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Etiqueta: Francisco Morazán

Bonapartista en Centroamérica

Por René Mauricio Valdez1

A la experiencia y conocimientos militares de este Jefe (el más instruido que ha venido a Centro-América), de lo que siempre he hecho mío en lo que ha estado a mi alcance, debo en gran parte nunca haber sido sorprendido ni sufrido jamás una derrota, en trece años de guerra casi continua, provocada por los desafectos a la República.
Francisco Morazán

1 Politólogo, académico, promotor cultural salvadoreño residente en Estados Unidos.

1.

Nicolás Luis Raoul fue un mayor de la Guardia Imperial francesa, un cuerpo de élite de Napoleón Bonaparte que era un ejército dentro del ejército, con sus propias divisiones de infantería y caballería. Nacido el 24 de marzo de 1788 en una comunidad del este de Francia, Raoul gozó de la confianza personal del Emperador, participó en forma destacada en varias de sus campañas y fue ayo o tutor de los hijos de su distanciado hermano Luis. Acompañó a Napoleón en su primer exilio en la isla de Elba, cercana a su Córcega natal, donde se instaló una corte imperial en miniatura con Raoul ocupando altas dignidades. Lo acompañó en su retorno triunfal al continente y en su rápida recuperación del gobierno francés, suceso que provocó la violenta reacción de las monarquías europeas que dio al traste con sus aspiraciones en cien breves días.

Después que Napoleón fue derrotado en 1815 y desterrado a un lugar mucho más distante e inaccesible (la isla de Santa Helena, una posesión inglesa ubicada a medio camino entre Brasil y Angola), el nombre de Raoul apareció en una carta incautada por la policía francesa (fechada en Filadelfia, Estados Unidos, donde residía José Bonaparte) en la que se le confiaba el mando de una operación que saliendo de la isla de Fernando Noroña en Brasil intentaría liberar a Bonaparte. La autenticidad de la carta fue puesta en duda, aunque se capturó a varios supuestos conspiradores, no a Raoul.

Aprovechando un cambio en el ministerio de guerra que favorecía a los antiguos militares bonapartistas, intentó reinsertarse en la fuerza como soldado profesional que era, poseedor de las más altas calificaciones obtenidas en la Escuela Politécnica y en el terreno. No obtuvo lo que buscaba y concluyó que no le tenían confianza. Tomó entonces una decisión drástica. Decidió retirarse y alejarse de la Francia y de la Europa post Bonaparte. Trató de sumarse a una colonia de bonapartistas en Tejas, la que supuestamente iba a independizarse de la Nueva España, pero fue clausurada poco antes de su arribo. Se trasladó a otra colonia bonapartista, en Alabama, que había obtenido tierras para producir vid y oliva. Raoul recibió 320 acres y poco después adquirió 159 más.

La vida en Alabama no le sentó. Inquieto e idealista, se entusiasmó con las noticias que llegaban de la América Latina y sus luchas independentistas lideradas por personajes que leían a Voltaire y admiraban a Napoleón. Intentó unirse a las tropas de Simón Bolívar, pero cuando arribó a tierras suramericanas fue informado que la victoria en Ayacucho en diciembre de 1824 había salvaguardado la independencia del Perú y que los ejércitos del Libertador no estaban particularmente necesitados de oficiales. Le propusieron, en cambio, ofrecer sus servicios a los centroamericanos.

Desde los tiempos del Plan de Iguala y la frustrada anexión a México, mexicanos y neogranadinos reclamaban a Centroamérica el abandono en que tenía su costa atlántica –despoblada y sin protección militar– lo que abría un flanco muy peligroso para la seguridad continental pues facilitaba los intentos de recolonización de España y las monarquías europeas (que presumiblemente se emprenderían desde Cuba), así como las ocupaciones territoriales de los ingleses, las que eran administradas desde su enclave jamaiquino y el territorio de Belice.

El abandono era más grave aun considerando que el istmo centroamericano era el único lugar por donde se podía pasar rápidamente del Atlántico al Pacífico, donde eventualmente se podría construir un canal interoceánico, lo que lo convertía en un activo muy apetecido por las grandes potencias y otros poderosos actores internacionales. Lejos de ser una región remota y desconocida, Centroamérica era “la puerta de entrada a la América hispana”, “el centro geográfico del mundo.” (Ver mapa).

Los colombianos canalizaron las referencias de Raoul a los centroamericanos quienes acogieron la propuesta no solamente por la escasez de oficiales de sus ejércitos, sino también y sobre todo por las excepcionales competencias que se atribuían al francés, por la aureola que lo envolvía como antiguo miembro de la Guardia Imperial y colaborador de Napoleón y su familia, por el ideario liberal que profesaba y por su decidido apoyo a la independencia en las Américas.

Cuando en 1825 el ministro centroamericano en Bogotá, Pedro Molina, ofreció a Raoul un contrato con la Federación como coronel inspector de artillería, con un salario de 3,000 pesos, Raoul contestó desde Mompós, el histórico centro de operaciones de Bolívar, aceptando con notable entusiasmo: “¿Qué no haré cuando se trate de la salvación e independencia de la patria que he elegido, cuando mis opiniones y principios coincidirán con mis deberes?”.

La situación de Centroamérica en el mundo

2.

Raoul llegó a la ciudad de Guatemala, la capital de Centroamérica, en junio de 1825. En poco tiempo se insertó en cuestiones de la primera importancia militar y política. Hizo muchos amigos y enemigos especialmente en Guatemala y El Salvador, estados con los dos tercios de la población y la economía de Centroamérica en donde se concentraban las actividades del gobierno federal. Su relación con el presidente de Centroamérica, José Manuel de Arce, fue complicada desde un inicio ya que Arce tuvo fuertes recelos contra el antiguo colaborador de Napoleón quien conquistaba espacios y acólitos rápidamente.

A petición de Arce, Raoul efectuó un reconocimiento en la “mortífera” región atlántica de Guatemala y Honduras y produjo un plan para proteger lo que llamó la “puerta de entrada al país”. La misión fue duramente objetada por el congreso federal que la consideró un intento de Arce de deshacerse de Raoul enviándolo por meses a una región remota e inhóspita de la que podía no salir con vida.

Raoul fue un actor prominente, a la vez que fue utilizado por parte y parte en varias facetas del formidable conflicto entre Arce, el congreso federal y los estados, el cual llevó a que Arce disolviera ilegalmente el congreso federal y ordenara el arresto de diputados y senadores, y al inicio de la primera etapa de la guerra civil. Fue en este momento que Raoul decidió, una vez más en su vida, retirarse de las armas y de la política y dedicarse a otras cosas. Se instaló en Amatitlán en Guatemala donde incursionó en la agricultura y en la fabricación de aguardiente. Promovió activamente, pero sin éxito el establecimiento de una escuela militar basándose en el modelo integral de la Escuela Politécnica de París.

Su repliegue duró poco. Un personaje poco conocido hasta el momento lideraba el “Ejercito Protector de la Ley” que intentaba desplazar a Arce, el dictador de Centroamérica, y restablecer la institucionalidad. El nuevo caudillo se llamaba Francisco Morazán, un hondureño de ascendencia italiana o corsa, quien lo convocó insistentemente para que prestara de nuevo sus servicios militares. Raoul decidió reintegrarse a las huestes de los liberales o “fiebres” y su hábil conducción de las tropas fue decisiva en la toma de Guatemala y la deposición de Arce por Morazán en 1828, como lo reconocieron unos y otros. En el campo de batalla Raoul “era más temido que el diablo”, “valía un ejército”. En compensación por sus servicios el gobierno de Morazán cedió a Raoul un tercio de la finca “Los Anís”, expropiada a la temida y odiada Orden de Santo Domingo, “con todos sus semovientes y útiles”, para que la hiciera producir.

El comportamiento revanchista de los liberales triunfantes, ansiosos de vengarse de los aristócratas chapines mediante masivos arrestos y saqueos, indignó a Raoul. Tenía amistades entre dichos “aristócratas” muchos de los cuales acudieron a su auxilio. (Raoul incluso llegaría a tener relaciones familiares con la “aristocracia” guatemalteca. Después de terminar su relación con una dama de honor de Carolina Bonaparte –la Marquesa Teresa Albini de Sinibaldi, quien abandonó a su marido, escapó con Raoul y procreó con él una hija en el sur de Estados Unidos– el francés contrajo nupcias en 1832 con una viuda guatemalteca de la alta sociedad, María Dolores Vidaurre).

Cuando los liberales anularon arbitrariamente los términos de la capitulación que había firmado Guatemala, Raoul presentó su baja a Morazán en lo que pareció ser una ruptura definitiva entre ambos. Sin embargo, se reconciliaron y durante años continuaron elogiándose mutuamente, al punto que Raoul habría declarado en París, mucho tiempo después, que “consideraba a Morazán superior a Napoleón”.

Por pedido de Morazán, Raoul dirigió a las tropas una vez más en dos importantes episodios en los que de nuevo puso de manifiesto sus formidables condiciones militares: la derrota de un levantamiento que con auxilio del gobierno mexicano Arce preparaba desde Quetzaltenango y desde el territorio supuestamente neutral de Soconusco, y el sometimiento de un levantamiento en Omoa en la costa atlántica de Honduras, liderado por un coronel mexicano previamente derrotado por Morazán que ahora promovía anexar Honduras a España.

Cuando aceptó encabezar las tropas, Raoul puso en claro que lo hacía en estricto cumplimiento de su deber y que no deseaba involucrarse en nuevas guerras civiles. El entusiasmo y compromiso con que llegó a Centroamérica no existían más:

Creo llenar un deber de ciudadano yendo a observar la conducta de una cuadrilla de bandidos que intentan trastornar la paz y la perfecta tranquilidad que goza el Estado; pero protesto con toda la energía de mi carácter, que, si las cosas vinieran a tomar el aspecto de guerra civil, el Gobierno no podría contar con mis servicios, porque no tengo las pasiones exaltadas que son indispensables para manejar los intereses de un partido: los intereses del deber serian entonces insuficientes.

Una vez cumplió con sus compromisos militares con su mítica eficacia, no dilató en presentar su baja y adelantar las gestiones para volver a Francia. Asuntos personales y eventos en Europa (la Revolución de Julio, el sitio de Amberes por los franceses) lo habían terminado de convencer de que el momento había llegado. Comenzó por ordenar sus bienes en Guatemala, los que dejó a su hijastro Alejandro Sinibaldi, hijo de la heroica Teresa. Luego, en marzo de 1833 se le registró vendiendo sus terrenos en Alabama mientras se encontraba en ruta hacia Francia a donde llegó en junio después de 13 años de ausencia.

Logró reinsertarse y progresar en la fuerza de su país, obteniendo importantes puestos de mando, el rango de coronel en 1836 y la Cruz de Comendador de la Legión de Honor en 1848. En el ínterin, intentó infructuosamente volver a Guatemala como cónsul de Francia. Finalmente sucumbió ante una erisipela gangrenosa el 20 de marzo de 1850, a los sesenta y dos años, días antes de que por ley le correspondiera jubilarse. Fue sepultado en Montparnasse.

3.

Lo hasta aquí expuesto resume un libro que recién llega a mis manos titulado Nicolás Raoul y la República Federal de Centroamérica. Escrito por el húngaro Adam Szaszdi, fue publicado en 1958 por el Seminario de Estudios Americanistas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, como resultado de una investigación en múltiples fuentes primarias y secundarias que permitieron al autor documentar su narrativa abundantemente. (Consideré necesario agregar una pincelada de mi cosecha en lo relativo a la cuestión del paso interoceánico por Centroamérica, un asunto del cual Szaszdi, al igual que muchos historiadores, no se da por enterado. El mapa de Centroamérica en el mundo y la referencia a la confederación suiza tampoco aparecen en su obra).

Escrito originalmente en húngaro, el libro exhibe una prosa clara y económica y se beneficia de una buena traducción. Contiene una plétora de datos que pudiera resultar abrumadora particularmente cuando navega las agitadas aguas de Centroamérica. Aquellos golpes y contragolpes, levantamientos varios e interminables guerras civiles han llevado a sociólogos como Edelberto Torres Rivas a caracterizar este periodo de la historia centroamericana como “anárquico”, y a otros como yo a recordar los versos del cubano Bouffartique interpretados magistralmente por Celia Cruz:

Songo le dio a Borondongo
Borondongo le dio a Bernabé
Bernabé le pegó a Muchilanga
Le echó burundanga
Le hinchan los pies.

Szaszdi, empero, no es simplemente un detallado cronista o un frívolo anticuario. A lo largo de su obra reflexiona sobre los problemas de fondo que en su criterio entorpecieron fatalmente el funcionamiento de la Federación y dejaron un legado muy duradero. En este respecto llama la atención la importancia que otorga a la agencia humana, a la que asigna mucho mayor peso que a factores de tipo estructural o institucional favorecidos en otros estudios. Influido tal vez por los trabajos del escocés Thomas Carlyle, Szaszdi propone lo que podría denominarse una teoría del gran hombre en la historia en clave negativa.

4.

Nuestro autor discute los problemas que se originaron por las ambigüedades que dejó la constitución federal de 1824 en lo relativo a las atribuciones del ejecutivo federal, el congreso federal y los estados. Nota que el gobierno federal duplicaba las atribuciones de los estados mientras que éstos reclamaban ser “libres y soberanos” y concedían a aquél solamente un papel semejante al de una alianza internacional. Paralelamente, el ejecutivo y el congreso federales se consumían en disputas sobre los alcances de sus respectivos poderes y mandatos.

En medio de niveles extremos de exaltación y parálisis, el congreso federal solicitó a Raoul que presentara un proyecto de reforma constitucional que ayudara a resolver el grave problema político de Centroamérica. Raoul acogió la solicitud con dedicación para aportar a la paz y no sólo a la guerra, como él mismo lo puso, pero muchos no lo vieron así. El asunto le costó fuertes contrariedades con Arce y sus seguidores.

En esencia, Raoul propuso dar forma jurídica a lo que veía como una realidad inescapable: reducir el protagonismo y las atribuciones del gobierno federal y limitarlo “a las funciones de mediar entre los Estados, asegurar su defensa y representantes en el extranjero”. Con esto procuraba minimizar las fricciones con el congreso federal y con los estados, salvar el lazo federal, aunque éste fuera muy tenue, y mantener la paz.

Al mismo tiempo, basándose en ideas del liberalismo burgués de la época, propuso constreñir los ámbitos de la política. Había que contener las libertades individuales para salvar la república. Apoyó la idea de suprimir el sufragio universal (causa en su opinión de periódicas e innecesarias agitaciones) y conformar un Estado estratificado con asambleas compuestas por representantes de “la clase media” (los comerciantes e industriales) y los terratenientes, quienes debían acreditar un mínimo de haberes para poder ser electos y electores.

Los tres poderes del gobierno federal serían reunidos en un solo cuerpo compuesto por cinco miembros, uno por cada estado. En lugar de ser electos, el jefe y el vicejefe del gobierno federal serian representantes de los estados, nombrados de entre este cuerpo colegiado siguiendo un procedimiento rotativo. En otras palabras, funcionarían de modo parecido a como lo hace hoy en día el ejecutivo colegiado de la confederación suiza.

Arce consideró estas ideas como una afrenta personal. Literalmente acusó a Raoul de ser la causa de todos los males, un maquiavélico que “se divertía con el daño que causaba a los centroamericanos”. “¡Ciudadanos Senadores… –exclamó Arce vehementemente ante la máxima Cámara –, si hemos de hacernos pedazos, que sea por los intereses de Centroamérica, o por el ínfimo centroamericano; pero que no sea… por un extranjero que se vale de nosotros mismos para destrozarnos!”.

Szaszdi anota que “el ciudadano Presidente debía padecer extrema ingenuidad, si verdaderamente creía que todos los problemas del país se originaron con el francés. La importancia de Raoul consistía en su asociación con los liberales. El problema pues, era la rivalidad entre los dos partidos, agravada, naturalmente, por los caracteres de los principales personajes, y … una general indiferencia por las consecuencias de los actos descabellados que se inventaban”. El juicio de Szaszdi es contundente: la estrechez de miras de los actores y su permanente actitud confrontativa clausuraron las posibilidades de transacción o arreglo y operaron en contra de la institucionalidad y la paz.

El problema de Centroamérica después de la independencia”, dice Szaszdi, “no consistía tanto en la falta de hombres capacitados, en la carencia de recursos o en la disonancia entre el carácter general del país y el sistema constitucional adoptado, como en la combinación monstruosa de los caracteres de los hombres que se hallaron en el primer plano.” Resalta los rencores de José Cecilio del Valle y las ambiciones desmedidas de José Matías Delgado. Presenta a un Arce engreído y sospechoso en grado extremo, rodeado de colaboradores intrigantes “hasta la inmoralidad” como el británico Guillermo Perks quien tuvo fuertes choques con Raoul. Según George E. Squier, representante diplomático de Estados Unidos en Centroamérica en esos días, Arce “fue el primer presidente y el primer traidor de Centro-América… que por sus crímenes estaba reducido a la triste condición de aventurero”.

José Francisco Barrundia (primer vicepresidente y después presidente de la Federación) “era un hombre fácilmente irritable y de un carácter destemplado… una verdadera dinamita bípeda.” Raoul mismo era muy sensible ante cualquier provocación y hacía “alarde de una franqueza que a veces llegó hasta el ultraje”. Otros personajes también reciben un severo juicio de parte de nuestro autor, quien concluye que de tal combinación de caracteres “no podía salir nada bueno”.

Morazán podría ser visto como una excepción en el triste reparto de esta tragedia –un asunto que Szaszdi no discute. Así lo sugieren sus biógrafos y algunos extranjeros ilustrados que se relacionaron con él de quienes cabe esperar juicios balanceados. John Lloyd Stephens, por ejemplo, el célebre descubridor de las ruinas mayas y autor del primer informe detallado sobre el posible canal interoceánico por Nicaragua, lo consideraba “el mejor hombre de Centroamérica”, alguien que, incluso según sus enemigos, “era ejemplar en sus relaciones privadas… y no era sanguinario”. El embajador Squier destacaba que era “el ídolo de un ejército republicano y regularizado”.

El carácter y el estilo del liderazgo de Morazán habrían sido una rara excepción y posiblemente también una vulnerabilidad considerando el ambiente en que se desenvolvía el líder centroamericano. Es posible que haya sido una de las causas de su primera gran derrota y de su salida al exilio, como tal vez también lo fue el hecho que Morazán, apenas cuatro meses después de la partida de Raoul, tuvo que enfrentar a las huestes de Rafael Carrera sin el concurso de su maestro invencible.

¿Quién mató a Francisco Morazán?

Por René Mauricio Valdez1

Cuanto más vemos, más capaces somos de ver
María Mitchell

1 Salvadoreño, doctor en ciencias políticas de la Universidad de Toronto, Canadá. Trabajó en instituciones de la administración pública de su país, de la integración centroamericana y de las Naciones Unidas.

Son muchos los hechos y circunstancias que me llevan a colocarle un signo de interrogación a la historia que se cuenta sobre la muerte de Francisco Morazán –acaecida en Costa Rica el 15 de septiembre de 1842, por fusilamiento, luego de un masivo levantamiento en su contra mientras ejercía como presidente de aquel país.

La narrativa prevaleciente es bastante bien conocida. Fue difundida desde muy temprano por varias proclamas que publicó Antonio Pinto, la primera el 11 de septiembre de 1842, cuatro días antes de que personalmente capturara y dirigiera el pelotón que fusiló a Morazán. A continuación, fragmentos de dichas proclamas, dirigidas “a los soldados de Costa Rica”, las que probablemente son la primera exposición de la versión oficial de los hechos:

Mucho tiempo ha de que el desenfreno de una ambición audaz meditaba recobrar, con el sacrificio de vuestra patria, la silla de que lo arrojó la opinión pública.

Cuando el caudillo comenzara a realizar su proyecto fatal, vosotros opusisteis la más firme resistencia…

Mañana ibais a marchar de justos invasores. El pretendido conquistador de Centro-América se soñaba dominarla; y vuestras vidas, intereses y honor, todo lo iba a sacrificar a sus conatos;

Vosotros habéis empuñado las armas; pero con el secreto designio de salvar a la Nación…

Soldados: me habéis proclamado vuestro jefe de armas y voy a tomar la parte que me corresponde en vuestra causa. (Proclama del 11 de Sept de 1842).

Un día después de que ejecutó a Morazán, Pinto suscribió un comunicado en calidad de “General en Jefe de los pueblos de Costa Rica” en el que reafirmó la proclama del 11 de septiembre y agregó un enigmático comentario:

Loor eterno a los valientes soldados que dirigidos por una mano oculta cargaron sobre sí el deber de recuperar vuestros derechos a costa de derramar su sangre.

En otras palabras, la historia oficial es que mientras ocupaba la presidencia de Costa Rica –luego de regresar del exilio y desplazar del gobierno al conservador Braulio Carrillo– Morazán intentó organizar un ejército centroamericano para restablecer el proyecto liberal de la República Federal de Centro-América, de la que él naturalmente sería el presidente. Los labriegos costarricenses, hartos de tanta guerra, se levantaron en masa contra el desenfrenado caudillo y lo fusilaron.

Un aspecto no tan recordado de la versión oficial es la críptica referencia que hizo Pinto a la “mano oculta” que dirigió a los alzados. Si salvar a la nación fue el “secreto designio” de los que empuñaron las armas contra Morazán, ¿cuál fue su designio manifiesto? Estas llamativas expresiones de Pinto apuntan hacia un silencio histórico firmemente enraizado que quiero contribuir a visibilizar.

La lectura alternativa que propongo requiere poner en valor cuestiones que son desconocidas o sólo tocadas de manera anecdótica por la inmensa mayoría de estudios. Por un lado, el papel dirigente que tuvieron en el episodio varios acaudalados europeos, residentes y con cargos políticos en Costa Rica, afines a Braulio Carrillo y a los dos potentes enemigos internacionales o externos de Morazán: la Corona inglesa y la Iglesia de Roma.

Por el otro, la decidida expansión territorial del imperio británico sobre Centroamérica durante este período, expansión que tuvo fuerte incidencia en los procesos políticos de la región y que es necesario escudriñar para captar en su justa dimensión los acontecimientos que culminaron con el fusilamiento de Morazán nada menos que un 15 de septiembre.

2.

Desde antes de la independencia de España y hasta fines del siglo 19 los ingleses se posesionaron por las armas de territorios, islas y aguas centroamericanas tanto en el lado del Atlántico como del Pacífico. Un funcionario inglés residente Belice estimó que, para mediados del siglo 19,

La suma de nuestras adquisiciones en Centro-America, excluyendo a las pequeñas islas de Roatán y del Tigre, es de 66,000 millas cuadradas… en que nosotros tenemos una autoridad sin oposición, siendo casi la tercera parte de Centro-América, igual á dos terceras partes del área de la Gran Bretaña (citado por E.G. Squier 1856, embajador de Estados Unidos en Centroamérica en esa época).

Dichas “adquisiciones” permitían al Imperio controlar localidades y rutas muy importantes para el comercio, pero sobre todo críticas con miras a lo que todos llamaban “la empresa más importante del mundo”: la construcción y el control del canal entre los dos océanos y el aseguramiento de sus rutas de aproximación y de salida.

La estratégica ruta interoceánica sólo podía construirse por algún punto del istmo que se extiende desde Tehuantepec hasta el Darién. La mejor opción era, de lejos, la vía de Nicaragua pues allí el canal prácticamente ya estaba hecho por la naturaleza (Rio San Juan en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica gran lago de Nicaragua Rio Brito por el lado del Pacífico).

El plan B era el Darién en Panamá, entonces parte de la Nueva Granada. Sin embargo, este proyecto estaba bastante más lejos que Nicaragua de las costas de Estados Unidos, requería adentrarse en una selva cerrada con un temido “clima maligno”, y realizar descomunales excavaciones a través de la columna de cerros que conforma la división continental –problema inexistente en Nicaragua.

Desde los primeros días de la vida independiente, varios gobiernos y movimientos políticos centroamericanos se autodefinieron liberales o convergieron entorno a principios básicos del liberalismo de la época, como la separación entre el estado y la iglesia y la oposición al colonialismo. Los libros de Jeremías Bentham eran comunes entre los jefes del partido liberal, anota el embajador Squier.

Los grupos y gobiernos “liberales” tenían su propio concepto del paso oceánico que querían construir. Reconocían que era un proyecto faraónico; le otorgaban la máxima importancia como motor de la prosperidad de la región y de la consolidación de la República Federal. Un “emporio del universo” lo llamó Simón Bolívar, que traería “a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo”. Trágicamente, terminó transformándose en poderosa causa de muchos males –especialmente para Nicaragua—, en particular, el fracaso de la reunificación política de la región. (Valdez 2024).

Querían un canal política y militarmente neutral bajo soberanía centroamericana, abierto sin discriminaciones al comercio mundial, no controlado con fines militares por una o más potencias, y menos aún si dicho control implicaba la ocupación de territorios de la república. Intentaron que se construyera mediante acuerdos internacionales que no lesionaran la soberanía territorial de Centroamérica y la neutralidad de la vía. Era un modelo que definitivamente no encajaba con la visión que tenía el Imperio. Contingencias europeas (la Revolución Belga de 1830-31) y la diplomacia victoriana de Lord Palmerston se mezclaron con procesos políticos de la región para producir el fracaso de las negociaciones canaleras con el Reyno de los Países Bajos, Francia y Alemania.

Los liberales opusieron resistencia a las ocupaciones territoriales empleando un modesto pero variado arsenal que incluyó acciones militares, económicas y políticas. Entre las últimas figuró prominentemente el unionismo –los reiterativos acuerdos firmados por los gobiernos para restablecer de manera inmediata la unión política entre los estados de la ex Federación. Todos los intentos unionistas que registra la historia centroamericana del siglo 19 y principios del 20 ocurrieron, invariablemente, como reacción a ocupaciones territoriales y otras graves amenazas de actores externos, y se resolvieron en el curso de los conflictos desatados por dichas ocupaciones y amenazas, involucrando tanto a actores internos como externos.

Lo que podríamos denominar el unionismo “real” (los acuerdos unionistas que fueron efectivamente suscritos) tuvo el propósito inmediato de coordinar la defensa y la diplomacia frente actores externos a la región, y sólo en lo mediato se propuso emprender un proceso hacia la conformación de un estado centroamericano, generalmente concebido como de tipo federal.

Los liberales del siglo 19 bloquearon las importaciones inglesas en protesta por las ocupaciones territoriales y, en numerosas ocasiones, acudieron a las armas. No aceptaron ceder Belice, las Islas de la Bahía, la Mosquitia nicaragüense y hondureña, San Juan del Norte y la Isla del Tigre y otros puntos en el Golfo de Fonseca, lo que determinó que el Imperio no otorgara el reconocimiento diplomático ni firmara tratados con la Federación Centroamericana y los estados “del centro” (El Salvador, Honduras y Nicaragua, los más unionistas), como si lo hizo con los estados “de los extremos” (Costa Rica y Guatemala) que mostraron en este período una posición mucho más conservadora y afín a la Iglesia de Roma y al imperio inglés, y más reacia al proyecto de reunificación.

Hasta fines del siglo 19 Estados Unidos apoyó al unionismo y al canal neutral bajo soberanía centroamericana como un medio de contención contra los ingleses. Con la recaída de la influencia británica hacia fines del siglo y la paralela emergencia de Estados Unidos como potencia dominante, este último país cambió su postura drásticamente. (Valdez 2004, Rodríguez 1964).

3.

La muerte de Morazán ocurrió durante una coyuntura especialmente álgida del expansionismo inglés en Centroamérica. En 1841 Inglaterra, con el apoyo de milicias miskitu (afrodescendientes que dominaban gran parte de la costa atlántica de Nicaragua y Honduras), ocupó la totalidad de las Islas de la Bahía (Roatán ya estaba tomada) y las declaró colonias, dependientes al igual que Belice de Jamaica –el próspero enclave azucarero, esclavista y naval inglés, declarado colonia en 1655, desde donde la armada de Inglaterra impuso su dominio sobre el Caribe incluyendo las costas de Centroamérica.

Al mismo tiempo se posesionó de San Juan del Norte –la estratégica entrada por el Atlántico al futuro canal, al que quería transformar en un “puerto libre” siguiendo el approach que usó en Asia para controlar lugares como Hong Kong y Singapur. Ante las protestas, los ingleses arguyeron que las Islas de la Bahía ya antes habían sido posesión inglesa y que Greytown (como llamaron a San Juan del Norte en honor al gobernador de Jamaica) era parte de la nación miskitu que estaba bajo protección inglesa por tratados suscritos con el rey de dicha nación. Todo lo anterior ocurrió poco menos de un año después de la derrota de Morazán por las fuerzas del guatemalteco Rafael Carrera y de la imposición de un férreo dominio conservador en toda la región.

Morazán se encontraba en Lima a punto de embarcarse junto con su mujer (Josefa Lastiri), la pequeña hija de ambos (Adela) y un grupo de fieles oficiales centroamericanos y europeos hacia lo que sería su exilio definitivo: Santiago de Chile. Con él estaba un veinteañero Gerardo Barrios quien una década y media más tarde tendría un rol protagónico durante los cuatro años que duró el período de las invasiones de William Walker (1856-1860), no como líder militar en el terreno sino ocupando los más altos cargos políticos a la cabeza del estado salvadoreño.

Habían sido muchas las cartas y muy frecuentes las visitas de los seguidores de Morazán en que le pedían que retornara pues él era quien podía y debía encabezar la resistencia a Rafael Carrera y a la amenaza inglesa. Liberales costarricenses apelaban a su auxilio para derrocar a Braulio Carrillo, tradicional adversario de Morazán quien después de un prometedor primer periodo presidencial se había declarado presidente de por vida — un arreglo que más tarde fue impuesto en Guatemala por Carrera.

No sin cavilaciones, Morazán había decidido seguir hacia el exilio, era lo mejor. Cambió de opinión cuando recibió una proclama del “Supremo Director” de Nicaragua denunciando que la integridad y la soberanía habían sido violadas una vez más por el “leopardo inglés”, que “tenía clavadas sus garras sobre las fértiles comarcas de San Juan del Norte.” La proclama llamaba a los centroamericanos de todas las filiaciones a defender la patria agredida. Es posible que no contaran con que Morazán –supuestamente ya en ruta hacia su lejano destierro– estaría entre los primeros en hacerlo.

Morazán canceló el viaje a Chile y con fondos proporcionados por “ilustres americanos” adquirió un bergantín llamado Cruzador, “y demás elementos bélicos para fletarlo en pie de guerra”. (Rodas 1920; Mejía 1986). De Lima navegó a Guayaquil, donde obtuvo más pertrechos. Luego emprendió un periplo sobre aguas del Pacífico centroamericano hasta que se detuvo en el Golfo de Fonseca, lo que disparó las alarmas de los gobiernos de la era Carrera.

Dichos gobiernos habían expresado su rechazo a las nuevas ocupaciones inglesas, pero trataban de mantener un delicado equilibro con el poderoso dictador pro-inglés de Guatemala bajo cuyo pesado yugo se encontraban. Nada como el retorno de Morazán para provocar a Carrera y a su “padrino”, como llamaban a Frederick Chatfield, el cónsul inglés en Centroamérica residente en Guatemala. (Woodward 1993, Rodríguez 1964,).

4.

El Cruzador se aproximó al lado salvadoreño del golfo y fondeó en la bahía del puerto de la Unión (nombre completo: “Puerto de la Unión Centroamericana”). Morazán y sus hombres desembarcaron sin encontrar resistencia –el comandante del puerto, un coronel de apellido Aguado, se había esfumado. Luego de un breve recorrido en el que efectuaron contactos y consultas, retornaron al Cruzador desde el cual, “sobre el mágico espejismo del bello Golfo de Fonseca” (Rodas 1920, 265), Morazán escribió una carta a los gobernantes centroamericanos en la que puntualizó la consigna del momento y pidió que le asignaran tarea (“Señálesenos el lugar que debemos ocupar y el Jefe a quien obedecer”), petición sobre la que no obtuvo respuesta:

La ocupación de una parte de la Costa Norte por un pueblo extraño como el de los “moscos” no podrá verse nunca con indiferencia porque equivale a perder para siempre un terreno que será con el tiempo a la República de gran utilidad; y porque la tolerancia de un hecho de tanta magnitud prepararía otros de igual naturaleza…. la ocupación del puerto S. Juan del Norte… es un golpe de muerte para la República, porque, a mi modo de ver, está cifrada su existencia nacional, la consolidación de un Gobierno y su bienestar y grandeza, en la abertura del gran canal interoceánico por el propio puerto de San Juan […] Con iguales motivos a los que han servido para usurpar este puerto, podrían más tarde ocuparse las Capitales de los Estados. (Santana 2019, 52; Rodas 1920, 267).

Morazán recomendó a los gobiernos que agotaran todas las instancias para tratar de alcanzar un entendimiento honorable con el invasor, porque, de lo contrario, sería ineludible inmolarse batallando contra un enemigo invencible (nótese que Morazán no menciona a Inglaterra que sin duda era el agresor en cuestión. Este silencio u omisión era común. En general en casos como éste optaban por usar lenguaje diplomático o ambiguo para referirse a la Corona o al gobierno inglés propiamente, y sólo se denunciaba a “súbditos ingleses” que habían ocupado territorios de la república):

[Si] no se pudiese lograr una transacción honrosa para la República, quedará por lo menos a los centroamericanos, la satisfacción de haberla procurado y la de acreditar al mundo entero, que, si se les coloca ante la humillación y la guerra, elegirán siempre el último partido, aún cuando tengan la certeza de no poder salvar más que el honor.

El Cruzador hizo movimientos dentro del golfo como para confundir al enemigo, antes de salir de nuevo a mar abierto. Emprendió una rápida incursión sobre Acajutla, donde Morazán desembarcó por unas horas también sin incidentes y realizó más contactos. La nave zarpó y giró hacia el sur, con destino, todos pensaban, hacia Nicaragua. En el camino se fueron sumando embarcaciones con hombres, armas y pertrechos, lideradas por fogueados oficiales centroamericanos y europeos. Entre los últimos estaba el francés Isidoro Saget, un cercano colaborador de Morazán que llegó a ostentar el rango de General y siguió combatiendo en roles prominentes después de la caída del líder.

Cuando la flotilla sorpresivamente se alejó de costas nicaragüenses, continuó hacia Costa Rica y se adentró en el Golfo de Nicoya, ya estaba compuesta por cinco embarcaciones: el Cruzador –el buque insignia– y los buques Josefa, Asunción Granadina, Isabel II, y El Cosmopolita.

Morazán desembarcó en el pequeño puerto de Caldera sin incidentes el 7 de abril de 1842. Braulio Carrillo envió tropas al mando del general salvadoreño Vicente Villaseñor para repeler a los invasores, pero cuando dichas tropas se encontraron con las de Morazán, suscribieron un acuerdo en un paraje conocido como “El jocote” y prosiguieron juntas la campaña en contra del presidente vitalicio, quien cedió la plaza sin ofrecer resistencia. Morazán fue recibido en San José con amplias muestras de júbilo. Fue nombrado presidente y poco después “libertador de Costa Rica” mediante sendos actos legislativos.

5.

El 17 de julio de 1842 los estados del centro suscribieron la Convención de Chinandega, la que dio origen a la Confederación Centroamericana. Más que una verdadera unión o gobierno, era un pacto defensivo que convocaba a liberales y conservadores que coincidían en que había que hacer algo frente a las ocupaciones inglesas –un compromiso para reclamar conjuntamente “al Gobierno de Su Majestad Británica sobre la ocupación que hayan hecho sus súbditos del territorio e islas de la República.” Los ingleses y Carrera bloquearon la Confederación lanzando su propio proyecto de confederación con capital en Guatemala y golpeando militarmente y con reclamaciones económicas a los estados del centro. (Rodríguez 1964).

Morazán reincorporó a Costa Rica a la unidad centroamericana días después de la creación de la Confederación. También recibió autorización legislativa para formar un “Ejército de Liberación de Centroamérica”, con el cual me parece claro que en lo inmediato no pretendía restablecer la unión, sino combatir las ocupaciones territoriales de los ingleses y los miskitu.

Apresuradamente, un grupo de prominentes conservadores costarricenses afines a Braulio Carrillo y encabezados por el próspero cafetalero catalán Buenaventura Espinach, se desplazó a conferenciar con el cónsul inglés, quien recibió un pormenorizado reporte sobre los acontecimientos. El hondureño Alex Palencia (2018) –quien ha realizado extensas investigaciones bibliográficas sobre la vida y obra del prócer– sostiene que fue en esta reunión que

se [planificó] la conspiración para neutralizar el proyecto de Morazán de unir a Centroamérica a través de una cruzada militar, acción… que frustraría el proyecto inglés de construir el canal interoceánico en San Juan del Norte en Nicaragua, principal motivo que causó la muerte de Morazán.1

Ninguna fuente que esté a mi alcance proporciona más información sobre este importante encuentro de Espinach con Chatfield o sobre las medidas que el Imperio tomó en seguimiento. Pienso que fue un asunto reservado sobre el que se intentó no dejar pistas. Lo cierto es que poco después — estando Morazán organizando el Ejercito Centroamericano y revirtiendo medidas anti populares de Carrillo– de entre los dispersos, pacíficos y modestos agricultores costarricenses emergió una poderosa fuerza de combatientes (5,000 según varios cronistas) que enfrentó a las tropas leales del gobierno y a los oficiales de Morazán, “con toda clase de armas” como dice Rodas, ocasionándose mutuamente numerosas bajas, hasta que capturaron al caudillo en su repliegue hacia Cartago con la falsa promesa de respetarle la vida.

El detonante de este llamativo levantamiento –emprendido por un pueblo pacifista y de recursos escasos que estaba harto de tanta guerra– habría sido un mal hadado y al parecer inexistente intento de Morazán de reclutar combatientes de manera forzosa para repeler una invasión nicaragüense en la región de Guanacaste. (“Jamás se emprende una obra semejante con hombres forzados” se lee en el testamento político de Morazán). Los costarricenses sorprendentemente habrían preferido no pelear en Guanacaste – por la que existía una fuerte disputa entre Costa Rica y Nicaragua– y en cambio optaron por armar el lío del siglo contra Morazán.

La invasión nicaragüense presumiblemente habría encontrado condiciones propicias para avanzar sobre Costa Rica ya que el país se encontraba convulsionado enfrentando con las armas a Morazán en la distante meseta central (Alajuela, Cartago, San José). Además, los costarricenses habrían expresado su deseo de no combatir a sus hermanos nicaragüenses, como lo pone una de las proclamas de Pinto. Sin embargo, no he encontrado referencias sobre lo que pasó con la invasión. Desaparece tan pronto comienza el levantamiento contra Morazán.

6.

¿Por qué habrán decidido fusilar a Morazán el 15 de septiembre? ¿No podrían haber esperado unos días, digamos hasta el 18, para que su muerte no enturbiara las alegres y patrióticas celebraciones de la independencia? ¿En ese momento y en el futuro? ¿Es que no tenían respeto por los sentimientos anticolonialistas que, pese a los reveses, primaban en toda América Latina?

Morazán y sus compañeros presos recién llegaban a San José desde Cartago el 15 de septiembre a la una de la tarde, cuando sorpresivamente fueron informados que su ejecución, por orden de Antonio Pinto, debía realizarse ese mismo día, sin más trámite ni dilación. La fecha de la ejecución no fue, pues, producto de una casualidad o de alguna inescrutable ironía del destino, sino de una decisión deliberada. ¿Por qué escogieron esa fecha?

La respuesta debemos buscarla, en mi opinión, en el hecho que no fueron costarricenses quienes concibieron y dirigieron el levantamiento contra Morazán, sino acaudalados europeos conservadores residentes en Costa Rica, con cargos políticos y fuertes vínculos con el consulado inglés, que no tenían simpatía por los ideales independentistas y soberanistas que representaba Morazán. Fusilarlo el 15 de septiembre les ofrecía una oportunidad única para expresar su desprecio por la tan cacareada soberanía de Centroamérica. La independencia era una efeméride liberal que disgustaba a la Europa monárquica y colonialista, y a la Iglesia de Roma. Enturbiar las alegres y patrióticas celebraciones de la independencia era justamente lo que querían.

Nótese que Antonio Luiz Pinto Soares era un coronel y marino mercante portugués. “Tata Pinto”, como le decían, nació en Porto en 1780, de padres acomodados, y murió en Costa Rica en 1865. Era de arribo reciente al país (circa 1810, ya con una treintena de años) y se dedicaba a la caficultura. Fue alcalde de San José. Todo indica que Pinto fue uno de aquellos militares y marinos portugueses que emigraron hacia el Brasil junto con la monarquía para escapar de Napoleón Bonaparte, pero que por circunstancias diversas se quedaron y establecieron en varios puntos de las Américas.

El apresurado traslado de la Casa de Braganza y la corte portuguesa hacia Rio de Janeiro en 1807, fue posible gracias al apoyo logístico y militar de los ingleses –enemigos de Bonaparte y financistas de las guerras europeas en su contra quienes terminarían derrotándolo en el Reino de los Países Bajos, en Waterloo (hoy Bélgica), en 1815.

Rodas subraya que Pinto Soares, “infame portugués, aventurero sin entrañas”, fue quien dio dirección a los insurrectos y quedó “como jefe de aquel movimiento criminal, que no tuvo por principio sino la odiosidad de afuera y la ingratitud y la traición de adentro.” El hondureño Ramiro Colindres O. (2007, 44) afirma que Pinto era una figura “estrechamente vinculada con Federico Chatfield, el notorio cónsul inglés.” Colindres es autor de una vasta historiografía sobre su país, incluyendo una Enciclopedia Histórica de Honduras en 16 tomos, y uno de los pocos historiadores que intenta adentrarse en la confabulación en que incurrió el Imperio para deshacerse del aguerrido “Simón Bolívar centroamericano.”2

Para capturar a Morazán, Pinto se valió de la mendacidad de Buenaventura Espinach, el otro europeo en posiciones de poder quien tuvo un papel protagónico en los acontecimientos. Espinach Gual era un acaudalado comerciante de oro y un innovador productor de café (introdujo el beneficio húmedo) nacido en Tarragona, Catalunya, en 1815, quien antes de llegar a Costa Rica vivió en México de donde fue expulsado por sus abiertas actividades en favor de La Corona y la Cruz. En 1839, a los 36 años, tuvo su primer hijo costarricense.

Fue Espinach quien viajó a conferenciar con Chatfield sobre la ofensiva que Morazán preparaba en Costa Rica. Fue él quien convenció a Isidoro Saget de que sus hombres no eran requeridos en Cartago porque Morazán estaba a salvo. Fue quien negoció la rendición de Morazán con la falsa promesa de respetarle la vida. “Declaro,” remarcó Morazán en el testamento político que dictó apresuradamente a su hijo horas antes de ser fusilado, “que al asesinato se ha unido la falta de palabra que me dio el comisionado Espinach, de Cartago, de salvarme la vida.”

Soy de la opinión que en este trágico episodio poderosos actores operando en el nivel internacional aprovecharon las disputas y calenturas que existían por Guanacaste entre Costa Rica y Nicaragua, para generar un incidente y movilizar a los aguerridos pero sencillos y manipulables labriegos costarricenses. No se puede descartar tampoco la posible participación de un número significativo de bien apertrechados soldados de fortuna –algo bastante común en ese entonces.

Después de la ejecución de Morazán, el “Tata Pinto” fue nombrado presidente de Costa Rica. Diecisiete días más tarde entregó la presidencia al costarricense José María Alfaro Zamora porque, supuestamente, “no quería el poder”. Sin embargo, permaneció como “comandante general de las armas” hasta 1844 y sostuvo la plaza frente a los remanentes de las fuerzas de Morazán que mostraban combativa presencia en varios puntos. Isidoro Saget impuso un bloqueo naval sobre Puntarenas hasta que su flotilla fue desbaratada por naves inglesas encabezadas por el buque Champion. “En su viaje de regreso, el Champion trajo a un representante del nuevo gobierno costarricense a negociar con Chatfield en Nicaragua.” (Rodríguez 1964, 256).

Morazán y sus compañeros capturados –heridos, algunos desfallecientes– hicieron un largo recorrido hacia el cadalso montados en bestias. Cuando llegaron a San José se formó una muchedumbre. Algunos se acercaron y pudieron hablar con los cautivos, registraron sus últimas frases:

Querido amigo, la posteridad nos hará justicia”, le dijo Morazán al general Vicente Villaseñor –su cercano colaborador desde el Acuerdo del Jocote.

¡Con que solemnidad celebramos la independencia!” ironizó con Diego Vigil.

Tranquilícese amigo; no se acongoje: morir hoy o mañana es lo mismo” le dijo al general Mariano Montealegre, quien llegó a despedirse de su entrañable amigo y a quien entregó “el pañuelo que llevaba sobre su pecho” para que se lo lleváse a Josefa.

Notablemente, se encontró con “un señor Guevara, que era jefe de sección, a quien llama para decirle: ´vea que no se pierdan los papeles de la cuestión inglesa´.” (Rodas 1920, 309-314).

Dice Rodas que “Nada hubo en tan inmensa multitud que denunciase regocijo por aquel acto inhumano que quizás rechazaba su consciencia”. El costarricense Vicente Sáenz (1942) cita a un “viejo historiador” de su país: “no se oyó…una injuria, ni siquiera una voz descompuesta. En aquella multitud reinaba un silencio de muerte”.

7.

Dejo hasta aquí este expediente. Comprendo que es incompleto y que he debido acudir mayoritariamente a evidencias indirectas y a fuentes secundarias. Considero, sin embargo, que hay bases suficientes para que los argumentos presentados sean considerados seriamente e investigados con mayor profundidad y rigor. Debemos seguir la pista a la reunión de Espinach con Chatfield, a los movimientos y carga de la Royal Navy en la zona, a Guevara el jefe de sección, a los papeles de la cuestión inglesa, a los desplazamientos del cónsul inglés, entre otros asuntos. Confirmamos una vez más el dictum methodologicus de Jeffrey Sachs: “todos los problemas del mundo remiten a los británicos”.

Debo advertir que la “arqueología política forense” que propongo no es tarea fácil. Es cierto que Rodríguez y Woodward, entre otros, encontraron múltiples evidencias en periódicos, correspondencia y archivos que atestiguan contundentemente las múltiples operaciones de los ingleses en la región, así como sus objetivos y aspiraciones. Sin embargo, me hago pocas ilusiones de que encontremos con similar facilidad y abundancia evidencias que los incriminen directamente en el asesinato de Morazán.

En contraste con los bombardeos, desembarcos y ocupaciones (poseedores de una materialidad incontestable sobre la que se reportaba frecuentemente en correspondencia, periódicos y archivos), lo de Morazán fue una operación encubierta de los ingleses, clandestina, algo que supuestamente no ocurrió, un episodio del que sólo dejaron rastros tóxicos para desorientar y desmoralizar.

Estamos ante la producción de un genuino silencio histórico en el sentido que lo discute el haitiano Michel-Rolph Trouillot (2017), el cual revela su abarcadora presencia (o ausencia) en todos los momentos que conlleva la elaboración de narrativas históricas: la generación de hechos y datos, de fuentes y archivos, y de interpretaciones.

Nos referimos a un magnicidio perpetrado secretamente por el Imperio en procura de intereses estratégicos cardinales. ¿A quién o a qué más podía referirse el Tata Pinto cuando habló de la mano oculta que dirigió a los alzados? ¿Fue acaso esta mención una torpeza de Pinto? No lo creo. Detrás del operativo contra Morazán estaban los ingleses y era conveniente que se supiera, que se tuviera presente, aún y cuando no se pudiera hablar de ello. Tan políticamente incorrecto era el asunto. Y tan peligroso.

Mientras dilucidamos estas cuestiones quisiera hacer dos sugerencias: que la historia usual sobre este episodio sea declarada sospechosa de haber sido fraguada por los victoriosos enemigos de Morazán y de Centroamérica unida, y que toda celebración del 15 de septiembre comience con un silencio en honor de aquellos valientes.

José Antonio Save, un bardo que vivió entre 1840 y 1869, tenía razón, ¡carajo!:

Muchas hazañas hoy cuentan del valiente Morazán

y son los primeros cuentos que veo que son verdad.


Referencias

Colindres O., Ramiro. 2017. Francisco Morazán: vida y obra del héroe y mártir de la

independencia y unificación centroamericana (1792-1842). Tegucigalpa: Graficentro Editores.

Mejía, Medardo. 1986. Historia de Honduras (Vol. III). Tegucigalpa: Editorial

Universitaria.

Palencia, Alex. 2018. Morazán. (La película). Honduras: El Pulso, 26 de junio.

https://elpulso.hn/2018/06/26/morazan-la-pelicula/

Quintana, Litza. 1991. La batalla del amor: María Josefa Lastiri. Tegucigalpa: Academia

Hondureña de Geografía e Historia.

Rodas M., Joaquín. 1920. Morazánida: de la epopeya, la tragedia y la apoteosis.

Quetzaltenango: C. D. Suasnávar.

Rodríguez, Mario. 1964. A Palmerstonian Diplomat in Central America. The University

of Arizona Press.

Rosa, Ramón. 1974. Historia del Benemérito Gral. Don Francisco Morazán, ex

Presidente de la República de Centroamérica. Tegucigalpa: Ministerio de

Educación Pública (también en edición digital de la biblioteca virtual Miguel de

Cervantes, 2012).

Sáenz, Vicente. 1942. “Cómo murió Francisco Morazán”. Periódico El Popular, 11 de

Septiembre. (Disponible en internet).

Santana, Adalberto. 2019. El pensamiento de Francisco Morazán. San Salvador:

Editorial Universitaria, Universidad de El Salvador. Primera edición corregida y

aumentada.

Squier, Ephraim George. 1856. Compendio de la historia política de Centro-América.

París: G. Gratiot.

Stephens, John Lloyd. 1841. Incidents of Travel in Central America, Chiapas and

Yucatán. Forgotten Books 2018. 2 Vols.

Szaszdi, Adam. 1958. Nicolas Raoul y la República Federal de Centro América. Madrid:

Gráficas Bachende.

Trouillot, Michel-Rolph. 2017. Silenciando el pasado: el poder y la producción de la

Historia. Editorial Comares. Traducción de la primera edición en inglés publicada

en 1995.

Valdez, R. M. 2024. La estrategia del puercoespín: Centroamérica y el paso entre los

Océanos, 1821-1969. San Salvador, edición de las universidades

Evangélica de El Salvador y Don Bosco.

Woodward, Jr., Ralph Lee. 1993. Rafael Carrera and the Emergence of the Republic of

Guatemala, 1821-1871. The University of Georgia Press.


1 Palencia hace esta anotación en el marco de una devastadora crítica al largometraje hondureño “Morazán” –un compendio confuso de la historia oficial sobre los últimos días de Morazán en Costa Rica, según el cual Antonio Pinto y la iglesia católica intentaban salvarle la vida al líder centroamericano. Los ingleses no aparecen en el libreto.

2 Algunos hacen paralelismos y contrastes entre Morazán y Bonaparte –notablemente, el francés Nicolás Raoul quien combatió bajo las órdenes de ambos. (Véase Szaszdi 1958). Paralelismos por la astucia de sus planes de guerra. Contrastes por la gran diferencia en educación militar (Napoleón asistió a los mejores colegios) y por el egocentrismo de Bonaparte –algo de lo que no padeció Morazán, según la mayoría de los biógrafos. John L. Stephens (1841) –célebre descubridor de las ruinas mayas, autor del primer informe detallado sobre el posible canal por Nicaragua, quien tuvo amistad con Morazán — escribió que era el “mejor hombre de Centroamérica […] sus peores enemigos admiten que era ejemplar en sus relaciones privadas, y que … no era sanguinario”. Según unos, los ancestros de Morazán emigraron a Honduras desde Córcega, tierra natal de Bonaparte, de lo que el prócer se mostraba orgulloso (el apellido original Morazzani fue castellanizado). Otros aseguran que sus raíces vinieron de Roma. En contraste con Bonaparte, Morazán era un hombre alto y de “buen ver.” En su juventud le decían “el niño bonito de Tegucigalpa”. (Quintana 1991).

Faltan nombres en el Salón de Jefes de Estado y Presidentes de la República de la Asamblea Legislativa

Vladimir de la Cruz

La Asamblea Legislativa tiene un Salón especial dedicado a exhibir en cuadros al óleo a quienes han dirigido el Estado y la República, todos pintados por grandes y reconocidos artistas.

El Salón se conocía como el de Ex Jefes de Estado y de Ex Presidentes, cada uno con una plaquita que indicaba el período de tiempo en el cual cada uno de ellos había desempeñado ese cargo.

El Salón hace poco tiempo cambió su nombre para indicar que allí se exhiben a quienes han ejercido como Jefes de Estado y como Presidentes de la República, y hoy se denomina como debe ser, Salón de Jefes de Estado y de Presidentes de la República, precisando correctamente que durante el tiempo que se señala en esas plaquitas ejercieron ese cargo, y no como equivocadamente se podía leer en la plaquita que fueron ex Jefes de Estado y ex Presidentes en el tiempo que la plaquita señalaba.

Todavía al Salón le falta destacar, al menos con dos grandes placas en donde se recojan sus nombres, la lista de quienes dirigieron el país en el período que va desde la proclamación de la Independencia, el 29 de octubre de 1821 hasta el momento que asumió como primer Jefe de Estado, Juan Mora Fernández.

Declarada la Independencia el 29 de octubre de 1821, se mantuvo en el cargo de jefe Político subalterno el último Gobernador colonial, Juan Manuel de Cañas, mientras la decisión tomada en Cartago el 29 de octubre se juraba y aceptaba en los pueblos. El 12 de noviembre fue desconocida su autoridad provisional que ostentaba y en su lugar hasta el 8 de setiembre de 1823 “gobiernos” colegiados, con precisas denominaciones, unos de muy corto plazo, otros de un plazo más largo, dirigieron el país.

Los gobiernos de las Juntas, en su orden, fueron los siguientes:

La Junta de Legados de los Pueblos, que gobernó desde el 12 de noviembre hasta el 1 de diciembre de 1821. Entre otras cosas actúo como Asamblea Constituyente al dejar el 1 de diciembre aprobado el “Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica o Pacto de Concordia”, conocido como la Primera Constitución Política de nuestro período independiente. Fue presidida por el Presbítero Nicolás Carrillo Aguirre.

La Junta Interina, que gobernó desde el 1 de diciembre de 1821 hasta el 5 de enero de 1822, la cual fue presidida por el Presbítero Pedro José Alvarado.

La Junta Electoral, que gobernó desde el 5 al 12 de enero de 1822, la cual fue presidida por Rafael Barroeta Castilla.

La Primera Junta Superior Gubernativa que gobernó desde el 13 de enero hasta el 31 de diciembre de 1822. Esta Junta tuvo cuatro personas que la presidieron. Ellos fueron, durante todo el año, alternando, Rafael Barroeta Castilla, Santiago Bonilla Laya, José María Peralta y José Rafael Gallegos.

La Segunda Junta Superior Gubernativa que gobernó desde el 1 de enero hasta el 14 de marzo de 1823, la cual fue presidida por José Santos Lombardo.

Le siguió la llamada Diputación Provincial o Triunvirato desde el 14 de marzo hasta el 29 de marzo de 1823, que fue presidido por Rafael Francisco Osejo.

Le siguió el período de los Comandantes Generales, desde el 29 de marzo hasta el 16 de abril de 1823, que fue presidido por Joaquín de Oreamuno desde el 29 de marzo hasta el 5 de abril y por Gregorio José Ramírez, desde el 5 hasta el 16 de abril de 1823.

Le siguió el llamado Congreso Constituyente desde el 16 de abril hasta el 6 de mayo de 1823, que fue presidido por José María Peralta.

Finalizó este período con la instalación de la Tercera Junta Superior Gubernativa que gobernó desde el 6 de mayo hasta el 8 de setiembre de 1823, la cual fue presidida por el Presbítero Manuel Alvarado.

A partir del 8 de setiembre de 1823 asumió como Jefe de Estado el educador Juan Mora Fernández, en su primer período de gobierno prolongado consecutivamente por dos períodos más hasta el 8 de marzo de 1833, siguiéndole José Rafael Gallegos, quien había presidido durante un breve tiempo la Primera Junta Superior Gubernativa.

En el conocimiento histórico general a todo este período se le resume diciéndole el período de las tres Juntas Superiores Gubernativas.

Empezamos a llamarnos Estado de Costa Rica justamente a partir de ese 8 de setiembre de 1823, cuando empezamos a participar de los gobiernos federales de toda Centroamérica, en un primer momento en las Provincias Unidas del Centro de América y en el de la República Federal del Centro de América.

Bajo la organización federal de Centro América nos mantuvimos hasta 1838, ya que este año Nicaragua, Honduras y Costa Rica se retiraron de la Federación lo que condujo a su desintegración, a pesar del intento que hizo Francisco Morazán en 1842 por restituirla.

Durante el período de la República Federal, Costa Rica participó de sus estructuras políticas institucionales. Se aceptó el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y El Poder Judicial, como estructuras superiores de gobierno para toda Centroamérica. Se impuso también la Constitución Política Federal. Estas instancias político institucionales se reprodujeron en cada uno de los países que constituían la República Federal, cada uno con su Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y cada uno con su propia Constitución Política específica.

De esta manera, en 1825 se organizó Costa Rica bajo la forma del Estado de Costa Rica, hasta el 31 de agosto de 1848, cuando el Dr. José María Castro Madriz ratificó la declaratoria que había hecho el Congreso, en ese mismo sentido, el día anterior, el 30 d agosto de 1848. Desde entonces nos reconocemos y se nos reconoce internacionalmente como República de Costa Rica.

Así, dentro de la Federación, como Estado de Costa Rica, elegimos desde 1824 hasta 1847 a los Jefes de Estado y a partir de la República en 1848, elegimos a los Presidentes de la República, como las supremas autoridades políticas nacionales. Al Dr. José María Castro Madriz desde el 8 de mayo hasta el 31 de agosto de 1848 se le llamó Presidente de Estado.

Mientras fuimos parte de la República Federal de Centroamérica tuvimos como autoridades políticas superiores, para toda la región, en el Poder Ejecutivo, a los Presidentes de la República Federal, que fueron a su vez presidentes de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, como lo son hoy, por ejemplo, los presidentes de Estados Unidos de América, de México, de Venezuela o de Brasil, para los Estados que constituyen esas repúblicas o grandes países, cuyas autoridades estatales son los llamados Gobernadores.

De esta forma, nos falta en el Salón de Jefes de Estado y de Presidentes de la República, que está en la Asamblea Legislativa, la placa que también recuerde a los Presidentes de la República Federal de Centroamérica, que por esa razón fueron presidentes de Costa Rica.

Los Presidentes de la República Federal entre 1825 y 1838, fueron, en su orden: Manuel José Arce (1825), Francisco Morazán (1829), José Francisco Barrundia (un breve período de 1829), Francisco Morazán (1830-1834), José Cecilio de Valle (un breve período de 1834) y Francisco Morazán (1834-1838).

El período de la República Federal fue muy importante para toda la región. Fue la República la que era reconocida internacionalmente, y así asistió al Congreso Anfictiónico de Panamá, de 1826, representada por Antonio Larrazábal y Pedro Molina, persona muy importante para la Historia de Costa Rica en esos primeros años de Independencia hasta la Guerra contra los Filibusteros estadounidenses.

El que se reconozca a estos personajes como autoridades superiores de Costa Rica de aquellos años, contribuiría a mejorar el conocimiento de la Historia Patria, y el conocimiento de las raíces de nuestras relaciones intrarregionales, toda vez que en Guatemala, Honduras y El Salvador, particularmente, se cultiva el conocimiento de este período histórico y se exalta, de diversas formas el sentimiento unionista, centroamericanista, que se sigue enseñando y fomentando en las escuelas, colegios y en la vida cotidiana.

Recientemente asistí, para el 1 de julio, a Honduras invitado por su Ministerio de Educación, a celebrar la fecha que ahora exaltan de Independencia de Honduras, relacionándola con el 1 de julio de 1823, cuando el Congreso Centroamericano estableció que ese Día se había declarado la Independencia Absoluta de Centroamérica de España y de cualquier otro país, fecha que Honduras está celebrando nacionalmente como su fecha de Independencia.

La figura de Francisco Morazán es totalmente reivindicada, estudiada, analizada y exaltada. Ese primero de julio hicieron pública una investigación sobre el breve viaje de Morazán a Perú, antes de llegar a Costa Rica, en 1842.

La Asamblea Legislativa debe completar la lista de gobernantes costarricenses en el Salón de Jefes de Estado y de Presidentes de la República.

Compartido con SURCOS por el autor.

FORO: ¡Morazán vive! Sábado 1 de octubre

 PROGRAMA

FORO: ¡Morazán vive!

D19: LIBRE USA-CANADA-COSTA RICA

Y SECRETARIA DE LAS CULTURAS, LAS ARTES Y PATRIMONIOS DE LOS PUEBLOS DE HONDURAS.

Sábado, primero de octubre de 2022

Hora: 5:00pm-6:45pm. Hora de Centro América

Duración hora y cuarenta y cinco minutos.

1. 4:30pm-5:00: Ingreso al Zoom.

2. 5:00-5:05: Ingreso al Facebook.

3. 5:05-5:08: Lucy: Apertura/Palabras de bienvenida y presentación de las moderadoras María Elena e Ivonne.

4. 5:08-5:10: Maria Elena, se presenta y presente el video “La pena del General” Interpretado por Pavel “Pavelin Núñez.

5. 5:10-5:15: Video “La pena del General” Pavel Núñez. Francia.

6. 5:15-5:16: Ivonne presenta a la ministra de Las Culturas, las artes y Patrimonios de los Pueblos, Dra. Anarella Vélez Osejo con el tema “El legado revolucionario de María Josefa Francisca Úrsula de La Santísima Trinidad, Lastiri Lozano, viuda de Travieso de Morazán”.

7. 5:16-5:26: Presenta la Dra. Anarella Velez con tema “10 minutos.

8. 5:26-5:27pm: Ivonne agradece a la Dra. Anarella Vélez.

9. 5:27-5:29pm: María Elena se presenta al ex Embajador de Costa Rica en Canadá, empresario y descendiente de Morazán, Sr. Mauricio Ortiz con el tema “Visión familiar de Morazán”.

10. 5:29-5:39pm: Presentación del Sr. Mauricio Ortiz. 10 minutos.

11. 5:39-5:40pm: María Elena agradece.

12. 5:40-5:41pm: Ivonne presenta al escritor, periodista y Embajador de Honduras ante la OEA, Roberto Quesada con su tema “Morazán y la visión desde EE. UU y de los intelectuales Latinoamericanos”.

13. 5:41-5:51pm: Expone Roberto Quesada. 10 minutos.

14. 5:51-5:52pm: Ivonne agradece.

15. 5:52-5:53pm: María Elena presenta al historiador y especialista en asuntos Lenkas, profesor Roger Danilo Vázquez, con su tema “Legado de Morazán en El Salvador”.

16. 5:53-6:03pm: Expone el profesor Danilo Vásquez. 10 minutos.

17. 6:03-6:05pm: María Elena agradece y presenta el videíto “Cuadro de Morazán en La misión de Honduras en La OEA”, pintado por el artista plástico, hondureño radicado en Costa Rica, Roy Marín Hernández. 3 minutos.

18. 6:05-6:08pm: Corre video.

19. 6:08-6:09pm: Ivonne presenta al poeta, historiador, antropólogo, presidente del Partido Vanguardia Popular de Costa Rica y ex catedrático de la Universidad de Costa Rica, Trino Barrantes Araya con su tema “Morazán en Costa Rica… Un revolucionario de principios”. Un juicio sumario, un crimen de Estado.

20. 6:09-6:19pm: Expone Trino Barrantes. 10 minutos.

21. 6:19-6:20pm: Ivonne agradece.

22. 6:20-6:21pm: María Elena presenta al director de Casa de Casa Morazán, abogado Carlos Turcios con su tema “La urgencia de mantener viva la figura de Morazán en Honduras y el mundo”.

23. 6:21-6:31pm: Expone el abogado Carlos Turcios. 10 minutos.

24. 6:31-6:32pm: María Elena, agradece.

25. 6:32-6:37pm: Lennys informa sobre el monitoreo de las redes. 5 minutos.

26. 6:37-6:40pm: Lucy agradece a todos los participantes y se cierre de transmisión por Facebook

Morazán, “El Genio Poderoso” a Honduras

Lic. José A. Amesty R.

01-diciembre-2021

Nos hemos informado, sobre el posible triunfo en Honduras, de la candidata a la presidencia Xiomara Castro, del partido Libertad y Refundación (Libre) y esposa del derrocado Manuel Zelaya.

Si el recuento de votos no da un vuelco inesperado, hasta el lunes pasado, según los datos provisionales, se trata de una victoria por goleada, por más de 20 puntos, frente al candidato conservador Nasry Asfura con el 51,4% de los votos contabilizados.

Y resaltamos, las expresiones “el derrocado Manuel Zelaya” y “vuelco inesperado”, porque fue lo que aconteció con Manuel Zelaya, y no deseamos ocurra con el triunfo de Xiomara Castro, recordemos…

En la madrugada del domingo 28 de junio 2009, fuerzas militares secuestraron al presidente de Honduras, Manuel Zelaya, con lo que se perpetró un golpe de Estado contra el mandatario centroamericano, que había convocado a una consulta popular para decidir sobre el establecimiento de una Asamblea Constituyente que habilitara una reforma constitucional.

Este golpe de Estado a Manuel Zelaya en el 2009, fue un golpe al corazón del pueblo hondureño, los resultados los hemos visto: familias migrando en grandes caravanas. El narco-Estado de Felipe Calderón y Peña Nieto, hicieron mella en territorio centroamericano, los canallas sin escrúpulo alguno decidieron hacer de Honduras, la versión centroamericana de Colombia.

Ahora, en el año de la posible post pandemia, sucedió lo inverosímil, Honduras decide ponerse en pie, honrando a todos los que fueron silenciados a la mala, a todos los que fueron lanzados al exilio y al olvido, a todos los que quedaron en el camino de la ruta migratoria, a todos los que jamás volverán, a todos los que sueñan con el regreso, a los que añoran.

Y no es tarea fácil la que tiene Xiomara Castro, pero sabemos que con dignidad, amor, humildad, memoria y ahínco podrá desempeñar a cabalidad la responsabilidad que ha depositado el pueblo hondureño en ella; esperando que cumpla las promesas de campaña, sin olvidar a los pueblos originarios, al arrabal, los derechos de género que tanta falta hacen en Honduras, a los miles de hondureños que añoran el retorno desde la diáspora, entre muchas otras.

Y no la tiene fácil, además, ¿porque qué país recibe?

  1. Honduras se ha visto golpeada por los efectos del cambio climático y el azote de dos huracanes a finales de 2020. Lo que ha provocado el desplazamiento de cientos de miles de personas y ha agravado las condiciones de vida en muchas regiones del país.

Esto ha generado un éxodo masivo de sus ciudadanos, que constantemente llegan a la frontera de Estados Unidos en busca de mejores oportunidades.

No obstante, aunque la próxima presidenta de Honduras, heredará un país con un crecimiento entre el 8% y 9% este año, también deberá afrontar una elevada deuda externa con una cifra de 2.074 millones de dólares que deberá pagar en 2022 según cifras del Banco Central.

“El nuevo gobierno heredará una situación en la que no estará vigente un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y eso implica que su prioridad será intentar suscribir uno nuevo. En el fondo, este va a definir también el conjunto de políticas públicas y en buena medida la manera para resolver los problemas financieros”, explicó Mauricio Díaz, director del Foro Social de la Deuda Externa de Honduras (Fosdeh).

El nuevo gobierno enfrentará problemas para financiar el presupuesto nacional de 2022, que rondará los 12.790 millones de dólares, apuntó Díaz.

Mientras tanto, la tasa de pobreza en Honduras podría situarse al cierre de este año en el 80 % y el número de desempleados superaría los dos millones de personas, según economistas y organizaciones obreras.

  1. Desde 2013, cuando Juan Hernández era candidato a la presidencia, fue señalado por presuntamente haber aceptado un soborno monetario y el acceso al laboratorio de cocaína del narcotraficante Geovanny Fuentes Ramírez, a cambio de cubrir sus acciones ilícitas usando al Ejército Nacional. Declaraciones que también fueron respaldadas por fiscales estadounidenses durante varios años.

Hernández ha rechazado esas acusaciones y ha afirmado que no tiene ningún vínculo criminal. Hasta ahora, no ha sido acusado formalmente de ningún cargo.

En 2016, su hermano menor Juan Antonio Hernández fue hallado culpable de traficar toneladas de cocaína a Estados Unidos y en marzo de 2020 fue condenado a cadena perpetua por este delito.

Después de este suceso, el presidente se ha mostrado con mano dura contra el narcotráfico y ha entregado en extradición a Estados Unidos a varios de los implicados.

En el estrado, los narcotraficantes han hablado de sus vinculaciones con Hernández, sin embargo, éste ha mencionado que solo son “mentiras que afirman ante las cortes de los Estados Unidos, buscando que las condenas sean menores”.

  1. En el gobierno de Juan Orlando Hernández, el índice de Estado de derecho de 2019, diseñado por el World Justice Proyect (WJP), ubicó a Honduras con un indicador del 0,4 posicionando al país como antepenúltimo en toda América Latina y donde la categoría de justicia penal se registró como su peor indicador.

Según informes oficiales, antes de su mandato en 2013, Honduras tenía una tasa de 77,4 asesinatos por cada 100.000 habitantes, una situación que mejoró con su llegada al poder al registrar 37,6 asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2020.

Sin embargo, los hondureños en la realidad viven en escenarios de crimen organizado en las calles con una cifra de al menos 10 muertos diarios en acciones violentas por bandas criminales.

  1. Después de que la oposición calificara como “fraudulentas” las elecciones en las que ganó Juan Orlando Hernández, su administración ha sido empañada por múltiples denuncias de corrupción.

Los señalamientos a su gobierno aumentaron luego de que el Parlamento hondureño no permitió la continuidad de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (Maccih) en enero de 2020, la cual estaba relacionada con un acuerdo entre el país y la Organización de Estados Americanos (OEA).

La decisión del legislativo se presentó luego de que la Maccih, dejó evidencia sobre la captura y el encarcelamiento en 2018 de la ex primera dama Rosa Elena Bonilla, esposa del expresidente Porfirio Lobo (2010-2014), quien actualmente cuenta con un juicio en curso.

El mismo Parlamento también se ha visto salpicado por denuncias de corrupción a varios de sus diputados, la mayoría de ellos pertenecientes al Partido Nacional, al que pertenece el presidente hondureño.

Lamentablemente, Honduras aún no ha podido desligarse de un pasado turbulento marcado por el golpismo, el poder de las clases conservadoras y el siempre presente intervencionismo norteamericano implícito y explícito. Antigua colonia española, desde 1840 hasta el decenio de 1980, este país centroamericano fue frecuentemente dirigido por dictaduras conservadoras.

Y es uno de los países más pobres del continente, y conocido mucho tiempo como una “república bananera”. Está ubicado en América Central, bordeado por Nicaragua, El Salvador y Guatemala, y tiene costas del lado del Pacífico y sobre todo del lado del Caribe. Tiene una superficie de 112.492 kilómetros cuadrados y una población de unos 5,5 millones.

El 63% de las familias hondureñas sufren de desnutrición, miles de chicos viven en la calle y más del 55 % está desempleado. Una vez más esta situación no importa y los poderosos intereses de los militares se han adueñaron del país.

Por supuesto, la esperanza que tiene este país, es el regreso del espíritu de Morazán, por medio de Xiomara Castro.

Porque como señalara José Martí, Morazán fue “un genio poderoso, un estratega, un orador, un verdadero estadista, quizás el único que haya producido la América Central”.

José Francisco Morazán Quesada, fue un militar y político hondureño que gobernó la República Federal de Centro América durante el turbulento periodo de 1830 a 1839.

¿Qué hizo Francisco Morazán?

Fue conocido como el Paladín Centroamericano. Intentó transformar a Centroamérica en una nación grande y progresista. Durante su gestión como mandatario de la República Federal, Morazán promulgó las reformas liberales, las cuales incluyeron: la educación, libertad de prensa y de religión entre otras.

¿Cuál fue uno de los sueños de Francisco Morazán?

El hondureño Francisco Morazán, llegó a ver cumplido su sueño de una Centroamérica unida en una sola nación. Destacaba José Martí “la sombra de Bolívar, que soñó para la América del Sur una sola nación… y la sombra de Morazán, incrustando en su espada triunfante las cinco repúblicas de la América del Centro”.

¿Cuál fue el legado que dejó Francisco Morazán?

En cuanto al legado social, Morazán introdujo la reforma religiosa de la libertad de cultos y de religión, así como la libertad de expresión y la libertad de conciencia, plasmando derechos revolucionarios para aquellos años en la América Latina.

Deseamos que la camarada Xiomara Castro, lleve a cabo un gobierno para el pueblo sufrido de Honduras, con los postulados del Socialismo.