¿Por amor al arte?
Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense
El evento pasó inadvertido, quizá por que el primero de mayo fue más mediático lo ocurrido en la Asamblea Legislativa costarricense, con la elección del nuevo directorio encabezado de nueva cuenta por el diputado Rodrigo Arias.
Pasó desapercibido como suele pasar el arte y la cultura en tiempos neoliberales. Entre 2019 y 2022 el sector sufrió una reducción al presupuesto de cerca de un 13%. El último recorte fue brutal de cerca de 6.000 millones y fue legitimado como parte de las políticas de salvamento a las finanzas públicas costarricenses en el marco del impacto de la pandemia sanitaria global desarrollada por aquellos años.
Entre 2020 y 2022 el sector artístico paralizó sus encuentros presenciales: conciertos, presentaciones, museos, eventos fueron clausurados, obligando a las personas artistas a reinventarse desde las plataformas virtuales que por entonces empezaron a predominar como medio.
Fue un recurso, pero no suficiente.
Esta situación afectó a cerca de 45.000 personas que viven directamente de la actividad, cerca de un 2% de las personas ocupadas del país. Lo que no se dice a viva voz es que le generan un nada despreciable 2% del PIB al país, incluso por encima del 1% que generado a nivel mundial.
Lo que pasó desapercibido, casi anecdótico, fue la propuesta de la regidora liberacionista Marcela Quesada Zamora por el cantón de Escazú, de solicitar a las personas artistas de esa localidad que donaran su trabajo a las juntas educativas. Incluso apelando al “buen corazón” de muchos de ellos que estarían, según su visión, felices de trabajar sin paga.
Esta noción de la regidora es eco de una idea popular. Es común la creencia que la persona artista no vive. Por alguna extraña razón no se alimenta, no paga recibos ni alquileres. No es, digámoslo así, una subjetividad con derechos.
Quizá esta idea está arraigada bajo la la básica suposición que quien se dedica al arte lo hace como pasatiempo, como hobby. Y entonces surge la pregunta: ¿estas 45.000 personas que dependen directamente de su arte lo harán por puro divertimento?
En una época regresiva para el arte y la cultura, propuestas como la indicada poco contribuyen a fortalecer el sector. Bien harían autoridades nacionales e institucionales en volcar de nuevo su interés en considerar estas actividades como factores intrínsecos al cambio y el desarrollo.
Empezar por ahí: devolverle al sector artístico y cultural su dignidad como punto de partida.