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Etiqueta: patrimonio

UCR, Conector biológico y peatonal en la Sede Rodrigo Facio ya es una realidad

En este espacio resaltan dos elementos de gran simbolismo para el país y la comunidad universitaria: una esfera de piedra precolombina, que es un símbolo nacional, y un rótulo gigante “Soy UCR”.

Campus sostenible

La obra recupera 2 000 m² de terreno verde y ofrece 800 m² de superficie peatonal libre de barreras arquitectónicas

La Rectoría inauguró el nuevo conector biológico y peatonal de la Sede Rodrigo Facio, ubicado en el antiguo parqueo de la Facultad de Ingeniería, un espacio icónico diseñado para favorecer el paso de la fauna urbana y fomentar en la comunidad universitaria el esparcimiento y el disfrute de la naturaleza en beneficio de la salud mental.

El proyecto diseñado por la Oficina Ejecutora del Programa de Inversiones (OEPI) materializa el sueño de conectar los ecosistemas del Jardín Botánico José María Orozco y el Bosquecito Leonelo Oviedo para ayudar a la conservación de la vida silvestre. Para ello, se sembraron 27 árboles nativos, que al crecer, permitirán enlazar las áreas protegidas del campus con el resto de la trama verde del cantón de Montes de Oca.

La inauguración se realizó el miércoles 15 de mayo de 2024 con la participación de las autoridades universitarias, estudiantes, personas funcionarias e invitados e invitadas especiales. Entre ellos; el ex-rector Dr. Gabriel Macaya Trejos, directivos de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz y del Museo Nacional.

Un aporte a la salud mental

El rector, Dr. Gustavo Gutiérrez Espeleta resaltó el valor de este proyecto para la conservación de la fauna y en especial para la salud mental de la comunidad universitaria. Por su parte, Valentina Palacio Mora, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica, subrayó la importancia de contar con entornos saludables y sostenibles ante la crisis de salud mental que aqueja al estudiantado después de la pandemia.

“Contar con estos espacios al aire libre es fundamental para todas las personas de nuestra institución, pero sobre todo para nuestra comunidad estudiantil. Sabemos que la carga académica puede afectar la salud física y mental de nuestra comunidad estudiantil y por eso es crucial que se ofrezcan espacios donde se pueda contribuir al bienestar integral de todas las personas estudiantes”, acotó Palacio.

“Con 800 metros de superficie peatonal libre de barreras arquitectónicas, hemos priorizado la movilidad inclusiva y fomentamos el encuentro entre las personas de la comunidad por medio de un espacio para la pausa y la convivencia», explicó el rector Dr. Gustavo Gutiérrez Espeleta.

Diseño sostenible

En este conjunto urbano se recuperaron más de 2 000 m² de superficie natural y se construyeron 850 m² de aceras cubiertas por adoquines permeables que permitirán el paso del agua de la superficie hacia el suelo, así como banquetas equipadas con tomas de electricidad y alumbrado urbano diseñado para minimizar la contaminación lumínica. De esta forma se crea un nuevo espacio de alta conectividad para el paso de la fauna y el disfrute de las personas.

La Oficina Ejecutora del Programa de Inversiones (OEPI) diseñó el proyecto de acuerdo con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que orienta actualmente la gestión de espacios en la UCR. Este plan tiene el propósito de limitar el crecimiento de la huella constructiva y recuperar áreas construidas para convertirlas en espacios naturales.

Este diseño ha sido galardonado con el reconocimiento bandera azul. La Arq. Ana Ulloa Dormond, directora de OEPI señaló que esta obra además enlaza el Pretil, la Plaza frente a la Biblioteca Carlos Monge que alberga la estatua de Rodrigo Facio, la fuente Cupido y el Cisne hasta llegar al edificio de Artes Plásticas.

Simbolismo e identidad

La esfera de piedra que se exhibe en este lugar es la cuarta de mayor tamaño conocida en el país y es considerada uno de los ejemplares más perfectos y de mayor simetría. Esta pieza fue resguardada por más de 50 años en Facultad de Ciencias Agroalimentarias y su traslado a este nuevo espacio se coordinó con el Museo Nacional y la Compañía Nacional de Fuerza y Luz con el compromiso de la institución de velar por su cuidado.

“Para el Museo Nacional es muy importante que los bienes patrimoniales que están en espacios públicos puedan ser apreciados, admirados y utilizados como elementos de referencia para resignificar el pasado y resignificar la propia historia”, expresó Ifigenia Quintanilla, directora del Museo Nacional, durante el acto inaugural.

El otro elemento que resalta en este espacio es el rótulo “Soy UCR”, un símbolo de identidad universitaria, en el cual la comunidad universitaria y las personas visitantes podrán tomar fotografías o simplemente sentarse a conversar.

Conector biológico y peatonal UCR

La arquitecta Ana Ulloa Dormund, el ingeniero forestal Héctor Espinoza Villalobos y el biólogo Bernal Rodríguez Herrera detallan las características de conector biológico y peatonal de la Sede Rodrigo Facio.

Katzy O`neal Coto

Comunicadora, Vicerrectoría de Administración, UCR

UCR: Etnia ngäbe, guardianes de un patrimonio cultural vivo y en transformación

Las mujeres ngäbes han sido clave en la conservación de su patrimonio cultural. Ellas son las que generalmente se encargan de la elaboración de los vestidos tradicionales y de otras artesanías. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.

El resguardo de su patrimonio cultural es uno de los principales valores de la etnia ngäbe, junto con su incidencia política para lograr mejores condiciones de vida.

El pueblo indígena ngäbe destaca por su colorido arte, que incluye objetos como las chaquiras, las chácaras, los mastates (corteza de árbol que se trata hasta hacer una especie de tela sobre la cual se pintan diferentes figuras) y los sombreros. También resaltan los vestidos tradicionales que confeccionan las mujeres para su uso diario, los cuales son conocidos popularmente como naguas.

Estos últimos son una de las expresiones culturales más destacadas de la identidad y del patrimonio ngäbe. Los vestidos tradicionales son elaborados con telas lisas, a las cuales las mujeres les colocan coloridas aplicaciones geométricas triangulares o lineales.

Según expresa la diseñadora ngäbe Raquel Palacios Ruiz, la mayoría de estas figuras geométricas o lineales de los vestidos tradicionales están inspiradas en elementos de la naturaleza y específicamente simulan los colores de las serpientes.

Los diseños varían según el gusto de las mujeres, aunque aún se mantienen aspectos del concepto de vestido tradicional, tales como el tipo de corte amplio y el cuello de las prendas.

Estas prácticas culturales (la elaboración de los vestidos, chácaras, pulseras y collares) se transmiten de una generación a otra, gracias al aporte y el trabajo de las mujeres. Por su parte, los hombres de la etnia se encargan de preservar otras costumbres, como la elaboración de los sombreros, de enseñar la religión y de educar sobre la medicina tradicional.

Actualmente, estas tradiciones no solo les permiten a las personas ngäbe visibilizar y fortalecer su cultura, sino también tener la oportunidad de vender algunos productos artesanales y así aportar con su trabajo a la economía familiar y comunal.

En este último punto, el Dr. Pablo Ortiz Rosés, médico que ha trabajado durante más de 35 años con la comunidad de La Casona, resalta que el concepto que tenemos las personas no indígenas sobre las artesanías ngäbe es equívoco, ya que en realidad se constituyen como objetos de suma importancia para el quehacer y el estilo de vida de esta etnia.

“Estos objetos, por ejemplo, las chácaras, son usadas por los ngäbes para tener a sus bebés, las usan como cunas o para cargar objetos pesados como la leña. Los mastates son una forma de expresión. En fin, para nosotros son una artesanía, pero para ellos son parte de su forma de vida, les son de utilidad para su diario vivir”, afirma Ortiz.

Ahora, los ngäbes “han optado por vender una parte de lo que elaboran, primero porque tienen muchas habilidades para hacerlos y porque alguna gente se los pide, pero sobre todo para poder generar dinero para comer y sobrevivir”, porque este pueblo indígena “no tiene incorporado en su cosmovisión el concepto de comercio, tal y como nosotros los no indígenas lo entendemos”, agrega.

Creatividad y complejidad técnica

Cada uno de los diseños de los vestidos, las chácaras, los sombreros y las chaquiras ngäbes son irrepetibles y únicos, ya que su conceptualización nunca fue plasmada en un molde o en papel.

Cada persona artesana imagina las figuras en su mente y las realiza directo en el material de soporte durante el proceso de elaboración.

Esto hace que el aprendizaje del arte ngäbe sea complejo, ya que se da por medio de los mecanismos de tradición oral y de observación. De esta manera, las personas más jóvenes aprenden a elaborar estos artículos de uso diario, viendo y practicando junto a sus progenitores y familiares más cercanos.

Por esta razón, el valor y riqueza cultural del arte ngäbe es incalculable, ya que se trata de piezas exclusivas y únicas, a las cuales se les suma el hecho de estar inspiradas en una cosmovisión de cuidado, amor y respeto hacia la tierra y la naturaleza.

La M. Sc. Ana Patricia Rojas Hernández, arqueóloga de la Sede del Sur de la UCR y reconocida por su trayectoria en el resguardo del patrimonio cultural de diferentes comunidades indígenas, explicó que la comunidad ngäbe se caracteriza por elaborar artesanías, en las cuales los trazos de las figuras geométricas se realizan con alto grado de pericia y complejidad.

“Tanto los vestidos como los bolsos, los collares y las pulseras ngäbe son siempre de colores muy vistosos y sus combinaciones son muy hermosas. Los motivos geométricos, triangulares y lineales son elementos que también se encuentran en la cerámica precolombina y que precisamente responden a su cosmovisión sobre la naturaleza, en donde la figura de la serpiente tiene un rol fundamental”, explica Rojas.

En cuanto a la forma de conceptualizar y ejecutar la técnica, la arqueóloga comenta que sin duda tiene un alto grado de complejidad, ya que los artesanos piensan el diseño y lo van haciendo sobre la marcha, por lo que la forma de preservar la tradición es precisamente interactuando y viendo cómo se hacen los productos.

Rojas señaló que el rol de la UCR ha sido fundamental para reconocer y contribuir a preservar el legado cultural de la etnia ngäbe, más aún en cuanto a la generación de espacios de intercambio y de aprendizaje, en los cuales se promueve la importancia de la diversidad y el rescate de la riqueza cultural e histórica de las comunidades indígenas.

El arte ngäbe se transmite de una generación a otra, por medio de mecanismos de tradición oral y de observación. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.

Esta labor de dicha institución se realiza por medio de varios proyectos de docencia, acción social y de investigación de las diferentes sedes universitarias y unidades académicas, entre las que destacan la Escuela de Antropología, la Vicerrectoría de Acción Social, la Facultad de Odontología, la Escuela de Salud Pública y la Sede del Sur.

En el caso del patrimonio cultural ngäbe, la Sede del Sur, por medio del proyecto Golfito Cultura y Más, ha impulsado diferentes espacios educativos y de interacción en las comunidades indígenas, mediante los cuales se incentiva el aprendizaje sobre este acervo cultural en las personas más jóvenes.

“Para la UCR ha sido muy importante impulsar junto con las comunidades ngäbes diferentes procesos de interacción intergeneracional, en donde los adultos enseñen a los niños, así como facilitar espacios de encuentro y de intercambio para empoderar a las comunidades en el reconocimiento de su valor identitario y de su patrimonio cultural, con el fin de que esa riqueza y diversidad cultural no se pierda”, sostiene Rojas.

Para la investigadora, además de su llamativo arte, los ngäbes constituyen una de las comunidades indígenas de Costa Rica que ha logrado conservar gran parte de su cosmovisión a pesar de los procesos de penetración cultural.

“Ellos han mantenido, en la medida de lo posible, su cultura, a pesar de que actualmente existen procesos de aculturación muy fuertes. Es muy propio de ellos haber conservado su forma de pensamiento y de entender el mundo, por ejemplo, sus creencias, sus formas de vestir, sus formas de contar, su lengua, su gastronomía y principalmente el hecho de sentirse parte de un sistema más grande que lo es todo: la naturaleza”, amplía.

Ortiz opina que uno de los retos más grandes, en materia de resguardo del patrimonio cultural ngäbe, es lograr articular esfuerzos para que exista una política nacional que guíe las labores de la institucionalidad en este tema, con un enfoque de diálogo, de escucha y de aprendizaje mutuo.

“Hemos intentado ayudar a las comunidades ngäbe desde diferentes instituciones como la academia, la Caja Costarricense de Seguro Social y las organizaciones sociales, pero desde nuestra propia concepción de éxito y de progreso. Esto se refleja en múltiples proyectos y acciones que se han tratado de implementar con muy buenas intenciones, pero sin conocimiento y respeto de la cosmovisión de los ngäbes”, advierte.

En su criterio, “aún no hemos logrado entender que, si queremos ayudar, debemos hacerlo desde la escucha activa, el diálogo y el aprendizaje mutuo, en un modelo donde estas comunidades más bien nos enseñen cómo es que, desde su forma de entender el mundo, ellos han logrado solucionar sus principales necesidades de sobrevivencia. Y ahí, desde ese punto de partida, ver cómo nosotros podemos aportar”, manifiesta el profesional.

Empoderamiento comunal

El amor y respeto por la naturaleza forman parte de los valores más destacados de la cosmovisión ngäbe, así como el empoderamiento de las mujeres para mejorar las condiciones de vida de sus comunidades. Foto: Laura Rodríguez Rodríguez, UCR.

El resguardo de su patrimonio cultural es uno de los principales valores de la etnia ngäbe, aunque no es su única fortaleza. También han surgido y se han fortalecido otras características, tales como el liderazgo político de sus mujeres y el empoderamiento comunal para la búsqueda de mejores condiciones de vida.

Así describe la situación actual de este pueblo originario la Dra. Carolina Quesada Cordero, antropóloga de la UCR, quien ha estudiado a la comunidad ngäbe de Abrojo Montezuma, a través de diferentes proyectos de acción social y de investigación.

Desde su perspectiva, las mujeres y hombres de este pueblo no solo se han preocupado por resguardar sus tradiciones y costumbres, sino que también se han interesado en ocupar espacios de incidencia política que les permitan mejorar el acceso a la salud, la educación, al agua, en fin, a mejorar sus condiciones de vida.

“Es importante destacar que el hecho de que sean tan cuidadosos en mantener vivas sus tradiciones y costumbres no quiere decir que no estén deseosos de avanzar para tener mejores condiciones para su comunidad”, destaca Quesada.

Actualmente, el acceso a la salud y al agua, el mal estado de las calles, así como las pocas oportunidades laborales y de subsistencia son parte de los desafíos estructurales que enfrenta la población ngäbe. Estos últimos aspectos son los principales motivos por los cuales una parte de ellos se moviliza para trabajar temporalmente en la siembra y recolección de café.

Gracias al empoderamiento e incidencia política, principalmente de las mujeres, el pueblo ngäbe se ha ido organizando en asociaciones y otros grupos comunales. Esta situación ha impactado de forma positiva no solo el tema del resguardo de las tradiciones y costumbres, sino también el proceso hacia la construcción de una mejor calidad de vida.

“Algo muy importante es que quienes mantienen las artesanías como tradición en estas comunidades indígenas son las mujeres. Esta es una labor que está fuertemente asociada a ellas y su rol en el resguardo de la tradición es muy importante, porque son ellas las que conservan estas prácticas de generación en generación”, comenta Quesada.

Sin embargo, a muchas de estas mujeres también les ha tocado convertirse en jefas de hogar y en ese contexto han ido ocupando otros espacios de toma de decisiones que antes eran ocupados por hombres. En el caso de Abrojo Montezuma, por ejemplo, ellas lideran la asociación para la producción del cacao y se han involucrado en la práctica de deportes como el fútbol.

Además, aunque se mantienen algunas concepciones sobre lo que no debería cambiar en cuanto a las tradiciones y costumbres ngäbes, también hay consenso en la comunidad sobre cuáles son sus principales luchas y deseos de superación.

“El acceso a la tierra es muy importante para la comunidad ngäbe. También se ha ido avanzando en materia de recibir educación, muchas de las que terminan su formación más allá de la etapa del colegio son las mujeres; otro asunto importantísimo para ellos es la idea de conservar el idioma, de recuperar el conocimiento sobre algunas plantas medicinales y de sentir apego por la estructura familiar, por los ancestros, por saber de dónde vienen y cuál es su rol en cada una de las familias”, manifiesta la experta.

Por último, describe a esta comunidad indígena como una población con una cultura viva y en transformación, que mantiene su amor por la naturaleza y sus tradiciones, que aspira a mejorar su acceso a la salud, a la educación y a la infraestructura y, sobre todo, a que se les reconozca y se respete su cosmovisión.

Los indígenas ngäbes
La comunidad indígena ngäbe forma parte de los ochos pueblos originarios de Costa Rica. Esta etnia habita la provincia de Puntarenas en los cantones de Coto Brus, Corredores, Golfito y Puerto Jiménez, así como en Sixaola, en las cercanías de la frontera con Panamá, y en la zona de Los Santos. Su lengua materna es el ngäbere.
Según el Atlas de los pueblos indígenas de Costa Rica, esta comunidad cuenta con alrededor de 3 600 habitantes, quienes habitan los siguientes lugares: Territorio Indígena Abrojo Montezuma; Territorio Indígena Alto Laguna, Territorio Indígena Conte Burica; Territorio Indígena La Casona y el Territorio Indígena Altos de San Antonio.
Su economía se basa en la agricultura y cultivo del cacao, frijol, maíz y plátano, así como en la cría de cerdos y de aves de corral, la caza, la pesca y la elaboración de productos artesanales. Algunas personas de esta comunidad también se dedican a trabajar en fincas cercanas y otras participan temporalmente de las cogidas de café en Coto Brus y la zona de Los Santos.
La Escuela de Antropología muestra en una exposición virtual todos los detalles sobre los vestidos y artesanías ngäbes. Puede ingresar por medio de la página oficial de Facebook Antropología UCR.

 

Tatiana Carmona Rizo
Periodista, Oficina de Comunicación Institucional, UCR

No a la privatización de nuestro patrimonio

Miguel Corea Castro

Miguel Corea Castro*

La clase gobernante de Costa Rica, jugando fútbol con una bomba de tiempo.

No hay que caer en las estratagemas de la clase gobernante. A saber; que a Costa Rica no le queda más remedio que “vender la finca de los abuelos”, o “empeñar las alhajas de mamá”, porque ya no hay más a qué echar mano.

No nos comamos ese cuento.

El pueblo de Costa Rica no es culpable de este descalabro fiscal.

Los culpables son la clase gobernante y la burguesía que vive de la explotación.

Costa Rica es un país con grandes recursos. Lo que sucede es que los que tienen que pagar impuestos los evaden y el gobierno los alcahuetea. Además, les perdonan deudas millonarias.

El déficit fiscal del país es igual a la evasión y la efusión fiscal. Y esa riqueza que ellos se dejan es producida por los trabajadores que son los únicos que producen riqueza.

Pero ¿qué se puede esperar de los gobiernos de derecha, empeñados a quebrar las instituciones y no tocar a los millonarios?

Toda América Latina sufre de ese cáncer llamado neoliberalismo, o capitalismo neoliberal, donde los gobiernos están a merced de la agenda que le dicten las gigantescas empresas multinacionales (del norte), las corporaciones transnacionales y del Banco Mundial.

Los gobiernos neoliberales siempre van a desprestigiar y quebrar su patrimonio nacional y sus activos, para privatizarlos y venderlos a precios ridículos. Una vez que el país pierde “hacha, calabazo y miel”, no le queda otra que humillarse y volver a firmarle OTRO PAGARÉ a los poderosos prestamistas Mister Banco Mundial y su hermano Mister Fondo Monetario Internacional – los dos igualmente usureros hasta más no haber. Y así la deuda externa sigue aumentando y se convierte en un problema de nunca acabar.

Lo bueno es que, poco a poco, toda la América Latina está abriendo los ojos y eligiendo gobiernos con el corazón en el lado del pecho donde el corazón siempre debería estar, que prefieren la justicia y el bienestar social de sus pueblos.

Solo la clase obrera costarricense sigue creyéndose ese cuento de hadas, de que los ticos “somos otro nivel”, social, económica y políticamente. Y por eso continúa eligiendo los mismos amos… con diferentes nombres y colores, pero que al final son los mismos ladrones.

 

* Trabajador Social, Gestor de Desarrollo Comunitario. Defensor de los Derechos de las y los refugiados. Expastor Bautista.

Del Arte Cinético al Arte Judicial. Sobre la controversia de la obra mural: Tejiendo Sonidos

Dr. Pablo Bonilla Elizondo
Escuela de Artes Plásticas
pablo.bonillaelizondo@ucr.ac.cr

Estudiantes del TCU: Arte Público trabajando en un mural en la Escuela de la Sabana, Térraba.

El fallo judicial que atribuye una afectación de los derechos morales de Miguel Casafont por responsabilidad de la Universidad de Costa Rica al tapar su obra Tejiendo Sonidos ha abierto una discusión de múltiples aristas que genera desencuentros, preguntas, incertidumbres y temores entre las personas interesadas en el arte, el espacio público y el patrimonio. La afirmación apresurada de que con tal veredicto “gana el arte o el sector artístico” me parece imprudente y algo clasista, por apegarse a ideas hegemónicas sobre el arte y no valorar las consecuencias reales que podría tener en las prácticas profesionales de las personas artistas (sobre todo las jóvenes).

En este escrito trataré de abordar los aspectos relativos a la reflexión sobre el arte detrás del fallo y las contradicciones con las discusiones actuales sobre el valor o función de arte y el patrimonio que se sitúa en espacios públicos. También, por último, valoraré algunos probables impactos que esto podría tener en el ejercicio profesional de los artistas interesados en la práctica del muralismo y el arte público. Dados los límites de mi formación, excluiré de este artículo cualquier valoración sobre derechos de autor, la justicia detrás del fallo, la jurisprudencia o la defensa presentada por parte de la UCR.

En primer lugar, es importante reconocer que en el país existe una constante violencia hacia el patrimonio y las obras de arte en el espacio público. En este caso, se afectó la visibilidad y legibilidad de la obra de Casafont y esto generó una perturbación anímica en su persona; no hay porqué dudar de ello, dado que fue acreditado por el juzgado.  Una primera consecuencia de este fallo es que se señala a la Universidad de Costa Rica como actor material de esa violencia, lo que tiende a crear en la opinión pública la idea de que la UCR no respeta el patrimonio ni el arte que se desarrolla en el campus, lo que es falso. En defensa de la Universidad de Costa Rica habría que decir que dicha institución ha sido promotora del arte público, que siempre ha reconocido la importancia del arte en la vida universitaria y que además de financiar y adquirir obras, recientemente ha apoyado proyectos de catalogación de su inventario y de restauración de obras como el mural de Eduardo Torijano El teatro costarricense: 1890-1930, ubicado en el edificio de Letras. Sin embargo, es importante decir, que estas acciones no derivan de una política institucional uniforme ni clara, sino que dependen de las diferentes voluntades políticas de decanos, directores, otras autoridades, docentes, personal administrativo y de los mismos artistas que se implican en esos procesos. Por tanto, no es de extrañar, que también se den casos en los cuales no se respeta a los artistas o sus obras. Un ejemplo de ello, más grave y penoso que el que afectó a Casafont, es el borrado total del mural del artista Dennis Palacios Solano en las residencias estudiantiles, un mural elaborado a partir de un proceso de investigación serio e impulsado por la Vicerrectoría de Vida Estudiantil para mejorar la habitabilidad de dichos espacios en tiempos en los cuales se habían presentado varios suicidios. Un cambio de administración y el mural fue borrado, hoy es una pared blanca con dos pizarras de caucho.

Eduardo Torijano, El Teatro en Costa Rica, 1890-1930. Antes y después del proceso de restauración del 2020 realizado por César Ulate Calderón.

Ahora bien, tenemos que dar un paso fuera del presente caso y de la UCR para matizar esta idea de la violencia patrimonial y examinar la congruencia con las definiciones contemporáneas del arte y el espacio público, sobre todo porque muchas veces se habla de violencia patrimonial desde una definición hegemonizante y aurática de la obra de arte, olvidando que si bien es cierto existe violencia hacia el patrimonio y el arte público, el arte público y el patrimonio puede ejercer violencia hacia las personas (sobre todo a las minorías) en su imaginario simbólico y su vida cotidiana[1]. Más aún, cuando las definiciones que se perpetúan en el país sobre el patrimonio son conservadoras, coloniales y patriarcales. Ejemplos claros de ello es el bronce de Vázquez de Coronado en el Parque España, el Monumento a León Cortes en La Sabana o el Arco Chino en la reconversión del Paseo de los Estudiantes a Barrio Chino: una decisión especulativa con afectación a la historia y la identidad de San José y el país. Precisamente esas definiciones hegemónicas de la obra de arte funcionan como el gozne de esas dos violencias: la primera que impide la remoción del espacio público de monumentos y esculturas carentes de valor, inoperantes, violentas algunas o incluso riesgosas materialmente, productos de políticos de turno que desde una autoridad pasajera se dieron las competencias para imponer en la vida urbana mobiliario inútil, obras pastiches (como el Cerati blanco) u ocurrencias sesgadas ideológicamente. Y la segunda, la que niega la posibilidad de articular una política de protección basada en criterios fundamentados y actuales sobre la función del arte en el espacio público, no como una ontología del bronce o el mármol, sino como pensamiento activo que construye espacio de discusión participativo, inclusivo y abierto para consolidar y construir lo común. Al contrario, es usual ver cómo se utiliza el patrimonio (normalmente olvidado) como piedra arrojadiza de una indignación hipócrita, dirigida a las expresiones y reivindicaciones de los movimientos sociales para reducirlos a actos vandálicos. [2]

En el caso de Tejiendo sonidos, me parece que eso último es lo que ha faltado, una discusión profunda sobre el valor de la obra que integre el pensamiento que ha construido y la repercusión que ha tenido a nivel académico, social y cotidiano en la vida estudiantil. Porque hasta ahora, los criterios expertos publicados en el artículo de Amelia Rueda se limitan a valorar la obra por su estar ahí como obra plástica o por ser bella… y claro, para gustos, los colores. Los argumentos con algo más de valor y complejidad los da el mismo autor, quien afirma la importancia de la cualidad cinética y la inspiración colorista oriental.

Al respecto del Arte Cinético, para aquellos que no saben, es una subvariante del Minimalismo que, a través de la organización secuencial de la forma y el color, produce efectos visuales según los desplazamientos del espectador. Este movimiento se desarrolló en Estados Unidos, algo menos en Europa y con mayor peso en Argentina, donde se llamó Cinetismo. Sin embargo, su repercusión actual es cuestionada como lo es la mayoría de tendencias formalistas de la segunda mitad del siglo XX y, al contrario, del favorecimiento a las manifestaciones conceptuales más politizadas. Tanto es así que, en los documentos indispensables para estudiar la segunda mitad del arte siglo XX, After Modern Art 1945-2017 (Hopkins, 2018) de la serie Oxford History of Art y Arte desde 1900 (Bois et Al, 2006) de los autores de October, aparece de forma escueta y marginal. En Costa Rica, aunque con un legado muy amplio de arte abstracto de naturaleza formal, el movimiento no tuvo desarrollo, siendo la obra de Casafont, en efecto, uno de los pocos ejemplos. La pregunta es si esto le determina un valor per se; a mí parecer no. La exclusividad no es un valor a priori, sino que, al contrario, eleva cuestionamientos sobre su repercusión o impacto en el pensamiento artístico costarricense. Por otra parte, la afirmación de un valor pionero al ser la primera obra de este tipo en el país tiende a evidenciar cierto sesgo colonial tendiente a suponer que el arte costarricense se debe producir en conformidad a lo que sucede en Estados Unidos y Europa, aunque sea treinta años después. Ante estas dos ideas, yo plantearía que se hiciera un examen de la repercusión de la obra dentro de la lógica interna del arte costarricense, preguntándonos por la producción académica que ha derivado de ella, los escritos en los que aparece, la influencia que ha producido en otras personas artistas y el efecto que ha tenido en los y las usuarias del edificio y del campus universitario a nivel de identidad y reafirmación colectiva de pertenencia. Una investigación que aborde esos ejes está claramente pendiente.

Si la obra es cinética o no (más allá de las etiquetas históricas y académicas), me parece cuestión secundaria. En esencia, desde las teorías y metodologías que abordan el diseño del arte público, toda obra mural se reconoce interactiva en relación con los tránsitos de los usuarios y las diferentes miradas que en ella se pueden realizar en un marco espacio-temporal. Para el diseño de un mural, se recurre a estudios de transitabilidad y de angularidad que tienen como propósito organizar el diseño en función de los recorridos peatonales y el uso común del espacio circundante (Torijano, 2008). En ese sentido, el mural de Conmemoración de los 30 años de Trabajo Comunal en la Facultad de Derecho, se afecta de la misma forma por el nuevo paso elevado en San Pedro sin la necesidad de una etiqueta que lo valore como cinético.

Al respecto del color, los especialistas coincidirán en su valor, algo que respalda el reconocimiento que goza Miguel Casafont en la Escuela de Artes Plásticas (EAPL) como colorista de gran talento. Yo me uno a ellos en tanto mi predilección por el color en el espacio público. En contra del acostumbrado gris de las ciudades, el color es un factor de relevancia para promover la imaginación y mejorar el ambiente urbano. Pero, es importante reconocer que desde hace quince años, desde que yo era estudiante, ya la obra no gozaba del color con que fue diseñada y había dejado de cumplir tal posible objetivo. En ese sentido, la obra ya sufría una afectación por la naturaleza de los materiales que habían sido seleccionados para su confección y por la ausencia de mantenimiento que requería.

Estado Actual del Mural Tejiendo Sonidos de Miguel Casafont. (Fotografía: Pablo Bonilla, 2022)

Normalmente, cuando se da una afectación de este tipo (desconozco si es este el caso) es responsabilidad de las dos partes: del artista que por lo general no entrega una carta técnica con los materiales utilizados, los plazos de resistencia de los materiales y los procesos ideales para su restauración y la administración del inmueble que se desentiende de velar, financiar y gestionar esos procesos en tiempos adecuados, pensando que la obra entregada es eterna. No tengo información precisa sobre porqué la obra de Casafont no ha sido restaurada, los chismes me indican que el artista sí demostró un interés por promoverla. Pero en todo caso, la consecuencia de ese deterioro fue la invisibilización y la perdida de afecto de la comunidad universitaria por ella, algo que se evidenció por los comentarios en redes sociales de, mayoritariamente, estudiantes de música, muchos de los cuales ni sabían que era bella ni que había estado ahí desde siempre. En ese sentido, el valor y el aporte del color no puede reconocerse desde una noción ontológica y formal, sino reconociendo el impacto o efecto que puede tener en las personas que gozan de él en lo cotidiano, es una cuestión pragmática consustancial al arte público… por eso mismo se llama arte público, se supone que es de la gente que lo recibe y que lo vive.

Y eso último, me parece de vital importancia, porque tiene que ver con la razón del arte público, que no debería privilegiar los derechos del artista por encima de los de las personas que transitan los espacios circundantes. Un antecedente valioso para entender esto fue el caso de la obra Tilted Arc (1981) de Richard Serra emplazada en Federal Plaza, New York. Después de un largo proceso judicial esta obra fue removida porque generaba conflictos en el uso operativo de la plaza, tanto en tránsito como a nivel de seguridad, algo que me parece razonable. Desde esa lógica, coincido con las autoridades universitarias al privilegiar la conveniencia y bienestar de la comunidad estudiantil de la Escuela de Artes Musicales. Suponer constantes traslados de equipos e instrumentos a la Ciudad de la Investigación o al fondo de las Instalaciones Deportivas hubiera generado costos e inconvenientes para la administración, docentes y estudiantes, muchos de ellos menores de edad de etapa básica, que tendrían que estarse desplazando de un campus a otro. Algo me hace sospechar que la no apelación al fallo de Oficina Jurídica (criticada por muchos) se debe, en parte, al cálculo por el costo de todos esos desplazamientos en un mediano plazo.

Ahora bien, entendido el arte público no como un presencia o valor estético cuasi-mágico, sino por su función o aporte al conocimiento, nada evitaba que tapar la obra no fuera compensado con gestos o acciones que pudieron dignificarlo en ese sentido. Acciones para la documentación, divulgación y revalorización académica de la obra, incluso en su ausencia, pudieron reivindicarla como productora de conocimiento: reconociendo su valor conceptual y no reduciéndola a una obra que hay que preservar porque es bella para algunos, siempre ha estado allí o fue objeto de controversia. Sobra decir que, bajo esa lógica reduccionista, el futuro que le espera -ya judicializada y conflictuada- será el de seguir deteriorándose no solo en su registro material, sino a nivel simbólico, ya que una obra de arte no se clausura en la afirmación o proclama de su autor, ni en su materialidad, ni en los criterios especializados, sino que constantemente se redimensiona en las vivencias que se acumulan en ella, sean positivas o negativas; más aún en el arte público, expuesto de forma radical a la vida social y política en todo su espesor. Así, la obra de Casafont dejará de ser cinética para devenir en la huella borrada de un fallo judicial.

Por último, quisiera retomar las repercusiones que podría tener este fallo a la comunidad artística que produce arte público y murales. Al principio afirmé con contundencia que decir que “ganó el arte” tenía su sesgo clasista. Más allá de sospechar que usualmente solo ganan los juicios los que pueden asumir el riesgo de costear abogados, como he tratado de demostrar en este escrito, esa afirmación se sustenta en ideas hegemónicas sobre el arte y su valor intrínseco, que desconocen el marco epistemológico del arte público, pero que, también, desconocen las dificultades y la precarización que sufren las personas artistas jóvenes en este ámbito. No es difícil imaginar que una consecuencia de este fallo será limitar el interés institucional y privado en la financiación de obras murales, por temor de adquirir compromisos de restauración onerosos y la posibilidad remota de ser demandados décadas después por cualquier devenir azaroso. En la UCR ya está pasando, actualmente obras murales programadas y presupuestadas están en pausa y en alitas de cucaracha. De perpetuar tal dirección de miedo e incertidumbre, sin lugar a dudas afectará a los artistas-docentes de la institución, a las personas artistas contratadas para la ejecución, a los TCUs que hacen arte público en comunidades e, incluso, proyectos de graduación de estudiantes de Artes Plásticas. Un camino que no se puede seguir, ya que además de contradecir el Artículo 1 de su Estatuto Orgánico, afectará la formación de los y las futuras artistas y, con ello, las herramientas para defender el campo profesional fuera de la Universidad.

Contemplando lo positivo, no se puede negar la oportunidad que se abre, ya que el fallo aclara un panorama que debe obligar a investigadores y artistas interesados en el arte público y a la administración de la Universidad de Costa Rica a formalizar criterios de contratación que sean ejemplares para el resto de la sociedad, a aclarar las dudas al respecto de los derechos de autor (sobre todo en obras de orden participativo o comunitario), a generar espacio de discusión y establecer normas, procedimientos, instancias y responsables para restauración de las obras de arte público, todo con el fin de reivindicar la importancia del arte, no en sí mismo, sino por sus aportes a la configuración de lo común en el espacio social. Esa oportunidad ha sido tomada y la presente administración y el Consejo Universitario han actuado con prontitud. Desde la misma Rectoría se ha conformado un equipo de trabajo interdisciplinar, que incluye personal de la ODI, Oficina Jurídica, la RED+Museos, PROINNOVA, IIARTE, OEPI y las Escuelas de Ingeniería, Arquitectura y Artes Plásticas con el propósito, no solo, de dar respuesta a los acuerdos tomados por el Consejo Universitario en la sesión No 6615, articulo 5, celebrada el 14 de julio de 2022, sino también te implementar medidas para mejorar la gestión y mediación del Arte Público en vías de promover su aprovechamiento, considerando su aporte en la configuración de un Campus Universitario entendido como un espacio para el intercambio de saberes, conocimientos y afectos, que trasciende la idea de un reducto conformado por edificios y salones de clase.

Referencias:

Bois, Y.; Buchloh, B.; Foster, H. & Krauss, R. (2006). Arte desde 1900. Akal.

Hopkins, D. (2018). After Modern Art 1945-2017. Oxford University Press.

Torijano, E. (2008). El mural paso a paso. Sección de Impresión del SIEDIN.

[1] cf. https://artishockrevista.com/2020/07/05/monumentos-incomodos/

[2] Cf. https://surcosdigital.com/patrimonio-patriarcado/

La cultura costarricense desde el Estado

Adriano Corrales Arias*

CULTURA es uno de los términos que más acepciones tiene. Es un concepto polisémico y dinámico. Sus abordajes han sido diversos y complementarios a través de la historia, por esa razón debería considerársele desde la interdisciplinariedad, para así lograr una integralidad semántica.

En general, podría definírsele como “el conjunto de conocimientos y rasgos característicos que distinguen a una sociedad, una determinada época o un grupo social”. En todo caso, cuando hablamos de cultura, nos referimos a creencias, normas, valores, lenguaje, símbolos, tecnología, patrimonio, identidad. En otras palabras, hablamos de la actividad humana en su conjunto y de sus relaciones con la naturaleza y el cosmos, sobre todo de la producción simbólica a través del tiempo en espacios geográficos y socioeconómicos diferenciados.

En nuestro país la visión estatal de la cultura ha sido excluyente y elitista. Desde el “Olimpo” de los liberales, hasta el nacimiento del Ministerio de Cultura (PLN), se le concibe como la promoción de las “Bellas Artes”, las cuales deberían extenderse al pueblo para “culturalizarlo”, “cultivarlo”. Los liberales la concebían mancomunada con el sistema educativo, cual actividad “civilizatoria” que pretendía homogenizar su visión de mundo, es decir, privilegiaban su intención ideológica.

El dispositivo creado por el PLN en los años setenta del siglo pasado, ha sido vallecentrista y eurocéntrico, léase, colonial, salvo esfuerzos aislados y fallidos de regionalización con débiles discursos antropológicos sobre las culturas populares o “vivas”. Esa visón paternalista todavía subsiste. De allí la gran confusión en muchos artistas, quienes confunden el amplio concepto etnográfico con el de “arte” o “gestión cultural”. Por ello, se habla de un “sector cultura” difuso y asimétrico, el cual no sabemos si se define por su producción, su gremialismo o su filiación con el estado y su políticas, mejor dicho, la ausencia de ellas.

El neoliberalismo que lidera la contrarreforma con el afán del desmantelamiento del Estado Social de Derecho, erigido desde los años cuarenta del siglo pasado, le ha entregado esas tareas a las industrias culturales. Los últimos gobiernos del PLUSPAC así lo han venido haciendo y, el Ministerio de Cultura y Juventud (vaya híbrido), a pesar de su ingente labor en sus instituciones adscritas y en el apoyo a algunos productores artísticos, ha devenido en un cascarón desfinanciado y en una suerte de gran agencia de producción festivalera.

Las declaraciones de un candidato ultra conservador y de su escudera (diputada electa) han puesto el dedo en la llaga al gritar a los cuatro vientos, sin inmutarse, lo que otros quieren pero callan desde hace rato: cancelar el MCJ por ineficiente y burocrático (tiene menos del 1% del presupuesto nacional). Es decir, privatizar sus órganos desconcentrados y asignarle a las industrias culturales el resto. De allí a un Hollywood o Disney ticos no estaríamos tan lejos. Quizás ello quiso decir la señora escudera del enviado de los organismos financieros internacionales, quien bien podría convertirse en presidente de esta res ya no tan pública.

El día en que la CULTURA se convierta en el centro de una propuesta política al interior de un robusto proyecto país, tal y como corresponde, estaríamos hablando de inclusión, equidad, justicia social, defensa de los patrimonios tangibles e intangibles, de soberanía tecnológica y alimentaria y de las diversas identidades y expresiones simbólicas de quienes ocupamos este pequeño y bendito territorio. Es decir, estaríamos ante una auténtica acción sociocultural, corazón de toda actividad política.

Sin embargo, por ahora, sepamos que la CULTURA, desde la contrarreforma neoliberal, está clausurada. Aunque sigue viva y resistiendo en nuestras comunidades, en nuestros quehaceres, en nuestros sueños, en nuestras memorias.

*Escritor.

Se proyecta que voluntariado en el Parque Nacional Isla del Coco reinicie gradualmente en el 2022

El pasado 5 de diciembre se conmemoró el Día Internacional del Voluntariado, en el caso de la Isla del Coco la labor se ha visto opacada por la crisis sanitaria durante los últimos dos años. En este periodo el Área de Conservación Marina Cocos (ACMC), ha tramitado un total de 30 solicitudes, cifra que está muy por debajo del promedio previo a la pandemia. Para el próximo año se espera retomar el ingreso de los voluntarios de forma paulatina.

En el siguiente enlace se pueden encontrar imágenes y la entrevista de doña Gina Cuza, Directora del Área de Conservación Marino Cocos https://drive.google.com/drive/folders/1TxeO5c4MV7mq56x-C95vP1Rbe-foTuTQ?usp=sharing

Para obtener más información sobre el tema se invita a leer la siguiente nota https://surcosdigital.com/reinicio-gradual-del-voluntariado-en-el-parque-nacional-isla-del-coco-en-el-2022/

 

Compartido con SURCOS por Rebeca Ceciliano.

Reinicio gradual del voluntariado en el Parque Nacional Isla del Coco en el 2022

  • Este 5 de diciembre se conmemoró el Día del Voluntariado Internacional

  • Quienes realizan voluntariado para el Parque Nacional Isla del Coco, podrán hacerlo desde continente o directamente en el área marina protegida donde permanecen durante al menos 30 días

La importante labor de los voluntarios en la Isla del Coco, se ha visto opacada por la crisis sanitaria durante los últimos dos años. En este periodo el Área de Conservación Marina Cocos (ACMC), ha tramitado un total de 30 solicitudes, de ellas un 45% se han concentrado en labores de monitoreo, lo que equivale a 2 voluntarios mensuales, cifra que está muy por debajo del promedio previo a la pandemia.

Con el fin de ir retornando a una normalidad, el Área de Conservación Marina Cocos, valora para el próximo año volver a recibir solicitudes de voluntariado, apegados a los estrictos protocolos de medidas sanitarias y valorando las necesidades de gestión del área marina protegida. 

Desde el programa de Voluntariado del Parque Nacional Isla del Coco, se está analizando solicitar adicional a los requisitos establecidos, el carné con el esquema de vacunación completo y la prueba negativa COVID 19.

Gina Cuza Jones, Directora del Área del Conservación Marina Cocos, ratifica la importancia de los voluntarios que ingresan al Parque Nacional Isla del Coco,para protegerla en periodos de 30 días consecutivos, “para nosotros es fundamental la labor que realizan las y los voluntarios, es hermoso ver cómo las personas llegan y durante el mes se vuelven parte de nuestra familia junto con los guardaparques, ese acercamiento lo extrañamos y esperamos que el próximo año nuevamente podamos retomarlo”.

Los voluntarios que ingresan al Parque Nacional Isla del Coco asumen diversos roles en los procesos de la gestión, fungen como colaboradores y potenciadores en varias de las funciones de los guardaparques, facilitando todas las labores realizadas. Ellos aportan conocimiento, experiencia, habilidades y mucha voluntad en la protección.

Faico Amigos Isla del Coco, aplaude la labor de cada hombre y mujer que realiza voluntariado y se convierte en un vigilante más de los parques nacionales. Desde la organización, ven con ojos esperanzadores que el próximo año se pueda retomar paulatinamente el ingreso de voluntarios al Parque Nacional Isla del Coco.

Alejandra Villalobos, Directora Ejecutiva de FAICO detalla “aplaudimos a quienes de forma desinteresada se inscriben y llegan al Parque Nacional Isla del Coco, declarado Sitio de Patrimonio Mundial desde 1997 a realizar diversas labores, desde monitoreo, apoyo en cocina, investigaciones. Cada aporte cuenta en la protección del ecosistema que es importante para Costa Rica y el planeta”:

Recordemos que el Parque Nacional Isla del Coco es considerado un laboratorio natural, por lo que expertos han enfatizado en que se requiere cuidar y preservar para las futuras generaciones. En este significativo territorio, habitan por lo menos 1688 especies marinas, 45 de ellas son endémicas; y convierte a Costa Rica en un país de mar, con una zona oceánica casi 10 veces mayor que su extensión terrestre.

El voluntariado es uno de los programas del Área de Conservación Marina Cocos, quienes deseen conocer más sobre los requisitos y poder participar el próximo año pueden ingresar al sitio:  www.isladelcoco.go.cr

Información compartida con SURCOS por Rebeca Ceciliano.

Patrimonio / patriarcado

Dr. Pablo Bonilla Elizondo. 10 de marzo del 2021

No es casualidad que la raíz de la palabra patrimonio sea la misma que la de patriarcado.

Ya lo decía Walter Benjamin, en la introducción a La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (2012) nociones heredadas (y añado rancias) de las artes como “genio” “legado” y “valor de eternidad” son comúnmente instrumentalizadas por el fascismo y las ideologías dominantes.

Esto lo demuestran la mayoría de monumentos conmemorativos y la arquitectura patrimonial, que, aunque se supone cumplen la función de guardar “la memoria nacional” o hacer presente relatos o valores que como sociedad requerimos para constantemente repensarnos, en cambio se levantan incuestionables e irreflexivos, siendo las más de las veces producto de decisiones políticas unilaterales, con nula participación ciudadana y escaso criterio profesional o técnico.

Todos esos dispositivos situados arbitrariamente en el espacio público y sacralizados, en realidad tienen una función muy distinta: legitiman un poder, un relato histórico o una cultura de clase. Más cuando vemos como el poder político o económico los utiliza como arma arrojadiza para desviar y deslegitimar los reclamos necesarios y justos de las manifestaciones del 8 de marzo. Bajo el pretexto de la defensa del patrimonio en realidad se defiende una hegemonía patriarcal, se exculpa una deuda histórica del estado por la equidad y de la responsabilidad institucional por violencia y asesinatos que tienen una causa estructural.

Es claro que la mayoría de esos “indignados” que replica esa instrumentalización patriarcal (desde los que se sitúan en la sombrita del poder, hasta los robots de redes sociales) no les interesa la memoria, el carácter intangible de lo patrimonial, por eso lo instrumentalizan dañándolo aún más que un grafiti que se borra en una mañana.

Pero, además, nadie se indigna por la mala gestión del mismo ni por los anuales recortes al sector cultura ni la precarización de los y las artistas, menos porque se roben las placas de monumentos o los orinemos “los maes”.

Mucho menos les interesa preguntarse por la naturaleza del patrimonio y llegar a la raíz del asunto: ¿Quién lo puso ahí? ¿qué representa? ¿qué valores transmite? ¿por qué debemos mantenerlo? En países con pasados dictatoriales estas preguntas han sido urgentes y han desembocado en una consecuente remoción de muchos “legados”, en realidad símbolos de opresión. También lo hemos visto de forma reciente en las reivindicaciones raciales en toda América. Esos monumentos, las más de las veces se constituyen en símbolos déspotas de una violencia sistemática reacia a exprimirse: ha sido necesario el enojo para señalar su presencia.

Aquí, en el nuestro país, no ajenos a pasajes oscuros en nuestra historia, esas preguntas no se hacen y hemos presenciado sin alterarnos, al contrario, como se sepulta la acción valiente de los y las estudiantes que se levantaron en contra de la dictadura de Tinoco con un ocurrente y especulativo Barrio Chino. Vemos como Diputados de la República legitiman el fascismo de León Cortés filmándose orgullosos a sus pies o la inoperancia de un Ministerio de Cultura que no le preocupa que un monumento a Vázquez de Coronado se levante a escasos metros de sus instalaciones…. incluso la ministra le dejó flores a Isabel la Católica el 12 de octubre de espalda a nuestras culturas prehispánicas.

Lo cual me hace pensar que en realidad no molesta el daño al patrimonio, les molesta el mensaje subrayado en su justo emplazamiento: en la apropiación de estos dispositivos simbólicos que hace de ese necesario e inevitable reclamo una evidencia contundente de las raíces patriarcales de nuestra sociedad y las deudas históricas del estado.

La defensa de la patria y la búsqueda por silenciar las reivindicaciones coinciden bajo interés muy claro de perpetuar un dominio, un colonialismo interno que encuentra un justo desafío en la deconstrucción de sus símbolos.

Dr. Pablo Bonilla Elizondo.
Doctor Cum Laude en Arte: Producción e Investigación de la Universidad Politécnica de Valencia. Profesor e investigador de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica en las áreas de arte público, semiótica y teoría del arte.

Referencias.

Benjamin, W. (2012). La obra de arte en la época de su reproducción técnica. En Obras Libro /vol 2. Madrid: Abada Editores.

Imágenes: compartidas en redes digitales.

UCR: Maíz pujagua es uno de los grandes olvidados en la dieta costarricense

  • Proyecto busca fomentar producción y consumo de este producto

UCR Maiz pujagua es uno de los grandes olvidados en la dieta costarricense
El maíz pujagua se caracteriza por tener una pigmentación oscura, de ahí que se conozca como maíz morado. Foto cortesía proyecto Curubanda.

El maíz es uno de los productos más importantes en la base alimenticia de la región mesoamericana desde tiempos ancestrales y es parte esencial de la identidad cultural del país. En Costa Rica existen entre 80 y 100 variedades de maíz criollo según el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ).

Sin embargo, ha habido una drástica reducción en la producción del maíz en Costa Rica. Mientras en 1987 se producían en el país 127 000 toneladas de maíz, ya para el 2014 se redujeron a 10 700 toneladas, así lo explicó la Ph.D. Ana Mercedes Perez Carvajal Investigadora del Centro Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad de Costa Rica (CITA-UCR).

Según datos de la Oficina Nacional de Semillas (ONS) uno de los principales problemas es que actualmente no existe seguridad para los pequeños productores de maíz nacional, que se ven en la obligación de competir con grandes producciones extranjeras. Actualmente, Costa Rica es el segundo importador de maíz comercial de Centroamérica después de Guatemala según la ONS.

Debido a los retos que enfrentan los productores de maíz criollo, su cultivo y comercialización, este producto cada vez está más olvidado y desplazado de la dieta diaria de las personas. Uno de los esfuerzos por fomentar y preservar la tradición fue por parte del Ministerio de Cultura y Juventud que decretó el 25 de julio del 2014, al maíz en sus variedades – nativas y criollas – y a las tradiciones, prácticas agro-culturales, usos, saberes, sabores y colores asociados al grano, como Patrimonio Cultural.

El maíz pujagua o maíz morado

El maíz pujagua es un tipo de semilla tradicional criolla cultivada solamente a pequeña escala a nivel de agricultura familiar y para la elaboración de alimentación tradicional en la región de Guanacaste principalmente. Ha formado parte central de la tradición de este territorio y es la base de una amplia gastronomía, en donde se elaboran productos como atol, chicha, chicheme, mazamorra, bizcochos, tamales, etc.

Además, está asociado a diversas tradiciones, usos sociales y expresiones culturales que se relacionan con el cultivo y la cosecha de éste.

Es a partir de esto que nace el interés de la investigadora Ana Mercedes Pérez y un equipo de colaboradoras, por desarrollar el proyecto de acción social “Fomento del consumo del maíz pujagua cultivado en Guanacaste, un alimento ancestral de alto valor nutricional, y estudio de sus usos tradicionales” (ED-3371) .

“Mi principal interés es el rescate de esa tradición, de un alimento que ha sido la base de la alimentación desde la época precolombina y que poco a poco se ha ido perdiendo” afirmó Pérez.

UCR Maiz pujagua es uno de los grandes olvidados en la dieta costarricense2
El proyecto ED-3371 se ha planteado trabajar en conjunto con iniciativas como Curubanda para desarrollar nuevas alternativas de productos a base de maíz Pujagua. Foto cortesía proyecto Curubanda.

Si bien existen algunos datos producto de investigaciones científicas que destacan que el maíz morado contiene un alto porcentaje de fibra dietética, que es una fuente excelente de proteína y contiene un buen perfil de minerales, no existen datos publicados sobre la composición físico química del maíz pujagua cultivado en Costa Rica y tampoco sobre la situación de la producción y cultivo de este, afirmó la investigadora.

Ligia Salazar Chavarría, microempresaria desde hace siete años del proyecto Curubanda, que se encarga de la revitalización y la conservación del maíz pujagua, asegura que existen muchas variables que afectan la producción del grano y constituyen limitaciones para los productores; como el factor generacional, las condiciones sociopolíticas que afectan a los pequeños productores y las condiciones climáticas de sequías y tormentas que han afectado a la región de Guanacaste.

“Parte del reto más grande para mí con mi empresa es que las personas no conocen el maíz pujagua entonces cuando ven [el producto] no saben ni lo que es (…) la idea es fomentar su consumo en Guanacaste también apoyando a pequeñas microempresas, pymes y señoras procesadoras” afirmó.

El proyecto de Acción Social se ha planteado elaborar un diagnóstico sobre la situación del cultivo en los cantones de Nicoya, Santa Cruz, Carrillo y La Cruz, para poder determinar elementos como las variedades que se siembran, el manejo agronómico, el tiempo de cosecha, el tamaño de las parcelas, la productividad (cantidad de kilos por hectárea que se siembra), etc.

Se busca caracterizar la producción de este tipo de maíz y determinar su valor nutricional, para posteriormente realizar un proceso de divulgación que genere conocimiento sobre este producto tradicional y fomente el consumo del mismo. El desarrollo de productos alternativos a base de maíz pujagua, la capacitación en buenas prácticas de manufactura a mujeres productoras y la divulgación de materiales audiovisuales sobre este alimento, son actividades a futuro que el proyecto tiene contemplado desarrollar.

 

Laura Camila Suárez Rodríguez

Unidad de Comunicación Vicerrectoría de Acción Social

 

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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UCR: Subdirector de Arquitectura gana certamen para restaurar el Mercado Municipal de Orotina

  • Propuesta del Arq. Rodolfo Mejías Cubero fue la mejor en concurso del Ministerio de Cultura y Juventud

Subdirector de Arquitectura gana certamen para restaurar el Mercado Municipal de Orotina
El Arq. Rodolfo Mejías Cubero fue el gestor conceptual del proyecto de renovación del Mercado Municipal de Orotina, el cual resultó ganador en el certamen «Salvemos Nuestro Patrimonio 2018» del Ministerio de Cultura y Juventud. – foto Laura Rodríguez Rodríguez.

El arquitecto y actual subdirector de la Escuela de Arquitectura, M.Sc. Rodolfo Mejías Cubero, propuso la mejor restauración para el Mercado Municipal de Orotina en el certamen «Salvemos Nuestro Patrimonio 2018», del Ministerio de Cultura y Juventud, y con el presupuesto otorgado se hará realidad la renovación del “espacio más democrático de la ciudad”.

La idea del proyecto se ha ido gestando desde que fue estudiante en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica (UCR), ya que es oriundo del cantón de Orotina y le tiene gran afecto al edificio en cuestión.

“La propuesta busca una renovación en todos los sistemas de apoyo para que funcione como un mercado y el acondicionamiento de unas galerías en la periferia, que es una prolongación de las que actualmente tiene. Esto lo que se propone es proteger climáticamente el edificio”, explicó Mejías Cubero, quien, además, incluyó un anfiteatro a su diseño que le agrega un valor cultural.

Ya se había iniciado un proyecto de restauración de los espacios externos al mercado: la plazoleta, el parquesito y la zona de juegos; sin embargo, la municipalidad local no contaba con el presupuesto suficiente para la restauración completa del edificio.

El edificio se construyó en 1915, hoy tiene 103 años de funcionar como centro de encuentros en Orotina, tiempo en el que, además, se realizaron un par de intervenciones fallidas; y, al ser una estructura de madera, se encuentra a merced del comején y otros daños. El Arq. Mejías Cubero espera que con “la intervención se le dé un respiro, un impulso, para que viva otros 103 años más ya con nuevas condiciones”.

Actualmente, el edificio está en uso, pero no cuenta con las condiciones arquitectónicas, espaciales ni urbanas adecuadas, por lo que la renovación busca tanto mejorar el estado como también impulsar una inversión en medicina social preventiva, o sea, crear espacios en los que las y los miembros de nuestra sociedad puedan interactuar libremente.

Además, con el cambio coyuntural que traerá la construcción del Aeropuerto Internacional Metropolitano en Orotina, la Municipalidad -con asesoría del Arq. Mejías Cubero- está trabajando en restaurar sus “joyas de la ciudad” y prepararse para el futuro como un punto de desarrollo económico.

Así luce el Mercado Municipal de Orotina actualmente y cómo se espera que luzca luego de la intervención propuesta por el Arq. Mejías Cubero. – foto cortesía Rodolfo Mejías Cubero.

Por otro lado, se debe resaltar este proyecto como un ejemplo sobre la importancia de preservar el patrimonio cultural del país, ya que es parte fundamental de la formación de la identidad, “el peso de los bienes patrimoniales son fundamentales, porque sino ¿cómo me defino yo como individuo si no tengo un respaldo histórico que defina mi identidad?”, cuestiona el Arq. Rodolfo Mejías.

Por esto es que el subdirector de la Escuela de Arquitectura y actual estudiante del doctorado en Sociedad y Cultura promueve la importancia de valorar el patrimonio cultural y no verlo solo como una casa vieja a punto de caerse, sino con un valor cultural e histórico.

El certamen «Salvemos Nuestro Patrimonio 2018» busca justamente velar por la conservación del patrimonio cultural y es de los pocos concursos que se generan dentro del país que ayudan con un presupuesto generoso para la restauración de edificios patrimoniales que están en peligro de perderse, según comentó el Arq. Mejías Cubero.

 

Francesca Brunner Alfani

Asistente Oficina de Divulgación e Información

 

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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