El pasado 29 de junio se realizó un homenaje al admirado Nelson Brenes López, fallecido en febrero, y una de las voces inolvidables no sólo de la radiofonía costarricense, sino también internacional.
Nelson fue durante largos años comentarista y narrador del Servicio Latinoamericano de la BBC, en Londres, y locutor en la Voz de América (VOA) en Washington. De regreso de este periodo de su vida, fue también director de las Radioemisoras UCR y del Sistema de Radio y Televisión Nacional de Costa Rica (SINART).
Por más de 30 años, tres científicos costarricenses se dedicaron a cambiar la salud de Costa Rica con invenciones y aportes que todavía hoy siguen contribuyendo al bienestar de la población
“Nací el 18 de julio, sietemesino, pesaba tres libras y con un hermano gemelo. Recién nacidos yaestábamosenelcampodeconcentraciónenCosta Rica. De aquí nos mandan a Estados Unidos a otro campo de concentración y, en un intercambio de prisioneros civiles, nos mandan luego a Alemania. Llegamos ahí cuando estaba terminando la Segunda Guerra Mundial”.
De esa forma el Dr. Karl Schosinsky Nevermann, emblemático científico costarricense y profesor emérito de la Facultad de Microbiología de la Universidad de Costa Rica (UCR), recordó sus inicios en este diminuto país que en 1941 le había declarado la guerra a Alemania durante el conflicto bélico internacional.
Afortunadamente, esa etapa de su vida finalizaría y, desde sus propias palabras, “con nada de llanto y mucho aprendizaje”, para luego regresar a Costa Rica e iniciar una carrera vinculada a la ciencia.
Junto con él, otras dos personalidades prestigiosas, el Dr. José María Gutiérrez Gutiérrez y el Dr. German Saénz Renauld, también recordaban sus caminos y legados invaluables.
En un mismo auditorio cargado de sencillez pero de muchas memorias, estos tres hombres fueron homenajeados en una celebración que se lució por el respeto, la admiración, pero, principalmente, el agradecimiento. ¡Más que merecido! Estas mentes maestras de la ciencia abrieron el camino que hoy disfruta la sociedad costarricense con claras mejoras en diversos ámbitos de la salud.
Desde estudios revolucionaros que permitieron perfeccionar los diagnósticos en padecimientos como la enfermedad de Wilson ―trastorno hereditario que impide que una persona deseche el exceso de cobre―, liderada por el Dr. Schosinsky, hasta mejoras en los sueros antiofídicos por el Dr. Gutiérrez o, en el caso del Dr. Saénz, la confirmación de que en Costa Rica existía la drepanocitosis, una alteración en los glóbulos rojos que genera microinfartos y otros síntomas.
Si algo tuvo ese día de honra fue una gran algarabía mezclada con la sabiduría que solo los años, la experiencia y la humildad pueden otorgar. Más allá del auditorio, los fieles testigos eran sus miradas de serenidad y orgullo que provienen, únicamente, de la satisfacción por el deber cumplido al llegar a la edad dorada. Ningún año pasó en vano.
“Este es un acto en realidad sencillo, pero con mucho cariño. Es un acto de sentimiento de una Facultad que podemos llamar una familia. Por lo tanto, es un acto de gratitud y de reconocimiento”, manifestó el Dr. Norman Rojas Campos, director de la Facultad de Microbiología de la UCR.
“Realmente llena el alma de devoción el estar aquí. Es un honor estar presentes con ustedes, porque cada uno se ha distinguido por sus amplísimas contribuciones a la ciencia, al conocimiento, al país pero también, y mucho más importante, se han distinguido por su manera de ser, su amor y su dedicación por la Microbiología, a enseñar y a formar”, agregó la Dra. María Laura Arias Echandi, vicerrectora de investigación de la UCR.
Recorridos tan amplios no podían ser resumidos en unos pocos párrafos. Por eso, en la siguiente entrega, les presentamos los principales eventos de vida y los logros académicos que estos científicos recordaron durante su homenaje.
El Dr. Schosinsky, en el medio, junto con el Dr. Gutiérrez a su izquierda y el Dr. Saénz a su derecha. Foto de Anel Kenjekeeva, UCR.
Entre moléculas
Sin titubear en ningún momento y con una admirable lucidez mental a pocos días de cumplir 80 años, el Dr. Schosinsky llevó a la audiencia a un viaje histórico poco, o nada, recordado: la Segunda Guerra Mundial y el campo de concentración que tenía Costa Rica.
¿Quién recordaría ese pasado? Solo alguien que lo vivió de cerca, fue enviado a Alemania y luego decidió volver a Costa Rica para generar una nueva historia.
“Mi mamá, en Alemania, recogía colillas de cigarro que dejaban los soldados norteamericanos para vender el tabaco en el mercado negro, poder recibir un poquito de dinero y alimentarnos. Mi papá también estaba presente, pero la madre, que realmente se dedica a cuidarlo a uno, es otra cosa”, afirmó Schosinsky.
Al regresar a Costa Rica, la Facultad de Microbiología de la UCR sería su nueva casa y la carrera, que duraría en principio cinco años, se convirtió en siete.
“Al principio me fue pésimo. Pero luego un profesor, ‘Paco’ Chávez de Química Orgánica, dijo: ‘Quiero felicitar a un estudiante. Me duele que no sea de Química porque obtuvo un 90 en el examen parcial. Póngase de pie Karl Schosinsky y aplaudan todos’. Él logró que fuera un buen estudiante, porque no quería fallarle a él ni a mí”, memoró el científico.
El Dr. Schosinsky recibe su reconocimiento de las manos del Dr. Rojas y la Dra. Arias. Foto de Anel Kenjekeeva, UCR
Después de ese día, Schosinsky llegó a convertirse en uno de los mejores estudiantes, a ser responsable y jamás claudicar, inspirado por “Paco” González y el Dr. Rodrigo Zeledón, microbiólogo. Este último lo motivó a lograr en Estados Unidos, en la Universidad de Louisiana, su doctorado en Química Clínica que alcanzó después de cuatro años. Así, según menciona, se convirtió en el primer estudiante tico en alcanzar el título en esa área.
“El Dr. Karl Schosinsky entró a laborar a esta Facultad desde el año de 1969 y obtuvo la categoría de profesor catedrático en 1974. Su trabajo en el Departamento de Análisis Clínicos ha sido fundamental. Él es un forjador y un pionero de métodos, de sistemas de trabajo y de diagnóstico. Hasta la fecha, sus modificaciones y adaptaciones se siguen usando, son viables y referentes a nivel internacional en diferentes padecimientos”, contó el Dr. Norman Rojas.
Los aportes de Schosinsky impactaron a Costa Rica y al mundo en aproximadamente 75 contribuciones basadas en estudios científicos. No obstante, él considera cinco como los más relevantes.
La primera fue en la enfermedad de Wilson, al proponer usar una técnica que él había desarrollado en Estados Unidos basada en identificar ceruloplasmina ―proteína en el hígado que almacena y transporta el cobre―.
Antes de la técnica de Schosinsky, Costa Rica y el mundo solo reportaba cerca de cinco casos de la enfermedad de Wilson por cada millón de habitantes y el diagnóstico se hacía mediante electrofloresis, comentó. Con la ceruloplasmina se encontró que en Costa Rica no había cinco, sino 61 casos.
Eso revolucionó la detección de la enfermedad de manera importante. Científicos de Estados Unidos y otros países usaron la técnica y demostraron que funcionaba muy bien. “Después de este trabajo se reportaban entre 30 a 40 casos de la enfermedad de Wilson en el mundo. Costa Rica era el país con el mayor número casos de la enfermedad, no porque tuviera más, sino porque era donde mejor se había estudiado”, relató Schosinsky.
Posteriormente, impulsó el diagnóstico en saliva de la Helicobacter pylori ―la principal bacteria causante del cáncer gástrico―. Esto abrió las puertas para que otros científicos desarrollaran pruebas adicionales, como las que hoy el país usa con el objetivo de determinar ese mismo microorganismo en aliento.
Otro aporte sustancial estuvo vinculado en un análisis capaz de evaluar el grado de preparación pulmonar del feto antes de nacer (madurez pulmonar fetal). Conocer este dato es vital para saber si los pulmones del bebé se están expandiendo o colapsando. Aquí, Schosinsky impulsó un análisis en el cual utilizó veneno de serpiente para hacer la determinación.
También, ideó una técnica enfocada en cuantificar el cloruro en suero de pacientes internados. El cloruro ayuda, principalmente, a conservar el equilibrio de líquidos en el cuerpo, y Schosinsky logró hacer la cuantificación de una manera más ágil que los métodos tradicionales de la época. Finalmente, efectuó una investigación con el Dr. Manuel Jiménez Díaz, relacionada con las colinesterasas ―unas enzimas―, que ayudó a precisar plaguicidas en seres humanos y plantas.
El Dr. Gutiérrez recibe su reconocimiento. Foto de Anel Kenjekeeva, UCR
Contra el veneno
Con más de 500 publicaciones, casi siete premios y una carrera intachable, el Dr. José María Gutiérrez puede considerarse un baluarte de la ciencia costarricense y un gran maestro de las generaciones que han tenido la dicha de formarse bajo sus enseñanzas.
Su gran conocimiento lo caracteriza pero, si hay un aspecto que lo engrandece aún más, es la humildad, su lucha por la justicia social y el esfuerzo liderado para promover el acceso equitativo a los fondos de financiamiento para la ciencia en general.
“La trayectoria académica del doctor José María Gutiérrez es impresionante. Para nadie es un secreto 500 publicaciones no es algo que se hace de la noche a la mañana. Esto, además de las presentaciones en congresos que van desde manuales de trabajo de investigación, hasta libros y folletos de acceso global a todas las personas que necesiten saber algo sobre envenenamiento ofídico, antivenenos y, por supuesto, sobre la fisiología y lo que pasa después de una mordedura”, comentó el Dr. Norman Rojas.
El Dr. Gutiérrez, al igual que muchos jóvenes que han pasado por las aulas de la UCR, es producto de un aprendizaje que vino de grandes profesores “estimulantes y extraordinarios”. En efecto. “Chema” como le dicen sus allegados con cariño, llegó en la década de los setenta a una facultad cuya efervescencia académica y social estaba en su apogeo.
Desde movimientos políticos y sociales contra Alcoa, hasta notables avances notables científicos cultivados desde años antes por el Dr. Clodomiro Picado Twight y el Dr. Alfonso Trejos Willis, quienes dieron los primeros pasos para que Costa Rica se encaminara hacia la producción de sueros antiofídicos.
“Cuando yo iba a ingresar a la universidad en 1972, me estaba planteando qué estudiar. Tenía una idea de que yo quería, en la medida de lo posible, dedicarme a la investigación científica. Rápidamente, al recabar alguna información de la universidad, me quedó muy claro que la facultad pionera estrella en investigación en ese tiempo a principios de los 70’s era la facultad de Microbiología. De manera que me decidí por ella y me di cuenta que la selección había sido muy correcta”, narró el investigador.
Su amor por la inmunología, que lo movería años después apasionarse en el estudio del veneno de las serpientes, despertó en agosto de 1975. En ese año el Dr. Gutiérrez llevó el curso de inmunología impartido por el Dr. Roger Bolaños Herrera y el Dr. Luis Cerda Fallas. No obstante, su interés por esta área se afianzaría al ingresar como asistente de investigación al Instituto Clodomiro Picado (ICP-UCR).
“Fue un sábado cuando un amigo y yo fuimos al Instituto porque hacía unas exhibiciones que presentaban a las serpientes. De casualidad, viendo la exhibición, pasó en el serpentario mi compañero Edgardo Moreno que en ese tiempo era estudiante y estaba a punto de graduarse como microbiólogo. Edgardo y yo éramos amigos porque compartíamos actividades de movimiento estudiantil y a la salida me preguntó si me interesaría trabajar en el Instituto porque él iba a dejar la plaza de asistente. Yo le dije que sí, el Instituto ya tenía un renombre importante”, manifestó el Dr. Gutiérrez.
Con solo 26 años, el Dr. Gutiérrez vio al ICP-UCR como un lugar “fascinante” en donde se desarrollaba investigación de alto nivel, con gran estímulo y de gran proyección a la sociedad. En 1980, tuvo la oportunidad de recibir una plaza y, así, ese mismo año partió a Estados Unidos para estudiar un doctorado en Ciencias Fisiológicas, en la Universidad Estatal de Oklahoma, que concluyó en 1984.
Al volver, muchos sueños se hicieron realidad. Desde proyectar la labor del Instituto a nivel internacional, hasta lograr producir un antiveneno para África subsahariana e incidir en la Organización Mundial de la Salud para que se reconocieran las mordeduras de serpiente como un problema de salud desatendido.
También, ayudó a establecer un conjunto regional de laboratorios en América Latina y que Costa Rica se proyectara aún más a las comunidades con nuevos proyectos de investigación. Lo anterior, para el Dr. Gutiérrez, al inicio parecía solo una utopía y se logró, según dice, no por solo por él, sino por el trabajo colectivo que unía muchas ilusiones y esperanzas.
“Realmente puedo decir, y no con falsa modestia, que lo que haya podido construir con estos más de 40 años de vida institucional se debe, fundamentalmente, a que he participado en grupos colectivos académicos, sociales y políticos muy especiales, con gente muy especial. De ellos y ellas he aprendido muchísimo, me han enriquecido y me han ayudado a lograr las cosas que se han podido lograr”, cerró el científico.
El Dr. Saénz agradeció por el homenaje dado. Foto de Anel Kenjekeeva, UCR.
Ciencia por las venas
Un apasionado de la hematología, la docencia y la investigación. Así es el Dr. German Saénz Renauld, un pionero del estudio de la sangre que logró encontrar por qué, en la década de los sesenta, algunas personas de Guanacaste y Limón sufrían microinfartos de manera constante.
La razón se ocultaba en sus glóbulos rojos y tenía un nombre: drepanocitosis, un trastorno que entorpece la circulación, deteriora la oxigenación sanguínea y, en poco tiempo, provoca en la víctima serios cuadros de dolor, frecuentes infecciones bacterianas y un mayor riesgo de desarrollar necrosis ―degeneración de los tejidos―.
Con la ayuda de otros científicos, el Dr. Saénz comprobó que en Costa Rica existían dos de las hemoglobinas anormales causantes de la enfermedad: la drepanocítica S y la mediada por la hemoglobina C. Ambas anomalías estaban posicionadas en su época como las más frecuentes y perjudiciales del mundo.
“En 1960 se creó la única cátedra de Hematología del país y fue en la UCR. En ese momento nos enteramos de que las hemoglobinas anormales, trastornos hereditarios que comprometen el funcionamiento de la sangre, tenían su presencia en el país. Ahondamos un poco más en esa materia con una gran sorpresa: si había un problema serio a nivel nacional que no había sido tomado en cuenta, porque era una condición que experimentaban los de menos recursos económicos. Las personas afrodescendientes eran las más perjudicadas”, expuso el Dr. Saénz, en una entrevista dada el 29 de octubre del 2018.
Así es como este percusor de la ciencia, y fundador del único Centro de Investigación en Hematología y Trastornos Afines del país (Cihata-UCR), se enrumbó en un camino lleno de estudios científicos y docencia que llevó a otros importantes hallazgos: la talasemia. Si bien esta ya se conocían en el mundo, su presencia en el país era incierta.
“Así como encontramos hemoglobinas anormales que generan la enfermedad, como la S y la C, también en los blancos está la talasemia que, cuando se heredan dosis dobles, es muy grave. La persona requiere transfusiones desde que nace”, dijo Saénz en un reportaje elaborado por la UCR el 18 de octubre del 2018.
La talasemia se caracteriza por destruir los glóbulos rojos y generar anemia. Sus efectos se evidencian desde los primeros años de vida, cuando los menores tardan en crecer, llegan más tarde a la pubertad y el riesgo de insuficiencia cardíaca aumenta exponencialmente.
“Los aportes del doctor Germán Saénz en el campo de la microbiología y de la hematología son muy importantes para todos los laboratorios del país, puesto que dio las bases del estudio y del diagnóstico hematológico que se tiene actualmente. Prueba de ello son sus libros y ediciones revisadas que, a lo largo de los años, 2 600 microbiólogos de este país hemos usado en nuestros cursos y vida profesional”, rescató el Dr. Norman Rojas.
“Cuando hay un reconocimiento es porque algo hizo. Al igual que los otros dos compañeros, puedo decir que lo que hicimos fue con mucho amor y esfuerzo para que se llegara a cumplir el máximo objetivo de una unidad académica como lo es la Facultad de Microbiología. En el caso mío, y de los otros dos compañeros, estuvimos enamorados de la ciencia y, en mi caso, de la hematología, de la docencia como tal y de la investigación. Quiero agradecerles por ese momento”, compartió Sáenz.
Jenniffer Jiménez Córdoba, Periodista, Oficina de Divulgación e Información, UCR
Se le invita a participar del Homenaje a Dionisio Cabal Antillón, declarándose “Ciudadano de honor”, a realizarse el próximo martes 21 de junio a partir de las 10:00 a. m. en la explanada de la Asamblea Legislativa.
En la entrega del reconocimiento participaron (de izquierda a derecha) el Dr. Guaner Rojas Rojas, investigador del CIOdD; el Dr. Pedro González Morera, viceministro de Salud; la Dra. Priscilla Herrera García, representante del Ministerio de Salud; el Ing. Keylor Castro Chacón, también funcionario del Ministerio de Salud y el Dr. Fabio Sánchez Peña, del CIMPA.
El texto destaca: “su aporte, esfuerzo y compromiso desde la Mesa Operativa de Salud, hizo la diferencia en respuesta a la emergencia nacional por COVID-19. Gracias, por su trabajo, el cual ha sido indispensable para proteger la salud de nuestros habitantes”.
Para el Dr. Carlos Murillo Zamora, director del CIOdD, “este reconocimiento constituye motivo de satisfacción para el Centro, porque evidencia el compromiso que tiene el equipo de especialistas que formó parte de este proyecto con el país y con las personas tomadoras de decisiones, en esta oportunidad en materia de salud. Esto muestra la contribución de la academia y la ciencia en esa toma de decisiones y en la formulación de políticas públicas. Fue un proceso de aprendizaje con lecciones que deben sistematizarse, para beneficio de otros centros de investigación y de las autoridades nacionales vinculadas al proyecto”.
Por su parte, Rojas comentó que este es un reconocimiento a la activación y reacción oportuna de la UCR ante una situación de emergencia nacional, la cual requirió de la articulación de equipos de investigación para gestionar e implementar estudios científicos con evidencia sistematizada, contextualizada y con la perspectiva de apoyo a la toma de decisiones.
El homenaje se realizó como una de las actividades del “Taller Nacional Análisis de lecciones aprendidas sobre el abordaje de la emergencia sanitaria por COVID-19 en el marco de la multiamenaza”, organizado por el Ministerio de Salud de Costa Rica y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Este miércoles 30 de marzo se llevará a cabo un homenaje a la dirigente comunal y defensora del agua Xinia Briceño Briceño (1974-2022), quien lideró una importante lucha contra la contaminación del acueducto con agroquímicos de las piñeras en la comunidad de Milano de Siquirres. Se contará con la participación de Erlinda Quesada (FRENASAP) y Gabriel Villalobos (Asada Milano).
El Programa Voces y Política le invita a participar en sus redes sociales o por medio de llamada telefónica al 2234-3233, el día miércoles a las 5:00 pm en Radio Universidad 96.7 FM.
Filmado el 22 de febrero del 2020 por Buen Vivir Costa Rica, Oscar Espinoza Ramos nos comparte esta canción en homenaje a Sergio Rojas. Este líder Uniwak del Pueblo Bribri de Salitre, al sur de Costa Rica, fue asesinado el 18 de marzo del 2019 en su propiedad, debido a sus esfuerzos por la recuperación de territorio indígena. Después de tres años, este asesinato permanece impune ante la mirada cómplice de las autoridades.
El homenaje fue promovido por la UNED, ACAM, AiE, Teatro Eugene O’Neill y el SINART para resaltar los aportes de Cabal a Costa Rica
En el concierto participan 24 personas músicas y artistas, entre ellos Guadalupe Urbina, Carlos Guzmán y Manuel Monestel
Dionisio Cabal heredó a Costa Rica su música, investigación cultural, identidad y orgullo de lo nacional, por ello instituciones, organizaciones y 24 artistas se reunieron para rendirle un homenaje póstumo, en el concierto “Bandera”, que transmitirá Trece Costa Rica Televisión el sábado 20 de noviembre a las 9:00 p.m. y los domingos 21 de noviembre y 5 de diciembre, a las 2:30 p.m. en el espacio ARTE TRECE.
La Universidad Estatal a Distancia (UNED), el Teatro Eugene O’Neill, la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM), la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes Musicales de Costa Rica (AiE), la Unión de Trabajadores de la Música, Artistas y Afines y el SINART unieron esfuerzos para producir y transmitir este homenaje.
A esta iniciativa se sumaron 24 personas músicas y artistas, quienes recuerdan, desde diferentes manifestaciones, los aportes de Cabal. Se cursó invitación a las televisoras y medios regionales organizados en UMRA CR para que se sumen a la transmisión del espacio, según los horarios y días que lo determinen, indicaron los organizadores.
En el concierto participan Rubén Pagura, Carlos Guzmán, Manuel Monestel, Guadalupe Urbina, Aurelia Trejos, Wilson Arroyo, Gustavo Rojas, La Cruceta, Amanda Quesada, Frank Camacho, Luis Enrique Mejía Godoy, Jorge Rodríguez García, Aurelia Dobles, Jorge Rodríguez Solera, Adrián Goizueta y la Red Nacional de Copleros con su Plataforma de Mujeres.
El cierre del homenaje contó con la participación de la cantautora Aurelia Trejos, quien junto con sus hijos recordaron, de manera personal, al artista, al padre de familia y al ser humano.
La Cátedra Conmemorativa Clodomiro Picado Twight: Microbiología y Sociedad, le invita a participar del acto de conmemoración del centenario del nacimiento del Dr. Alfonso Trejos Willis, el cual se llevará a cabo el próximo miércoles 03 de noviembre del 2021, a las 10:00 a. m.
La transmisión se realizará vía Facebook@UniversidadCostaRica y Youtube:/UniversidadDeCR
Con motivo de los 100 años del nacimiento de Paulo Freire (1921-1997), el XVI Congreso Latinoamericano y Caribeño de Extensión y Acción Social Universitaria dedica un homenaje al pensamiento crítico del gran maestro latinoamericano.
La producción ha estado a cargo del Dr. Oscar Jara Holliday (Costa Rica CEP Alforja–CEAAL) y la Dra. Simone Imperatore (Brasil, Universidad Luterana de Brasil).
El estreno del vídeo se programó para el 27 de octubre del 2021 a las 9:15. En este video participan personas colaboradoras cercanas de Freire: Carlos Rodrigues Brandão y Ana María Saul. También Nita Freire, viuda de Paulo, quien se ha encargado de divulgar su pensamiento.
El Congreso es organizado en conjunto entre la Unión Latinoamericana de Extensión Universitaria (ULEU) y la Comisión de Vicerrectores de Extensión y Acción Social, del Consejo Nacional de Rectores (CONARE). La convocatoria concentra el trabajo articulado entre la Universidad de Costa Rica (UCR), el Tecnológico de Costa Rica (TEC), la Universidad Nacional (UNA), la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y la Universidad Técnica Nacional.
Entrevista a Dionisio Cabal, realizada por Erika Henchoz/ Fotografía: Alba Solà Pagès (+Cultura)
Esta entrevista se realizó el 26 de noviembre de 2012.
Del distinguido abedul, conocido también como el árbol de la sabiduría, extraemos la savia sabia, por lo demás dulce, de un artista consecuente con su vida y con su obra, incólume a pesar de la -a veces – desidia oficial. Un artista que se ha abierto camino por más de 50 años en nuestro medio cultural.
Dionisio Cabal Antillón es un cantautor costarricense, nacido un 13 de agosto de 1954; compositor, poeta, investigador, promotor cultural y activista político. Un renacentista.
De su savia, da vida y vitalidad a su íntegro concepto de la conciencia social. Aquí, algunas de sus improntas que deja al final de la entrevista:
De la gigante Emilia Prieto dice: Fue ella quien me puso claridad en la cabeza y rumbo en los pies para que pudiera descubrir con gozoso asombro la identidad poético musical.
La primera sensación de estar frente a un buen poema me la da la piel, algo eclosiona en ella cuando unos versos me conmueven, me cambia el ritmo de la respiración, se me corta la voz.
De ideas propias, poco o nada proclive a cambiarlas. Le gusta debatir, pero quien le refute debe hacerlo con mucha propiedad, del tema que sea, pues Dionisio es suficientemente docto. Quienes le conocemos sabemos que es duro en el combate intelectual, consecuente como pocos; puede lucir distante o fuerte contra sus contendientes, aunque al mismo tiempo resulte jovial y dicharachero.
Su mirada, teñida a leguas por las tonalidades del océano, conoce de las profundidades del alma; de mareas altas y bajas.
Hijo de poetas, salió poeta.
Al final de la entrevista, se estrenan en vídeo dos de sus composiciones más emblemáticas. La primera es ‘A Fabián’ (Fabián Dobles), y la segunda ‘Oh Musa impertérrita’, dedicada a la recordada Yolanda Oreamuno. Un homenaje a dos grandes figuras de las letras nacionales.
EH- ¿Cómo nace su relación música-literatura, ¿cómo se origina y qué representa en su vida personal y profesional?
DC- La literatura llegó a mí mucho antes de que yo llegara al banquillo escolar. A mis cuatro años mi abuela Daysi Montealegre me inició en la literatura oral, cosa al parecer muy común en la Costarrica de antaño, tal como cumplía a un pueblo auténtico en donde era normal la transmisión de cuentos y leyendas de boca a oído. Me parece importante decirlo. La cuentística silvestre, cimarrona, amañada por el gusto y el sentimiento popular fue puesta en mi horizonte por aquella amada mujer que me presentó a Uvieta, a Pedro Urdemales, a Los Compadres Güechos, La Cucarachita Mandinga y al mismísimo Tío Conejo con aquel pareado que me hacía reventar de risa: “adiós Coyote culo quemao, por amigo de ser casao”.
Los cuentos que no me contó mi abuela me los contó Chepa, una barveña que ya para entonces tenía todas las arrugas del mundo y liaba sus propios cigarros con tabaco comprado en el Mercado Borbón. Luego, cuando supe leer conocí las versiones de Carmen Lyra. Tengo un imborrable recuerdo de mi madre, leyéndome, durante varias noches, antes de dormir, los tremendistas y maravillosos Cuentosdelaselva, de Horacio Quiroga. Hoy, la sensiblería barata de algunos psico-pedagogos les hace decir que tales lecturas no son convenientes para un infante. A los cinco años yo tal vez hacía un trazo parecido a una letra, entonces, sin saber que la cosa me venía de respirar la densa atmósfera de la poesía de mis padres (Ana Antillón y Antidio Cabal), yo inventaba poemas que mi madre copiaba, por ahí anda uno en papel sobreviviente que comienza diciendo “Un credito (pequeño credo) fue el marciano que a las nubes fue a parar…” de donde podía inferirse que el nihilismo nunca iba a ser mi fuerte.
Después me tocó ir a la escuela, con maestras de verdad costarricenses, normalistas con hálito de Omar Dengo. Rememoro la Escuela Nueva Laboratorio de la U.C.R -recién inaugurada-, y dos maestras, la gran actriz Ana Poltronieri que infundía miedo con su vozarrón virtuosamente histriónico y la niña Emma Gamboa. Recuerdo que después de un paseo a la Fosforera Nacional, en Heredia, se asignó a cada quien hacer una composición sobre lo relevante del caso. Fui entonces objeto de la primera crítica literaria de mi vida, por cierto despiadada, la niña Poltronieri tomó mi texto para ejemplificar sobre el vicio del “queismo”. Cada cuatro palabras enlazaban imágenes, frases y verbos con el “que” a guisa de conjunción. Me sentí humillado, sobra decir, pero algún provecho saqué a la lección y hoy siento gratitud. Pero también por compensación inefable me susurra en la memoria la voz de la niña Emma, leyendo al final de cada día de clase el Pinocho de Collodi, en medio de un silencio absoluto que de pronto era roto por risas o exclamaciones de asombro. ¡Que belleza! Todavía no estábamos contaminados por la prostitución de las grandes obras de la literatura infantil universal, a cargo de Walt Disney.
Fue en 1963, cuando con mi hermana Ana Lucía llegué a Caracas a vivir junto a mi padre y su segunda esposa, la poeta Mayra Jiménez, cuando la literatura entró a mi vida de forma total. Nunca tuvimos aparato de televisión, sabiamente mi padre la vetó, pero a cambio disponíamos de una biblioteca fabulosa de miles de ejemplares escogidos. A pesar de la estrechez económica, raro era el mes que Antidio y Mayra no llegaban con uno o dos libros para nosotros. Así fuimos iniciados de forma envidiable en la gran literatura del mundo, cuento, novela incluso breves ensayos, de todas las procedencias imaginables. La poesía no fue la excepción. Mayra tomaba un cuaderno y a manera de títulos sugestivos escribía diez o doce imágenes, a partir de tal impulso escribíamos-describíamos cuanto nos vibraba entre corazón y cerebro. Posteriormente leíamos y comentábamos lo escrito. Muy tempranamente nuestra sensibilidad fue tañida por Lorca, Juan Ramón, Lope, Machado, Hernández y Darío. En esa época, maravillosa y dura, fui iniciado en la lectura de las literaturas mágicas, cuentos maravillosos, de hadas, sagas y epopeyas de los pueblos de las cinco partes del globo. Ese bagaje no se compra en ninguna academia.
En cuanto a la música, es moneda corriente escuchar que se hereda por predisposición genética, porque quien no hereda un buen oído musical, afinado, no tiene nada que hacer, la voz es súbdita del oído. No puedo presumir de tener un gran oído, pero me defiendo. Mi abuelo Antidio Cabal Fernández, asturiano de cepa, tenía tan bella voz que la gente lo detenía en la calle: “Antidio, cántenos”, le decían y él no pocas veces entonaba con su diáfana voz alguna vaqueirao canto de arrieros diríamos aquí, que son particularmente lucidas cuando las canta alguien que, como mi abuelo Antidio, poseía un buen vibrato. De sus labios aprendí canciones de la guerra civil española. Quedaron tatuadas con fuego de amor y dolor y me rondan siempre, inevitables.
Por la otra parte, una de mis bisabuelas maternas, doña Eva Castro, tocaba muy bien el piano y la mandolina y cantaba. Siendo novia de mi bisabuelo Juan Antillón, cuando éste partió un día hacia el Guanacaste, en aquellos tiempos, albores del siglo XX, sin verdaderos caminos, un viaje azarozo, ella, que no podía dormir de congoja le escribió una canción que he logrado conservar transmitida por mi abuela materna Daysi, nuera de don Juan y doña Eva.
Mi abuelo Francisco Antillón tocaba piano, igual que su hermana, mi tía abuela Haydée que gustaba ejecutar Schubert y Chopin. En mi infancia recuerdo a Marina, hija de Chepa la barveña, cantar alabados, a mi madre cantando “el Diablo se fue a pasear y le dieron chocolate” e incluso hacer falsete cantando La Malagueña, canción mexicana. Luego, durante mi estadía en Venezuela, el asunto se acrecentó, como es obvio. Con mi padre me asomé a la música española, al cante hondo, al jazz, a Luis Armstrong, Benny Goodman, a los boleros de Los Panchos, al maravilloso Mozart y su gran fuerza solar -sin duda lo más grande que ha producido el talento musical de la humanidad, me perdonen Beethoven, Bach y Wagner-.
Mi padre no era sordo musical mas no cantaba “ni los pollitos” aunque a veces pienso que él creía lo contrario y nos daba la lata. Lo que sí hacía -digamos que aceptablemente- era bailar mambo. Admiraba a Pérez Prado. Por su parte Mayra cantaba algunos boleros y tangos, canciones populares y patrióticas de Costarrica y, muy importante, fragmentos de poemas de Rubén Darío, que había aprendido de su madre doña Blanca Rodríguez, herediana raigal. Valga el paréntesis para decir que en Nicaragua nunca tuvieron y posiblemente nunca tengan noción de la admiración patente que el pueblo tico ha rendido a este gran poeta, hermano de nuestro gran Aquileo Echeverría.
Venezuela me abrió su mundo musical, que, sin exagerar, supera con creces al cubano, lo cual es mucho decir. Sus variedades rítmicas, melódicas, tonales, los tópicos líricos, épicos, zumbones, su impresionante organología, la calidad de sus letras, de su lirismo popular vertido en versos que se pasean por todas las formas estróficas conocidas y que solamente México puede igualar o vencer.
La música temporaria de Navidad o de faenas, de fiestas, parrandas y carnavales, sus intérpretes tan completos, lo anónimo, lo culto, lo popular.
Toda Venezuela es cada día un inmenso pentagrama vital, donde la música se respira. Me marcó, me enfermó, me definió. El amor y el respeto por lo propio en el campo musical que ostentan los venezolanos no tienen parangón. Luego la suerte me permitió conocer en persona a Soledad Bravo, a Alí Primera e incluso -en una visita que hizo al Liceo Andrés Bello- al argentino José Piero. Ellos fueron ejemplos nada abstractos en el momento en que di mis primeros pasos.
Al regresar a Costarrica en noviembre de 1969 me aguardaban asuntos determinantes. La huelga contra la ALCOA en abril de 1970, en donde balbuceé parodias de las canciones españolas de mi abuelo. El periodista Luis Fernando Mata Araya y mi compañero de estudios secundarios, Luis Alberto Azofeifa, con quienes fundé el grupo Gente en 1971, primer grupo de Nueva Canción Costarricense. Mi entrañable amiga y maestra, Emilia Prieto a quien conocí a finales de 1973 o principios de 1974, durante la campaña electoral del Partido Acción Socialista, el famoso PASO de don Marcial Aguiluz Orellana, fue ella quien me puso claridad en la cabeza y rumbo en los pies para que pudiera descubrir con gozoso asombro la identidad poético musical de la Meseta Central y los veneros de la historia de las culturas populares, materia a la que he dedicado prolongados tiempos e ingentes esfuerzos.
Jamás imaginé que llegaría a ser eso que llaman cantautor y mucho menos cantante, pero heme aquí, casi 40 años después, sin soltar la guitarra ni el agobio de las urgencias y premuras que nos mueven a cantar lo que cantamos. Hoy no puedo imaginarme sin cantar, sin escribir, sin beber agua. De tal manera, música y literatura, sin ser yo excelso en ninguna, son mi adarga y mi espada. Quiero creer que con ellos me muevo, a lomos del humanismo. Que me llamen artista profesional es como si me llamasen obrero o soñador de profesión. Sueño y hago, hago y sueño.
EH- ¿Cómo explicar la influencia que ejercen sus padres-poetas en su vida?
DC- Definitiva. Por muy lejos que yo crea que alcanzo, individualmente, nunca logro ir más allá del jardín, por demás denso y extenso que delimitaron mis padres alguna vez. Es curioso, porque como padres los perdí a ambos en mi más temprana niñez. Niño me hizo mi abuela, y redondamente feliz, desde mi primer año y hasta los cinco. Me crió ella mientras Ana y Antidio vivían otro mundo y otra casa para poder dedicarse a tiempo completo a la poesía. Lo mismo ocurrió con mi hermana Ana Lucía.
Así que la gran poesía de mis padres tuvo el auspicio de la incondicional solidaridad de mi abuela materna. Luego los recuperé, por separado y en distintas épocas. Ya iba a la escuela y hasta me sabía el Credo cuando llegué al mundo “antidiano”, estaba ubicado en una ciudad semi neurótica, llamada Caracas, por entonces con millón y medio de habitantes, muy lejos de los potreros, pozas y cafetales de nuestra inefable Costarrica de los sesentas, aquella donde, como dice mi padre, las vacas cruzaban la avenida central de San José pasando frente a Chelles.
En cuanto a mi padre, debo decir que conforme fui conociendo su sapiencia, su cultura enciclopédica, su discurrir y transcurrir en la cotidianeidad, su coherencia entre el pensar y el actuar, me hizo imposible, natural, endiosarlo. Y de verdad fue mi Dios. Hubo tanto amor como admiración de mi parte, aunque era un burro en pedagogía. Estricto en grado sumo, trasladó a nuestra convivencia los efectos del rigor vivido durante la guerra civil, era evidente. Y a su manera, pura y dura, templó mi carácter. Como resultado, a los catorce años me fui de la casa. Por aquello de no ser yo menos español que él. Si se entiende. Lo amé con pasión cada día de su existencia, pero, calcando su modo de ser, nunca fui bueno para mercadear afectos.
Después de siete meses en la calle, de donde me sacó la policía para ponerme en manos de Mayra, volví a Costarrica en un vuelo con pausa en Panamá, en el bolsillo izquierdo un ejemplar de “El coronel no tiene quien le escriba” y en el bolsillo derecho el pasaporte al mítico paraíso de las bucólicas ensoñaciones. Tenía quince años cumplidos. Ya en Costarrica enfrenté a mi madre, si es que vale usarse ese vocablo que puede inducir a error. Enfrenté su actitud de palmera ante los vientos, su suavidad pertinaz capaz de horadar una roca de forma imperceptible, su generosidad sin límite, su cultísimo culto al esoterismo, su sentimiento de culpa por tantos años de distancia de sus hijos mayores.
Durante mi estancia en Venezuela, llegué a sublimar la imagen de mi madre biológica. La puse, como diría cualquier campesino meseteño, muy, pero muy en alto. Justo allí donde ningún epíteto la alcanzaba, la imaginaba rodeada de un coro de pariguales: Sor Juana, Góngora, Lope, Garcilaso, Mistral, Ibarbourú. La idealicé y construí en mi mente un espacio donde visitarla. A ella acudía para consolarme en la distancia, a pesar de que mi correspondencia sufría censura previa. Le escribía poemas que aludían a su condición de potencia etérea que desde lo insondable protegía mi ser. Por supuesto, me costó mucho bajarla de ahí, no sé si lo he logrado, todavía en estos días cuando la abrazo, debo luchar contra la sensación de tener entre mis brazos a una mezcla de Santa Bernardita y Teresa de Ávila.
Rescato de ambos el que nunca me hablaron mal el uno del otro. Mi padre decía que mi madre debía tener algún desajuste químico entendido como amable variante de la naturaleza respecto de los demás seres, para poder entender cómo escribir como escribía, le parecía imposible que alguien tan de natural escribiese de la manera en que ella lo hacía, desde los dieciséis años, en un mundo literario como el de la Costarrica de entonces. Repetía con frecuencia una anécdota, cuando José Coronel Urtecho le dijo: “Anita, no me diga que su poesía gusta en Costarrica” y ella “No, para nada” y él concluyó “Me habría extrañado mucho lo contrario”, y así al tiempo que Laureano Albán se mofaba de la poética de mi madre, los poetas de Nicaragua decidieron regalarle el río San Juan.
Y aquí, nobleza obliga, también está, claramente perfilada, la imagen de Mayra Jiménez, que sudó mis fiebres, firmó mis cuadernos escolares, y bailó un son difícil de llevar en la escasés material, mientras se comprometía con las luchas sociales, con su carrera de literatura y con el riguroso empeño de aprender a desbastar el verso. Ciertamente Mayra se hizo poeta trabajando en el irrepetible taller de Antidio, y de allí fueron saliendo, en las noches caraqueñas, sus primeros libros, Los trabajos del sol, Volumnia, Carta al padre, y supimos que ella era ella y que era poeta, mujer y revolucionaria. Mayra, siempre elegante, coqueta incluso, como aquellas jóvenes maestras de la Normal, serias, calificadas y a la vez tan enamoradas de la vida y del amor, Mayra con su escenografía de volutas de humo de cigarrillo, también fue mi madre-poeta, mi poeta-madre.
Como consecuencia de intentar ser objetivo con el mundo de la poesía, que, al cabo es el mundo mismo, nunca he publicado poesía mía, que escribo desde los ocho años, porque a nada le tengo más respeto en la vida que a la poesía, y si uno no tiene calidad, si uno solo va a ser un repetidor, un pajarito más, lo mejor es no publicar. Me causa estupor ver tanto petimetre auto consagrado “poeta” a los veinte años, como si Rimbaud naciera todas las semanas.
La primera sensación que tengo al estar frente a un buen poema me la da la piel. Algo eclosiona y pareciera romperla. Cuando unos versos me conmueven, me cambia el ritmo de la respiración, se me corta la voz, releo para gratificarme en la misma sensación. Puedo llorar y reír de emoción cuando me siento enlazado por la belleza y la inteligencia de un poema cierto. Comparto con Francisco Umbral la idea de que, si bien Cervantes es el más importante autor de la lengua española, Quevedo es el mejor. No obstante, es Lope de Vega, redescubierto a mis cincuenta años, quien logra abrirme la boca con los gestos del asombro. Quevedo es absolutamente genial, pero hay veinte poemas de Lope que son hueso irreductible de la gran poesía española del Siglo de Oro.
Mis padres-poetas, mis poetas-padres me privilegiaron para que no viese la poesía desde los balcones. Para embarrialarme con ella. Poder entender que la subjetividad, viento que impulsa el barco de la estética, también es herramienta para entender-nos, afirmar-nos y construir-nos. Es la intelección que el corazón tiene en relación con la materia, sin lo cual, la vida no tendría sentido y lo humano sería una vulgar charada.
EH- Dionisio, ¿cuál es el poeta más cercano a usted (de cabecera), y por qué?
DC- Aunque reconozco que Miguel Hernández me resulta absolutamente imprescindible, no tengo un poeta de cabecera, tal vez sí una cabecera de poetas. La poesía es una, digamos, la buena, que es la única que cuenta. Nos ladra, nos canta, nos grita, nos pule, nos hiere, nos fragua. En ese sentido tengo tal vez unos cincuenta libros de poesía por cabecera, y de cada libro algunos poemas, Maiakovski, Evtuchenko, Sor Juana, Guillén, Martí, Quevedo, Homero Aridjis, Dulce María Loynaz, Eunice Odio, Blas de Otero, Nazim Hikmet, El Eclesiastés y el Cantar de los cantares, Nicanor Parra, todos los de Nicaragua, Dalton, Safo, Píndaro, Marcial, Leopold Senghor, Bécquer, Lope de Vega, Baudelaire, Whitman, Emily Dickinson, Pound, Ginsberg. William Charles William, Robert Frost, Sandburg, Bob Dylan, Nervo, Storni, Petrarca, Benedetti, Neruda, Vallejo, Lorca, Hernández, John Keats, Blake, Milton, Machado, Gabriel Celaya, Virgilio y Horacio, Rilke, Aquiles Nazoa, Alberti y dejemos la lista hasta aquí.
Hay algunos poetas como Nervo, Neruda y Huidobro, por ejemplo, a los que mi padre les hacía “mala prensa” por razones distintas, más de él aprendí que justamente había que leerlos porque es saludable entender lo que tienen de objetables, la cursilería de Nervo, la inconsecuente relación estético-ideológica de Neruda o la absurda dialéctica del creacionismo de Huidobro.
Amado Nervo, por Fernando Lezama
No puedo dejar de apuntar, tampoco creo que deba justificarme si digo que el libro más importante que leído en los últimos cuarenta años se llama Campo Nublo, de Antidio Cabal. Estoy seguro de que, en años venideros, tal cual empieza a ocurrir, los más calificados poetas, críticos y estudiosos corroboraran mi aserto. De alguna manera sería injusto que yo me abstuviese de opinar sobre el poeta, solamente porque resulta ser mi padre.
He musicalizado decenas de poemas, pero me falta publicar una buena antología de poetas costarricenses. Ana Istarú, Alfonso Chase, Eunice Odio, Arturo Echeverría, Adilio Gutiérrez, Isaac Felipe Azofeifa, Carlos Rafael Duverrán, Mayra Jiménez y obviamente Debravo a quienes algunos consideran el mejor poeta de Costarrica tal vez por lo que tiene de enunciativo en lo social. Pero uno nunca sabe cuál poeta planetario te va a tumbar la puerta del pecho, inesperadamente, y de pronto se te meta entre las cuerdas de la guitarra.
DC- Aunque Machado es de la llamada Generación del 98 ( siglo XIX), por arte de birlibirloque en la conciencia de la corriente poética contemporánea lo tenemos integrado a un movimiento posterior, la llamada Generación del 27, que nos ha marcado superlativamente a quienes nos dedicamos a esto de cantar de vez en cuando la gran poesía; tal vez, Lorca, Hernández, León Felipe y Alberti, nos llaman con fuerza conmovedora porque su destino individual estuvo dramáticamente ligado al gran trauma del principio de la entronización del fascismo en Europa, mismo al que estos poetas se opusieron de manera militante y radical, y justamente esto incluye a Machado de quien parafraseando a Celaya podríamos decir “tomó partido hasta mancharse” y así fue, manchó su prosa y sus versos en defensa apasionada de la República Española, para finalmente morir exilado en Francia en 1939. La campana de la poesía española enfrentando los bordes de la bestialidad resonó en todo el orbe y particularmente en nuestra América.
Y a mí me tocó en herencia algo de ese espíritu y de esa impronta dolorosa del destino de España porque de ese mundo emergieron directamente mi abuelo y mi padre, Antidios ambos, el primero huyendo de la condena a muerte y el segundo del servicio militar franquista que resultaba oprobioso para las conciencias lúcidas y libérrimas como las de Antidio Cabal. Eso puede explicar esa identificación mía con esa poesía.
EH-Dionisio,¿quérepresentaFabiánDoblesensurepertorio? ¿Ese poema-canción cuándo y en qué contexto lo escribió?
DC- Fabián Dobles es quien más me ha inspirado en la búsqueda de lo costarricense. Solamente Emilia Prieto ha tenido en mi trabajo una influencia tan directa. La búsqueda del lenguaje, la semblanza psíquica del ser idiosincrásico (don Luis Barahona lo llamaba el gran incógnito) costarricense, la visión socio histórica del desarrollo de la comunidad costarricense como entidad cultural cohesionada en el mestizaje, la proximidad ideológica más allá de la prédica a favor del socialismo. Fue además de mi maestro, como lo fue de tantos, mi amigo y tuve la alegría de que me compartiera exquisiteces de su pensamiento. Cuando murió, por cierto, asumiendo la hora de la partida con una entereza pasmosa, le lloré a mi manera, escribiéndole una canción que lo proyectara en su grandeza de costarricense, literato y libre soñador.
DC- Diríase mejor los nuevos lotes de escritores y poetas. Pues la verdad, no mucho, algunos nombres me suenan con más fuerza que sus poemas o sus cuentos y novelas. En estos tiempos uno no puede confiarse porque se maneja mejor el mercadeo que la disciplina sobre el papel. En la poesía hay quien escribe un libro por mes o tres por año, eso no es malo, lo malo es que los publican, ya como libro, ya como recital. Es agobiante tanta pirotecnia de ingeniosidad verbal, tanto tono calculadamente iconoclasta y pseudo irreverente. En la novela hay más seriedad y logros, Rodrigo Soto, Dorelia Barahona, Fernando Contreras, Alexander Obando, Carlos Cortés, y un importante etcétera.
EH- ¿Qué proyectos tiene en mente realizar, donde la literatura esté en medio?
DC- Bueno, seré atrevido, en 1986 inicié una novela que creo puedo atreverme a publicar, han pasado sobradamente más de los siete años que el gran poeta latino recomendaba como tiempo de reposo para una obra antes de darla al público. También publicaré una novela que no es exactamente para niños, sino más bien una “novela de niño”, la escribí a los 12 años de edad. Me la encontré y me pareció rescatable, no tocaré una sola palabra y depositaré el original (escrito a mano, con lápiz de grafito en un cuaderno empastado), en la Biblioteca Nacional o donde corresponda.
Estoy en vísperas de dar a conocer la obra del compositor campesino Evelio Granados, de Soledades de Sabanas de Acosta, el disco lleva por título “Evelio Granados, la nueva lírica campesina”, todo un hallazgo según mi entender. Publicaré también la obra casi completa del ramonense Carlos Alfaro Solano, el poeta popular más importante de nuestro país desde Aquileo Echeverría hasta hoy, y cuya obra por cierto tiene un estilo nada en común con las concherías. Publicaré el cuarto tomo de la Colección Emilia Prieto, dedicado al estudio de las retahilas. Pero lo más importante por ahora es un gran homenaje al poeta Antidio Cabal, cuya muerte pasó inadvertida para los medios de prensa costarricense pero no para miles de personas que desde distintas partes del mundo siguen haciendo sus manifestaciones afectuosas.
EH- ¿Dionisio, ¿cómo nace el hecho de unir su mundo literario con la música? ¿cómo cataloga esto que Usted hace y convoca lo mejor de las personas?, ¿qué peso encuentra al unir poesía, lírica, literatura, con música?
DC- Luis Fernando Mata encontró en casa de su novia -que era hermana de mi novia de entonces- unos poemas míos. Sin conocerme casi, se acercó a decirme que él era músico y que aquello le parecía excelente para ser cantado… así empezó… o, mejor dicho, así empecé… empezamos. Entonces decidí cantar, ya marcado por el llamado Nuevo Canto que despertaba con gran fuerza en América Latina, porque creía útil la posibilidad de poder comunicar mi rebeldía en forma de ideas y emociones.
Soy hijo de iconoclastas y formal heredero de muchas luchas cabales y antillones. Me atrae la acción justiciera tanto como la belleza de un hecho estético; creo como Martí en la hora de pedirle peso a la prosa y condición al verso; creo como Alí Primera que un verdadero artista no puede convertirse en comediante de su propio espíritu; creo como Brecht que toda voz genial viene del pueblo, del colectivo y que alguien la asume y sintetiza; creo como Gramsci que debe desterrarse la idea de que el arte es un accesorio de la vida; creo como Silvio Rodríguez que se debe tener claridad en el modo de proceder con todos y cada quien. Por eso canto lo que canto, y no canto para ser cantante. Soy continuador, emulador, seguidor de quienes uniendo la poesía y la música encuentran ocasión de impulsar a los seres humanos a humanizarse realmente en la búsqueda del bien, la belleza y la justicia. Y ello implica la rebelión ante lo injusto y la proclamación de la alegría ante lo bueno y lo bello -que según Platón se contienen el uno al otro-.
A FABIÁN:
OH MUSA IMPERTÉRRITA:
Erika Henchoz es periodista; productora, gestora y difusora cultural. Trabajó para la Editorial Costa Rica y la Editorial Universitaria Centroamericana, EDUCA, en los años ochenta y noventa. Redactora para la Tribuna Económica y el Semanario UNIVERSIDAD; además de colaboradora en otros medios de comunicación impresos y digitales. Actualmente trabaja en la Universidad de Costa Rica.