Ir al contenido principal

Etiqueta: OBTUR UNA

Falta de planificación, deterioro ambiental y proliferación de riesgos entre las principales características de las transformaciones en el litoral guanacasteco en las últimas tres décadas

Esteban Barboza Núñez, Sebastián Hernández, Johan Mora
Noviembre, 2025

En un ejercicio de análisis comparativo de imágenes satelitales de 1997 y 2025 en seis puntos seleccionados del litoral de Guanacaste quedaron en evidencia algunas de las características y también las consecuencias que han dejado las transformaciones territoriales en la región durante los últimos tres decenios. Fotografías satelitales de Bahía Panamá, El Coco, Las Catalinas, Brasilito, Nosara y Sámara, que corresponden a los puntos donde se han dado las mayores transformaciones, así como y su posterior análisis, derivaron en observaciones puntuales que se explican en este reportaje.

El periodo 1997-2025 corresponde con el de la implementación de estrategias locales y nacionales para atraer turistas e inversionistas inmobiliarios a la región. Dentro de estas casi tres décadas han sucedido dos booms inmobiliarios fuertes, uno desde inicios de los años 2000 hasta el 2008, cuando sucedió la crisis inmobiliaria mundial que afectó dicha explosión de construcciones, y un segundo incremento cuantitativo, después del 2020.

En términos generales, es posible notar un cambio notable en la expansión urbana no planificada. En las imágenes de 1997 se observa la vasta cantidad de cobertura boscosa y la poca infraestructura que había. En contraposición, las imágenes de 2025 representan una considerable modificación del territorio a través de ciertos fenómenos específicos.

Uno de ellos es la escorrentía superficial, que se refiere a cuando el agua de lluvia, en lugar de infiltrarse naturalmente en la tierra, corre sobre el suelo, especialmente en zonas cubiertas de asfalto o concreto. Esto aumenta el riesgo de inundaciones, arrastra contaminantes hacia ríos, quebradas y el mar, y reduce la recarga de los acuíferos subterráneos. Esto se debe a la pérdida importante de vegetación nativa para construir, a la impermeabilización no planificada del suelo, y al predominio de construcciones no adaptadas a la topografía local.

También se ha presentado la intrusión salina, un proceso que ocurre cuando el agua de mar se filtra hacia los pozos de agua dulce en las zonas costeras. Al extraer demasiada agua subterránea para abastecer a la población y las nuevas construcciones, se altera el equilibrio natural, lo que permite que el agua salada avance tierra adentro y contamine las fuentes de agua potable.

Otro impacto muy notorio y significativo es la fragmentación de ecosistemas, que es la división de un bosque o un hábitat natural en «islas» separadas por carreteras, urbanizaciones o cultivos. Esto impide que los animales silvestres se desplacen libremente para buscar alimento, reproducirse o refugiarse. De este modo se debilita el ecosistema y se aísla a las poblaciones de flora y fauna.

Además, se ha dado una creciente ocupación de los manglares, ecosistemas costeros vitales que actúan como criaderos naturales de animales y barreras contra erosiones. Su tala o relleno para construir muelles o complejos turísticos no solo destruye este valioso hábitat, sino que también deja a las comunidades costeras más expuestas a los efectos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar y las inundaciones.

Asimismo, todos estos cambios contribuyen a la pérdida de biodiversidad, es decir, a la disminución en la variedad de especies de plantas, animales, insectos y microorganismos que habitan la región. Cada especie, por pequeña que sea, cumple una función específica en su entorno, y su desaparición debilita la red de vida de la cual también dependemos los seres humanos.

A continuación, mostramos las imágenes con un breve análisis de cada una de ellas:

Bahía Panamá, 1997-2025

Para el sector de bahía Panamá, se observa una reducción significativa de la cobertura boscosa en la zona, acompañada de un aumento de áreas construidas o listas para construir asociadas al desarrollo turístico y residencial. En 1997 predominaban las coberturas naturales continuas, principalmente bosque tropical seco y vegetación arbustiva densa. Para 2025 aparecen parches de infraestructura, caminos y terrenos descubiertos producto de la expansión urbana. El cambio notorio se concentra en el sector norte y centro de la bahía, donde la urbanización avanza sobre zonas antes boscosas. Estos procesos reflejan una intensificación del uso turístico y de segundas residencias del suelo. Esto ha generado fragmentación ecológica, pérdida de vegetación natural, y presión sobre la zona costera y los recursos hídricos.

El Coco, 1997-2025

La zona de Playas del Coco, muestra una marcada transformación del uso del suelo. Este sector presentaba una cobertura boscosa y vegetación secundaria, y pasa a una amplia expansión urbana y turística. Las imágenes evidencian la sustitución de áreas cubiertas por árboles y arbustos por infraestructura residencial, comercial y vial. Tal sustitución ha generado una fuerte fragmentación del paisaje natural. Se observa el cambio de coberturas de vegetación leñosa hacia un suelo construido, como consecuencia de un proceso de urbanización acelerada, y con efectos de pérdida de cobertura vegetal.

Las Catalinas, 1997-2025

El sector de Las Catalinas, por su parte, evidencia un cambio en la cobertura del suelo, pasando de una zona predominantemente natural con alta presencia de bosque y áreas rurales a un territorio con un incremento notable de infraestructura turística y residencial. En 1997 se observaba una mayor continuidad de cobertura boscosa y áreas agropecuarias, mientras que para 2025 se aprecia la expansión urbana asociada al desarrollo inmobiliario costero, con reducción de vegetación y transformación del paisaje natural. Este cambio refleja un proceso de urbanización y sustitución de coberturas naturales por infraestructura ligada al turismo y servicios.

Flamingo y Brasilito, 1997-2025

Se puede evidenciar para los años seleccionados una transformación significativa del paisaje costero en playa Flamingo y Brasilito. Las imágenes satelitales muestran un cambio de coberturas naturales, compuestas principalmente de bosque y vegetación arbustiva, hacia usos antrópicos, es decir, modificados por seres humanos, especialmente a través de infraestructura turística y residencial. Se observa una disminución de áreas con vegetación arbórea y un aumento del suelo construido, junto con la expansión de vías de acceso y pastos cultivados. Estos cambios responden al crecimiento turístico y urbano. Dichas transformaciones han generado fragmentación de ecosistemas, pérdida de cobertura vegetal, y una mayor presión sobre los recursos hídricos y las zonas aledañas a la playa. Se puede deducir que el territorio ha pasado de ser un entorno predominantemente natural, a un paisaje urbanizado y fragmentado, como consecuencia de los procesos de expansión turística y residencial costera y cambio de uso del suelo.

Nosara, 1997-2025

La zona costera de Nosara, Guanacaste, presenta una transformación notable en la cobertura y uso del suelo, evidenciando un cambio de áreas predominantemente cubiertas por vegetación natural y bosque secundario hacia una mayor presencia de infraestructura residencial, turística y vial. El crecimiento urbano se concentra especialmente en los sectores de Playa Guiones y Playa Pelada, donde se observa una expansión significativa del suelo construido en detrimento de áreas forestales y pastizales. Este proceso refleja una intensa presión antrópica vinculada al desarrollo turístico y habitacional, con implicaciones sobre la fragmentación del paisaje, la pérdida de cobertura vegetal y la alteración de los ecosistemas costeros y de recarga hídrica.

Sámara, 1997-2025

La zona costera de Sámara evidencia un cambio significativo en la cobertura y uso del suelo, caracterizado por la sustitución de áreas con predominio de vegetación natural y pastos por un incremento notable en infraestructuras residenciales y turísticas. Este proceso refleja una expansión urbana hacia sectores antes ocupados por coberturas forestales y agrícolas, asociado al crecimiento del turismo y la demanda inmobiliaria costera. La reducción de la cobertura boscosa y el aumento del suelo construido implican una transformación del paisaje natural, con posibles efectos sobre la conectividad ecológica, el manejo del recurso hídrico y la dinámica ambiental local, especialmente en humedales.

Aparte de las consecuencias señaladas, existen riesgos para el futuro cercano de persistir este tipo de desarrollo regido por la falta de planificación, la improvisación y el socavamiento ambiental. Entre ellos están el agravamiento de la escasez de agua, especialmente en zonas donde los acuíferos ya están siendo sobreexplotados. También la excesiva fragmentación ecológica, que puede limitar la resiliencia de los ecosistemas frente al cambio climático, reducir la conectividad de especies y debilitar los servicios ecosistémicos como la protección contra la erosión y la recarga hídrica. Por otro lado, la presión inmobiliaria podría seguir limitando el acceso a la vivienda para poblaciones locales, ya que la mayoría de estos desarrollos inmobiliarios están totalmente fuera del alcance de las poblaciones locales. Finalmente, la gobernanza del suelo podría volverse crítica: si no hay un ordenamiento territorial adecuado, se pueden repetir dinámicas insostenibles hasta agotar el modelo, con consecuencias negativas para las comunidades locales.

Fuente: https://www.obtur.una.ac.cr/index.php/falta-de-planificacion-deterioro-ambiental-y-proliferacion-de-riesgos-entre-las-principales-caracteristicas-de-las-transformaciones-en-el-litoral-guanacasteco-en-las-ultimas-tres-decadas

Pese a aumento sostenido de llegada de turistas e inversión extranjera directa desde 2020, reducción de la pobreza entre personas ocupadas en actividades de alojamiento y construcción se estanca en Guanacaste

Esteban Barboza
Abigail Lizano

La llegada de visitantes a la provincia de Guanacaste vía el aeropuerto Daniel Oduber no ha dejado de aumentar desde la crisis sanitaria de 2020. Ya en el año 2022, con un ingreso de 660 mil turistas a través de ese aeropuerto, se superaron las cifras anteriores a la pandemia, de 600 mil visitantes en 2019. En el año 2024, la cifra alcanzó los 881 viajeros que ingresaron a través de dicho aeropuerto.

No obstante, pese al aumento sostenido entre 2020 y 2024, lo que podría significar una derrama económica mayor no parece reflejarse en los datos sobre la pobreza y la pobreza extrema entre personas ocupadas en actividades de alojamiento y servicios de comidas.

Si bien es cierto, la pobreza entre las personas ocupadas en esta actividad descendió considerable de 2020 a 2021 y 2022, en los años posteriores el porcentaje parece haberse estancado. Los dos primeros años se explican a partir del descenso abrupto de visitantes debido a la emergencia sanitaria. Sin embargo, pese a la recuperación, en los tres últimos años los niveles de pobreza parecen haberse estancado.

Los datos, obtenidos a partir de información proporcionada por la Encuesta Nacional de Hogares, muestran pocas variaciones en los tres últimos años, todo esto a pesar del aumento del número de visitantes.

Figura 1. Nivel de pobreza extrema y no extrema entre las personas ocupadas en actividades de alojamiento y servicios de comidas en Guanacaste, 2020-2024 por porcentaje y en forma de gráfico. Elaboración propia a partir de datos del INEC.

Figura 2. Llegadas internacionales de turistas al aeropuerto Daniel Oduber, 2020-2024. Elaboración propia a partir de datos del ICT.

Por otra parte, en la actividad de la construcción, los datos tienen ciertos paralelismos con respecto al empleo en áreas relacionadas con el turismo. Lo incluimos porque en la Guanacaste de los últimos cinco años ha habido una estrecha relación entre el turismo y la inversión extranjera directa en forma de infraestructura que será utilizada dentro de la actividad, ya sea como sitios de hospedaje, segundas residencias, o bien, para alquileres temporales en plataformas como Airbnb o Booking.
Durante los años 2020, 2021 y 2022 hubo un aumento explosivo del porcentaje de personas dedicadas a esta actividad en situación de pobreza. Para el 2023 estas cifras descendieron, pero no lo hicieron significativamente el año pasado, cuando más bien se notó un leve aumento en el índice de pobreza no extrema, tal y como se puede ver en la figura siguiente.

Figura 3. Porcentajes de pobreza extrema y no extrema entre personas dedicadas a la construcción en Guanacaste, 2020-2024. Fuente, elaboración propia a partir de datos del INEC.

Estas cifras contrastan con el explosivo desarrollo inmobiliario que ha experimentado la región desde 2020 y que, como se puede ver en el siguiente gráfico, mostró un crecimiento continuo hasta alcanzar 845 mil metros cuadrados registrados ante el CFIA solamente en proyectos habitacionales en 2023.
La gran mayoría de esos proyectos, no obstante, están dedicados a ser utilizados como segundas residencias, o bien como casas de alquiler temporal para turistas. A la par de este aumento explosivo en este tipo de construcciones, ha caído, en la presente administración, la construcción de viviendas de interés social.

Figura 4. Cantidad de metros cuadrados construidos en Guanacaste en proyectos habitacionales 2020-2024. Fuente: elaboración propia a partir de datos del CFIA.

En el año 2024, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, los cantones guanacastecos con mayor visitación e infraestructura turística y de segundas residencias tampoco mostraban índices de desarrollo humano acorde con la promesa de derrama económica, tanto de la actividad turística como de la construcción.
El mejor ubicado entre estos cantones es Liberia, que ocupa el puesto 36 entre 84 cantones, seguido por Nicoya, en el puesto 41, Carrillo, en el 48, y Santa Cruz, que, irónicamente, a pesar de concentrar los mayores índices de visitación e infraestructura inmobiliaria dedicada al turismo, se posiciona en el puesto 51.

Todos estos indicadores muestran la prevalencia de un sistema turístico y un modelo de desarrollo con alcances cuestionables cuando se trata de impactar positivamente a las poblaciones locales. Tal cantidad de inversión y visitación traducidas en tales beneficios más bien sugiere la prevalencia de un modelo extractivista en el cual la exclusión de las poblaciones locales de dicha derrama no es un fallo del modelo en sí, sino más bien parece ser una parte de su constitución y funcionamiento.

La explotación de la hospitalidad: turismo en Guanacaste, Costa Rica

Marinus Gisolf*
Agosto, 2024

El turismo depende de dos componentes básicos: el transporte y la hospitalidad. Estos dos componentes han experimentado grandes cambios a lo largo de la historia. El caso del desarrollo de los medios de transporte está bien documentado, pero es este último elemento, el de la hospitalidad, el que ha recibido mucho menos atención. La práctica de la posada o la recepción de huéspedes en una casa residencial es tan antigua como la propia humanidad, y se denomina la hospitalidad social. No obstante, la comercialización de esta hospitalidad despegó a partir del siglo XVII, y alcanzó proporciones industriales ya en el XIX, con los balnearios y los spas. Después de la segunda guerra mundial, esta forma de hospitalidad siguió las tendencias de mercado del capitalismo, y destaca la separación cada vez más llamativa entre cliente y proveedor. Es el turista, como cliente, quien es exigente dentro del marco comercial de la hospitalidad, como mercancía con valor de mercado; mientras que la relación original huésped-anfitrión desaparece del panorama. Una vez que las grandes inversiones internacionales empezaron a desplegarse en Costa Rica, no sólo cambió el concepto de la hospitalidad, sino, lo que es más importante, toda la estructura económica de una provincia, en este caso, Guanacaste.

Cae la tarde en Tamarindo, distrito costero de esta provincia costarricense. La calle paralela a la playa empieza a llenarse de gente tras el calor de la tarde. Frente a un pequeño bar abierto se detiene un gran 4×4 -supuestamente de alquiler- del que se bajan tres cuarentones de complexión robusta que conversan en voz alta en inglés. El acento delata un origen tejano. Uno de ellos entra en el pequeño bar para comprar cerveza, dos «six-pack». Paga con un billete de 50 dólares, y recibe diez mil colones de cambio de la mujer que está detrás de la barra. Se hacen bromas sobre los miles de colones que el hombre recibe de cambio. En esencia, son unos 20 dólares, y él ha pagado unos 30 por sus 12 latas de cerveza; casi dos dólares y medio por lata, que apenas cuesta un dólar en la tienda.

Los efusivos norteamericanos vuelven a su carro y se marchan, mientras la mujer detrás de la barra los mira con desprecio, y un cliente local con una gaseosa en la mano niega con la cabeza. “Estúpidos gringos,” piensan. “Estúpidos costarricenses con su astucia campesina,” piensa el gringo. Ambos se desprecian. El costarricense que intenta explotar al turista, y el turista que quiere derrochar todo en su semana de vacaciones al año, y no le importa ese jaleo del dinero, y menos aún esos estúpidos locales. El desprecio de los gringos afecta, sobre todo, a las mujeres locales. Entre ellas las hay, en efecto, quienes intentan sacarles todo el dinero posible a los norteamericanos; esencialmente un mercado infeliz de relaciones sociales asimétricas. El joven cliente de la gaseosa, el que presenció la escena de las cervezas, Carlos es su nombre, paga. La mujer de la barra le dedica una cálida sonrisa. Carlos se pone el casco, se sube a su moto y se va al pueblo de Cartagena, más arriba, a entrenar con su equipo de fútbol.

Lugares del litoral de Guanacaste, como Tamarindo, El Coco o Flamingo, tienen muy poco que ver con el resto de Costa Rica, y parecen ser enclaves dentro de la provincia. Muchos turistas llegan a ‘resorts’ de playa a través del aeropuerto internacional de Liberia y, tras aterrizar, siguen en coche de alquiler o en autobús de lujo a toda prisa hasta el destino de playa, porque de eso se trata y no del camino hasta él. No se trata de unos pocos hoteles de playa, sino que ahora han surgido grandes ‘resorts’ con cientos de habitaciones, piscinas gigantescas y varias opciones de restaurantes. Es el tipo de ‘resort-hotel’ que forma un pueblo en sí mismo, y pretende mantener al turista dentro de su propio cerco, fuertemente vigilado: las comidas y el entretenimiento están incluidos en el precio.

¿A cuáles bolsillos va el dinero que entra? ¿Entra realmente o se queda parcialmente en el país de origen de las cadenas hoteleras internacionales? Si bien, todas estas enormes inversiones extranjeras ayudan al mercado de divisas de Costa Rica, al mismo tiempo es necesario plantear la cuestión de su utilidad esencial para las comunidades rurales de esta provincia de Costa Rica. El inglés, tan vital para el turismo y aún tan poco hablado en América Latina, es entonces un escollo mayor a la hora de andar por ahí con pantalones negros y camisa blanca con corbatín negro, sonriendo a los clientes. Fíjese en Carlos, que trabaja media jornada en un hotel boutique de playa, de propiedad suiza, y también juega al fútbol en segunda división, con lo que ha ganado lo suficiente para comprarse una moto.

Así que, lo que investigan principalmente los científicos locales gira en torno a la pregunta clave ¿de qué región costera se trata? ¿La región como espacio según la mirada de los turistas, o como los inversores u otros extranjeros esperan crearlo? ¿O el hogar de una población local? Se trata del turismo como producto de exportación, como ocurrió con la exportación de carne en la misma región el siglo pasado: miles de hectáreas de bosque fueron sacrificadas para servir a las cadenas de hamburguesas norteamericanas. Los dos factores principales que provocaron las mayores fricciones en toda esta región costera, según los científicos de las universidades locales, fueron la falta de participación y, por tanto, de implicación de la población local y, además, la injerencia exterior de las grandes empresas multinacionales a través de inversiones directas. Son precisamente estos dos elementos los que dieron origen al término neocolonialismo, que muchos investigadores utilizan para referirse al fenómeno.

Lo que en las universidades se analiza principalmente es el cambio dentro del propio sistema capitalista. Económicamente, en las modernas economías de mercado, el concepto de riqueza se refiere únicamente a lo que tiene valor monetario. Los bienes o servicios cuyo valor no puede expresarse en términos monetarios -valor de cambio de mercado- no se incluyen en el concepto de riqueza. Esto significa, entre otras cosas, que la naturaleza pura tampoco está incluida, ya que no representa un valor de mercado -financiero. La destrucción de la naturaleza no se registra entonces como una pérdida contable. Por el contrario, la tala, el arranque o la caza de flora y fauna es un componente importante para aumentar la riqueza, desde el punto de vista de las economías de mercado.

Esta vertiente formal, en la que el valor de algo lo determina el mercado, se ha impuesto en la actualidad. Esto ha llevado cada vez más al uso del capital para ganar más dinero sin ser productivo. La especulación en bolsas es un ejemplo de ello, al igual que el comercio de bienes inmuebles –más que todo en zonas de playas-, de seguros, o divisas. Esta forma de comerciar sin añadir ningún valor a un producto o a una comunidad o a un país entero, que no se enriquece ni en un céntimo, ha tomado protagonismo. La mentalidad de la gente se ha adaptado a ella y, hoy en día, lo que importa mucho más es cuánto se gana y no cuánto produce alguien, física, mental o culturalmente. Es esta premisa la que ha llegado a dominar en el mundo occidental y cada vez más en el resto del mundo. No sólo eso, en una de las mayores actividades económicas del mundo que puede resumirse bajo el concepto de turismo, podemos observar una evolución similar.

Se han escrito miles de artículos sobre qué es y cómo funciona el turismo, y es uno de los fenómenos sociales más estudiados de los últimos 50 años. Y no sólo eso: casi todo el mundo occidental ha sido turista alguna vez, así como anfitrión de viajeros. La actividad turística es o debería ser una copia fiel de la sociedad en la que se desarrolla. Si no es así, como en el caso de Guanacaste, surgen tensiones sociales. Estas cuestiones se relacionan entonces directamente con el desarrollo de lo que a veces se denomina postcapitalismo: el predominio de la forma del capitalismo sobre su fondo como influencia exterior a Costa Rica. De nuevo, suenan entonces las campanas de las influencias neocolonialistas.

La hospitalidad comercial se reduce a un eslogan publicitario que promueve lo idílico y lo paradisíaco. La autenticidad del encuentro entre lo local y lo extraño se transforma así en un mundo experiencial de fastuosa belleza, impresionantes fenómenos naturales, animales exóticos de bellos colores, e incluso se tiende al cuento de hadas. En esencia, gira entonces en torno al encuentro del turista consigo mismo y al reflejo de sus propias emociones. La apariencia en sí y, por tanto, la superficialidad, son las consecuencias, mientras que la forma domina sobre el contenido. Se trata de espacios impersonales, como los que ofrecen las cadenas hoteleras internacionales, que propugnan lo mismo en todo el mundo, basándose en estándares occidentales con un toque autóctono aquí y allá.

Entre estas tendencias globales, la gastronomía es quizá la más llamativa: los tacos mexicanos, las pizzas italianas, las paellas españolas, los sushis japoneses o el curry indio hace tiempo que se han adaptado a un sabor unitario, despojando a los ingredientes individuales de sus aromas y sabores más intensos. Se oye entonces el grito de la uniformidad, que sólo indica que la forma en que se produce el encuentro entre el forastero y el lugareño sólo cubre lo externo y los auténticos elementos sustanciales quedan cada vez más disimulados. La forma de este tipo de turismo hace hincapié en el presente, remitiendo el pasado -o el futuro- a los museos. El turismo como forma intenta ignorar el tiempo, donde los turistas pueden comer y beber cuando quieran sin preocupaciones. La dictadura del tiempo, a la que la mayoría de los occidentales suelen estar sometidos en sus propios lugares de residencia, se levanta entonces brevemente.

Al igual que en el capitalismo como forma, la ganancia monetaria se ha desvinculado cada vez más de la productividad. Este tipo de turismo ha perdido muchos vínculos con una hospitalidad original, y la propia experiencia del turista ocupa un lugar cada vez más central. Son estas experiencias las que deben animar al turista a rendirse de nuevo tras sus vacaciones al estricto patrón de días, meses, años: la dictadura del calendario. En sus vacaciones, el turista no huye tanto de su ciudad natal como de la presión del tiempo, que no le permite ni un segundo de descanso. El turismo contemporáneo, como expresión de una hospitalidad comercial que aboga por los espacios impersonalizados y lo intemporal, encaja a la perfección con la vertiente formal del capitalismo y, por tanto, con el neoliberalismo pragmático.

Para los turistas occidentales que visitan Costa Rica, la playa puede ser un espacio ajeno a ellos, pero han venido para adueñarse de ella, desnudarse hasta el mínimo permitido -o incluso menos- y tomar el sol tranquilamente, a menudo con personal a mano para proporcionarles bebidas y aperitivos. Esto es lo que estos turistas han venido a buscar, porque esto es en lo que les han hecho creer: el paraíso tropical “virgen”, con las hermosas playas casi rubias, las palmeras que susurran suavemente, casi ni un alma que ver, con sólo el murmullo arremolinado y decreciente de un oleaje ondulante mezclado con el breve piar de pájaros, y un ligero olor a agua de mar -el Océano Pacífico casi no deja olor en esta región.

Sin embargo, un puñado de futbolistas gritando, las risas chillonas de las señoras locales, y una radio tintineante, no están entre esas estampas idílicas, como tampoco lo está el olor a cebolla frita o a carne asada. Una población local para la que la playa tiene una función totalmente distinta choca entonces frontalmente con lo que quieren los inversionistas extranjeros. Éstos no sólo compran los terrenos para sus grandes complejos hoteleros, sino que también piensan que pueden adueñarse de las playas, aunque pertenezcan al Estado y deban seguir siendo accesibles a todo el público. En este contexto también se oye el grito del neocolonialismo.

No obstante, el capitalismo siempre ha tenido un lado de contenido desde el punto de vista del capital y, sobre todo, de la productividad. Una iniciativa requiere una inversión, y ésta debe conducir a la producción de bienes o a su valor agregado. Este valor se relaciona directamente con los costos involucrados. Como tal, la inversión inicia una vida económica y con el capital se reproduce. Sin embargo, este concepto de contenido ha pasado a un segundo plano, sobre todo después de la segunda guerra mundial, mientras que ahora prevalece el lado formal: el valor de algo sólo lo determina el mercado.

Ni la producción capitalista dirigida a generar riqueza, ni la hospitalidad social del turismo dirigida a generar experiencias sociales han desaparecido, sino que simplemente perviven en el seno de las comunidades de todos los continentes del planeta -en unos más que en otros. La hospitalidad social implica entonces un encuentro entre anfitriones por un lado y huéspedes por otro. Los huéspedes se comportan como tales y expresan su gratitud por la acogida que se les ha dispensado. No existen entonces espacios impersonales, sino lugares acogedores, donde uno puede sentirse como en casa. Uno escucha, observa y aprende, y esto se aplica entonces a ambas partes. La importancia de la cultura y, por tanto, del pasado, es inseparable de este encuentro con extraños, porque se trata de lo propio, que se pone a prueba frente a la mirada de los foráneos.

Tradicionalmente, las formas de acoger a los extranjeros se han establecido culturalmente en las comunidades. Mientras que en el turismo del siglo XXI las habitaciones de hotel son espacios impersonales para dormir, carentes de emociones, en nuestras propias casas o con nuestros anfitriones, un dormitorio es un lugar cálido, donde se han aferrado muchas emociones a lo largo del tiempo. Son encuentros entre «nosotros» y «ellos», donde en realidad somos ambos a la vez. El encuentro se toma en serio y se le dedica tiempo. Los visitantes intentan transformar espacios que les son extraños en lugares familiares, y buscan ante todo un vínculo de amistad con sus anfitriones. Es este encuentro entre personas, que puede darse en cualquier parte del mundo, el que sirve de base para ampliar los horizontes de cada uno: uno se encuentra en el reflejo con el otro.

Un día conducía por una playa llamada Brasilito, en el noroeste de la costa de Costa Rica, también en Guanacaste, y vi un par de coches de policía aparcados. Me detuve y miré por la ventanilla. Había obreros municipales instalando bolardos de hormigón, mientras un pequeño grupo de lugareños miraban y gritaban enojadamente. Unos ocho policías observaban desde una pequeña distancia. Me bajé y vi rápidamente de qué se trataba: los bolardos se habían colocado para impedir el acceso en carro a la playa. Instintivamente, yo también me enfadé. Hacía tiempo que se había prohibido acampar en la playa, pero para que los excursionistas de la zona fueran a comer allí con sillas y mesas, ollas y sartenes, se necesitaban coches o carretas de bueyes. Eso ya no era posible, cortando una tradición sobre todo cultural. Hice unas cuantas fotos y me sentí como un periodista.

Así que se trataba de una ordenanza municipal, razoné, destinada a hacer esta playa más idílica para los turistas, sin la interferencia de las alegres familias locales. No era tan novedoso, ya que esto había ocurrido antes en la cercana playa Conchal, con el hotel Meliá Resort de 300 habitaciones cerca. Al parecer, se quiere evitar el choque entre dos tipos de hospitalidad, y cada uno tendría su propia playa; una extraña solución que plantea una interrogante sobre el concepto de soberanía y, por tanto, de neocolonialismo.

La mera masificación de la hospitalidad comercial en los llamados países del Tercer Mundo, los impactos medioambientales y climáticos resultantes y los flujos de dinero asociados se centran en última instancia en satisfacer necesidades evocadas artificialmente desde los países occidentales. Se plantea entonces la cuestión de hasta qué punto las vacaciones no son más bien una compulsión, impuesta por la dictadura del tiempo de la mano de la presión de las economías de mercado, que convencen a la gente de que necesitan viajar. La hostelería comercial funciona cada vez más como una vasta maquinaria en la que se absorbe al público. Aunque en Costa Rica la potencia colonial original hace tiempo se retiró, sigue existiendo la presión occidental – ahora no sólo de Europa, sino sobre todo de los Estados Unidos – para aumentar su influencia económica en este tipo de países pequeños. Algunos lo llaman neocolonialismo, otros, influencias neoimperialistas, o incluso se oye el grito de la aplanadora globalizadora.

No hace mucho acompañé a Carlos, el camarero futbolista, al campo de fútbol de Cartagena, donde iba a dirigir un entrenamiento de colegiales estadounidenses de entre 13 y 15 años, que venían a jugar al fútbol y a conocer el país. Los chicos con algunos padres se alojaban con familias de allí, y todo el conjunto formaba una gran familia que se comunicaba entre sí utilizando las manos, y sobre todo los pies, con algunas palabras en inglés de por medio. Carlos organizó una sesión de entrenamiento con algunos compañeros y también con los jóvenes del club local. El tiempo era mucho más fresco por la tarde, el sol estaba más bajo, y ya empezaban a proyectarse sombras más largas. Los jóvenes corrían, gritaban y entraban en contacto con otra cultura a través del deporte. Lo que más me gustó fue que Carlos estaba disfrutando, rugiendo palabras en inglés como si dominara el idioma, y todos los demás estaban completamente implicados. Respirando entusiasmado después, me confesó: “en realidad son como nosotros, ¿verdad?”

Un turismo que no se basa tanto en su vertiente formal de una estricta relación cliente-proveedor, sino en el contenido de un encuentro basado en la hospitalidad social y las normas locales que conlleva, ofrece al estresado hombre occidental una oportunidad de ir más allá del cuidado de su propio cuerpo y bienestar. Escapar del yugo del tiempo puede ser un motivo para que muchos se suban a un avión o a un tren, pero sigue siendo una medida temporal que aporta poco al propio desarrollo humano, y es improductiva en ese sentido. Así pues, el turismo de contenidos no es tanto una liberación de la dictadura del tiempo, sino un ejercicio para adquirir nuevas experiencias y, sobre todo, para buscar al «otro», tan importante para descubrirnos a nosotros mismos.

Sin embargo, los países receptores de turismo tienen que enfrentar una actividad económica que a menudo no encaja en sus modos de vida tradicionales. El resultado es una adaptación forzada o un rechazo espontáneo. Esta adaptación puede consistir simplemente en aprovecharse de las diversiones que buscan los turistas, como por ejemplo cobrar demasiado dinero por una cerveza. Pero es algo superficial y concierne a la forma. Estadísticas sobre Guanacaste demostraron recientemente que sigue siendo la provincia más pobre del país, con un elevado desempleo entre su población rural, una indicación clara que, desde el punto de vista económico, la productividad está relativamente baja a pesar de las enormes inversiones extranjeras directas en el sector inmobiliario y turístico.

El desarrollo de la actividad turística en Guanacaste requiere de una planificación a largo plazo, basada en fundamentos teóricos y prácticos. En el presente ensayo he propuesto algunos conceptos que sirven para distinguir los diferentes elementos de que consiste el turismo en esta zona y sus influencias en el desarrollo económico y social. Para la urgente reconceptualizión del manejo y planificación del desarrollo turistíco en Guanacaste es indispensable contar con las herramientas teóricas necesarias para poder fundamentar futuras decisiones.

* Consultor turístico y escritor e investigador. Ha publicado los libros The Functionality of the Tourist Supply Chain (2005) y El Turista y la sostenibilidad (2009), además de una considerable cantidad de artículos académicos en diferentes revistas especializadas de Costa Rica y otros países. También es el autor y gestor del sitio web tourismtheories.or , en el que expone su obra y pensamiento acerca del fenómeno turístico, y que además sirve de repositorio de muchos de sus artículos. Con el presente ensayo, el señor Gisolf participa como autor invitado en el OBTUR.

Esta es una publicación de la Universidad Nacional, compartida con SURCOS por el Observatorio de Turismo, Migraciones y Sustentabilidad de la Región Chorotega (OBTUR).

Fuente: https://www.obtur.una.ac.cr/index.php/la-explotacion-de-la-hospitalidad-turismo-en-guanacaste-costa-rica

Informe crítico sobre inseguridad y desarrollo turístico e inmobiliario en el litoral de Guanacaste

Informe crítico sobre inseguridad y desarrollo turístico e inmobiliario en el litoral de Guanacaste según datos de 2023 ¿amenazas al desarrollo o producto de un modelo de desarrollo desigual? 

Un texto escrito por Esteban Barboza Núñez y publicado en el 2024 por el Observatorio de Turismo, Migraciones y Desarrollo Sostenible, de la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional (UNA), en su introducción menciona que el tema de la seguridad en el turismo siempre ha ocupado un lugar preponderante en la agenda de los Estados, los inversionistas, los desarrolladores, y los turistas mismos.

Atentados terroristas, epidemias, pandemias, guerras, desastres naturales, delincuencia, crimen organizado, y otros eventos inusitados pueden tener graves consecuencias adversas en un destino turístico específico, o bien a nivel sistémico, señala el informe.

Agrega que un destino sin turistas no puede funcionar; y la inseguridad o una imagen negativa en ese rubro definitivamente tienen efectos devastadores en el destino como tal, debido a la disminución drástica de turistas e inversionistas (Boyakye, 2010).

A partir de estas premisas, continúa el autor, el objetivo de este informe crítico es explorar la relación entre seguridad y exclusión en el sistema turístico del litoral de la provincia de Guanacaste, en el noroeste de Costa Rica, a partir del análisis de los principales índices de inseguridad del año 2023, según el Organismo de Investigación Judicial.  Para conseguir tal objetivo, en primera instancia se revisa y discute los principales indicadores y estadísticas de criminalidad en la región para el año 2023, un año récord en homicidios, robos, hurtos y asaltos, entre otros delitos. 

Entre los capítulos de este texto del investigador y académico de la UNA Esteban Barboza Núñez, se encuentran: Seis indicadores de inseguridad, Seguridad y turismo, La construcción del litoral guanacasteco como destino turístico, y Cuando el frío no está en las cobijas.

Le invitamos a descargar el documento compartido con SURCOS por el autor.