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Etiqueta: Javier Biosca – elDiario.es

De Estambul a Nueva York: alcaldes que ponen nerviosos a líderes autoritarios

La Semana Internacional
Javier Biosca de elDiario.es

Desde su celda de prisión en la que fue recluido en marzo de 2025, el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, tenía un mensaje para el nuevo alcalde de Nueva York: “¡Felicidades, Mamdani! has logrado una victoria histórica con la mayor participación desde 1969. El poder del municipalismo social, la inclusión, la solidaridad y el liderazgo a favor del pueblo se ha demostrado una vez más. Una nueva política es posible”.

Un rato antes del mensaje de Imamoglu, Mamdani celebraba su victoria con un emocionante discurso dirigido, en parte, a Donald Trump: “Si alguien puede mostrar a una nación traicionada por Donald Trump cómo derrotarlo, es la ciudad que lo vio nacer. Y si hay alguna forma de aterrorizar a un déspota, es desmantelando las condiciones que le permitieron acumular poder”.

“Así es como detendremos no solo a Trump, sino también al próximo. Así que, Donald Trump, ya que sé que estás viendo esto, tengo tres palabras para ti: sube el volumen”, añadió.

De la cárcel al estrellato

Imamoglu sabe de lo que habla Mamdani. Tras 25 años de dominio absoluto de Erdogan y su partido, AKP, en el motor económico y ciudad más grande del país (representa el 30,4% del total del PIB de Turquía), Imamoglu se hizo con la victoria en 2019. En una maniobra muy cuestionada, las autoridades ordenaron la repetición electoral, pero lejos de recuperar la alcaldía, Imamoglu multiplicó su ventaja de 14.000 a 800.000 votos. En 2024 volvió a ganar las municipales frente al candidato de Erdogan.

En febrero de este año, convertido en la principal figura de oposición a nivel nacional, Imamoglu anunció su candidatura a las presidenciales de 2028 (Erdogan gobierna el país desde 2003). Entonces llegó su detención y ha sido acusado de corrupción, terrorismo e incluso espionaje.

El propio Erdogan forjó su ascenso al poder desde la alcaldía de Estambul. En 1999, un joven alcalde de la ciudad se entrega en prisión rodeado de seguidores tras su condena por recitar un poema religioso considerado peligroso por la élite laica que llevaba décadas dirigiendo el país. “En 1999, el sistema político turco creó su antihéroe encarcelando a Erdogan con cargos falsos. Entró como alcalde, pero salió como una estrella política. El arresto de Imamoglu tendrá el mismo efecto sobre su marca y lo catapultará al estrellato”, escribió entonces el analista Soner Cagaptay.

Livaneli: «Yo fui el que le animó a presentarse»

Hace unas semanas hablé con Zülfü Livaneli, uno de los grandes intelectuales de Turquía. Vino a España, pero antes pasó por la cárcel de Silivri, una de las prisiones más grandes del mundo convertida en el símbolo del autoritarismo de Erdogan. Allí visitó a Imamoglu: “Yo fui el que le animó a presentarse a alcalde porque Estambul es muy importante. Si consigues Estambul después serás primer ministro o presidente, así que le convencí”, me dijo.

En 2002, cuando el partido de Erdoğan llegó al poder, Turquía tenía unos 60.000 presos; ahora probablemente supera los 350.000. Según el último informe del Consejo de Europa, Turquía tiene aproximadamente tantos reclusos como los otros 45 países miembros juntos. Silivri, construida con una capacidad para 11.000 personas, albergaba, según los últimos recuentos, a 22.000. Es una de las prisiones más grandes del mundo.

“Es como un gran campo de concentración. Vi a otros amigos un poco desmoralizados, como Osman Kavala [el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha exigido su liberación en dos sentencias], pero Imamoglu se comporta como un líder. Intenta organizar cosas y quiere dar esperanza a la gente. Es una gran lucha”, decía.

Livaneli fue diputado del mismo partido que Imamoglu, pero se salió por su deriva nacionalista. La formación es heredera de Mustafá Kemal Ataturk, padre de la patria, y mezcla el nacionalismo, la socialdemocracia y la defensa del secularismo.

El músico y escritor, referente nacional de la izquierda, habla mucho con Imamoglu y el presidente del partido. “Soy como su hermano mayor. Me piden opinión y yo les digo que tienen que resolver su problema de identidad. Tienen que convertirse en un partido socialdemócrata como el de otros países del mundo”.

El escritor también fue detenido y encarcelado tras el golpe militar de 1971 y, al salir, se dio cuenta de que sus canciones se habían convertido en himnos de protesta contra el Ejército. “Antes había un gran movimiento de izquierdas en Turquía, pero eso ya no existe”, dice. No solo sus canciones se convirtieron en símbolo de la lucha progresista, sino que Livaneli ha llevado a través de sus canciones los poemas de García Lorca, su “héroe”, a los turcos. Entre ellos ‘Canción de jinete’, también interpretada en España por Paco Ibáñez.

Volviendo al municipalismo y su poder: en el sureste de Turquía, de mayoría kurda, el Gobierno turco lleva una década destituyendo a sus alcaldes prokurdos para instaurar a administradores afines. En 2014 ganaron 102 alcaldías y el Gobierno acabó nombrando administradores para 95, dejando solo siete alcaldes de la formación prokurda. En 2019 se repite la operación: de las 65 alcaldías, solo terminan cuatro. Tras los comicios de 2024 Erdogan utiliza de nuevo su manual en una evidente suspensión de la voluntad democrática.

La política empieza ahí abajo y a los de ahí arriba les da miedo.

Tienes que leer…

Esto está feo, pero como ya te recomendé leer el último libro de Livaneli, ‘A lomos del tigre’ –que es una novela maravillosa sobre el exilio del último gran sultán otomano, Abdulhamid II–, te paso otra lectura turca: ‘Sentirán el aliento de Turquía en la nuca: secuestros, espionaje y guerra sucia en el país de Erdogan’, que publiqué el año pasado con la editorial Península (el burro delante para que no se espante). Es el resultado de años de cobertura sobre Turquía, decenas de entrevistas e historias que podrían ser de una novela de espionaje. Ojalá te guste. Si lo lees, me encantaría conocer tu opinión.
javier.biosca@eldiario.es

Bombas, drogas y rock and roll: cómo EEUU utiliza la lucha contra el narco para forzar un cambio de régimen

La Semana Internacional
Javier Biosca de elDiario.es

Se cumplen dos meses del despliegue militar y de los ataques de EEUU contra embarcaciones frente a las costas de Venezuela. Van más de 60 muertos y Trump no afloja. Es más, dentro de unos días llegará a la zona el buque de guerra más grande del mundo. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha ordenado al USS Gerald R. Ford —un monstruo de 100.000 toneladas con capacidad para llevar 90 aeronaves— que abandone las aguas del Mediterráneo y se dirija al Caribe para participar en la supuesta lucha de EEUU contra las drogas.

Nosotros no tenemos portaaviones, pero tenemos socios. Y si nos apoyas, seremos mucho más fuertes que las 100.000 toneladas de acero de USSS Gerald Ford.

Lecciones de Panamá

La última vez que EEUU derrocó por la fuerza militar directa a un líder latinoamericano fue en 1989 en Panamá y también lo justificó con la lucha contra las drogas. Por si quedaban dudas, llamó a la operación ‘Causa Justa’. Manuel Noriega, bajo el conocimiento de EEUU, había formado la primera “narcocleptocracia” del mundo, pero permitía a Washington utilizar su país para llevar ayuda a sus aliados armados en El Salvador y Nicaragua, además de establecer puestos de escucha. De hecho, desde los 70, Noriega fue agente pagado de la CIA.

“La invasión de EEUU de Panamá es el equivalente más cercano a una operación de cambio de régimen en Venezuela”, me dice Michael Paarlberg, profesor, investigador y exasesor de Bernie Sanders para América Latina. “Como Trump hoy, EEUU no lo declaró como una guerra, sino una operación contra el narcotráfico. Derribaron a Noriega por sus vínculos con el tráfico de drogas que, irónicamente, EEUU ya conocía y que incluso fomentó como activo de la CIA”, añade Paarlberg, que vivió en Panamá en los años posteriores al golpe porque su padre trabajaba en el servicio exterior de EEUU.

Es demasiado evidente que lo de Trump en Venezuela no es un intento real de frenar el tráfico de drogas y que no hace falta llevar al buque de guerra más grande del mundo para hundir narcolanchas. Según los propios datos de la agencia antidrogas de EEUU (DEA), el “corredor caribeño” que está atacando el presidente en Venezuela representa solo el 8% de toda la cocaína que llega al país norteamericano. Sin embargo, el 80% llega por aguas del Pacífico desde Ecuador y Colombia, según datos de 2022 del Ejército de EEUU. Pero ahí no están atacando.

Pese a las similitudes, “hay grandes diferencias” entre la operación en Panamá y en Venezuela, comenta Paarlberg. “En ese momento, EEUU tenía muchas bases militares en Panamá. De hecho era la sede del Comando Sur y ya había 13.000 soldados allí desplegados —a los que luego añadieron unos 15.000 más—”. Incluso con tantas tropas, “hubo muchas batallas feas”. Paarlberg recuerda un episodio en el que varios Navy Seals fueron capturados y asesinados en la pista de despegue del aeropuerto de la capital.

Trump ha dicho una cosa y la contraria, pero el próximo paso en la escalada serían ataques estadounidenses en tierra. Pase lo que pase, Paarlberg cree que el presidente “no quiere recrear ninguno de los problemas de la invasión de Panamá”. “Además, no tiene los recursos. Actualmente hay alrededor de 10.000 soldados, y realmente es una cifra mucho menor si hablamos de tropas de combate. Siendo generosos, la mitad. Eso deja 5.000 soldados, muchos menos de los movilizados para invadir Panamá, un país 20 veces más pequeño que Venezuela”.

Maestros de la guerra psicológica

Elliot Abrams, vieja y oscura figura en la política estadounidense y las injerencias en terceros países, ya lideró la estrategia (fracasada) de Trump en su primer mandato para forzar un cambio de régimen en Venezuela: autoproclamación de Juan Guaidó, operación de ayuda humanitaria, conato de alzamiento militar… “¿Cree que Trump está más cerca de lograrlo en esta nueva presidencia?”, le preguntaban el otro día en una entrevista con la BBC. “Eso espero. Y hay un par de razones para ser un poco más optimista […] El presidente Trump está presionando más. Entonces tuvimos sanciones, pero no tuvimos la campaña de presión, con un gran poderío militar incluido, que estamos viendo hoy”.

En una cosa coincide Abrams con lo que me decía Paarlberg: “Esa flota en el Caribe no es lo suficientemente grande como para invadir Venezuela, y no creo que Trump tenga ninguna intención de hacer eso, pero es mucho más grande de lo que se necesita para dispararle a pequeñas lanchas rápidas. El siguiente paso será probablemente algún ataque dentro de Venezuela”, decía el ex enviado especial de Trump para Venezuela.

“Todo esto es una especie de operación psicológica cuyo propósito es decirles a las personas alrededor de Maduro, a los militares y a los civiles en el régimen: ‘Él tiene que irse, pero ustedes no tienen que irse; hagan algo, sálvense», decía Abrams a la BBC.

La invasión de Panamá tuvo un final inesperado. Noriega estaba refugiado en la Nunciatura Apostólica, la embajada de facto de la Santa Sede en el país, y no quería salir. Los soldados vigilaban el perímetro 24 horas y recurrieron a la guerra psicológica reproduciendo en bucle y a todo volumen canciones de rock. Judas Priest, Kiss, Black Sabbath, Guns and Roses… En realidad, todo esto te lo cuento como excusa para dejarte por aquí la ‘Playlist Noriega’ llena de temazos. Tras 10 días escondido en la embajada, Noriega acabó entregándose a los gringos, pero parece que la música no tuvo mucho que ver.

Tienes que ver…

Hablando de guerra psicológica, hoy te traigo algo un poco diferente. Es un breve vídeo con el que se presenta el 4th Psychological Operations Group, una de las unidades de guerra psicológica del Ejército de EEUU.

El vídeo se llama Ghosts in the machine (fantasmas en la máquina) y el nombre no es casual. Hace referencia a una expresión acuñada por el filósofo Gilber Ryle y su crítica al dualismo cartesiano de cuerpo y mente. Ryle argumentaba que la visión de Descartes era como decir que somos máquinas operadas por fantasmas independientes que viven en nuestro interior.

Así se ven ellos, los estadounidenses. Como los fantasmas que dirigen nuestras vidas.