Skip to main content

Etiqueta: oriente

Occidente vs Oriente: la pugna entre el orden Terrenal y el Celestial

“Hay civilizaciones que, en su afán de grandeza, terminan negando su propia sabiduría”.

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

En el devenir de la historia, las civilizaciones han forjado su identidad a través de sus distintas interpretaciones del cosmos y su relación con la Tierra. En el contexto actual, se destaca una dicotomía fundamental entre la visión occidental modernista, que se alejó del cielo para conquistar la tierra, y la perspectiva tradicional Oriental, que ha buscado replicar la armonía celestial en su realidad terrenal.

La narrativa occidental, marcada por el ansia de conquista, poder y dominio, se apartó del cielo como si este fuese un mero espectador ajeno y sin importancia en el escenario de la existencia humana. La controversial frase sobre la muerte de Dios que expresó Nietzsche a finales del siglo XIX fue una metáfora para tratar de explicar los cambios más significativos en la cosmovisión y valores de la sociedad occidental. Para este filósofo, la muerte de Dios representaba la crisis de las antiguas creencias religiosas, morales y metafísicas que habían sido fundamentales en la estructura y conformación de la civilización occidental.

Nietzsche sostuvo que la creencia en un ser supremo y en principios morales absolutos perdían su influencia en la vida de las personas de manera rápida. La secularización y el avance de la ciencia habían socavado las bases de la religión y toda metafísica conocida hasta el momento, dejando un vacío moral, filosófico y antropológico, el cual fue el principal caldo de cultivo del nihilismo, o lo que es igual, la pérdida de valor de todos los valores y pilares base de Occidente.

El Renacimiento, si bien fue un renacer cultural y artístico, también estuvo marcado por la destrucción de la cosmovisión tradicional. La ciencia se erigió como un bastión, desafiando las creencias arraigadas y generando un distanciamiento significativo de la espiritualidad. El mito del progreso, alimentado por la Europa renacentista y sus ideólogos, justificó las acciones expansionistas y colonizadoras de ésta sobre el resto del planeta. La visión de una civilización avanzada, destinada a liderar el mundo hacia una era de prosperidad, permitió la explotación de otras culturas en pos de este supuesto destino inexorable. En el caso de la filosofía oriental, el progreso ha sido abordado no como una conquista del hombre sobre la naturaleza, sino como una construcción armoniosa y colaborativa, con ritmo propio que tiene sus altos y bajos. Esto marca otra diferencia fundamental entre la visión lineal occidental y una basada en ciclos, propia de todas las filosofías tradicionales.

Comparando estos cambios con filosofías tradicionales orientales arraigadas en la armonía celestial, se revela un contraste fundamental. Mientras Occidente se sumía en un materialismo e individualismo absoluto, y desafiaba sus propias raíces metafísicas, en Oriente países como China han mantenido de alguna manera una conexión intrínseca entre el Cielo y la Tierra. El Renacimiento europeo consolidó la visión occidental enfocada en el hombre y su capacidad de conquistar y comprender el mundo, la perspectiva Oriental resuena con una comprensión más holística del ser humano y el cosmos. En el trasfondo de las divergentes perspectivas entre Occidente y Oriente, el Renacimiento emergió como un hito trascendental que marcó un quiebre con la tradición metafísica occidental. Este periodo cúspide, con la consolidación del humanismo, llevó a la reducción de todo a proporciones humanas, sumergiéndose en un materialismo absoluto, como afirmó en su momento el pensador francés René Guenón.

Esta desconexión con la propia tradición filosófica y espiritual por parte de Occidente ha profundizado prácticas en la política internacional relacionadas con el hegemonismo, la competencia desmedida, el unilateralismo, la imposición de ideologías y grandes esfuerzos por borrar la memoria histórica y cultural de los pueblos que se encuentran bajo su influencia, justificando aquella barbarie en nombre del progreso y el tan anhelado desarrollo. La política de bloques, las sanciones económicas y el revanchismo son testigos de esta desconexión con el orden celestial-espiritual, negando la posibilidad a la búsqueda de un bienestar común más allá del material e individual.

En contraste, la filosofía china, por ejemplo, arraigada en su propia tradición milenaria, ha trazado un camino que busca replicar la armonía del Cielo en la Tierra. Desde esta perspectiva, todo en la Tierra se rige por el orden celestial, estableciendo una conexión innegable entre el macrocosmos y el microcosmos, cuya racionalidad no niega la existencia de un plano superior del cual emana el orden universal que debe tratar de replicarse en la Tierra. El concepto tradicional de Tianxia es el mejor ejemplo de ello, con cerca de cuatro mil años de existencia, esta mirada implica una comprensión integral de literalmente «todo bajo el cielo», donde la cooperación, las ganancias compartidas y el multilateralismo son los pilares fundamentales para mantener el orden y la estabilidad del sistema internacional.

La tradición oriental aboga por respetar la diversidad cultural, reconociendo el valor intrínseco de cada proceso histórico y la identidad de cada pueblo. Contrario a imponer su voluntad por la fuerza, en el caso de la filosofía china, se propone trabajar en armonía para alcanzar beneficios compartidos. En este enfoque, la ley y el diálogo se erigen como herramientas fundamentales para resolver diferencias, dando paso a una construcción conjunta de la armonía de ese «todo bajo el cielo».

La dicotomía entre las perspectivas de Occidente y Oriente refleja no solo diferentes modos de entender la relación entre el Cielo y la Tierra en su comprensión del mundo y la política internacional, sino también distintas filosofías de vida. Mientras una se sumerge en el materialismo acérrimo, la competencia sin fin y el afán de poder, la otra abraza la cooperación y la construcción de un orden armonioso en el marco del respeto mutuo. Esta visión oriental subraya la importancia de la cooperación y el multilateralismo, ya que la búsqueda de armonía implica reconocer y respetar la interdependencia de todas las cosas. En contraste con la mentalidad occidental, que a menudo ha priorizado el individualismo y la competencia, la filosofía china aboga por trabajar en conjunto para el beneficio mutuo, reconociendo que la prosperidad de una parte está inextricablemente ligada a la prosperidad del todo y, además, es parte de la armonía celestial.

Una civilización que no reconoce ningún principio rector superior o demiurgo más que el de su propia razón, y que se fundamenta en la negación de los principios tradicionales comunes a toda cultura humana, se encuentra inherentemente limitada en su capacidad para establecer entendimientos significativos con otras culturas. Al negar la existencia de principios compartidos o superiores, esta civilización se adentra en un aislamiento conceptual que dificulta la comunicación efectiva y la comprensión mutua. La ausencia de un terreno común de valores o referencias deja a esta civilización sin los fundamentos necesarios para construir puentes de entendimiento, ya que su estructura misma se erige sobre la negación de principios que podrían servir como puntos de convergencia cultural.

Esta diferencia trasciende ampliamente la antigua dicotomía de la Guerra Fría entre izquierda y derecha, ya que el retorno a la tradición para reflexionar sobre la política actual y respetar el camino singular de cada pueblo rompe con el esquema modernista que ha prevalecido en ambas narrativas. En lugar de enmarcar las discrepancias políticas dentro de una lucha ideológica binaria, esta perspectiva pone de relieve la importancia de reconocer las diversidades culturales y las trayectorias histórico-espirituales únicas de cada sociedad. Al retornar a la tradición, se abraza un enfoque más holístico que valora la riqueza de las experiencias pasadas y reconoce que el futuro político de una nación no puede ni debe ser uniforme o impuesto desde fuera. Este rechazo a dichas visiones modernistas establece las bases para un diálogo intercultural más enriquecedor y una comprensión más profunda entre las civilizaciones.

En el caso de la política exterior de China, ésta se encuentra arraigada en una comprensión profunda de la interconexión entre el planeta, la humanidad y la naturaleza, destaca por su visión amplia y sostenible del futuro. En contraposición al individualismo egoísta que prevalece en algunas narrativas occidentales, la perspectiva china abraza la idea de un futuro compartido de la humanidad en el que todos participen y se beneficien. Con una conciencia clara de la delicada relación entre la humanidad y su entorno, la política china aboga por una cooperación que trascienda fronteras y promueva un desarrollo en armonía con la naturaleza. Este enfoque refleja una comprensión madura de la responsabilidad colectiva hacia el planeta y resalta los peligros inherentes al simple deseo de ganar a expensas de la misma naturaleza que sustenta la vida de todos.

Al considerar estas perspectivas, se revela una dicotomía filosófica, espiritual y geopolítica necesaria para reflexionar sobre la historia y las interacciones globales de nuestros días. La ideología moderna del progreso, donde «triunfan los más aptos» en detrimento de la naturaleza y gran parte de la humanidad, así como la historia de la conquista y colonización occidental, contrasta con la idea oriental de construir una armonía que abrace a toda la comunidad humana, sin distinción de ningún tipo. En un mundo cada vez más interconectado, la meditación sobre estas filosofías opuestas ofrece una oportunidad para explorar caminos hacia una coexistencia más equitativa y respetuosa entre los diversos actores y civilizaciones que en su conjunto dan forma a la comunidad internacional.

Honduras: Panorama de la actualidad

Marlin Ávila

Marlin Ávila
Marlin Ávila.

La masiva migración de Libia hacia Europa Central ha causado la muerte de más de 2,300 migrantes forzados a tratar de salvar sus vidas por las guerras intestinas en su zona, huyen en embarcaciones inseguras, crisis originada por la invasión militar de Estados Unidos de Norte América, con el visto bueno de la ONU, en el 2011. Irónicamente la ovación y derrota del país con más desarrollo económico de África, en ese momento, fue «para proteger a los civiles bajo amenaza de las fuerzas de su propio gobierno». Desde entonces ese pueblo no conoce la paz.

ISIS (o Estado Islámico) fue creada en Irak en el 2007 por fuerzas de inteligencia estadounidenses. Ahora, después de su fortalecimiento está considerada una de las fuerzas terroristas más temibles, sigue avanzando por muchos territorios de oriente y occidente.

La ONU ha estado inhabilitada de cumplir su rol de intervenir para evitar las invasiones y guerras promovidas desde las fuerzas hegemónicas mundiales.

Las monarquías europeas son utilizadas internacionalmente para mejorar las relaciones de sus países con ex colonias. En el caso de España, por los fuertes roces últimos en A. L., la nueva Reina Leticia, debe iniciar practicando su papel en ex colonias de mayor pobreza y fáciles de relacionar. España ha estado en fuertes crisis económicas, presa de alta corrupción con más de dos decenas de figuras políticas, principalmente del partido en el poder, acusados de fraudes y lavados de dinero. Regidos por el modelo neoliberal extremo, ha cortado mucho del presupuesto para el desarrollo de países pobres.

La reestructuración de las relaciones político comerciales en el mundo sigue sucediendo agresivamente, teniendo como principal motivador las amenazas, los bloqueos y la resistencia de los poderes hegemónicos constituidos por Alemania, EUA e Israelí, de no aceptar un mundo multipolar. En esta semana Argentina y Rusia suscribieron convenios multibillonarios en comercio y fortalecimiento militar. Días antes sucedió con Venezuela. Mientras tanto la Alianza del Pacifico sigue teniendo fuertes cuestionamientos por las desventajas económicas para los países en desarrollo llamados a su integración.

Las trabas que la ultraderecha en el Congreso de EUA le pone al restablecimiento de relaciones con Cuba, parece afectar más a esa nación que a la isla quien ha resistido sesenta años de maltratos y bloqueos. Así que dos o tres años más sin ese restablecimiento los trata con tranquilidad.

En Honduras, el Comisionado de Derechos Humanos (CONADEH) ha concluido el proceso de metamorfosis o transformación, iniciado hace una década de ser defensor de los intereses del pueblo, ha pasado a ser defensor de los intereses de quienes gobiernan, aunque todavía le falta cambiar su simbología, eslogans y atuendos para identificarse como lo que es sin confundir a la ciudadanía.

Honduras sigue mostrando sus atrasos en el desarrollo de una cultura democrática respetuosa de la institucionalidad y sus leyes primarias. Para avanzar en su ejercicio político electoral, un grupo de oligarcas rompieron con todo criterio de respeto institucional. Esta oligarquía continúa mostrando a la ciudadanía que lo que vale no es la ley pero el poder político monopólico para «hacer lo que se tenga que hacer».

El que un grupito de jueces haya librado el camino para la reelección de presidente o ex presidentes concuerda con los avances en otros países latinoamericanos. Sin embargo, las actitudes de esta oligarquía dejan grandes dudas de sí se seguirá violentado toda ley y si habría posibilidades de elecciones libres, limpias y democráticas. El reciente pasado da respuestas negativas a estas preguntas.

Nuestra mayor producción para exportación sigue siendo agrícola: café, frutas, verduras, mariscos, azúcar y aceites.

Los productos de extracción: minerales, están en manos de empresas extranjeras, que pagan tasas miserables pero utilizan la infraestructura del país sin pagar tributo alguno.

El resto de la economía consiste en servicios financieros y comerciales. Generalmente especulativos. La misma industria golondrina (maquila) es especulativa basada en la explotación de la fuerza laboral. Por esto las CCI y el mismo COHEP, dirigida por Aline Flores, comerciante intermediaria de la Toyota, favorecen la reelección del presidente actual. Este les da y ofrece lo que requieren para seguir amasando sus crecientes fortunas.

Según el COHEP más del 70% de la inversión en Honduras es de la empresa nacional. Mientras las inversiones extrajeras son un cuarto de lo que los hondureños envían desde el extranjero en remezas. Más de la mitad de esa inversión nacional es comercial, la mayor dinámica económica es especulativa.

Se sigue aumentando los precios de combustibles con altos niveles especulativos. La Comisión Nacional del Petróleo no tiene más argumentos creíbles ante meses de caídas de precios internacionales.

Ahora la riqueza natural y cultural sigue subastándose en el Norte. Esperemos que el precio base de la Ciudad Blanca sea elevado, aun cuando realmente no tenga precio alguno.

La consigna personal del Presidente es «trabajar, trabajar, trabajar», aunque violente todo principio democrático, de bien común y humanitario, beneficiando a minorías sin producir para la solución de los problemas de las grandes mayorías empobrecidas.

¿Cuándo se impondrá la democracia participativa para construir una sociedad más equitativa?

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

Suscríbase a SURCOS Digital:

https://surcosdigital.com/suscribirse/

Geopolítica en clave PISA: El mundo del revés

Raúl Zibechi

«Los sistemas exitosos tienen “un fuerte compromiso en sostener la escuela pública y mantenerla bajo control de la comunidad».

 

La difusión de los resultados de las prueba PISA mostró, una vez más pero ahora con mayor intensidad, que los países de Asia-Pacífico desplazaron a los europeos y al resto de los desarrollados, de los primeros lugares. Al parecer, la calidad de la educación sigue los pasos de la economía, que ha colocado a esos países en el centro del mundo, pero también muestra que hay sociedades que valoran la importancia de la educación, no sólo del dinero.

Si alguien tenía dudas que la relación centro-periferia, sobre la que se construyó el mundo moderno desde 1492, está completamente trastocada, los resultados de las pruebas PISA 2012 lo confirman. Asia se convirtió en el Primer Mundo. La vieja Europa, cuna de la civilización como gusta presentarse con un marcado tinte etnocéntrico, retrocede paulatina e inexorablemente. La ex superpotencia, Estados Unidos, decayó abruptamente hasta un lejano 35 lugar, debajo incluso del promedio de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo) o “países ricos”. América Latina sigue siendo la Cenicienta, con altibajos, pero muy lejos del resto.

Es cierto que las pruebas PISA no son la mejor forma de medir la calidad del sistema educativo y la capacidad de aprender de los estudiantes. También es inocultable que levantan críticas por la pretendida validez universal de las pruebas que someten a los chicos de 15 años, idénticas en las favelas de Rio de Janeiro que en los más coquetos arrondisements de París. Sin embargo, unas pruebas que respondieron 510 mil estudiantes algo nos están diciendo sobre el estado de la educación en el mundo.

Nos dicen, también, que una parte del planeta está desplazando a otra en materia educativa, que las sociedades occidentales parecen haber encontrado un techo y, sobre todo, que nada de esto sería posible si la educación se redujera a lo que sucede durante cuatro horas al día en el aula. En suma, que si bien las pruebas PISA se remiten a la educación, nos están hablando del estado actual de las sociedades.

Resultados para meditar

Lo primero es comparar. Entre los diez primeros hay sólo tres europeos. Los siete lugares más destacados pertenecen a Asia Pacífico. Por su orden: Shanghai, Singapur, Hong Kong, República China (Taiwán), Corea del Sur, Macao y Japón. Completan la lista de los diez Liechtenstein, Suiza y Países Bajos. Finlandia retrocedió del puesto 6 al 12 en las pruebas de matemáticas, habiendo sido año atrás considerado el país modelo en materia educativa. En ese mismo rubro, Alemania está en el lugar 16, apenas un puesto por encima de Vietnam. Pero Alemania obtuvo un puntaje de 514 frente a 613 de Shanghai, 99 puntos que representan tres años de escolaridad. El Reino Unido está en el puesto 26, alcanzando el mismo promedio que la OCDE, 494 puntos. Pero Estados Unidos está en el lugar 35, por debajo del promedio OCDE y a 130 puntos de la ciudad china.

Explicar las razones por las que Vietnam está muy por delante de Estados Unidos y a la par de Alemania, tres décadas después de que fuera destruido por una de las más sangrientas guerras coloniales del siglo XX, implica ir más allá de la tabla de resultados que ofrece PISA. Algo similar puede decirse respecto a los demás países asiáticos que, como se sabe, ostentan sistemas políticos y económicos bien distintos, por lo que sus performances no pueden atribuirse directamente a ellos.

Por tanto, la comparación Occidente-Oriente se impone. Mientras las sociedades de Asia-Pacífico están ordenadas en torno al trabajo, o el esfuerzo si se prefiere, las occidentales son sociedades que viven para el ocio, con una vocación consumista cada vez más marcada. Un editorial del oficialista Diario del Pueblo señala que los éxitos de Shanghai “fueron logrados al costo de 13,8 horas en promedio a la semana de tareas domiciliarias, el tiempo más extenso en el mundo, casi dos veces el promedio de los países de la OCDE que es de siete horas” (Diario del Pueblo, 5 de diciembre de 2013).

Si a las horas de trabajo domiciliario de los estudiantes de 15 años de Shanghai se suman las 28,2 horas de clases en el aula, el noveno lugar en el mundo, vemos que los chicos dedican 42 horas semanales al estudio. Según el diario chino, es demasiado y propone que los estudiantes vean reducidas sus cargas horarias. Si un chico dedica todo ese tiempo a estudiar, es porque alguien valora lo que hace, y él mismo le otorga importancia.

El londinense The Daily Telegraph intenta responder la pregunta del millón: “¿Porqué los alumnos de Shanghai son tan especiales?”. Comienza señalando que los resultados de la megalópolis china no son representativos de todo el país, ya que un profesor de Shanghai tiene un salario de 4.400 yuanes (600 dólares) frente a los 2.000 yuanes que perciben los docentes de ciudades de la provincia suroccidental de Yunnan. Así y todo, apunta que en el conjunto del país hay elementos que permiten pensar que la educación ocupa un lugar diferente al que tiene en las sociedades occidentales.

“Los padres chinos prestan gran atención a la educación de sus hijos”, asegura el profesor Kong Lingshuai de la Facultad de Educación de la Universidad Normal de Shanghai (The Daily Telegraph, 4 de diciembre de 2013). Detecta la combinación de elementos tradicionales y de elementos modernos en la base del buen desempeño educativo.

Entre las primeras destaca el haber inculcado a los niños “desde una edad muy temprana que el esfuerzo es fundamental”, y entre los segundos “su apertura a las ideas extranjeras y la introducción de la remuneración en función del rendimiento”.

En todo el país existe lo que Kong denomina “la obsesión por la formación”, que determina que los nuevos maestros deben entrenarse durante un año antes de comenzar a dar clases en el aula.

Añade que los occidentales suelen creer que el sistema educativo chino es “algo así como una olla a presión para los exámenes con énfasis en la memoria y que se hace poco para estimular la creatividad”. Una suerte de prejuicio eurocéntrico.

Por el contrario, asegura Kong, se estimula a los profesores a asistir a las clases de sus colegas para promover “una cultura de compartir ideas, de intercambio y de competencia positiva”. En las escuelas están dando más tiempo a los niños para jugar y buscan no quedarse en el sistema de memorización, se centran en los últimos años en el desarrollo integral de los estudiantes sin abandonar la cultura del esfuerzo.

El sociólogo Frank Furedi, de la Universidad de Kent, autor del libro “Por qué la educación no está educando”, sostiene que PISA no toma en cuenta “las influencias sociales, económicas y culturales en la promoción de actitudes positivas hacia la educación” (The Independent, 4 de diciembre de 2013). Trabajó en Sydney, Australia, y pudo comprobar que los niños asiáticos  tenían desempeños escolares muy superiores a sus pares de origen británico. De ahí concluye que “la influencia cultural más importante en el rendimiento escolar de los niños es la expectativa de sus maestros, de los padres y las comunidades”.

En suma, habla de sociedades que esperan que los jóvenes tomen en serio sus estudios, que impulsan un ritmo de trabajo “significativamente más alto que los de sus pares en las sociedades occidentales”. Por eso, Furedi concluye que “un compromiso serio con el valor de la educación es mucho más importante que cualquier sistema pedagógico o técnico”. La fuerza que hace que los jóvenes dediquen tres horas diarias al estudio en sus casas hay que buscarla, en efecto, en el entorno, en el entendido que es una fuerza inmaterial, no de castigos y premios.

Esa misma potencia no existe fuera de las sociedades asiáticas. Geopolíticamente, corresponde a un mundo en ascenso, en camino de recuperar el papel histórico que supo tener antes de las invasiones coloniales.

Los del medio

Buena parte de los analistas europeos se mostraron muy críticos con el sistema educativo de sus países. Los medios finlandeses, país destronado de los primeros lugares de la tabla PISA, hablaron de que el sistema educativo del país se ha derrumbado y los medios suecos mentaron un supuesto “desastre nacional”. Es el riesgo de tomar los resultados de las pruebas como si fueran las tablas de las ligas de fútbol.

En general, predomina el desánimo en el viejo continente. Y una suerte de advertencia a los estudiantes: “El único aspecto en el que nuestros adolescentes están por encima de la media es en ´ser feliz en la escuela´”, espeta un severo y conservador análisis británico (The Daily Telegraph, 4 de diciembre de 2013). El periódico atribuye a Christine Blower, dirigente de la Unión Nacional de Educadores, la idea de que los bajos resultados en las pruebas PISA de los estudiantes del Reino Unido se debe a la mala calidad de los docentes que “no están capacitados para enseñar matemáticas y ciencias, mientras los buenos se hacen añicos por el grosero control de multitudes de niños violentos, mientras los padres se muestran negligentes a la hora de apoyarlos”.

El izquierdista The Guardian carga contra las reformas educativas a las que acusa de haberse convertido en un virus que “infecta los sistemas educativos”  (The Guardian, 8 de diciembre de 2013). Defiende la hipótesis de que la enfermedad que encarnan las reformas tiene cinco síntomas: la creciente competencia entre escuelas en base a tablas de calificación para que los “consumidores” (padres) tomen las decisiones correctas; estandarización de la enseñanza y del aprendizaje con prescripciones detalladas sobre cómo enseñar y qué evaluar; la recogida sistemática de información mediante pruebas estandarizadas; la devaluación profesional de los docentes haciendo la docencia accesible a personas con preparación express; y la privatización de las escuelas al impulsarlas a regirse por los criterios del mercado.

Las víctimas principales de este sistema serían las escuelas y las comunidades de Estados Unidos, Inglaterra, Nueva Zelanda, Australia, Suecia y Chile.

Las tres principales conclusiones del informe PISA 2012 avalan esta crítica. Los países más exitosos dan cierta autonomía a los centros educativos en los planes de estudio y en las evaluaciones, y no siguen el principio de estandarización de la enseñanza y la evaluación. En concreto, habla de “la autonomía profesional equilibrada con una cultura de colaboración en las escuelas”. Eso supone confianza en los docentes y un entorno de mutuo apoyo, no de despiadada competencia.

Por último, la posibilidad de elegir la “mejor” escuela no mejora el rendimiento del sistema educativo. Por el contrario, “la elección de escuela y la competencia entre escuelas están relacionadas con mayores niveles de segregación en el sistema educativo”. Los sistemas exitosos tienen “un fuerte compromiso en sostener la escuela pública y mantenerla bajo control de la comunidad”. Lo que ha fracasado, concluye, es la reforma educativa “basada en el mercado”.

Estados Unidos salió diez puestos abajo del Reino Unido. Según el Boletín de Anticipación Estratégica (GEAB), puede hablarse de un colapso del sistema educativo. Desde la década de 1970 se comenzó a implementar un sistema de evaluación a través de preguntas de opción múltiple desde la primaria hasta la universidad, que “ha generado un debilitamiento absoluto y persistente en la formación de generaciones de estadounidenses que hoy tienen menos de 40 años” (Geab No. 69, 17 de diciembre de 2011).

Con el tiempo se ha consolidado un sistema educativo de dos niveles que ensanchó la brecha entre la elite y la clase media, con universidades muy caras y comercializadas combinadas con la educación a distancia o en el hogar, dos extremos que le quitan “consistencia y calidad” al sistema en su conjunto.

El resultado es que actualmente los menores de 40 años están menos educados y menos integrados que sus mayores, lo que tiene consecuencias “en sus posibilidades laborales, en su capacidad para actuar en un mundo donde la globalización exige conocimientos variados, idiomas, historia, geografía”. Esto tiene enormes repercusiones para el país a la hora de afrontar sus retos principales: la re-industrialización, los desafíos científicos, tecnológicos y militares. “También genera una disminución en la calidad de la vida democrática porque los ciudadanos son menos capaces de distinguir entre la mentira y la verdad, entre la información y la manipulación”, sentencia el Geab.

Los de abajo

En América Latina lo más destacable fue la performance de Brasil, en particular en matemáticas, que escaló de 334 puntos en 2000 a 391 en 2012. La diferencia es notable porque pasó de tener el 65 por ciento de los jóvenes de 15 años asistiendo al colegio en 2003, al 78 por ciento en 2012. Aún así, se sitúa en el lugar 58, debajo de Chile, México, Uruguay y Costa Rica. Uno de los mayores desafíos del país es la desigualdad por regiones, ya que Brasilia y Santa Catarina tienen 416 y 415 puntos mientras el nordeste (Alagoas y Maranhao) consiguieron 70 puntos menos, lo que revela que entre las zonas ricas y las pobres hay varios años escolares de diferencia.

La inversión en educación de Brasil es una de las más elevadas del continente en relación al PIB, pero sólo un tercio de los países ricos. Destina 26.700 dólares para educar un niño entre los 6 y los 15 años, mientras los países de la OCDE destinan 83.400 dólares. Sin embargo, estos países tienen un PIB per cápita tres veces superior al brasileño.

El Plan Nacional de Educación, que está en el parlamento desde  2010, fue aprobado por la Comisión de Educación del Senado el pasado 27 de noviembre.

Prevé destinar el 10 por ciento del PIB a la educación, ahora está en el 6 por ciento, además del 75 por ciento de los royalties del petróleo pre-sal que fueron destinados al mismo objetivo. Se tomó esa decisión para no quedar atrapados en los avatares del presupuesto nacional, siempre dependiente de los ciclos económicos y de la relación de fuerzas en el escenario político.

Entre sus objetivos figura elevar el desempeño en las pruebas PISA hasta 473 puntos en 2021, lo que colocaría a Brasil a la cabeza de la región, aunque aún por debajo del promedio de los países de la OCDE.

Pero no todo debe reducirse a números. En este recodo de la historia, en el cual nada está permaneciendo en su lugar y se producen cambios vertiginosos e imprevisibles, tal vez sea necesario retomar los grandes relatos, inspirados en valores, como el de Hannah Arendt sobre la crisis en la educación. Aunque fue formulado hace más de medio siglo, no ha perdido actualidad:

“Mediante la educación decidimos si amamos a nuestros hijos lo suficiente como para no expulsarlos de nuestro mundo y dejarlos a su suerte, ni quitarles de las manos la oportunidad de emprender algo nuevo, algo que nosotros no imaginamos, lo bastante como para prepararlos con tiempo para la tarea de renovar un mundo común”.

– Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI.

 

Enviado a SURCOS por Alai-AmLatina.