Ir al contenido principal

Etiqueta: soberanía

Improvisación en la Cancillería

Por Marlín Oscar Ávila

Los costarricenses debemos preguntarnos, hacia dónde queremos dirigir nuestras relaciones internacionales. Si no tenemos esta definición será inevitable que cualquier fuerza internacional la defina por nosotros. El mundo actual se está moviendo a velocidad luz, comparado a veinte años atrás, cuando el panorama cambiaba a menos que la velocidad del sonido.

Para nadie debe ser extraño que tengamos rencillas con los hermanos nicaragüenses, eso es histórico en nuestra familia centroamericana. Lo que no es tan común es tener riñas con hermanos que viven muy al sur de nuestro territorio. Y, si nos descuidamos nos van a endosar enemistades con otros países, incluso africanos y asiáticos, dependiendo a quién declaran enemigos en Washington, más aún si el nuevo posible enemigo tiene abundancia de riquezas. No se nos ocurre que se van a violentar nuestras relaciones diplomáticas con Haití, Nueva Guinea o Santa Lucía o la también empobrecida Honduras.

Con el pleito gratuito que ahora se tiene con el gobierno de Venezuela, para nadie con «cinco dedos de frente», como decían nuestros abuelos, es algo originado por nuestras relaciones históricas con esa nación. Desde que aprendimos a respetar la soberanía ajena, nuestra nación ha mantenido relaciones fluidas con todos los países del orbe mundial. Incluso, nos acomodamos de tal manera que llegamos a ser vistos con una cultura abierta hacia otras muchas culturas, muy diferentes en su desarrollo socio político y económico, hasta en sus marcos ideológicos. Desde luego, eso nos llevó a tener un mejor panorama de nuestro propio desarrollo.

Sin embargo, esto ha venido distorsionándose velozmente con las influencias del nuevo gobierno en Washington. Siempre hemos tenido la influencia de los gobiernos estadounidenses, pero los anteriores nos vieron como una sociedad importante en los manejos culturales y de nuestra política enmarcada en la «democracia occidental», por lo cual, había que cuidar de no alterar los caminos trazados por nuestro pueblo. Sabían que «una buena proporción de ticos pensamos como gringos».

Como bien sabemos, el actual gobierno de Donald Trump, no tiene ningún tipo de consideración para sociedades como la nuestra. Para él el mundo se divide en dos: los que le siguen sus mandatos y ocurrencias xenofóbicas, para llegar a construir el tercer imperio neofascista, acumular riquezas y, los que no le siguen. Así que obliga a cualquier nación a que se defina sí se une a sus ambiciones imperiales y se somete a sus dictados o se convierte en su enemigo. Para este ignorante e inculto comerciante de las mayores riquezas del mundo, solamente logra diferenciar que existe la relación con un príncipe heredero en Arabia Saudita, a quien trata como si fuese un demócrata, respetuoso de los derechos humanos, haciendo caso omiso de sus crímenes cotidianos y, a un gobernante en un país inmensamente rico en minerales, como Venezuela, que no obedece sus mandatos, por lo tanto hay que destruirlo.

Coloquemos el perfil de nuestro presidente Carlos Alvarado al lado del de Donald Trump. La calidad humana del nuestro, supera con creses al estadounidense. No obstante, el de Washington está definiendo nuestras políticas actualmente. A ese neo nazi que no elegimos.

Veamos alguna de las trampas a que nos podremos meter sin tener definida nuestra política exterior.

Oficialmente «hemos aceptado» al tal Guido como gobernante de Venezuela. Nombrado «Presidente encargado» seleccionado por Donald Trump. Consecuentemente, «hemos» dado 60 días a la misión diplomática del gobierno elegido democráticamente, para desalojar su embajada en Los Yoses, San José. Ese plazo seguramente vino de Washington, donde se ha cronometrado la toma de poder en Caracas. Nuestros gobernantes no saben si eso será así. No tenemos el expertís militar en producir golpes de estado, menos en el extranjero.

Pero el riesgo es, si no le resultan bien los cálculos y la masacre programada por el Pentágono, ¿adónde quedaremos los ticos? La vergüenza internacional que se nos viene.

Ahora resulta que el gobierno del vecino Nicaragua «tiene los días contados» por decisión de «la santa inquisición» del Pentágono. ¿Será que también nuestro presidente (no nosotros, la ciudadanía) va a verse obligado a romper relaciones con nuestros hermanos nicaragüenses?

Pareciera que nuestro gobierno no solamente improvisa, sino que solamente obedece. Nuestro nuevo Canciller tampoco nos impresiona. Pareciera estar esperando que Washington le dicte las pautas a seguir, como se las pudo haber dictado en el CIDH.

Así que estamos muy mal en nuestra política exterior, desde el comienzo del «gobierno de la unidad» con posible graves consecuencias para nuestro pueblo costarricense.

Nuestro gobierno debe saber diferenciar el tratar asuntos internos con los externos. Estos últimos son muy delicados, al grado que pueden afectar nuestro futuro como nación.

 

Enviado por el autor.

Sea parte de SURCOS:

https://surcosdigital.com/suscribirse/

Hace 162 años el patriotismo expulsó al filibustero

José Manuel Peña Namoyure

20 de marzo, medio día

 

Dentro de unas pocas horas se cumplirán 162 años en que las tropas costarricenses, combatieron con patriotismo y coraje para repeler al filibustero gringo William Walker que venía y quería hacernos súbditos y vasallos de un país extranjero.

Ahí en los corrales de piedras de esa hacienda ganadera, los ticos ganaron en poco tiempo la batalla y lograron que los invasores huyeran desde adonde habían llegado: Nicaragua.

Quiso el destino que desde el territorio de Guanacaste, se diera una lucha frontal y cruenta, para salvaguardar la soberanía, la libertad y la paz por siempre de Costa Rica.

Me decía esta mañana un brillante intelectual cubano, que esa Batalla de Santa Rosa, fue clave para Centroamérica y más allá, dado que las intenciones estadounidenses, eran de un expansionismo sin límites.

Por eso, gracias a costarricenses estudiosos de la verdadera historia costarricense, sabemos ahora con amplios detalles, acerca de la grandeza de espíritu y patriotismo colosal del entonces presidente Juan Rafael Mora y todos cuantos participaron en la gesta de Santa Rosa el 20 de marzo de 1856 y en la batalla de Rivas, Nicaragua, el 11 de abril de 1856.

¡¡¡Vivan el presidente Mora y los que nos legaron Patria Libre!!!

Saludos desde la sabana guanacasteca.

 

Suscríbase a SURCOS Digital:

https://surcosdigital.com/suscribirse/

Terremotos geopolíticos

Terrorismo planetario

Por Arnoldo Mora

Los cambios operados en la geopolítica mundial han adquirido en días recientes una dimensión y una velocidad siderales. Lo dicho se manifiesta en dos realidades antagónicas: una, angustiante por su violencia, en los conflictos que se han suscitado en varios lugares como el Medio Oriente y Ucrania; la otra plena de expectativas y que tienen que ver con los planes de desarrollo y soberanía de regiones hasta ahora consideradas periféricas. Esos fenómenos macropolíticos solo se entienden si se asume como trasfondo la profunda crisis económico-social que viven los países industrializados. Con ello se hizo patente que la hegemonía política de Occidente tocaba a retirada en el panorama mundial. Nuevas fuerzas económicas y políticas emergían encabezadas por China, ese gigante dormido por siglos que Mao despertó. Pero, junto a China ha surgido el grupo llamado de los BRICS, que abarca el 40% de la población mundial, el 27 % de los recursos naturales y el 21% del PIB. Todavía no gobiernan el mundo, pero sin ellos tampoco se puede gobernar el planeta. Quienes hegemonizan ese grupo son los líderes de China y Rusia, cuyos periplos por Nuestra América ya se están haciendo habituales.

Actualmente el mundo se ha dividido en grupos o bloques que abarcan, tanto lo económico, como lo político e, incluso, lo militar. En nuestra región el grupo más sólido y lúcido es el conformado por los países de América del Sur. Pero el mayor logro de esta política unitaria se dio con la constitución de la CELAC, cuya presidencia pro tempore corresponde en este año al mandatario costarricense Luis Guillermo Solís. Eso explica y justifica su más reciente viaje a Brasil. Lo que acaba de acaecer en Brasil, cuando los países que conforman UNASUR se unieron con los que integran el BRICS y recibieron a los líderes de Rusia y China, constituye todo un hito histórico que revela la magnitud del terremoto geopolítico que se está operando en el panorama internacional y que señala, no me cabe la menor duda, el rumbo que cada vez más claramente está tomando la humanidad en el siglo XXI.

Un país pequeño y carente de materias primas estratégicas, pero cuya importancia es gigantesca dada su posición geográfica en la Cuenca del Caribe y como puente natural entre las Américas del Sur y del Norte, no puede ignorar esta realidad. Luis Guillermo Solís lo sabe muy bien, pues mucha de su experiencia política la adquirió en el ámbito de la diplomacia regional. Sus miradas y expectativas deben dirigirse hacia el Sur, donde se encuentran sus hermanos latinoamericanos, hijos de la Patria grande de Bolívar, Juanito Mora y Martí. Debe vencer temores y resistir presiones, como en su política exterior lo hizo Oscar Arias, nada sospechoso de veleidades izquierdosas, pero que estaba consciente de que el mundo está cambiando. Un gobernante que respete su investidura no debe doblegarse ante la agenda política que, desde su boletín de Llorente, trata de imponerle nuestra anquilosada oligarquía. El Presidente y su Canciller tienen el deber patriótico de obedecer al Soberano que los eligió y no a antidemocráticos poderes fácticos que responden a intereses privados.

 

Enviado a SURCOS por el autor.

Suscripción-solidaria:

https://surcosdigital.com/suscribirse/

¡NO más buitres!

No más fondos buitres

Jubileo Sur/Américas

2014-07-14 21:00:00

El 16 de junio recién pasado, la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. anunció dos decisiones altamente peligrosas no solo para Argentina y su pueblo, sino para todos quienes reivindicamos la soberanía y la primacía de los derechos humanos por sobre las pretensiones del gran capital. Se rechazó la apelación argentina, dejando firmes los fallos que desde 2012, ordenan a la Argentina a pagar el 100% de lo demandado por varios fondos conocidos como buitres – encabezados por NML Capital – y de pagarlo antes de seguir pagando los demás bonos reestructurados en 2005 y 2010. Además, convalidó el pedido de los mismos buitres para que Argentina identifique los activos que posee fuera de su propio territorio, a fin de facilitarles nuevas acciones en busca de cobrar lo que los tribunales estadounidenses han decidido que Argentina les debe.

Ambas decisiones son tan repudiables como esperadas

En un contexto mundial donde la vida humana, la vida de la naturaleza, la soberanía y los derechos de los pueblos y las naciones están cada vez más fragilizados por el accionar del gran capital – la financiarización y crisis perpetua de la economía capitalista mundial, el auge de la economía-casino y el recrudecimiento de su fuerza explotadora y depredadora del trabajo humano y de los bienes naturales – ponen en evidencia la consolidación de una institucionalidad jurídico-política que no reconoce límites a la usura y la avaricia del capital. Una verdadera arquitectura de la impunidad que, empezando con la propia Ley de Inmunidad Soberana de EE.UU., que en 1976 estableció que la soberanía de las naciones termina cuando así lo determina el mercado, siguió construyéndose en los años de auge neoliberal tras la firma de múltiples tratados y acuerdos de libre comercio, de “cooperación económica”, de protección a las inversiones y de prórroga de las jurisdicciones nacionales a favor de tribunales extranjeros y foros arbitrales como el CIADI.

El ataque de estos fondos especulativos no es nuevo

Por más que se encuentre ahora respaldado por el máximo tribunal estadounidense, forma parte de un proceso de endeudamiento cruento, ilegítimo e ilegal, cuyos altos costos el pueblo argentino viene pagando desde hace ya demasiados años. Para no ir más atrás en la historia, los bonos hoy en manos de estos buitres remontan directamente a las deudas odiosas acumuladas por la dictadura (‘76 – ‘83) y el endeudamiento impuesto durante los años ´90, bajo la fuerza extorsiva de las mismas y el apoyo decidido del FMI, el BM, el Club de París y otros. Una deuda que ha sido encontrada fraudulenta y arbitraria en sede judicial (Caso Olmos, Causa N° 14.467, Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N° 2 de la Capital Federal, 13 de julio de 2000) y que se encuentra igualmente denunciada en otras causas aún abiertas en tribunales argentinos.

30.000 desaparecidos y desaparecidas, la entrega del patrimonio público, los sucesivos ajustes y el colapso económico del 2001 con sus horrendas secuelas en términos de empobrecimiento, desempleo, exclusión y reordenamiento de la economía, profundizando la explotación y el extractivismo al servicio del pago de una deuda que, por sus probadas ilicitudes, hace tiempo debería haberse declarada nula de nulidad absoluta: son apenas ejemplos del costo humano, social, económico y ecológico que sólo seguirá creciendo si no se encaran los problemas de fondo.

Hasta ahora, el gobierno argentino ha intentado “ganar” el partido de la deuda, jugando con las mismas reglas que establecen sus pretendidos acreedores. Ha puesto como objetivo el retorno a los mercados internacionales de capitales, para endeudarse nuevamente y seguir sometiéndose a la dependencia y dominación de esos mismos capitales, apostando a un capitalismo “más humano” que, sin embargo, no deja de ratificar que su naturaleza es explotadora y depredadora. Los resultados están a la vista: más de USD 400 mil millones pagados desde el fin de la dictadura en 1983 y más de USD 174 mil millones en la última década, en concepto de una deuda que en el mismo período se ha incrementado de USD 43 mil millones a más de USD 240 mil millones. El hecho de que la moratoria parcial de pagos sobre la deuda, luego del colapso de 2001, permitió a la economía argentina iniciar un proceso de recuperación, señala a las claras que existen alternativas al pago perpetuo de lo que ni siquiera se debe.

¡No permitamos que los buitres sigan volando!

Llamamos a los pueblos, los movimientos y organizaciones, los gobiernos e instituciones de la integración, sobre todo de nuestra América y del Sur entero, a unir fuerzas para poner fin a esta embestida y a toda posibilidad que los buitres de cualquier calaña, sigan viviendo de lo nuestro:

–       Apoyemos al pueblo argentino en su lucha por no seguir pagando lo que no se debe. Sean cuales sean las medidas que ahora tome el gobierno, los costos para el pueblo de continuar reconociendo y pagando deudas comprobadamente fraudulentas son ya demasiados. Apoyemos en especial, la demanda expresada por numerosas organizaciones y referentes argentinos, en su pronunciamiento NUNCA MÁS BUITRES, para que el gobierno argentino suspenda todo pago hasta no completar una auditoría participativa e integral de los diversos reclamos, sobre la base de las investigaciones judiciales ya realizadas. Esto ayudaría a desconocer los reclamos de deuda ilegítimos e ilegales y a permitir que se priorice el pago de la deuda social con los únicos acreedores probadamente legítimos: el pueblo argentino.

–       Apoyemos el derecho del gobierno argentino a no ceder ante los fondos especulativos o buitres de cualquier calaña, por más que tengan el respaldo injusto del poder judicial estadounidense o de donde sea. Hará bien recordar que no toda ley es justa, y que toda ley injusta debe ser resistida hasta su eliminación. Los Principios Rectores sobre la Deuda y los Derechos Humanos reafirman que los derechos humanos, incluyendo en especial los derechos económicos, sociales y culturales, tienen primacía por sobre cualquier acuerdo o contrato comercial de deuda. Asimismo, señala a los estados prestamistas y prestatarios, a las empresas e inversores financieros e instituciones multilaterales implicados directamente en los procesos de endeudamiento de naciones soberanas, que es derecho y obligación de los Estados tomar las medidas necesarias para cumplir prioritariamente con los derechos humanos de sus poblaciones, así como también de no pagar deudas odiosas o cuya legitimidad y legalidad no hayan sido establecidas. Y ratifica a todos los Estados que es su obligación cumplir, y hacer cumplir, con estos derechos.

Proponemos:

–       Llamemos al gobierno argentino, y a todos los gobiernos que quieren proteger a sus poblaciones y prevenir nuevos ataques buitre, a ponerle fin a sus privilegios e impunidad:

i.        anulando y dejando de reconocer como válidas, la renuncia a la soberanía impuesta en los contratos de endeudamiento y la prórroga de jurisdicción a tribunales extranjeros y foros de arbitraje extrajudiciales como el CIADI, donde se anidan otros buitres;

i.        denunciando y desistiendo de negociar y firmar, tratados de libre comercio y de protección a las inversiones que implican la entrega de nuestra soberanía a las grandes empresas y mercaderes de capitales.

–       Llamemos a todos los gobiernos, en especial de América latina y el Caribe y del resto del Sur global, a las instituciones de la integración como por ejemplo la UNASUR, el ALBA, el CELAC, el G77,aapoyar a Argentina en la dirección señalada y a avanzar juntos en la generación de nuevas políticas, instrumentos e instituciones que rompen de una vez con los esquemas capitalista neoliberales impuestos y permiten construir desde lo nuestro, incluyendo por ejemplo un Banco solidario del Sur y la adopción de leyes y políticas nacionales, regionales e internacionales de control sobre los movimientos de capitales y las empresas transnacionales en general, para someterles efectivamente a la soberanía y el respeto de todos los derechos humanos.

No más fondos buitres2

Los buitres no seguirán volando tan fácilmente sobre nosotros si desde nuestros países no se les permite pasar. Juntos podemos avanzar en la construcción de nuevas realidades de vida y de bien vivir, logrando además poner fin a la impunidad con que opera el sistema económico y financiero internacional y que los responsables reparen los crímenes cometidos, pagando sus deudas con nosotros.

 

¡NO debemos, NO pagamos!

¡Somos los pueblos los acreedores!

-América latina y el Caribe, julio 2014

Jubileo Sur/Américas

 

Ilustraciones: Página 12 y http://crisiscapitalista.blogspot.com/

 

Información enviada a SURCOS por Minga Informativa de Movimientos Sociales http://movimientos.org/


De un sur no tan lejano venían esos amigos

S

Rogelio Cedeño Castro

Sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA)

De un sur no tan lejano venían esos amigos

“La hermandad y el amor por el hermano pueblo nicaragüense y por todos los pueblos del mundo seguirán vivos y nada lo podrá empañar. En un mundo en donde todavía las fronteras son una realidad y donde intereses rapaces procuran nuevos despojos de los recursos naturales, el tema de la soberanía sigue en primer plano. No se puede descuidar ni jugar con la soberanía como nos lo enseñó y nos los recordó siempre Manuel Mora Valverde. Porque, utopistas o realistas, la historia lo dirá, seguiremos soñando con un mundo y una sola patria sin fronteras” Manuel Mora Salas p. 183.

I

La prosa exquisita y la bien elaborada reflexión, presentes en cada uno de los textos individuales y la posesión de una notable destreza narrativa de todos sus autores, es algo se torna perceptible para el lector de esta obra colectiva que mereció el Premio Aquileo J Echeverría 2013, sobre todo si este se empeña en captar su sentido más hondo a partir de una visión del conjunto de sus contenidos, tomándola a la manera de una síntesis de unos aportes testimoniales que la tornan no solo atrayente, sino de sumo interés para quienes se aproximen a sus casi cuatrocientas páginas, dentro de lo que se convierte desde el inicio en una apasionante experiencia que casi nos impide apartarnos de la lectura de este libro hasta llegar a sus páginas finales. Estamos hablando de los contenidos de una invaluable publicación, cuyo título LOS AMIGOS VENÍAN DEL SUR (Editorial Universidad Estatal a Distancia EUNED San José Costa Rica 2013) nos lleva a interrogarnos inicialmente, acerca de la intencionalidad de los autores y del editor, dentro de lo que constituye un pequeño ejercicio para inferir a partir del mencionado título la significación más profunda de la obra, algo que solo se logra sopesando los elementos más universales presentes en ella y la trascendencia que, adquiere dentro de ese rango, la decisión de un grupo de combatientes costarricenses de incidir de una manera heroica y ecuménica en alto grado, pero también muchas veces silenciosa y dotada de una gran tenacidad, en un momento histórico cargado de toda clase de asechanzas para la región centroamericana, como asimismo dentro de una escala planetaria, cuando esta sufrida humanidad atravesaba por la última década de la llamada guerra fría, dentro de un escenario donde los Estados Unidos buscaban aplastar a la revolución sandinista y a las fuerzas de la resistencia popular en todos los países de la América Central. Para hacerle frente a un desafío de esa inquietante magnitud, entraron en el escenario bélico así planteado unos amigos de esa gesta emancipadora regional, unos costarricenses que se encargaron de dar un aporte decisivo a la hora del combate, dentro de un accionar coherente y bien meditado con el que se dio al traste con las pretensiones, sobre todo en el campo militar y político, de las bien armadas fuerzas de la contrarrevolución y de sus mentores imperiales, situados en la Casa Blanca de Washington.

Esos amigos de la revolución sandinista, que llegaban desde algunos territorios situados más al sur del área en la que se ubicaba el teatro de operaciones bélicas más importante, no fueron otros que los combatientes costarricenses, provenientes de las filas del Partido Vanguardia Popular, el Partido Socialista Costarricense y el Movimiento Revolucionario del Pueblo MRP, quienes por entonces mantenían sus identidades ocultas, ellos no solo fueron unos actores extraordinarios que supieron estar a la altura de los duros requerimientos que esa coyuntura demandaba, sino que ahora nos entregan ahora por escrito, cuando han transcurrido un poco más de treinta años de aquellos hechos, un testimonio histórico cargado de emotividad y calidez humana, que no solo viene a ponerle luz a los acontecimientos por ellos protagonizados, sino que nos obliga a todos a reconsiderar todo lo acaecido durante esos intensos años y empezar a valorarlos en toda su significación, pero sobre todo en términos de sus alcances históricos y de la manera con la que se proyectan hacia nosotros en este cambio de siglo. La heroica y casi silenciosa actuación de este grupo de combatientes ticos, al lado de otros de nacionalidad nicaragüense y de otros países de la región, contribuyó a impedir el triunfo militar de una contrarrevolución que tenía sus raíces en la despiadada criminalidad del disperso contingente humano de la vieja Guardia Nacional Somocista, lo que hubiera implicado una restauración plena de los peores tiempos y políticas de la dominación imperialista sobre los países de la América Central, con las que no hubieran mandado décadas atrás en materia de derechos políticos y sociales. Solo así pudieron generarse condiciones más favorables para la reconstrucción de los movimientos populares, durante la postguerra civil centroamericana de las dos décadas que siguieron al conflicto armado, de tal manera que las luchas políticas y sociales pudieran darse dentro de la institucionalidad de unas democracias formales todavía muy precarias, pero dejando atrás los tiempos del enfrentamiento armado y la aniquilación física de los dirigentes populares, los que asumieron características genocidas en algunos momentos de las décadas de los setenta y los ochenta, sobre todo en países como Guatemala, El Salvador y Honduras. Aunque en apariencia, como dijeron en su momento los ideólogos del neoliberalismo con su anunciado final de la historia(Fukuyama, dixit) y el presunto triunfo definitivo de la ideología liberal-libertaria del sálvese quien pueda con su proclamada supervivencia de los más fuertes o ganadores, las políticas del pensamiento único implementadas a partir del Consenso de Washington terminarían por encontrarse con nuevas y diversas manifestaciones de la resistencia popular, las que se evidenciaron con gran fuerza al adentrarnos en el siglo que se estaba iniciando, demostrándose así la fragilidad de los tan cacareados triunfos de las fuerzas reaccionarias y oligárquicas del istmo centroamericano.

II

Los principales protagonistas de los acontecimientos narrados en este libro no solo jugaron un papel esencial y determinante en el derrocamiento de la tiranía somocista, un régimen que era una de las principales tenazas de la dominación imperial en el istmo centroamericano, sino que combatieron con éxito a la fuerzas de la contrarrevolución en la Nicaragua de la primera mitad de la década de los ochenta, tanto en el norte como el sur del vecino país. A partir de los testimonios de algunos de aquellos combatientes sobre sus actuaciones en las filas del Frente Sur Benjamín Zeledón, como también acerca de los hechos más importantes acaecidos durante la última etapa de la insurrección sandinista de 1979, que condujo al fin de la dinastía somocista y de la Guardia Nacional, de hechura estadounidense y que quedó como una herencia maldita de la ocupación militar del imperio del norte( de 1927 a 1933), una fuerza militar represora que llenó de sangre y dolor la vida de varias generaciones de nicaragüenses. Los hechos bélicos antes aludidos que marcaron intensamente el panorama histórico de la octava década del siglo anterior para hacerle frente a la contrarrevolución, se iluminan ante nuestros ojos, al ofrecernos una perspectiva esencialmente diferente, que permitió exteriorizar toda la grandeza de esas acciones, en el terreno de la lucha armada. Una vez concluida la primera fase bélica, muchos de esos combatientes se incorporaron a la construcción del nuevo orden revolucionario y en la conformación del Ejército Popular Sandinista(EPS), que se encargó de llenar el vacío político-militar dejado por el régimen somocista al desmoronarse, sustituyendo a la fenecida y antes mencionada Guardia Nacional de Nicaragua su principal sostén y fuente de su ilegítimo origen, para darle un soporte militar decisivo al nuevo mundo que la revolución intentaba construir y a la necesidad de hacerle frente, de manera simultánea, a las nuevas amenazas que se cernían en el horizonte desde el propio momento del triunfo.

III

Una lectura atenta de los contenidos de esta obra nos pone en contacto con la dureza y el dramatismo de la guerra, algo en lo que José Picado y los autores de otros textos se empeñan en gran medida para hacernos reflexionar, a partir de la naturaleza conmovedora y siempre sincera de sus testimonios acerca de sus experiencias y vivencias en el combate contra el régimen somocista y contra las fuerzas de la contrarrevolución que emergió posteriormente. Con un epígrafe de Sun Tzu, en “El arte de la guerra”, Picado deja planteada desde el principio su reflexión seria sobre el tema, al asumir que “La guerra es un asunto sucio y todo hombre sensato debe hacer lo posible por evitarla” y pasa a evocar en la presentación del libro los momentos emotivos que se vivieron al caer la dinastía de los Somoza, como un acto decisivo que contribuyó a dar inicio a nuevas páginas de una historia centroamericana, que había permanecido estancada y entrabada durante la mayor parte del siglo XX, en gran parte como resultado del ya aludido intervencionismo estadounidense en todos los países del istmo centroamericano, el que se había encargado de hacer fracasar la breve primavera democrática que representó la revolución guatemalteca de 1944-1954, abriendo un nuevo ciclo de dictaduras militares y acciones genocidas contra la población de los países de la región.

La expresión “un soplo en la inmensidad del tiempo” con que titula su relato Ignacio, uno de los combatientes que prefiere guardar su identidad, resulta no sólo conmovedora sino que nos remite al universal deseo de paz y justicia, dentro de una visión de mundo que busca que seamos una humanidad mejor, cuando nos dice: “Ese soy yo y ese es mi testimonio, es un resumen, una parte pequeña de todo, vimos la muerte a la cara directamente, y también he visto la vida, toda maravillosa y llena de contradicciones; no hay día que no piense en todo eso, algunas veces todavía se me vienen las lágrimas cuando veo todo lo que ha pasado; eso fue un momento, todo son momentos, momentos únicos, todo esto es un soplo en la inmensidad del tiempo, algunos volvimos de allí y otros no, a todos los amigos y los que fueron enemigos los recuerdo con respeto.¡ En el fondo todos queríamos lo mismo, un pedazo de tierra, el abrazo de una mujer, besar a nuestros hijos, un plato de frijoles con tortilla y libertad!(Ignacio p.229).

Este mismo autor destaca algunos detalles un tanto paradojales de las circunstancia del conflicto armado en que se encontraba envuelto no sin una cierta gracia, como cuando nos cuenta que: “ Un día nos mandaron en varios lanchones un grupo como de 120 muchachos del Servicio Militar Obligatorio del EPS, los cuales se nos agregaron para la operación; daba lástima verlos, venían equipados como para pelear en Europa Central, con cascos de acero de tipo soviético, cinturón ruso y cada uno traía un macuto lleno de cosas inútiles por completo; los formamos y les pedimos que sacaran todo lo que llevaban en los macutos, llevaban paño, desodorante, como tres mudas de ropa, cobija gruesísima y un montón de cosas inútiles si se va a combatir en una de las peores selvas del mundo en donde se tiene que andar solo con lo indispensable; los aligeramos de carga, solo una muda extra, que botaran el calzoncillo, además de que se deshicieran del casco y se pusieran una gorra o sombrero militar; se forma una montaña impresionante de cosas, se las regalamos a la gente, ya no las iban a necesitar más, luego los llevamos a una zona de tiro durante varios días a que dispararan y se acostumbraran un poco, pues habían recibido 25 días de entrenamiento y mal dado; estaban todos asustadísimos, pues en promedio tenían 17 años y ninguno tenía experiencia previa, algunos 30 días antes estaban en el colegio o los recogieron a la salida de una fiesta, tenían los ojos desorbitados, les enseñamos lo básico y les dimos un poco de confianza, les pusimos algunos jefes con experiencia previa y quedaron mejor organizados(ibid. p.207). La mayor paradoja o aparente contrasentido, al desplegarse el esfuerzo bélico como cuando “…pusimos emboscadas y puestos de vigilancia y la retaguardia era un hospital, muchos venían con peladuras de las botas, pues las medias los habían quemado, o bien con pelones en la cintura producto del cinturón y el porta cargadores ruso, pues los rusos se esmeraron en hacer que su armamento fuera de excelente calidad, pero el equipo personal del soldado lo hicieron para monjes de clausura” (ibid. p. 211).

La extrema dureza del medio natural, la selva, el pantano, los mosquitos, los agentes patógenos, la humedad, las enfermedades y la lluvia constante e inclemente de las regiones del centro y del caribe nicaragüense no desanimaron a estos combatientes que se habían preparado, de manera concienzuda, para ejercitarse en el duro arte de la guerra después de largos desplazamientos territoriales para adentrarse en el teatro bélico de operaciones, propiamente tal, tanto en las orillas del Río San Juan como en las montañas próximas a la frontera hondureña para enfrentar, con decisión y valor, a los remanentes de la guardia nacional somocista que se internaban en territorio nicaragüense para cometer los crímenes más atroces, pues seguían siendo una fuerza, bien apertrechada y entrenada por agentes del Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia(CIA) y que tenía como santuario el territorio hondureño, como también en ciertos momentos el de Costa Rica.

De aquella Brigada Mora y Cañas que se enfrentó a las fuerzas de la contrarrevolución nicaragüense durante la primera mitad de la década de los ochenta Yamileth López, José Romero y Franco no volvieron más, pues dejaron su vida en aquel escenario bélico, pues como dice Manuel Ardón ahí estaba el cadáver de “Franco de seudónimo, Wilson Arroyo de nombre; cuando vi su cadáver estaba limpio, frío, sonriente. En todas las misiones este digno guerrero no logró tener enfrentamiento alguno y las babas se le salían por matar contras; este fue el pecado de su suerte, él iba a la vanguardia y adelantó el paso y la estúpida contra arremetió ante la exploración sin esperar a emboscar al grueso de la tropa, a él le acribillaron las rodillas y murió desangrado en la soledad de la batalla, sin que nadie lograra socorrerle. Y se apagó la luz de la mañana, la de su novia, la de su nuevo hijo y yo putié por él a la muerte y a la vida, descubrí porque los hombres tras su muerte continúan construyendo la esperanza” (Manuel Ardón p.372)

 

IV

Mientras, por otra parte, José Picado el principal gestor de esta obra colectiva nos lleva a través de las palabras de sus textos (Queríamos ser como el Che p.125) hacia una comprensión de los complejos procesos que condujeron, de muy diversas maneras, al logro de una mejor preparación de aquellos jóvenes combatientes y a hacer algunas recapitulaciones de las incidencias de los distintos momentos del conflicto armado, como cuando ”Nos hicimos expertos en todos los fusiles de infantería, porque teníamos que estar en capacidad de manejar las armas que aparecieran en el terreno, en el escenario de la guerra. Incluso aprendimos a desorientar y confundir a los perros pastores alemanes, que estaban entrenados para localizar y fijar en el terreno a las tropas enemigas…Esto, por supuesto nos salvó la vida y salvó la vida de muchos de nuestros hombres, ya que en Nicaragua siempre el enemigo nos superaba en número, en armamento, incluso en capacitación…se nos enseñó a ser muy precavidos y muy económicos en cuanto a la utilización de los recursos en general. Ya no éramos guerrilleros medio zopencos que tiran un disparo y corren, sino que aprendimos a pensar adecuadamente y a confiar en nuestra capacidad y en la capacidad combativa de nuestras unidades”(Picado p.p.139-140),pero también nos muestra una picardía y una gracia notables en Bailando con Glenn Miller (p.163), un texto que por sí mismo nos habla de la calidad humana de su autor, con una gran capacidad de reírse hasta de sí mismo y de la formalidad –a lo mejor excesiva- de algunos de sus compañeros de lucha.

Por su parte, desde las páginas de su texto, Sergio Erick Ardón (A la frontera como en 1856 p.3), un importante dirigente de la izquierda costarricense, nos introduce en la temática del libro, al mismo tiempo que hace una cuidadosa reflexión cuando recuerda, a propósito del combate a la contra, durante los años ochenta que: “Un grupo de compañeros escogidos, algunos ya con formación militar, se integraron en grupos de tres en los BLI(batallones de lucha irregular), que actuaban en los diferentes escenarios de esa guerra, tanto, y sobre todo, en el norte en la zona de Jinotega y Matagalpa, como en el sur, en Nueva Guinea y el San Juan. Al tiempo que se brindaba solidaridad combativa, esta vez se trataba de ganar experiencia para el caso de que Costa Rica se viera arrastrada por el torbellino de la guerra que ya se libraba en todos los otros países centroamericanos y tuviéramos que recurrir a las armas en suelo nacional”(Ardón p.p 8-9) o también que “En el desarrollo de esa experiencia, que fue extraordinariamente rica y aleccionadora, también nos llenó de preocupaciones ver cómo el ejército sandinista orientaba el accionar militar sin atender de manera cabal la parte política con el campesinado confundido, lo que provocaba un divorcio entre lo militar y lo político, debilitando y comprometiendo la posibilidad de victoria”(ibid. p.8) y por su parte, Manuel Mora Salas (Una brigada con el nombre de Calufa p.33 y La bandera del internacionalismo p.179), el comandante Ramiro de la Brigada Calufa en el Frente Sur durante la lucha contra la dictadura somocista, y posteriormente durante la lucha contra las fuerzas de la contrarrevolución, recuerda sus inquietudes por tener una preparación militar ante los dolorosos fracasos de su partido durante la guerra civil de 1948, algo que obtuvo en la Unión Soviética, donde había alcanzado el grado de general, una preparación que resultó esencial durante esa coyuntura, nos dice que aparte de la circunstancias en que se produjo la participación de su partido en la lucha “Deben ser reconocidos también los muchos costarricenses sin partido ni carné que lo entregaron todo por solidaridad con el hermano pueblo nicaragüense en la lucha contra Somoza y luego contra la agresión imperialista…Concluyo, manifestando mi admiración por todos los excombatientes costarricenses. Quizás, no lo sé con seguridad, solo los que vimos y lo vivimos sabemos el potencial de nuestro pueblo. Su humanismo, su disciplina y su entrega heroica en las condiciones más difíciles de imaginar estrujarán siempre mi corazón” (Mora Salas p.p.182-183).

Tanto Mora Salas como Ardón Ramírez sitúan el escenario histórico de esta serie de combates para enfrentar a las fuerzas de la contrarrevolución dentro de una perspectiva que va desde el recuerdo de la gesta de 1856 hasta la del compromiso internacionalista de los combatientes revolucionarios de aquella generación, dentro de lo que podría marcar también un cierto paralelismo con la heroica determinación de los integrantes de aquellas brigadas internacionales que combatieron al fascismo de Franco; Hitler y Mussolini durante algunos de los más duros episodios de la Guerra Civil Española. A pesar del esfuerzo que hemos hecho por contextualizar los alcances históricos de esta obra colectiva y destacar algunos de los hechos narrados en ella, estamos seguros que nada sustituirá su lectura, como una grata y estimulante experiencia para los buenos lectores y a la que los estamos invitando para que se internen así en la riqueza de los contenidos de sus páginas.

 

Enviado a SURCOS por el autor

¿Y la soberanía nacional?

Arnoldo Mora.

 

De nuestra  Frontera Norte nos vienen buenas y malas noticias. La buena  es que La Corte Internacional  de La Haya ha dado razón a Costa Rica al obligar al gobierno vecino a salir de los territorios en disputa  y a subsanar los daños infligidos a la ecología. Esperemos que este fallo sea un anticipo de lo que ha de ser el definitivo, cual es el de devolver a Costa Rica los territorios usurpados. Gracias  a la firmeza y solidez  jurídica de las acciones emprendidas  por el Canciller Castillo, nuestro país ha hecho valer sus derechos soberanos. Pero eso es tan solo un primer paso. Nuestra soberanía viene siendo sistemáticamente pisoteada, no solo por el tandem Ortega-Pastora, sino también por bandas de facinerosos ligados al narcotráfico. En buena medida ha sido culpa nuestra.

Los gobiernos nacionales han descuidado la zona Norte, con lo que han dado espacio para que esas redes mafiosas se posesionen de parte de esos territorios constituyéndose en una especie de miniestado.  Envenenando con sus drogas a nuestra juventud y socavando con su dinero algunos miembros de nuestras instituciones democráticas, la expansión de los carteles del narcotráfico parece no detenerse.  Utilizaron a Costa Rica  como puente y vía de tránsito del Sur (productores) al Norte (consumidores), especialmente la región Caribe y los mares.  Acrecentaron el tráfico valiéndose de furgones y  expandieron  el mercado al interior del país pagando en especie. Ahora arrebatan, armas en mano, una parte de nuestro territorio en zonas montañosas donde disfrutan  de amplia libertad de movimientos  por aire y tierra.

Todo lo anterior es muy grave. Responsabilidad mayor incumbe al Estado que, por mandato constitucional, debe velar por la soberanía  en todo el territorio nacional. Pero mas grave aún es la complicidad, activa o pasiva, según se ha hecho público, de algunos miembros  de instituciones del Estado. No olvidemos que la corrupción es el principal aliado y la peor consecuencia que ese infame negocio produce. Ninguna de esas actividades delictivas sería posible si no hubiese  individuos inescrupulosos  incrustados en instituciones del  Estado, que están involucrados en esos ilícitos negocios  generosamente remunerados, aunque  férreamente controlados so pena de incurrir en castigos que incluyen la pena capital.

¿Hasta dónde han sido penetradas las instituciones del  Estado costarricense por esos oprobiosos delincuentes, como está sucediendo en naciones  vecinas que sucumben al terror y agonizan  en baños de sangre? Es deber prioritario de la seguridad nacional el detener a los delincuentes, lo mismo que de los ciudadanos y, en especial, de los medios  de comunicación el denunciarlos.  El ejercicio pleno y efectivo  de la soberanía nacional e, incluso, la sobrevivencia del sistema democrático, están en juego. De nuestra firme voluntad patriótica depende que no terminemos siendo un “estado fallido”.

 

Información enviada a SURCOS por el autor.