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Etiqueta: extracción de oro

Crucitas ya no aguanta más posposiciones: en la ciencia y la técnica están las repuestas

Pronunciamiento del Colegio de Geólogos de Costa Rica

Costa Rica se ha demorado muchos años para decidir cuál será la solución más sostenible para resolver la grave crisis que produce la minería ilegal de oro en Las Crucitas de Cutris, situación que amenaza con perpetuarse, pero que tampoco es ajena a otras regiones del país.

El Colegio de Geólogos de Costa Rica reitera a la opinión pública su profunda preocupación por los actuales acontecimientos en la comunidad de Las Crucitas y que, nuevamente, ocupan el interés y amplias publicaciones de los medios de comunicación colectiva.

Para la opinión pública es claro que la extracción ilegal de oro está causando graves daños al medio ambiente, a la salud pública, la seguridad social y a la soberanía de las comunidades adyacentes donde se encuentran los yacimientos minerales. Dichos problemas se reflejan directamente en el cambio del uso de suelo, cambio en el paisaje, inadecuado uso de agentes químicos que siguen contaminando los ríos y acuíferos existentes.

Hoy en día, aunque el caso Crucitas mantiene la atención de los medios de comunicación colectiva, lo real es que esta extracción ilegal se realiza en otros cantones, tales como, Abangares, Montes de Oro, Cañas, Tilarán, Orotina, San Mateo, Atenas y Osa, entre otros, todo producto de la falta de políticas claras e integrales para que el país atienda este desafío como un todo.

Como lo demuestra la evidencia científica, el uso del mercurio está dañando, de manera inmediata a los coligalleros que tienen contacto directo con el químico a través de la piel, la absorción por vías respiratorias y su ingesta por el consumo de las aguas contaminadas de la zona.

Estos trabajadores también están expuestos a los riegos propios de una actividad minera que, de la forma como la vemos, fue prohibida en el mundo entero desde hace muchos años atrás. Son mujeres y hombres que no tienen las condiciones mínimas de higiene, salud y seguridad. Todos ellos, laboran en condiciones que lesionan sus derechos fundamentales y las garantías sociales que el gobierno debe promover en todo el territorio nacional y en cualquier actividad productiva que se lleve a cabo. Adicionalmente, se ponen en peligro las relaciones sociales con la población de Las Crucitas, por cuanto hay un grupo de individuos que han aprovechado la extracción ilegal para cometer delitos que afectan la seguridad y la tranquilidad de los pobladores.

Mientras hubo intervención policial en la finca Vivoyet, al menos las personas que hacen extracción ilegal se mantuvieron fuera de dicha finca. A estas alturas, resulta obvio, que los constantes recorridos de la Fuerza Pública, solamente han mitigado parcialmente los efectos indeseables de la minería ilegal. Es urgente el establecimiento de políticas mineras apegadas a la ciencia, la técnica y a la industria que son ampliamente conocidas en el mundo, pero que, por razones estrictamente políticas no han sido posibles en Costa Rica. Así como nadie duda del consejo de un experto cardiólogo cuando del corazón se trata, tampoco deberían despreciar el conocimiento geológico, única ciencia que comprende, integralmente este tema.

Cada día que transcurre sin control por parte del Estado, se producen efectos acumulativos, concatenados y sinérgicos en el ambiente y en la sociedad, por lo que se hace necesario resolver esta situación en el corto plazo, utilizando soluciones sostenibles, proactivas y eficaces, adaptadas al uso de los recursos propios del subsuelo.

El Colegio de Geólogos de Costa Rica reitera su posición en la necesidad de explotar los yacimientos minerales de forma sostenible, con tecnología de punta, en cumplimiento con la ley, y de forma amigable con el medio ambiente.

Finalmente, nuestro colegio, está deseoso de compartir propuestas técnico-legales viables para el país y el medio ambiente.

Reiteramos nuestra total disposición para asesorar a los poderes del Estado en implementar políticas públicas y estrategias de desarrollo para optimizar el aprovechamiento del recurso existente, todo con miras a definir una ruta que logre el beneficio de las comunidades cercanas adyacentes y del país en general.

MBA Geo. Arnoldo Rudín
Presidente
Colegio de Geólogos de Costa Rica

UNA CAMISETA: DOS MIL LITROS DE AGUA

Freddy Pacheco León

Henry David Thoreau, filósofo trascendentalista, ecologista del siglo XIX, quien decía solo sentirse pleno viviendo en comunión íntima con la naturaleza, relativamente lo logró por dos años, refugiado en una pequeña cabaña en la ribera de la laguna Walden Pond, en el histórico Concord, Massachusetts. Sus otros 43 años le fueron, como a todos nosotros, “diseñados” por el entorno en que subsistimos LOS QUE VIVIMOS EN COMUNIDAD. Si se quiere, presos en comunidad. Y es que pretender una adecuada calidad de vida para nosotros, nuestras familias, y demás habitantes de una región o una nación, sin “tocar” la naturaleza, es una utopía que en un sueño idílico sería posible, pero que ante el peso de la realidad es imposible. Así ha sido desde que los predecesores del Homo sapiens empezaron a reunirse en las cavernas, obligados por las circunstancias, para subsistir. Por eso el que se considera precursor del ecologismo, el filósofo Thoreau, no tuvo más remedio que dedicarse a la fabricación de lápices de grafito, para subsistir.                             
Igualmente, todos los individuos de nuestras sociedades, desde su nacimiento, no podemos más que ser cómplices de la huella de carbono que hasta una sencilla camiseta de algodón ha dejado tras de sí. Prenda común de algodón que al llegar a nuestras manos HA CONSUMIDO EN EL CAMINO UNOS DOS MIL LITROS DE AGUA. “Mejor no me hablen de ello”, dirán algunos para falsamente liberarse de la culpa, porque saben que no se trata solamente de una camiseta.                          
Citamos a Thoreau, movidos por unos estimables comentarios en contra de la propuesta de EXTRAER EL ORO que se encuentra en el subsuelo en la localidad de Crucitas, bien al norte de la provincia de Alajuela. Por nuestra experiencia de muchos años trabajando en el área de la conservación y protección ambiental, recibimos con respeto, pero no podemos compartir los criterios de que tal riqueza aurífera, ha de quedarse allí enterrada para siempre (o mientras tanto…) porque “la naturaleza es sagrada”.  Que más bien habría que buscar la manera de recuperar el bosque destruido en ese remoto lugar de Costa Rica. Que quizá, incluso, podría erigirse como un «atractivo turístico», algo así como «un museo» geológico en el que, extrañamente, no habría nada que exhibir. Y es que parece que lo dicen de buena fe, sin detenerse a pensar al menos un instante, en que esa riqueza perteneciente a todos los costarricenses, podría muy fácilmente CAER EN MANOS DE TRANSNACIONALES muy dispuestas a explotarla para su egoísta beneficio. Oro que todos conocen dónde se encuentra y que, con una injustificada modificación al Código de Minería, lo podríamos perder irremediablemente.              
Ante esa alternativa, invitamos muy respetuosamente a considerar la que creemos es más razonable. Como en toda evaluación ambiental, se trata de poner en una balanza los pesos y contrapesos: en un plato el impacto ambiental que el proyecto produciría (podría ser una carretera, por ejemplo) y en el otro, LOS BENEFICIOS SOCIALES Y ECONÓMICOS derivados del mismo, dentro de un contexto en que se consideran, por supuesto, las necesarias medidas de mitigación del impacto sobre el ambiente.            
En este caso, se trata de extraer el oro que tenemos en medio km2, muy degradado por cierto, de la totalidad del territorio nacional. Hablamos pues del 0,001% de una parte muy valiosa en recursos minerales de nuestro suelo. Explotación que, cabe aclarar de una vez, sería ejecutada POR EL ESTADO costarricense para su propio beneficio, por lo que no requiere siquiera derogar la prohibición legislativa que se aprobara hace una década en forma unánime, que impide otorgar concesiones obviamente a entes privados.                 
El sustento y motivación de esa idea que habría de evolucionar a proyecto si fuere acogido por nuestros gobernantes, es la población creciente de Ciudadanos de Oro. Esos CIENTOS DE MILES DE VIEJITOS que ya antes de la pandemia que parece interminable, ocupaban más del 65% de las camas hospitalarias y espacios en los centros de atención primaria, que por más de un millar tiene la CCSS por todo el país, para los cuales ya son insuficientes los recursos financieros, materiales y humanos.  En muy pocos años,  dicha población superará el millón de personas, y aunque hasta los expertos de la OCDE han reconocido que será IMPOSIBLE PARA LA CAJA atender las necesidades sanitarias de quienes las demandarán inevitablemente, los mismos analistas NO pudieron identificar una sola fuente de financiamiento. Nosotros sí hemos hecho la propuesta financiera, aunque para ello hemos de “tocar” la Madre Tierra., en circunstancias tales que seguramente el admirado Thoreau aprobaría, así como los ambientalistas que lucen camisetas de algodón… que cuestan dos mil litros de agua.
Como ilustración, ese medio km2 que se intervendría, corresponde a un área menor al del Parque Metropolitano de La Sabana. Es, en términos comparativos, un área insignificante que no está definida como área de conservación. Visto a través de una lupa de cristal fino, de esos que no distorsionan la imagen, se trata de una oportunidad, de una respuesta inteligente, de UNA SOLUCIÓN, a un gravísimo problema que tiene que ver con algo tan sensible como lo es el DOLOR HUMANO, el sufrimiento inmerecido de los que después de haberse sacrificado por Costa Rica y sus hijos, nietos, bisnietos y otros, demandan de una MANO AMOROSA para los últimos años de su vida terrenal. El desarrollo de UN SISTEMA HOSPITALARIO INTEGRAL, donde la medicina preventiva y el acompañamiento familiar sean parte importante, estaría garantizado con ese oro nuestro.       
El que hemos llamado HOSPITAL DEL ORO se regiría por esos principios. A diferencia de otros proyectos de indiscutible trascendencia, este bebé lleva «el bollo de pan bajo el brazo», como le escuchábamos decir a nuestro amado abuelito Juan León. No requiere de la venta de ninguna institución pública ni de ningún nuevo impuesto. Pero de lo que sí requiere es de la comprensión de los que prefieren usar una lupa que distorsiona las imágenes, en tal forma, que ven el Hospital del Oro cual si se tratara de un proyecto destructor de la naturaleza que se propone con fines electorales por quienes lo han acogido. A ellos, a los detractores, les pedimos, casi que les rogamos, que por lo menos no le pongan obstáculos en el sendero que, por fin, después de tres años del nacimiento de la idea, parece abrirse camino. ¡Démosle ese regalo a nuestros viejitos, a esos que usted y yo tenemos en nuestras familias!

 

Fotografía: Laguna Walden Pond.

En tiempo de pandemia: volvamos a la tierra

“[…] es frivolidad pensar que si nosotros los humanos hacemos el más mezquino objeto con un fin determinado, la naturaleza ese prodigio, fuera hecha sin otra finalidad que alimentar plantas, bestias y hombres, para que después la abonaran con un puñado de mísero polvo disperso-nada más. Estupenda frivolidad es el materialismo que se cree, sin embargo, hijo de la observación y la ciencia”.

Gabriela Mistral.

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

“Volvamos a la tierra” fue el lema de la campaña electoral del expresidente don Luis Alberto Monge, a inicios de la trágica “década perdida” de 1980. Un lema sugestivo que contribuyó a su elección, pero que acaso, al final, solo sirvió para hacer chiste. Después de que el país sufrió las consecuencias socioeconómicas empobrecedoras con la aplicación de los Programas de Ajuste Estructural (PAE), debido a las condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) -cuya receta no parece haber cambiado hasta el día de hoy-, se decía que, efectivamente, “volvimos a la tierra”: nos “enterraron”.

Hoy, acosados por una pandemia que no da tregua, volver a la tierra resulta un desafío ineludible, para garantizar la continuidad de la vida. Es decir, volver a la tierra en actitud reverente para extenderle la mano protectora y dejar de violentarla, sobrexplotándola.

Este desafío se vuelve perentorio, especialmente, cuando se levantan las voces de quienes no conformes con la sobre-explotación del suelo, convocan de nuevo a la explotación del subsuelo para extraer oro y petróleo. Y venden la idea como otra de las tantas “pomadas canarias”, en tiempos de pandemia, para solucionar los álgidos problemas del desempleo, empobrecimiento e inequidad social.

Pareciera que lo que se busca es el camino fácil, para seguir tolerando el comportamiento indolente de la élite económica de este país, que se resiste a la auténtica solidaridad como exigencia de justicia distributiva. Ello implica saldar la deuda tributaria que ha venido acumulando por más de diez años; y la deuda moral con un pueblo cuya dignidad ha sido mancillada por parte de gobiernos complacientes, que han permitido ese robo “legalizado”.

En tiempos de pandemia económica y sanitaria, para sanar las finanzas públicas y fortalecer la institucionalidad social, hay que buscar las formas de recuperar, aunque sea parcialmente, la deuda acumulada de la élite empresarial. Asimismo, suspender el pago de intereses de la deuda externa, mientras se negocia su condonación total o parcial, como se ha venido reiterando. Es la hora de la dignidad para hacer valer también nuestras condiciones.

La riqueza de este país no está en el subsuelo; está en el suelo y en los mares, al igual que el “tesoro” de la Isla de Coco está en su biodiversidad marina y terrestre, así como en su belleza paisajista. Y está en el verde de las montañas, en el rojo con pinceladas azules de las lapas, en el amarillo contrastando con el negro del tucán de mirada serena, en el exuberante esmeralda y turquesa de nuestros mares… También en la generosidad de los suelos, que bien trabajados nos aportan alimentos saludables.

Si el Covid19 es uno de los mejores dispositivos pedagógicos, como se ha señalado con acierto, atendamos a su mensaje que nos invita a propiciar relaciones más armónicas y vitalistas con la naturaleza.  El destino de la especie humana está implicado en el de la madre tierra. La salud humana también está implicada en la salud de la tierra.  

No hay que postrarse, ante la tentación de acceder a los “reinos de este mundo”, inducidos por un materialismo humana y espiritualmente empobrecedor. ¡Cuánto daño ha producido la frivolidad humana, producto de un cientificismo materialista depredador!, como denuncia la poetisa Gabriela Mistral.

*Imagen ilustrativa, biodiversidad, UCR.