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Etiqueta: territorialidad indígena

Comunicado de FRENAPI por el Día Internacional de los Pueblos Indígenas

Frente Nacional de Pueblos Indígenas –FRENAPI

Saludamos a toda la comunidad nacional e internacional en esta XXXI conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas y a 15 años de la toma del Salón de Benemérito de la Asamblea Legislativa de Costa Rica.

A 15 años del Desalojo Violento (arrastrada) de 27 Indígenas de diferentes territorios y pueblos de la Asamblea Legislativa, arrastrados por las fuerzas de seguridad legislativas (encabezadas por Magaly Camacho, jefa de Seguridad) y la policía, tirados a la calle, por solo el hecho de exigir que aprobaran la Ley de Autonomía Indígena. De los 27 compañeros/as, 3 fundadores de FRENAPI, que ha hoy han retornado al espacio espiritual, con los ancestros: Esperanza Jurado (Ngöbe), Mariana Delgado y Sergio Rojas (Bribris), quién fuera asesinado y se mantiene Impune.

Celebramos la vigencia de los 8 pueblos indígenas, presentes en Costa Rica y reafirmamos nuestro compromiso con la agenda de los pueblos indígenas: espiritualidad, tierra, estructuras propias, salud y educación propia, ambiente e idioma.

Nuestro proyecto de VIDA, basado en la espiritualidad propia trasciende de las coyunturas electorales, discursos vacíos y la folclorización del saber y las celebraciones.

Por su parte el Estado, mantiene pendiente justicia para los compañeros Sergio Rojas y Jerhy Rivera, asesinados impunemente por usurpadores y con la complicidad del Estado por omisión e inacción programada de manera sistemática.

Repudiamos la nefasta práctica de los gobiernos, que han realizado acciones aisladas, haciendo politiquería por coyuntura electoral, utilizando los derechos de los pueblos, consagrados, por decretos, leyes y convenios, como indicador, de que asume un compromiso, mientras viola y omite muchas de sus responsabilidades e impone sus políticas públicas, homogenizando la sociedad y realidades.

El Estado costarricense no tiene una proyección real y planificada, que sea construida, desde las comunidades, para sanear los territorios, por el contrario, impone negocios de carbonos REDD+, desfinancia planes sobre las necesidades, impone planes como el RTI sin resultados significativos, ni financiamiento, la falta de adopción de medidas administrativas y la falta de acciones afirmativas.

Este colectivo insistimos y seguiremos en la ejecución de la agenda propia construido desde el I COIN– Congreso Indígena Nacional 2019, construido desde la palabra, propuestas y recomendaciones de las comunidades de los pueblos, en espacios denominados PreCOIN – Precongreso.

Fundamentado en la autonomía y autodeterminación, anunciamos la preparatoria e instalación de los PRECOIN 2025, desde el corazón de las comunidades, vísperas al II COIN – Congreso Indígena Nacional 2026.

Este proceso será desarrollado desde la palabra, participación y representación de las estructuras propias, con soporte de los idiomas propios, tiempo y contexto de los territorios y pobladores.

Inspirados en el Proyecto de VIDA de los pueblos, consagrados en los derechos y legislaciones sobre los pueblos, nuestra lucha es colectiva, es por el bien común, es por la VIDA, es por las mínimas condiciones y respeto a los derechos, seguiremos reafirmando y posicionando, nuestros sueños que tenemos derecho a tejer con la sabiduría de ancestral.

Generado el día 09 de agosto 2025.

#EsperanzaJuradoVIVE!
#MarianaDelgadoVIVE!
#JerhyRiveraVIVE!
#SergioRojasVIVE!

¡¡LA LUCHA SIGUE Y SIGUE Y SE EXTIENDE!!

Individualismo versus cuido mutuo: un proyecto sociocultural en declive en Costa Rica

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Durante 40 años seguidos, el proyecto sociocultural en marcha en Costa Rica validó un esquema basado en la actitud individual como base para la construcción de su modelo socioeconómico: se apeló al éxito como fin último de la acción social y muchas concepciones relacionales e identitarias fueron modificadas: del usuario de los servicios del estado se pasó al concepto de cliente, del micro empresario al emprendedor, del trabajador al colaborador.

La creencia en una estructuración societaria organizada de esta manera supuso una serie de condiciones contenidas en las formas de respuesta de las personas ante coyunturas y contingencias: responsabilidad, orientación, criterio.

Por otro lado, el sentido de colectividad, ese al que podríamos acudir hoy bajo la premisa del cuido mutuo, solo fue y es apelado desde la maquinaria industrial de la comunicación de masas y la polifonía de las redes sociales.

La épica de la gloria deportiva, por ejemplo, siempre fue propicia en todos estos años para conjuntar de nueva cuenta esa comunidad imaginada y activar los dispositivos de una identidad nacional que aunque frágil y repleta de remaches, aún funcionaba. Hoy ni siquiera la apelación a la sangre roja del costarricense pareciera tener sentido. Pero en realidad poca cosa pareciera tener sentido en una experiencia fallida de comunidad como la que estamos experimentando durante estos días.

En otras reflexiones sobre la noción de comunidad ampliada y su resquebrajamiento en el caso costarricense, hemos adelantado que existen hoy otras figuras que aglutinan y dan sentido de comunidad: el número de tarjetahabientes que existen en el país se asemeja o supera inclusive al total de la población nacional. Si esto no es una forma de denominar esa otra colectividad basada en la organización del mercado, ya nada podría explicar el comportamiento aparentemente errático endosado preliminarmente a una falta de responsabilidad individual.

Desde el proyecto civilizatorio puesto en marcha a partir de los años ochenta en Costa Rica, la pertenencia a una base social común solicitó peajes de entrada: éxito individual, capacidad de consumo, competencia rampante, a toda costa, a cualquier costo.

De esta manera, una comunidad real y sustentada sobre valores como la protección, la horizontalidad y el apoyo fue disuelta del discurso y las prácticas cotidianas.

Por ello cuando acciones organizativas y orgánicas desde lo colectivo se han levantado, han sido opacadas y silenciadas. Algunas enfrentadas desde la fuerza del estado, otras instrumentalizadas como las de ciertos derechos de poblaciones y comunidades específicas. En los últimos años una subjetividad política joven trató de levantarse, pero rápidamente fue estigmatizada y procesada por un discurso academicista y adultocéntrico que la descalificó ad-portas.

Los derechos colectivos están hoy más que nunca conculcados y truncados. El derecho legítimo a manifestarse fue proscrito. Los defensores de la territorialidad indígena son amenazados permanentemente y en los últimos dos años han sido asesinados dos líderes en medio de una inacción gubernamental sin precedentes. Y una vez más las poblaciones migrantes han sido utilizadas como chivo expiatorio de los males sociales, económicos y sanitarios que aquejan al país.

El discurso ha sido hábil para responsabilizar a la población de una tremenda desidia para acatar órdenes sanitarias y guardar un comportamiento ejemplar. Pero ni lo uno ni lo otro ha sido evidenciado con vehemencia para hacer ver la responsabilidad de los actores económicos, las hegemonías y sus presiones hacia la acción gubernamental.

Es claro que luego de décadas de una permanente individualización de la experiencia colectiva puesta en marcha por la maquinaria comunicativa y cultural hegemónica, la noción de cuido mutuo a partir de una acción personal responsable, fracasó absolutamente. Y ha fracasado porque sencillamente no hay colectividad imaginada que cuidar.

En el año 2020 el politólogo francés Bertrand Badie mencionaba en una entrevista para la Revista Nueva Sociedad, que la humanidad había transitado en un periodo de tiempo muy corto en tres extinciones visibles: la de la crisis financiera de 2008; la del espionaje planetario que supuso la eliminación de las libertades y la extinción sanitaria, a partir de 2020. Para el caso costarricense, en específico, se ha abierto una clausura de un proyecto de sociedad iniciado en el siglo XIX y que el rasgo sociocultural homogenizante de los últimos cuarenta años se ha encargado de diluir. Asistimos a nuestra propia extinción y en eso continuamos siendo creativos y excepcionales.

O como diría Roque Dalton: «País mío, no existes».

Tomarán décadas para volver a levantar de nuevo una idea solidaria e incluyente de ese país en el que todos y todas nos sintamos pertenecientes. Y esta no es una tarea de la postpandemia: es urgente iniciarla ya.

 

Imagen tomada de https://elsoldeoccidente.com