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Etiqueta: Mauricio Ramírez Núñez

Occidente vs Oriente: la pugna entre el orden Terrenal y el Celestial

“Hay civilizaciones que, en su afán de grandeza, terminan negando su propia sabiduría”.

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En el devenir de la historia, las civilizaciones han forjado su identidad a través de sus distintas interpretaciones del cosmos y su relación con la Tierra. En el contexto actual, se destaca una dicotomía fundamental entre la visión occidental modernista, que se alejó del cielo para conquistar la tierra, y la perspectiva tradicional Oriental, que ha buscado replicar la armonía celestial en su realidad terrenal.

La narrativa occidental, marcada por el ansia de conquista, poder y dominio, se apartó del cielo como si este fuese un mero espectador ajeno y sin importancia en el escenario de la existencia humana. La controversial frase sobre la muerte de Dios que expresó Nietzsche a finales del siglo XIX fue una metáfora para tratar de explicar los cambios más significativos en la cosmovisión y valores de la sociedad occidental. Para este filósofo, la muerte de Dios representaba la crisis de las antiguas creencias religiosas, morales y metafísicas que habían sido fundamentales en la estructura y conformación de la civilización occidental.

Nietzsche sostuvo que la creencia en un ser supremo y en principios morales absolutos perdían su influencia en la vida de las personas de manera rápida. La secularización y el avance de la ciencia habían socavado las bases de la religión y toda metafísica conocida hasta el momento, dejando un vacío moral, filosófico y antropológico, el cual fue el principal caldo de cultivo del nihilismo, o lo que es igual, la pérdida de valor de todos los valores y pilares base de Occidente.

El Renacimiento, si bien fue un renacer cultural y artístico, también estuvo marcado por la destrucción de la cosmovisión tradicional. La ciencia se erigió como un bastión, desafiando las creencias arraigadas y generando un distanciamiento significativo de la espiritualidad. El mito del progreso, alimentado por la Europa renacentista y sus ideólogos, justificó las acciones expansionistas y colonizadoras de ésta sobre el resto del planeta. La visión de una civilización avanzada, destinada a liderar el mundo hacia una era de prosperidad, permitió la explotación de otras culturas en pos de este supuesto destino inexorable. En el caso de la filosofía oriental, el progreso ha sido abordado no como una conquista del hombre sobre la naturaleza, sino como una construcción armoniosa y colaborativa, con ritmo propio que tiene sus altos y bajos. Esto marca otra diferencia fundamental entre la visión lineal occidental y una basada en ciclos, propia de todas las filosofías tradicionales.

Comparando estos cambios con filosofías tradicionales orientales arraigadas en la armonía celestial, se revela un contraste fundamental. Mientras Occidente se sumía en un materialismo e individualismo absoluto, y desafiaba sus propias raíces metafísicas, en Oriente países como China han mantenido de alguna manera una conexión intrínseca entre el Cielo y la Tierra. El Renacimiento europeo consolidó la visión occidental enfocada en el hombre y su capacidad de conquistar y comprender el mundo, la perspectiva Oriental resuena con una comprensión más holística del ser humano y el cosmos. En el trasfondo de las divergentes perspectivas entre Occidente y Oriente, el Renacimiento emergió como un hito trascendental que marcó un quiebre con la tradición metafísica occidental. Este periodo cúspide, con la consolidación del humanismo, llevó a la reducción de todo a proporciones humanas, sumergiéndose en un materialismo absoluto, como afirmó en su momento el pensador francés René Guenón.

Esta desconexión con la propia tradición filosófica y espiritual por parte de Occidente ha profundizado prácticas en la política internacional relacionadas con el hegemonismo, la competencia desmedida, el unilateralismo, la imposición de ideologías y grandes esfuerzos por borrar la memoria histórica y cultural de los pueblos que se encuentran bajo su influencia, justificando aquella barbarie en nombre del progreso y el tan anhelado desarrollo. La política de bloques, las sanciones económicas y el revanchismo son testigos de esta desconexión con el orden celestial-espiritual, negando la posibilidad a la búsqueda de un bienestar común más allá del material e individual.

En contraste, la filosofía china, por ejemplo, arraigada en su propia tradición milenaria, ha trazado un camino que busca replicar la armonía del Cielo en la Tierra. Desde esta perspectiva, todo en la Tierra se rige por el orden celestial, estableciendo una conexión innegable entre el macrocosmos y el microcosmos, cuya racionalidad no niega la existencia de un plano superior del cual emana el orden universal que debe tratar de replicarse en la Tierra. El concepto tradicional de Tianxia es el mejor ejemplo de ello, con cerca de cuatro mil años de existencia, esta mirada implica una comprensión integral de literalmente «todo bajo el cielo», donde la cooperación, las ganancias compartidas y el multilateralismo son los pilares fundamentales para mantener el orden y la estabilidad del sistema internacional.

La tradición oriental aboga por respetar la diversidad cultural, reconociendo el valor intrínseco de cada proceso histórico y la identidad de cada pueblo. Contrario a imponer su voluntad por la fuerza, en el caso de la filosofía china, se propone trabajar en armonía para alcanzar beneficios compartidos. En este enfoque, la ley y el diálogo se erigen como herramientas fundamentales para resolver diferencias, dando paso a una construcción conjunta de la armonía de ese «todo bajo el cielo».

La dicotomía entre las perspectivas de Occidente y Oriente refleja no solo diferentes modos de entender la relación entre el Cielo y la Tierra en su comprensión del mundo y la política internacional, sino también distintas filosofías de vida. Mientras una se sumerge en el materialismo acérrimo, la competencia sin fin y el afán de poder, la otra abraza la cooperación y la construcción de un orden armonioso en el marco del respeto mutuo. Esta visión oriental subraya la importancia de la cooperación y el multilateralismo, ya que la búsqueda de armonía implica reconocer y respetar la interdependencia de todas las cosas. En contraste con la mentalidad occidental, que a menudo ha priorizado el individualismo y la competencia, la filosofía china aboga por trabajar en conjunto para el beneficio mutuo, reconociendo que la prosperidad de una parte está inextricablemente ligada a la prosperidad del todo y, además, es parte de la armonía celestial.

Una civilización que no reconoce ningún principio rector superior o demiurgo más que el de su propia razón, y que se fundamenta en la negación de los principios tradicionales comunes a toda cultura humana, se encuentra inherentemente limitada en su capacidad para establecer entendimientos significativos con otras culturas. Al negar la existencia de principios compartidos o superiores, esta civilización se adentra en un aislamiento conceptual que dificulta la comunicación efectiva y la comprensión mutua. La ausencia de un terreno común de valores o referencias deja a esta civilización sin los fundamentos necesarios para construir puentes de entendimiento, ya que su estructura misma se erige sobre la negación de principios que podrían servir como puntos de convergencia cultural.

Esta diferencia trasciende ampliamente la antigua dicotomía de la Guerra Fría entre izquierda y derecha, ya que el retorno a la tradición para reflexionar sobre la política actual y respetar el camino singular de cada pueblo rompe con el esquema modernista que ha prevalecido en ambas narrativas. En lugar de enmarcar las discrepancias políticas dentro de una lucha ideológica binaria, esta perspectiva pone de relieve la importancia de reconocer las diversidades culturales y las trayectorias histórico-espirituales únicas de cada sociedad. Al retornar a la tradición, se abraza un enfoque más holístico que valora la riqueza de las experiencias pasadas y reconoce que el futuro político de una nación no puede ni debe ser uniforme o impuesto desde fuera. Este rechazo a dichas visiones modernistas establece las bases para un diálogo intercultural más enriquecedor y una comprensión más profunda entre las civilizaciones.

En el caso de la política exterior de China, ésta se encuentra arraigada en una comprensión profunda de la interconexión entre el planeta, la humanidad y la naturaleza, destaca por su visión amplia y sostenible del futuro. En contraposición al individualismo egoísta que prevalece en algunas narrativas occidentales, la perspectiva china abraza la idea de un futuro compartido de la humanidad en el que todos participen y se beneficien. Con una conciencia clara de la delicada relación entre la humanidad y su entorno, la política china aboga por una cooperación que trascienda fronteras y promueva un desarrollo en armonía con la naturaleza. Este enfoque refleja una comprensión madura de la responsabilidad colectiva hacia el planeta y resalta los peligros inherentes al simple deseo de ganar a expensas de la misma naturaleza que sustenta la vida de todos.

Al considerar estas perspectivas, se revela una dicotomía filosófica, espiritual y geopolítica necesaria para reflexionar sobre la historia y las interacciones globales de nuestros días. La ideología moderna del progreso, donde «triunfan los más aptos» en detrimento de la naturaleza y gran parte de la humanidad, así como la historia de la conquista y colonización occidental, contrasta con la idea oriental de construir una armonía que abrace a toda la comunidad humana, sin distinción de ningún tipo. En un mundo cada vez más interconectado, la meditación sobre estas filosofías opuestas ofrece una oportunidad para explorar caminos hacia una coexistencia más equitativa y respetuosa entre los diversos actores y civilizaciones que en su conjunto dan forma a la comunidad internacional.

Conflicto Rusia-Ucrania: Señales de derrota y negociaciones secretas

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

El conflicto entre Rusia y Ucrania ha alcanzado un punto crítico, con la OTAN emitiendo señales contundentes sobre la situación militar de Ucrania y el fracaso de su contraofensiva. El secretario general de la organización militar atlantista pro-occidental, Jens Stoltenberg, ha declarado que el país se encuentra en una situación crítica y ha instado a prepararse para recibir malas noticias: «Tenemos que prepararnos para malas noticias. Los conflictos se desarrollan por etapas. Pero debemos apoyar a Ucrania tanto en los malos como en los buenos momentos». Este anuncio ha generado incertidumbre y preocupación en el bando ucraniano, ya que sugiere un cambio significativo y casi irreversible en el desarrollo de los acontecimientos.

El panorama actual remonta a hace aproximadamente un año, cuando la OTAN expresó de manera categórica que la incorporación de Ucrania a la organización era algo «impensable por el momento». Esta declaración fue un duro golpe para el presidente Zelenski y para aquellos que depositaban sus esperanzas en el apoyo incondicional de sus aliados occidentales. Esta situación dejó entrever las primeras alertas sobre la fiabilidad de los «padrinos» occidentales de este país. En un primer momento, se alentó a Ucrania, se le proporcionaron armas para enfrentarse a una potencia militar y se le hizo creer que tenía posibilidades de éxito en su resistencia. Sin embargo, las recientes declaraciones de Stoltenberg, instando a Ucrania a prepararse para recibir malas noticias, dejan al descubierto una realidad amarga para muchos: la incertidumbre y la desconfianza en las promesas occidentales.

Este giro de los acontecimientos genera preguntas fundamentales sobre la estrategia y la coherencia de las potencias occidentales en su respaldo a Ucrania. ¿Hasta qué punto se puede confiar en aliados que, en un momento, alientan la resistencia y, en otro, sugieren la posibilidad de concesiones territoriales en negociaciones secretas con el adversario? La desilusión en Ucrania es palpable. Las expectativas de una contraofensiva efectiva y de un respaldo incondicional se ven ahora empañadas por la realidad de una situación crítica y la aparente falta de apoyo firme por parte de la OTAN y EE. UU., país que ha pasado a darle prioridad a Israel, su aliado estratégico de Medio Oriente, en su actual conflicto contra Hamas. Este escenario refleja la complejidad de las relaciones geopolíticas y pone en tela de juicio la capacidad de los países occidentales para mantener una posición coherente y sólida frente a crisis internacionales.

A medida que la situación en Ucrania se vuelve más tensa, han surgido informes sobre posibles negociaciones secretas entre la OTAN y Rusia. Según algunos medios internacionales, se estaría discutiendo la posibilidad de que Rusia retenga los territorios liberados en su operación militar, incluyendo Crimea, a cambio de permitir que el resto de Ucrania ingrese a la OTAN. Estas supuestas conversaciones han generado controversia y especulación sobre los posibles términos del acuerdo y sus implicaciones para la región.

El hecho de que la OTAN, según afirman medios internacionales, esté considerando la posibilidad de negociar con Rusia los términos de la rendición ucraniana, ¿a sus espaldas?, y la declaración del secretario general de la organización indicando que Ucrania se encuentra en una situación crítica, sugieren que la balanza podría inclinarse hacia una derrota militar inminente de ese país. Esta situación plantea cuestionamientos serios sobre la efectividad de este tipo de alianzas internacionales en nuestros días, así como de la arquitectura actual del sistema internacional.

Desde el inicio de la operación militar rusa en febrero de 2022, diversos analistas y estudiosos del conflicto han estado realizando exhaustivos análisis sobre el terreno y las decisiones políticas tomadas por ambos bandos. La evolución de los acontecimientos ha llevado a algunos expertos de los propios EE. UU. a cuestionar la eficacia de la respuesta de la OTAN y a plantear interrogantes sobre la capacidad de Ucrania para resistir la presión militar rusa.

La posibilidad de que Ucrania ingrese a la OTAN a cambio de concesiones territoriales a Rusia también levanta preguntas sobre los verdaderos intereses geopolíticos del bloque occidental, quienes al inicio dijeron defender hasta el final la integridad territorial de Ucrania, a la vez que deja entrever las dificultades y la complejidad de las relaciones geopolíticas en un mundo cada vez más inestable. Las implicaciones de esta crisis van más allá de las fronteras de Ucrania, afectando la confianza y cuestionando la eficacia de este tipo de organizaciones militares internacionales y su viabilidad en un mundo con rasgos de multipolaridad, en una realidad de nuevos equilibrios geopolíticos y actores con un importante peso global, los cuales no se pueden subestimar, ni mucho menos imponerles la voluntad de terceros en detrimento de sus intereses.

La situación actual en Ucrania refleja una compleja realidad, pero no es de asombrarse, pues es imposible que un país como éste pueda haber pensado en ganar un conflicto a una potencia nuclear como es Rusia. Tal como lo alertaron propios militares norteamericanos desde el inicio, ese conflicto lo perdería Ucrania si o si, pues más allá de las declaraciones pomposas hechas por países occidentales y sanciones morales que pudieron haber hecho contra Rusia, en el plano de lo real y lo técnico, la superioridad rusa siempre fue contundente.

En la actualidad, la lógica de las sanciones unilaterales y las imposiciones geopolíticas emerge como un camino que, lejos de fomentar la paz y la estabilidad, refleja una dinámica anacrónica propia de la Guerra Fría. El conflicto entre Rusia y Ucrania (OTAN) es un vivo y fiel reflejo de querer reducir a Rusia como actor geopolítico global a uno local y más parecido políticamente al de la Rusia post soviética de los noventa, hundida en una profunda crisis interna y sin ningún tipo de protagonismo internacional. En definitiva, eso no sucederá y más bien parece que a occidente una vez más le fallan los cálculos. Estas medidas, en lugar de propiciar una resolución pacífica de los conflictos, tienden a impulsar una política de bloques, alimentando la desconfianza y generando fragmentación en la arena internacional.

La imposición de sanciones de manera unilateral a menudo conduce a un aislamiento diplomático y económico, obstaculizando la construcción de puentes y entendimientos entre naciones. Esta vieja estrategia, heredada de épocas pasadas, subraya la necesidad imperante de explorar enfoques más colaborativos y multilaterales para abordar los desafíos geopolíticos contemporáneos, buscando construir un orden mundial basado en la cooperación y la comprensión mutua en el marco de una filosofía de ganar-ganar para todos, tal y como lo ha sabido promover con sabiduría países como China, con su política exterior basada en el respeto mutuo, el desarrollo pacífico y la cooperación internacional.

¿Qué gobierna este gobierno?

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En medio de un panorama político lleno de expectativas y desafíos, surge la pregunta fundamental: ¿qué gobierna este gobierno? Las preocupaciones de la ciudadanía se acumulan, ya que diversos sectores de la sociedad parecen estar ahogándose en un abismo sin solución a la vista. La crisis de seguridad, el costo de la vida, el desempleo, la crisis migratoria, el desastre ambiental en crucitas, el deterioro de nuestro sistema de salud y seguridad social, así como el apagón educativo y la persistencia de la corrupción, son problemas que pesan sobre la administración actual, a la que se le suma un escándalo internacional después de que un medio mexicano publicara una noticia de una supuesta relación entre carteles de droga internacionales con el gobierno del presidente Chaves.

Dicho sea de paso, es crucial destacar que muchos de los problemas persistentes mencionados anteriormente fueron, en su momento, temas centrales por resolver y promesas de campaña hechas por el actual gobierno. Sin embargo, a medida que avanza el tiempo, la percepción general es que estas promesas no se han materializado de manera satisfactoria, lo que ha llevado a la frustración y la desilusión entre muchos votantes que depositaron su confianza en el actual mandatario. La discrepancia entre las expectativas creadas en la campaña y la realidad actual plantea interrogantes sobre la capacidad del gobierno para cumplir con sus compromisos y generar un cambio significativo en la calidad de vida de las y los costarricenses. Cabe recordar también una promesa que caló bastante en la ciudadanía, la cual fue el de la rebaja al precio de los medicamentos, otra más que hoy sigue sin cumplirse.

Por otro lado, la alta rotación del gabinete desde el inicio de la administración actual ha dejado al descubierto no solo la falta de visión y liderazgo en el gobierno, sino también la preocupante incapacidad del ejecutivo para comprender los principios fundamentales de la gobernanza y la gestión pública. La constante reconfiguración de los cargos ministeriales no solo crea incertidumbre en la toma de decisiones y en la implementación de políticas, sino que también erosiona la confianza pública en la capacidad del gobierno para abordar los problemas estratégicos del país de manera eficaz y sostenible. Esta falta de estabilidad en el equipo de gobierno plantea serias interrogantes sobre la cohesión y la dirección estratégica del país, elementos esenciales para lograr un desarrollo político y económico sólido y consistente.

La creciente desigualdad y el desempleo es otro frente crítico. A pesar de los esfuerzos (que el ejecutivo dice hacer) por incentivar la creación de empleo, las tasas de desocupación siguen siendo elevadas, lo que genera incertidumbre económica y social. La falta de oportunidades laborales afecta no solo a quienes buscan trabajo, sino también a la estabilidad de las familias y el crecimiento económico del país, dejando en manos de la economía informal e ilegal (con el crimen organizado) la tarea de ocupar a quienes ya han sido expulsados del sistema educativo formal y a quienes las puertas al futuro han sido cerradas por parte de este.

La inseguridad y la criminalidad son problemas que siguen sin resolverse satisfactoriamente. La sensación de inseguridad persiste en todo el país y la tasa de homicidios rompe récords todos los días, lo que limita la calidad de vida y la inversión en el país. El gobierno se enfrenta al desafío de garantizar la seguridad de sus ciudadanos y abordar las causas subyacentes de la delincuencia, no basta con echar las culpas a otros gobiernos y seguir en la verborrea infantil de un analfabetismo político sin precedentes.

La crisis migratoria es otro tema complejo. El flujo constante de migrantes y refugiados pone a prueba la capacidad del gobierno para gestionar la situación de manera humanitaria y eficaz. Otro problema más que se les salió de las manos por completo. Por último, la corrupción sigue siendo una sombra que se cierne sobre la administración pública, la percepción de que persiste la corrupción en el gobierno socava la confianza pública y obstaculiza los esfuerzos para impulsar el desarrollo, la transparencia y una sana gobernabilidad.

Ante este panorama desalador de nuestro país y ante la comprobada incapacidad de la administración actual de poder resolver lo que prometió en su momento, debemos reflexionar con profundidad y preocupación sobre el futuro de Costa Rica. En un mundo lleno de turbulencias y cambios de rumbo tan bruscos como los actuales, navegar en esas aguas sin brújula ni norte es el equivalente a adentrarse en un territorio desconocido y oscuro, donde cada movimiento se vuelve incierto y cada decisión, una apuesta peligrosa.

En este contexto político y social marcado por la falta de dirección y claridad, la gobernabilidad se torna tumultuosa y llena de obstáculos impredecibles. La ausencia de un rumbo definido y de una guía confiable puede llevar a situaciones de desorientación y desorden social, donde la toma de decisiones se convierte en un desafío constante y el destino final se vuelve incierto. En tales circunstancias, encontrar un camino claro y establecer un curso preciso se convierte en una tarea urgente para recuperar el control y la estabilidad. Mientras tanto, quienes son los menos privilegiados por el modelo actual, son quienes están pagando y sufriendo las peores consecuencias de esa falta de visión, capacidad y liderazgo de este gobierno, así como de gran parte de la clase política de este país.

Elecciones en Guatemala: Choque Generacional y Desafíos Democráticos

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Las recientes elecciones en Guatemala han generado una variedad de opiniones y expectativas entre el hermano pueblo guatemalteco. Según comentarios de amigos residentes en el país, la generación mayor de 50 años no está satisfecha con los resultados electorales. Sin embargo, las generaciones más jóvenes muestran entusiasmo y esperanza debido a la ruptura histórica con lo que consideran la “política tradicional”. Aunque existe preocupación sobre posibles persecuciones y tensiones hacia militares y figuras históricas de otros partidos, al parecer, la polarización no ha alcanzado niveles críticos como en otros lugares del continente, como la Argentina, donde uno de los candidatos promete literalmente “pasar la motosierra a la casta tradicional y a los colectivistas”.

Los votantes jóvenes en Guatemala anhelan un enfoque del nuevo gobierno en la lucha contra la corrupción, un problema persistente en el país y la región. Por otro lado, quienes optaron por no votar muestran apatía y descontento hacia los dos candidatos de la segunda vuelta. El aumento en los votos nulos y la abstención podría señalar también un posible descontento con el funcionamiento de la democracia en el país ante la falta de respuestas concretas a problemas de carácter estructural e históricos que siguen sin resolverse.

Es interesante destacar la estrategia de campaña de la candidata Sandra Torres, quien al final centró su enfoque en temas de seguridad y culturales de corte conservador, adoptando posturas similares a la de líderes como Bukele. Aunque este enfoque podría haber sido considerado un punto fuerte, parece que no logró ganarle terreno, algo que se debe estudiar con detalle, en especial en un país de tradición conservadora. Por otro lado, Bernardo Arévalo demostró astucia al utilizar plataformas como TikTok y el discurso de la lucha abierta contra la corrupción para conectarse con las nuevas generaciones. Esta estrategia refleja la creciente influencia de las redes sociales en la política contemporánea y cómo los candidatos buscan posicionarse en la era digital ante el público más joven.

Sin embargo, el cambio político en Guatemala ha resucitado preocupaciones en ciertos sectores sobre la posible aparición del viejo fantasma del comunismo, debido al triunfo de Arévalo en la segunda vuelta. Específicamente, en círculos tradicionales y vinculados al poder económico, existe inquietud y críticas hacia el nuevo gobierno, el cual ni siquiera ha tomado el poder. Este resurgimiento de ideologías y debates ideológicos propios de la extinta Guerra Fría agrega complejidad al panorama político del país.

La gobernabilidad se presenta ahora como un reto crucial para el nuevo gobierno, tal como sucede en el resto de América Latina. La capacidad de diálogo, negociación y liderazgo se pondrá a prueba, especialmente ante los desafíos en la lucha contra la corrupción, la desigualdad y la necesidad de diversificar la economía para adaptarla a la era digital y las nuevas demandas del mercado laboral. La ciudadanía espera con gran expectativa que las acciones del gobierno estén en línea con los compromisos adquiridos durante la campaña electoral. Los pueblos latinoamericanos están sedientos de certeza, quieren volver a confiar y creer.

En el área de la política exterior el triunfo de Arévalo despierta especialmente entre los sectores conservadores, incertidumbre en torno a las relaciones con Estados Unidos y Taiwán, lo cual ha generado un gran interés tanto a lo interno del país como a nivel internacional. Para nadie es un secreto que las oportunidades económicas y de desarrollo para Guatemala que traería el establecimiento de relaciones con China serían muy beneficiosas, y parte del sector empresarial del país lo tiene claro. El nuevo gobierno enfrenta la tarea de redefinir sus alianzas internacionales en un contexto de multipolaridad que requiere altas dosis de pragmatismo, lo que añade un elemento crucial al ya complejo escenario político guatemalteco.

Estas elecciones en Guatemala han generado una mezcla de perspectivas. Aunque hay entusiasmo entre las generaciones más jóvenes por el cambio en la política tradicional, también hay inquietud por el resurgimiento de debates ideológicos y retos en la gobernabilidad. Una vez más, en esta década las estrategias de campaña y el uso de las redes sociales han demostrado ser factores importantes en la política del vecino país, así como en el resto del continente. Queda claro que toda vieja forma de hacer política se ha ido al basurero de la historia y las nuevas tendencias en temas de marketing digital sobrepasan los límites tradicionales de aquello que conocemos como campañas electorales. La capacidad del nuevo gobierno para enfrentar los desafíos será fundamental para unir al país y cumplir con las expectativas de la ciudadanía, en un contexto internacional complejo, en transición y de lucha geopolítica.

Repensar el desarrollo

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En un mundo donde el concepto de desarrollo se ha desviado hacia un modelo desmedido y destructivo, es fundamental reflexionar sobre cómo replantear esta lógica suicida y encontrar una alternativa que proteja nuestra vida y el planeta. Para lograrlo, es necesario superar la mentalidad lineal y egoísta que solo busca el beneficio individual y económico a corto plazo.

Una de las propuestas es la organización de las comunidades en cooperativas o juntas del bien-vivir. En lugar de enfocarse en un desarrollo abstracto que solo piensa en el crecimiento económico, se debe buscar el bienestar de las personas y el equilibrio con el ambiente. Con asesoría y apoyo, las comunidades pueden ser parte activa en la búsqueda de soluciones a sus problemas, y las ganancias obtenidas se distribuirían de manera justa entre sus miembros, bajo una lógica de ganar-ganar.

Además, es esencial dar prioridad y acompañamiento a las pequeñas y medianas empresas nacionales. Esto es una lección impuesta por la realidad, no por la ideología. Una auténtica banca para el desarrollo podría impulsar sectores estratégicos y fomentar la solidaridad y cooperación entre las empresas, en lugar de promover la competencia despiadada. Asimismo, es fundamental crear redes productivas locales y nacionales que promuevan el intercambio comercial en el ámbito regional. Esto permitiría apoyar a los sectores vulnerables y estratégicos para el país, como la agricultura y la pesca, en busca de seguridad y soberanía alimentaria.

La clave para transformar este sistema destructivo radica en una revolución cultural y ciudadana, en otras palabras, en un salto de conciencia colectivo, un despertar que inicia con la educación. Es imperativo crear una conciencia más profunda sobre la urgencia de cambiar nuestra forma de vida y relación con los recursos naturales. Debemos reconocer que la explotación irracional de estos recursos es insostenible y nos conduce hacia un colapso planetario inevitable. Parte del desafío es combatir la cultura del consumismo, que fomenta la acumulación innecesaria de bienes y promueve un estilo de vida insostenible. La solución no está en dejar de consumir, sino en hacerlo de manera responsable y consciente, priorizando productos locales y sostenibles.

Producto de esta lógica de vida heredada desde hace varios siglos, el ser humano se ha convertido en una fuerza geológica capaz de alterar todos los ciclos naturales del planeta de varias maneras:

Explotación irracional de recursos naturales: El modelo actual de desarrollo global, basado en la extracción y uso desmedido de recursos, conlleva graves problemas ambientales y climáticos. Esta explotación irracional de recursos demuestra cómo la actividad humana puede alterar los ciclos naturales de la Tierra debido a la falta de consideración hacia estos aspectos en los cálculos económicos. El resultado de esto ha sido que las decisiones y acciones humanas afectan directa y negativamente al ambiente en su totalidad, convirtiendo esta afectación en un búmeran que se regresa a quien lo lanza, en forma de eventos climáticos cada vez más extremos y extinción masiva de especies, comprometiendo toda posibilidad de vida actual y futura en el planeta.

Competencia empresarial y crecimiento global sin ética: existe una incompatibilidad del modelo económico basado en la competencia empresarial y el crecimiento global con la sostenibilidad y la vida misma. Esta mentalidad de búsqueda de beneficios a cualquier costo ha llevado a la sobreexplotación de recursos y a la alteración de los ciclos naturales de los ecosistemas, el objetivo debe ser armonizar estos opuestos para crear un camino compartido donde desarrollo no sea sinónimo de desplome global. Vaya paradoja.

Consumismo y desarrollo insostenible: la cultura del consumismo y el actual enfoque de desarrollo no es sostenible. Esta actitud de consumo excesivo y derroche de recursos contribuye a la alteración de los ciclos naturales del planeta y pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras.

Se requiere un cambio en la mentalidad y en el concepto mismo de desarrollo, buscando una economía más local, autogestionada, social y comunitaria, anclada a la economía global y las nuevas tecnologías. Esta propuesta tiene como objetivo encontrar un equilibrio con los ciclos naturales del planeta y evitar la agudización del colapso eco-social. Nos corresponde volver a ponernos en sintonía con la naturaleza, después de tantos años de habernos desarmonizado y de dejar de vibrar en su misma frecuencia por creernos superiores a ella. La humanidad hoy actúa como una fuerza geológica capaz de alterar los ciclos naturales del planeta de manera negativa. La falta de consideración hacia el planeta, el consumismo desmedido y la explotación de recursos sin control están llevando a la vida en general hacia un camino insostenible y autodestructivo.

Es necesario replantear el modelo de desarrollo y buscar un modus vivendi más armonioso con el entorno para preservar la vida en el planeta. En definitiva, la tarea por delante es enorme, pero no podemos evadir nuestra responsabilidad. No estamos aquí para satisfacer intereses personales o privilegios de unos pocos. Es hora de actuar en conjunto, buscando un modelo económico y social que nos permita coexistir en armonía con todos los sistemas vivos y con nosotros mismos, garantizando una mejor calidad de vida para todos sin comprometer el futuro de las próximas generaciones ni el de otras especies. El desarrollo no debe ser un enemigo, sino una herramienta para construir un mundo sostenible y justo para toda la vida presente en el planeta.

El fundamentalismo democrático del siglo XXI

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Gustavo Bueno (1924-2016) fue un filósofo español que desarrolló un sistema filosófico integral llamado Filosofía de la Idea Fundamental. Uno de sus conceptos clave fue la idea del fundamentalismo democrático. Este, tal como lo propone Gustavo Bueno, es la creencia en el valor absoluto de la democracia como sistema político. Según Bueno, los fundamentalistas democráticos consideran a la democracia como la única forma de gobierno válida y moralmente justificable, convirtiéndola en un principio dogmático e incuestionable, o sea, en una ideología que no dialoga ni acepta nada diferente.

Bueno criticó el fundamentalismo democrático por su falta de fundamento filosófico e histórico. Argumentó que la democracia, como cualquier otro sistema político, tiene sus limitaciones y puede conducir a sus propios problemas si no se equilibra o controla adecuadamente. En su opinión, la democracia debe integrarse en un marco filosófico y ético más amplio para garantizar su sostenibilidad y eficacia. Todo apunta a que el tiempo le ha dado la razón, la democracia existente en occidente y otras partes hoy requiere una gran dosis de democracia real en todo el sentido de la palabra.

Es importante señalar que las ideas de Bueno, incluido su concepto de fundamentalismo democrático, han sido discutidas y debatidas dentro de los círculos académicos, y puede haber diversas interpretaciones y críticas de su obra filosófica, no es un tema nuevo. Ahora bien, para entender mejor la decadencia que sufre la democracia en occidente y otras partes del mundo, debemos hacer algunas reflexiones objetivas, lejos del prepotente fanatismo democrático y muchas veces de doble rasero característico de sus defensores.

Hoy debemos preguntarnos si la democracia existente está respondiendo a las demandas reales y necesidades de toda la ciudadanía. Y en esa misma dirección consultarnos si es efectiva para combatir el colapso eco social global que vivimos, también llamado Antropoceno, ya que lamentablemente, los regímenes democráticos actuales tampoco son garantía para el ambiente y otras formas de vida no humanas puestas en peligro de extinción a causa de nuestros patrones de vida, producción y consumo. Estos regímenes no lo están logrando con el tema de la protección ambiental y la lucha contra el cambio climático. Todo ello es muy grave e importante como para no ser considerado en el análisis crítico y la ecuación al respecto.

Por otro lado, han demostrado también que no son garantía para el respeto de los derechos humanos más básicos, pues las desigualdades, la pésima distribución de la riqueza, la falta de empleo digno, la inequidad de género, la calidad y acceso a la educación y la salud, y la injusticia social, no fueron problemas resueltos por éstos, que eran parte y lo siguen siendo, de sus promesas principales. Por el contrario, después del fin de la Guerra Fría, como no había “enemigo” ideológico por el cual preocuparse, el neoliberalismo triunfó y terminó por desmantelar los exitosos Estados de Bienestar que habían sostenido ese discurso democrático occidental después convertido en dogma absoluto, en contraposición al comunismo y la dictadura.

No es de extrañarse entonces, que frente a los problemas del hambre, el desempleo, la corrupción, la exclusión social, la ineficiencia estatal y miles de promesas incumplidas, surjan naturalmente movimientos y líderes que cuestionen ese fundamentalismo ideológico democrático dominante que ha terminado convirtiéndose en puros actos ceremoniales formales sin ningún tipo de contenido real de fondo que marque una verdadera diferencia, haciendo que gran parte de la ciudadanía, especialmente las generaciones más jóvenes y los grandes sectores excluidos dejen de creer y pierdan toda su confianza en el sistema así como en quienes lo protegen, pues en muchas ocasiones los discursos y las acciones de dichos defensores llevan caminos separados y contradictorios.

Y aunque sabemos que no se debe confundir una cosa con la otra, y no podemos generalizar porque el frío no está en las cobijas, de estas razones expuestas y algunas otras más surge el desgaste y la incredulidad generalizada de la ciudadanía ante esta forma de organización política de la sociedad, su estructura e instituciones. Y ahí está el peligro, parafraseando a G. K Chesterton, cuando la gente no cree en nada, en seguida cree en todo. De ese nihilismo social y pérdida de toda creencia en alguna identidad colectiva superior que dé certeza y sentido de pertenencia, nace en estas partes del mundo la semilla fértil de estos nuevos movimientos de corte autoritario que cuentan con gran respaldo popular, porque en la mayoría de los países, sino en todos donde han llegado al poder, lo han hecho de forma democrática y libre. Por eso el famoso adagio: “la democracia muere en democracia”.

Todo esto da para un debate más profundo y amplio. Yo pienso que la democracia no tiene la culpa, pero es la que paga las consecuencias de la manipulación, mentiras, el egoísmo y actos éticos cuestionables de muchos de sus defensores acérrimos y representantes, no se puede tapar el sol con un dedo. Por otro lado, no se debe afirmar de manera absoluta que un régimen autoritario sea malo por naturaleza, como hacen los fundamentalistas democráticos occidentales, pero tampoco que garantice la solución a todos los problemas, pues muchas veces estos llegan al poder gracias al resentimiento, el revanchismo y el odio, los cuales nunca son buenos consejeros para gestionar lo público, y porque en el fondo, parte de la verdadera crisis que sufre el occidente y la humanidad en general, es de sentido y no solo de sistema, es la crisis de una falta de propósito y significado de la vida, de certezas y confianza en la humanidad misma.

La Dialéctica de la Naturaleza de Engels: Un Manual de Consulta Permanente

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Dialéctica de la Naturaleza es una obra escrita por Friedrich Engels, publicada de forma póstuma en 1925. En este libro, Engels aplica los principios de la dialéctica materialista a la comprensión de la naturaleza y la ciencia. Engels busca establecer una concepción científica del mundo natural que esté basada en el materialismo dialéctico. Para ello, explora diferentes campos científicos, como la física, la química, la biología y la geología, y analiza las leyes y los procesos que rigen estos ámbitos.

Este filósofo defiende que la naturaleza es un sistema complejo e interconectado, en el cual los diferentes fenómenos están interrelacionados y se desarrollan a través de contradicciones internas. Engels también critica la visión mecanicista y reduccionista que reduce la naturaleza a una serie de partes aisladas, y enfatiza la importancia de comprender las interacciones y las contradicciones que existen en el mundo natural. Una visión nada alejada de la realidad y mostrada por la ciencia en los últimos años, cuando hace énfasis en la interdependencia existente entre todas las especies y formas de vida que habitan el planeta.

En un mundo caracterizado por cambios rápidos y constantes incertidumbres, la política parece estar paralizada, tomada por intereses particulares, incapaz de descifrar las complejidades de las nuevas sociedades y los desafíos que enfrentamos. Sin embargo, en medio de esta confusión, la dialéctica de la naturaleza ofrece una lente a través de la cual podemos comprender la relación entre el ser humano y su entorno, y las consecuencias de nuestras acciones sobre la naturaleza. Como ser social y creador, el ser humano tiene la capacidad de transformar la naturaleza y crear nuevas condiciones de existencia. A través del trabajo y la tecnología, hemos alterado profundamente el medio ambiente y hemos modificado la forma en que vivimos, a tal nivel que hemos pasado a ser una fuerza geológica capaz de alterar todos los ciclos naturales de la Tierra. No en vano, los científicos han bautizado esta época actual con el nombre de Antropoceno.

Esta transformación del entorno no es unilateral como el pensamiento lineal occidental lo creyó por siglos, de ahí lo valioso y disruptivo del aporte de Engels en su libro; la injerencia del ser humano en el ambiente es una interacción mutua entre éste y la naturaleza. Nuestras acciones tienen una compensación recíproca con la naturaleza, lo que implica que nuestras decisiones y actividades impactan tanto en nosotros como en nuestro entorno. Esta perspectiva dialéctica desafía la idea de una acción unilateral del ser humano sobre la naturaleza. Reconoce que nuestras acciones no solo tienen consecuencias para nosotros mismos, sino también para el equilibrio natural. A menudo, nuestra búsqueda de beneficios y desarrollo material puede tener efectos negativos en el medio ambiente, como la destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad, según Naciones Unidas, al 2022, por año se talan cerca de 10 millones de hectáreas de bosque.

Es crucial comprender que nuestras acciones en el medio natural no pueden separarse de las consecuencias que generan. La dialéctica de la naturaleza también plantea cuestiones sobre el valor y el precio de los recursos naturales. Estos recursos no son simplemente fruto del trabajo humano; tienen un valor intrínseco que va más allá de su utilidad económica. La naturaleza es un sistema complejo y diverso que sustenta la vida en todas sus formas. Por lo tanto, el valor de los recursos naturales debe ser apreciado y respetado, y no reducido a un mero precio determinado por las fuerzas del mercado. Además, el trabajo humano no solo crea valores positivos, sino que también puede generar consecuencias negativas. Por ejemplo, la obtención de tierras cultivables puede ir acompañada de la destrucción de bosques y otros ecosistemas naturales.

Por su parte, en un estudio sobre minerales y acción climática del año 2020, el Banco Mundial expuso que un futuro bajo en carbono requiere de tecnologías con energías limpias, en particular solar, eólica y geotérmica, que son más intensivas en consumo de minerales con relación a tecnologías a base de combustibles fósiles. Para esta transición se necesitarán alrededor de 3 mil millones de toneladas de minerales y metales, entre los cuales se encuentran; cobre, litio, grafito, cobalto, níquel y tierras raras. Es importante reconocer y evaluar los impactos negativos que nuestras acciones pueden tener y buscar un equilibrio que minimice dichos efectos adversos.

La dialéctica de la naturaleza de Engels nos recuerda que nuestra relación con el medio natural es compleja y multidimensional. No podemos separarnos de la naturaleza; somos parte integral de ella. Nuestras acciones tienen repercusiones que trascienden nuestro propio bienestar, y es nuestra responsabilidad considerar y abordar las consecuencias de nuestras elecciones y acciones. Además, Engels destaca la importancia de la historia natural y la investigación científica en la comprensión de la naturaleza, algo de una vigencia absoluta, en especial con el auge de movimientos políticos de carácter anticientíficos, fanáticos y negacionistas, muchas veces impulsados por intereses económicos egoístas. Sostiene el filósofo que el conocimiento científico debe ser un proceso acumulativo, en el cual las nuevas teorías y descubrimientos se basan en los logros y las contradicciones superadas de generaciones anteriores.

Este libro poco conocido de Friedrich Engels y muchas veces menospreciado por prejuicios ideológicos, resulta ser hoy un texto de consulta vigente, que se adelantó a su época y muestra una claridad absoluta sobre el camino que emprendía la humanidad con la revolución industrial y el modelo económico que la sustentó. Hoy vivimos los tiempos accidentales de dichas épocas, como lo expone el filósofo francés, Paul Virilio. La dialéctica de la Naturaleza nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la Tierra de una forma adecuada y científica, pero además, con una profunda conciencia de que toda la naturaleza, de la cual somos parte, forma un solo sistema indisoluble y único, concatenado donde la acción de una de las partes tiene efectos diversos en la totalidad del sistema.

En un mundo lleno de incertidumbres y una política aparentemente paralizada, esta perspectiva nos permite comprender que nuestras acciones tienen consecuencias recíprocas con la naturaleza y que es necesario pasar a la acción real. Reconocer el valor intrínseco de los recursos naturales, evaluar los impactos negativos de nuestras acciones y buscar un equilibrio entre el desarrollo humano y la preservación del entorno son fundamentales para navegar en este complejo entramado. Solo a través de una comprensión dialéctica de la naturaleza podemos abordar los desafíos actuales y construir un futuro sostenible y en armonía con nuestro entorno natural.

“Las leyes de la dialéctica se extraen, por tanto, de la historia de la naturaleza y de la historia de la sociedad humana”. Engels

La Franja y la Ruta de China: diez años de éxito compartido

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En los últimos años, el proyecto de la Franja y la Ruta de China ha captado la atención global como una iniciativa ambiciosa que busca promover la conectividad económica y la cooperación internacional. Conocido también como La Nueva Ruta de la Seda, este proyecto tiene como objetivo revivir las antiguas rutas comerciales y establecer nuevas conexiones entre Asia, Europa, África, y ahora también América. La Franja y la Ruta es un proyecto multifacético que abarca tanto la tierra como el mar. La “franja” se refiere a una serie de corredores económicos terrestres que conectan a China con Europa a través de Asia Central y Medio Oriente, mientras que la “ruta” hace referencia a la creación de una red marítima que une puertos y regiones costeras en todo el mundo.

El proyecto tiene como objetivo fomentar el comercio y la inversión, promover la conectividad infraestructural, fortalecer la cooperación económica y cultural, y mejorar las relaciones diplomáticas entre los países participantes. Se espera que esto impulse el crecimiento económico, la creación de empleo y el desarrollo sostenible en las regiones involucradas, lo cual así ha sido. ¿Cuáles son algunos de esos puntos estratégicos de esta iniciativa, que es hoy parte de otra más grande llamada Iniciativa Global de Desarrollo? La conectividad de la infraestructura es un área prioritaria para la iniciativa, el comercio sin obstáculos es el contenido clave, centrarse en resolver problemas sobre inversión y facilitación del comercio es otra de sus metas, así como la integración financiera, para lo cual se han creado el Asia Infrustructure Investment Bank y Silk Road Fund. Y desde luego, el acercamiento de los pueblos que es la base social de la construcción de la Franja y la Ruta.

La Franja y la Ruta se basa en la rica historia de las rutas comerciales de la antigua Ruta de la Seda, que jugó un papel crucial en el intercambio de bienes, conocimientos y culturas entre Asia y Europa hace miles de años. China busca revivir ese espíritu de intercambio y cooperación a través de este proyecto, promoviendo una mayor integración económica y un mayor entendimiento entre las naciones. Sin embargo, el proyecto de la Franja y la Ruta no está exento de desafíos. Uno de los principales desafíos es garantizar la coordinación y la cooperación entre los países participantes, dado que hay una amplia diversidad en términos de sistemas políticos, regulaciones comerciales y niveles de desarrollo económico.

Frente a las críticas que ha suscitado el mismo, China ha expresado repetidamente su compromiso con el desarrollo bajo una visión de futuro compartido de la humanidad, la apertura y la cooperación del modelo ganar-ganar, así como ha reafirmado en su reciente concepto de política exterior aprobado en la Tercera Reunión del Comité Permanente de la XIV Asamblea Popular Nacional el 28 de junio de 2023 y luego convertido en ley, que su afán en ningún momento tiene tintes hegemonistas y mucho menos coloniales. Por el contrario, reconoce la multipolaridad del mundo contemporáneo, aboga por el trato en igualdad y respeto profundo a la soberanía de todos los países en el marco del respeto al derecho internacional, la cooperación de beneficio mutuo, así como los principios de respeto y coexistencia pacífica. A pesar de los desafíos y las críticas, la Franja y la Ruta ha logrado importantes avances desde su lanzamiento en 2013.

Varios proyectos de infraestructura clave ya están en marcha, incluidos puertos, carreteras, ferrocarriles y parques industriales en diferentes partes del mundo. Estos proyectos han mejorado la conectividad y han facilitado el comercio y la cooperación entre los países involucrados. El propio presidente Xi Jinping ha expresado su importancia: “La Iniciativa de la Franja y la Ruta no solo es una medida importante para que China amplíe su apertura omnidireccional, sino también un plan presentado por China centrado en profundizar la cooperación económica regional y promover el desarrollo común de todos los países a lo largo de la ruta. Avanzar hacia una comunidad con un futuro compartido, avanzar al ritmo del progreso mundial y desarrollarse en la tendencia del desarrollo mundial”.

La clave para el éxito continuo de la Franja y la Ruta reside en la transparencia, la cooperación mutuamente beneficiosa y el respeto a los intereses y la soberanía de los países involucrados. Es fundamental que los proyectos se desarrollen de manera sostenible, respetando el medio ambiente y contribuyendo al desarrollo económico y social de las regiones participantes. La Franja y la Ruta ofrece oportunidades significativas para el crecimiento económico, la creación de empleo y el desarrollo sostenible en Asia, América Latina y el Caribe, Europa y África. Con una mayor cooperación y su enfoque equilibrado, este proyecto tiene el potencial de fomentar la integración regional, fortalecer las relaciones internacionales y promover una mayor prosperidad compartida entre los países participantes.

El futuro del desarrollo global en un mundo multipolar debe ser compartido, en busca de un destino común como humanidad, y sobre todo, profundamente ecológico, en un entorno de coexistencia pacífica, bajo una lógica relacional y no particular, que nos permita entender la importancia de una conciencia de coexistencia y respeto por la verdadera pluralidad del mundo donde nadie se quede atrás, pues como lo plantea la filosofía milenaria del Tianxia, el Cielo pertenece a todo el mundo, por lo tanto, la inclusividad y la compatibilidad de un nuevo orden internacional respecto a la diversidad cultural de la humanidad no debe tener límites, y todos los pueblos tienen derecho a recibir los beneficios del desarrollo global.

Tianxia: Un concepto chino para la gobernanza global

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En la antigua China, el concepto de «Tianxia» (天下) desempeñaba un papel central en la concepción de la gobernanza y las relaciones internacionales. Literalmente traducido como «todo bajo el cielo», el término Tianxia representa una visión de un mundo unificado y armonioso, donde todas las naciones y culturas coexisten en equilibrio y prosperidad. La idea de Tianxia se basa en la creencia de que existe un orden cósmico en el universo y que los gobernantes tienen la responsabilidad de gobernar con sabiduría y benevolencia para mantener este orden. Según esta filosofía, el emperador chino era el gobernante supremo, a quien se le atribuía el Mandato del Cielo, y su misión era garantizar la paz y la prosperidad tanto dentro de las fronteras chinas como en las relaciones con otros estados.

Dicho concepto fue creado durante la Dinastía Zhou hace cuatro mil años, el filósofo chino Zhao Tingyang afirma que la política cuenta con dos puntos de partida para la formación de sus genes; las polis griegas que dieron lugar a la política estatal y el sistema Tianxia, que dio lugar a la idea de una política mundial. En el contexto de Tianxia, la armonía y la estabilidad se lograban a través del establecimiento de una red de relaciones mutuamente beneficiosas y respetuosas entre las naciones. En lugar de buscar la dominación o la conquista, la idea era que los gobernantes debían fomentar la cooperación, el comercio y la diplomacia para mantener el equilibrio en el mundo bajo aquella vieja enseñanza del maestro Confucio de que la virtud perdura y la fuerza es pasajera. En la práctica, esto significaba que China buscaba establecer alianzas y relaciones comerciales con estados vecinos y lejanos, basadas en principios de reciprocidad y beneficio mutuo. Los intercambios culturales, comerciales y tecnológicos eran valorados y se promovía la coexistencia pacífica de diversas culturas y sistemas políticos ya que el orden terrenal debe replicar el orden del cielo, el cual es armonioso y no excluye a nadie.

El concepto de Tianxia no se limitaba únicamente a la gobernanza china, sino que también abarcaba la interacción con los estados extranjeros. Los misioneros, diplomáticos y comerciantes chinos eran enviados a otros países como representantes de la civilización china, así como para establecer relaciones amistosas y de cooperación. Este enfoque pacífico y respetuoso hacia las relaciones internacionales se diferenciaba de la visión occidental de conquista y dominación. Desde esta perspectiva filosófica, el dominio por la fuerza de las armas y la conquista violenta no es política sino mero dominio. Para el pensamiento político tradicional chino la verdadera política es hacer de la colaboración universal y de la vida común un arte. A medida que el mundo moderno ha evolucionado y las estructuras de poder y gobernanza han cambiado, el concepto de Tianxia ha adquirido nuevas interpretaciones y significados. En el siglo XXI, algunos académicos chinos han propuesto una visión de Tianxia como un modelo de gobernanza global inclusivo, basado en la cooperación y el respeto mutuo entre las naciones.

Esta visión contemporánea de Tianxia destaca la importancia de la colaboración global para abordar los desafíos comunes, como el cambio climático, la pobreza, los conflictos y las desigualdades. En lugar de un sistema de dominación unipolar o bipolar, se aboga por una comunidad global interconectada (multipolar) donde todas las naciones tengan voz y participen en la toma de decisiones. Este enfoque de Tianxia implica una comprensión más profunda de las interdependencias y la necesidad de buscar soluciones colectivas a los problemas globales. En lugar de imponer un sistema de valores o ideologías particulares, se busca fomentar el diálogo y el entendimiento entre diferentes culturas y perspectivas para encontrar soluciones inclusivas y sostenibles.

En un mundo cada vez más interdependiente, el concepto de Tianxia nos invita a reflexionar sobre la importancia de superar las barreras y divisiones para construir una comunidad de futuro compartido, como lo ha llamado el presidente Xi Jinping. La interdependencia económica, la migración, las amenazas transnacionales y los desafíos medioambientales requieren una respuesta conjunta y coordinada. La visión de Tianxia como un modelo de gobernanza global busca promover la equidad, la justicia y la cooperación entre todas las naciones, independientemente de su tamaño o poder económico. Se trata de una forma de pensar en la que los intereses nacionales se entrelazan con los intereses globales, reconociendo que solo a través de la colaboración y el respeto mutuo podremos abordar los problemas y aprovechar las oportunidades del siglo XXI.

Además, el concepto de Tianxia también nos recuerda la importancia de la responsabilidad individual y colectiva en la construcción de un mundo mejor. Cada uno de nosotros, como ciudadanos del mundo (entendiendo este término no desde una perspectiva globalista occidental), tiene un papel que desempeñar en la promoción de la armonía, la justicia y la sostenibilidad. Desde nuestras acciones cotidianas hasta nuestro compromiso con las políticas y la participación ciudadana, podemos contribuir a la construcción de un orden mundial más justo y equitativo.

Sin embargo, también es importante reconocer que la implementación práctica de la visión de Tianxia presenta desafíos y obstáculos significativos. Las diferencias culturales, políticas y económicas pueden dificultar la construcción de consensos y la promoción de la cooperación global. Además, el equilibrio entre la soberanía nacional y la cooperación internacional plantea interrogantes sobre cómo encontrar un terreno común sin socavar la diversidad y la identidad cultural de las naciones, tal como lo hemos presenciado bajo el modelo de globalización neoliberal impuesto por occidente. A pesar de estos desafíos, el concepto de Tianxia nos invita a reflexionar sobre el tipo de mundo en el que queremos vivir y el papel que desempeñamos en su construcción. Promover un enfoque de gobernanza global inclusivo y basado en la cooperación y el respeto mutuo es fundamental para abordar los desafíos globales y crear un futuro sostenible.

En última instancia, el concepto de Tianxia nos recuerda que estamos interconectados y que nuestras acciones individuales y colectivas tienen un impacto en el mundo en el que vivimos. Al adoptar una visión más amplia y abrazar los valores de equidad, justicia y respeto mutuo, podemos trabajar juntos para construir un orden mundial más armonioso y próspero, donde todas las naciones y culturas puedan coexistir en paz y colaboración.