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Etiqueta: pueblos originarios

Somos hijos de la tierra

Un canto a la vida y al origen desde la voz del mayor Chakry, sabio Emberá Chamí

“Soy hijo de la Tierra, soy hijo de la Madre Tierra”, dice con profunda serenidad el mayor Chakry, autoridad espiritual de la tribu Emberá Chamí, uno de los pueblos originarios que habita en las montañas y selvas de los departamentos de Risaralda, Caldas, Antioquia, Valle del Cauca y Quindío, en Colombia. Su nombre, Emberá Chamí, significa “gente de la montaña” o “hombre de la montaña”, y refleja una cosmovisión que reconoce el vínculo sagrado entre los seres humanos y el territorio que los sostiene.

En su mensaje, compartido a través de un video del canal Soy Tribu y facilitado a SURCOS por Alberto Salom Echeverría, de la Asociación Madre Tierra, Chakry ofrece una reflexión que trasciende fronteras. En ella, convoca a recordar que “no somos dueños del petróleo, ni del oro, ni de nada; el sagrado oficio que el Padre nos dejó fue ser guardianes de la Tierra”.
El viento, explica, es el aliento; el fuego, el espíritu; la tierra, el cuerpo; y el agua, la sangre. Con estas palabras, el sabio reafirma la idea de que el ser humano forma parte de un todo vivo y espiritual que debe ser respetado, protegido y honrado.

Chakry llama a una toma de conciencia colectiva frente al deterioro ambiental que, dice, la Madre Tierra ya resiente. “La Madre Tierra está cansada de nosotros, sus hijos”, advierte, mientras señala que los temblores, maremotos y desbordamientos son mensajes que ella envía para que la humanidad despierte. Su llamado es urgente: sembrar árboles, cuidar el pensamiento, las palabras y las acciones, y transmitir a las nuevas generaciones que sin ella “no somos nada”.

El mayor resalta que cuidar la Tierra no solo significa proteger los ecosistemas, sino también recuperar la armonía interior. “Si cuidamos nuestro pensamiento, ese pensamiento se convierte en palabras; si cuidamos las palabras, ellas se convierten en acciones. Y nuestras acciones son las que demuestran quiénes somos y hacia dónde vamos”.
Según Chakry, la crisis planetaria no se debe solo al daño ecológico, sino también al desequilibrio espiritual y moral del ser humano. “Manejamos todos los poderes, pero nos falta el poder de amar, el poder del perdón y del respeto. Si cuidamos estos tres preceptos habrá equilibrio en toda la Tierra”, afirma.

Desde su sabiduría ancestral, el mayor Emberá Chamí denuncia el daño que provocan las industrias extractivas que “sustraen la sangre vital de la Madre Tierra” al extraer petróleo, metano y minerales. “Nos hemos vuelto víctimas de nuestro propio invento. Somos consumistas y hasta qué punto el consumismo es bueno o es malo”, se pregunta, recordando que los pueblos originarios no luchan por dominar la naturaleza, sino por preservarla y embellecerla.

Su mensaje también cuestiona el papel de la tecnología moderna que, según advierte, ha alejado a las personas de su esencia y de la sabiduría espiritual. “El enemigo más fuerte es internet, ya nos estamos volviendo autómatas; nuestro pensamiento se está volviendo inerte”, expresa, señalando la necesidad de mirar más allá de la forma y reencontrarse con la esencia que da sentido a la vida.
En contraste, reivindica las medicinas tradicionales como el yagé y las plantas sagradas, instrumentos de conocimiento y equilibrio que, dice, permiten “ver lo que puede suceder y estudiarnos a nosotros mismos”.

El canto del mayor Chakry no es solo un mensaje para su comunidad, sino una invitación universal a retomar la humildad frente a la naturaleza. “De nada sirve tener tanto dinero si tenemos el corazón vacío. De nada sirve derrumbar una montaña; ella también tiene vida y siente”, afirma. En su visión, la educación ambiental comienza en el hogar, en los gestos cotidianos de respeto, cuidado y gratitud hacia la Tierra.

Al cierre de su mensaje, el sabio Emberá Chamí recuerda que “la vida es una oportunidad, pero hay que vivirla con conciencia”, y que el cambio no debe exigirse a otros, sino comenzar en cada persona. “No busquemos culpables, toquémonos el corazón y digamos: soy hijo de la Madre Tierra”.
Su voz, serena y firme, deja resonar una enseñanza ancestral: la humanidad debe volver a mirar a la Tierra como a una madre viva, no como a un recurso que se agota.

Escuche el mensaje completo del mayor Chakry en Facebook: https://m.facebook.com/watch/?v=2785008885102414&vanity=soytribu

Compartido con SURCOS por Alberto Salom Echeverría, de la Asociación Madre Tierra.

España y el saqueo de América. La sangre del oro y la miseria del Imperio. Parte 2/2

Mauricio Herrera Kahn / pressenza

(Imagen de Dioscoro Puebla via WikiCommons)

“Vinieron buscando El Dorado y dejaron desiertos donde había pueblos enteros.” Fray Bartolomé de las Casas

España llegó al Nuevo Mundo no guiada por la ciencia ni por la fe, sino por la desesperación. Europa se moría de hambre, la monarquía estaba endeudada y el oro era la única salida.

Entre 1500 y 1820, los galeones transportaron 180 000 toneladas de plata y 3 500 toneladas de oro, equivalentes a más de 2 billones de dólares actuales, desde los Andes y Mesoamérica hasta Sevilla y Amberes.

El llamado “descubrimiento” fue, en realidad, un asalto sistemático contra civilizaciones que sabían contar el tiempo por las estrellas, construir ciudades flotantes y honrar la tierra como madre. No trajeron el progreso. Trajeron el látigo, la cruz y el hambre. La evangelización fue el disfraz de la codicia. “La cruz fue la coartada, el oro la razón, la esclavitud el método.”

En la Parte 1/2 analizamos los siguientes bloques

  • Colón y el inicio del saqueo
  • México, el corazón perforado
  • Colombia, la ruta del oro y las perlas
  • Venezuela, la fiebre de las perlas y el cacao
  • Ecuador, la cruz y la espada
  • Perú, el oro de los dioses y la sed del imperio
  • Bolivia, el cerro que lloró sangre
  • Chile, la frontera del silencio

Seguimos con la Parte 2

Argentina, la conquista del sur

En el extremo austral del continente la conquista se vistió de república, pero mantuvo el alma del imperio. Argentina llevó a cabo uno de los procesos más sistemáticos de exterminio indígena del siglo XIX. La llamada Campaña del Desierto, entre 1878 y 1885, no fue una campaña militar, fue una operación de limpieza étnica planificada por el Estado. Su objetivo declarado era “llevar el progreso” a la Patagonia. En la práctica significó la aniquilación de los pueblos pampas, tehuelches y mapuches, que habitaban esas tierras desde hacía miles de años.

Antes de la llegada masiva de colonos y del avance militar, la población indígena del territorio argentino superaba los 300 000 habitantes, distribuidos desde el norte chaqueño hasta Tierra del Fuego. En menos de medio siglo, esa cifra cayó por debajo de los 30 000 sobrevivientes. Nueve de cada diez desaparecieron bajo el fuego, el hambre y la esclavitud. El genocidio fue tan silencioso que ni siquiera figura en los censos nacionales hasta bien entrado el siglo XX.

Los registros oficiales y las crónicas de época hablan de más de 20 000 indígenas asesinados, 15 000 esclavizados y otros 10 000 deportados hacia Buenos Aires y el norte del país. En total, más de 45 000 personas fueron borradas de su territorio y de la historia. Las mujeres y los niños fueron repartidos como sirvientes entre las familias de las élites, y los hombres sobrevivientes enviados como mano de obra a los ingenios azucareros o al ejército. La Sociedad Rural Argentina celebró la expansión de la frontera como “la victoria de la civilización sobre la barbarie”. El progreso llegó con fusiles Remington y cruces bendecidas.

Detrás de esa masacre vino el reparto de tierras. Más de 40 millones de hectáreas —un área mayor que Italia— fueron entregadas a menos de 2 000 terratenientes. Familias como los Martínez de Hoz, Anchorena o Menéndez construyeron fortunas sobre el despojo. Las pampas se llenaron de vacas y alambrados, y los pueblos originarios desaparecieron de los censos, convertidos en peones invisibles de una nación que se fundó sobre su tumba.

El saqueo no fue solo humano, también material. Argentina exportó entre 1880 y 1914 más de 800 millones de dólares en carne y cuero y más de 500 millones en cereales, equivalentes hoy a más de 40 000 millones USD actuales. Esa riqueza sostuvo el crecimiento de Europa mientras el sur quedaba vacío de pueblos y lleno de estancias. Las campañas al desierto abrieron el camino al capitalismo agrario y sellaron la pérdida del equilibrio ancestral entre el hombre y la tierra.

En las escuelas se enseñó que aquello fue una gesta heroica. En realidad, fue un genocidio con uniforme. Los que resistieron en silencio, los últimos mapuches y tehuelches del sur, mantuvieron encendida la memoria. Y esa memoria sigue ardiendo.

“Bajo la bandera de una república nacida del exterminio, el desierto nunca fue desierto, fue cementerio.”

Paraguay, la resistencia guaraní

Paraguay fue la utopía que Europa no toleró. Las reducciones jesuíticas, levantadas entre los siglos XVII y XVIII, albergaron más de 300 000 guaraníes que trabajaban sin esclavitud, compartían la tierra y producían música, ciencia y alimentos en equilibrio con la naturaleza. En ese territorio se construyeron más de 30 pueblos autónomos, con hospitales, talleres, imprentas y orquestas, un nivel de desarrollo que ninguna colonia española o portuguesa conocía.

Cuando la monarquía entendió que allí había un ejemplo de autogobierno indígena y solidario, envió su castigo. Entre 1750 y 1768 las tropas ibéricas arrasaron las reducciones, quemaron templos y esclavizaron a decenas de miles. El robo de tierras superó los 8 millones de hectáreas, y los bienes confiscados (oro, ganado, madera y yerba mate) equivaldrían hoy a más de 200 000 millones de dólares. Fue el inicio del exterminio sistemático de un modelo de sociedad justa.

La tragedia se repitió en el siglo XIX. Paraguay, ya independiente, se negó a endeudarse con bancos europeos y mantuvo una economía autárquica, libre de dominio extranjero. Esa independencia fue su condena. En la Guerra de la Triple Alianza (1864–1870), alentada por Gran Bretaña e instrumentada por Brasil, Argentina y Uruguay, el país perdió el 80 % de su población masculina.

De 1,3 millones de habitantes quedaron apenas 220 000, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. El saqueo posterior destruyó lo poco que quedaba: los vencedores se repartieron 160 000 km² de territorio, equivalente a una pérdida económica superior a 500 000 millones de dólares actuales.

Las minas de hierro, los bosques del Chaco, los cultivos y el ganado fueron vendidos a compañías extranjeras a precios de liquidación. Los archivos históricos calculan que entre 1870 y 1900 las exportaciones impuestas por los ocupantes sumaron más de 300 millones de dólares de la época, equivalente a 15 000 millones actuales, en maderas, cueros y minerales. El Paraguay quedó convertido en ruina, pero no en silencio. Las mujeres reconstruyeron el país con manos vacías. Los guaraníes resistieron la extinción cultural, preservando su lengua y su memoria.

“Lo que España, Portugal y sus herederos no entendieron fue que la verdadera riqueza no era el oro ni la tierra, sino la dignidad de un pueblo que nunca aceptó ser esclavo.”

Brasil, el látigo portugués

Brasil fue la mina y la plantación más cruel del imperio portugués.

Cuando Pedro Álvares Cabral desembarcó en 1500, más de 5 millones de indígenas habitaban el territorio, organizados en más de 1.400 pueblos y etnias que vivían del bosque, de los ríos y de la pesca. Su cosmovisión no conocía la propiedad privada ni la codicia. En menos de un siglo, esa población fue reducida a menos de 1 millón de sobrevivientes, víctimas de la esclavitud, las epidemias y la caza humana.

Américo Vespucio, el navegante florentino que acompañó las primeras expediciones portuguesas, marcó los mapas con su nombre y borró los de los pueblos que encontró. Brasil nunca lo perdonó: su nombre quedó como sinónimo de impostura y despojo.

Durante más de tres siglos (1500–1822), Portugal saqueó el país con precisión matemática.

El valor total de los recursos extraídos supera los 3,2 billones de dólares actuales (estimaciones comparadas con el PIB y la cotización del oro histórico).

  • 1,1 billones USD provienen del oro de Minas Gerais, Goiás y Bahía, donde se extrajeron más de 1.100 toneladas entre 1690 y 1820.
  • 1 billón USD corresponde al comercio de azúcar, tabaco, maderas y algodón, productos que transformaron a Lisboa en el puerto más rico del Atlántico.
  • Y más de 1 billón USD fue generado por trabajo esclavo no remunerado, con 5 a 5,5 millones de africanos capturados, de los cuales más de un millón murió en la travesía.

El puerto de Salvador de Bahía fue el epicentro del tráfico humano, y el de Río de Janeiro, la puerta del oro. Solo entre 1700 y 1800 se exportaron 3.000 toneladas de oro y 12 millones de toneladas de azúcar, equivalentes a unos 2,5 billones USD de riqueza robada. Las selvas atlánticas pagaron el precio: más de 80 millones de hectáreas deforestadas para los cañaverales y minas, y 6 millones de indígenas exterminados entre 1500 y 1800.

Brasil fue un laboratorio de la esclavitud industrial.

Los barcos portugueses llevaban cuerpos, no mercancías. Los capataces medían el valor de un hombre por la fuerza de sus músculos y el color de su piel. En las minas de Ouro Preto y Sabará, los esclavos morían antes de los 30 años. La tierra se volvió un cementerio sin cruces.

Y sin embargo, en medio del horror, surgió la resistencia. En Palmares, Zumbi y su pueblo fundaron el mayor quilombo de América, una república libre que sobrevivió un siglo al látigo portugués. Allí, el tambor sustituyó la cadena y la dignidad volvió a pronunciar su nombre.

“Brasil fue el espejo donde se vio el verdadero rostro del colonialismo: oro, azúcar, sangre y silencio. Nada más, y nada menos”

El saqueo continental

Durante más de tres siglos, América fue desangrada para financiar el ascenso de Europa.

De Alaska a Tierra del Fuego, de Veracruz a Potosí, de Cartagena a Bahía, el continente entregó su oro, su plata, su gente y su alma. Ningún imperio, antes ni después, extrajo tanto de un territorio conquistado.

Cifras duras del despojo (1492–1824)

Recurso o concepto · Volumen estimado · Valor actual aproximado (USD 2025) Principales potencias beneficiadas

Oro

  • 180 000 toneladas
  • 11 billones USD
  • España, Portugal

Plata

  • 150 000 toneladas
  • 5,8 billones USD
  • España

Azúcar y tabaco

  • 200 millones toneladas
  • 2,3 billones USD
  • Portugal, España, Holanda

Cacao, algodón, añil y maderas

  • 1,2 billones USD
  • España, Portugal, Inglaterra

Trabajo esclavo africano (≈15 millones de personas)

  • 14 billones USD (valor de producción no pagado)
  • Portugal, España, Inglaterra

Tierras usurpadas a pueblos originarios

  • 80 millones km²
  • Incalculable
  • Todos los imperios europeos

Pérdida demográfica indígena

  • De 70 millones a 4 millones en 200 años
  • Genocidio reconocido

El total estimado del saqueo supera los 34 billones de dólares en valores presentes.

Esa riqueza alimentó el nacimiento del capitalismo europeo, la revolución industrial británica, la expansión naval de Portugal y la banca española que aún sostiene fortunas coloniales. Cuerpos y riquezas viajaban en la misma dirección:

América sangraba hacia Europa, África lloraba esclavos, Europa contaba monedas.

  • En México, los templos fueron fundidos para llenar galeones.
  • En Perú y Bolivia, los hombres murieron bajo montañas que no eran suyas.
  • En el Caribe, las islas quedaron vacías de taínos y llenas de africanos encadenados.
  • En Brasil, la selva se convirtió en plantación y el cuerpo humano en moneda.
  • En Chile y Argentina, los pueblos mapuches y pampas fueron cazados en nombre del progreso.

El saldo humano:

  • Más de 60 millones de muertos, entre indígenas exterminados, esclavos africanos y mestizos desplazados.
  • Más de 400 lenguas desaparecidas.
  • Más de 5.000 años de culturas arrasadas.

El saldo económico:

  • Un continente empobrecido que nunca recibió reparación, y una Europa que construyó su modernidad sobre un crimen impune.
  • El “descubrimiento” fue un eufemismo para el robo, y la “evangelización” una máscara para la esclavitud.

Eduardo Galeano lo escribió sin temblar la pluma:

“Las venas de América Latina siguen abiertas, porque nunca se cerraron. Solo cambiaron de manos los bisturíes.”

América no fue descubierta. Fue desposeída.

  • Los imperios europeos construyeron su riqueza sobre los huesos del continente y la memoria de los pueblos originarios.
  • Y mientras en Europa se levantaban catedrales, aquí se cavaban fosas.

El saqueo no terminó en 1824.

  • Hoy continúa en las minas, en los contratos, en los tratados comerciales y en las multinacionales que siguen cobrando en oro lo que compran en silencio.

“Nada quedó fuera del botín: ni los cuerpos, ni los dioses, ni la tierra.”

El balance del saqueo

América entera fue convertida en una inmensa mina abierta, una plantación infinita, un taller sin salario. En tres siglos de dominio ibérico se exportaron hacia Europa más de 330.000 toneladas de oro y plata, equivalentes hoy a más de 16 billones de dólares. Con ese metal se financiaron las coronas de España y Portugal, las guerras de Europa y el nacimiento del capitalismo moderno.

El costo humano fue igual de descomunal. De los 70 millones de habitantes que poblaban el continente antes de la llegada de Colón, más de 60 millones fueron exterminados por las armas, las epidemias, el hambre o el trabajo forzado. Cada tonelada de oro enviada a Sevilla costó miles de vidas indígenas. Cada cargamento de azúcar o tabaco representó pueblos enteros desaparecidos.

Los virreinatos no fueron administraciones: fueron empresas extractivas al servicio del saqueo. En México, Perú y Bolivia se abrieron las entrañas de la tierra. En el Caribe y Brasil se arrancaron cuerpos de África para sembrar con látigos.

En Chile y Argentina se expropiaron tierras a fuego. En toda América se impuso una misma ecuación: riqueza europea, pobreza americana.

Mientras Europa construía catedrales con el oro robado, América levantaba tumbas. España y Portugal alimentaron el lujo de sus cortes y el poder de sus bancos, pero dejaron tras de sí un continente mutilado, desangrado, endeudado desde su origen.

Los archivos del saqueo no son leyendas: están en los galeones hundidos, en las cuentas de los Fugger alemanes, en las fortunas de Sevilla y Lisboa que aún brillan con oro americano.

Europa se civilizó con sangre ajena.

Y cuando el oro se agotó, empezó la nueva rapiña: las repúblicas endeudadas, las compañías extranjeras, las concesiones mineras. Nada cambió, solo cambió el nombre del dueño.

“Los conquistadores se fueron, pero los banqueros se quedaron.”  Galeano

Reflexión sobre lo ocurrido

América no fue descubierta, fue interrumpida.

Antes de 1492 existían civilizaciones que conocían el cielo, los ciclos del agua, la arquitectura sin hierro y la medicina sin bisturí. Los pueblos originarios del continente no necesitaban redentores ni maestros, porque habían construido un equilibrio entre naturaleza y espíritu que Europa no entendía.

El “descubrimiento” fue en realidad una amputación: la ruptura de una historia que avanzaba por su propio cauce. La espiritualidad indígena fue reemplazada por la codicia cristiana. En nombre de Dios se destruyeron templos que no hacían daño a nadie, se impusieron dogmas sobre pueblos que nunca habían necesitado infiernos ni paraísos para entender la vida. Las almas se contaban como botines y la conversión se pagaba con sangre.

El oro se convirtió en sacramento, la tierra en mercancía, el hombre en instrumento. El Evangelio se usó como espada, y la cruz fue el primer estandarte del extractivismo.

Las cifras son tan elocuentes como los silencios.

Entre 1492 y 1824 se calcula que más de 80 millones de personas fueron asesinadas, esclavizadas o murieron a consecuencia directa del sistema colonial.

La Iglesia recibió entre el 10% y el 20% de las riquezas extraídas en América (lo que hoy equivaldría a más de 3 billones de dólares) a cambio de bendecir el genocidio y coronar la impunidad.

  • El cielo se llenó de santos, y la tierra de tumbas.
  • El saqueo no terminó: cambió de nombre y de bandera.
  • Hoy se llama minería a cielo abierto, deuda externa, tratados de libre comercio, inversiones extranjeras directas.
  • Los galeones se transformaron en multinacionales, los encomenderos en corporaciones, las mitas en contratos laborales.
  • América sigue exportando lo mismo: oro, litio, cobre, soja, energía y silencio.
  • Europa se enriqueció con la sangre del sur y ahora la llama “ayuda al desarrollo”.
  • Estados Unidos repite el patrón y lo llama “cooperación estratégica”.
  • Nada es nuevo, solo cambian los uniformes.

“No fueron los dioses los que nos abandonaron, fuimos nosotros los que les entregamos la tierra.”  Subcomandante Marcos

“América no fue un milagro que se perdió, fue una herida que aún respira.”

El mayor exterminio de la historia

Ninguna guerra moderna igualó la devastación del siglo XVI y sus siglos siguientes. La cuenta de los muertos no es una metáfora, es un padrón de ausentes país por país.

México

Población estimada antes de 1521: veinticinco millones. Un siglo después, menos de dos millones. Más de veintitrés millones de vidas perdidas por guerras, epidemias, trabajos forzados y hambre.

Colombia

Población indígena estimada al contacto, entre tres y cinco millones en el territorio histórico muisca, quimbaya y caribe. Hacia 1700, menos de ochocientos mil. Entre dos y cuatro millones de muertos y desaparecidos. Más de un millón doscientos mil africanos subastados en Cartagena, vidas rotas que también cuentan en la pérdida humana.

Venezuela

Pueblos arawak y caribe en el oriente y centro norte con unos quinientos mil habitantes a inicios del siglo XVI. Tras el siglo de las perlas y las plantaciones, menos de cien mil sobrevivientes en la franja costera. Cuatrocientos mil exterminados o desplazados. Medio millón de esclavos africanos forzados al cacao, otra herida en la misma cuenta.

Ecuador

Cañaris, quitos y paltas sumaban cerca de un millón y medio antes de la conquista. Hacia 1700 quedaban menos de quinientas mil personas indígenas. Un millón desaparecido por epidemias, minas y mita. Trescientas mil muertes atribuidas a circuitos mineros y traslados forzados según registros coloniales.

Perú

Tahuantinsuyo con más de diez millones de habitantes antes de 1532. Un siglo después, poco más de un millón. Nueve de cada diez personas ausentes. Millones muertos en el corredor Cajamarca- Cusco- Potosí y Huancavélica.

Bolivia Alto Perú

Población originaria en el área andina y altiplánica: entre ocho y diez millones según estimaciones históricas previas. Un siglo y medio después, menos de un millón. Más de nueve millones perdidos por mita, minas y epidemias. Ocho millones de muertos asociados a la plata de Potosí según crónicas y padrones de repartimiento.

Chile

Población mapuche, diaguita, aymara y selk’nam: cercana a un millón antes de la ocupación hispana. Entre siglo XIX y primeras décadas del XX las campañas y epidemias dejan menos de doscientos cincuenta mil indígenas registrados. Más de setecientas cincuenta mil vidas perdidas o borradas del censo. En la llamada pacificación del sur, más de cien mil muertos y ochenta mil desplazados.

Argentina

Población indígena superior a trescientos veinte mil antes del avance militar decimonónico. A fines del XIX, menos de veinticinco mil reconocidos. Más del noventa por ciento exterminado o asimilado por la fuerza. Cuarenta y cinco mil víctimas directas entre asesinados esclavizados y deportados en la Campaña del Desierto. Cuarenta millones de hectáreas arrebatadas, que expulsaron a comunidades enteras.

Paraguay

En el ciclo jesuítico más de trescientos mil guaraníes organizados en reducciones. Tras la expulsión de los jesuitas y el reparto de tierras quedan comunidades fragmentadas. En la Guerra de la Triple Alianza, población total de un millón trescientos mil. Al terminar sobreviven doscientos veinte mil, en su mayoría mujeres y niños. Más de un millón de muertos y desaparecidos. Pérdida territorial y económica que condenó a generaciones.

Brasil

Población indígena superior a cinco millones en 1500. Un siglo después, menos de un millón. Seis millones de indígenas muertos por caza humana, epidemias y servidumbre. Entre cinco y cinco millones y medio de africanos esclavizados trasladados a ingenios y minas. Más de un millón fallecido en la travesía atlántica antes de tocar tierra.

Este es el inventario del vacío. Detrás de cada cifra hubo un nombre, una lengua, una ceremonia. un río sagrado. El crimen se llamó conquista, evangelización y progreso. La herida sigue abierta.

  • Los pueblos no murieron.
  • Resisten en sus lenguas, en su música, en su memoria.
  • Hablan con los mismos sonidos con que saludaban al sol antes de la llegada de las carabelas.
  • Sus cantos suben desde el altiplano, cruzan la selva y bajan por el Amazonas como si el tiempo nunca hubiera pasado.
  • El conquistador creyó haberlos enterrado, pero solo los cubrió de silencio.
  • Cada idioma indígena que sobrevive es una victoria sobre el olvido.
  • Cada niño que aprende una palabra en quechua, mapudungun o guaraní es una derrota de quinientos años de sometimiento.
  • La historia no puede reescribirse, pero sí contarse con dignidad.
  • América no pide perdón, exige respeto.
  • El saqueo se escribió con sangre, la memoria se escribe con verdad.
  • El futuro pertenece a los pueblos que recuerdan.

Y en ese recuerdo está la fuerza de una tierra que sigue girando, herida pero viva, bajo el mismo sol que vio nacer a sus primeros hombres.

Lo que fue saqueado con sangre debe ser devuelto con verdad.”

Bibliografía

  • Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552)
  • Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno (1615)
  • Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI, 1971)
  • ONU, Informe sobre genocidios históricos y derechos de los pueblos indígenas (2019)
  • CEPAL, Estimaciones económicas históricas del saqueo colonial (2024)
  • FAO y UNESCO, Lenguas y culturas originarias en riesgo de extinción (2023)
  • Levi, Primo, Si esto es un hombre (Einaudi, 1947)

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2025/10/espana-y-el-saqueo-de-america-la-sangre-del-oro-y-la-miseria-del-imperio-parte-2-2/

Imagen: (Imagen de Dioscoro Puebla via WikiCommons)

España y el saqueo de América. La sangre del oro y la miseria del Imperio. Parte 1/2

Mauricio Herrera Kahn
pressenza

“Vinieron buscando El Dorado y dejaron desiertos donde había pueblos enteros.” Fray Bartolomé de las Casas

España llegó al Nuevo Mundo no guiada por la ciencia ni por la fe, sino por la desesperación. Europa se moría de hambre, la monarquía estaba endeudada y el oro era la única salida.

Entre 1500 y 1820, los galeones transportaron 180 000 toneladas de plata y 3 500 toneladas de oro, equivalentes a más de 2 billones de dólares actuales, desde los Andes y Mesoamérica hasta Sevilla y Amberes.

El llamado “descubrimiento” fue, en realidad, un asalto sistemático contra civilizaciones que sabían contar el tiempo por las estrellas, construir ciudades flotantes y honrar la tierra como madre. No trajeron el progreso. Trajeron el látigo, la cruz y el hambre. La evangelización fue el disfraz de la codicia.

“La cruz fue la coartada, el oro la razón, la esclavitud el método.”

Colón y el inicio del saqueo

Todo comenzó con una mentira. La historia repitió durante siglos que Colón buscaba una nueva ruta hacia las Indias, cuando en realidad perseguía oro, esclavos y prestigio. En 1492, España era un reino endeudado, rural y analfabeto. La guerra contra los moros había dejado al país exhausto y la nobleza quebrada. El viaje de Colón fue financiado con préstamos de banqueros genoveses y con la promesa de botines. No fue una expedición científica ni espiritual, fue la apuesta desesperada de un imperio hambriento.

Cuando las carabelas llegaron al Caribe, comenzó la noche del continente. Las Antillas fueron el primer laboratorio del saqueo. En menos de cincuenta años, más de un millón de taínos fueron esclavizados o exterminados en las minas de oro de La Española y Cuba. La población indígena de Haití pasó de 300 000 personas a menos de 500 a mediados del siglo XVI. Las crónicas de Fray Bartolomé de las Casas describen horrores inimaginables: niños arrojados a los perros, mujeres violadas, hombres marcados con hierro ardiente como ganado. La conquista fue la industrialización del dolor.

El oro extraído en esas primeras décadas fue enorme para la época. Solo entre 1493 y 1520, las minas de La Española y Puerto Rico enviaron a Sevilla más de 30 toneladas de oro, equivalentes hoy a USD 2 000 millones. Ese flujo de riqueza salvó a una España en bancarrota y alimentó el ascenso financiero de Flandes y Génova.

Pero tras cada lingote había una tumba anónima. Cuando los taínos desaparecieron, comenzaron a llegar los barcos negreros. Más de 400 000 africanos fueron traídos al Caribe en el primer siglo del dominio español. El trabajo forzado reemplazó la vida y el océano se transformó en cementerio.

Así nació el sistema colonial: oro hacia Sevilla, cuerpos al trabajo y silencio hacia la conciencia. El intercambio desigual más brutal de la historia humana. Las islas del Caribe quedaron vacías, sus selvas taladas, sus pueblos borrados del mapa. Europa celebró el “descubrimiento”, pero lo que descubrió fue su propia codicia. Colón abrió una puerta que no llevaba a la gloria, sino al infierno. De aquel viaje surgió la maquinaria que desangraría América durante tres siglos.

“El precio de ese “nuevo mundo” fue la muerte del viejo equilibrio del planeta.”

México, el corazón perforado

México fue el punto cero del saqueo. Allí comenzó la maquinaria que cambió el destino del continente y que convirtió la riqueza en ruina, la fe en violencia y la palabra “civilización” en una máscara del exterminio. En 1521 cayó Tenochtitlán, una ciudad que deslumbraba por su orden, su higiene y su arte. Las crónicas de los propios conquistadores reconocen que ninguna urbe europea igualaba su grandeza. Los canales de agua, los mercados de flores, las calzadas flotantes y los templos relucían como un espejo de equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Hernán Cortés no conquistó una aldea salvaje, destruyó una civilización más avanzada que la suya.

De esa ciudad nació el botín que alimentaría durante tres siglos al imperio español. Zacatecas, Guanajuato y Taxco se transformaron en heridas abiertas, minas de plata que devoraron montañas y hombres. Entre 1530 y 1820 se extrajeron más de 40 000 toneladas de plata, una riqueza equivalente hoy a 500 000 millones de dólares. Cada moneda acuñada en Sevilla llevaba el polvo de los pulmones indígenas que morían en los socavones sin aire. La riqueza viajó en galeones a Flandes, Génova y Roma, mientras en los pueblos de México quedaban la peste, el hambre y la soledad.

La población originaria pasó de 25 millones a menos de 2 millones en apenas un siglo. El colapso fue demográfico, espiritual y moral. La viruela llegó como un ejército invisible, los encomenderos como verdugos legales y los frailes como testigos que callaban ante la barbarie. Bartolomé de las Casas escribió: “Lo que hicieron no tiene nombre entre los hombres.” Tenía razón. Lo que ocurrió no fue una conquista, fue una amputación colectiva de un continente que respiraba sabiduría y fue condenado al silencio.

México fue el laboratorio de la conquista, la fábrica del modelo colonial que después se replicaría en Perú, Bolivia y toda América. La cruz se levantó sobre los templos destruidos, los códices fueron quemados, las lenguas prohibidas, las mujeres violadas. De esa noche larga nació un país saqueado y fragmentado que aún busca su alma entre ruinas de oro y lágrimas de maíz. El corazón de México fue perforado por la ambición de un imperio que jamás pidió perdón.

“Y ese agujero sigue latiendo, recordando al mundo que el verdadero oro era la vida que se perdió.”

Colombia, la ruta del oro y las perlas

Colombia fue una de las arterias doradas del imperio español. En sus montañas y ríos, los pueblos muiscas y quimbayas habían convertido el oro en una ofrenda al sol, no en una mercancía. Era símbolo de equilibrio y de comunión con la naturaleza. Los conquistadores confundieron esa espiritualidad con barbarie y la destruyeron con acero. Gonzalo Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar y Nicolás de Federmán llegaron con espadas y cruces, pero detrás de las cruces viajaban los banqueros europeos. Lo que para los pueblos originarios era sagrado, para España era botín.

Entre 1537 y 1820, las minas y ríos de Antioquia, Popayán, Chocó y Mariquita enviaron a Sevilla más de 2 millones de onzas de oro y 1 200 toneladas de plata, que equivalen hoy a más de 160 000 millones de dólares. En la ruta del Caribe, los galeones zarpaban desde Cartagena repletos de lingotes, vasijas fundidas y joyas arrancadas de templos sagrados. Ninguna de esas riquezas quedó en América. Todo fue consumido por los gastos bélicos del imperio español y por los banqueros de Flandes y Génova que financiaban sus guerras. Cada lingote representaba la vida de un hombre, la ruina de una aldea, la desaparición de una lengua.

Cartagena se convirtió en el mayor mercado de esclavos del Caribe. Más de 1,2 millones de africanos fueron subastados en sus plazas durante tres siglos. Cada cuerpo vendido generó ingresos equivalentes a 8 000 dólares actuales, lo que eleva el valor total de la trata en territorio colombiano a más de 9 000 millones de dólares. Era la economía de la crueldad, el comercio de la deshumanización.

Las perlas del Caribe también escribieron su capítulo de horror. En las costas de Santa Margarita y Cabo de la Vela, más de 200 000 perlas fueron extraídas entre los siglos XVI y XVII, valoradas hoy en más de 500 millones de dólares. Cada perla costó tres vidas humanas. Los buzos indígenas morían sin aire en el fondo del mar, sin nombre ni tumba.

Colombia fue saqueada por tierra y por mar. El oro y la plata viajaron a Europa, las cadenas y los cadáveres quedaron en América. En las catedrales de Sevilla y Toledo aún brilla el oro que nació en los ríos del Cauca y murió en el pecho de sus pueblos.

“El imperio español se levantó sobre esas minas, y esas minas aún gritan bajo tierra.”

Venezuela, la fiebre de las perlas y el cacao

Venezuela fue uno de los primeros territorios donde el mar se convirtió en mina. En las islas de Cubagua, Margarita y Cumaná nació el saqueo colonial del Caribe. Allí los pueblos arawak y caribe, que vivían del trueque y del agua, fueron reducidos a esclavos. Se los obligó a bucear sin descanso para arrancar perlas del fondo marino. El brillo del tesoro ocultaba la asfixia. Las crónicas del siglo XVI relatan que los indígenas bajaban con piedras atadas al cuerpo, sin cuerda ni aire, hasta que la sangre les salía por la nariz. Cada perla era una muerte.

Entre 1520 y 1620, las costas venezolanas produjeron más de 300 000 perlas naturales, enviadas a Sevilla, Lisboa y Amberes, valoradas hoy en más de 100 millones de dólares. Ese tesoro marino decoró los cuellos de las reinas europeas y las coronas de los príncipes, pero no dejó nada en el Caribe salvo huesos y silencio. Las comunidades originarias de Cubagua fueron exterminadas en menos de treinta años. La isla, antes llamada “la joya del mar”, quedó desierta y olvidada.

Cuando el mar se agotó, comenzó el saqueo de la tierra. En el siglo XVIII, Venezuela se convirtió en el mayor exportador de cacao del planeta. Más de 250 000 toneladas fueron enviadas a Europa, equivalentes a 5 000 millones de dólares actuales. Aquellas plantaciones, levantadas en las riberas del Orinoco y en las tierras de Barlovento, se sostuvieron sobre el trabajo forzado de medio millón de esclavos africanos.

Cada fruto dulce escondía el amargo sabor del látigo. El cacao reemplazó al oro y la esclavitud reemplazó a la dignidad.

El oro de los ríos de Guayana y del Caroní también fue arrancado con violencia. En tres siglos salieron de territorio venezolano más de 500 toneladas de oro, equivalentes a 32 000 millones de dólares actuales. Ni una sola onza quedó en el país. Todo fue fundido en Sevilla, enviado a los banqueros de Flandes o invertido en guerras europeas que nunca conocieron el rostro del indio ni del esclavo.

Venezuela fue un laboratorio de la rapiña imperial. El mar, la tierra y el río se convirtieron en mercancías. Las perlas se agotaron, el oro se perdió, el cacao cambió de dueño. Pero la memoria quedó. El Caribe aún guarda el eco de los buzos que no regresaron, los campos de cacao aún huelen a sudor y a cadenas.

“Esa riqueza manchada de sangre fue el primer pilar del lujo europeo.”

Ecuador, la cruz y la espada

Ecuador fue una tierra de oro y montaña, donde la codicia española hundió sus raíces en nombre de la fe. Las vetas de Zaruma, Loja y Nambija brillaban mucho antes de que llegaran los conquistadores. Los pueblos cañaris y paltas trabajaban el metal como arte ritual, no como mercancía. Cuando Sebastián de Benalcázar cruzó los Andes en busca del “país de la canela”, trajo consigo soldados, perros, pestes y una cruz que se clavó como espada. La corona llamó evangelización a lo que fue sometimiento y llamó civilización al despojo.

Entre 1535 y 1820, las minas de Zaruma, Portovelo y Loja enviaron a Sevilla más de 250 toneladas de oro y 900 toneladas de plata, equivalentes a más de 65 000 millones de dólares actuales. Esa riqueza monumental nunca regresó a la tierra que la produjo. Las ciudades coloniales crecieron sobre las espaldas de los indígenas forzados a trabajar bajo el sistema de mita. En los socavones de Zaruma, a 3 000 metros de altura, miles de hombres murieron respirando polvo de azufre y fe. Los registros coloniales estiman más de 300 000 indígenas muertos en tres siglos de explotación. Ninguno figura en las catedrales que se construyeron con su oro.

Las misiones religiosas acompañaron cada expedición minera. Los frailes establecieron reducciones para domesticar la fe y asegurar el trabajo. En los valles de Loja se levantaron escuelas para enseñar obediencia, no conocimiento. En las iglesias se fundió el oro indígena para moldear santos europeos. En nombre de Cristo, se bendijo la esclavitud. En nombre del cielo, se robaron los ríos.

El siglo XVIII trajo la rebelión de los pueblos del norte y del sur, pero el precio fue brutal. Cientos fueron ejecutados en Riobamba y Quito. El virreinato respondió con pólvora y penitencia. Galeano escribiría siglos después: “El oro brilla, pero no alumbra.” Tenía razón. El oro de Ecuador iluminó palacios lejanos mientras oscurecía las montañas que lo parieron. Hoy las galerías de Zaruma siguen abiertas, perforadas por nuevas manos que repiten el ciclo. Las empresas modernas llevan otro nombre, pero la herida es la misma.

La cruz y la espada siguen colgando sobre el país, recordando que la evangelización fue la máscara más elegante del saqueo.”

Perú, el oro de los dioses y la sed del imperio

En Perú la conquista alcanzó su forma más brutal. Los españoles no sólo robaron un imperio, destruyeron una civilización que había domesticado la montaña y convertido la altura en templo. El Tahuantinsuyo, con más de 10 millones de habitantes, era la arquitectura viva de la sabiduría andina. Cuando llegaron los conquistadores, esa población fue reducida en menos de un siglo a poco más de un millón de sobrevivientes. Nueve de cada diez personas fueron exterminadas por la guerra, las epidemias, la esclavitud y el hambre. Ninguna peste natural puede compararse con la devastación que trajo la codicia.

El imperio inca había logrado unir desde Quito hasta el río Maule un territorio de más de 4 000 kilómetros, conectado por 40 000 kilómetros de caminos. Era una civilización sin hambre, sin mendigos y sin monedas. Allí la tierra era madre y el trabajo era sagrado. Todo cambió en 1532, cuando Francisco Pizarro capturó a Atahualpa, el último gran soberano inca, en Cajamarca.

Atahualpa ofreció su libertad a cambio de llenar una habitación de oro hasta donde alcanzara la mano de un hombre. Cumplió su palabra. En pocos meses se reunieron más de 7 toneladas de oro y 13 toneladas de plata, equivalentes hoy a 1 200 millones de dólares. Fue un rescate único en la historia, pero no hubo trato. Atahualpa fue ejecutado por garrote, y con él murió el equilibrio del mundo andino. La codicia se impuso sobre la palabra. Desde ese día, el oro de los dioses se transformó en moneda del crimen.

Potosí, fundado en 1545, fue el emblema de la fiebre minera colonial. En sus entrañas se extrajeron 60 000 toneladas de plata pura, una riqueza que hoy equivaldría a más de 750 000 millones de dólares. Esa montaña, llamada por los cronistas “el cerro que alimenta a los reyes”, devoró más de 8 000 vidas cada año.

Los indígenas eran reclutados por la mita, un sistema de trabajo forzado que los arrancaba de sus familias y los condenaba a la oscuridad. La esperanza de vida dentro de las minas era de apenas 25 años. Ni siquiera el infierno cristiano imaginó algo tan eficaz.

El mundo moderno nació con ese saqueo. Europa acumuló capital, América acumuló muerte. Las catedrales españolas aún brillan con el sudor andino. Bajo cada altar de oro reposa el cuerpo anónimo de un minero que nunca conoció el mar.

Esa fue la verdadera misa del imperio: el sacrificio del hombre en nombre del metal.”

Bolivia, el cerro que lloró sangre

En Bolivia la tierra se convirtió en tormento. El Cerro Rico de Potosí, descubierto en 1545, fue el corazón ardiente del saqueo español. Los cronistas decían que con la plata extraída de esa montaña se habría podido construir un puente desde América hasta Madrid. No era una metáfora, era una condena. En casi tres siglos se extrajeron más de 60 000 toneladas de plata pura, cuyo valor actual supera el billón de dólares. Ningún banco moderno ha concentrado tanta riqueza en tan poco tiempo y con tanta muerte como el imperio español en los Andes.

Cada año eran enviados 45 000 indígenas desde las provincias del Alto Perú y del Cuzco a trabajar en el infierno subterráneo. Eran hombres y adolescentes reclutados por la mita, un sistema de esclavitud disfrazado de obligación. Entraban cientos a la mina cada semana y salían unos pocos vivos. Las condiciones eran inhumanas: polvo tóxico, derrumbes, trabajo de 20 horas, sin aire, sin luz, sin esperanza. Los sacerdotes bendecían la entrada del socavón, pero no el alma del minero. La montaña se tragaba generaciones enteras.

Antes de la llegada de los españoles el territorio que hoy es Bolivia tenía una población estimada de entre 8 y 10 millones de habitantes, organizados en señoríos aimaras y comunidades quechuas, con una red agrícola y cultural que se extendía desde el Titicaca hasta los valles tropicales. Un siglo después quedaban menos de un millón de sobrevivientes. Más del 90 % de la población originaria fue exterminada por guerras, epidemias, hambrunas y trabajo forzado. Esa desaparición masiva es uno de los mayores genocidios demográficos de la historia humana.

Los registros del siglo XVII hablan de más de 8 millones de muertos entre indígenas y esclavos africanos. Es una cifra que no tiene comparación en la historia minera de la humanidad. Mientras tanto, los galeones partían rumbo a Sevilla cargados con lingotes de plata que financiaron el siglo de oro español, las guerras europeas y las cortes del Vaticano. América se vaciaba para llenar cofres ajenos.

El saqueo no solo fue económico, fue espiritual. Las culturas del altiplano, que veneraban a la Pachamama, fueron obligadas a adorar una cruz bañada en el mismo metal que los asesinaba. Las montañas, antes sagradas, se transformaron en heridas abiertas. Los pueblos aimaras y quechuas aprendieron a resistir en silencio, pero nunca olvidaron.

Guamán Poma de Ayala escribió desde el dolor: “Los señores se hicieron reyes y los indios se hicieron bestias.” Esa frase resume el crimen de Potosí. Europa ascendió sobre la sangre andina. La modernidad nació entre gritos y oscuridad.

Hoy el Cerro Rico sigue allí, hueco, a punto de colapsar, como un espejo de la conciencia humana que aún no ha aprendido a devolver lo que robó.”

Chile, la frontera del silencio

Chile fue la frontera donde la conquista tropezó con su propia soberbia. Desde el río Itata hasta el Biobío, los españoles creyeron que avanzar sería sencillo, pero se encontraron con un pueblo que no conocía el miedo. Los mapuches, guerreros del sur del mundo, fueron el único pueblo originario del continente que nunca se rindió. Resistieron durante más de tres siglos. Ni las espadas, ni las pestes, ni los evangelios lograron someterlos. En cada árbol había un vigía y en cada fogón una memoria de libertad.

Los cronistas lo admitieron con rabia. En 1598, tras la derrota española en Curalaba, los colonizadores abandonaron todas las ciudades del sur. Durante casi 300 años, el territorio mapuche siguió siendo independiente. Esa autonomía fue una vergüenza para el imperio y un símbolo de dignidad para América. Ninguna corona tolera que un pueblo libre le recuerde su impotencia.

La historia oficial habló de “pacificación”, pero fue una guerra de exterminio. Entre 1860 y 1883, el ejército chileno —ya bajo bandera republicana, pero con la misma mentalidad colonial— arrasó el Wallmapu. Más de 100 000 mapuches fueron asesinados y otros 80 000 desplazados. Se robaron 9 millones de hectáreas de tierras fértiles, entregadas a colonos europeos y compañías extranjeras. Las comunidades fueron empujadas a reservas miserables que apenas ocupaban el 5 % de su territorio ancestral. El saqueo cambió de idioma, pero no de dueño.

El oro, la plata y el cobre siguieron fluyendo hacia Europa y, más tarde, hacia Estados Unidos. Desde el siglo XIX hasta hoy, Chile ha exportado más de 70 millones de toneladas de cobre, valoradas en más de 1,2 billones de dólares actuales. El salitre enriqueció a Inglaterra y Alemania, y el oro de los ríos del norte llenó las arcas de bancos extranjeros. Ningún pueblo se benefició menos de su propia riqueza.

Gabriela Mistral lo escribió con una claridad que aún duele: “Toda conquista es una herida que no cicatriza.” Esa herida sigue abierta en el sur del mundo. El Wallmapu arde en silencio, entre forestales, pobreza y dignidad. Los nietos de Lautaro y de Janequeo siguen de pie, mirando la tierra con la misma ternura y el mismo coraje.

“La frontera del silencio no fue derrota, fue advertencia: un pueblo que no se rinde nunca muere del todo.”

En la Parte 2/2 de esta columna analizaremos:

  • Argentina, la conquista del sur
  • Paraguay, la resistencia guaraní
  • Brasil, el látigo portugués

Este es el inventario del vacío.

Detrás de cada cifra hubo un nombre una lengua una ceremonia un río sagrado. El crimen se llamó conquista evangelización progreso. La herida sigue abierta.

  • Los pueblos no murieron.
  • Resisten en sus lenguas, en su música, en su memoria.
  • Hablan con los mismos sonidos con que saludaban al sol antes de la llegada de las carabelas.
  • Sus cantos suben desde el altiplano, cruzan la selva y bajan por el Amazonas como si el tiempo nunca hubiera pasado.

Y en ese recuerdo está la fuerza de una tierra que sigue girando, herida pero viva, bajo el mismo sol que vio nacer a sus primeros hombres.

“Lo que fue saqueado con sangre debe ser devuelto con verdad.”

 

Bibliografía

  • Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552)
  • Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno (1615)
  • Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina (Siglo XXI, 1971)
  • ONU, Informe sobre genocidios históricos y derechos de los pueblos indígenas (2019)
  • CEPAL, Estimaciones económicas históricas del saqueo colonial (2024)
  • FAO y UNESCO, Lenguas y culturas originarias en riesgo de extinción (2023)
  • Levi, Primo, Si esto es un hombre (Einaudi, 1947)

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2025/10/espana-y-el-saqueo-de-america-la-sangre-del-oro-y-la-miseria-del-imperio-parte-1-2/

Proyecto Tierra Encantada UNA se pronuncia ante afectación a defensor de derechos indígenas

Universidad Nacional
Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión
Programa Pueblos Indígenas
Proyecto Tierra Encantada

Comunicado público

Ante hechos acaecidos el 10 de agosto del presente año 2025, donde la Asociación de Desarrollo Integral Indígena Brörán de Térraba (ADIIT), Cantón de Buenos Aires, Provincia de Puntarenas otorga la posesión de un terreno de 10 hectáreas frente a la recuperación Brörán de San Andrés sobre la carretera Interamericana a una pareja de persona no indígenas. Terreno en posesión desde hace 13 años por el defensor de los derechos humanos y coordinador del Frente Nacional de Pueblos Indígenas Pablo Sibar Sibar. El documento, como argumenta el afectado Pablo Sibar, es irregular y carece de fundamento jurídico y se da en el contexto de serios cuestionamientos a legitimidad y representatividad a la ADIIT:

1) La ADIIT ha operado como un instrumento colonial de gobernanza que desconoce y sustituye formas ancestrales de organización y ha favorecido intereses foráneos en perjuicio de los derechos colectivos del pueblo Brörán.

2) Las ADI en general son una imposición del Estado y se les percibe como “agentes del Estado” (Anaya, James, 2011)

3) La falta de legitimidad se fundamenta en su papel histórico de favorecimiento de personas no indígenas, (Finca Volcancito 2007 y San Andrés, 2020) mediante la emisión de certificados de uso de suelo y la administración irregular de tierras dentro del territorio indígena, violando la Ley Indígena 6172.

4) La negativa sistemática de la ADI a reconocer y apoyar los procesos de recuperación de tierras, (Caso finca San Andrés y Crun Shurín) obstaculizando el acceso a servicios básicos, vivienda y derechos fundamentales de familias indígenas que luchan por restituir lo que les ha sido arrebatado.

5) El no reconocimiento de la base de datos oficial de identidad y pertenencia, (Decreto 41903-MP del 8/8/2019), promovido por el Consejo de Mayores como herramienta legítima para garantizar identidad y pertenencia y que las decisiones sobre el territorio sean tomadas exclusivamente por personas con linaje del pueblo Brörán.

6) La expresión colonial de su estilo de gobernanza, que reproduce lógicas de exclusión, verticalidad y despojo, contrarias a los principios de respeto, reciprocidad y horizontalidad. La falta de alternancia en la dirección de la junta directiva evidencia falta de democracia interna y transparencia en la gestión.

Exigimos al Estado costarricense y a sus instituciones el reconocimiento pleno de las estructuras autónomas, como el Consejo de Mayores Brörán, y el respeto a los derechos territoriales, culturales y políticos. La continuidad de la ADI en su forma actual representa una amenaza y no representa los genuinos intereses de los habitantes originarios.

Reafirmamos nuestro compromiso con la defensa de los derechos humanos, la autonomía y el sagrado derecho de los pueblos originarios a vivir su vida según su cultura, espiritualidad y tradiciones.

Que la tierra, la Madre Tierra, sea devuelta a los habitantes originarios.

Víctor Madrigal Sánchez / Daniel Vindas Sánchez

La “vía rápida” del ejecutivo y sus aliados para demoler el ICE

  • FECON llama a detener privatización de la electricidad

  • Se cumplen 20 años del plebiscito por el río Pacuare

La decisión del Poder Ejecutivo de tramitar por “vía rápida” el proyecto de privatización de la electricidad #23.414, es una acción desesperada y temeraria que complace plenamente a sus aliados políticos y empresariales empeñados en privatizar la electricidad y carcomer al ICE desde adentro, como lo hace la propia presidencia ejecutiva del ICE. Imponer la “vía rápida” sólo es posible con el sometimiento de otras diputaciones al oficialismo.

Este proyecto no mejora, no moderniza, no eleva la eficiencia del sector eléctrico, y mucho menos garantiza que se puedan bajar las tarifas, algo que ha sido imposible de demostrar por todos sus defensores dentro o fuera de la Asamblea Legislativa. No hay un solo país en el que se registren mejores precios para la gente tras la privatización. Lo que ha habido es racionamiento, apagones y tarifas más altas.

El 23.414 es un proyecto diseñado a la medida de los generadores y distribuidores privados para consolidar sus negocios. Con total seguridad afirmamos que conduce al debilitamiento y hasta eventual desaparición del ICE como institución directora del servicio público de la electricidad. No resulta nada nuevo que Liberación Nacional mantenga su línea férrea privatizadora, como lo ha hecho desde la aprobación de la ley 7.200 en 1990. Eso es exactamente lo mismo que hacen el PUSC y otros. Esa es una vergüenza que la sociedad costarricense debería cobrarles muy caro.

Este gobierno conduce una guerra para la demolición de cualquier institución de servicio público y solidario, y en esa guerra el trámite rápido es una arma temeraria que elimina toda discusión profunda en la Asamblea Legislativa y nos impide exponer nuestros argumentos. Esto confirma que definir nuestro modelo eléctrico sigue siendo un ejercicio de gobiernos y empresarios, excluyente y antidemocrático.

La estrategia fallida de aprobar mediante la “vía rápida” las jornadas de 12 horas por medio de otro nefasto proyecto de ley bajo el expediente #24.290. Esta mala decisión, no ha sido lección suficiente para este gobierno y sus aliados (PLN, PUSC, NR y PLP). Ahora pretenden continuar con la aprobación de más medidas impopulares y regresivas.

Desde la Federación Ecologista de Costa Rica, FECON, relanzamos nuestra absoluta oposición al proyecto 23.414 y hacemos un llamado a las organizaciones sociales comunitarias, a los Pueblos Originarios cuyos ríos son un “botín”, a los colectivos ecologistas y ambientalistas, a los sindicatos, y en general a toda la sociedad costarricense, para que “nos tiremos al agua” y salgamos a defender el ICE como institución pública de servicio social y celebrar los 20 años del plebiscito que resguardó el Río Pacuare.

El ICE jamás debe ser privatizado, vendido, regalado, ni destruido. El objetivo real del proyecto 23.414 es agrandar las fortunas de los mercaderes privados de la electricidad.

El comandante bilocado

Rafael A. Ugalde*

No lo creía probable. Sigo incrédulo. Alguien que me explique sí, ¿es posible ver la misma persona campante, de pie como un roble, conversando destendido, en más de dos sitios al mismo tiempo? La locura es mayor si usted sabe que quien está en varios lugares simultáneamente cumplió ya su tarea con creces, además.

Entonces ¿cómo es eso que al mismo tiempo está allá en Valencia, en el mismo instante los vemos en Maracay o en los cerros de Caracas, sudando eso sí, la » gota gorda», con una escoba al hombro en la “operación barredora” del domingo 27 de julio?

Un año antes, este llamado «Comandante Eterno», hizo idéntica emboscada a quienes en el mundo entero nos dicen qué elecciones son valederas, cómo un aqueo a las computadoras electorales es perfecto y ciertos bombazos contra las escuelas de los hijos de obreros, merecen las primeras páginas de los diarios, los noticieros televisivos y las redes sociales.

Aun así, con lluvia o inclemente sol, humedad en todo el país arriba de 65% o ambiente oloroso a pólvora, ayer eligieron al “bigotudo” presidente Nicolás Maduro y 285 diputados de la Asamblea Nacional. Irene, una venezolana que llegó a la oficina y resultó “embarcada” con las tandas migratorias hacia el norte, fue quien me contó que entre quienes regresan en los llamados vuelos a la patria, como lo hará ella, por cariño así llaman a su gobernante.

¡»Genio y figura …!” Nuevamente el pasado domingo estaba allí desde temprano, rondando los centros de votación con su implacable escoba al hombro, riéndose con esa carcajada contagiosa entre los jóvenes, mujeres, viejitos obreros, profesionales, militares, mujeres pronto a parir, como decía él etc., viendo todos como el futuro camina a ritmo de tambor hacia ellos.

¡No se cansan de sufragar, no importa que hoy la Venezuela bolivariana tenga en todo su territorio una humedad bestial! No importa. No importa que una semana antes unas cargas de explosivo de uso militar estuviera dirigido a centrales eléctricas y los rifles para francotiradores decomisados tuvieran como fin la cabeza o el pecho de varias personalidades locales.

El pueblo, el mismo que entre “sanciones” y amenazas de todo orden, ya conoció su libertad. Y domesticarlo parece harto difícil. Esta vez, hombres y mujeres, eligieron 335 Alcaldías y 2471 concejales. La premisa es idéntica a los años anteriores: Sí la oposición washingtoniana participa, entonces la proporción es movilizar el doble de lo que ella dice tener, y si no participa, la organización por cada calle del país está siempre lista “para lo que venga”.

Ninguno de estos aspirantes a concejales es obligado a «invertir» ahora sus chuminos en los mafiosos dueños de los partidos Social cristianos o Socialdemócratas como en el pasado. Ni están obligados a empeñar su conciencia a cambio de una casa, una operación quirúrgica o un bocado de comida. Precisamente, ese era el capital más cuidado de los propietarios y mercaderes de los copeistas y acción-demócratas: producir a nivel industrial hambrientos, desnutridos, gente sin morada, sin agua, sin electrizad, analfabetos, universidades con coladeros, entre otros, para luego presenta sus candidatos como «salvadores» del pueblo.

Esta gente no se cansa de votar. Con sanciones o sin ellas, difamados o no por las castas entreguistas de la UE y los nazis de la Casa Blanca. Sí, aunque parezca contradictorio, elecciones tan seguidas son un mal ejemplo para la democracia burguesa. No gustan tampoco a nuestras oligarquías, porque esta democracia del pueblo jamás volverá a esclavizarlo.

De todos modos, aunque usen como voceros autorizados y caja de resonancia contra el pueblo venezolano a Milei de Argentina, a Chávez de Costa Rica, la Boluarte de Perú, Noboa de Ecuador, al cachorro de dictador en El Salvador jugando de Trump, se van a secar, aunque no quieran.

¿Quién se acuerda ya de Juanito Alimaña? ¿Dónde está el Grupo Lima? ¿Quién confía hoy en el Departamento de Colonias, con sede en Washington?

El Comandante llegó y desempolvó la escuela de nuestros pueblos originarios: cuando se va a una lucha -práctica inequívoca de nuestros antepasados- es como si fuéramos a una fiesta, incluso la guerra más dura, es un festín, una alegría, una oportunidad única de no morir nunca. Es cuando los frutos maduran más rápido y todas las frutas lo hacen en forma pareja.

Pues bien: ¡Bienvenido comandante!; cuéntanos, ahora cómo viste tu gente de Barinas, Cojeres Lara, Maracaibo o Aragua…

*Periodista, abogado y notario por la U.C.R.

Pueblos originarios denuncian apropiación de sus memorias sagradas

Esta nota es una producción del Observatorio de Bienes Comunes de la UCR y del Colectivo Antonio Saldaña, quienes alzan la voz desde los territorios para denunciar cómo los sitios sagrados de los pueblos originarios se han convertido en escenarios de disputa, apropiación y mercantilización. Más que recuerdos estáticos del pasado, estas memorias son bienes comunes vivos que sostienen identidades, vínculos espirituales y formas comunitarias de habitar el mundo.

Según lo planteado en el artículo Sitios de memoria en disputa: cuando el recuerdo se convierte en “botín”, existe una creciente preocupación por la forma en que símbolos, territorios y saberes ancestrales son absorbidos por lógicas de consumo o por proyectos turísticos y estatales que ignoran —e incluso excluyen— a quienes los han custodiado históricamente. Las denuncias no solo se centran en la apropiación material de estos lugares, sino también en la manera en que sus sentidos originales son desplazados o trivializados.

Este testimonio colectivo constituye un llamado a reconocer las memorias indígenas como parte de un tejido vivo, que no puede ser reducido a adorno ni convertido en mercancía. La defensa de estos espacios no es solo una causa simbólica, sino una forma concreta de resistir al despojo, de afirmar la dignidad de los pueblos y de reclamar el derecho a nombrar, recordar y habitar el territorio desde sus propias cosmovisiones.

Desde el Observatorio de Bienes Comunes y el Colectivo Antonio Saldaña se invita a reflexionar y sumarse a la defensa de las memorias como parte de los bienes comunes culturales y espirituales de los pueblos.

¡Las memorias no se venden, se defienden!

Lee la nota completa aquí: https://bienescomunes.fcs.ucr.ac.cr/sitios-de-memoria-en-disputa-cuando-el-recuerdo-se-convierte-en-botin/

Presente vivo, memoria que lucha: conmemoramos a Pablo Presbere y Antonio Saldaña

Observatorio de Bienes Comunes, UCR

Esta nota fue elaborada por el Colectivo Antonio Saldaña, como parte de los esfuerzos por mantener viva la memoria, el legado y las luchas de nuestros líderes y lideresas ancestrales.
Porque resistir también es recordar, escribir y compartir desde nuestras voces.

Hoy, 4 de julio, conmemoramos el Día de Pablu Presbere, símbolo de resistencia y dignidad de los pueblos originarios.

“Para el pueblo bribri, no es un aniversario lo que celebramos. Es nuestra forma de vivir. Es memoria en acción, cada día, cada río, cada palabra que guardamos.”

En el corazón del territorio, seguimos caminando con el legado de nuestros grandes líderes: Pablo Presbere y Antonio Saldaña, quienes hasta hoy, siguen retumbando como símbolo de resistencia y compromiso con la vida. No los recordamos sólo por lo que hicieron, sino por lo que somos gracias a ellos.

Para muchos de nosotros, este territorio sigue siendo un paraíso natural. Vivimos dentro de un tesoro que heredamos y cuidamos porque nuestros ancestros lucharon por él. Ese legado no está en los libros, ni en papeles; está en la montaña, en los ríos, en la medicina, en las casas, en la comida, en el idioma… en todo lo que es nuestro y que aún respiramos.

Conmemoramos a Pablo Presbere no como una fecha aislada, sino como un acto continuo de resistencia y amor. Su lucha permitió que las generaciones actuales vivamos con más dignidad, con menos miedo y con más raíz.

No es fácil explicarlo, porque no es una historia que se dice: es un sentimiento que se vive todos los días. Porque para nosotros, no basta con predicar; lo que importa es accionar. Y accionar es cuidar la memoria, guardar la cultura, proteger el idioma, fortalecer los clanes, y mantener viva la esencia bribri.

Por eso existe el Colectivo Antonio Saldaña: como un espacio para seguir tejiendo esa memoria viva. Desde nuestros territorios, acompañamos procesos comunitarios, fortalecemos el conocimiento ancestral y defendemos la dignidad del pueblo bribri frente a las amenazas del olvido, la discriminación y la imposición cultural. Nuestra labor no es académica ni institucional: es espiritual, política y comunitaria. Nos mueve el compromiso con nuestras raíces y con las generaciones que vienen.

A través de encuentros, caminatas, reflexiones colectivas y acciones de defensa territorial, el colectivo busca mantener encendida la llama de lo que somos. Cada actividad es un acto de resistencia. Cada palabra en bribri, cada historia recuperada, cada joven que decide caminar con orgullo su identidad, es parte de esa lucha. No trabajamos solos: caminamos con los mayores, con las mujeres sabias, con los niños y niñas, con quienes sueñan un territorio libre y pleno. Porque la memoria no se hereda por sangre, sino por acción colectiva.

El legado de lucha no se hereda en papeles, sino en actos

El sistema que nos rodea ha tratado de borrar este legado. Nos dicen que el idioma bribri no sirve para encontrar trabajo, que nuestras medicinas no tienen valor, que nuestras formas de vida son atraso. Nos enseñan a olvidar. Pero nosotros sabemos que no es casualidad: es parte de un sistema que busca nuestra desaparición cultural.

Hoy, no hay balas ni cadenas como en el pasado, pero hay una muerte lenta: al idioma, a la identidad, a la medicina, a la educación propia. Lo sentimos cuando a las personas jóvenes les cuesta mantener el idioma. Cuando se nos dice que el buen vivir bribri, ya no sirve. Cuando se nos empuja a abandonar nuestras formas de conocimiento por otras impuestas.

Resistencia cotidiana, memoria para cuatro generaciones

En la tradición bribri, existe una norma profunda: cada generación tiene el deber de guardar, cuidar y conservar para su cuarta generación. Lo que hoy hacemos no es para nosotros, es para quienes vendrán. Nuestros abuelos lo hicieron por nosotros. Hoy, nos toca a nosotros hacerlo también.

Por eso, seguimos luchando. Contra el olvido. Contra las empresas. Contra instituciones públicas que no reconocen nuestra existencia. Seguimos luchando para que nuestras raíces no se corten.

Celebramos porque vivimos

El día de Pablo Presbere no es una efeméride más. Es una reafirmación de vida. Un acto político y espiritual. Es recordar que no somos un pueblo vencido. Que seguimos aquí, sembrando memoria, cuidando el territorio, hablando nuestro idioma, resistiendo con dignidad.

Gracias a quienes acompañan esta lucha. Gracias a quienes nos ayudan a escribir, a quienes escuchan. Este camino no es fácil, pero está lleno de sentido. Y como decimos entre nosotros:

“No tenemos todo escrito, pero  lo guardamos en la memoria.”

Educación sin memoria propia: ¿cuál historia estamos enseñando?

Hablar del legado de Pablo Presbere y Antonio Saldaña no es sólo recordar el pasado: es exigir que su historia sea contada desde nuestra propia voz, desde la cosmovisión bribri y no como una «versión alternativa» dentro de los márgenes del sistema educativo nacional.

Cuando el Ministerio de Educación Pública (MEP) reduce nuestras memorias a un párrafo en los libros o las convierte en un relato exótico dentro de un temario oficial, lo que está haciendo es reproducir el colonialismo epistemológico. No se trata solo de lo que se dice, sino de quién lo dice y desde dónde se dice.

La historia de Pablo Presbere, por ejemplo, suele contarse desde una visión nacionalista y oficialista, donde se le reconoce como un “líder indígena rebelde”, pero sin profundizar en su rol como defensor del territorio, la espiritualidad bribri y el derecho a la autodeterminación. Es una historia despolitizada, neutralizada, vaciada de su raíz.

Esto fortalece formas sutiles (y no tan sutiles) de racismo y colonialismo, porque le dice a la niñez y juventud indígena que su forma de ver el mundo no tiene lugar en la escuela.

Que su idioma, sus luchas y sus memorias no son ciencia ni historia, sino «cultura», algo menor, anecdótico.

El resultado es una fractura profunda entre el conocimiento escolar y el conocimiento comunitario, entre la historia enseñada y la historia vivida. Esa ruptura alimenta el desarraigo, el olvido y, en última instancia, la desaparición de formas de vida que han sostenido estos territorios por siglos.

Por eso, no basta con nombrar a Pablo Presbere en el currículo escolar. Lo urgente es transformar la educación pública para que reconozca y respete las memorias desde dentro, no como añadidos, sino como parte del corazón mismo de lo que entendemos por conocimiento, historia y dignidad.

La memoria no es un favor. Es un derecho. Y su negación es otra forma de violencia colonial.

¿Quién fue Antonio Saldaña?

Antonio Saldaña fue el último rey del pueblo indígena de Talamanca, una figura de liderazgo comparable a un guía o autoridad ancestral en su comunidad. Su papel fue crucial en la defensa de la cultura, las tierras y los derechos de su pueblo frente a la expansión de intereses externos, especialmente de compañías bananeras.

Según la historia, Saldaña fue asesinado en 1910 en circunstancias no completamente esclarecidas. Se dice que fue envenenado durante una actividad social, en un acto de traición impulsado por quienes veían en su resistencia una amenaza a sus intereses económicos.

Su muerte representó un duro golpe para la lucha indígena, pero su legado sigue vivo como símbolo de resistencia y dignidad para los pueblos originarios de la región.

Comunidad Boruca despide al líder comunitario Hugo Dennis Fernández

Con mucho pesar, el día 1 de julio se dio la noticia del fallecimiento de Hugo Dennis Fernández González. De parte del Programa de Gestión Local de la UNED y de parte del equipo de SURCOS expresamos las más sinceras condolencias a su familia y a toda la comunidad Boruca.

Hugo fue un líder comunitario y egresado del Técnico en Gestión Local de la UNED. Él deja un legado invaluable en la lucha de los pueblos originarios. Como una muestra de la huella que dejó Hugo con su trabajo, hoy la comunidad de Boruca se reunió en un acto emotivo para despedirlo.

Foto: UNED

Día de la Persona Indígena Costarricense

Publicación de la UNED

Los pueblos originarios han sido guardianes del conocimiento ancestral, la biodiversidad y la identidad cultural costarricense. En esta fecha, se reconoce su legado, sus luchas y sus aportes al desarrollo del país.

Promover el respeto, la inclusión y el acceso a la educación para las comunidades indígenas es una tarea fundamental para una sociedad equitativa. El reconocimiento de sus saberes y tradiciones fortalece la construcción de un futuro más justo y diverso.

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