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Etiqueta: Rogelio Cedeño Castro

De la preciada memoria de un médico y amigo muy querido. El poliedro de la vida. Dr. Óscar Morera Madrigal

Óscar Morera Madrigal

La vida humana es producto de un largo proceso, de millones de años, que se inicia con la unión de elementos de la Tabla Periódica de Mendeleiev, «en el caldo de la vida», para continuar con la formación de moléculas orgánicas elementales y, luego su fusión, con el logro de otras más complejas, para la formación de seres vivientes elementales: virus, bacterias y, a partir de ellos la vida más compleja, de seres multicelulares, gusanos, insectos, invertebrados, vertebrados y, por fin, el ser humano. Todo este proceso, de desarrollo de la vida es producto de la evolución autónoma de la materia, con sus cualidades energéticas y de espacio-tiempo y, sobre todo, de su memoria constructiva, que le permite replicarse, gracias a que construyó la molécula de la doble hélice, la escalera de la vida, el ADN.

La vida humana, es como un poliedro, externamente compuesta por vértices, aristas y caras, que encierran múltiples polígonos, es el núcleo duro de la vida.

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

A David Morera Herrera, con afecto y especial reconocimiento.

La noticia de su deceso, ocurrida en la segunda semana de este mes de octubre de 2022, no por anunciada por parte de su hijo, y por algunas personas cercanas al entorno en que me muevo, me resultó menos dolorosa tanto como se ha tornado evocadora de las dimensiones y entretelones de una amistad que se remonta a seis décadas, cuando el doctor Óscar Morera Madrigal participaba en una campaña electoral, la de 1962, pocos años después de haber concluido sus estudios de Medicina en la Ciudad de México, para a su regreso dar inicio a su larga y fructífera vida profesional en nuestro país.

Ahora que me doy cuenta, no sin gran pesar de mi parte, ante lo inevitable, dentro de las dimensiones o los marcos de referencia de nuestra condición humana, que nuestro interminable diálogo, no siempre en vivo y en directo como se dice en estos tiempos, ha terminado sin que él pueda replicar a las afirmaciones que yo me haga o me permita exteriorizar, como tampoco a las de sus familiares cercanos, en cuanto a sus creencias o no creencias acerca de la vida y de la muerte, cuando el escenario no estaba para traer a cuenta mi agnosticismo en materia religiosa y de rituales de despedida, sólo puedo reconocer en la persona de su hijo David la honestidad que tuvo para presentar a su padre en la justa dimensión de lo que había sido su vida, la que permanecerá en nuestros recuerdos mientras vivamos. Sé que a pesar de la creencia generalizada que se pone de manifiesto, a partir de la puesta en escena a que da lugar la partida definitiva de un ser humano en medio de los suyos, a contrario sensu quien asumió una actitud cristiana en estricto sentido fue David, presentándolo de una manera secularizada y revolucionaria en toda la extensión de esos términos, como la síntesis de la vida de un hombre cuyo único “pecado”, en estos tiempos anómicos, de confusión de valores y falta de tolerancia hacia el pensamiento libre, fue la honestidad y la consecuencia de sus actos.

Su vida de apasionado estudioso de las dimensiones científicas de su quehacer profesional, las que iban mucho más allá de las preocupaciones de orden clínico, lo llevaban hacia las lecturas más diversas que iban desde las ciencias físicas y naturales hasta la literatura clásica, sin dejar de lado sus inquietudes de transformar el orden social y político que lo condujeron a ser una especie de “comunista” o “socialista” muy singular: Uno, al que conocí de cerca, a quien sus militancias y su actitud consecuente en el terreno de la acción, a lo largo de varias décadas, no lo condujeron a mantener una actitud adocenada, o meramente seguidista de expresiones o consignas lanzadas por algunos de los más importantes líderes de la izquierda costarricense que fueron amigos suyos. En ese plano político, tanto como en el de su quehacer profesional lo suyo fue acudir a las referencias históricas más clásicas (a mi entender histórico-genéticas): la revolución francesa o la estadounidense, ambas del siglo XVIII o Siglo de las Luces, siempre atinentes a las circunstancias o desafíos a los que nos enfrentábamos, sin que necesariamente coincidiéramos siempre en lo partidario, ni en lo organizativo. Su actitud fue la de quien se mantuvo vigilante y activo, como un participante decidido de las coyunturas históricas del siglo anterior, tanto como de las de las primeras décadas del presente, cuando se hicieron mucho más evidentes los orígenes y consecuencias de la profunda crisis en la que se ha visto sumida la izquierda contemporánea.

Su diálogo constante con su hijo, el sociólogo y dirigente político David Morera Herrera, del Partido Revolucionario de los Trabajadores(PRT), de orientación marxista-trotskista, lo llevó a mantenerse equidistante, tanto de las posturas estalinistas que influenciaron durante mucho tiempo a la izquierda local como de las posturas trotskistas más radicales -por así decirlo-, pero sin adoptar posturas complacientes o eclécticas con el statu quo imperante, como las asumidas por una parte importante de la izquierda que extravió el rumbo de la lucha social, en momentos en que una exitosa ofensiva reaccionaria de corte totalitario está poniendo en peligro las ahora satanizadas conquistas sociales de las clases trabajadoras, expresadas en el estado social de derecho, y en las posibilidades de alcanzar una democracia efectiva, que vaya mucho más del hipócrita del discurso liberal de la “democracia representativa”.

Su dedicación a la especialidad de la endocrinología en hospitales y clínicas de la Caja Costarricense de Seguro Social transcurrió con una mirada atenta y dialogante hacia sus “pacientes” con quienes dialogaba constantemente, como también hacia la obtención de un posgrado en esa especialidad en la Universidad de Chile, durante los primeros años de la década del setenta. Es así como nos encontramos en distintos momentos de nuestras vidas sin que necesariamente fuera paciente suyo, como un amigo a quien recordaré siempre por su disposición a cooperar para enfrentar las más complejas e intrincadas situaciones que se nos presentaron algunas veces. Adiós querido amigo, seguiremos dialogando, aún en el silencio de los tiempos históricos de la larga duración y en el de las eras geológicas que vendrán, siempre con la esperanza de que el propio ser humano no le ponga fin a su propia existencia sobre el tercer planeta del sistema solar, donde desde hace millones de años se vino forjando la síntesis de la vida, tanto como de la muerte su inevitable contraparte dialéctica.

La interminable puesta en escena de un naufragio cultural

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Mientras la Sala Constitucional, o Sala Cuarta del Poder Judicial, con sus fallos disparatados a favor del de los propietarios del diario La Nación (que al parecer ya no es sólo una empresa periodística) se dedica a proteger los intereses de una cierta casta de políticos y tecnócratas oficiosos, los que se han hecho “empresarios” a costillas de las grandes mayorías populares, la diputada ultraderechista de esta legislatura, además de integrista religiosa neopentecostal Gloria Navas, hace un artificioso e interesado “Homenaje a la Sala Constitucional” en las páginas del diario La Nación, del domingo 23 de octubre de 2022, donde hace caso omiso de las demandas de los habitantes de las proximidades del Parque Viva, para que se respeten sus derechos establecidos en el artículo 50 de la Constitución Política de Costa Rica, so pretexto de defender una libertad de expresión que nunca ha estado amenazada, como bien lo indica el historiador Iván Molina Jiménez, resaltando los aspectos paradojales evidenciados en este caso: “El fallo de la Sala Constitucional sobre el Parque Viva: tres interpretaciones.

  1. Victoria de la libertad de expresión y de la democracia frente al poder arbitrario.
  2. Reconocimiento a un modelo empresarial que se vale de una empresa rentable (Parque Viva) para subsidiar a una empresa no rentable (La Nación), para que esta última pueda cumplir con el sagrado deber de informar objetivamente sobre la realidad del país y del mundo y, de paso, mantener sus intensas y permanentes campañas a favor de los derechos de las clases trabajadoras, en contra de la defraudación fiscal y en defensa del Estado Social de Derecho.
  3. DERROTA DE LOS VECINOS DEL PARQUE VIVA, CUYO DERECHO “A UN AMBIENTE SANO Y ECOLÓGICAMENTE EQUILIBRADO” TUTELADO POR EL ARTÍCULO 50 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA, QUEDÓ FUERA DE LOS SONARES Y LOS RADARES DE LA SALA”. (Molina Jiménez, op. cit).

Lo más extraño de todo este alborozo democrático de algunas gentes que ahora se rasgan las vestiduras por las libertades democráticas, y la presunta libertad de expresión en peligro, la que aplica sólo para los dueños de ciertos medios de comunicación, es que no se habla de la censura y el estado de excepción en que nos han mantenido a lo largo de nuestras vidas. Ahora resulta que La Nación ya no es La nazí-ón ni es una prensa vendida, y hasta algunos progres del PAC (cuyos gobiernos la compraron con buen billete publicitario, exoneraciones fiscales y hasta dudosas inversiones con los fondos de pensiones de la caja y otros) e incluso gentes de una cierta izquierda boba o interesada (vaya uno a saber) la encuentran hasta objetiva, por lo que defienden hasta sus intereses comerciales de “libre empresa”, olvidando sus prácticas monopólicas en el manejo de la “información”, frente a un gobierno como el actual al que La Nación ataca por no haberles abierto las arcas del gasto publicitario.

Por otra parte, la propuesta legislativa para designar a la inolvidable artista e intérprete musical latinoamericana con resonancias planetarias, Chavela Vargas, nacida en Costa Rica, como Benemérita de las artes patrias, no pasa de ser una bufonada vallecentralina (¿cuáles serían esas artes y cuáles no lo son?), muy semejante a la propuesta de celebrar el Thanksgiving day como si fuéramos puritanos anglosajones, según me decía en estos días una amiga muy querida, mientras hablábamos de la espesa, además de mediocre y disparatada atmósfera cultural en la que nos movemos.

No hay duda alguna del menudo galimatías en que nos han metido estos incultos y fanáticos diputados, habría sido mejor reconocer sus aportes universales a la cultura de nuestro tiempo, a su inevitable interculturalidad… a su inmensa obra interpretativa que trasciende las fronteras nacionales y las del tiempo histórico en la larga duración. No son los políticos y mucho menos los diputados, no sé a título de que, los llamados a hacer este tipo de reconocimientos a quienes hicieron de la cultura y las artes la razón esencial de sus vidas. Lo bueno de todo esto, a manera de efecto colateral, es que mostró en toda su miseria e inmensa desnudez espiritual a muchas gentes de la Costa Rica Vallecentralina y etnocentrista, siempre volcada y encerrada en sí misma, aunque paradojalmente carente de identidad propia, e imitadora servil de las culturas imperiales de nuestro tiempo.

(El) papá Estado y algunos de sus hijos aprovechados

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (34).
Tercera época.
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

“A sus 102 años, el combatiente republicano español Virgilio Peña le llegó el reconocimiento de Francia a finales del mes pasado, sólo dos semanas antes de morir. Nombrado caballero de la Orden Nacional de la Legión el pasado 24 de junio, falleció este miércoles en Billère (Pau), comunista desde su adolescencia, combatió en la guerra civil española y luego en la Resistencia Francesa hasta que fue deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí compartió el barracón número 40 con Jorge Semprún, el político y escritor español muerto hace cinco años. Carlos Yárnoz Páris 7 de julio 2016 EL PAÍS España.”

Gracias a los contornos de la figura con que se nos muestra, a partir de su existencia efectiva como una entidad abstracta pero que se materializa de muchas maneras, a la que con cierta ironía y no sin una dosis de cinismo desembozado, algunas gentes llaman (el) Papá Estado, a costa del que unos cuantos se hacen “empresarios” o rentistas, con los recursos que todos aportamos, se pone de manifiesto una esencial paradoja: Todo lo anterior, como resultado de la acción reiterada de un padre benévolo, a cuya sola mención acuden por conveniencia propia, como algo que les resulta muy beneficioso invocar, bajo la modalidad de una institucionalidad que protege los intereses del capital financiero, con sus corridas especulativas tipo ALDESA o las supuestas “inversiones” con fondos de pensiones del IVM, del llamado ROP o del de capitalización del magisterio nacional, cuya recuperación ha resultado ser más que dudosa.

En cambio, si desde el Estado se protegen (o cautelan) los intereses de las mayorías nacionales se hace un anatema de su existencia misma, alegándose que está quebrado (sin decir, desde luego, ¿quién lo quebró, en el caso de que sea cierta semejante afirmación?), estableciéndose el fin de una cierta fiesta, a la que no fuimos invitados, la que se terminó se nos dice y ha llegado la hora de apretarnos los cinturones, los de ellos y no los de cierta casta que ha usufructuado de los recursos públicos durante muchas décadas, desde prácticas mercantilistas que sólo llevan el nombre de “capitalistas” y en un medio sociopolítico donde el libre mercado no pasa de ser una ficción.

Esos mismos son los que se burlan de los trabajadores rurales y urbanos, cuyas conquistas sociales durante las primeras décadas del siglo anterior representaron una importante mejoría en sus vidas. Es el caso de los campesinos de Andalucía, Extremadura, Castilla, Aragón y Levante en la España anterior a la Segunda República, proclamada el 14 de abril de 1931, como un hecho histórico inexistente en este mundo totalitario de la posverdad en que vivimos, que más nos recuerda a aquella distopía orwelliana de la novela “1984” que a las democracias de baja intensidad, o de mentirillas en que las vivimos en esta primera mitad del nuevo siglo.

Cuenta el viejo combatiente republicano de varias guerras, incluida la incivil ocurrida en España, de 1936 a 1939, el inolvidable Virgilio Peña, fallecido a los 102 años en el exilio francés, a quien aludimos en el epígrafe, que en su natal tierra cordobesa hasta 1931 los campesinos andaluces trabajaban desde el alba hasta que se ponía el sol y daba inicio a la noche, razón por la que, entre muchos otros, no pudo estudiar ni las primeras letras durante su infancia y juventud en las que tuvo que trabajar en esas condiciones hasta que la república implantó las ocho horas de trabajo en los campos y las siete y media para las labores más duras en el agro, además de abrir una serie de ventanas que permitieron a muchos de sus contemporáneos acceder a la educación formal e informal.

Mientras los republicanos españoles de la década de los treinta del siglo anterior saludaban la llegada de esas reivindicaciones sociales tan importantes y los de estas latitudes centroamericanas daban sus primeras batallas, nos encontramos que casi una centuria después los que reivindican al Papá Estado, de manera oportunista, lo buscan o procuran como uno mínimo, sin inversiones en lo social, ni tampoco en la cultura y la educación, o al menos reduciéndolas a su mínima expresión…como en aquella vieja canción de Joan Manuel Serrat es ahora cuando…vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta ¿la tan ficticia de los pobres o la interminable de los ricos liberticidas?

Las trampas de lo que llamamos “histórico”

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (33).
Tercera época.
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

El uso frecuente, e incluso si se quiere abusivo, e inconsciente del término o expresión “histórico” para referirse a determinados eventos que ocurren incluso en la vida cotidiana, a los que se dota de una naturaleza extraordinaria al ser calificados de esa manera, a semejanza de lo que sucede con muchos otros vocablos, dándole la calidad de adjetivo y no la de sustantivo, tal y como piensa y percibe mucha gente, nos plantea una serie de interrogantes acerca de los alcances y múltiples consecuencias que tiene la reiteración de esta forma de expresión en nuestra lengua castellana, para no entrar en discusiones sobre otras lenguas contemporáneas como el inglés o el francés. Pareciera que cuando se hace se califica de “histórico” a determinado hecho o evento se está aludiendo a su singularidad, a su naturaleza singular y no a su historicidad, entendida en estricto sentido.

En el habla popular, e incluso en la de los presentadores deportivos radiofónicos o en la de los del mundo de la llamada farándula en la televisión, es donde esto se hace más evidente, cuando se califica de históricos a una serie de hechos que pertenecen al mundo del mero “entertainment”, y no al de los hechos sociales que por su significación para todo el conglomerado social marquen un parteaguas, o el inicio de un nuevo ciclo histórico visto en términos de lo que llamamos la larga duración histórica, aunque no resulten perceptibles en primera instancia.

El inicio de las llamadas políticas neoliberales, con sus programas de ajuste estructural, sus privatizaciones y reducción de los programas sociales, representaron la aplicación de los lineamientos del Consenso de Washington de 1990, el que eufemísticamente nunca fue ni representó ningún consenso en estricto sentido, sino que fue la imposición de ciertas políticas, por parte de los poderes imperiales de quienes, en ese momento representaron a los ganadores de la llamada “guerra fría” al colapsar la Unión Soviética, a partir de 1991 y quedar los EEUU como la única superpotencia planetaria, a la que sus portavoces y gobernantes declararon como la cabeza de un nuevo orden mundial que estaba dando inicio.

En fin, se trató de un hecho o de una serie de ellos que marcaron el fin de una era y el inicio de otra que, ahora en los primeros años de la tercera década del siglo XXI podría estar colapsando en medio del conflicto bélico, pero también económico y financiero representado por la llamada guerra de Ucrania, uno de cuyos resultados más visibles podría ser el fin de la unipolaridad a que dio lugar el final de la guerra fría, para dar lugar en medio de otro conflicto de múltiples alcances y no tan frío al fin de la hegemonía absoluta de la superpotencia estadounidense, por lo que deberán establecerse las reglas de juego propias de un mundo multipolar, con varios centros de poder hegemónico.

Volviendo al uso cotidiano de la expresión “histórico” o “histórica” para el caso, en tanto adjetivo que pasa de contrabando como sustantivo, con toda la inocencia de la mayoría de las gentes, notamos que ésta se refiere más bien a una serie de eventos que no son propios de lo que llamaríamos lo histórico, en el sentido de sus alcances universales para el conjunto de la especie humana y de la continuidad de nuestra existencia sobre el planeta.

La obtención del campeonato de futbol de determinado equipo, con sus connotaciones sociales, políticas. geográficas o incluso religiosas, tanto como los los resultados de un concurso de belleza que le otorgan su minuto de fama a la mujer ganadora entran en la materialización de una singular y fugaz historicidad, no exenta sin embargo de conexiones con el universo de lo estrictamente histórico: la contienda entre las élites del poder, no importa si regionales o nacionales. Por lo demás, cuando vemos por ahí la foto de unos amigos, quienes la califican de histórica con una simpática ligereza, en realidad de lo que están hablando de la singularidad del hecho que representa esa imagen que nos dejan el lente y el obturador de una cámara, siempre en un ir y venir hacia la historia de los grandes acontecimientos o tendencias universales. Story or history? como dicen los anglosajones.

La estafa de ALDESA y sus cómplices de La Nación y el gobierno anterior

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Desentrañar los mecanismos y triquiñuelas de una gigantesca e indisimulada estafa, ejecutada en años recientes por parte de los propietarios de la llamada Corporación ALDESA, para despojar a un importante grupo de esforzados profesionales de las más diversas ramas, a emprendedores tenaces e incluso a numerosos trabajadores, integrantes de al menos 300 asociaciones solidaristas, de sus legítimos recursos financieros invertidos en un puesto de bolsa de la susodicha corporación, los que habían sido obtenidos a través de una vida entera de esfuerzo, estudio y trabajo, quienes perdieron poco más de 12 millones de dólares, de esos alcances es la tarea que se propone Flora Fernández Amón, la que por cierto logra llevar a cabo a lo largo de las páginas de su libro EL DESTRUCTOR DE VIDAS Y SUEÑOS Progreso Editorial San José Costa Rica, abril de 2022, en un texto de casi 200 páginas que van desde un exquisito relato acerca de los orígenes familiares de la autora, a lo largo de más de un siglo, para dar inicio a la trama explicando la estafa de que fue objeto su propia madre, fallecida recientemente.

Entre los más afectados en este turbulento caso están los trabajadores solidaristas, que tuvieron pérdidas que no dejan de ser muy significativas para ellos. La autora del libro nos dice: “Alrededor de 30 asociaciones solidaristas perdieron US$ 10 millones invertidos por medio de Aldesa Valores Puesto de Bolsa SA, Estamos hablando de 27.550 trabajadores solidaristas, quienes perdieron US$450 de sus ahorros en la asociación”(op cit p,173), a lo que agrega una significativa reflexión: “ Resulta sumamente extraño que el Movimiento Solidarista y la dirigencia de las empresas afectadas haya guardado silencio y se limitaran a rebajar de los ahorros de los trabajadores la pérdida sufrida. Esto es tema para otro libro que ojalá alguien se atreviera a escribir.” (ibídem).

Lo increíble es cómo una estafa de semejantes proporciones haya pasado casi desapercibida para la gran mayoría de la población, algo que sin embargo no debería sorprendernos dado el comportamiento habitualmente manipulador de los grandes medios corporativos, entre ellos las televisoras más importantes y el infaltable diario La Nación. La trama, sin embargo, al ser desentrañada a lo largo de las páginas de este libro, termina por revelar la complicidad y la gran conexión entre los directivos de Aldesa y los de La Nación, los que en muchos casos resultan ser los mismos. (Fernández p. 72).

Siendo un caso particular, muy bien caracterizado a partir de sus singularidades intrínsecas, el tema de ALDESA en su despliegue, a medida que vino siendo develado, terminó por trascenderlas para asumir las proporciones de una de las más grandes estafas financieras de nuestra historia, pero también contribuyó a revelar la extensa gama de estafas ejecutadas por diversos actores o gestores que han venido actuando en beneficio del capital financiero, las que comprometen seriamente los diversos fondos de pensiones de los trabajadores costarricenses, en especial los del IVM y los del ROP, a través de una serie de inversiones del Banco Popular y de la Caja del Seguro Social (CCSS) en la Corporación ALDESA o en bonos del mismísimo diario La Nación, contado con la complicidad de altos funcionarios del gobierno anterior, que una parte esencial en la comisión de estos hechos.

En el libro de Flora Fernández Amón se dice lo siguiente: “Hay idiotas que dicen que es un pleito de ricos. No se han enterado de que Aldesa… también ayudó a que fondos del IVM… de la Caja… hayan sido prestados a La Nación…que como dice alguna gente, anda muy mal” “… cuando se queden sin pensiones, se darán cuenta de que por pendejos, los estafaron. Aquí todos están juntos y si saca la cuenta, lo de Aldesa son más de $220 millones y Monte del Barco $165 millones, es el despojo más grande en la historia del país. Ahhh, pero todos los poderes están unidos, y la prensa corrupta bien calladita” (Fernández op cit p,162).

EL REGRESO DE LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO EN COSTA RICA(I)

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Después de tres años volvimos a tener, en San José de Costa Rica, entre los días 26 de agosto y 4 de septiembre del presente año, una nueva edición de la Feria Internacional del Libro de Costa Rica, en su 21 edición, tal y como anunciaron sus organizadores, al cabo de una pandemia que al parecer no termina de concluir, o de dar lugar a las manifestaciones o hechos más diversos, aunque acabó por afectar más a la mentalidad de las gentes susceptibles a la interminable e intensa manipulación mediática a la que estamos sometidos, que los presuntos daños físicos, incluso mortales, tan temidos por los ahora sobrevivientes, con los que este evento patológico se apareció en el horizonte de los aquellos meses del año 2020.

La gran novedad que dio lugar a toda clase de discusiones fue el sitio escogido para realizarla: las instalaciones del Centro Nacional de Convenciones, ubicado en las proximidades del centro comercial Real Cariari, sobre la carretera que conduce hacia Alajuela y el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría. No faltaron tampoco algunos inconvenientes iniciales debido a la limitada accesibilidad de ese lugar, la que resultó no ser precisamente la mejor, incluso desde el Centro Comercial del Real Cariari.

Los alegatos iban desde quienes dijeron que la única editorial o ente comercializador de libro que obtuvo un significativo provecho del evento fue la Librería Internacional, que ofreció descuentos de un 20% a los presuntos lectores. Por mi parte, puedo asegurar que esto no fue así, aunque me encontré en la tienda de esa librería con una joya literaria que había leído hace cincuenta y cuatro años: (LAS) ANTIMEMORIAS (Penguin Random House Grupo Editorial De Bolsillo. Barcelona, abril de 2022) una obra fascinante y, a ratos incluso alucinante desde sus primeras páginas. Llena de los innumerables artificios y paradojas que conforme avanzamos en sus páginas nos propone André Malraux (1901-1976), el escritor autodidacta, viajero tanto en el espacio como en el tiempo histórico de la larga duración, y asimismo el hombre de acción francés por excelencia, a lo largo de muchas décadas del siglo anterior, el personaje público que prefiere no hablar de su yo interior, de sí mismo o de sus circunstancias particulares, el combatiente en la aviación republicana durante la guerra civil española, el guerrillero del maquis francés durante la ocupación alemana, que se convirtió a partir de 1944 en un colaborador directo del General Charles De Gaulle(1890-1970), uno de los grandes líderes del siglo XX, con quien mantiene un intenso diálogo, no sólo en términos políticos, sino también históricos y culturales durante el largo período histórico que siguió a la liberación de Francia, tanto de la dominación nazifascista alemana como de la su propio fascismo interior, representado por el régimen de Vichy, a lo largo de aquellos años de la última gran guerra planetaria.

Lo cierto es que numerosas casas editoriales nos presentaron obras novedosas, que suscitaron el interés y la compra, por parte de los potenciales lectores que visitaron la feria, tal y como sucedió con las ediciones de la Editorial Poeisis, surgida en años recientes, que se había caracterizado por la publicación de numerosos poemarios, aunque en los últimos años ha venido incursionando en la narrativa y hasta en el Teatro, al dar inicio a la Colección de Teatro Samuel Rovinski, cuyo número uno es la obra OPERACIÓN COMANDO VIVIANA de Ximena Cedeño de la Cruz. También pudimos adquirir una novela histórica de gran calado, dentro de la Colección de narrativa Fabián Dobles de la mencionada editorial, producida por el médico hematólogo, Rafael Jiménez Bonilla, intitulada LA ISLA DE LOS TESOROS, un texto de más de 650 páginas. que según el autor es el resultado de largos años de investigación en diversas fuentes originarias, no sólo en castellano sino en otras lenguas contemporáneas como el inglés y el alemán, buscando desentrañar y presentar una larga trama histórica sobre los tesoros, al parecer enterrados en la famosa Isla del Coco.

Un importante número de títulos recientes de la editorial Uruk, entre los que destacan las más recientes novelas de Rafael Cuevas Molina y Óscar Núñez Olivas, fueron presentados en esta feria del libro, guatemalteco el primero y costarricense el segundo, abordan temas que al parecer no han sido habituales en su extensa producción, referida a temas y conflictos de su país original. Mientras Cuevas Molina nos presenta una novela de tema costarricense, por así decirlo, bajo el título de LA BARRICADA, donde retoma las paradojas existenciales de una serie de personajes insospechados en el Caribe Sur de Costa Rica, con la localidad de Hone Creek, como el epicentro no necesariamente sísmico, sino en el punto más álgido de un conflicto social y político que sacude a la sociedad costarricense, en septiembre de 2020, donde los protagonistas se encuentran enfrentados entre sí durante algunos fugaces momentos, sin llegar a reconocerse del todo, dentro del desenlace de los hechos conflictivos mencionados.

Por su parte Óscar Núñez Olivas, el periodista y narrador costarricense, más conocido por obras como LA GUERRA PROMETIDA, un contrapunto entre los personajes históricos de Juan Rafael Mora y William Walker, desacralizados y humanizados por el autor dentro de una elaborada trama, publicada originalmente por el Editorial Alfaguara, hace ya un buen número de años, de la que Uruk acaba de publicar una nueva edición, se lanza con un tema “guatemalteco”, por así decirlo, con una prometedora novela, bajo el título de CRIMEN EN LA CALLE PARAÍSO, donde una detective privada se ve envuelta en una compleja trama al regresar a ese país centroamericano, que es su Guatemala natal, donde intenta hilvanar los hilos de un crimen del que ha sido objeto un veterano periodista.

Seguiremos refiriéndonos a las novedades que encontramos en esta feria del libro, un escenario que nos permitió saludar y dialogar con muchos amigos de quienes nos había aislado la mencionada pandemia.

De presuntas verdades y medias mentiras “verdaderas”

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

La facilidad con que algunas gentes –más numerosas de lo que solemos sospechar- opinan de toda clase de temas o asuntos complejos, muchas veces sin tener la menor idea precisa acerca de su especificidad, ni la más elemental información que tenga, al menos algunos rasgos de verdad o verisimilitud, es tan antigua como el ser humano mismo y su existencia planetaria.

En cambio la irrupción, en este cambio de siglo, de las así llamadas “redes sociales”, y de las tecnologías digitales que han venido a trastrocar la escena histórica, nos han conducido también al angustioso dilema de que ese tipo de opiniones, que eran incluso tenidas como “vergonzosas”, o quedaban reducidas a ciertos ámbitos de la vida cotidiana, como la sobremesa o la cantina donde cualquier hijo de vecino expresa sus emociones, sin comedimiento alguno, en tiempos históricos no tan lejanos, mientras que ahora en el presente continuo a la manera anglosajona, dentro del que tendemos a pensar, de una manera casi inconsciente, se han propagado o extendido, dentro de los términos de unas escalas exponenciales e incluso logarítmicas, de tal manera que además de producirnos vértigo la cantidad de presunta información que recibimos, lo que ha llevado a muchas gentes a pensar o a decir de que no es necesaria la rigurosidad en el pensamiento, ni tampoco el empleo correcto del lenguaje. De ahí la oleada de primitivismo y de cierta “barbarie” manifiestas que nos inundan y asfixian, además de que es inútil debatir o pretender hacerlo con gentes que ni siquiera razonan. Sólo nos falta gruñir, nos recordaba el periodista y escritor Carlos Morales Castro, en un artículo aparecido en este diario digital, hace apenas unos meses.

Estamos en una era en la que una suerte de totalitarismo se ha venido extendiendo desde eso que algunos suelen llamar todavía “la sociedad civil”, más parecida a un rebaño que a una sociedad de seres políticos (Aristóteles, dixit) y con mucho poco de civil o civilizado, el buen sentido de esos términos. Se expresa como intolerancia en muchos órdenes o ámbitos de la vida social, la que va desde pretender obligarnos a todos, so pena de sufrir una especie de linchamiento social, a asumir o aceptar una significación única (al parecer verdadera) para determinado término o expresión, a pesar de que su sola enunciación haga evidente su naturaleza más bien polisémica. En otros momentos o espacios de la contemporaneidad nos encontramos con la censura abierta hacia las obras de grandes autores de la literatura estadounidense o anglosajona en general, tal y lo como lo evidencia el retrógrado y ultraderechista gobernador de La Florida, Ron De Santis, en las escuelas de ese estado “porque supuestamente ofrecen ideas para analizar críticamente el racismo, la desigualdad y la discriminación en todas sus manifestaciones. Según De Santis esos libros representan la ideología “woke”, ahora supuestamente asociada con las ideas de izquierda” (Montserrat Sagot).

Es así como los jóvenes del estado donde el español Ponce de León buscara sin éxito, durante el siglo XVI, la mítica fuente de la eterna juventud, se encuentran con el engendro totalitario (por arte del paternalista hitlercillo De Santis) que les impedirá acercarse a la obra del maestro californiano John Steinbeck con sus Uvas de la Ira, a la tierna narrativa a la estadounidense afro Toni Morrison, fallecida hace un par de años, o a la de Haper Lee y su novela Matar a un ruiseñor o al inovidable Mark Twain, maestro de maestros y sus Aventuras de Huckleberry Finn que marcaron los límites entre mi infancia y mi ahora también lejana juventud…como el tema toma ribetes orwellianos, no faltaba más, la prohibición de la profética novela “1984” vino a coronar la cereza del pastel.

Los fascistas ucranianos de Zelenski no conformes con sus limpiezas étnicas dirigidas al segmento rusoparlante de su población y más afín a su historia común con la vecina Rusia, no sólo prohíben las obras clásicas de los maestros de la literatura rusa, tales como León Tolstoi, Anton Chejov, Fiodor Dostoiewski o Leonidas Andreiv, sino que expurgan sus bibliotecas de textos en ruso. Estamos en una nueva era totalitaria: la que nos anunció hace setenta años el inglés George Orwell, con su abrumadora lucidez no exenta de sobriedad.

En una especie de simultaneidad en el transcurrir de eso que llamamos “el devenir histórico” o la singularidad del tiempo como duración, notamos que la complejidad de los estudios históricos y sociológicos se torna, cada día más manifiesta a nuestra mirada, a pesar de las notorias diferencias entre ambas disciplinas de las ciencias sociales. No los recuerdan con insistencia en sus libros y en sus alocuciones el gran maestro de la sociología francesa, Edgard Morin, ya centenario pero siempre lúcido, pero también nuestras propias observaciones del transcurrir sociopolítico y cultural, en este tumultuoso, absurdo, inextricable e indescifrable cambio de siglo, en el que ni siquiera logramos distinguir lo real de lo ficticio, a pesar de nuestras inútiles tentativas.

Fingimientos del totalitarismo de nuestro tiempo

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (32).
Tercera época.
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

Cualquier intento de plantear siquiera como existente determinado tema, o dimensión de la realidad que se salga de los cánones o versiones preestablecidas por las gentes que conforman los poderes fácticos, le acarrea al transgresor una interminable cantidad de epítetos, incluso relacionados con su vida personal, aflorando el odio hasta dimensiones insospechadas, sobre todo en las llamadas redes sociales. Todo esto implica la existencia de un culto descarado hacia la mentira, como una parte esencial de eso que ahora llaman la posverdad, sin tener en cuenta las afirmaciones, argumentaciones o demostraciones de quien se atreva a salirse de la unanimidad establecida dentro de lo asumido como “políticamente correcto”, por parte de la gran mayoría de la población, la que viene siendo hábilmente manipulada por los medios corporativos de la gran prensa escrita, radiofónica o televisada, aunque buena parte de ella se sume en la indiferencia de una manera inconsciente.

Los reporteros y entrevistadores de esos medios, en realidad meros apéndices del capital financiero, se han convertido, ni más ni menos, que en los operadores políticos por excelencia del conservadurismo y de la ultraderecha totalitaria en este cambio de siglo, mientras que buena parte de las gentes de la llamada izquierda, ni siquiera atinan a reaccionar y tampoco logran entender el fenómeno en su totalidad, mucho menos en lo que se refiere a sus raíces en el pasado, dentro del tiempo de la larga duración histórica. Su anclaje en una especie de presente continuo, a la manera anglosajona, ha terminado por reducirlos a la inmovilidad, a la indefensión o incluso los ha llevado a hacerle el juego a sus declarados e implacables enemigos. La falta de profundidad en el análisis de la atmósfera política prevaleciente, tanto en términos coyunturales como estructurales, cuando no su manifiesta ausencia, les impiden salir del fango de la politiquería de lo puramente contingente, de ahí su ausencia de metas que les permitan salir de su manifiesta crisis, sus voceros si acaso alcanzan a mostrar una cierta nostalgia hacia un pasado que ya no mantiene ninguna relación de correspondencia con la realidad, de ahí que buena parte de los “progres” y una cierta izquierda boba han terminado por hacerle el trabajo a la llamada “derecha”, tampoco exenta de la acelerada decadencia que ha terminado por afectar a todo el espectro político, dentro del que ya no hay partidos políticos sino meras franquicias electorales, donde se afinca la corrupción más desenfrenada.

Sucede así que las prioridades en materia de información e interpretación de eso que llamamos eufemísticamente “la realidad” están en manos de quienes de verdad mandan en nuestros países, no precisamente los presidentes de la república o los políticos circenses a su servicio, más o menos encubierto, a pesar de los telones de humo de los discursos que acostumbran a lanzar con cierta periodicidad.

Los rasgos más refinados del totalitarismo contemporáneo residen en esa capacidad para distorsionar lo que ocurre: sin necesidad de acudir a la brutalidad, o a la violencia física descarnada propias del fascismo italiano, español o alemán de hace un siglo, sus cultores se llaman o se consideran a sí mismos como demócratas o califican a sus prácticas detestables como “democráticas”, aunque en realidad no pasan de ser las de puños de hierro con guantes de seda, para el caso.

Estos liberticidas, enemigos descarados de cualquier tipo de libertad para los seres humanos de carne y hueso, pretenden establecer una tutela sobre nuestros pensamientos, o al menos intentan, con cierto éxito, evitar que nos expresemos en voz alta. De esta manera, en la España de la falsa transición a la democracia, se pena hasta con cárcel a quienes se atrevan a ironizar al corrupto monarca, impuesto por el déspota Francisco Franco, poco antes de morir, y en la poscomunista y católica Polonia hoy se pretende castigar a quienes ironicen sobre las prácticas de esa iglesia y sus jerarcas, los que por lo general no se han caracterizado por ser ejemplares “demócratas” o algo parecido.

De la mentira mediática y la política (de) ficción

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (31)
Tercera época
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Los periodistas de las nuevas generaciones, dentro de las circunstancias propias de este vertiginoso cambio de siglo, vuelvo a insistir por enésima vez, son en su gran mayoría, meros operadores políticos al servicio de una prensa corporativa a la que sirven de manera incondicional, al mismo tiempo que los medios que la conforman son, a lo sumo un apéndice más de las grandes corporaciones, de ciertos holding del capital financiero e incluso de una serie de actividades, entre ellas los parques de diversiones o parques viva, hoy objeto de una enconada disputa entre el gobierno del presidente Rodrigo Chaves, para el caso de Costa Rica, y los propietarios de un diario que aparece como la punta del iceberg de una de estas entidades.

A pesar de lo evidente que resulta el hecho de ser una mera disputa con un cierto trasfondo comercial y relativa al cumplimiento o no de determinada legislación relativa al ordenamiento urbano, sus propietarios han puesto el grito en el cielo diciendo que se encuentra en peligro la libertad de expresión.

Sus reporteros no hacen preguntas, sino que acosan (e incluso acusan, tergiversan y lanzan denuestos) a los gobernantes y los funcionarios públicos en casi todos los países de América Latina, razón por la que las amenazas a la libertad de expresión parecen venir de los propietarios o administradores de estos medios corporativos, mientras que los gobernantes y funcionarios a lo sumo se defienden.

Sólo en esto coinciden con las viejas empresas periodísticas como el Diario de Costa Rica, La Tribuna, Excelsior, La República y el mismo diario La Nación, el que si bien mantiene el mismo logo hoy es esencia algo muy diferente de lo que fue durante la segunda mitad del siglo anterior, tal y como lo indica el periodista y escritor Carlos Morales Castro (Ver Carlos Morales LA NACIÓN ENTRA EN GUERRA), en un elaborado, además de exquisito artículo, en el que se ponen de relieve las transformaciones sufridas por ese y otros medios, dentro del devenir del tiempo de larga duración histórica. De ahí la campaña emprendida por ese diario para revertir la decisión de la titular del ministerio de salubridad, dentro de la que sus propietarios no han dudado en acudir a la vieja fórmula de llamar en su auxilio a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), y a la cadena de medios de la dictadura mediática internacional, existentes en los otros países de la región, sobredimensionando y tergiversando las verdaderas razones del diferendo. No estamos en los tiempos de las grandes empresas periodísticas de hace ya un siglo, esas que estaban interesadas en hacer un periodismo de cierta calidad, aunque siempre al servicio de los intereses oligárquicos.

Comprarse la bronca ¿de qué se trata? Óscar Arias Sánchez, lo hizo hace rato y marcó la pauta con su “dictadura en democracia” y su afirmación de que los problemas de la democracia no se resuelven con más democracia, sino con una democracia restringida que es la mencionada dictadura, con la que se nos impuso el TLC con los EEUU y su agenda de implementación, mucho peor que el propio tratado. La no tan firme y acaso honesta, Laura Chinchilla con su trocha, y todo eso que incluye la entrega de los muelles de Limón a una transnacional holandesa, ese fue el segundo gobierno de la “dictadura en democracia”, ante la que todos callan, pues ella se compró la bronca contra el pueblo, por supuesto, incluso comprometiendo los fondos de pensiones del IVM y del fondo de los trabajadores de la caja, en la compra de bonos del Grupo La Nación hasta por el orden de los 9 mil millones de colones, según algunas fuentes.

Luisgui y Carlitos, esos “progres” tan miméticos del camaleónico PAC, formado por aquellas gentes que nos engañaron con sus espejismos, también se compraron la bronca con una gran dosis de entusiasmo, eso sí para jodernos al imponernos un plan fiscal regresivo, durante el segundo semestre de 2018, mediante la persecución más descarada contra los trabajadores y sus organizaciones, como en el caso del trabajador de RECOPE, Carlos Andrés Pérez, quien todavía sigue defendiéndose en los estrados judiciales de las falsas acusaciones del gobierno de Alvarado, la criminalización de la protesta social y la limitación del derecho a la huelga en 2019 con el decidido apoyo de Carlos Ricardo Benavides y el PLN, a través de su numerosa fracción parlamentaria, junto con el PUSC, que puso a Edna Camacho al servicio del equipo económico del gobierno y los demás partidos de la coalición neoliberal formada en abril de 2018.

Después, ya en plena pandemia para cerrar con broche de oro el hambre de comprarse broncas, vinieron la ley de empleo público y la regla fiscal, dos medidas con las que terminaron por enredar todo el funcionamiento institucional de la república, tornándolo casi imposible al devenir en la fuente de interminables litigios y conflictos. El asunto no es comérselas (tan propio de los seres omnívoros) sino establecer la naturaleza de esas broncas develando las complejas tramas que hay en el fondo de ellas, al menos como un ejercicio de política ficción.

Acerca de un alegato apasionado sobre el libro impreso y la lectura

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

En medio del discurrir de unos tiempos vertiginosos, e incluso violentos, donde los ignorantes, con su desenfrenada insolencia, son ya la correntada de un río inmenso de desolación y de retorno a las edades más obscuras de la historia de la humanidad, no debemos olvidar que el libro sigue siendo el mejor instrumento con el que contamos para enfrentar esa especie de retorno a la barbarie. Cuando la locura mecanizada se agote, quedando reducida a un montón de chatarra descompuesta y oxidada, los viejos libros impresos en el papel, y con el recuerdo de los olores de la tinta que hizo posible el prodigio, estarán todavía ahí para nuestro deleite.

Si bien es cierto, en gran medida, que hemos llegado, como afirman algunas gentes con cierta ligereza, al fin de la llamada Galaxia Gutemberg iniciada con la invención de la imprenta, a mediados del siglo XV, y que duró al menos siete accidentados siglos, para entrar en una época donde la imagen ha venido a sustituir a los caracteres impresos, como también al pensamiento sistemático almacenado en ellos, propio de cultura de escribas y lectores en que nos habíamos convertido durante esa era, dando paso a una época de los iletrados, en la que cada vez son más las gentes “alfabetizadas” que resultan incapaces de elaborar un textos, o entender una lectura que vaya más allá de unos cuantos párrafos. Nos acercamos de nuevo a la era de los gruñidos.

Dado lo anterior, ahora estamos dentro de lo que constituye una época en que la imagen ha venido sustituyendo a la lectura profunda de los textos de los antiguos maestros, no importa si impresos o manuscritos, como sucede en las llamadas redes sociales, donde se promueve el uso de dibujitos para evitarle al “usuario” o “consumidor” el trabajo de elaborar un texto, siempre con la pretensión de inhibir el deleite de leer un libro o un artículo extenso saboreando sí que quiere, no sólo sus contenidos sino también los múltiples sentidos que asumen en nuestra mente las palabras, material básico que conforma las obras literarias, filosóficas o científicas, con su inmensa variedad de elaboraciones estéticas en términos de la narrativa, y la elevación del pensamiento sistemático hacia las cimas del conocimiento.

Es en medio de estas inquietudes que rondan en nuestras cabezas que un viejo amigo nos plantea lo siguiente: “No sé bien que fue primero: si el libro o la lectura o si vinieron juntos, en un solo paquete de curiosidad insaciable” nos dice el escritor y periodista Carlos Morales Castro al dar inicio a las páginas de su más reciente obra LA PASIÓN DEL LIBRO (Editorial Prisma S.A. San José Costa Rica 2020), donde hace una apasionada defensa del libro impreso con sus tintas, imágenes y colores que tienen la virtud de transportarnos a innumerables e infinitos universos del pensamiento, la lírica y la ficción.

El autor de ese texto nos recuerda cómo nació en él la pasión por la lectura y nos habla de los primeros libros que llegaron a sus manos dentro de lo que constituyó un “amor paralelepípedo” que se fue desplegando paulatinamente desde la lectura de las llamadas “tiras cómicas”, en un medio donde sus padres “con mucha sabiduría pero pocos estudios, apenas si podían leer el periódico del día”(op.cit p.p. 23-24), las primeras lecturas fueron apareciendo de manera gradual hasta llegar al libro en estricto sentido” Las primeras lecturas, tras el diccionario y el catecismo, fueron las tiras cómicas. SUPERMÁN, BATMAN, EL LLANERO SOLITARIO, EL HALCÓN NEGRO, MANDRAKE, LA PEQUEÑA LULÚ, CHANOC, LORENZO Y PEPITA, todos los personajes de Disney, hasta avanzar a los clásicos ilustrados que empezó a editar Novaro de México, a mediados de los setenta” (ibídem). Con el tiempo vendrá el paso del folletín ilustrado o resumido en exceso al libro en toda la extensión de la palabra, dando lugar a una pasión por la lectura de los grandes clásicos de la literatura y el pensamiento filosófico occidental (Bertrand Russell, entre sus favoritos), de ahí en adelante nos confiesa que la lectura sistemática se convirtió no sólo en una pasión sino en una razón de vida.

Se trata de lo que llama “una apuesta incondicional por el libro contra el tiempo y contra sus adversarios de todas las épocas”, nos habla de cómo cuando aparecieron los grandes diarios durante el siglo XIX se creyó quera el fin de la era del libro, lo que con el paso del tiempo no pasó de ser una falsa alarma y así sucesivamente. Después, la amenaza continuó con la aparición de nuevos medios de difusión, a lo largo del siglo XX, como también del desafío a que da lugar el hecho puntual de los innumerables libros que se editan en nuestro tiempo y el imperativo de escoger ¿cuáles leer?, al menos entre aquellos a los que se tengan al alcance, un tema de suyo muy complejo, por lo relativo de esa afirmación.

Nos habla también Carlos Morales Castro, acerca de sus innumerables lecturas, a veces apresuradas, pero siempre obteniendo de ellas un gran deleite e intentando responder a los desafíos que se le plantearon, tal y cómo le aconteció con las repercusiones que tuvo un artículo al respecto que publicó en 1989, el que motivó innumerables reacciones entre sus amigos, entre ellos, Marcelo Blanc, quien en su “purísimo chileno de Valparaíso”(ibid) le dijo “- Ta muy güeno tu artículo sobre libros:”(ibid) o de José Rafael Cordero Croceri quien lo inquirió sobre el desorden de sus lecturas, un tema sobre el cual Morales hace una serie de disquisiciones para concluir: “Que uno puede estar leyendo varios libros al mismo tiempo y que eso no sólo es normal, sino conveniente y muy productivo “(Ibid p. 60), en fin todo un desafío que puede llevar a muchos lectores a los más insospechados descubrimientos, como también a modificar lo que alguien llamó alguna vez “los derechos del lector”.

Invito a los lectores a involucrarse en las lecturas de las páginas de Carlos, pero también a hacer nuestra la reflexión con la que concluye su texto: “debemos abogar por una vida menos belicosa, menos egoísta y, aunque sea un poquito, más solidaria, más humana… Y en eso, el libro sigue siendo un instrumento incomparable” (Ibid. p. 112).