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Etiqueta: grupos paramilitares

Crimen organizado y proyección de paz

Marlin Óscar Ávila.

Por Marlin Oscar Ávila H.
22 de julio de 2024

Muchos son los que piensan que el crimen organizado en Honduras es de reciente aparición

El crimen organizado obedece al interés de terceras personas y no necesariamente es de quien materializa la ejecución, tanto de una persona, como de varias simultáneamente, a la que se le denomina masacre.

Estos crímenes adquieren mayor relieve local e internacional desde tiempos de famosos personajes como el Dr. Tiburcio Carias, en Honduras y Maximiliano Hernández Martínez, asesino de miles de indígenas, en la década de los treinta en El Salvador, así también, adquiere relevancia el golpe de estado contra el presidente Jacobo Árbenz, en Guatemala, en junio de 1954, apoyados e iniciados por la agencia estadounidense CIA y la empresa bananera United Fruit Company.

Los gobernantes de los países donde predominaba el cultivo del banano en manos de la compañía bananera tenían que ser avalados, sino nominados, por las empresas bananeras. Así mismo, los civiles con alguna cuota de poder avalaban a quienes se trasladaban a las zonas bananeras para obtener contratos de trabajo, incluyendo a nuevos profesionales quienes regresaban de diferentes universidades en el extranjero. Por ejemplo las zonas de Quepos, en el Pacífico de Costa Rica, o la costa norte del Atlántico en Honduras, fueron centros de importante concentración poblacional, porque allí se ubicaron los enclaves bananero que contrataban mano de obra no especializada, en masa, puesto que la misma empresa aun no incursionaba en la tecnología para sustituir a obreros, incluso, utilizaba las bestias mulares para extraer los tallos de banano hasta las plantas procesadoras, previo a ser transportados por tren a los puertos de exportación.

En un enclave bananero existía todo tipo de servicio, sin que la población trabajadora y familiares, tuviera que salir, de los campos bananeros. La seguridad e integridad física, la garantizaba la empresa. Para eso, cada finca tenía escuelas, centros de salud, tiendas de abarrotes y hasta se contaba con dos hospitales en el Atlántico, uno en Tela y otro en la Ceiba en Honduras, así como en el Pacifico de Costa Rica.

No obstante, se tenía un cuerpo policial para la seguridad, esta incluía a bandas de paramilitares, con libertad e impunidad necesaria para asesinar a quienes estorbaran la gestión de los empleados de confianza o, los trabajadores tratarán de organizar un sindicato. En ese tiempo se hizo famoso por sus crímenes el señor Guayo Galeano, originario de Lempira, quien comandaba bandas de asesinos a lo largo del río Ulua. Era muy frecuente el descubrimiento por las mañanas, de cadáveres cubiertos con las hojas de bananos dentro de las fincas, después de que líderes campeños fueran sacados de sus casas, la noche anterior.

Por esto, la famosa «huelga del 54», fue toda una odisea organizativa, que tuvo muchos desaparecidos y asesinados.

Fueron las empresas bananeras quienes trajeron a la franja centroamericana, los primeros grupos paramilitares que mantuvieron en condiciones de sometimiento a la clase trabajadora.

Esto es ahora muy importante de conocerlo y estudiarlo, puesto que 70 años después, pareciera que se quiere repetir la historia con las llamadas ZEDES (Zonas de Empleo y Desarrollo Económico). Según el proyecto, las ZEDES tendrían un amplio territorio, con leyes y autoridades judiciales y policiales propias, con bastante autonomía para actuar y definir su destino. Serían similares al enclave bananero, sin una empresa bananera, pero otras empresas transnacionales de inversión extranjera para extraer los recursos del país.

Porque hay un gobierno progresista, el proyecto de las ZEDES está siendo abolido sin que estemos seguros de que, en un futuro, no se vuelva a ello con un gobierno conservador. Así como los índices de muertes violentas han ido bajando, podríamos retroceder a un estado de mayor inseguridad, volviendo a estar entre los diez países con mayor violencia del mundo, si la población adulta, y joven, no se informa y adquiere una conciencia crítica, dispuesta al mejoramiento de su calidad de vida, a luchar por la paz, en estos tiempos de guerra en otras regiones del mundo y a mantener el estado democrático, sin injerencia militar.

Nicaragua en la encrucijada

Juan Carlos Cruz-Barrientos, periodista

 

Las protestas en Nicaragua van más allá de la oposición a las reformas arbitrarias de la seguridad social. Por una parte, hay una acumulación de reclamos de la población, por otra, un aislamiento del Gobierno que se ha encerrado en una burbuja desde la que ejerce un creciente control sobre todo el quehacer del país.

Desde esa perspectiva, las manifestaciones constituyen una válvula de escape de una presión social largamente contenida de distintos sectores inconformes y cansados de la corrupción y del deterioro de las libertades democráticas, como lo muestran las consignas que demandan libertad, el incendio de banderas del Frente Sandinista y el derribamiento de al menos tres “árboles de la vida”, implantados en distintos lugares de la capital por órdenes de la Vice-presidenta Rosario Murillo.

Semanas atrás también hubo airadas protestas, en ocasión de los incendios en la Reserva Indio Maíz que según los grupos ambientalistas fueron 20 focos de fuego provocados por empresarios cercanos a Ortega, con la intención de abrir una trocha para la extracción de madera.

Hay además un fuerte clamor social para que se restablezca el estado de derecho y la división de poderes que hoy están subordinados a los dictados del Ejecutivo en manos de Ortega y Murillo.

De la crítica situación en el hermano país dan cuenta las declaraciones que dio el General Humberto Ortega a un noticiero de televisión, reconociendo la legitimidad de las protestas y responsabilizando al gobierno de haber decretado la reforma al régimen de pensiones de manera unilateral. El hermano del Presidente llamó a que se abra un proceso de diálogo, asegurando al mismo tiempo que el ejército nicaragüense “no va a salir a reprimir a los manifestantes”.

Para el sociólogo y analista nicaragüense Oscar René Vargas, Nicaragua está en presencia de una protesta nacional que ha unido al pueblo con los estudiantes, un sector que había estado al margen de las movilizaciones. La respuesta represiva, mediante grupos paramilitares coordinados con la Policía Nacional, no la va a aplacar, más bien está modificando la correlación social de fuerzas en contra del Gobierno, convirtiéndose así en una derrota política que debilitará el poder de Ortega.

En ese sentido, resulta notorio el resquebrajamiento de la alianza entre la empresa privada y Ortega, como lo muestra la convocatoria del COSEP, máxima instancia de representación del sector empresarial, a una marcha para el próximo lunes 23 en procura del dialogo entre los distintos sectores, mismo que algunos analistas ven muy difícil a estas alturas de la polarización.

Si bien es cierto, no hay una conducción de la lucha, ni un programa de los manifestantes que sirva de base para un proceso de negociación, todo indica que las protestas auto convocadas continuarán extendiéndose por todo el país a pesar de la violenta represión del gobierno y nadie sabe a ciencia cierta cuál es la salida a la presente crisis en la que claramente las reformas en las pensiones son solo un detonante.

 

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