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Etiqueta: patrimonio cultural

Brasilito pide protección para la integridad del patrimonio ambiental, social, cultural y paisajístico de su territorio

Comunidad de Brasilito hace llamado urgente a las autoridades para que se proteja la integridad del patrimonio ambiental, social, cultural y paisajístico de su territorio.

Asociación de Desarrollo Integral de Brasilito
Comité Punta Pelencho
Bandera Azul Ecológica Brasilito
Asada de Playa Brasilito

La situación actual de Playa Brasilito

La Sala Constitucional el 11 de marzo otorgó mediante una medida cautelar la prohibición a la empresa desarrolladora Cantomar Beach Club de la tala de árboles en Playa Brasilito; en el sector históricamente conocido como Punta Pelencho, a raíz de un recurso de amparo presentado por ciudadanos interesados en esta situación. Durante este proceso, han salido a la luz pruebas que sugieren la intención de privatizar el acceso público a la playa, estableciendo un control exclusivo para los miembros del club de playa. Accionar que no solo constituye una irregularidad administrativa, sino que también vulnera la normativa vigente en Costa Rica, que protege el dominio público marítimo-terrestre.

Contexto

Desde el 15 de enero de 2025, los vecinos de Playa Brasilito detectaron la etiquetación de árboles ubicados en la zona marítimo terrestre y la zona pública del sector norte de la playa, conocido como Punta Pelencho; lo que generó preocupación entre los habitantes sobre los posibles impactos de este actividad en su patrimonio cultural, ambiental y biológico, particularmente en relación con la tropa de monos Congo —especie en peligro de extinción— que habita la región. Ante esta situación, los vecinos de manera articulada solicitaron información, ante la relevancia ambiental que la zona representa como un importante corredor biológico aunado al valor trascendental tanto para las comunidades costeras como para el ecosistema local.

A partir de este momento la comunidad conoce que la etiquetación responde a un convenio de donación firmado entre la Municipalidad de Santa Cruz y Cantomar Beach Club sobre el camino público C503138. No obstante, hasta la fecha, no se ha revelado su contenido, a pesar de las repetidas solicitudes de información realizadas por diversos medios.

Cantomar afirma en su sitio web que los miembros del club disfrutarán de una playa exclusiva, privada y que, contarían con los mismos derechos de propiedad privada que en Estados Unidos, lo cual atenta contra el ordenamiento jurídico costarricense, su seguridad jurídica y el principio de soberanía territorial.

Cantomar, a través de la creación de la «Asociación Punta Loros Para La Sostenibilidad, Conservación y Promoción Responsable de la Zona Pública de la Zona Marítima Terrestre, Playa Punta Loros», solicitó al Instituto Costarricense de Turismo (ICT) la formación de un nuevo comité de Bandera Azul Ecológica para el sector tradicionalmente conocido como Punta Pelencho. Esta área, actualmente registrada ante el ICT por el Comité Bandera Azul Ecológica Brasilito, pretendía ser separada de Playa Brasilito bajo la premisa de la existencia de una playa denominada “Punta Loros”, un nombre desconocido para la comunidad local.

Vecinos de la zona notaron, además, que en días anteriores en la plataforma Google Maps dicho sector de Playa Brasilito había sido renombrado como «Playa Punta Loros». Cabe señalar que cualquier persona puede modificar los nombres de los lugares en plataformas como Google Maps. Según la legislación costarricense, el Instituto Geográfico Nacional (IGN) es el único organismo autorizado para regular la nomenclatura geográfica, conforme a lo dispuesto en la Ley No. 26852-C, Reforma del Reglamento Nacional de Nomenclatura.

El día 24 de marzo, mediante el oficio DCR-0248-2025, el ICT indicó lo siguiente:

«El análisis cartográfico evidenció que la playa denominada ‘Punta Loros’ no existe como tal y que el área inscrita bajo este nombre forma parte de la Bahía Brasilito, cuya inscripción fue recibida antes que la de Punta Loros. Por esta razón, dicho sector continuará siendo parte de su área de gestión dentro del Programa Bandera Azul Ecológica.»

El intento de cambiar el nombre a «Playa Punta Loros» no solo carece de respaldo legal, por lo previamente mencionado, también vulneraría el nombre autóctono de «Playa Brasilito», en contradicción con lo establecido en la Reforma del Reglamento Nacional de Nomenclatura No. 26852-C, incisos “e. Se dará preferencia a los nombres autóctonos”; inciso “i. Un nombre no debe ser cambiado a menos que esté duplicado o resulte inapropiado” e inciso “l. No se asignará más de un nombre a cada elemento natural, artificial o accidente geográfico”.

La comunidad de Brasilito se opone firmemente a este intento de reconfiguración territorial y considera que la alteración del nombre y la identidad del lugar no solo ignora su historia y patrimonio, sino que también abre la puerta a posibles intentos de privatización. La comunidad defenderá el reconocimiento de Playa Brasilito y Punta Pelencho como parte de su identidad cultural, social y ambiental, asegurando que estos espacios continúen siendo de acceso público y respetando su verdadera esencia.

En virtud de lo anterior, reiteramos nuestra posición y respetuosamente hemos pedido a las autoridades competentes:

Respetar la legislación costarricense en materia de nomenclatura geográfica, específicamente en lo que se refiere a la prioridad de los nombres autóctonos establecidos en los artículos pertinentes de la reforma mencionada en el Reglamento Nacional de Nomenclatura No. 26852-C.

Cumplir con el ordenamiento jurídico costarricense, en especial con los principios que protegen el acceso público al dominio público marítimo-terrestre, y garantizar que no se promueva la privatización irregular de la playa.

Desestimar cualquier solicitud para la modificación o seccionamiento del sector norte de la Playa Brasilito, conocido como «Punta Pelencho», ya que ello constituiría un acto de privatización ilegal del patrimonio natural y público de la nación, contraviniendo los derechos de las comunidades históricas de Brasilito y las normativas nacionales sobre la propiedad pública.

Reconocer y fomentar la participación activa de las organizaciones comunitarias locales en el proceso de toma de decisiones que involucren bienes y espacios públicos, respetando principios de igualdad, no discriminación y equidad. En caso de presentarse nuevas solicitudes de cambio de nombre, solicitamos que las organizaciones comunitarias sean notificadas de forma oficial y participen de manera democrática y transparente en el proceso.

Que se cumpla la normativa ambiental y social vigente en el Artículo 17 del Decreto 40139-MOPT, que establece lo siguiente:

a) Aplicar los instrumentos de evaluación y gestión ambiental y social correspondientes.

b) Implementar la consulta socio ambiental para promover la participación ciudadana, como elemento fundamental para desarrollar los proyectos de manera sostenible.

c) Implementar medidas que faciliten la conectividad y desplazamiento de la fauna silvestre en las rutas cantonales con la finalidad de minimizar la afectación resultante de la fragmentación provocada por las carreteras y su flujo vehicular.

Este comunicado busca hacer un llamado urgente a las autoridades para que se proteja la integridad del patrimonio ambiental, social, cultural y paisajístico de las comunidades costeras de Brasilito y sus alrededores, que históricamente han sido excluidas de las decisiones que afectan su territorio. Exigimos que se respete su derecho al acceso público y la preservación de sus tradiciones, y se evite cualquier intento irregular de privatización o modificación de su identidad cultural.

Con apoyo de proyecto ED-3526 Geografía y Diálogos de Saberes: Análisis de la conflictividad socioambiental en territorios comunitarios de Costa Rica de la Escuela de Geografía y el Programa Kioscos Socioambientales de la Vicerrectoría de Acción Social Universidad de Costa Rica.

Eric Madrigal: un investigador con ritmo de swing que impone respeto

Por José Luis Amador

Recientemente se publicó un video sobre Jorge “Pelusa” Miranda y el origen del swing criollo, que generó algunos comentarios cuestionando el trabajo del investigador Eric Madrigal. Conocedor como soy del trabajo del señor Madrigal, decidí escribir estas líneas.

Hace varios años recibí una llamada de doña Liliana Valle, investigadora, instructora, divulgadora de bailes populares, solicitándome colaborar, en mi calidad de antropólogo, con un comité sobre el swing como patrimonio cultural costarricense.

Era un comité adscrito al Ministerio de Cultura. Participé en un par de reuniones, pero el comité no prosperó. Lo cierto es que allí conocí a una persona que venía haciendo un trabajo que hasta el día de hoy me parece encomiable. Me refiero al Ing. Eric Madrigal y su trabajo sobre historia del swing y el bolero criollos. Don Erick es ese tipo de persona apasionada, estudiosa, multifacética, que por iniciativa personal venía recopilando testimonios de los primeros bailarines del swing.

Desde el primer momento se interesó muchísimo en mi experiencia como experto en testimonios orales y análisis de historias de vida. Y me puso al tanto de un proyecto que estaba realizando en aquel momento con las historias de vida de los pioneros del swing. Él venía trabajando con miembros de la “comunidad del swing” convertidos en investigadores. Muchos de ellos eran de ASWINGBOL y otros eran de diferentes organizaciones que él mismo había reclutado. Su idea era que estos jóvenes investigadores conocieran de labios de los pioneros aquellas historias y a la vez hicieran el trabajo de recopilación, para fomentar el traslado de información histórica de una generación a otra.

Una de las cosas que me pidió fue que yo diera una capacitación a las personas que realizarían el trabajo de recopilación de testimonios. Fue así como me tocó conocer algunos de aquellos noveles investigadores y también a algunos de los pioneros de la primera generación de swingeros: los creadores del swing criollo. Jorge “Pelusa” Miranda, Edgar “Moraga” Miranda (de grato recuerdo), Gilbert Umaña, Cecilia Venegas, Walter Alvarado y algunos otros más.

La “historia de vida” es una metodología que permite recopilar testimonios orales y construir conocimiento histórico, a partir de contenidos biográficos de las personas. Cómo se da el salto para que una anécdota personal con todo y su subjetividad se convierta en información histórica constatable, verificable como contenido histórico, es tema de discusión de los teóricos, desde hace rato superado. He hecho dos tesis como antropólogo, una licenciatura y una maestría, y algunas otras investigaciones y publicaciones, a partir del uso de la “historia de vida” y de los testimonios orales. Al principio me encontraba con ese tipo de resistencia, pero no soy el único que utiliza estas fuentes. Muchos años antes, en Estados Unidos, investigadores de la Escuela de Chicago como William Thomas y Florian Znanieky, o en su momento el sociólogo francés Daniel Bertaux, por citar alguno otro, si es que no hablo del antropólogo cubano Miguel Barnet, autor de “La Fuente Viva”, esa fuente que no es otra que la palabra, y muchos otros autores, dieron las discusiones del caso y aportaron los elementos metodológicos para superar este escollo.

Una de las razones que permite determinar lo que es un dato concreto históricamente constatable, es la “saturación”. Cuando todos los entrevistados coinciden en aportar elementos cognoscitivos idénticos y constatables, es por algo. Podemos incluso, como parte de la metodología, tratar de contradecir aquellas premisas, pero la realidad al final se impone y cae por su propio peso. Y si no que lo diga Pelusa, y toda la generación de jóvenes de los barrios del sur de los años 60, hoy viejos bailarines del swing, que están todavía allí, para contarnos aquella historia que recogió Eric Madrigal y que luego volvió a recopilar y sistematizar con su equipo de indagación.

Cuando conocí a Eric Madrigal ya el hombre andaba bastante ubicado en la cuestión metodológica. Pero tuvimos oportunidad de discutir mucho, conversar mucho. Y es que estamos hablando de una persona que sabe meter el pie y entrarle duro a las cuestiones teóricas, y si me descuido termina enseñándome a mí. Eric concluyó la investigación. Si mal no recuerdo era una beca taller otorgada por el Ministerio de Cultura (2017), de modo que todo eso está documentado. Y ahí quedó demostrado para la posteridad cuáles son los orígenes del swing.

Como suele suceder en ciencia social, algunos atisbos anteriores, que ya se habían venido dando por otros investigadores, muy importantes, muy valiosos y que merecen todo respeto, quedaron superados o complementados por estas investigaciones. Efectivamente no fue en las bananeras, sino en los barrios del Sur de San José, donde se originó el swing, siguiendo la música de las rockolas, en pequeños bailongos retratados en los testimonios. El gran aporte de Pelusa y sus compañeros de generación, dice Madrigal, fue haber mezclado pasos de rock and roll con el baile de la cumbia “tropicalizada”, esto es, ejecutada por orquestas, especialmente mexicanas. A partir de allí los procesos de adaptación al ritmo y sentido del baile, empiezan a gestarse de manera colectiva. Esta travesura de bailar cumbia con pasos de rock and roll, fue la chispa que provocó el incendio dancístico y social.

Eric ha seguido profundizando en su indagación. Una de sus investigaciones más interesantes tiene que ver con la represión policiaca, que recibieron aquellos primeros bailarines de swing, que eran discriminados en los salones de baile, por su aspecto, por su atuendo, por su proveniencia social, estilo de vida marginal, por el consumo de drogas, pero también por su forma rupturista de bailar: ¡por bailar Swing!. Esto da como resultado un artículo que publica Eric y que se llama “Resistencias Populares a leyes injustas: la comunidad del swing y la ley de la vagancia”, publicado en la página de la Biblioteca Virtual del Consejo Latinoamericano de Educación Popular (2018).

Nunca sabés con qué va a salir Erick y su grupo ASWINGBOL. Han mantenido programas radiales en radio Universidad de Costa Rica, han colaborado de manera integrada en el TCU (Trabajo Comunal Universitario) Memorias in (materiales) de la Escuela de Historia de la UCR, hombro a hombro con la profesora Sofía Vindas y el profesor Alejandro Bonilla. Eric es promotor de “Swing en la Plaza”, programa que lleva el Swing a las calles. Eric es fiel creyente que el Swing debe manifestarse en las calles y que es ahí, con los bailarines callejeros, portadores de la cultura viva del Swing, donde hay que poner el énfasis de su trabajo.

Madrigal hizo estudios y se graduó como Gestor Cultural Comunitario. Posteriormente siendo ingeniero, decidió estudiar además educación popular y matriculó en la universidad de Costa Rica la carrera de Administración de la Educación No Formal, donde se egresó con honores, siendo el mejor promedio universitario en el año 2022 y solo le falta la tesis. Ha hecho estudios de posgrado en Políticas Culturales de Base Comunitaria, Gestión del Patrimonio Cultural Inmaterial y Sistematización de Experiencias.

La pandemia lo animó a contactar varias universidades extranjeras por vía virtual, donde siguió capacitándose. Estas experiencias lo llevaron a contactarse con la Universidad Nacional de La Plata, (Argentina), donde participó en los Encuentros Virtuales en la Cátedra Libre de Patrimonio Cultural Inmaterial. Con el tiempo su trabajo fue reconocido, hizo amistades y propuso la creación de la Red Americana de Pensamiento Crítico sobre los Patrimonios Culturales. Esta red, adscrita a la Cátedra libre de Patrimonio, funciona, ni más ni menos que bajo la coordinación de Eric Madrigal, el tico. Varios antropólogos costarricenses hemos pasado por ahí gracias a la invitación de Eric. Y hemos expuesto y dado charlas.

De tal manera que no estamos hablando de un improvisado, ni de una persona que de pronto hace afirmaciones sin fundamentación, ni con información recogida de oídas a la vera del camino. Los aportes de Eric Madrigal a la historia del swing son serios y debe prestársele atención a su trabajo. Pueden ser sometidos a crítica y discusión, porque esto es lo normal en la ciencia.

Ahora bien. Me ha llamado la atención haber visto alguna vez en internet, bromas y algún tipo de sorna pachotera para referirse a su trabajo. Es una lástima, pero así somos los ticos. Lastimosamente pareciera como que eso es parte del “criollismo”. Ni modo.

Personalmente me inclino por pensar que los bailarines de swing y los indagadores sobre estos temas, deberían integrarse más y trabajar con un criterio más constructivo, donde lo que unos aportan, se sume a lo que otros están haciendo, porque todos están produciendo cosas valiosas, sumamente necesarias, especialmente en un medio tan hostil hacia la cultura, como es el nuestro.

El swing necesita más compás, más ritmo, más trabajo de equipo. Los invito a todos a no salirse de la pista. Mientras estén vivos estos pioneros del swing como Pelusa, y sus camaradas, abracémoslos y démosles el reconocimiento que merecen. A los investigadores y a los promotores, a todos. Cada uno con su énfasis y con su estilo. Cada uno en su época. Cada uno con su aporte. Cada uno en su generación. Cada uno en aquello para lo cual tenga sus dones y sus habilidades.

Un abrazo a todos y sigamos bailando, procurando no pisarnos los talones, unos a otros. Y que haya swing por siempre.

En la imagen: El investigador Eric Madrigal junto con el señor Jorge “Pelusa” Miranda, pionero del swing criollo costarricense.

UCR. El “kryol” sigue vivo en el Caribe costarricense

Cada 30 de agosto se conmemora el Día para la Celebración de la Lengua Criolla Limonense, así establecido por la Ley #9 619, para reconocer el aporte cultural oral de la comunidad afrodescendiente costarricense.

Día de las Culturas

El inglés criollo limonense es una herencia cultural inmaterial que lucha ante su desplazamiento lingüístico

Desde Guanacaste hasta el Sur, y del Pacífico al Caribe, el sistema educativo sigue sin reconocer la diversidad étnica y lingüística, mientras que la niñez y adolescencia siguen recibiendo una educación hispanohablante. El patrimonio lingüístico de Costa Rica se compone de al menos ocho lenguas, siete de ellas con diversos grados de vitalidad entre los pueblos y territorios indígenas, y el inglés criollo limonense.

Pese a que se carece de estadísticas recientes, algunos estudios han calculado que la comunidad hablante del inglés criollo limonense llega a “unas 65 000 personas, aunque la transmisión intergeneracional es cada vez menor debido a la exigencia social por aprender el inglés estándar para fines laborales; pero ese dato no es exacto”, recalcó la magister Kristel García Robinson, coordinadora del proyecto de Acción Social denominado “Kryol Kaana” (EC-618).

El proyecto “Kryol Kaana”, que en español significa la esquina del criollo, es un proyecto de Acción Social de la Sede del Caribe (SC-UCR) que pretende fortalecer el patrimonio cultural entre la población caribeña más joven.

La magister García comentó que se imparten talleres en centros educativos y otras instituciones de la región, y también fuera de la misma, sobre los orígenes del idioma, la historia afrodescendiente, y los usos de la lengua entre la población. “Nos encontramos que siempre en los grupos hay personas que hablan el inglés criollo, pero hemos detectado que existe vergüenza en admitirlo, pero a medida que se desarrollan las actividades se empoderan para hablarlo”.

“Otro de los aspectos que explicamos es que existen investigaciones en las universidades públicas que están trabajando en la traducción de obras literarias, que se están haciendo esfuerzos por rescatar nuestra lengua y aunque no existe aún una gramática ni una escritura estandarizada, estamos avanzando”, agregó García.

Según la Lic. Luisa Francis Scoth, docente de la Escuela Olimpia Trejos López, uno de los centros educativos participantes, “el inglés estándar y el “kryol” van de la mano, en él usamos frases acortadas para hacerlo más rápido y fluido, y la parte gramatical también cambia.  En nuestra comunidad hay niños que lo usan para comunicarse, y los que no saben inglés lo captan rápidamente, yo creo que es muy importante mantenerlo”.

Superando la estigmatización social

“Por su condición de lengua criolla, esta variedad del inglés ha estado fuertemente estigmatizada, lo cual ha propiciado actitudes negativas hacia ella, tanto por parte de la comunidad hispanocostarricense como por sus propios hablantes. Esto mismo ha contribuido a su desplazamiento en su comunidad hablante a expensas tanto del inglés estándar como del español”, aseguró el Dr. Mario Portilla Chávez, ex director del Instituto de Investigaciones Lingüísticas (Inil-UCR) y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua (ACL).

Aunque en el pasado el “kryol” fue la lengua común en el Caribe costarricense, ésta ha sufrido un desplazamiento ante el español y el inglés estándar, porque existen prejuicios al considerarse una forma inadecuada de hablar la lengua inglesa.

Desde la reforma educativa de mediados del siglo XX, la enseñanza del inglés criollo y usos sociales decayeron. En las décadas siguientes se describió como un “flat/broken english”, un “patois” o “mekatelyu”; el primero se refiere a un mal inglés, el segundo es erróneo ya que refiere a una variedad del inglés con influencia francesa y el último es un término acuñado a finales de los años setenta por Jack Wilson, investigador de origen estadounidense .  

En la actualidad, existe coincidencia entre la comunidad caribeña y lingüistas que el término correcto para referirse a este idioma es inglés criollo limonense, o como sus propios hablantes le llaman, solamente como “kryol”, y debe considerarse una variante más de la lengua inglesa. Pero Portilla es claro que muchas personas prefieren el uso del inglés estándar porque “nadie quiere que le digan que habla un mal inglés”.  

Al respecto, la investigadora García Robinson acotó que “perder esta herencia sería un daño irreparable a la cultura de la región, por eso es muy importante esta contribución de la Universidad de Costa Rica (UCR), y la Sede del Caribe cuenta con un equipo que puede aportar un impulso no solamente curricular, sino un abordaje profesional para recuperar el valor patrimonial en enfoques lingüísticos y culturales, en un espacio para que los participantes puedan explorar, valorar y conocer el criollo limonense”.

Asimismo, explicó García, debe superarse la creencia que es un idioma solo de afrodescendientes porque en la actualidad lo hablan y entienden personas de todas las etnias que habitan el Caribe costarricense. “Esta es una lengua que además tiene un factor de aglutinador social es una manera de aceptación, para reconocernos entre iguales sin importar la etnia e incluso se usa para excluir a otros hablantes que no la dominan”.

Retornar a lo esencial

El proyecto “Kryol Kaana” aspira a una población trilingüe, es decir, el dominio del español, del “kryol” y el inglés estándar. “Pero se necesita más apoyo porque en las escuelas limonenses solo se enseña español, y los padres ya no transmiten el “kryol” a sus hijos e hijas olvidando que la lengua transmite nuestra cultura”.

Rosibel Reyes Castro, ejecutiva institucional del Colegio Científico del Atlántico, destacó el aporte de la UCR mediante este proyecto, “lo aplaudo porque es evidente que el idioma se está perdiendo, muchos de los ancestros que lo hablaban han fallecido y aunque se conocen algunas palabras ya no es de uso común, y estos talleres son buenísimos porque la gente vuelve a recordarlo”.

“Considero que hacer esto es rescatar el idioma propio de la provincia y es importante que se hable en los cantones de Limón, pero lamentablemente nos está sucediendo lo mismo con las lenguas indígenas”, prosiguó Reyes.

“El rescate del “kryol” es una lucha por nuestros valores, aunque actualmente los padres jóvenes no quieren practicarlo por vergüenza y no lo enseñan a sus hijos. De ahí es que me sumo al aplauso por este proyecto y deseo que sigan viniendo a nuestra institución, porque están haciendo una excelente labor”, concluyó la Lic. Francis Scotch.

 

Eduardo Muñoz-Sequeira
Periodista, Vicerrectoría de Acción Social, UCR

La Universidad de Costa Rica pone su conocimiento al servicio del arte

Para agilizar el proceso de investigación, se elaboró un instrumento que ayuda a que la toma de fotografías sea lo más fiel a la realidad posible, para luego analizar la información que se requiere. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.

La conservación del patrimonio artístico está en buenas manos

Mantener y cuidar el patrimonio cultural y artístico que posee el país es una labor permanente que requiere del trabajo, el esfuerzo y la voluntad de múltiples actores.

Desde hace seis años, el Teatro Nacional, en un convenio con la Universidad de Costa Rica (UCR), examina el estado de varias de las obras que resguarda. Por eso, un grupo multidisciplinario de investigadores de áreas como artes plásticas, química, física, microbiología, geología e ingeniería ha estudiado minuciosamente distintas creaciones pictóricas.

El proyecto “Abordaje multidisciplinario para el establecimiento del estado de conservación de las obras pictóricas de gran formato del Teatro Nacional de Costa Rica”, inscrito en el Instituto de Investigaciones en Arte (IIArte) de la UCR, continúa trabajando con el objetivo de evaluar las condiciones de estas pinturas y los procesos de deterioro en entornos climáticos tropicales. El fin es construir estrategias adaptadas de conservación preventiva y futuras intervenciones sobre el patrimonio cultural.

Luego de haber analizado en profundidad un telón de boca, de Antonio Rovescalli, así como tres pinturas de Vespasiano Bignami —ubicadas en el foyer del edificio— y el díptico de gran formato Musas I y Musas II, del artista italiano Carlo Ferrario, la investigación se centró recientemente en una obra mural en óleo sobre estuco de Paolo Serra, que data de 1897 y se ubica en la pared oeste del aposento que es utilizado como oficina de la Dirección.

Entre los principales aspectos que se estudian en este proyecto destacan los tipos de microorganismos que hay en la obra y el deterioro que pueden causar, las afectaciones causadas por las condiciones ambientales, las intervenciones que haya tenido la pintura, los materiales que se utilizaron y el proceso creativo que se realizó originalmente, entre otros.

Para recabar parte de los datos, elaborar mapas de deterioros y zonas de interés, se emplea la fotografía multiespectral, que consiste en tomar fotos de alta resolución, con distintos filtros que capturan desde el espectro de luz visible hasta el infrarrojo y ultravioleta.

Con esta técnica es posible conocer y determinar qué es parte de la pintura original, los cambios hechos en intervenciones posteriores, los materiales y los pigmentos que se usaron, por ejemplo.

Como parte del trabajo que se ha realizado, se estudió el díptico de gran formato Musas I y Musas II, del artista italiano Carlo Ferrario. Gracias a parte de los datos que se recolectaron, hoy esta obra se encuentra en proceso de restauración. Foto: Anel Kenjekeeva, UCR.

El mural se va fotografiando por segmentos, hasta tener una copia en alta definición, que se ingresa a un software especializado y así se establecen las zonas donde se visualizan daños y se decide dónde se hará el muestreo. Luego, estas muestras se analizan y se caracterizan mediante diversas técnicas modernas, como microscopía óptica de fluorescencia, espectroscopía Raman y rayos X de energía dispersiva, entre otras.

La Dra. Daniela Jaikel Víquez, investigadora principal del proyecto, señaló que, con esta obra de Serra, tuvieron una serie de retos que resolvieron con creatividad.

Al ser un mural y no un lienzo en el techo —como la mayoría de las obras examinadas con anterioridad—, la toma de fotografías se tornó más lenta, pues había que adaptar el equipo a distintas alturas. Esto último provocó que algunas de las imágenes salieran borrosas, a distancias diferentes o con tonalidades de luz variadas.

Fue gracias al ingenio de Álvaro Bermúdez, estudiante de la carrera de Ingeniería Agrícola y de Biosistemas, que se resolvieron esos inconvenientes. Él construyó un aparato para la toma de fotografías, hizo un boceto en el que incluyó todas las necesidades y con la ayuda de su papá logró armar un dispositivo que contiene un soporte para la cámara, el celular o la tableta, así como para las luces. Como debe ser de fácil movilidad, tiene rodines y un riel para moverlo hacia abajo o hacia arriba.

Muchas disciplinas, un objetivo en común

Desde el área de la ingeniería mecánica, se está analizando el flujo de aire y de calor en la dirección donde se encuentra el mural de Paolo Serra.

La investigadora Dra. Leonora de Lemos Medina, explicó que se estudia si existe correlación entre la cantidad de materia y microorganismos que se encuentran en la obra y los flujos de aire y calor que presenta el recinto, para determinar la mejor manera de tener un ambiente que resguarde la integridad del mural.

La obra de Paolo Serra

Según detalló Yojina Mora Quirós, artista plástica e investigadora del proyecto, la pintura en estudio se inspiró en Francia e Italia y fue concebida a finales del siglo XIX, en el marco de la construcción del Teatro Nacional.

El italiano Paolo Serra fue contratado para realizar varias de las obras que decoran el Teatro, entre ellas la pared oeste de la antigua Administración, que ahora es la actual Dirección. Esta consta de un panel central con una figura femenina basada en los murales pompeyanos, así como de decoraciones laterales que están acompañadas por dos columnas cuidadosamente ornamentadas. El panel central está dividido de las columnas laterales por medio de ventanas. 

Por su parte, el microbiólogo Dr. Mauricio Redondo Solano señaló que su labor en el proyecto consiste en examinar el papel que juega la microbiología en la conservación de la pintura.

En su caso específico, su estudio se centra en realizar muestreos en la obra para aislar las bacterias, identificarlas y determinar las cantidades, con el fin de descubrir la relación entre la presencia de microorganismos y el deterioro del mural.

Además, con las bacterias que se encontraron, se analizó su sobrevivencia en la pintura, cuánto tiempo pueden durar ahí, si tienen algún efecto negativo o positivo sobre la obra y si hay algún tipo de vínculo entre las bacterias y los hongos hallados.

De esta manera, es posible probar algunas eventuales estrategias de intervención para conservar, desde el punto de vista microbiológico, este tipo de productos culturales.

El quehacer de la artista plástica Lic. Yojina Mora Quirós ha sido determinar los daños a simple vista. Además, realizó muestras de la pintura, utilizando réplicas de los pigmentos y los materiales del mural, y es allí donde se realizan experimentos con bacterias y hongos. Este proceso lo desarrolló igual o lo más cercano posible a como se creó la obra.  

Ella explicó que su labor se centra en entender cómo se ejecutó el trabajo y detectar daños, colores desaparecidos, craquelados, descamaciones y manchas que están presentes y afectan la lectura original del mural.

Gracias a la gran e importante tarea que ejecuta este proyecto, la investigación se ha ampliado a obras que se encuentran en otras instituciones, como los Museos del Banco Central y el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, entre otros.

Andrea Marín Castro
Periodista Oficina de Comunicación Institucional, UCR

Museo de Cultura Popular: primer inmueble universitario en recibir Escudo Azul de Unesco

  • Rector de la UNA destacó que desde la creación de esta Universidad se le encomendó la gestión de la cultura, lo cual se reafirma con este estandarte

UNA Comunica. 21 de junio de 2024. Quienes visiten la casona del Museo de Cultura Popular de la Universidad Nacional (UNA), en Barva de Heredia, podrán encontrar una placa sobre una base de madera, que contiene un estandarte reconocido por el derecho internacional humanitario y que se conoce como Escudo Azul.

Significa que, desde ese momento, el Museo estará protegido ante las amenazas suscitadas por conflictos bélicos o desastres naturales. El escudo lo entregó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

La necesidad de ofrecer una protección especial sobre bienes materiales e inmateriales tuvo su antecedente en 1954, cuando, en la Convención de la Haya, se aprobó un tratado relativo a la protección del patrimonio cultural. Costa Rica, ratificó en 1988, dicho tratado internacional.

De esta manera, la casona del Museo se convierte en la vigésimo primera institución en el país que cuenta con este estandarte. Para el rector de la UNA, Francisco González, desde la promulgación de la ley 5.182, que dio vida a esta universidad, la voluntad del legislador fue encomendar la gestión de la cultura a esta casa de enseñanza, precepto que se convierte en realidad por medio de la labor del museo.

“El Museo de Cultura Popular surgió como resultado de proyectos de investigación y extensión que desarrollamos en la Universidad a inicio de la década de los noventa. Aquí fue fundamental el aporte de valiosos académicos como Georgina DiCarli, Mayela Solano, Carlos Naranjo, Antonio Castillo, Margarita Silva y muchas otras personas que forjaron la idea de crear un vínculo entre la universidad y la comunidad, por medio de este museo”, detalló González.

Desde entonces, manifestó el rector, el Museo ha sido hábitat de un diálogo continuo, un punto de encuentro y de manifestaciones culturales donde se da cabida a la historia y a la idiosincrasia del campesino costarricense. Aludió, incluso, a la inserción de un concepto llamado “nueva museología”, que refiere a esa conexión directa con la vida cotidiana.

Fue por medio de las gestiones que se llevaron a cabo desde la dirección del Museo y de la Escuela de Historia de la UNA, ante la dirección de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultural, que se recibió la noticia, el pasado 8 de mayo, de que la casona recibiría el Escudo Azul.

De acuerdo con Luis Pablo Orozco, director del Museo, se trata de la primera universidad en Costa Rica que recibe esta placa en una de sus instalaciones y el primero en el cantón de Barva. “Estamos convencidos del aporte y la responsabilidad social a partir de la labor de este museo, a sabiendas de que la reactivación del patrimonio cultural es un deber de prospectiva con las actuales y futuras generaciones para contribuir al fortalecimiento del tejido social”, resaltó Orozco, durante el acto de develación de la placa.

La viceministra de Cultura, Vera Beatriz Vargas, manifestó que “la historia ha dado un veredicto. Por todo lo que representa este museo, es un espacio significativo en donde se puede proteger el legado patrimonial del país. Desde el Ministerio de Cultura hacemos un recorrido por toda Costa Rica para determinar estos sitios que tienen este valor simbólico”, manifestó la jerarca.

El museo es universidad

Para la decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Marta Sánchez, el acto de develación del Escudo Azul revalida la sensibilidad hacia las problemáticas rurales que han guiado la labor de la UNA desde su fundación, hace 51 años.

Detalló que los primeros proyectos de investigación se enfocaron en el análisis de las problemáticas relacionadas con los conflictos agrarios, la distribución equitativa de la tierra y el desarrollo agropecuario. Luego, el enfoque de estudio se amplió hacia el abordaje de la cultura popular y el rescate de la memoria y fue allí donde surgió el proyecto que en principio se denominó Museo UNA, pero luego cambió a Museo de Cultura Popular. La casona abrió sus puertas al público en 1994.

La relevancia del tema generó que incluso en el Plan de Mediano Plazo Institucional de la UNA se incluyera un área estratégica relacionada con la cultura y el patrimonio, que integra a las escuelas de Sociología e Historia dentro de esa labor. “Sin duda alguna, el Museo es Universidad y nosotros somos garantes de ello”, amplió Sánchez.

Uno de los actores relevantes del proceso que concluyó con el otorgamiento del Escudo Azul es la Cruz Roja. Su presidenta, Dayanne Marenco, resaltó que esta institución, benemérita de la Patria y cercana a cumplir 140 años, surgió justamente en el contexto del desarrollo de conflictos armados. “Es ahí, en el marco del derecho internacional humanitario, que se enmarca la protección de bienes culturales”.

Durante la actividad estuvieron presentes, además, los alcaldes de los cantones de Barva y Heredia, Jorge Acuña y Ángela Aguilar, respectivamente, además de la embajadora Carmen Claramunt, presidenta honoraria de la Comisión Costarricense de Derecho Humanitario.

En presencia de las autoridades de la UNA, los gobiernos locales, el Gobierno de la República, estudiantes, niños y niñas, se develó la placa justo al pie de las gradas de entrada a la casona, que fuera del expresidente Alfredo González Flores y que hoy es fuente indispensable del conocimiento histórico, arquitectónico y cultural del país. 

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica

Histórico: Museo de Cultura Popular recibirá “Escudo Azul” de la Unesco

  • Estandarte representa una protección de bienes culturales ante situaciones de conflicto bélico o ante la amenaza de desastres naturales.

  • La casona fue construida entre 1885 y 1887. Allí residió el presidente de la República (1914-1917) Alfredo González Flores.

UNA Comunica. 10 de mayo 2024. Por primera vez, un bien patrimonial de una universidad costarricense será galardonado con el Escudo Azul que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). En este caso, el estandarte será entregado a la casona del Museo de Cultura Popular de la Universidad Nacional (UNA), que se ubica en Barva de Heredia.

El anunció se oficializó la mañana de este 8 de mayo, en las oficinas del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. En representación de la UNA acudieron el director del Museo, Pablo Orozco y el director de la Escuela de Historia, Rafael Ledezma.

“Para la Universidad significa una gran noticia y un enorme prestigio con el respaldo de una instancia mundial como la Unesco, que refuerza la importancia de la preservación de nuestro patrimonio”, manifestó Orozco.

El Escudo Azul de la Unesco es un símbolo que se utiliza para la protección de los bienes culturales de una nación. Se concibió como un mecanismo de resguardo ante conflictos armados, luego de las pérdidas que se registraron tras la I y II guerras mundiales, del siglo anterior.

En 1954 la Unesco organizó la Convención de la Haya aprobó un tratado relativo a la protección del patrimonio cultural en caso de conflicto armado y desastres naturales, proveyendo apoyo ante situaciones de crisis.

Luego, en 1998, Costa Rica ratificó un tratado internacional para la protección de bienes culturales. Es así como, desde entonces, existen 20 instituciones que cuentan con bienes materiales protegidos por el Escudo Azul. Entre ellos se encuentran, el Teatro Nacional, el edificio de Correos de Costa Rica, la Casa Amarilla que es sede de la Cancillería, el Archivo Nacional, el Fortín de Heredia y las instalaciones del Liceo de Heredia, entre otras.

Alrededor de todo el mundo, se han llevado a cabo gestiones para proteger diversos bienes materiales e inmateriales que son patrimonio cultural de la humanidad, entre los que se cuentan museos, bibliotecas, sitios arqueológicos, archivos y áreas naturales.

Recientemente, y a raíz del conflicto bélico a causa de la invasión de Rusia en Ucrania, la Unesco ha hecho un llamado para la colocación de escudos azules en al menos 28 lugares considerados Patrimonio de la Humanidad y que están en riesgo de dañarse o perderse a raíz de la guerra.

“Con este estandarte nos garantizamos la protección de nuestra casona, como patrimonio cultural. Aunque, dichosamente, no somos un país que esté en medio de un conflicto bélico, esta cobertura alcanza a la ocurrencia de algún evento natural, climático, sísmico o de otra índole, que pueda afectar la infraestructura”, explicó Orozco.

La casona, ubicada dentro de las instalaciones del Museo, fue construida entre 1885 y 1887 y es representativa de la arquitectura tradicional del Valle Central. En sus paredes de bahareque residió el presidente de Costa Rica entre 1914 y 1917, Alfredo González Flores.

En 1990 se creó el proyecto Museo-UNA, de la Dirección de Extensión del Decanato de Ciencias Sociales y para junio de ese mismo año, y por decreto ejecutivo número 119794-C, se declaró la casona como patrimonio arquitectónico e histórico.

La noticia surge, además, en el contexto de la celebración, en este 2024, de los 30 años de la fundación del Museo de Cultural Popular, el pasado 11 de febrero, concebido como un espacio para la preservación y difusión de la cultura costarricense.

Gestión exitosa

Ante la necesidad de ofrecer un grado de protección mayor al inmueble, desde la dirección del Museo se iniciaron las gestiones ante el Ministerio de Cultura para la obtención del galardón.

“Lo conversé junto con don Rafael, director de la Escuela, y no acercamos al Centro de Patrimonio para barajar la posibilidad de que la casona fuera incluida en la lista para el otorgamiento del Escudo Azul. Ellos recibieron el caso, lo analizaron y concluyeron que cumplía con todas las prerrogativas, considerando que el bien merece ser protegido”, indicó Luis Pablo Orozco.

El Escudo Azul combina los colores azul y blanco sobre un pentágono rectangular. Junto con él se incluye una placa de la Cruz Roja Costarricense, institución benemérita que se encarga de la donación.

El paso siguiente será la entrega del escudo y la placa al museo y la determinación, por parte de la UNA, de la colocación del estandarte sobre una pared o en un pedestal.

“La develación de la placa es un acto que a nivel interno debemos gestionar en la Universidad, de manera que pueda ser una actividad oficial, estén presentar las autoridades universitarias, en virtud de la importancia que representa haber obtenido el Escudo Azul”, detalló el director del Museo de Cultura Popular.

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica

La venta del Castella

Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli

Todos los integrantes del mundo de la Cultura estamos indignados, bravos, furiosos o desconsolados por la extraña venta del Teatro Castella.

Dice el presidente de la Fundación responsable de esa venta, que de por sí, las instalaciones son un cucarachero, viejo e inservible. Tal vez esa definición sea más apropiada para el cerebro de sus vendedores.

Solo una atrofiada mentalidad, no puede entender el concepto de Patrimonio Cultural que significa ese teatro, esas viejas paredes y el hermoso mural construido por dos Premios Magón nada menos. Lo que significa el esfuerzo hecho por el gigante de nuestra cultura como fue Arnoldo Herrera, que se dilapida por un puñado de dólares, un tanto grande, sí, pero que jamás será suficiente para pagar tanto esfuerzo, sudor y lágrimas que quedaron en sus viejas bases y luego los de cientos de estudiantes, profesores, actores y actrices e intérpretes de orquestada y grupos musicales, que han desfilado por sus escenarios, vestidores y pasillos.

En un país que verdaderamente respeta la inteligencia y su patrimonio, obras como el Castella o el Variedades, se recuperan y reconstruyen para mil usos, ¡pero jamás se destruyen! Y no venga el presidente Gustavo Rojas con que lo sustituirán por otro moderno y sin cucarachas, porque eso no sustituye precisamente, el valor intrínseco que tiene el viejo teatro y su historia.

Lamentablemente vivimos el mundo materialista que lo corrompe todo, y así poco a poco vamos cayendo en manos de los “mercaderes del Templo y los Judas” para los que todo tiene un precio en metálico, hasta su conciencia.

Horroriza el silencio del Ministerio de Cultura y Juventud en el que, aunque haya sido invadido por la mediocracia de este gobierno, no debe quedarse callado, en silencio, viendo pasar el cortejo sin siquiera ruborizarse. Pobre cultura costarricense, ¡a qué oscuras cavernas te han llevado!

Uno mi voz a la protesta y al esfuerzo que se haga para salvar al Castella, antes que una mañana nos topemos con la sorpresa que un tractor acabó con su historia y hasta con el mural de los magones.

UCR, Museos comunitarios: un semillero de espacios para el desarrollo social

Boyero

El proyecto TC-736 «Remembranza: Museos comunitarios en el proceso de formación de una ciudadanía inclusiva» busca promover una conexión entre la cultura local, su identidad, aspiraciones

Esteban Umaña Picado (Periodista Unidad de Comunicación Vicerrectoria de Acción Social)

Usualmente, un museo se comprende como un espacio en donde hay objetos antiguos ordenados en vitrinas. Sin embargo, el proyecto TC-736 «Remembranza: Museos comunitarios en el proceso de formación de una ciudadanía inclusiva» nace con el objetivo de desarrollar espacios museísticos en los cuales haya una conexión fuerte con la cultura local, su identidad, aspiraciones, características y conocimientos ancestrales, proyectando esta identidad hacia el futuro.

Su principal objetivo es acompañar el proceso de salvaguarda del patrimonio de las comunidades organizadas, destacando su papel como elementos articuladores de la memoria local y regional, en el marco de una discusión sobre la definición de una ciudadanía inclusiva que valore la diversidad cultural de la sociedad costarricense.

Pablo Rodríguez Solano, coordinador del proyecto, define un espacio museístico como aquel que se diseña para resguardar elementos significativos de la cultura, contribuir al fortalecimiento de los lazos comunitarios, tener una estrecha relación con el espacio en el que se desarrolla y una alta contribución a la reactivación económica. «Se pueden manifestar en lugares como centros culturales, mariposarios, parques naturales, bibliotecas bajo ciertas características y centros de interpretación», declaró Rodríguez.

En el proyecto han participado 86 estudiantes de 22 carreras diferentes como parte de su Trabajo Comunal Universitario (TCU) y está organizado en cuatro ejes de acción fundamentales: gestión administrativa en donde se planifica en el funcionamiento del museo a largo plazo, gestión patrimonial en el que se desarrollan las exposiciones, planificación estratégica en el que se establecen vínculos con la comunidad y otras instituciones como el INA, INDER y la UCR, y finalmente el financiamiento de aspectos específicos por diferentes medios como concursos y donaciones; por ejemplo «Casa de Boyero» recibió el premio nacional Emilia Prieto Tugores en 2020, y con él, la suma de 8 millones de colones. En 2022, el proyecto también fue galardonado con los Premios SOS Cultural.

Actualmente, el proyecto ha concentrado sus esfuerzos en el desarrollo de dos museos comunitarios: Museo de la Casa del Boyero en la Zona Norte y Museo de la comunidad indígena de Yimba Cájc en la Zona Sur.

En el museo del boyero se recopila la historia, materiales, herramientas e implementos sobre la actividad de transporte con bueyes, el cual tiene características determinadas y ofrece algunas ventajas sobre el transporte con maquinaria moderna, como la accesibilidad, a terrenos difíciles y que las bestias no maltratan el suelo. Foto cortesía de Pablo Rodríguez Solano.

Museo de la Casa del Boyero

Ubicado en Venecia de San Carlos, en la provincia de Alajuela, se enfoca en valorar y resguardar el legado de los boyeros. Brian González Mena, miembro del Comité de apoyo del Museo, destacó la importancia del proyecto. «Es fundamental mantener viva nuestra identidad cultural, recordar de dónde venimos, nuestras tradiciones y las labores a las que nos dedicamos». También resaltó el acompañamiento recibido por parte de la Universidad de Costa Rica (UCR) por medio de las capacitaciones, talleres y asesorías de los estudiantes participantes del TCU.

Pie de foto: En el Museo del Boyero, se presentan herramientas y tipos de carretas, ruedas y actividades relacionadas con los boyeros a nivel nacional. Entre las actividades destacadas se encuentra el desfile de boyeros, un evento que resalta la importancia de esta tradición en la cultura costarricense. Foto por:

Ser Boyero es…

El trabajo de los boyeros fue fundamental para la sociedad costarricense en la elaboración de caminos y transporte de un sin número de materiales y mercancías. Algunas de esas actividades se mantienen en la actualidad, como por ejemplo: transportar café, arar la tierra, sacar madera, extraer arena de los ríos y recolectar palma. Por la ventaja que tiene el buey, con su capacidad de entrar y salir de terrenos difíciles sin destruirlos ni maltratar los pastos, se convierte en un aliado invaluable en estas labores.

González definió el ser boyero como ser amante del transporte de bueyes y tener un conocimiento profundo sobre su capacidad de arrastre, el peso que pueden aguantar y cómo maniobrar en terrenos complicados.

Yim es un tipo de mariposa Cajc. Lugar de: es decir, lugar de las mariposas Yim. Con el proceso de reinvindicación territorial y lingüística, han comenzado a recuperar nombres importantes, como Yimba Cajc. Foto cortesía de Pablo Rodríguez Solano.

Hacia el sur

Museo de la comunidad indígena de Yimba Cájc conocida también como Rey Curré, se ubica en el cantón de Buenos Aires en Puntarenas y es una población de la etnia Boruca. Gracias a la asesoría del TCU, se definió como idea crear un «Ú Shän», que significa «Santuario de Historias», como un espacio sagrado donde se preservan y comparten las historias, tradiciones y patrimonio cultural.

Para Mario Leiva Rojas, del grupo de apoyo del Museo de la comunidad indígena de Yimba Cájc, este espacio cultural “es un lugar donde muchos nos sentimos identificados, ya que guarda la historia de nuestros antepasados, de nuestros abuelos y abuelas». Destacó cómo la comunidad ha establecido objetivos claros y una imagen que refleja el valor de su patrimonio cultural.

Dentro de los atractivos del lugar destacan sitios arqueológicos importantes, así como personas sabias con conocimientos ancestrales.

Leiva señala que el museo no es solo un sitio físico, sino que abarca toda la comunidad, una extensión de la identidad y el patrimonio colectivo de los Yimbas.

El acompañamiento, talleres, capacitaciones son parte fundamental del trabajo con las comunidades en la que se orienta a las diferentes poblaciones sobre la ruta a seguir para cumplir con los objetivos que desean alcanzar con la implementación de estos espacios museísticos. Foto cortesía de Pablo Rodríguez Solano.

Los estudiantes

Francisco Hernández Sibaja, estudiante de Administración de Empresas y participante del TCU, ha visto cambiadas sus percepciones y objetivos profesionales luego de participar en el proyecto. «Cuando uno piensa en un museo, piensa en lugares como el Museo de Oro y de Jade, pero jamás piensa que en las comunidades también se desarrolla el museo como un espacio para la cultura, el compartir y el diálogo», expresó Hernández.

Gracias a su experiencia en el proyecto TCU, piensa desarrollar su proyecto final de graduación en el Museo del Boyero. «No solo se trata de cumplir con las 300 horas requeridas por el TCU, sino de conectarse genuinamente con una comunidad», finalizó.

Jessica Espinoza Mora, asistente del TCU y filóloga, destacó como aprendió sobre la cultura intangible ya que «son las personas los verdaderos entes que forman los museos porque son ellas las que llevan la historia a lo largo de los tiempos».

En el proyecto se ha dedicado a hacer labores de coordinación con los estudiantes en Yimba Cájc y Venecia, por otro lado como filologa desea continuar y culminar la investigación lingüística iniciada por los estudiantes relacionada con un diccionario de boyeros en su tesis de posgrado.

Espinoza resalta como uno de los aspectos más significativos del trabajo en el museo comunitario el empoderamiento sobre sus derechos y lo que deben proteger y resguardar, promoviendo así la valoración de sus tradiciones y patrimonio cultural. En “Yimba Caj (Rey Curré), había otras personas no indígenas que se dedicaban a hacer las máscaras, lo que resalta la importancia de empoderar a la comunidad para preservar sus tradiciones y expresiones culturales propias”, declaró.

Por otro lado, el Museo del Boyero es un ejemplo claro de cómo se valora el esfuerzo de los antepasados, como el trabajo arduo de hacer caminos y sacar troncos de madera sin el uso de maquinaria moderna. Para Espinoza la presencia de diferentes instituciones, como hospitales, iglesias y museos, refuerzan entre sí y se unen en una comunidad, generando un sentido de identidad colectiva y colaboración.

La conexión con la comunidad es uno de los factores má preciados por estudiantes que matriculan este Trabajo Comunal Universitario (TCU). Foto de Pablo Rodríguez Solano.

Dos museos, dos poblaciones, la misma necesidad

El coordinador de este proyecto señaló que aunque ambos museos son de temas y poblaciones muy distintas entre sí, los museos comunitarios responden a unas necesidades y características que tienen en común.

Se presentan como una herramienta para la defensa de los derechos culturales de las comunidades, donde se busca la salvaguarda de la identidad y el patrimonio cultural. También son vistos como una oportunidad de reactivación económica de las comunidades.

Según Rodríguez, ambas poblaciones se sienten invadidas por una modernidad que desplaza su identidad y experimentan una sensación de abandono por parte del Estado. Sus formas de ser y tradiciones ancestrales son atacadas, considerándolas antiguas, folklóricas, exóticas o pertenecientes únicamente al pasado.

Sin embargo, a través de los museos comunitarios, mantienen la esperanza de revitalizar su cultura, rescatar y proyectar sus tradiciones para que los jóvenes se sientan seguros en un legado que les pertenece. Así, se enfrentan al futuro con una firme conexión con sus raíces culturales, preservando su identidad y contribuyendo al enriquecimiento de la diversidad cultural de Costa Rica.

Día Internacional de la Lengua Materna

José Luis Pacheco Murillo

El 21 de febrero se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna con el objetivo de preservar y proteger todos los idiomas y dialectos que se hablan en todo el mundo.

Se entiende como lengua materna, el primer idioma que adquiere una persona cuando nace y que después forma parte de su vida como un instrumento de comunicación. También se conoce con el nombre de lengua nativa. Posteriormente, si aprende otra lengua en el transcurso de la vida, entones está será considerada como una segunda lengua.

Es lamentable cómo se han perdido muchas lenguas. Vemos con preocupación, que a nivel mundial desaparecen muchas lenguas y dialectos de forma estrepitosa. De acuerdo con los últimos estudios, se calcula que cada dos semanas muere una lengua, lo que trae como consecuencia la extinción de todo un patrimonio cultural.

Hay muchas formas hoy con las que se van destruyendo lenguas maternas. Una de esas formas es la misma tecnología que va introduciendo términos que difieren con lo que aprendimos en nuestra infancia como lengua materna.

Hoy se realizan ingentes esfuerzos para proteger y mantener el patrimonio cultural de muchos pueblos y lo primero que se pretende proteger es su idioma.

Hay muchos pueblos aborígenes que aún mantienen su lengua materna y es importante que los gobiernos apoyen esa protección.

El señor Esteban Naranjo Navarro, funcionario del Ministerio de Educación Pública realizó un trabajo especial para este día que me parece oportuno compartir y se relaciona con las lenguas maternas de nuestro país. Indica: “La cultura costarricense se privilegia de ser una nación con gran diversidad cultural, por eso extendemos un mensaje con motivo de esta celebración que es, «Nuestra lengua materna: nuestro orgullo, nuestra identidad». También, se tradujo en las lenguas que nos identifican como una cultura diversa.

– En Boruca: Div tégat: div shúguev, div sót.

– En Ngäbere: Ni blite kugwe nigwe biti: utuäte krubate, ni ngäbere bä erere.

– En Cabécar: Sá ditsö ktö: sigëi tai, sá kawák ser dël

– En Bribri: Se’ ujtö we tsikine se’ ta: dör se’ iyí se’ wakdë

– En Malecu: Ma jaíca suírra: ma lhútu putúconh, tiá ma pucá suí.”

Mantener nuestra lengua materna es precisamente mantener nuestra cultura e identidad. Debemos conservarla y defenderla.

Dios quiera que a través de celebraciones como ésta más bien la fortalezcamos y podamos transmitirla a las nuevas generaciones.

Ética y estética de una sociedad decadente

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

La decadencia cultural de una nación, o incluso de un área continental entera, dentro de determinado período histórico, es un evento paulatino que se expresa en muchas dimensiones hasta alcanzar la totalidad de la vida social. A la decadencia ética, en la que el cinismo tanto como la mentira y la hipocresía no conocen límites, se une la que se pone de manifiesto en el plano estético que impide a la gran mayoría de la población apreciar, y valorar en su justa medida la belleza o singularidad del patrimonio cultural de una ciudad, por no decir de una nación entera.

La ciudad de San José, capital de la centroamericana (a pesar suyo) Costa Rica, una ciudad que en los años cincuenta del siglo pasado, apenas había superado los cien mil habitantes, fue perdiendo su patrimonio histórico cultural y la estética arquitectónica que la habían venido caracterizando, a partir de la segunda mitad del siglo XIX y durante la primera del siglo XX, un período de casi un siglo durante el que alcanzó su mayor esplendor, convirtiéndose después de manera gradual en una aglomeración urbana, cada vez más horrible, e incluso disfuncional para sus moradores originarios, que perdió esas cualidades que la hicieron destacable en estas latitudes, además de perder eso que alguna gente llama el “rostro humano” de la ciudad.

Con el derribo del Palacio Nacional, diseñado  por arquitectos y empresarios alemanes, entre 1855 y 1857, durante la gestión del presidente Juan Rafael Mora Porras, a mediados de los 1950 dio inicio esta involución que nos lleva dejar de ser el París en miniatura( María del Carmen Araya Jiménez SAN JOSÉ De “París en miniatura” al malestar en la ciudad EUNED  Costa Rica 2010) para convertirnos en un espacio urbano hostil al ser humano de carne y hueso, además de destructor del tejido social, y jamás un espacio para el “ocio creador” de otros tiempos. (Don´t forget the meaning of this ancient sentence: wasting time, wasting money).

Unido a todo este proceso de decadencia estética, encontramos que de manera paralela, y a escala planetaria existe un culto a la degradación ética que encuentra su correlato en una refinada estética. Puedo dar fe de ello, a lo largo del medio siglo transcurrido desde el golpe militar al presidente chileno Salvador Allende, ocurrido en el mes de septiembre de 1973, que me llevó a conocer la prisión e incluso la tortura en el Estado Nacional de Santiago, poco tiempo después, sin pretender por ello la condición de mártir, ni mucho menos la de héroe ni cosa que se le parezca, en cambio esa circunstancia adversa de entonces me permite ahora, hurgando en mis recuerdos, traer a cuento el inesperado y feliz encuentro que tuve con la impecable obra literaria del escritor neoyorkino, de origen italiano, Mario Puzzo, titulada EL PADRINO (GOODFATHER), una vez que me permitieron abandonar aquellas instalaciones deportivas convertidas en campo de concentración para miles de presos políticos, por parte de los militares chilenos, principales protagonistas de aquella dictadura que recién empezaba.

Estando en la Embajada de Costa Rica, en Santiago de Chile, me encontré con un ejemplar de mencionada novela de Mario Puzzo, de cuya lectura disfruté página a página, unos años antes de que Francis Coppola, el gran director cinematográfico estadounidense, lanzara al público la gran saga fílmica de Don Coleone, como una especie de gran fresco acerca de la conformación y hasta si se quiere fenomenología de esa particular institucionalidad de la dinástica familia de la maffia siciliana, a lo largo del siglo XX. Con actores como Marlon Brando y Al Pacino esa obra, llevada al cine durante los años setenta, se transformó en un clásico y en la expresión de una elaborada, además de refinada estética, vinculada a un particular universo y a unos personajes de muy dudoso comportamiento o filiación ética.

En la segunda película de la saga de Don Coleone, cuyo inicio se ubica alrededor de 1945, nos encontramos con un fascinante contraste entre las distintas formas que puede asumir la violencia organizada en las sociedades contemporáneas. El hijo del huérfano siciliano, que creó la dinastía en la ciudad de Nueva York, regresa de la recién concluida Segunda Guerra Mundial convertido en un héroe a los ojos de los suyos, e incluso de los allegados más cercanos que acuden a una fiesta familiar. Pronto el joven oficial estadounidense de apellido Coleone tendrá que dejar el elegante uniforme militar para ponerse al frente del ejercicio de la violencia, de una manera radicalmente distinta, a raíz de un atentado contra su padre proveniente de otras familias de la maffia interesadas en incursionar en el negocio de las drogas, el que el primer Don Coleone rechaza. Después de estar al frente de numerosos soldados en el campo de batalla, en el transcurso de una guerra regular, se ve sometido a la presión del clan, debiendo acatar instrucciones de gentes al parecer no tan calificadas como él, incluso acerca de qué tipo de armas emplear como ejecutor de un crimen o venganza, después del que deberá huir y refugiarse en su Sicilia natal.

Con el tiempo, más de un cuarto de siglo después, el segundo Don Coleone se verá enfrentado a la gran tragedia de su larga vida, cuando se ve obligado –una vez más- a volver a Sicilia, por razones que oscilan entre lo estético y lo familiar, un medio en que las diferencias y las venganzas o vendettas continúan, aún dentro de su propia familia. Es ya en la tercera película de Francis Coppola, cuando irrumpen en escena los compases musicales, las voces y la extraordinaria coreografía de la gran ópera de Pietro Mascagni (1863-1945) “Cavaleria Rusticana”, una tragedia típicamente siciliana expresada en una obra del género dramático que conoció el éxito, desde de su primera representación en 1890 y que ha continuado in crescendo, dándole una tonalidad estética impresionante, paradojal y conmovedora a la vez, a uno de los momentos más dramáticos de la saga familiar de los Coleone. Presente en Sicilia, para la representación de la ópera de Mascagni, donde su hijo actuará como una voz destacada, por presión de su segunda esposa estadounidense, y madre de sus dos hijos, será testigo de la violencia entre los distintos clanes en el propio Teatro (convertido en teatro de operaciones, por decirlo en la jerga militar), mientras de fondo aparecen las escenas más violentas de la propia opera y con el fondo de la música del increíble, además de lírico e incluso lánguido INTERMEZZO de la Cavaleria Rusticana. Al salir del Teatro, una bala dirigida hacia él alcanza a su hija, la que muere en sus brazos, mientras el eco de la música se va apagando, en tanto que en el epílogo que se muestra en las últimas escenas, al parecer muchos años después, el protagonista aparece en una silla de ruedas no sabemos si evocando un pasado lejano, durante el cual, y a lo largo de varias décadas décadas había procurado adecentar y legitimar el negocio que había heredado de su padre. De manera, simultánea un Papa había sido asesinado (quien poco antes de ser electo le había mostrado al mismo Coleone la imposibilidad de una Europa Cristiana, dada su impermeabilidad o rechazo implícito del mensaje esencial del Jesucristo histórico, a semejanza de lo que para él ocurre con una piedra en el agua) y un escándalo se había desatado en las finanzas del Vaticano, con cuyo banco Coleone habría tratado de hacer negocios. En fin, la estética y la ética aparecen entremezcladas en el estrecho marco de una dialéctica imparable, y reducidas ambas al principio de suma cero, dentro del despliegue de un mundo y una sociedad cada vez más complejos.