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Etiqueta: Parque Natural Urbano Lorne Ross

«Allá en la fuente, había un chorrito…»

Freddy Pacheco León

¿Con qué argumentos razonables, se pretende disminuir un área para conservación de la naturaleza, de medio kilómetro cuadrado, rodeada de un desorden citadino?

Cuando el desordenado desarrollo urbano, demanda un «estate quieto», en ese camino destructivo que nos agobia, lo peor que pueden hacer autoridades del Poder Ejecutivo, es ignorar el clamor de comunidades, en defensa del ambiente. Si, el expresidente don Abel Pacheco, declaró, hace 22 años, la «Paz con la Naturaleza«, en la cumbre ambiental de la ONU, en Suráfrica, es un sinsentido, irrespetar ese compromiso, planetario y nacional, cuando a nuestros niños y jóvenes, se les enseña la importancia de proteger el planeta.

En zonas de la Gran Área Metropolitana, en general, y específicamente hacia el oeste, la ausencia de efectivos planes de dirección urbanos, literalmente, arrinconan a sus habitantes, sin considerar sus necesidades fundamentales, su calidad de vida. Las más de 53 hectáreas que, generosamente legaran hace 49 años, para dedicarlas a la conservación, la pareja Lorne y Agnes Ross, han resistido, el ataque del cemento, las varillas de construcción, y el ingreso de maquinaria pesada, nos llaman a salir en su defensa, no solo por su ubicación, sino por sus características ecológicas. Además, los habitantes, también tienen derecho a respirar aire limpio, de vez en cuando, así como el derecho sagrado, de gozar de un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, consagrado en la Constitución.

Mientras la Cisneros, provoca el desperdicio de recursos financieros, al poner zancadillas al proyecto de ley para crear un parque natural, nacido desde la comunidad, para los costarricenses, nos atrevemos a sugerirle, que retire el medio centenar de vergonzosas mociones, lanzadas, con el fin exclusivo, de evitar la aprobación de dicha iniciativa. Como alternativa, la invitamos a propiciar, algo más urgente que su proyecto de construir una fuente circular, con tres imitaciones de volcanes, lanzando chorritos de agua, enmarcado en el arte kitsch, que como sabemos, es de reconocido mal gusto. En lugar de ello, hay algo que también tiene que ver con agua, y que clama por su auxilio. Nos referimos al laguito de La Sabana, que es ahora un barreal. Su agua podría captarse de un pozo, que no parece estar en los planes gubernamentales, pese a su importancia y viabilidad. Por ello, para la señora diputada, sería, una mucho mejor idea, rescatar lo que hace pocos años, era todavía, un gran atractivo del Parque Metropolitano. Todos estaríamos de su lado, apoyándola en una propuesta semejante, también relacionada con el agua, que ahora, de pronto, tanto le interesa.

En un Estado en que la administración del agua que hace el AyA, es una desdicha, lo que menos hace falta, son unas fuentes mecánicas, que, usualmente ha sido así, terminan en estado de abandono.

«Allá en la fuente, había un chorrito, se hacía grandote, se hacía chiquito», dice la canción de Cri Cri, cantada por generaciones; muy linda, de grandiosos recuerdos, pero para niños. En cambio, el proyecto de las fuentes de Cisneros, por las que ya se han gastado US$30.000, aunque quizá elevarán el ego de su proponente y del ministro Tattenbach, sin duda, de ejecutarse, se les recordarán como lo que son, una ocurrencia caprichosa, inconsecuente con la lucha en contra del cambio climático.

14.10.2024

¿De Quién es la Tierra?

Catalina Obregón

“¡Es del Mi-na-e!” reitera, alzando la voz desde su podio doña Pilar Cisneros. “¡No es de los santaneños!”. Como si pronunciarlo es voz alta le otorgara un significado distinto. Como si con esa afirmación pudiera borrar generaciones enteras de vida compartida, de historia común, de arraigo al paisaje donde hemos vivido por tanto tiempo.

Se olvida la diputada que el territorio sí importa. Ese lugar donde nacimos o al que inmigramos por elección es nuestro hogar; amarlo y defenderlo es, además, algo instintivo. Es un llamado biológico a proteger y hacer respetar nuestro espacio vital.

Como ciudadanos podemos defenderlo con acciones concretas, promoviendo políticas y leyes. Somos los habitantes los llamado a resguardar el patrimonio territorial. Pero hay otros habitantes que también dependen de este espacio: aquellos que necesitan el corredor biológico para sobrevivir, aquellos que no distinguen entre divisiones ni cercas porque entienden que la tierra es suya para moverse, vivir y habitarla sin restricciones. Ellos necesitan nuestra ayuda.

Son muchos. Veintitrés especies de anfibios, cincuenta y ocho especies de reptiles, ciento treinta especies de aves y dieciséis especies de mamíferos, además de la riqueza ecológica de los ecosistemas que los albergan.

Santa Ana decidió hace mucho tiempo su destino, cuando luchamos para evitar que se instalara un basureo en nuestro cantón. También cuando defendimos estos terrenos de aquellos que pretendían construir el proyecto gol. Ya elegimos que nuestra verdadera riqueza es despertar con el sonido de las chicharras y los yigüirros, que nos encanta ver a los coyotes bajar los cerros por las quebradas y a los mapaches asomarse a nuestras ventanas. Nos emociona que ahora, en el barrio, nos visitan perezosos y tucanes.

La decisión sobre el destino de estas 53 hectáreas en el corazón de nuestra ciudad es tan importante hoy como lo fue, en su momento, rechazar el basurero. Tenemos la oportunidad de decir sí a un parque donde, además de preservar la naturaleza, tal vez podamos recuperar valores como la filantropía de un ciudadano que vio en su tierra un tesoro más grande que el monetario, como el respeto a los muertos y el deber moral de cumplir su voluntad. Como lo es la protección de la vida que hoy convive con nosotros.

Hay causas por las que vale la pena unirse. El Parque Natural Urbano Lorne Ross nos brinda de nuevo la posibilidad de decidir cómo queremos vivir y con quién compartir nuestro territorio. Nos lo agradecerán nuestros hijos y nietos, pero también lo agradecerá la rana de ojos dorados, que ha encontrado en nuestros “charrales” una pequeña isla donde evadir, al menos por ahora, su extinción.

Por si aún tenían dudas, esta tierra es de ella, porque un hombre y su esposa, decidieron hace cuarenta y ocho años, dejarle en herencia la finca de sus ancestros.

Movimiento de Santa Ana lucha por Parque Natural Urbano Lorne Ross para cuidar biodiversidad y salud comunitaria

En el corazón de Santa Ana, existe un tesoro natural que muchos desconocen, pero que tiene un valor incalculable para la biodiversidad y el bienestar de la comunidad.

El Parque Natural Urbano Lorne Ross no solo destaca por su impresionante belleza, sino también por su relevancia ecológica al albergar humedales y ser un corredor biológico vital.

Este espacio donado a los santaneños, no puede ser fragmentado ni olvidado, ya que beneficia a toda la comunidad.

Le invitamos a descubrir más sobre este lugar único y cómo puede apoyar su preservación, le compartimos el video. ¡No se lo pierda!