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Luis Jiménez de Asúa: penalista y presidente de la Segunda República Española

Gabe Abrahams

Luis Jiménez de Asúa (Madrid, 1889-Buenos Aires, 1970) fue un destacado catedrático de Derecho Penal que ejerció de presidente de la Segunda República Española en el exilio.

Jiménez de Asúa nació en el seno de una familia humilde, en el número 84 de la madrileña calle de Hortaleza. Su padre, natural de Toledo, era procurador de los tribunales y gestor. Su madre era una vasca natural de Bilbao.

Tras cursar el bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros, Jiménez de Asúa alcanzó la licenciatura y el doctorado en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Gracias a una beca de estudios de la Junta de Ampliación de Estudios, viajó después por varios países de Europa como Suiza, Francia y Alemania, antes y durante la Primera Guerra Mundial.

En 1923, inició su estrecha relación con Iberoamérica. Viajó a Argentina y Uruguay para impartir conferencias y cursos.

Siendo ya profesor de Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, en 1926, Luis Jiménez de Asúa inició también su actividad política. Participó en la protesta contra las vejaciones sufridas por Miguel de Unamuno por parte de la dictadura de Primo de Rivera, lo que le costó ser suspendido de su cátedra y confinado en las islas Chafarinas. En julio de ese año, se opuso al nombramiento gubernativo de una nueva junta en el Ateneo madrileño, por lo cual padeció una breve estancia en prisión.

Un año después, Jiménez de Asúa negó a Alfonso XIII el doctorado honoris causa y fue separado de su cátedra. Al poco tiempo, renunció a seguir al frente de la misma.

En esos años de lucha, Jiménez de Asúa cultivó su pasión por Iberoamérica. Al viaje de 1923 que le condujo a Argentina y Uruguay, se añadieron otros a Perú, Chile, Brasil, Cuba…

Una vez proclamada la Segunda República Española en 1931, Luis Jiménez de Asúa ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), tras un breve paso por la Alianza Republicana. Elegido diputado a las Cortes Constituyentes, presidió la comisión parlamentaria encargada de elaborar la Constitución de la Segunda República Española.

En 1932, como director del Instituto de Estudios Penales, participó en la redacción de un nuevo Código Penal, un código para un nuevo tiempo republicano y democrático en España.

Jiménez de Asúa repitió como diputado en las elecciones de 1933 y 1936. Tras las últimas, alcanzó el cargo de vicepresidente de las Cortes.

Unos meses antes del Golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que condujo a la Guerra Civil Española (1936-1939), concretamente el 12 de marzo, sufrió un atentado por parte de falangistas. Su escolta falleció.

Durante la Guerra Civil, Luis Jiménez de Asúa ocupó cargos diplomáticos en Polonia y Checoslovaquia, además de representar a España ante la Sociedad de Naciones.

Al finalizar la guerra, la dictadura de Franco lo expulsó de su cátedra y en aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas le expropió sus bienes. La dictadura franquista lo depuró como catedrático en febrero de 1939, con una Orden Ministerial que decía:

“… se separa definitivamente por ser pública y notoria la desafección de los catedráticos universitarios que se mencionarán al nuevo régimen implantado en España, no solamente por sus actuaciones en las zonas que han sufrido y en las que sufren la dominación marxista, sino también por su pertinaz política antinacionalista y antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional. La evidencia de sus conductas perniciosas para el país hace totalmente inútiles las garantías procesales que, en otro caso constituyen la condición fundamental en todo enjuiciamiento, y por ello, este Ministerio ha resuelto separar definitivamente del servicio y dar de baja en sus respectivos escalafones a los señores: Luis Jiménez de Asúa, Fernando de los Ríos Urruti, Felipe Sánchez Román y José Castillejo Duarte, catedráticos de Derecho; José Giral Pereira, catedrático de Farmacia…”.

Aunque invitado por México, Luis Jiménez de Asúa se exilió en Argentina, donde continuó su labor en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional del Litoral. Fue director del Instituto de Derecho Penal y Criminología de la Universidad Nacional de La Plata, hasta que, en 1946, renunció a su cargo en protesta contra el régimen peronista. Esa renuncia le permitió tener tiempo para la redacción del Tratado, su obra magna, de siete mil páginas de erudición científica y legislativa, editada entre 1950 y 1970.

Desde 1955, Jiménez de Asúa fue director del Instituto de Ciencias Penales y Criminología de la Universidad Nacional del Litoral, entre otros cargos en diferentes universidades argentinas. Renunció a ellos otra vez en 1966 tras el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía.

Luis Jiménez de Asúa compaginó su actividad académica en el exilio con su actividad política. En 1945, presidió en México la última reunión de las Cortes de la Segunda República Española. Y, tras la muerte en París de Diego Martínez Barrio en 1962, se convirtió en presidente de la Segunda República en el exilio, acompañado por Claudio Sánchez-Albornoz en la presidencia del gobierno y por otros conocidos republicanos en los diferentes ministerios.

Luis Jiménez de Asúa ocupó la presidencia de la Segunda República hasta su fallecimiento, ocurrido en Buenos Aires el 16 de noviembre de 1970. Pasó sus últimos años envuelto en sus trabajos académicos y en su labor política, peleando en todo momento por el final de la dictadura de Franco y el restablecimiento de una república en España.

Al igual que el presidente Diego Martínez Barrio y tantos otros ilustres republicanos, Luis Jiménez de Asúa falleció lejos de España, en el doloroso exilio, sin ver cumplidas sus aspiraciones, aunque no desfalleciendo en ningún momento. Fue, en definitiva, otro hombre ilustre que murió lejos de su país, forzado por la dictadura de Franco.

Acabada la dictadura, en los años ochenta del pasado siglo, Jiménez de Asúa recibió diversos homenajes en España por parte de la Universidad Complutense, el ministro de Justicia socialista Enrique Múgica y el propio Estado, con la concesión de la Orden del Mérito Constitucional.