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Por el Dr. Henning Jensen Pennington
«… la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad». Estas palabras fueron publicadas por primera vez en 1944. Sus autores fueron los filósofos judeogermanos Max Horkheimer y Theodor W. Adorno y se encuentran en el párrafo inicial de su influyente y todavía enigmática obra La dialéctica de la Ilustración. La tesis central de los «fragmentos filosóficos» contenidos en este libro es que la razón está basada en el dominio, el cual encontró su culminación en el holocausto de la Segunda Guerra Mundial.
«Holocausto» significa literalmente «todo quemado»: desaparecer a la víctima de manera absoluta. El rasgo distintivo de la “solución final” llevada a cabo por Adolf Hitler fue precisamente la aniquilación total de un pueblo: el judío.
Auschwitz es una pequeña localidad en Polonia, en la cual los nazis edificaron un campo de exterminio sistemático. En este nombre, se condensa el horror de la humanidad. Es el epítome de la barbarie.
Estas tierras de conquista, aquí en nuestra América, están manchadas también por la sangre de millones de víctimas. Aquí como allá, los muertos nos demandan ejercer la fuerza débil del recuerdo expiatorio, del duelo reparador, el cual ciertamente no puede deshacer la injusticia perpetrada, pero sí puede despertar la sensibilidad frente a las víctimas, cuyas muertes tocan todavía a nuestras puertas.
La invocación del holocausto por el señor Juan Diego Castro Fernández para criticar al medio CRHoy y a su propietario, Leonel Baruch, no es solo un macabro e inaceptable giro argumentativo, sino una muestra de que se han debilitado las inhibiciones políticas e ideológicas para traer al presente una historia que no debe repetirse. El despertar de estos fantasmas, no solo aquí, es una ominosa tragedia de las primeras dos décadas de este siglo.
Henning Jensen Pennington
Rector de la Universidad de Costa Rica
Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/
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