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Etiqueta: reconocimiento mutuo

El Arte de la Convivencia Afectiva

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

            Hoy, cuando el estruendo de los misiles busca acallar el gemido de los niños y niñas abatidos, en un mundo donde la crueldad y la inmisericordia ganan terreno frente a la sensatez y un mínimo de calidez humana, hay que redoblar esfuerzos para propiciar el arte de la convivencia afectiva. Y decimos arte porque no se trata simplemente de un proyecto social, político o económico alternativo. Hay que abocarse con pasión a reconstruir los cimientos de la casa común, a la manera del quehacer artístico donde prevalece la actitud creadora y gratuita que se despoja del cálculo utilitario para recrearse y extasiarse en transformar el soporte material o lingüístico en un símbolo excelso, artístico, que expresa belleza e irradia siempre la luz de la vida.

No pretendamos, con ello, construir el reino de los cielos en la tierra, pues como dijera un sabio teólogo procurando crear el paraíso los seres humanos creamos más bien un infierno. Las pretensiones paradisiacas de construir mundos ideales, cimentadas en verdades y certezas que se afirman y defienden como únicas, exclusivas y excluyentes, ponen en evidencia la arrogancia de un ser humano que se resiste a asumir con humildad su condición de ser vulnerable y limitado. Es el comportamiento propio tanto de los fundamentalismos religiosos como seculares, que elevan a la condición de “becerro de oro” sus doctrinas y creencias, así como sus ideologías y visiones particulares de mundo. Y al sobrevalorarlas e imponerlas contribuyen a arar el terreno para que germinen diversas formas de comportamientos violentos y destructivos.

No olvidemos que la violencia verbal, simbólica, psicológica y política, que ya de por sí hace mucho daño al fomentar el odio entre hermanos y hermanas, entre pueblos y culturas, crea las condiciones para la violencia física, así como la instauración de regímenes déspotas y autoritarios.

Para ejercer un contrapeso a este tipo de comportamiento, tenemos que cultivar el arte de la convivencia afectiva, donde prevalece el reconocimiento humilde de nuestras limitaciones y, por consiguiente, de la necesidad de contar siempre con el aporte de los otros-diferentes. En palabras del filósofo judío Martín Buber, una sociedad es verdaderamente humana ahí donde sus miembros se afirman recíprocamente; es decir, se reconocen como sujetos dignos y capaces de contribuir desde el diálogo, en igualdad de condiciones, a encontrar mejores horizontes para la convivencia pacífica y, por lo tanto, justa y digna. Y, como condición necesaria de esta convivencia afectiva global, tenemos que abrazar con generosidad a nuestra madre tierra propiciando su cuido y dignidad.

Apuntamos, así, a un nuevo orden bioecosistémico donde toda entidad vital es complementaria y constitutiva. Tal es el señalamiento que hace el maestro budista Tich Nath Han: “Todos contribuimos a crear al otro… No podemos ser solamente, solo podemos entreser. Somos responsables de todo lo que pasa alrededor de nosotros”. Somos convocados a sentirnos implicados en la vida y el destino de los demás. Los sufrimientos de los pueblos en guerra, empezando por las víctimas del genocidio en Gaza, no pueden resultarnos ajenos, bajo ninguna circunstancia. Propiciar el arte de la convivencia afectiva empieza por sentirnos implicados radicalmente en el destino de quienes hoy sufren el embate cruel de los misiles.

Reencontrarnos

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Pareciera como si el follaje del Jardín del Edificio dos de Ciencias Sociales de la UNA agradeciera el acto luminoso de la música. Se mueve al compás de una dulce flauta traversa, de un jazz acompasado y su interpretación descomunal en la sociabilidad de un medio día que no quiere irse.

Es cierto. La naturaleza responde al acto sobrio de la música. Me dediqué a observar durante minutos cómo las plantas y el follaje que componen el hermoso jardín se balanceaban con los acordes.

En la semana de regreso a la presencialidad gradual, el Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (CIDEA) y la Facultad de Ciencias Sociales, ambos de la UNA, entendieron la dimensión humana de la calidez, la sensibilidad y el vínculo, en una época que urge de políticas que recuperen el afecto y la ternura como sus principales estrategias.

La estudiante Britany Artavia se presentó el mismo día internacional de la Mujer con una interpretación hermosísima. Devolvió con ello el necesario mensaje de seguir trabajando por un mundo más justo y solidario.

Dos dias después Fabián y Cristian nos deleitaron con casi una hora de jazz que resonó por todos los pasillos de la Facultad. En medio de su presentación, Carlos Luis, estudiante de Danza y quien casualmente iba pasando por el lugar, se unió con una corta improvisación performativa. No hacen falta palabras para describir la sensación producida.

En tiempos de transición hacia nuevas formas de reencontrarnos, el arte definitivamente nos ayuda a soltarnos los apretados cordones de la tensión y aflojarnos lo que nos aflige en la garganta y el corazón.

Debemos encontrar nuevos sentidos para apropiarnos de esas formas, que también son políticas, que nos permitan avanzar hacia una experiencia colectiva donde la confianza en el otro y la otra, sean restituidas.

Al terminar su improvisación, Carlos Luis originario de Liberia (Guanacaste) ubicado en la zona pacífica central del país y Jian, compañero proveniente de Limón, en el Caribe, se cruzaron un saludo afectuoso con los músicos. Un “volver a reconocerse” en medio de un contexto que solicita eso: el reconocimiento mutuo.

En medio de una semana hermosa y crispada, si, a nivel nacional y global, estas maneras de “respirar” nos devuelven la alegría y la esperanza. Reencontrarnos es necesario. Movernos con la música y sus sugerencias es urgente. Volver a vivir.