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Etiqueta: soberanismo

La llamada entre Putin y Trump: ¿un giro inesperado del eje Washington–Moscú?

Mauricio Ramírez

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

La conversación telefónica de más de dos horas entre Donald Trump y Vladímir Putin, realizada este 16 de octubre, ha generado inquietud en el bloque occidental. La sola posibilidad de un acercamiento entre ambos líderes reconfigura el tablero estratégico global y amenaza con debilitar aún más la posición de una Europa políticamente fragmentada, desgastada por la guerra en Ucrania y por sus propias crisis internas.

En los círculos euroatlánticos, la llamada ha sido interpretada como una señal de alarma. Los demócratas estadounidenses, férreos opositores de Trump, temen que un eventual entendimiento entre Washington y Moscú pueda erosionar la narrativa y la estrategia que durante casi tres años ha sostenido el involucramiento occidental en Ucrania. Europa, por su parte, observa con creciente preocupación cómo se desmorona la posibilidad de justificar ante su opinión pública una guerra que ya no parece sostenible ni política ni económicamente.

Aunque Trump es un actor imprevisible, con sus típicos cambios de postura que desconcierta incluso a sus aliados, el hecho concreto de que ambas partes acordaran una reunión presencial en Budapest es significativo. Podría representar el inicio de un proceso hacia la desescalada del conflicto ucraniano o, incluso, la antesala de una capitulación parcial de Kiev. Si esto se confirma, sería un golpe devastador para el proyecto geopolítico de una Europa que apostó por la derrota total de Rusia como medio para reafirmar su autonomía estratégica y sostener su modelo liberal de seguridad, cimentado en la OTAN y en la fe casi dogmática en el libre mercado como garantía de estabilidad.

La pregunta que ahora flota en las capitales europeas es inevitable: ¿cómo explicar a sus ciudadanos el fracaso de una guerra que absorbió ingentes recursos, debilitó sus economías y reveló la falta de liderazgo continental? En un contexto de creciente descontento social, crisis energética y erosión del Estado de bienestar, la derrota ucraniana podría acelerar el desgaste político de varios gobiernos europeos y precipitar el ascenso de fuerzas euroescépticas o nacionalistas. Estaríamos hablando entonces no solo de una derrota ucraniana, sino del colapso político del proyecto europeo; una crisis profunda de la idea misma de una Unión Europea sólida y cohesionada capaz de actuar como bloque coherente en el tablero global.

En este marco, el movimiento de Trump tiene una lectura interna ineludible. Si sus círculos más próximos actúan con visión estratégica, un acercamiento con Putin no es un gesto diplomático aislado, sino que se insertaría en la lógica de contención de la creciente fractura interna estadounidense. En un país cada vez más polarizado, donde las tensiones institucionales rozan el punto de ruptura, mantener un canal con Moscú puede ser interpretado como un movimiento de autodefensa estratégica: asegurar que, si el sistema entra en turbulencia, existan actores externos dispuestos a contener el colapso y estabilizar el equilibrio global. Aquí la pregunta sería: ¿estaría Putin dispuesto a tender un salvavidas a Estados Unidos para evitar su caída definitiva?

Putin, pese al prolongado deterioro de las relaciones con Washington y a las sanciones occidentales, siempre se ha mostrado dispuesto al diálogo en un marco de respeto mutuo. Esto sugiere que Moscú percibe en un eventual retorno de Trump una oportunidad para negociar desde una posición de fuerza relativa y consolidar el tránsito hacia un mundo multipolar.

De forma paradójica, el liderazgo de Occidente podría terminar dependiendo, en parte, de la voluntad de aquellos actores que, por distintas razones, se han situado fuera del consenso liberal. Rusia y China, como antagonistas directos de ese orden, pero también países soberanistas como la Hungría de Orbán, la Italia de Meloni o la Turquía de Erdoğan, encarnan corrientes políticas que buscan revalorizar la soberanía nacional frente al globalismo económico y al intervencionismo institucional característico del sistema liberal. Desde esta perspectiva, no resulta impensable que un eje soberanista más pragmático que ideológico, realmente multipolar, en el que converjan Washington bajo el liderazgo de Trump, Moscú, Budapest, Roma, Ankara e incluso Pekín, termine configurándose como un canal alternativo de estabilidad internacional ante una eventual crisis interna de los Estados Unidos.

Así, la llamada entre Trump y Putin, más que un episodio diplomático aislado, podría marcar el inicio de un nuevo realineamiento geopolítico. No necesariamente un pacto formal, sino una convergencia circunstancial basada en la comprensión de que el orden liberal occidental atraviesa su momento más vulnerable en décadas y que un cambio drástico en el sistema internacional es irreversible.