Skip to main content

Etiqueta: Mauricio Ramírez Núñez

103 Años del PC Chino: Transformación, Evolución y Liderazgo

Mauricio Ramírez Núñez.

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

El Partido Comunista Chino (PCCh) celebra 103 años de existencia, marcados por una historia que ha transformado a una de las naciones más grandes del planeta. Desde su fundación en 1921, el PCCh ha recorrido un camino lleno de desafíos y victorias, llevando a China a convertirse en una potencia mundial que compite de tú a tú con las grandes potencias (hoy en declive) de Occidente, que en algún momento vieron al pueblo chino como inferior o incluso como parte de sus conquistas.

La Revolución y la Evolución del Partido

El PCCh inició su travesía con la misión de liberar a China del yugo colonial y feudal, liderando una revolución a cargo de Mao Tse Tung, que culminó con la fundación de la República Popular China en 1949. Esta revolución no solo derrocó a las fuerzas imperialistas y feudales, sino que también sentó las bases para la construcción de una nueva sociedad basada en los principios del socialismo, superando así el periodo conocido como el “siglo de la gran humillación del pueblo chino”.

A lo largo de su historia, el PCCh ha demostrado una notable capacidad para evolucionar y adaptarse a las cambiantes realidades del mundo. Más allá de la teoría, el partido ha aplicado sus principios de manera pragmática, amalgamando valores tradicionales, cultura y economía para crear lo que hoy conocemos como el «socialismo con peculiaridades chinas». Este modelo, único y no replicable, ofrece lecciones valiosas para los países en vías de desarrollo, mostrando que es posible desarrollar un camino propio hacia el progreso y la prosperidad basado en las raíces y tradiciones que caracterizan a cada pueblo.

Una Visión de Nación Completa

Uno de los aspectos más destacados de la evolución del PCCh es su visión del pueblo chino no como una mera clase social, sino como una nación completa. Esto es clave para comprender la China contemporánea. La lucha contra la pobreza y la desigualdad no se limita a la clase obrera, campesina o proletaria, sino que se ha convertido en una responsabilidad colectiva de todo el pueblo chino, independientemente de su clase social o nivel educativo. Este enfoque inclusivo ha sido una de las claves del éxito del partido y marca una diferencia fundamental con los partidos de izquierda en Occidente, especialmente en América Latina, que a menudo permanecen atrapados en un sectarismo doctrinario propio de la Guerra Fría.

Mientras en estas latitudes todavía se enfrascan, tanto la derecha como la izquierda, en debates ideológicos añejos entre lo público y lo privado, el marxismo chino, en una comprensión dialéctica superior, ha entendido en la práctica que lo público y lo privado no son antagonistas, sino complementos de una realidad superior: el bienestar de todo el pueblo. Ambos deben trabajar juntos, no por separado ni de manera egoísta, para lograr este objetivo. El garante de que esto sea así es el Estado.

Política Exterior y Multipolaridad

En el plano internacional, el PCCh se alinea con la verdadera multipolaridad del mundo, la nueva estructura del sistema internacional. Trabajando de la mano con Rusia y otros países, China busca construir un sistema antihegemónico donde las imposiciones ideológicas, económicas o culturales sean cosa del pasado. En su lugar, se promueven relaciones de cooperación y beneficio mutuo, basadas en el respeto verdadero a la soberanía, así como al derecho internacional.

La política exterior de China se basa en cinco principios fundamentales: respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia en los asuntos internos de otros países, la igualdad y beneficio mutuo, y la coexistencia pacífica. Estos principios son clave para mantener buenas relaciones con todos y para construir un mundo verdaderamente diverso y anticolonial.

Desarrollo de Alta Calidad y Liderazgo Económico

China, bajo la dirección del PCCh y después de la época de la reforma y la apertura llevada a cabo por Deng Xiaoping en 1978, se ha esforzado en alcanzar un desarrollo de alta calidad. En 2023, contribuyó con un 32 por ciento al crecimiento económico mundial, consolidándose como el mayor motor de la economía global. Este logro ha generado incomodidad entre las potencias occidentales, que a menudo predican la competencia y el libre mercado, pero en la práctica buscan impedir una competencia real. Aún hoy, algunos países occidentales actúan como si estuvieran en tiempos de colonialismo imperial, negándose a aceptar que una nación considerada de tercer mundo y con un sistema político diferente pueda superarlos.

Los niveles de modernización que ha alcanzado la China comunista no tienen paralelo en ningún país desarrollado. Occidente sigue sin aceptar que otra nación, con un sistema político distinto, pueda rivalizar o superar sus logros, perpetuando la idea de ser los únicos dueños del «logos» y la verdad.

El Milagro Chino y su Relevancia Global

El milagro chino merece ser estudiado con detenimiento. Desde la forma en que el PCCh toma decisiones hasta el pragmatismo estratégico utilizado para sacar a más de 800 millones de chinos de la pobreza en 2021, cada aspecto ofrece lecciones valiosas. A pesar de las sanciones ilegales y las restricciones impuestas a empresas chinas, China ha logrado no solo sobrevivir, sino también prosperar, demostrando una capacidad de resistencia y adaptación que merece reconocimiento.

Estos 103 años del PCCh y los 75 años de la República Popular China representan una experiencia acumulada y demostrada de dignidad, desarrollo y bienestar popular que pocos países han logrado emular. El PCCh ha creado un modelo de socialismo con peculiaridades chinas, que incluye su milenaria tradición filosófica y espiritual que no solo ha transformado a su nación, sino que también ofrece un faro de esperanza y una fuente de aprendizaje para todos los países en vías de desarrollo.

La Biblia dice que se juzga a alguien por sus obras y la causa por sus resultados. Siguiendo esta lógica, el Partido Comunista Chino es digno de respeto y admiración. Ha recorrido un camino impresionante desde su fundación, transformando a China en una potencia mundial. Su capacidad para evolucionar, adaptarse y liderar con pragmatismo y visión inclusiva lo convierte en un modelo digno de estudio, donde los resultados hablan por sí solos y rompen estereotipos.

Anomia social y evolución hacia el autoritarismo en Costa Rica

Mauricio Ramírez Núñez.

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En un análisis de la dinámica entre la legislación excesiva de un país y el adecuado funcionamiento de su democracia, se puede observar que un estado saturado de leyes, trámites y burocracia puede llegar a contradecir sus propios objetivos de orden y justicia. Este fenómeno puede entenderse desde la óptica del principio místico de la polaridad, que en tradiciones filosóficas milenarias como el Tao nos recuerda el yin y el yang, como polos opuestos y complementarios a la vez, que interactúan siempre y donde uno llevado a su extremo o en estado terminal, produce naturalmente su contrario.

Esto sugiere que la abundancia de normativas y procedimientos no solo complica la administración gubernamental, sino que también crea un entorno de confusión y caos, precisamente todo lo contrario a lo que busca. En este contexto, la anarquía y la anomia social se convierten en el estado dominante, y la sociedad pierde su sentido de dirección y cohesión, así como su fe en la democracia como el mejor de los sistemas para convivir en sociedad.

La anomia, entendida como la ausencia de normas por un lado, o su incumplimiento generalizado por otro, surge cuando las leyes y reglamentos se vuelven tan abundantes y complejos que resultan ineficaces. Los ciudadanos, frente a un sistema legal intrincado y contradictorio, empiezan a percibir la ley como un obstáculo en lugar de una guía. Esta percepción contribuye a un comportamiento social desorganizado, donde las reglas pierden su capacidad de orientar la conducta colectiva, y el individualismo radical sumado a mi interpretación de la realidad pasa a ser la única verdad válida, convirtiéndonos de esta manera en seres sectarios que compiten y no conviven en sociedad.

No es descabellado pensar que, frente a un estado profundamente enredado en su propia maraña de leyes y procedimientos, las personas busquen evolucionar hacia su estado contrario: lo rígido, lo simple y lo autoritario. Cuando la horizontalidad y la accesibilidad del sistema legal se ven comprometidas, y la burocracia asfixia la funcionalidad estatal, la sociedad puede anhelar un modelo de gobernanza más centralizado y autoritario. Este deseo de orden y simplicidad responde a la necesidad humana de claridad y estabilidad, que se pierde en un entorno burocrático excesivamente complicado que no da respuesta a las necesidades más básicas de las clases menos favorecidas por el modelo de desarrollo imperante.

Históricamente, este patrón ha sido observado en múltiples sociedades. En momentos de caos y anomia, la figura del líder autoritario suele emerger como una solución a la crisis de gobernabilidad. La promesa de restaurar el orden mediante la implementación de reglas claras y una autoridad fuerte apela a una población agotada por la incertidumbre y la ineficacia del sistema vigente. Así, el péndulo social oscila de la desorganización hacia la centralización del poder.

Esta premisa parece aplicarse con precisión a la situación actual de Costa Rica. En este país, la proliferación de leyes, trámites y una malentendida concepción de la democracia, donde cada individuo actúa según su propia voluntad sin considerar el bienestar colectivo (liberalismo radical), ha conducido a una degeneración del sistema. Esta degeneración ha provocado una búsqueda de orden que, en lugar de llevar a una regeneración equilibrada, ha resultado en una creciente tendencia autoritaria.

Karl Marx postuló que «la praxis es el criterio de la verdad», y en Costa Rica, la práctica diaria ha revelado la verdad del exceso de horizontalidad. La democracia, en su forma distorsionada, ha permitido que la falta de coherencia y disciplina en la administración pública y la vida social degeneren en un caos operativo. La respuesta a este desorden ha sido la emergencia de un gobierno que se presenta como el «ordenador» de esta anarquía. Sin embargo, esta figura de autoridad no ha logrado transformar la situación de manera positiva. En lugar de una regeneración consciente y equilibrada, lo que se ha manifestado es una degeneración autoritaria.

El gobierno, al intentar imponer un supuesto orden en medio de la desorganización, recurre a tácticas autoritarias y manipuladoras que socavan los principios democráticos fundamentales. Esta paradoja refleja la incapacidad del sistema para auto-regenerarse de manera efectiva, convirtiéndose en una mampara que oculta la continua decadencia y aceleración de la degeneración social, espiritual y política que sufre el país.

La experiencia de Costa Rica ilustra cómo la mala praxis de la democracia y la excesiva horizontalidad pueden llevar a una reacción opuesta, en la que el autoritarismo se presenta como una solución temporal pero ineficaz. En lugar de un renacimiento equilibrado y consciente de la gobernanza, lo que se obtiene es una degeneración acelerada que amenaza con desvirtuar aún más nuestros valores democráticos y la poca estabilidad social que nos queda.

Para evitar caer en esta trampa, es esencial que se fomente una democracia auténtica y funcional, basada en la claridad normativa, la eficiencia burocrática y el respeto por el bienestar colectivo. La regeneración verdadera requiere una reforma profunda del sistema, donde la horizontalidad se equilibre con una autoridad legítima y transparente que trabaje por el bien común.

El desafío, entonces, radica en encontrar un equilibrio entre un marco democrático robusto y funcional, y la simplicidad necesaria para que las normas sean comprendidas y respetadas por todos sin excepción. La eficiencia burocrática no debe sacrificarse en aras de la cantidad normativa; más bien, se debe buscar la calidad legislativa, donde cada ley y reglamento tenga un propósito claro y una aplicación práctica evidente.

La sobreabundancia de leyes y trámites puede llevar a una disfunción estatal y a una sociedad desorientada, donde la anomia se convierte en norma. Esta situación, lejos de ser ideal, puede provocar un giro hacia modelos autoritarios en busca de simplicidad y orden. Es imperativo que los sistemas de gobernanza contemporáneos trabajen para simplificar y clarificar sus marcos normativos, asegurando que las leyes sirvan a la sociedad de manera efectiva, evitando así la trampa de la anomia y la tentación del autoritarismo. Costa Rica aún tiene la oportunidad de despertar y transformar esta compleja realidad.

Don Pepe y la Multipolaridad

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Mauricio Ramírez Núñez.

En la historia reciente de Costa Rica, pocas figuras han dejado una marca tan indeleble como José Figueres Ferrer, «Don Pepe”, como de cariño se le dice. Su legado no solo reside en su papel decisivo en la abolición del ejército tras la guerra civil de 1948 y la fundación de la Segunda República, sino también, en la configuración de una política exterior valiente y visionaria que ha permitido al país mantener relaciones constructivas con diversas naciones, independientemente de su alineamiento con las grandes potencias, y en medio de aquella compleja coyuntura conocida como la Guerra Fría. Don Pepe se caracterizó por tener, sin lugar a dudas, una visión política adelantada a su época.

Don Pepe entendió que la verdadera independencia y el desarrollo soberano de una nación pequeña como Costa Rica, dependían de su capacidad para mantener una política exterior flexible y pragmática. Este enfoque se centraba en establecer y mantener relaciones diplomáticas y comerciales con una amplia gama de países, evitando así caer en la trampa de las alianzas exclusivas o los juegos de poder y amenazas impuestas por las grandes potencias de aquel momento.

El caso más emblemático y sobresaliente de esto que menciono fue el establecimiento de relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el año 1972, durante su tercer mandato. Don Pepe, como estadista y líder audaz, demostró una valentía notable al desafiar las tensiones de la Guerra Fría, esta postura no solo fue un acto de coraje, sino, asimismo, de astucia política y visión de largo plazo, lejos del calor de la coyuntura en un período dominado por la confrontación ideológica entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

El 24 de enero de 1972, San José recibió al Embajador Soviético, Vladimir Kazimirov, recientemente fallecido por cierto, marcando la apertura de la primera embajada de la URSS en territorio centroamericano. Este evento histórico y revolucionario, si se quiere, simbolizó un cambio significativo en la política exterior de Costa Rica y reflejó la convicción de Don Pepe de que el diálogo y la cooperación internacional eran esenciales, incluso con naciones de sistemas políticos radicalmente diferentes al costarricense. Por su parte, nuestro primer embajador en la URSS fue el señor Fernando Berrocal, quien tuvo el honor y la responsabilidad histórica de echar a andar las relaciones de nuestro país con Moscú en tierras soviéticas.

Además, Don Pepe no se limitó a establecer vínculos con la Unión Soviética. Su administración extendió relaciones diplomáticas a otros ocho países de la órbita socialista, reafirmando su compromiso con una política exterior inclusiva y plural. Esta postura no solo diversificó las alianzas internacionales de Costa Rica, sino que también mostró al mundo la independencia y soberanía de la nación en la arena global. La valentía de Don Pepe en estos actos continúa siendo un testimonio de su liderazgo visionario y su capacidad para navegar en medio de complejas dinámicas internacionales en pos del beneficio de su país.

Hoy, el mundo parece estar viviendo una nueva Guerra Fría 2.0. La actual contradicción ha dejado de ser ideológica para convertirse en geopolítica y comercial. En este escenario, el bloque globalista liderado por el Occidente colectivo y caracterizado por un enfoque unipolar, con Estados Unidos y la OTAN a la cabeza, se enfrenta a una visión multipolar del mundo. En esta visión alternativa, Rusia, China, India y otros países están adquiriendo un papel cada vez más prominente a diversos niveles, desafiando el liderazgo occidental en todos los planos. Estos actores se atreven a proponer un orden internacional alternativo, donde su amplia participación se convierta en un elemento clave para la construcción de dicho orden.

Esta realidad geopolítica en el contexto de la política exterior costarricense actual, implica en primer lugar retomar nuestra postura estratégica de neutralidad, promulgada el 15 de septiembre de 1983 por el presidente Luis Alberto Monge Álvarez. En segundo lugar, conlleva la capacidad de relacionarse y cooperar con múltiples actores en el escenario internacional. Esta estrategia no solo diversifica las opciones de cooperación económica y desarrollo del país, sino que minimiza la dependencia de cualquier potencia en particular, brindándonos un mayor margen de maniobra en todos los sentidos.

En un mundo cada vez más interconectado y lleno de tensiones geopolíticas, la habilidad de maniobrar entre diferentes polos de poder se convierte en un activo invaluable para una nación pequeña y sin ejército como Costa Rica. Alinear nuestra política exterior exclusivamente con una sola potencia sería el peor error histórico que podríamos cometer. Costa Rica ha ejemplificado este enfoque a través de su historia reciente, manteniendo relaciones diplomáticas y comerciales con países de todos los continentes, incluidos aquellos con sistemas políticos y económicos muy diferentes. Por ejemplo, Costa Rica ha sabido balancear sus relaciones con Estados Unidos, una potencia histórica en la región, mientras fortalece lazos con países emergentes como China y Emiratos Árabes, y al mismo tiempo, mantiene vínculos estrechos con naciones europeas y latinoamericanas en el marco de una diplomacia basada en el respeto mutuo y la cooperación.

El Pragmatismo en la Política Exterior de hoy es la clave

El pragmatismo ha sido otro pilar de la política exterior costarricense heredada de aquella amplia visión de Don Pepe. Este enfoque implica tomar decisiones basadas en el interés nacional y en las oportunidades concretas de desarrollo, en lugar de seguir ciegamente ideologías o alineamientos geopolíticos. Así, Costa Rica ha sido capaz de sortear las dificultades y aprovechar las oportunidades que surgen de su posición estratégica y de su reputación como un país pacífico y estable.

Un ejemplo reciente de este pragmatismo es la incorporación de Costa Rica a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Este paso no solo ha abierto nuevas oportunidades de inversión y cooperación internacional, sino que ha reforzado el compromiso del país con la transparencia y las buenas prácticas en la administración pública y la economía.

El enfoque “no alineado” que Don Pepe implementó en su momento es una estrategia que podríamos retomar en el actual contexto de confrontación geopolítica y ante las puertas de un nuevo orden multipolar. En un mundo donde Asia se ha convertido en el epicentro de los negocios, la innovación y el futuro, y donde surgen nuevas formas de integración económica con un potencial enorme, este enfoque ofrece oportunidades significativas para Costa Rica y todos los países del sur global.

Económicamente, la visión pragmática de Don Pepe de las relaciones internacionales ha permitido a Costa Rica diversificar sus mercados y atraer inversiones de diversas fuentes. Políticamente, ha otorgado al país un grado de independencia que le permite tomar decisiones soberanas sin la presión de alinearse con una potencia dominante. Diplomáticamente, ha consolidado la imagen de Costa Rica como un actor confiable y respetado en la arena internacional.

La historia de Costa Rica y su política exterior es un testimonio de cómo una visión política clara y una estrategia pragmática pueden abrir posibilidades y construir un futuro próspero, sin que ello implique entrar en contradicción con nuestros principios, como muchos erróneamente argumentan. Siguiendo los pasos de Don Pepe, Costa Rica ha demostrado que es posible estar bien relacionados con todos los actores internacionales, sin caer en los juegos de poder de las grandes potencias. Este enfoque ha contribuido al desarrollo y la estabilidad del país, así como ha convertido a Costa Rica en un ejemplo a seguir en materia de política internacional contemporánea.

Ante la coyuntura actual de esta nueva Guerra Fría 2.0, surgen dos preguntas cruciales: ¿cómo actuaría Don Pepe en este escenario? y ¿cómo actuarán quienes dicen ser los herederos de su pensamiento y práctica política?

Costa Rica y el no alineamiento activo

Mauricio Ramírez Núñez.

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

El mundo atraviesa por una compleja situación geopolítica que pasa por encima a las antiguas categorías e ideologías clásicas que marcaron el periodo de la Guerra Fría. El dominio hegemónico que ha mantenido Occidente como eje de la civilización durante los últimos 500 años está experimentando un desplazamiento a Asia en la actualidad. Este cambio está generando un impacto significativo en todos los procesos de integración e institucionalidad que surgieron bajo esta antigua distribución del poder global.

A su vez, están emergiendo nuevas formas de multilateralismo e integración económica al margen de las convencionales dirigidas por Occidente. Como en todo proceso de transformación global, algunos actores se debilitan mientras que otros se fortalecen. Ejemplos de este nuevo multilateralismo multipolar incluyen los BRICS, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), la Organización de Cooperación de Shanghái, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, entre otros.

El Observatorio de Complejidad Económica (OEC) comprueba que esta nueva arquitectura de la economía global va creciendo con fuerza y beneficiando positivamente a todos quienes forman parte de esta. Según datos de la OEC, en 2022, ASEAN exportó un total de $1,98B. Durante los últimos cinco años reportados, las exportaciones de ASEAN han cambiado en $555MM desde $1,43B en 2017 a $1,98B en 2022., mientras por su parte, los BRICS, ya lograron superar el PIB de sus homólogos del G7.

Estas nuevas realidades exigen de una mirada pragmática, pero, sobre todo, soberana de los intereses de nuestros países en el sur global. En medio de las tensiones diplomáticas y geopolíticas actuales, tal como plantea el académico brasileño Oliver Stuenkel, la pugna ideológica entre potencias no debería llevarse a la lucha política interna de nuestros países, ya que en nada contribuye al desarrollo ni progreso de nuestros pueblos, y por el contrario, se presta para la polarización sociopolítica, así como para los juegos de poder de estas potencias en nuestra región, en momentos históricos donde se requiere integración y trabajo en equipo para salir adelante.

Aquí es donde cobran especial relevancia las palabras de los especialistas Carlos Fortín, Jorge Heine y Carlos Ominami, de que América Latina debe recuperar su rol estratégico como actor en las relaciones internacionales, por medio de lo que han llamado una política de no alineamiento activo: “en estos términos, una política de un no alineamiento activo por parte de América Latina no se refiere solo a tomar una posición equidistante de Washington y de Beijing. Significa también asumir que existe un mundo ancho y ajeno más allá de los referentes diplomáticos tradicionales, que Asia es el principal polo de crecimiento en el mundo hoy, y que existen vastas zonas del mundo que han estado fuera del radar de nuestros países. Ellas incluyen gran parte de África y Asia Central, cuyas proyecciones de crecimiento demográfico y económico en las próximas décadas ofrecen enormes posibilidades, que ignoramos a costa nuestra”.

El no alineamiento activo no implica permanecer en silencio frente a los actos de barbarie perpetrados por cualquier actor, sino más bien, alzar la voz de manera imparcial y clara para que sea escuchada y tomada en consideración con la seriedad y el respeto que corresponde. Para ello, debemos liderar con el ejemplo y resistir las presiones de quienes quieren que adoptemos sus posturas, mismas que no corresponden a nuestra realidad ni mucho menos a nuestras responsabilidades como nación.

Esto requiere trascender los intereses temporales y circunstanciales, así como las afinidades políticas individuales, para adoptar una postura seria y auténtica frente al mundo, basada en nuestros propios valores y objetivos. Significa alejarse de las fluctuaciones de las coyunturas geopolíticas y centrarse en los desafíos genuinos que enfrentamos como región.

La tradición de neutralidad costarricense y el no alineamiento activo

Costa Rica, como pequeño país centroamericano, destaca por su larga trayectoria de buenas prácticas y relaciones diplomáticas con una amplia gama de actores internacionales. Creemos firmemente en la diplomacia, la negociación y el derecho internacional como herramientas clave para resolver diferencias. En este contexto de aguas turbulentas en el mundo, es crucial que el país actúe con inteligencia y arraigado en su tradición pacífica, democrática y civilista.

Como país que no cuenta con fuerzas armadas desde el año 1949, nuestro protagonismo como actor internacional ha sido ejemplar, entre otras cosas, por tener la sabiduría de establecer buenas relaciones diplomáticas con una variedad muy diversa de actores en el mundo, muchas veces con visiones o intereses diferentes, pero sí en el marco del respeto mutuo y la buena voluntad. Estas buenas prácticas fueron reafirmadas con la declaración de neutralidad perpetua, activa y desmilitarizada promulgada por el entonces presidente de la República, el señor Luis Alberto Monge Álvarez, el 15 de septiembre del año 1983.

Hoy, esta valiente posición histórica se alinea perfectamente con la idea del no alineamiento activo, demostrando nuestra visión adelantada a este enfoque. Es en este marco que Costa Rica ha basado sus relaciones internacionales, las cuales siempre han estado marcadas por el respeto mutuo y la no intromisión en los asuntos internos de los estados, siendo de esta manera un modelo para el mundo entero. Nuestra declaración de neutralidad nos puede convertir en uno de los países de la región que lideren con total propiedad y autoridad esta valiosa iniciativa latinoamericana.

En un mundo marcado por una compleja dinámica geopolítica que desafía las categorías tradicionales, el desplazamiento del dominio hegemónico hacia Asia está generando un profundo impacto en las estructuras de poder globales. En este contexto, el surgimiento de nuevas formas de multilateralismo multipolar demanda una respuesta pragmática y soberana por parte de nuestros países del sur global.

Costa Rica, arraigada en su tradición de neutralidad y diálogo, ha sido un ejemplo destacado de esta postura. Su posibilidad de compromiso con el no alineamiento activo refleja una visión adelantada y pragmática en un mundo caracterizado por las tensiones geopolíticas y la fragmentación. Al mantener una posición de respeto mutuo y no intervención, Costa Rica se posiciona como un líder regional en la promoción del diálogo y la cooperación internacional.

Es por ello, que nuestro país ofrece un ejemplo valioso de cómo los principios de neutralidad, diálogo y cooperación pueden servir como pilares fundamentales para abordar los desafíos del mundo contemporáneo. En un momento donde la diplomacia y el respeto mutuo son más necesarios que nunca, el compromiso de Costa Rica con el no alineamiento activo es una luz de esperanza para un futuro de paz y entendimiento entre las naciones.

La Matrioshka Fecunda

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

El presidente del Partido Liberación Nacional ha expresado su repudio hacia el presidente ruso, Vladimir Putin, en un artículo que parece estar impulsado más por la emoción que por un análisis objetivo. Sin embargo, es importante señalar que el artículo carece de fundamentos sólidos en cuanto a su crítica hacia Putin y su administración.

En vez de presentar argumentos razonados, el artículo parece estar impulsado por sentimientos negativos hacia Putin, lo cual resta credibilidad a las opiniones expresadas. Además, parece evidente una falta de comprensión de los complejos asuntos geopolíticos que rodean a Rusia, particularmente en relación con el conflicto en Ucrania y la posición de la OTAN y Estados Unidos. Hubiese sido más constructivo que el presidente del Partido Liberación Nacional ofreciera argumentos fundamentados y análisis profundos sobre la situación en Rusia y sus relaciones internacionales. Esto permitiría un debate más enriquecedor y productivo sobre estos temas importantes.

En su reciente comparación entre Rusia y países como Nicaragua o Venezuela, el señor parece hacer una asociación superficial que solo encuentra sentido en un contexto arraigado en mentalidades de la Guerra Fría. Sin embargo, es importante considerar varios aspectos que invalidan esta comparación. Es importante desmitificar la idea de que Rusia y su presidente, Vladimir Putin, representan una continuidad con la era comunista. Primero, es un error asumir que Rusia es una continuación de la Unión Soviética. Putin y su partido, Rusia Unida, se identifican más con una ideología de centro-derecha, en contraste con el pasado comunista del país. De hecho, si buscamos equivalencias en el espectro político costarricense, podríamos comparar a Rusia Unida con partidos de derecha como el PUSC, históricamente conservador.

En segundo lugar, Rusia posee una historia rica y compleja que abarca más de 800 años, lo que la distingue profundamente en términos de cultura, tradición y pensamiento político respecto al enfoque occidental e imaginario al cual el señor hace referencia. Este contexto histórico único de Rusia no se puede subestimar al evaluar sus políticas y acciones actuales. Por otro lado, es crucial reconocer el papel de Rusia como una potencia mundial que está forjando un camino alternativo en el escenario internacional junto con China. Este camino desafía el tradicional orden unipolar basado en la hegemonía estadounidense y europea, que es el verdadero tema de fondo de esta triste guerra en suelo ucraniano, lo que añade una capa adicional de complejidad a cualquier comparación simplista con países latinoamericanos y sus coyunturas internas.

En tercer lugar, es importante examinar los indicadores de desarrollo y calidad de vida al evaluar la posición de Rusia en relación con países como Nicaragua y Venezuela. En términos del PIB, Rusia, con una economía de mercado y abierta, supera significativamente a ambos países, con cifras que reflejan una economía mucho más robusta, abierta al mundo y diversificada. Por ejemplo, el PIB ruso en 2022, según datos del Banco Mundial, fue de $2,240 billones, mientras en Nicaragua y Venezuela, los valores son considerablemente menores; $15,7 y $482,4 billones, respectivamente.

Es evidente que, al comparar estos aspectos económicos, sociales y políticos, se revela la inadecuación de equiparar a Rusia con Nicaragua o Venezuela. Tal comparación no solo carece de fundamento en términos históricos y culturales, sino que también pasa por alto las diferencias significativas en términos de desarrollo y posicionamiento geopolítico de estos países. Es fundamental reconocer las diferencias contextuales, así como los matices inherentes a los procesos electorales en Rusia, Nicaragua y Venezuela. Si bien es cierto que existen críticas y preocupaciones legítimas sobre la transparencia y la democracia en todos estos países, es necesario abordar cada caso con un análisis detallado y contextualizado.

Mi reciente participación en febrero pasado en el Congreso Mundial de la Multipolaridad en Rusia, donde tuve la oportunidad de interactuar con una amplia gama de colegas de más de 130 países, me permitió obtener una visión más profunda de la situación política en ese país. Durante este evento, y los intercambios que pude tener personalmente con costarricenses que viven allá, así como con ciudadanos rusos, quedó patente que una mayoría significativa del pueblo ruso respalda al presidente Putin y su gestión.

Ahora bien, es importante tener en cuenta también que mi experiencia personal, aunque reveladora, representa sólo una perspectiva limitada y no puede extrapolarse para representar la totalidad de la opinión pública en Rusia, pero sí demuestra contundentemente, que las cosas no son como las pintan los medios occidentales, en guerra contra ese país.

El contraste entre el sistema político y electoral de Rusia con los de Nicaragua y Venezuela revela importantes diferencias que no pueden ser pasadas por alto. Mientras que en Rusia persisten críticas respecto a la falta de pluralismo político y competencia real en las elecciones, es esencial reconocer que aún existe la participación de múltiples partidos políticos y candidatos en el proceso electoral.

Es importante destacar que, en Rusia, a pesar de la influencia del gobierno sobre instituciones clave como la Duma, aún se mantienen ciertos mecanismos institucionales que permiten cierto grado de independencia y capacidad de deliberación. En contraste, en Nicaragua y Venezuela, los poderes legislativos han sido subordinados al ejecutivo, lo que ha socavado el equilibrio de poderes y la separación de poderes, elementos esenciales para el funcionamiento efectivo de la democracia.

El segundo argumento esgrimido y totalmente carente de fundamento real, es el de, y cito textualmente: “Lo peor de todo fueron unas elecciones en medio de una guerra invasora genocida contra Ucrania. Putin llamó a las urnas usando la guerra es un acto de cobardía porque cada muerto del enemigo se paga con votos inducidos por el odio. Fueron urnas manchadas de sangre”. El argumento presentado simplifica una vez más una situación compleja por lo cual es importante considerar varios puntos para refutar esta afirmación:

1- La convocatoria de elecciones durante un conflicto no es necesariamente un acto de cobardía por parte de un líder político. Las elecciones pueden ser vistas como un intento de mantener la estabilidad interna y la legitimidad del gobierno en medio de circunstancias adversas. Además, las elecciones son un derecho fundamental de los ciudadanos y su celebración no debería ser obstaculizada por la presencia de conflictos. A diferencia de lo que dice Occidente, Rusia es un país civilizado y su gente es culta. En última instancia, si realmente existiera un rechazo generalizado del pueblo ruso hacia la guerra y el presidente Putin, como algunos afirman sin presentar pruebas, esto habría quedado patente a través del abstencionismo y la apatía en las elecciones. Sin embargo, lo que vimos fue todo lo contrario: la participación activa en las elecciones mostró que no se pudo ocultar ninguna supuesta «mentira del Kremlin». La realidad es que la alta participación electoral refleja un respaldo significativo al sistema político y liderazgo actual en Rusia.

2- Es importante evitar asumir que todos los votantes rusos fueron influenciados por el «odio hacia Ucrania». Más bien a Ucrania lo ven como a Bielorrusia, un pueblo hermano. Las motivaciones para participar en unas elecciones son diversas y no se pueden generalizar. Muchos ciudadanos pueden haber tomado decisiones electorales basadas en consideraciones internas y domésticas, sin necesariamente estar directamente influenciados por el conflicto con Ucrania. Además, es crucial reconocer el impacto positivo del liderazgo del presidente Putin en Rusia posterior a la década de la humillación que vivió ese país en los años noventa. Este cambio ha generado un sentimiento de gratitud entre la mayoría de los ciudadanos rusos, lo que puede haber influido en su respaldo al liderazgo actual. Es evidente que el desconocimiento de esta transformación interna puede llevar a una interpretación incompleta de la dinámica política en Rusia.

3- Criticar las elecciones en Rusia y calificar las urnas de estar «manchadas de sangre» debido al conflicto con Ucrania es una simplificación subjetiva y poco fundamentada. Es válido señalar que sería deseable haber visto posturas críticas similares durante elecciones anteriores en Estados Unidos, especialmente durante períodos en los que el país estuvo involucrado en invasiones ilegales en Oriente Medio. Este tipo de posturas habrían reflejado un compromiso más consistente con los principios de justicia, democracia y responsabilidad internacional.

Además, catalogar a Putin como genocida es una afirmación que carece de respaldo sustancial, especialmente considerando que ni siquiera la ONU ha hecho tal declaración. En contraste, recientemente la relatora especial de la ONU en Israel, Francesca Albanese, durante la sesión ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, dijo que considera que hay motivos razonables para creer que se ha alcanzado el umbral que indica la comisión del delito de genocidio contra los palestinos como grupo en Gaza, situación frente a la cual este señor y su partido guardan silencio.

Por último, es crucial destacar que calificar las elecciones en Rusia como el derrumbe de la civilización es una afirmación absurda y paradójica. Rusia se destaca hoy en día como uno de los principales defensores de la verdadera civilización cristiana en Occidente, en contraposición a la ideología liberal atea occidental tanto de izquierda como de derecha. Mientras que en Occidente se promueven valores que desprecian la tradición y la fe, Rusia aboga por la preservación de las raíces cristianas, el orden, la familia y la moralidad.

La ideología rusa actual se basa en principios que valoran la estabilidad social, la cohesión familiar y el respeto por la tradición, en oposición al materialismo desenfrenado y el consumismo que caracterizan a la sociedad occidental. Además, mientras Occidente tiende hacia el nihilismo y la deshumanización, Rusia se esfuerza por promover una visión más equilibrada y humanista de la civilización.

Antes de terminar, y no sin dejar de lado el tema del lamentable conflicto en Ucrania, es menester considerar que responsabilizar exclusivamente a Rusia por la guerra en Ucrania es ignorar por completo la complejidad de la historia reciente y la implicación directa de países occidentales desde el golpe de estado de 2014 en Kiev. Es importante abordar abiertamente los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región, que claramente apuntan a contener a Rusia como un actor global de peso.

Además, no se puede pasar por alto el hecho de que la CIA ha estado operando en Ucrania durante más de una década, con el objetivo de socavar a Rusia, lo cual fue titular del prestigioso medio estadounidense, The New York Times, el pasado 28 de febrero. Pero parece que esto no refleja, ante los ojos de algunos, una amenaza para la seguridad nacional de Rusia. De igual manera, es crucial reconocer la presencia de laboratorios de experimentación biológica occidentales en las regiones ucranianas fronterizas con Rusia, lo cual añade una capa adicional de complejidad al conflicto.

Sumado a esto, es fundamental considerar el interés de convertir a Ucrania en un miembro de la OTAN para legitimar la instalación de misiles en las fronteras rusas apuntando hacia Moscú. Para comprender mejor esta situación, podemos plantear una analogía: ¿Cómo reaccionaría Estados Unidos si México se uniera a una alianza militar con Rusia y China, y decidiera establecer bases militares en la frontera con Texas? Esta perspectiva nos permite entender la sensibilidad de Rusia ante la posibilidad de una expansión de la OTAN hacia sus fronteras, similar a la situación que provocó la crisis de los misiles en Cuba en 1962, en este caso para los Estados Unidos.

La idea de que Putin y su ministro de defensa decidieron invadir Ucrania por mera voluntad es una simplificación absurda y refleja la decadencia del pensamiento occidental en su máxima expresión. Es necesario un análisis más profundo y equilibrado que considere todos los factores en juego, incluidos los intereses geopolíticos y las acciones de todas las partes involucradas, antes de tomar una postura al respecto.

Es importante no caer en el juego de la guerra psicológica ni en las campañas de rusofobia occidentales. Por estas y muchas otras razones yo no cuestiono el viaje de las diputadas a Moscú, sino que lo reconozco como un acto de valentía, pensamiento independiente y buena fe en el marco de una coyuntura geopolítica histórica y compleja. El hecho de comprender las razones detrás de las acciones de Rusia y reconocer la guerra mediática lanzada por Occidente no implica necesariamente un respaldo ciego a todas las acciones de Rusia o su presidente. Tampoco equivale a apoyar a dictadores, como erróneamente afirman algunos. Más bien, implica tener una comprensión más profunda de la complejidad del mundo y un intento de superar el pensamiento simplista de «buenos y malos» que a menudo prevalece en el pensamiento occidental.

Hay que tener cuidado con el fundamentalismo democrático, al igual que cualquier extremo ideológico, representa un riesgo significativo para la misma democracia. Si las cosas fueran de buenos y malos, entendidas desde una visión puramente idealizada de la democracia, países como Costa Rica, que no tienen ejército ni enemigos en el mundo, se vería obligada a aislarse del mundo, paradójicamente, como Corea del Norte, porque todas las naciones, independientemente de su sistema político, tienen sus propios intereses y participan en juegos geopolíticos en los cuales podemos o no estar de acuerdo, y donde no todos son democráticos.

Reconocer estas complejidades significa entender que hay más oportunidades de promover la paz a través del diálogo y la negociación que mediante sanciones unilaterales o la suposición de superioridades morales. La búsqueda de soluciones pacíficas requiere un compromiso con la comprensión mutua y el respeto por las perspectivas divergentes, en lugar de caer en la trampa de la demonización, la confrontación y la cultura de la cancelación que dañan y enferman a la democracia real en nuestras latitudes.

Reflexiones sobre el Foro de la Multipolaridad Rusia 2024

El Movimiento Manuel Mora Valverde organizó la charla Reflexiones sobre el Foro de la Multipolaridad Rusia 2024, que impartirá el docente e investigador Mauricio Ramírez Núñez quien compartirá su participación y experiencia en dicha actividad.

– Fecha y hora: sábado 9 de marzo de 2024 a las 4:00 p.m.
– Lugar: Barrio Colonia del Río. Guadalupe, Goicoechea.
– Cupo limitado. Si desea participar puede comunicarlo al 8318-8273, con Antonio Naranjo.

¡Esta actividad busca ampliar perspectivas e invitar al diálogo y el análisis geopolítico!

De la Resiliencia a la Acción: la Encrucijada Costarricense

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

La noción de resiliencia emergió en los años 70 como un concepto clave en la ecología y la física, describiendo la capacidad de los sistemas naturales para resistir y recuperarse de perturbaciones naturales o provocadas por la industrialización. Proviene del latín resilio, que significa volver atrás. Con el tiempo, esta idea trascendió su origen científico para infiltrarse en el ámbito de la psicología, donde fue abordada como la capacidad de las personas para superar y reponerse ante las adversidades de la vida.

La transformación económica e ideológica que ha caracterizado al mundo posterior a la Guerra Fría se ha centrado en la búsqueda constante de rendimiento y eficiencia. En este contexto, las personas tienden a someterse a una autoexplotación en busca de una supuesta realización personal. Cuando enfrentan dificultades o fracasos, la culpa suele recaer exclusivamente sobre ellas mismas, desvinculando cualquier responsabilidad estructural de su entorno, ya sean factores políticos, sociales o económicos, y minimizando así la influencia de sus circunstancias. Este enfoque ideológico ha facilitado la integración de la resiliencia en la psicología contemporánea, volviéndola un concepto-tendencia global que se ha aplicado también en diversos campos del conocimiento, convirtiéndose en un concepto omnipresente y, en ocasiones, trivializado.

La expresión de moda ha evolucionado de «usted debe» a «usted puede», todo en un tono positivo. Se dice que somos capaces de adaptarnos y superar obstáculos una y otra vez. Y aunque esto es cierto en muchos aspectos, existe una trampa importante. Adaptarse y recuperarse de los desafíos de la vida es una cosa, pero persistir en una lucha constante y autoexplotadora para alimentar un modelo que no solo agota los recursos naturales, sino también a las personas y sus emociones, es algo completamente distinto.

Este estilo de vida ha desencadenado un preocupante aumento de enfermedades mentales como la depresión y el síndrome del burnout, especialmente entre la juventud, la clase media y los trabajadores, lo que ha legitimado aún más el uso de la resiliencia por parte de terapeutas y expertos en coaching. Esto parece crear un ciclo vicioso. En este contexto, la percepción constante de fracaso personal se erige como un obstáculo a vencer, mientras que algunos lo interpretan como una faceta positiva del camino hacia la realización individual. Esto traslada las contradicciones sociales y económicas objetivas a un nuevo terreno de batalla: la psique de cada persona, ejerciendo así un impacto negativo en la salud mental y el bienestar de la población.

Es por esto por lo que el filósofo surcoreano Byung Chul Han sostiene que en la actualidad resulta imposible la revolución, ya que las personas no saben contra qué o quién rebelarse; en lugar de resistencia, lo que se observa en todas partes es cansancio y depresión. Han argumenta que hoy en día se prefiere descansar en lugar de luchar. Es crucial reconocer en este punto que la resiliencia, despojada de su concepción original, ha pasado a convertirse en una herramienta poderosa para amortiguar de cierta manera la dinámica irracional de vida que impera en nuestra sociedad, desviando la atención del problema hacia la persona y enseñándole a adaptarse constantemente y superar los desafíos, en lugar de cuestionar la estructura misma de vida y consumo que genera esas adversidades y crisis existenciales recurrentes.

Sin embargo, su evolución no se detuvo allí. La resiliencia, transformada en un instrumento ideológico del neoliberalismo y aceptada acríticamente como un concepto apolítico por amplios sectores tanto de izquierda como de derecha, ha sido fácilmente utilizada para justificar la inmutabilidad del statu quo, presentando a quienes realmente desafían este sistema como amenazas al orden, la democracia o los derechos humanos, lo cual ha alimentado fenómenos como la dictadura de lo políticamente correcto por un lado, y al surgimiento de su opuesto: el hartazgo, la polarización y el populismo por otro, creando una especie de espada de Damocles sobre la sociedad contemporánea.

No es sorprendente observar el grave aumento en el consumo de sustancias ilegales, cuyo principal propósito es permitir a las personas escapar de la realidad. Los datos revelan claramente que este estilo de vida conduce inevitablemente a sociedades más violentas, intolerantes y divididas. Todo esto resulta de una saturación de positividad artificial. Bajo esta perspectiva, se ha promovido la ilusión de que cualquier sistema, ya sea natural o humano, posee una capacidad infinita de adaptación, ocultando así las consecuencias destructivas de un modelo económico insostenible como el actual. Incluso se ha ido un paso más allá al considerar la resiliencia como un indicador de progreso civilizatorio, cuando en realidad es más bien una forma extrema de supervivencia frente al inminente colapso del planeta, causado por la interferencia y explotación desmedida del ser humano en los ecosistemas y sus recursos.

Costa Rica, como ejemplo paradigmático, ha experimentado en carne propia los límites de esta supuesta resiliencia. Aunque su modelo ha demostrado una notable capacidad para resistir y adaptarse a diversos desafíos, se enfrenta ahora a una encrucijada donde la continuidad del statu quo ya no es una opción viable para el bienvivir de toda la nación.

El último informe del Estado de la Nación, publicado en 2023, arroja una luz cruda sobre el desgaste del desarrollo humano en el país. Amplios sectores de la sociedad se encuentran ahora con menos acceso a oportunidades laborales de calidad, al bienestar social y a un entorno seguro en comparación con una década atrás. Aunque los indicadores económicos promedio señalan un leve aumento en el dinamismo de la economía y el empleo, debido al fin de la pandemia y no tanto por las acciones del gobierno, estos avances son insuficientes para reparar los daños causados por ésta, que ha golpeado con mayor fuerza a los sectores más vulnerables.

Además, el informe resalta los desafíos inherentes a un sistema político marcado por la debilidad de los actores políticos, el antagonismo y el entrabamiento, lo que dificulta la construcción de acuerdos y la consecución de mejores resultados para el desarrollo humano. La crisis educativa y la falta de una dirección estratégica por parte del gobierno para transformar la realidad profundizan aún más esta situación y debilitan la cohesión social.

Ante este panorama desafiante, surge la necesidad imperativa de romper con la inercia y la inacción. El camino hacia el cambio implica la creación de un movimiento político robusto, verdaderamente popular y participativo. Este movimiento debe surgir de la mano del pueblo y abarcar a todos sus sectores, desde sindicatos y cooperativas, hasta emprendedores y empresarios. Todos tendrán algo que aportar y que ceder, pero no se podrá echar por la borda a nadie más, de igual manera, habrá quienes vayan por el camino contrario naturalmente. Es momento de refundar la política costarricense, dejando atrás lo viejo y decadente, y construyendo un movimiento de nuevo tipo: amplio, democrático y soberano.

Entonces, ¿cómo podemos trascender este ya viejo paradigma? Es hora de recurrir a las herramientas democráticas con las que contamos y a la verdadera formación política para la acción, en aras de abordar los desafíos que enfrentamos y transformar la esfera pública. Es momento de replantear nuestro enfoque hacia un desarrollo sostenible y equitativo, donde la resiliencia no sea una excusa para la inacción y la perpetuación del status quo so pretexto que no se puede hacer nada al respecto más que adaptarse. No se pueden seguir aceptando cambios cosméticos para que todo siga igual o peor. Es tiempo de pensar en algo diferente y actuar en consecuencia.

El pueblo es el motor del cambio, y todos merecemos vivir bien y disfrutar de los resultados del trabajo conjunto. Es hora de revitalizar la política, enraizándola en las necesidades y aspiraciones de la gente, y así abrir paso a una Costa Rica próspera y solidaria, que sabe vivir en armonía con el ambiente.

Elecciones y tensiones en el estrecho de Taiwán

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En medio de una delicada coyuntura política, se llevaron a cabo elecciones en Taiwán el pasado 13 de enero. Lai Ching-te fue electo como nuevo presidente, sin embargo, su partido, el Partido Democrático Progresista (PDP), no logró mantener la mayoría en el Parlamento, obteniendo 51 escaños pero perdiendo 11, haciendo que su partido pierda la mayoría parlamentaria. Para el profesor Liu Guoshen director del Centro de Innovación Colaborativa para el Desarrollo Pacífico de las Relaciones en el Estrecho de la Universidad de Xiamen, el espacio de gobernanza para el partido de Lai será muy limitado en los próximos cuatro años, por lo que le será muy difícil implementar su agenda política.

Este resultado, lejos de ser un simple cambio de liderazgo, ha desencadenado preocupaciones debido a la estrategia de Lai Ching-te de confiar plenamente en Estados Unidos y resistir a China, colocando a la isla en una situación innecesaria al borde de una posible confrontación que podría salirse de control en cualquier momento y con posibilidad de una escalada global.

La apuesta extrema y peligrosa de Lai Ching-te de depender en gran medida de Estados Unidos como aliado estratégico y resistir activamente a China no ha pasado desapercibida, poniendo al mundo entero en constante tensión. Este enfoque, aunque puede tener sus fundamentos para algunos en occidente, no deja de recordar los riesgos que implica confiar ciegamente en ciertos socios, quienes primero empoderan y encantan con sus promesas, y luego abandonan. Ucrania es el mejor ejemplo de ello.

La pérdida de 11 escaños por parte del PDP podría ser interpretada como una reacción a la postura confrontativa de Lai Ching-te, especialmente cuando se observan los eventos geopolíticos recientes en otras partes del mundo. La dinámica política en Taiwán se vuelve aún más compleja con la aparición de una nueva fuerza política, el Partido Popular de Taiwán, que nace en 2019 y ha emergido como la tercera fuerza más votada en la isla. Tras obtener 3,69 millones de votos y una tasa de votación del 26,46%, este partido ha logrado un impacto significativo en el escenario político taiwanés.

Es interesante observar que este fenómeno se tradujo en una disminución en las tasas de votación de los candidatos de los dos partidos principales, el Kuomintang y el Partido Democrático Progresista (PDP), en comparación con las elecciones de 2020. Sin embargo, es crucial señalar que la base de seguidores del Partido Popular está compuesta principalmente por personas que no están satisfechas con el Kuomintang y el Partido Democrático Progresista. Estos votantes, en su mayoría pertenecientes a la generación más joven y con ideologías más progresistas, han demostrado ser cruciales para el ascenso de esta nueva fuerza política. Su creciente apoyo refleja una tendencia hacia posturas más verdes e ideológicamente diversas, desafiando las líneas tradicionales de la política taiwanesa.

Frente a este nuevo panorama, Lai Ching-te tendrá que reconsiderar algunas de sus posturas extremas respecto a China. Sería prudente que las nuevas autoridades taiwanesas reconsideren su enfoque y busquen vías para el diálogo y la cooperación, en lugar de alimentar tensiones que podrían tener consecuencias graves para la región y más allá. La estabilidad y la paz se construyen con sabiduría, diplomacia y un compromiso genuino con la resolución pacífica de las diferencias donde la filosofía del beneficio compartido sea la hoja de ruta para todos.

La República Popular China ha dejado claro que la reunificación pacífica es el camino para la paz y que considera este asunto como un asunto interno de su país. Ya ha sido advertido por Pekín, que existe una línea roja que de ninguna manera van a permitir que se sobrepase y ante la cual está dispuesta a usar la fuerza como último recurso, esa línea roja está legalmente delimitada en la Ley Anti Secesión del país. Atizar las diferencias de manera innecesaria, motivadas por intereses ajenos a la estabilidad regional, representa una actitud irresponsable que viola los principios fundamentales de la convivencia pacífica y el derecho internacional.

Las elecciones recientes en Taiwán han reflejado no solo la insatisfacción de una parte significativa de la población con los partidos establecidos, sino también la imperiosa necesidad de prestar una mayor atención a las aspiraciones y demandas de la generación más joven. Ha sido evidente que el PDP no representa ya la opinión pública mayoritaria de la isla. Esta nueva realidad se manifiesta en un contexto marcado por las crecientes tensiones geopolíticas globales y el enfrentamiento económico-comercial entre Estados Unidos y China.

La sorpresiva reunión entre los presidentes Xi Jinping y Biden en noviembre pasado podría servir como un atenuante de las tensiones en la isla, sugiriendo la posibilidad de un diálogo más constructivo entre las potencias por un lado, y las autoridades de Taiwán con el gobierno chino por otro. En este escenario, resulta esencial que las autoridades taiwanesas consideren la importancia de abordar no sólo las cuestiones internas, sino también de navegar hábilmente en el complejo entorno geopolítico para garantizar la estabilidad y el bienestar de su población. Aquí se pondrá a prueba el liderazgo, la madurez y la capacidad de las nuevas autoridades de la isla.

Occidente vs Oriente: la pugna entre el orden Terrenal y el Celestial

“Hay civilizaciones que, en su afán de grandeza, terminan negando su propia sabiduría”.

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En el devenir de la historia, las civilizaciones han forjado su identidad a través de sus distintas interpretaciones del cosmos y su relación con la Tierra. En el contexto actual, se destaca una dicotomía fundamental entre la visión occidental modernista, que se alejó del cielo para conquistar la tierra, y la perspectiva tradicional Oriental, que ha buscado replicar la armonía celestial en su realidad terrenal.

La narrativa occidental, marcada por el ansia de conquista, poder y dominio, se apartó del cielo como si este fuese un mero espectador ajeno y sin importancia en el escenario de la existencia humana. La controversial frase sobre la muerte de Dios que expresó Nietzsche a finales del siglo XIX fue una metáfora para tratar de explicar los cambios más significativos en la cosmovisión y valores de la sociedad occidental. Para este filósofo, la muerte de Dios representaba la crisis de las antiguas creencias religiosas, morales y metafísicas que habían sido fundamentales en la estructura y conformación de la civilización occidental.

Nietzsche sostuvo que la creencia en un ser supremo y en principios morales absolutos perdían su influencia en la vida de las personas de manera rápida. La secularización y el avance de la ciencia habían socavado las bases de la religión y toda metafísica conocida hasta el momento, dejando un vacío moral, filosófico y antropológico, el cual fue el principal caldo de cultivo del nihilismo, o lo que es igual, la pérdida de valor de todos los valores y pilares base de Occidente.

El Renacimiento, si bien fue un renacer cultural y artístico, también estuvo marcado por la destrucción de la cosmovisión tradicional. La ciencia se erigió como un bastión, desafiando las creencias arraigadas y generando un distanciamiento significativo de la espiritualidad. El mito del progreso, alimentado por la Europa renacentista y sus ideólogos, justificó las acciones expansionistas y colonizadoras de ésta sobre el resto del planeta. La visión de una civilización avanzada, destinada a liderar el mundo hacia una era de prosperidad, permitió la explotación de otras culturas en pos de este supuesto destino inexorable. En el caso de la filosofía oriental, el progreso ha sido abordado no como una conquista del hombre sobre la naturaleza, sino como una construcción armoniosa y colaborativa, con ritmo propio que tiene sus altos y bajos. Esto marca otra diferencia fundamental entre la visión lineal occidental y una basada en ciclos, propia de todas las filosofías tradicionales.

Comparando estos cambios con filosofías tradicionales orientales arraigadas en la armonía celestial, se revela un contraste fundamental. Mientras Occidente se sumía en un materialismo e individualismo absoluto, y desafiaba sus propias raíces metafísicas, en Oriente países como China han mantenido de alguna manera una conexión intrínseca entre el Cielo y la Tierra. El Renacimiento europeo consolidó la visión occidental enfocada en el hombre y su capacidad de conquistar y comprender el mundo, la perspectiva Oriental resuena con una comprensión más holística del ser humano y el cosmos. En el trasfondo de las divergentes perspectivas entre Occidente y Oriente, el Renacimiento emergió como un hito trascendental que marcó un quiebre con la tradición metafísica occidental. Este periodo cúspide, con la consolidación del humanismo, llevó a la reducción de todo a proporciones humanas, sumergiéndose en un materialismo absoluto, como afirmó en su momento el pensador francés René Guenón.

Esta desconexión con la propia tradición filosófica y espiritual por parte de Occidente ha profundizado prácticas en la política internacional relacionadas con el hegemonismo, la competencia desmedida, el unilateralismo, la imposición de ideologías y grandes esfuerzos por borrar la memoria histórica y cultural de los pueblos que se encuentran bajo su influencia, justificando aquella barbarie en nombre del progreso y el tan anhelado desarrollo. La política de bloques, las sanciones económicas y el revanchismo son testigos de esta desconexión con el orden celestial-espiritual, negando la posibilidad a la búsqueda de un bienestar común más allá del material e individual.

En contraste, la filosofía china, por ejemplo, arraigada en su propia tradición milenaria, ha trazado un camino que busca replicar la armonía del Cielo en la Tierra. Desde esta perspectiva, todo en la Tierra se rige por el orden celestial, estableciendo una conexión innegable entre el macrocosmos y el microcosmos, cuya racionalidad no niega la existencia de un plano superior del cual emana el orden universal que debe tratar de replicarse en la Tierra. El concepto tradicional de Tianxia es el mejor ejemplo de ello, con cerca de cuatro mil años de existencia, esta mirada implica una comprensión integral de literalmente «todo bajo el cielo», donde la cooperación, las ganancias compartidas y el multilateralismo son los pilares fundamentales para mantener el orden y la estabilidad del sistema internacional.

La tradición oriental aboga por respetar la diversidad cultural, reconociendo el valor intrínseco de cada proceso histórico y la identidad de cada pueblo. Contrario a imponer su voluntad por la fuerza, en el caso de la filosofía china, se propone trabajar en armonía para alcanzar beneficios compartidos. En este enfoque, la ley y el diálogo se erigen como herramientas fundamentales para resolver diferencias, dando paso a una construcción conjunta de la armonía de ese «todo bajo el cielo».

La dicotomía entre las perspectivas de Occidente y Oriente refleja no solo diferentes modos de entender la relación entre el Cielo y la Tierra en su comprensión del mundo y la política internacional, sino también distintas filosofías de vida. Mientras una se sumerge en el materialismo acérrimo, la competencia sin fin y el afán de poder, la otra abraza la cooperación y la construcción de un orden armonioso en el marco del respeto mutuo. Esta visión oriental subraya la importancia de la cooperación y el multilateralismo, ya que la búsqueda de armonía implica reconocer y respetar la interdependencia de todas las cosas. En contraste con la mentalidad occidental, que a menudo ha priorizado el individualismo y la competencia, la filosofía china aboga por trabajar en conjunto para el beneficio mutuo, reconociendo que la prosperidad de una parte está inextricablemente ligada a la prosperidad del todo y, además, es parte de la armonía celestial.

Una civilización que no reconoce ningún principio rector superior o demiurgo más que el de su propia razón, y que se fundamenta en la negación de los principios tradicionales comunes a toda cultura humana, se encuentra inherentemente limitada en su capacidad para establecer entendimientos significativos con otras culturas. Al negar la existencia de principios compartidos o superiores, esta civilización se adentra en un aislamiento conceptual que dificulta la comunicación efectiva y la comprensión mutua. La ausencia de un terreno común de valores o referencias deja a esta civilización sin los fundamentos necesarios para construir puentes de entendimiento, ya que su estructura misma se erige sobre la negación de principios que podrían servir como puntos de convergencia cultural.

Esta diferencia trasciende ampliamente la antigua dicotomía de la Guerra Fría entre izquierda y derecha, ya que el retorno a la tradición para reflexionar sobre la política actual y respetar el camino singular de cada pueblo rompe con el esquema modernista que ha prevalecido en ambas narrativas. En lugar de enmarcar las discrepancias políticas dentro de una lucha ideológica binaria, esta perspectiva pone de relieve la importancia de reconocer las diversidades culturales y las trayectorias histórico-espirituales únicas de cada sociedad. Al retornar a la tradición, se abraza un enfoque más holístico que valora la riqueza de las experiencias pasadas y reconoce que el futuro político de una nación no puede ni debe ser uniforme o impuesto desde fuera. Este rechazo a dichas visiones modernistas establece las bases para un diálogo intercultural más enriquecedor y una comprensión más profunda entre las civilizaciones.

En el caso de la política exterior de China, ésta se encuentra arraigada en una comprensión profunda de la interconexión entre el planeta, la humanidad y la naturaleza, destaca por su visión amplia y sostenible del futuro. En contraposición al individualismo egoísta que prevalece en algunas narrativas occidentales, la perspectiva china abraza la idea de un futuro compartido de la humanidad en el que todos participen y se beneficien. Con una conciencia clara de la delicada relación entre la humanidad y su entorno, la política china aboga por una cooperación que trascienda fronteras y promueva un desarrollo en armonía con la naturaleza. Este enfoque refleja una comprensión madura de la responsabilidad colectiva hacia el planeta y resalta los peligros inherentes al simple deseo de ganar a expensas de la misma naturaleza que sustenta la vida de todos.

Al considerar estas perspectivas, se revela una dicotomía filosófica, espiritual y geopolítica necesaria para reflexionar sobre la historia y las interacciones globales de nuestros días. La ideología moderna del progreso, donde «triunfan los más aptos» en detrimento de la naturaleza y gran parte de la humanidad, así como la historia de la conquista y colonización occidental, contrasta con la idea oriental de construir una armonía que abrace a toda la comunidad humana, sin distinción de ningún tipo. En un mundo cada vez más interconectado, la meditación sobre estas filosofías opuestas ofrece una oportunidad para explorar caminos hacia una coexistencia más equitativa y respetuosa entre los diversos actores y civilizaciones que en su conjunto dan forma a la comunidad internacional.