como en el 2022. Nada menos que 25 mini partidos aspiraban con sus candidatos a sustituir al peor presidente que habíamos tenido… hasta ese momento. Unos con candidatos gastados, otros desconocidos y la mayoría sin verdaderos planteamientos políticos, pretendían el banderín.

Así un grupo minoritario, haciendo caso a voces engañosas que llamaban a seguir a un personaje desconocido al que parecía le entregaban el banderín, lo convirtieron en el presidente de este terruño. Sus seguidores, en alto porcentaje, todavía lo siguen sin tomar conciencia de que, aquella persona, más que un banderín lo que tenía y soplaba era la flauta mágica del famoso cuento, y lo siguieron y muchos lo siguen embelesados por el camino hacia el abismo en que destruirán la democracia que nos queda.

En el 2022 los costarricenses se equivocaron, unos siguieron al flautista, pero la mayoría siguen esperando que aparezca una persona, un líder, un movimiento ciudadano con credibilidad, que recoja los banderines que hoy están tirados por todas partes y que, con él, con seriedad y patriotismo, se reconstruya nuestra democracia.

No es un asunto de ideologías, intereses o egoísmos, hoy no se vale enarbolar diferencias y ambiciones personales o partidarias para dividir, lo único válido es convertirse en la persona que enarbole no el banderín del partido, sino el Pabellón de la Patria ante el vacío de poder de una oposición casi inexistente y un gobierno cuyo principal objetivo es convertir nuestra democracia en la autocracia chavista a través del populismo, la posverdad y lo más grave: la creación de odios entre los costarricenses.

Justificar con el engaño para atacar la educación

Abelardo Morales Gamboa

Abelardo Morales Gamboa.

Piden los ministros en las negociaciones de los fondos para la educación superior que las universidades no engañen a sus estudiantes y que no es su propósito provocar un enfrentamiento dentro de la educación pública. Pero, basados en información falsa, eso es lo que hacen ellos y el gobierno. Pretender un recorte en la educación superior poniendo como justificación los problemas de la educación primaria y secundaria y las necesidades del “apagón” educativo, además de la poquedad del argumento, es absurdo.

Si hay conceptos burdos, uno de esos ha sido el de apagón educativo, pues se presta para que en términos semióticos se le reduzca a las simplificaciones entre lo blanco y lo negro y, con ello, se vuelve fácil término para las manipulaciones. Pintar a toda la educación como un desastre es un desastre. En todo caso, el empobrecimiento de la calidad de la educación no está determinado y no se resuelve con infraestructura o no depende de esta a secas. Con ese enfoque se reduce el problema de la calidad a  un fenómeno estético. La gente no va a salir de la pobreza y de la ignorancia llevándola a vivir a casas bonitas. Se puede y debe dotarles de viviendas con buena infraestructura, pero hay que ayudarles a transformar sus condiciones de vida. Lo mismo debe hacerse con la educación, hay que cambiar las condiciones que afectan la calidad de la enseñanza y de la educación.

No es cierto que el financiamiento de las universidades afecte el presupuesto para infraestructura de escuelas y colegios. Está demostrado que los recursos para infraestructura del Ministerio de Educación Pública no llegan a la fase de ejecución, son objeto de múltiples entrabamientos, se invierten mal y no están sujetos a una adecuada fiscalización porque el área de infraestructura del Ministerio, desde hace muchos gobiernos, está controlada por un segmento de la burocracia a la cual muchos ministros le han temido. Por eso, ese es un pésimo argumento para decir que hay que recortar el financiamiento de las universidades.

Por otra parte, la mala calidad de la enseñanza se viene arrastrando como consecuencia de la mala formación de maestros y profesores, también desde hace muchas décadas. En eso tienen responsabilidad las escuelas y facultades de educación de las universidades públicas, pero solo en parte; porque el origen principal de la mala preparación de los docentes no es ni más ni menos que la pésima calidad de los programas de educación de las universidades privadas que se convirtieron en un mercado fácil para el “tituladero” de profesionales que llegan a las aulas sin conocimientos y sin vocación docente. Casualmente las universidades privadas son el negocio de la familia de la ministra de educación. Son un negocio por los elevados cánones que cobran a los estudiantes y los pésimos salarios que pagan a sus profesores.

En efecto, tienen razón los ministros cuando aseguran que la educación pública enfrenta actualmente grandes dilemas; pero han escogido mal porque optaron, contrario a lo que proponen, por provocar artificiales enfrentamientos entre sectores de la educación y en especial de la educación pública. La transformación de la educación requiere de políticas educativas que no las tiene este gobierno, no de burdas decisiones fiscales. Justificar con el engaño es todo lo contrario al sentido de la educación. Las instituciones educativas y la cultura han transformado a este país desde que se hicieron las reformas educativas en el siglo XIX y puedo demostrar que, como muchos otros millones de costarricenses, yo he sido uno de sus herederos (P. Bourdieu y J.C. Passeron, Los herederos. Los estudiantes y la cultura). En fin, vamos a tener que defender a la institución de la educación y de la cultura, como bienes públicos, con todas las armas que una sociedad civilizada y educada nos permita.

Los pobres estafados de siempre ¿una vez más?

Hernán Alvarado

 

Los mismos de siempre

Hemos visto, a lo largo de muchos años, que los políticos vienen a pedir el voto a los “pobres”, siempre para sacarlos de la pobreza. Tal como los falsos profetas vienen a pedirles el diezmo, para salvarlos del infierno. Pero, ni unos los han sacado de la pobreza, ni los otros los han salvado nunca del infierno; pues, para empezar, como la Iglesia católica ha reconocido, el infierno no existe, como tampoco ha existido hasta ahora el paraíso de la justicia social. Campaña tras campaña, esos mismos políticos, y sus patrocinadores, se han enriquecido cada vez más, mientras los “pobres” se han empobrecido un día si y el otro también.

Casi todos esos políticos son igualitos, hablan igual, visten igual, prometen lo mismo. Siempre con frases ingeniosas, hacen un esfuerzo por parecer sinceros. A veces hablan con números, con porcentajes y todo, a veces presentan metas, con esa “seguridad” que convence a cualquiera. Los más audaces, hasta dicen que vienen de familias pobres, que son como ellos y conocen sus necesidades. Claro, hace tanto tiempo de eso, que ya nadie en el barrio se acuerda de ellos.

Casi lo mismo

Pero, al final de su respectivo gobierno, volvemos a lo mismo, y su lucha contra la pobreza vuelve a quedar en palabras que se llevó el viento. No obstante, casi todos gastan algo o mucho en estrategias y programas, pero la pobreza sigue aumentando o se mantiene igual, en vez de disminuir. Eso no impide que, cada cuatro años, vuelvan los siguientes políticos con el mismo cuento. A su demagogia habría que sumar las causas estructurales, esas que ninguno quiere reconocer, pues no resulta conveniente admitir, electoralmente, que el sistema capitalista produce pobreza, tanto como produce riqueza.

Este gobierno puede rajar con haber encontrado una estrategia (“Puente para el desarrollo”) con la que ha logrado disminuir, en algunos puntos porcentuales, la pobreza; un avance pequeño, solo que en un tema que tiene años de estar estancado. Pero es un resultado tan frágil como que, si perdiera el PAC, puede que retroceda. En honor a la verdad, si uno de los dos candidatos actuales sabe con propiedad algo sobre este tema, ese es, sin lugar a duda, Carlos Alvarado.

Un nuevo demagogo

Pero ahora ha llegado otro “salvador” de los pobres. Igual a los demás, con el mismo traje y el mismo tono, engaña, promete y miente sin vergüenza. Dice que tiene las manos limpias, pero será por no haber hecho nada que lo haga merecedor de una silla presidencial; ya que, sin haber llegado aún al poder, él y su partido tienen varios cuestionamientos sin aclarar. Además, la gente que ahora le rodea deja mucho que desear. A tales cuestionamientos, ese candidato responde igual que los demás: no sé, no sabía, estamos trabajando en eso, eso es responsabilidad del Comité ejecutivo, ya cumpliremos como es debido, no he leído a mi pastor espiritual, etc.

¿Cómo nos puede librar de la pobreza una persona que no tiene la formación (algo por lo que dice no sentir vergüenza) ni experiencia, ni preparación, ni capacidad para “matar” a este “gigante” de la pobreza; alguien que, como ha quedado claro en los debates, no tiene conocimiento de la gestión pública, ni sabe cómo funcionan las instituciones ni la cooperación internacional? ¿Cómo le podemos confiar esta enorme y difícil tarea a alguien que no sabe cómo financiar las pocas ideas generales que ha manifestado; a alguien que no tiene un plan serio: el primero daba pena ajena y el segundo, publicado a última hora y sin presentar al TSE, da miedo, da cólera y está lleno de plagios?

Particularmente, permítaseme esta digresión, la definición que se establece en ese plan de libertad es, sencillamente, alarmante. Solo es libertad lo que ellos dicen que corresponde a ese otro invento ideológico suyo que es el “cristianismo social”, lo demás es libertinaje. En la página 9 de ese nuevo hechizo, se lee: “Pero libertad no es libertinaje, constituye la decisión de ejercer el libre albedrío y, para nosotros, ello implica la decisión de llevar la vida privada y pública, en apego a la ética cristiana. Libertad, no es libertinaje.”

¿Y quién define esa ética cristiana que debe regir tanto la vida pública como la privada? Ellos mismos, en secreto y a puerta cerrada, según su propia y arbitraria interpretación de las sagradas escrituras, según su moral heterosexual, patriarcal y teocrática. Nadie que ame la libertad puede admitir semejante definición, a penas propia de una dictadura moral y política en ciernes.

Este muchacho se ha contradicho y arrepentido tantas veces como ha creído necesario, para quedar bien con todos sus posibles votantes. Después del resultado será otra cosa y podrá actuar libremente. Lo más concreto que ha dicho, “en secreto”, es que combatirá la pobreza a través de las iglesias evangélicas, que están por todo el país y conocen las necesidades de la gente; algo por lo que la Contraloría General de la República, de llegar a intentarlo, no tardaría en enviarlo a la cárcel.

Después de presentarse como el abanderado de la peor campaña de odio que ha vivido este país en muchos años, de ser el líder de la mayor división de la familia costarricense (no solo de la suya propia, a cuyos primos también han amenazado) mientras se hace pasar por el más ingenuo y bien intencionado de los candidatos, viene a prometerle, a los “más necesitados”, menos que lo mismo de siempre y sin la menor idea de cómo les podría cumplir.

Los más estafados

Por eso, si Restauración Nacional ganara el próximo domingo, peor aún, si ganara con los votos de los más “pobres”, o en su nombre, sería la mayor estafa política de la historia del país. En la primera ronda, se entiende que ganara porque nadie conocía a su candidato; pero, en esta segunda ronda, ahora que lo conocemos, pese al apoyo que ha recibido de los mismos oportunistas de siempre, sería para mí una triste y gran sorpresa que fuera igual.

Los únicos pobres de verdad, hablo de política, son los pobres de criterio u opinión, los que, sin información ni educación, votan por el primero que les promete lo que nunca les cumplirá. Ellos son los analfabetos políticos y no pueden ser el orgullo de ningún candidato, de ningún partido, de ninguna familia, de ninguna sociedad democrática. Aunque lo sean de aquellos que dicen que “Dios” no quiere que piensen sino que obedezcan.

No me refiero, entonces, a los que vivimos en el campo, sencilla y humildemente, bajo el cielo estrellado, cerca del mar, en el corazón de la montaña y al lado de los ríos aún cristalinos. Como ellos lo saben, pobres son otros que viven de espaldas a la naturaleza. Pobre no es quién carece de moneda, quien no tiene esto o aquello, que es lo que cuenta para las estadísticas del INEC; sino aquel que no sabe distinguir entre quiénes son sus amigos y quiénes son sus enemigos. Pobre es quien no sabe responder afirmativamente a quienes lo respetan, para seguir a quienes sólo lo utilizan para ganar poder en su nombre y después gobernar, igual que siempre, como les da la gana o, desde luego, solamente para aquellos que los financian, les asesoran o los llenan de “bendiciones” millonarias.

Solo mediante una democracia participativa e incluyente, una democracia real, una democracia viva y dinámica, llegaremos algún día a que esta clase de políticos desaparezca, ojalá para siempre. Mientras tanto, lo mejor es no votar, por simple prudencia, por esos lobos con piel de oveja que han hecho todo lo posible porque no les conozcamos de verdad.

 

Enviado a SURCOS por el autor.

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