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Etiqueta: Esteban Barboza Núñez

Falta de planificación, deterioro ambiental y proliferación de riesgos entre las principales características de las transformaciones en el litoral guanacasteco en las últimas tres décadas

Esteban Barboza Núñez, Sebastián Hernández, Johan Mora
Noviembre, 2025

En un ejercicio de análisis comparativo de imágenes satelitales de 1997 y 2025 en seis puntos seleccionados del litoral de Guanacaste quedaron en evidencia algunas de las características y también las consecuencias que han dejado las transformaciones territoriales en la región durante los últimos tres decenios. Fotografías satelitales de Bahía Panamá, El Coco, Las Catalinas, Brasilito, Nosara y Sámara, que corresponden a los puntos donde se han dado las mayores transformaciones, así como y su posterior análisis, derivaron en observaciones puntuales que se explican en este reportaje.

El periodo 1997-2025 corresponde con el de la implementación de estrategias locales y nacionales para atraer turistas e inversionistas inmobiliarios a la región. Dentro de estas casi tres décadas han sucedido dos booms inmobiliarios fuertes, uno desde inicios de los años 2000 hasta el 2008, cuando sucedió la crisis inmobiliaria mundial que afectó dicha explosión de construcciones, y un segundo incremento cuantitativo, después del 2020.

En términos generales, es posible notar un cambio notable en la expansión urbana no planificada. En las imágenes de 1997 se observa la vasta cantidad de cobertura boscosa y la poca infraestructura que había. En contraposición, las imágenes de 2025 representan una considerable modificación del territorio a través de ciertos fenómenos específicos.

Uno de ellos es la escorrentía superficial, que se refiere a cuando el agua de lluvia, en lugar de infiltrarse naturalmente en la tierra, corre sobre el suelo, especialmente en zonas cubiertas de asfalto o concreto. Esto aumenta el riesgo de inundaciones, arrastra contaminantes hacia ríos, quebradas y el mar, y reduce la recarga de los acuíferos subterráneos. Esto se debe a la pérdida importante de vegetación nativa para construir, a la impermeabilización no planificada del suelo, y al predominio de construcciones no adaptadas a la topografía local.

También se ha presentado la intrusión salina, un proceso que ocurre cuando el agua de mar se filtra hacia los pozos de agua dulce en las zonas costeras. Al extraer demasiada agua subterránea para abastecer a la población y las nuevas construcciones, se altera el equilibrio natural, lo que permite que el agua salada avance tierra adentro y contamine las fuentes de agua potable.

Otro impacto muy notorio y significativo es la fragmentación de ecosistemas, que es la división de un bosque o un hábitat natural en «islas» separadas por carreteras, urbanizaciones o cultivos. Esto impide que los animales silvestres se desplacen libremente para buscar alimento, reproducirse o refugiarse. De este modo se debilita el ecosistema y se aísla a las poblaciones de flora y fauna.

Además, se ha dado una creciente ocupación de los manglares, ecosistemas costeros vitales que actúan como criaderos naturales de animales y barreras contra erosiones. Su tala o relleno para construir muelles o complejos turísticos no solo destruye este valioso hábitat, sino que también deja a las comunidades costeras más expuestas a los efectos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar y las inundaciones.

Asimismo, todos estos cambios contribuyen a la pérdida de biodiversidad, es decir, a la disminución en la variedad de especies de plantas, animales, insectos y microorganismos que habitan la región. Cada especie, por pequeña que sea, cumple una función específica en su entorno, y su desaparición debilita la red de vida de la cual también dependemos los seres humanos.

A continuación, mostramos las imágenes con un breve análisis de cada una de ellas:

Bahía Panamá, 1997-2025

Para el sector de bahía Panamá, se observa una reducción significativa de la cobertura boscosa en la zona, acompañada de un aumento de áreas construidas o listas para construir asociadas al desarrollo turístico y residencial. En 1997 predominaban las coberturas naturales continuas, principalmente bosque tropical seco y vegetación arbustiva densa. Para 2025 aparecen parches de infraestructura, caminos y terrenos descubiertos producto de la expansión urbana. El cambio notorio se concentra en el sector norte y centro de la bahía, donde la urbanización avanza sobre zonas antes boscosas. Estos procesos reflejan una intensificación del uso turístico y de segundas residencias del suelo. Esto ha generado fragmentación ecológica, pérdida de vegetación natural, y presión sobre la zona costera y los recursos hídricos.

El Coco, 1997-2025

La zona de Playas del Coco, muestra una marcada transformación del uso del suelo. Este sector presentaba una cobertura boscosa y vegetación secundaria, y pasa a una amplia expansión urbana y turística. Las imágenes evidencian la sustitución de áreas cubiertas por árboles y arbustos por infraestructura residencial, comercial y vial. Tal sustitución ha generado una fuerte fragmentación del paisaje natural. Se observa el cambio de coberturas de vegetación leñosa hacia un suelo construido, como consecuencia de un proceso de urbanización acelerada, y con efectos de pérdida de cobertura vegetal.

Las Catalinas, 1997-2025

El sector de Las Catalinas, por su parte, evidencia un cambio en la cobertura del suelo, pasando de una zona predominantemente natural con alta presencia de bosque y áreas rurales a un territorio con un incremento notable de infraestructura turística y residencial. En 1997 se observaba una mayor continuidad de cobertura boscosa y áreas agropecuarias, mientras que para 2025 se aprecia la expansión urbana asociada al desarrollo inmobiliario costero, con reducción de vegetación y transformación del paisaje natural. Este cambio refleja un proceso de urbanización y sustitución de coberturas naturales por infraestructura ligada al turismo y servicios.

Flamingo y Brasilito, 1997-2025

Se puede evidenciar para los años seleccionados una transformación significativa del paisaje costero en playa Flamingo y Brasilito. Las imágenes satelitales muestran un cambio de coberturas naturales, compuestas principalmente de bosque y vegetación arbustiva, hacia usos antrópicos, es decir, modificados por seres humanos, especialmente a través de infraestructura turística y residencial. Se observa una disminución de áreas con vegetación arbórea y un aumento del suelo construido, junto con la expansión de vías de acceso y pastos cultivados. Estos cambios responden al crecimiento turístico y urbano. Dichas transformaciones han generado fragmentación de ecosistemas, pérdida de cobertura vegetal, y una mayor presión sobre los recursos hídricos y las zonas aledañas a la playa. Se puede deducir que el territorio ha pasado de ser un entorno predominantemente natural, a un paisaje urbanizado y fragmentado, como consecuencia de los procesos de expansión turística y residencial costera y cambio de uso del suelo.

Nosara, 1997-2025

La zona costera de Nosara, Guanacaste, presenta una transformación notable en la cobertura y uso del suelo, evidenciando un cambio de áreas predominantemente cubiertas por vegetación natural y bosque secundario hacia una mayor presencia de infraestructura residencial, turística y vial. El crecimiento urbano se concentra especialmente en los sectores de Playa Guiones y Playa Pelada, donde se observa una expansión significativa del suelo construido en detrimento de áreas forestales y pastizales. Este proceso refleja una intensa presión antrópica vinculada al desarrollo turístico y habitacional, con implicaciones sobre la fragmentación del paisaje, la pérdida de cobertura vegetal y la alteración de los ecosistemas costeros y de recarga hídrica.

Sámara, 1997-2025

La zona costera de Sámara evidencia un cambio significativo en la cobertura y uso del suelo, caracterizado por la sustitución de áreas con predominio de vegetación natural y pastos por un incremento notable en infraestructuras residenciales y turísticas. Este proceso refleja una expansión urbana hacia sectores antes ocupados por coberturas forestales y agrícolas, asociado al crecimiento del turismo y la demanda inmobiliaria costera. La reducción de la cobertura boscosa y el aumento del suelo construido implican una transformación del paisaje natural, con posibles efectos sobre la conectividad ecológica, el manejo del recurso hídrico y la dinámica ambiental local, especialmente en humedales.

Aparte de las consecuencias señaladas, existen riesgos para el futuro cercano de persistir este tipo de desarrollo regido por la falta de planificación, la improvisación y el socavamiento ambiental. Entre ellos están el agravamiento de la escasez de agua, especialmente en zonas donde los acuíferos ya están siendo sobreexplotados. También la excesiva fragmentación ecológica, que puede limitar la resiliencia de los ecosistemas frente al cambio climático, reducir la conectividad de especies y debilitar los servicios ecosistémicos como la protección contra la erosión y la recarga hídrica. Por otro lado, la presión inmobiliaria podría seguir limitando el acceso a la vivienda para poblaciones locales, ya que la mayoría de estos desarrollos inmobiliarios están totalmente fuera del alcance de las poblaciones locales. Finalmente, la gobernanza del suelo podría volverse crítica: si no hay un ordenamiento territorial adecuado, se pueden repetir dinámicas insostenibles hasta agotar el modelo, con consecuencias negativas para las comunidades locales.

Fuente: https://www.obtur.una.ac.cr/index.php/falta-de-planificacion-deterioro-ambiental-y-proliferacion-de-riesgos-entre-las-principales-caracteristicas-de-las-transformaciones-en-el-litoral-guanacasteco-en-las-ultimas-tres-decadas

Hablemos de «territorios disonantes», más allá de la gentrificación

Esteban Barboza Núñez*

La popularización del término gentrificación nos convoca a discutir la situación que enfrenta el litoral guanacasteco en la actualidad, con un explosivo desarrollo inmobiliario a lo largo de sus costas, principalmente de residencias y condominios de lujo. Parte de la cobertura que se le ha dado a este fenómeno tiene que ver, precisamente, con el uso del vocablo en cuestión para describirlo, incluso en contextos académicos.

Ahora bien, ¿qué tan adecuado resulta denominar el fenómeno inmobiliario de Guanacaste, y otras zonas costeras del país como gentrificación o causante de esta? ¿Es el uso de este término suficiente para entender las dinámicas que suceden en torno al acelerado desarrollo inmobiliario en la región? ¿Deberíamos pensar en otros enfoques para así entender mejor las particularidades del litoral guanacasteco?

El término gentrificación, acuñado por la socióloga británica Ruth Glass en los años sesenta del siglo pasado, se refiere al reacondicionamiento de espacios urbanos para ser ocupados por personas de clases sociales más privilegiadas que sus habitantes tradicionales, quienes son expulsados.

A lo largo de las décadas, el término se utilizó para describir este fenómeno, causado no solamente por las movilidades de las clases más pudientes, sino también de estudiantes, inversionistas especuladores y turistas. Estos últimos son los que han popularizado el vocablo, sobre todo en ciudades como Venecia, Barcelona, Londres o Nueva York, en donde inmobiliarias han adquirido y remodelado casas y apartamentos en las zonas más turísticas para alquilarlas, por medio de plataformas como Airbnb o Booking, a visitantes que solo están de paso, pero que les producen mayores ingresos que los residentes permanentes.

Esta combinación de turistificación, es decir, la conversión de un lugar en un enclave dedicado y dependiente del turismo, y del cambio de uso de viviendas existentes o la demolición de viviendas y la construcción de nuevos apartamentos de alquileres temporales, es lo que genera la gentrificación en ciudades de alta visitación.

Ahora bien, ¿sucede esto en el litoral de Guanacaste, muy dependiente del turismo? En Guanacaste hay lugares muy turistificados, como Tamarindo o El Coco, pero no exactamente ha ocasionado la compra, por parte de nuevos residentes y especuladores, de viviendas ocupadas por locales y su reacondicionamiento, como sucedió en Venecia o Barcelona. Lo que se da más bien es el uso de territorios abiertos y sin construcciones existentes, cerca de la costa, dedicados a actividades agrícolas, o que permanecían ociosos, para construir viviendas y condominios de lujo.

Esto acontece a través de un cambio de uso del territorio, que no necesariamente provoca la salida de los habitantes locales, sino que genera la formación de lo que hemos llamado “territorios disonantes”, caracterizados por los contrastes escandalosos entre la opulencia y la carencia, el lujo y la precariedad, la desigualdad y la exclusión en contextos muy próximos entre sí, en donde conviven, en condiciones muy desiguales, barrios populares y empobrecidos con condominios cerrados y residencias de lujo.

En la gentrificación en contextos urbanos es claro que esta exclusión y desigualdad también se dan, pero existen más posibilidades de movilidad por parte de las personas que ya no pueden permitirse vivir en un barrio gentrificado. En contextos rurales—y en el guanacasteco en particular—estas posibilidades son mucho más limitadas. La falta de opciones laborales y la alta dependencia del turismo, así como las distancias mayores, limita que las personas puedan desplazarse a vivir a otras comunidades más accesibles y menos encarecidas.

Al anunciarse Costa Rica como un paraíso verde, con selvas y playas a entera disposición del turista y del inversionista—así nos hemos promocionado desde los ochenta—, la inversión y el desarrollo inmobiliario van a procurar los territorios que reúnan esas características.

Entonces, el auge de la construcción relacionada con el sistema turístico en Guanacaste hace que se construyan espacios en territorios que calzaban con ese imaginario: abiertos y naturales, de gran belleza escénica y próximos o con vista al mar. Esto no necesariamente va a provocar la salida de las poblaciones locales—los espacios donde viven los habitantes locales no son del interés de estos desarrolladores—pero sí los van a dejar en una situación de exclusión y desigualdad persistentes, y eso puede ser aún peor que la gentrificación.

La disonancia se manifiesta en el condominio de lujo, con su propio acueducto, encerrado en su propia burbuja de amenidad, con servicios de ocio hechos a su medida, a una calle de distancia de una población local con todo tipo de problemas y carencias como la de escasez de agua, la falta de alcantarillado, calles sin asfaltar, viviendas deterioradas, amenaza de desastres naturales, violencia y crimen organizado.

Vivir en estas condiciones por supuesto que encarece el costo de la vida, debido a que aumenta la oferta de servicios destinados a los nuevos ocupantes, pero no la dedicada a los locales. Todo esto conduce a la precarización de las condiciones de vida de los habitantes locales y de los migrantes internos o del sur global, dedicados a trabajos de servicio de menor remuneración.

Ahora bien, ¿deberíamos abandonar el término gentrificación al hablar de lo que sucede en Guanacaste? No necesariamente. Usar la palabra facilita que nos entendamos, en términos generales, y también ayuda a la divulgación de este tipo de problemas; tiene una ventaja en la escena política y activista.

Sin embargo, Guanacaste y otras regiones costeras del país tienen particularidades que también deben verse con cuidado, para no caer en las generalizaciones que nos llevan a ver realidades muy distintas como si fueran la misma cosa.

*Coordinador del Observatorio de Turismo y Migraciones (Obtur) de la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional (UNA).

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica

Informe crítico sobre inseguridad y desarrollo turístico e inmobiliario en el litoral de Guanacaste

Informe crítico sobre inseguridad y desarrollo turístico e inmobiliario en el litoral de Guanacaste según datos de 2023 ¿amenazas al desarrollo o producto de un modelo de desarrollo desigual? 

Un texto escrito por Esteban Barboza Núñez y publicado en el 2024 por el Observatorio de Turismo, Migraciones y Desarrollo Sostenible, de la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional (UNA), en su introducción menciona que el tema de la seguridad en el turismo siempre ha ocupado un lugar preponderante en la agenda de los Estados, los inversionistas, los desarrolladores, y los turistas mismos.

Atentados terroristas, epidemias, pandemias, guerras, desastres naturales, delincuencia, crimen organizado, y otros eventos inusitados pueden tener graves consecuencias adversas en un destino turístico específico, o bien a nivel sistémico, señala el informe.

Agrega que un destino sin turistas no puede funcionar; y la inseguridad o una imagen negativa en ese rubro definitivamente tienen efectos devastadores en el destino como tal, debido a la disminución drástica de turistas e inversionistas (Boyakye, 2010).

A partir de estas premisas, continúa el autor, el objetivo de este informe crítico es explorar la relación entre seguridad y exclusión en el sistema turístico del litoral de la provincia de Guanacaste, en el noroeste de Costa Rica, a partir del análisis de los principales índices de inseguridad del año 2023, según el Organismo de Investigación Judicial.  Para conseguir tal objetivo, en primera instancia se revisa y discute los principales indicadores y estadísticas de criminalidad en la región para el año 2023, un año récord en homicidios, robos, hurtos y asaltos, entre otros delitos. 

Entre los capítulos de este texto del investigador y académico de la UNA Esteban Barboza Núñez, se encuentran: Seis indicadores de inseguridad, Seguridad y turismo, La construcción del litoral guanacasteco como destino turístico, y Cuando el frío no está en las cobijas.

Le invitamos a descargar el documento compartido con SURCOS por el autor.