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Etiqueta: Luis Alberto Monge

Luis Alberto Monge Álvarez en la Asamblea Constituyente de 1949: pensamiento social, resistencia solitaria y legado democrático

Gerardo Castillo Hernández / Frank Ulloa Royo

Resumen

Este ensayo reconstruye el papel de Luis Alberto Monge Álvarez en la Asamblea Nacional Constituyente de 1949, destacando su pensamiento social y su defensa casi solitaria de las garantías laborales en un contexto de exclusión política, presión empresarial y amenaza contra el Código de Trabajo. A través del análisis de las actas oficiales y fuentes secundarias, se examina su vínculo con el sindicalismo cristiano, su relación con el padre Benjamín Núñez y su legado en la consolidación del Estado social costarricense.

Palabras clave: Luis Alberto Monge, Asamblea Constituyente, garantías sociales, sindicalismo cristiano, Constitución de 1949

1. Introducción: una constituyente en disputa

La Asamblea Nacional Constituyente de 1949 fue convocada tras la guerra civil de 1948, en un contexto de ruptura institucional y exclusión política. Los sectores vencedores, encabezados por José Figueres Ferrer y respaldados por compañías bananeras y actores externos como la CIA, impulsaron un proceso constituyente con el propósito de refundar el orden jurídico costarricense. Sin embargo, este impulso reformista contenía una amenaza: desmantelar el Código de Trabajo, la Caja Costarricense de Seguro Social y el capítulo de garantías sociales promovido por Rafael Ángel Calderón Guardia.

Los dirigentes obreros, comunistas, republicanos y el propio presidente electo —Calderón Guardia— fueron excluidos del proceso. La Asamblea Constituyente quedó dominada por diputados afines al nuevo régimen, con apenas unos pocos representantes del Partido Socialdemócrata. En ese escenario, emergió una figura joven, sindicalista y católica: Luis Alberto Monge Álvarez, quien con apenas 23 años se convirtió en el defensor más firme del capítulo social de la nueva Constitución.

2. Formación ética y sindicalismo cristiano

Luis Alberto Monge se formó en la Confederación de Trabajadores Rerum Novarum, bajo la tutela del padre Benjamín Núñez. Su pensamiento social se inspiraba en la doctrina social de la Iglesia, especialmente en la encíclica Rerum Novarum (1891), que reconocía el trabajo como fuente de dignidad y el sindicato como instrumento de justicia. Monge militó en el Ejército de Liberación Nacional, pero mantuvo una postura crítica frente a los intentos de desmontar las conquistas sociales.

Su participación en la Asamblea Constituyente fue marcada por una ética profunda, una visión democrática del trabajo y una valentía política que lo llevó a enfrentar, casi en solitario, a una mayoría hostil. Como recuerda su hijo, Guido Alberto Monge, “papá fue un maestro orientador de diálogo que permitió al país construir las garantías sociales. Nunca pensó que la democracia terminaba en lo jurídico: la democracia debía ser también económica y social”.

3. Intervenciones clave: pensamiento social en las actas

Las actas oficiales de la Asamblea Constituyente registran intervenciones memorables de Monge en defensa de los derechos laborales. En el debate sobre el artículo 58 (jornada máxima), propuso reducir las horas de trabajo en labores pesadas:

“No se puede legislar desde el escritorio para quienes trabajan con el cuerpo. La ley debe proteger al más débil, no justificar la explotación con argumentos técnicos” (Actas ANC, sesión 43).

En el artículo 60, sobre libertad sindical, enfrentó propuestas que buscaban limitar la organización obrera:

“El sindicato no es enemigo del orden, es garantía de justicia. Si el trabajador no puede organizarse, no puede defenderse. Y si no puede defenderse, no hay democracia” (Actas ANC, sesión 65).

En el artículo 56, que consagra el derecho al trabajo como derecho humano, afirmó:

“El trabajo no es una mercancía. Es el medio por el cual el ser humano se realiza, sostiene a su familia y contribuye a la comunidad. Negar ese derecho es negar la ciudadanía misma” (Actas ANC, sesión 61).

Estas intervenciones revelan un pensamiento social coherente, centrado en la dignidad humana, la justicia distributiva y la defensa del trabajador como sujeto político.

4. Resistencia solitaria y contexto político

Monge enfrentó una mayoría legislativa que buscaba eliminar o debilitar el capítulo de garantías sociales. Las compañías bananeras, interesadas en reducir costos laborales, presionaban para eliminar el Código de Trabajo. Algunos diputados proponían limitar el derecho a huelga, reducir las vacaciones y flexibilizar la jornada laboral. Monge, con el respaldo de pocos aliados, defendió cada artículo con argumentos éticos, jurídicos y sociales.

Su resistencia fue solitaria, pero efectiva. Logró preservar el capítulo de garantías sociales, consolidar el derecho a sindicalización, y mantener el Código de Trabajo como ley de la República. Su papel fue reconocido posteriormente por historiadores, sindicalistas y líderes políticos como uno de los pilares de la democracia social costarricense.

5. Legado y proyección

Luis Alberto Monge continuó su trayectoria como diputado, presidente de la Asamblea Legislativa, embajador y presidente de la República (1982–1986). Pero su legado más profundo está en su papel como joven constituyente que, en medio de la exclusión y la presión empresarial, defendió la dignidad del trabajo y la justicia social como pilares de la democracia costarricense.

Su pensamiento social, registrado en las actas, sigue siendo referencia para quienes luchan por un Estado que proteja a los más vulnerables. En tiempos de regresión laboral y cuestionamiento del sindicalismo, sus palabras mantienen una vigencia luminosa.

Conclusión

La Asamblea Constituyente de 1949 fue un campo de disputa entre la refundación liberal y la memoria social. En ese escenario, Luis Alberto Monge Álvarez encarnó la voz de los excluidos, la ética del sindicalismo cristiano y la voluntad de construir una democracia con justicia. Su defensa de las garantías sociales no fue solo jurídica: fue moral, histórica y pedagógica. Hoy, cuando esos derechos vuelven a ser cuestionados, su ejemplo sigue siendo faro y fundamento.

Referencias

Actas de la Asamblea Nacional Constituyente de 1949. Tomos I–III. Edición digital: www.rodolfosaborio.com/actas/anc49.htm
Castillo Ulloa, G., & Ulloa Royo, F. (2023). El pensamiento sindical de Luis Alberto Monge en la Constitución de 1949. Fundación Friedrich Ebert – CEDAL.
De la Cruz, V. (2020). El ejército costarricense y su disolución. La Revista.
Monge Álvarez, G. (2023). Mi tata: el papel de Luis Alberto Monge en la construcción de las garantías sociales. Pódcast Teletica.
Oliva, M. (2005). Gremios, cofradías y organización laboral en la Costa Rica colonial. Editorial

Una anécdota para recordar y aprender

Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli

En estos días de confrontaciones y expresiones altisonantes fuera de lugar, recordé la siguiente anécdota, pues mucho podemos aprender de ella, los viejos y más los jóvenes.

En setiembre de 1983 era diputado y el jefe de Fracción de la Unidad Social Cristiana. Por aquellos días se dio a conocer que un informe solicitado por el presidente Luis Alberto Monge al ministro de Planificación sobre el Sector Agropecuario, que había sido su caballo de batalla en campaña, con un resultado negativo. Ante eso, y en estricto control político que me daba la Constitución, solicité el envío de una copia.

Después de varias cartas que me crucé con el ministro Volio y el presidente Monge por su negativa a entregarme el susodicho documento, en mi última carta le dije al presidente: la única manera que no me entregue el informe, es porque sea SECRETO DE ESTADO. Y don Luis, siempre he creído que mal aconsejado, me respondió, en síntesis: entonces considérelo secreto de Estado.

Aquel grave error de don Luis me sirvió para presentar como diputado un recurso de amparo ante la Corte Plena, pues en ese entonces no había Sala IV. Era el primero en la Historia de Costa Rica que un legislador presentaba contra el presidente de la República. Mi argumento era que se violaba el derecho de petición e información; ninguno de los diputados y conocidos que eran abogados se atrevieron a redactar el recurso, tenían pavor al “síndrome del ridículo” como lo llamé en su momento. Fue don Luis Fishman quien me prestó un libraco de machotes legales, y yo redacté el recurso.

Pocas semanas después el 4 de octubre a las cinco de la tarde, la Corte Plena resolvió el recurso y me dio la razón, con un brillante fallo escrito por el magistrado Fernando Coto Albán, nada menos. Cuando aquel día llegué a mi casa a eso de las seis y tantas de la tarde, estaba inundada de periodistas qué me pedían opinión, por lo que les dije:

–           No sé nada, ustedes me están enterando de lo ocurrido. Mañana viernes en la habitual rueda de prensa de las dos de la tarde les informaré.

En efecto aquel día la salita de sesiones donde hacíamos la conferencia estaba abarrotada de periodistas, pero yo no sabía nada todavía, no tenía notificación alguna. Estaba explicándoles eso cuando mi secretaria desde la puerta, pues no tenía como entrar, me dijo a viva voz:

  • Don Oscar, lo llama don Luis Alberto por teléfono.

Dado que no era época de teléfonos celulares, tuve que salir y la prensa quedó a la expectativa. Al llegar, tomé el auricular y después de los saludos de rigor, me dijo don Luis,

  • Don Oscar, usted ganó. La Corte me obliga a respetar la Constitución, y yo en eso soy respetuoso. Dígame donde le llevo el informe.
  • Pero quién don Luis, ¿un mensajero?
  • No yo, personalmente, como corresponde.

De inmediato le respondí:

  • No don Luis, ya usted cumplió con llamarme, a usted le respeto su dignidad de presidente. Dígame donde puedo ir yo a recoger el informe.
  • Pues yo estoy en Villa Mongalva, en mi casa en Santa Ana. Si desea venir, lo espero.

En eso quedamos y de inmediato bajé a informar a la prensa, lógicamente todos empezaron a recoger equipos y libretas para salir a toda velocidad hacia Santa Ana. Pero yo les indiqué que eso no me parecía, pues no era ético para mí el llegar a la casa de don Luis con un ejército de periodistas a cuestas, pues aquella era su casa y merecía respeto. En eso otra vez mi secretaria me indica que don Luis me llamaba de nuevo. Para mi sorpresa me dijo

  • Me indican que usted está en una conferencia de prensa, idiay dígales que si quieren venir con usted…que vengan.

Por supuesto todos tomamos camino a Santa Ana, por la carretera vieja que era la única. Llegamos a Villa Mongalva, nos pasaron a una salita de reuniones, una secretaria me ubicó en la cabecera de la mesa, por la puerta del fondo salió don Luis con el informe en mano. Después de saludar a la prensa y a mí, por supuesto con su característica amabilidad, me dijo:

  • Don Oscar, usted ejerciendo el derecho de control político me pidió este informe, si bien yo se lo negué, con base en lo que establece la Constitución luego recurrió a la Corte, que me ordena entregarlo y yo como presidente tengo la obligación de respetar la Constitución y las leyes… y me entregó aquel folleto.

Pero lo importante fue lo que siguió. Don Luis improvisó un breve discurso, profundo y lúcido, sobre lo que significaba la división de poderes en una democracia y que yo, con aquel recurso había puesto a prueba, pues habían actuado los tres. Pero sobre todo profundizó sobre la trascendencia que tenía en la democracia que el presidente del Ejecutivo tuviera conciencia de las limitaciones de sus poderes, pues de ello dependía la estabilidad la democracia, pero, sobre todo, debía recordar siempre que la Constitución era la guía que nunca, por ningún motivo, debía irrespetarse.

Aquellas palabras quedaron por siempre grabadas en mi memoria, el valor de aquel acto ejemplar debe retomarse y servir de ejemplo. No hubo una palabra fuera de tono ni antes ni después de aquel día, don Luis no hizo conferencias de prensa para llamarnos canallas a los diputados que analizamos el informe que, dicho sea de paso, provocó la renuncia del ministro de Agricultura.

Unos pocos meses después, por ese recurso entre otras cosas, la prensa me declaró el Mejor Diputado. El 1 de mayo de 1984 estábamos en un brindis después de la sesión solemne y don Luis se me acercó y me dijo:

  • Lo felicito por su designación, muy merecida…. Pero no niegue que a mí me toca un pedacito.

Entre risas cerrábamos así aquel capítulo, que creo tiene mucho de ejemplar no solo para ser recordado, sino para que muchos aprendan cómo se hacen las cosas correctamente…a lo tico… no con improperios, posverdades y madrazos en plaza pública.