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Alexander von Frantzius, el primer cartógrafo de Costa Rica

Luko Hilje (luko@ice.co.cr)

Nacido el 10 de junio de 1821 en Danzig, un puerto alemán en el mar Báltico —conocido hoy como Gdansk, y hoy perteneciente a Polonia—, Alexander von Frantzius Ritt se graduó como médico en la Universidad de Berlín en setiembre de 1846. Sin embargo, dotado de una gran inteligencia y capacidad intelectual, sus intereses eran mucho más amplios y diversos, y sentía una fuerte inclinación por la zoología, por la que había mostrado interés desde muy joven.

No obstante, año y medio después de graduarse, su vida personal y profesional sufrió un gran remezón, con el estallido de la Revolución de 1848. Ésta fue la culminación de incesantes y crecientes luchas populares contra el absolutismo monárquico, en varios países europeos. Fue entonces cuando las calles de Berlín atestiguaron feroces y sangrientos enfrentamientos entre el ejército y las masas populares, a las que se sumaron numerosos intelectuales y científicos. Uno de ellos fue von Frantzius, junto con su mentor y amigo Rudolf Virchow —proponente de la Teoría Celular años después—, y su colega médico Karl Hoffmann Brehmer, quienes se involucraron levantando barricadas para defenderse de los ataques del muy poderoso ejército.

Empero, su compromiso político y humanitario les costó caro, pues Virchow fue despedido de la Universidad de Berlín, en tanto que a von Frantzius y Hoffmann se les estigmatizó como sediciosos, lo cual les dificultó seriamente conseguir empleo. No obstante, gracias a sus innegables capacidades, von Frantzius fue contratado en la Universidad de Breslau, donde pudo efectuar investigaciones de carácter tanto médico como zoológico.

Para el lector interesado, hay abundante información biográfica en mi artículo Alexander von Frantzius, notable pionero de nuestras ciencias naturales (Revista de Ciencias Ambientales, 2021, No. 55(2): 340-350).

Un encuentro providencial

Mientras laboraba en la Universidad de Breslau, un venturoso día de mediados de 1851 von Frantzius conoció a Franz Hugo Hesse, prominente político y diplomático, quien entre 1851 y 1858 fungiera como cónsul general de Prusia para Centroamérica. Él era uno de los líderes de la Sociedad Berlinesa de Colonización Agrícola para Centroamérica, entidad de carácter público-privado que había sido creada como una especie de válvula de escape para la tensión social y política derivada de la Revolución de 1848, la cual había provocado la emigración de miles de alemanes desempleados y hambrientos hacia América. Sobre dicha sociedad hay abundantes detalles en mi libro La bandera prusiana ondeó en Angostura (2020).

Ese encuentro fue providencial, pues Hesse le ofreció a von Frantzius que lo acompañara a Centroamérica en calidad de naturalista, pagado por el Estado. Eso sí, era imprescindible que antes fuera entrevistado y recomendado en Berlín por el egregio naturalista Alexander von Humboldt, quien para entonces, y con 82 años a cuestas, era consejero del rey de Prusia. Es pertinente resaltar que, después de recorrer Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Cuba y México por un lustro (1799-1804), Humboldt publicó la célebre obra Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, que consta de 30 volúmenes, la cual tuvo gran acogida en toda Europa y lo catapultó a la fama en el ámbito científico.

En una carta remitida por von Frantzius en julio de 1851 a su entrañable amigo Virchow, le manifestaba cuánto le atraía tan inesperada oportunidad; para el lector interesado, la misiva completa aparece en mi libro Trópico agreste; la huella de los naturalistas alemanes en la Costa Rica del siglo XIX (2013). En sus palabras, y para los fines del presente artículo, expresaba que Centroamérica reúne condiciones de la mayor importancia e interés. Ese país se va a convertir en uno de los más importantes para el comercio. […] Desde que estoy aquí me he ocupado bastante de los preparativos de viaje, sobre todo porque he leído obras sobre aquellas comarcas, he efectuado y calculado mediciones de altitud por medio del barómetro, y ahora quería aprender a dibujar mapas. En todas estas cosas me ayuda que me haya gustado tanto practicar la matemática en la escuela”. Es decir, nótese su muy temprano interés por la cartografía, en medio de sus labores de médico y de zoólogo.

Aunque en aquel entonces la oferta de Hesse no cuajó, por falta de fondos, contribuyó de manera decisiva a despertar el interés de von Frantzius por Centro América, por lo que a inicios de 1854 arribaría a Costa Rica, junto con su amigo Hoffmann —ambos con sus esposas—, otrora compañeros en las aulas universitarias y en las barricadas callejeras de Berlín. Con 32 y 30 años de edad, respectivamente, su plan era residir aquí para siempre, para estudiar a fondo la flora, la fauna, los volcanes, el clima, etc. del país. Y así lo hicieron desde su llegada, mientras ejercían su profesión de médicos para mantenerse. Lamentablemente, Hoffmann murió en 1859, tras enviudar poco antes, y la esposa de von Frantzius falleció en 1868, por lo que él decidió retornar a Alemania casi de inmediato.

Sus aportes en cartografía: dos mapas huérfanos

En sus 14 años de residencia en el país, von Frantzius incursionó no solo en zoología, sino que también en geografía, vulcanología, etnografía y antropología. Y, tan prolífico fue, que publicaría 18 artículos en revistas formales en Alemania, los primeros desde Costa Rica y los demás una vez asentado en su patria. Es importante destacar que, entre esos artículos, nos legó dos que incluyeron mapas, que representan las primeras aproximaciones serias —con latitudes, longitudes y altitudes— al conocimiento científico de nuestra geografía.

En realidad, el primer mapa, que data de 1861 —cuando él vivía aquí—, fue dibujado con otro fin, pues corresponde a una ilustración para el artículo Aporte al conocimiento de los volcanes de Costa Rica, publicado en la revista Petermann’s Geographische Mittheilungen (Comunicaciones Geográficas de Petermann). Fue traducido al español por Úrsula Rehaag, e incluido en el libro Antología del volcán Poás (1979), editado por Carlos Alonso Vargas y publicado por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED).

Esto explica que aparezca representada la porción del territorio nacional donde hay volcanes activos, por lo que se concentró en el Valle Central y la zona noroeste del país (Guanacaste y San Carlos). Eso sí, cuando dicho artículo fue traducido al español, quienes lo consiguieron posiblemente no se percataron de que fue publicado en dos entregas y que contenía un mapa que estaba separado del texto en prosa, por lo que no incluyeron éste en la versión traducida. De bella confección, pues fue elaborado por el hábil y reputado cartógrafo alemán August Petermann, dicho mapa hoy circula zonto u huérfano en internet, sin ninguna indicación de que pertenezca al citado artículo.

Por el contrario, y por fortuna, su segundo mapa, que data de 1869 —al año siguiente de haber regresado a Alemania—, sí fue concebido como un componente esencial del artículo Estado de nuestros conocimientos sobre la geografía y cartografía de Costa Rica, también publicado en la revista Comunicaciones Geográficas de Petermann; fue traducido por Manuel Carazo Peralta, y vio la luz en la Revista de Costa Rica (1919) con el abreviado título Cartografía de Costa Rica. A diferencia del primer mapa, el que ilustra este artículo se denomina Mapa original de Costa Rica, de manera explícita. También fue omitido en la versión traducida al español, y el motivo pareciera ser el mismo del caso anterior: el artículo original fue publicado en dos entregas, y el mapa que lo acompañaba estaba separado del texto en prosa; es por eso que el mapa quedó en la orfandad, como el otro. Un hecho que sí debe destacarse es que, al igual que el anterior, este mapa no abarca la totalidad del territorio nacional, pues para entonces la región del sur era casi completamente desconocida.

Ahora bien, cuando escribí el libro Trópico agreste, hice una revisión bastante minuciosa de los mapas de Costa Rica que antecedieron a los de von Frantzius, y me percaté de que, a pesar de sus abundantes limitaciones, el más confiable que había era parte de un mapa de Centroamérica elaborado y publicado en 1850 por el cartógrafo inglés John Baily. Lo que sucedió fue que alguien ducho en la materia seccionó la porción correspondiente a nuestro país y le hizo algunos retoques y ajustes, para que fuera incluido como mapa oficial en el libro Bosquejo de la República de Costa Rica, de Felipe Molina Bedoya, el cual data de 1851. Poco después, dicho mapa fue bellamente retocado y traducido al alemán por los viajeros Moritz Wagner y Carl Scherzer, quienes lo insertaron en su libro La República de Costa Rica en Centro América, publicado en 1857. Es decir, ese mapa es obra de Baily, y no de ninguno de estos autores, que en realidad no sabían de cartografía.

Para concluir este recuento, a von Frantzius le cabe el mérito de haber subsanado esta situación, pues recopiló y sistematizó el conocimiento geográfico obtenido localmente por varias personas, quienes habían recorrido diferentes regiones del país. De hecho, en el propio mapa él consigna los respectivos créditos a los alemanes Felipe Valentini, Luis Daser, Franz Kurtze y Karl von Seebach, así como al agrimensor costarricense Rafael Alvarado Barroeta y a otros informantes. Por justicia histórica, debe mencionarse que él no fue un asiduo naturalista de campo, y que viajó muy poco por nuestro territorio, debido a que el asma que padeció desde muy joven le impedía efectuar giras prolongadas y extenuantes.

Un reciente esfuerzo unificador

Aunque en el libro Trópico agreste aparece narrado en detalle todo cuanto he mencionado hasta aquí, me parecía que estaba pendiente reunir los dos mapas huérfanos en un solo documento, así como efectuar un análisis integral de su significado científico e histórico, con visión de conjunto, y especialmente de carácter cartográfico. Sin embargo, ese es un campo muy lejano al mío, de biólogo, por lo que necesitaba la colaboración de algún especialista.

Para mi fortuna, esa persona aparecería años después. En efecto, ahora que estoy jubilado y dedico parte de mi tiempo a ejercitarme, me reencontré con un viejo amigo en un club de natación cercano a nuestros hogares, en San Pablo de Heredia. Me refiero al geógrafo y cartógrafo Nelson Arroyo González, a quien había tratado hace muchos años en los pasillos de la Facultad de Ciencias de la Tierra y el Mar, en la Universidad Nacional (UNA), donde él laboraba en la Escuela de Ciencias Geográficas y yo en la de Ciencias Ambientales. Fue por ello que un buen día le propuse que escribiéramos juntos el anhelado artículo, a lo cual accedió de inmediato y con gran gusto.

Y fue así como, después de varios meses de diálogo e interacción, pudimos gestar un artículo intitulado Los aportes pioneros de Alexander von Frantzius a la cartografía de Costa Rica, el cual vio la luz recientemente en un número especial de la Revista Geográfica de América Central, conmemorativo del 50 aniversario de dicha publicación. En realidad, lo que hicimos fue transcribir el artículo Estado de nuestros conocimientos sobre la geografía y cartografía de Costa Rica, junto con el mapa que se le había sido segregado, y lo enriquecimos con abundantes notas explicativas, más el mapa de Molina Bedoya y el de los viajeros Wagner y Scherzer. Asimismo, incluimos el primer mapa de von Frantzius, para compararlo con el segundo suyo, y detectar así los avances logrados entre 1861 y 1869, que fueron bastantes. Por tanto, ahora sí se dispone de un documento que permita captar la génesis del primer mapa confiable de nuestro país (https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/geografica/article/view/20610/32106).

Ahora bien, como se indicó en páginas previas, a ese mapa la faltaba una buena porción del sur de Costa Rica. Sin embargo, esa región quedaría plasmada en un mapa elaborado y publicado en 1877 por el geólogo y etnógrafo estadounidense William Gabb, resultante de sus exploraciones en Talamanca entre 1873 y 1875. Por cierto, a tan valioso mapa se refirió August Petermann en un artículo intitulado La investigación de W. M. Gabb en Talamanca y la situación cartográfica en Costa Rica, año 1877, el cual fue traducido y publicado en años recientes en la Revista Geológica de América Central (2007; 37: 119-128).

Es decir, hasta mediados de 1877 todo era muy propicio para que cristalizara el anhelo de elaborar un mapa completo del territorio nacional, de lo cual quizás conversaron alguna vez quienes mejor lo conocían, que eran von Frantzius, Gabb y Petermann. Sin embargo, la fatalidad cortó de cuajo tan importante proyecto, al segar las vidas de ellos tres, pues von Frantzius murió en julio de 1877, Gabb en mayo de 1878, y Petermann en setiembre de ese mismo año.

No obstante, por fortuna, años después aparecería en el escenario el visionario e infatigable geógrafo y botánico suizo Henri Pittier, quien desde el Instituto Físico-Geográfico Nacional —fundado por él— y a pesar de numerosos obstáculos que debió sortear, nos legó el primer mapa completo del país, de extraordinaria calidad técnica y belleza. Gran admirador de von Frantzius —como lo confesó alguna vez—, sin duda que esa fue una manera de honrar la memoria de quien fue el primer cartógrafo de Costa Rica.

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