Apostemos a la vida: solidaria, pacífica y justa

Álvaro Vega Sánchez

Sociólogo, jubilado de la UNA

Ni en la presunción ni en la desesperación, sino

solo en la esperanza perseverante y cierta reside la

fuerza de la renovación de la vida” (Jürgen Moltmann)

El teólogo alemán, Jürgen Moltmann, nos ofrece un mensaje aleccionador y realista. El gran desafío es renovar la vida, esa necesidad perenne del ser humano y de las sociedades porque la vida siempre está amenazada: vivir es sobrevivir; su afirmación y defensa pasa por su renovación que es una conquista cotidiana. Dos caminos son equivocados: la presunción y la desesperación. Lamentablemente es a los que se echa mano con más frecuencia, especialmente en situaciones límites, cuando estamos con el agua hasta el cuello.

La presunción es el comportamiento propio de mesías y redentores contemporáneos que con arrogancia se presentan como salvadores de la patria. Es la actitud prepotente y orgullosa de quienes se sienten iluminados por sus divinidades para conducir a las masas y a los pueblos a mundos paradisiacos. Afloran en tiempos donde la vida de las mayorías se ve amenazada y sufre violencia. En nuestro país tenemos dos versiones de perfiles religiosos fundamentalistas: una de religiosidad neopentecostal moralista y otra de religiosidad secular economicista. A ambos las une la seudoteología de la prosperidad que vende indulgencias para ganar el reino de este mundo. Para los primeros hay que pactar con el Dios del oro y la plata para vivir como príncipes. Para los segundos pactar con el mercado y con el Norte significa empleo y poder adquisitivo para cambiar la moto Honda por la Harley y el automóvil Hyundai por el BMW. Son los mercaderes del templo de la patria. Su apuesta no renueva la vida; todo lo contrario, es el camino de regreso a Egipto: tierra de esclavitud e inequidad.

La desesperación es el comportamiento de quienes se precipitan e improvisan. Se sacan de la manga soluciones que no son más que medidas paliativas cuando no simplemente distractores para manipular y postergar aquellas que afectan sus intereses o los que representan. Medidas antojadizas que atropellan derechos. En el país, este tipo de comportamiento está a la orden del día. Es lo propio de los últimos gobiernos que recetan placebos. Impulsan tratados de libre comercio buscando milagros desde afuera y planes fiscales remendones procurando milagros desde adentro, estrangulando a la clase media y a los pobres; es decir, raspando la olla vacía para mantener la olla llena de los que continúan evadiendo y eludiendo al fisco. Mientras el déficit fiscal alcanza a un 6%, las exoneraciones a empresas a un 5.7%, la evasión fiscal a un 8% y los pluses del sector público apenas a un 0,14%. Es evidente quienes son los responsables del hueco fiscal. Entonces ¿Por qué se le endosa a los empleados y pensionados del sector público? Obviamente no quieren tocar al sagrado capital. Se impone así, según el Papa Francisco, la “dictadura de la economía”; de ahí “la necesidad de una reforma financiera, junto con líneas éticas que produzcan una reforma económica para beneficiar a todos”.

La desesperación está conduciendo a aumentar la polarización social mientras no hay visos de solución real a la polarización económica. La estrategia por excelencia, para desviar la atención sobre los móviles reales de esa polarización económica y no encarar el desafío de una reforma económica estructural, y que tiene como protagonistas a algunos de los principales medios de desinformación del país, es acicatear el odio y la división entre trabajadores del sector público y del sector privado. Se presenta al sector público como el enemigo del pueblo y al sector privado como las victimas que llevan sobre sus espaldas el pago de “privilegios” del sector público. Se ha inventado una guerra contra privilegios que no son reales para evadir la guerra contra la pobreza y el desempleo que sí son reales. El 82.2% de los pensionados del sector público magisterial tienen pensiones que no superan el tope de 1,6 millones del régimen de IVM, siendo todos profesionales con grados académicos universitarios con más de treinta años de servicio y habiendo cotizado más de tres tantos de lo que cotizan los de este régimen. Lo que es dignidad y equidad se presenta como “privilegio” por parte de quienes en su desesperación están dando palos de ciego y conduciéndonos a la sociedad del odio y la violencia. Se convierten, así, en los verdaderos responsables del déficit fiscal porque no han tenido la inteligencia y valentía políticas para enfrentar poderosos intereses y verdaderos privilegios. Por su complacencia y complicidad con el poderoso caballero don dinero continúan perdiendo credibilidad como representantes del pueblo.

Ante estos escenarios, tenemos que apostar por renovar la vida por los caminos de la solidaridad, la paz y la justicia social que recorrieron los fundadores y refundadores de nuestra república libre y soberana, y que hicieron de este pequeño país un ejemplo de desarrollo humano, democracia y convivencia pacífica. Todavía estamos a tiempo para rectificar. Antepongamos la esperanza perseverante a la presunción y la desesperación.

 

Imagen ilustrativa tomada de https://www.educaweb.com

Enviado por el autor.

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