(Of mice and books)
Viajes por mi biblioteca, 47
Walter Antillón
1.- ¿Comprar o no comprar? He aquí una cuestión que se plantean con frecuencia los Ratones de Biblioteca, como una instancia de la cordura frente a su voraz e insaciable deseo de adquirirlo todo, leerlo todo, saberlo todo. Confiesa este humilde roedor que un centenar de veces se habrá hecho la pregunta, ante el escaparate lleno de tentaciones de una librería. Y una de esas veces tuvo lugar en las circunstancias y con las particularidades que se verá.
Fue en Roma, Italia, tal vez en 1963, durante una de las extenuantes caminatas que durante un largo período me impuse como rutina, con el fin de llegar a conocer lo más minuciosamente que pudiera la Urbe incomparable. Y, como no podía ser de otro modo, aquellos periplos tenían el propósito adicional (pero, en modo alguno secundario) de localizar todas las librerías, grandes o pequeñas, que Roma pudiera alcahuetear.
Aquel día feliz estaba yo caminando por la Vía Ulpiano, al costado Norte del marmóreo, imponente Palacio de Justicia, cuando a media cuadra me topo con una vasta librería llamada, precisamente, Librería Ulpiano, cuyas existencias consistían mayoritariamente en libros jurídicos, tanto nuevos como usados: ¡el ratón suelto en una bodega de quesos parmesanos! Y claro, por varias horas recorrí minuciosamente los repletos estantes, donde encontré muchas de las obras famosas que sólo conocía por referencias. Entre ellas, el libro del que hoy quiero hablar, que en italiano se titula Commentario alle Pandette, y cuyo autor fue el Caballero alemán Christian Friedrich von Glück.
Con todo y el rebajo ofrecido por el librero, el precio de esta versión italiana del Glück seguía siendo altísimo para mis bolsillos; aunque en realidad resultaba una suma moderada, tomando en consideración que la obra constaba de 44 tomos. ¿Comprar o no comprar? Un inconveniente era el tema del espacio que ocuparía; pero calculé rápidamente que, empacado en unas cuatro cajas de tamaño regular, podía apilarlo en un rincón de mi apartamento y sacar sólo el o los tomos que me interesara leer; otro obstáculo, mayor, era el precio, cuya erogación haría un hueco en las finanzas que me obligaría por algún tiempo a un régimen de extrema austeridad. Al final se impuso la prudencia: no sin dolor excluí de mi compra el Commentario alle Pandette del Caballero Glück; y claro, me prometí adquirirlo en el futuro; pero eso no sucedió.
El libro de Glück lleva por título en alemán: Versuch einer ausfürliche Erläuterung der Pandekten nach Hellfeld; ein Commentar fur meine Zuhörer. En español: Tentativa de una Extensa Exposición de las Pandectas al modo de Hellfeld; un Comentario para mis Oyentes. Y este título era ya revelador de la particularidad de las circunstancias que rodearon al Autor y a su obra; porque es un título aparatoso y prolijo, casi indiscreto, que abunda en detalles propios de los libros de siglos anteriores ¿A qué se deben, estas rarezas?
Aunque contemporáneo de Goethe y la Enciclopedie, y de juristas como Portalis, Sieyès y Gustav Hugo, von Glück luce ante ellos anticuado en su pensamiento, estilo y costumbres. Había nacido en Halle, Sajonia-Anhalt, en 1755, y allí mismo se educó; pero desde 1784 hasta su muerte enseñó Derecho de Pandectas en la Universidad de Erlangen (Baviera). Allí concibió y ejecutó su ambicioso proyecto, inspirado en la obra exegética de Johan August Hellfeld Jurisprudentia Forensis secundum Ordinem Pandectarum (1764), que era tal vez la última expresión de un género literario surgido tiempo atrás en Alemania, llamado significativamente “Uso moderno de las Pandectas de Justiniano” (Usus modernus Pandectarum). Con determinación y disciplina germánicas, a los 30 años de su edad, el Profesor Doctor Christian Friedrich von Glück se puso a la tarea de comentar, uno por uno, los extractos de doctrina que se encierran en los 50 Libros de las Pandectas del Emperador Justiniano.
Así pues, el Comentario de Glück nació viejo: sus primeros cuatro vastos volúmenes aparecieron entre 1790 y 1794, y los siguientes hasta completar 35 los fue escribiendo su autor hasta pocas horas antes de morir, en 1831; soportando durante todo ese tiempo la crítica despiadada de los innovadores: tanto de los representantes de la corriente ilustrada (Anton Thibaut, Arnold Heise, Paul Anselm Feuerbach), como de los heraldos de la flamante Escuela Histórica (Gustav Hugo, Friedrich Karl Savigny) que fundarían sobre nuevas bases la Pandectística alemana del Siglo XIX. Pero Glück no se inmutó, continuando hasta el término de sus días el arduo Comentario ‘a la manera de Hellfeld’, con toda la parafernalia tradicional.
Lo que ahora nos parece sorprendente es que aquella mole cetácea, aquella antigualla tuviera un enorme éxito de ventas en los ambientes curiales de toda Alemania; y que además fuera elogiada y acuerpada por jóvenes juristas como G.F. Puchta, Christian Mühlembruch y Ludwig Arndts, que por otra parte militaban bajo las banderas de Savigny: fueron, en efecto, dos generaciones de juristas alemanes, entre ellos los profesores Burkard Leist, Carl Czyhlarz, Salkowski, Fein, Ubbelohde y muchos más, así como los propios Arndts y Mühlenbruch ( todos alumnos de Glück, o alumnos de alumnos de Glück) quienes continuaron su obra titánica, hasta detenerse, en 1896, en el tomo 65 del Comentario ¡Más de cien años, y la obra quedó sin terminar! Es el equivalente jurídico a la edificación de una catedral gótica que no alcanza a construir los chapiteles de las torres, como Notre Dame de Paris.
Pero, increíblemente, en esta historia pantagruélica faltaba otra catedral parecida, esta vez en Italia, que ocupará la segunda parte de este ratón.
Su historia tiene que ver con el estado de postración de las universidades italianas en la primera mitad del Siglo XIX, como un resultado consecuente de la desmoralización general de los ciudadanos: arruinados, masacrados y dispersados; acosado su pensamiento; fragmentado y arrasado su glorioso territorio bajo la dominación y las guerras intermitentes de los Bonapartes, los Habsburgos austriacos, los Borbones de España, los Saboyas y el Papa.
Pero sabemos que de esa situación extrema, desesperada, nació y creció incontenible el movimiento político-cultural llamado Risorgimento (el Resurgimiento), que va a conseguir por fin la unidad de Italia bajo la Monarquía Sabauda (1861); sustentado en el pensamiento precursor de Petrarca, Maquiavelo, Manzoni y Foscolo; en la doctrina del Movimiento ‘Joven Italia’ (Mazzini, Cattaneo, Gioberti, D’Azeglio); en la habilidad política del conde Cavour y en la increíble epopeya guerrera de Giuseppe Garibaldi.
Y es también la hora de la Universidad italiana, cuyos estudios jurídicos estancados por siglos en las estériles repeticiones del viejo ‘Mos Italicus’, necesitaban auxilios urgentes. Y en esas circunstancias ocurrió que, a pesar del brillo y la novedad del Código Napoleón y la Escuela francesa de la Exégesis, que campearon en un primer momento (recordemos la ‘Teoría de las Obligaciones’ de Giorgi, de 1873), la mejor doctrina representada por los romanistas Filippo Serafini y Vittorio Scialoja se inclinó por el pensamiento alemán, representado por la Escuela Histórica de Savigny y Eichhorn, y por la presencia de la obra ponderosa de los Pandectistas Makeldey, Keller, Puchta, Baron, Vangerow, Arndts, Regelsberger, Brinz, Bekker, Bruns, Windscheid, Bähr, Dernburg y otros. De modo que se articuló una estrategia de ‘captura’ y ‘recepción’ de la doctrina alemana por dos vías: a) decenas de italianos recién graduados viajaron a diferentes universidades en Alemania a partir de los sesentas para estudiar las teorías y los métodos de trabajo; b) se inicia la traducción al italiano de las obras más representativas de la Pandectística tudesca, abriendo el camino el propio Serafini con su traducción del ‘Tratado de Pandectas’ de Arndts en 1872; continuando con las traducciones del ‘Sistema’ de Savigny por Vittorio Scialoja en 1889; las ‘Pandectas’ de Windscheid por Fadda y Bensa en 1902; del ‘Derecho de las Obligaciones’ de Heinrich Dernburg, hecha por Francesco Bernardino Cicala en 1903; del ‘Derecho Civil Francés’ de K. S. Zachariae y K. Crome por Ludovico Barassi en 1907; y cerrando con el último de los 44 tomos de la traducción del Glück, en 1919.
Y aquí tenemos la segunda, la otra ‘catedral gótica’, construida esta vez en suelo itálico. Porque es entonces que uno de los principales gestores de estas operaciones por las que la doctrina italiana del Siglo XIX se apropia del saber y de los métodos de la Pandectística alemana, el Profesor Filippo Serafini, decide que la traducción del Comentario de Glück es un paso imprescindible para lograr dichos objetivos. Y puestas ya las manos en la obra, en la presentación del Tomo I, traducido por el Profesor Contardo Ferrini y publicado en 1888, los editores jefes (Serafini y Cogliolo) dicen lo siguiente:
“…Si la revigorización de los estudios romanísticos no ha producido aún los maravillosos efectos de que es capaz, ello se debe a un hecho al que hay que poner pronto remedio: la dificultad que jueces y abogados encuentran para valerse de los estudios del Derecho Romano, que por estar esparcido en muchas monografías, casi todas en alemán, no siempre pueden ser consultadas. En Alemania, esta necesidad ha sido llenada con la grandiosa y celebrada obra de Christian Friedrich Glück ‘Comentario a las Pandectas…”
Serafini parecía ser no más sensato que el propio Glück, al esperar que la traducción de 65 tomos de un libro podía ser un ‘pronto remedio’ de algo. Cierto que no tardaría cien años, como Glück y sus discípulos al escribirlo; lejos de ello, la traducción, anotación y publicación de la obra (que completó 44 grandes volúmenes) duró apenas algo más de 20 años, gracias a que el prestigio y la autoridad de Filippo Serafini atrajeron a la empresa a más de 30 jóvenes romanistas de diferentes universidades, que habían cursado estudios en Alemania en años anteriores; entre los cuales estaban Contardo Ferrini, Pietro Bonfante, Carlo Fadda, Giovanni Pacchioni, Biagio Bruggi, Angelo Sraffa, Silvio Perozzi, quienes en un futuro cercano darían gran prestigio a la Ciencia y a la Universidad italianas.
Tuvo razón el maestro Serafini: a pesar de su apariencia excesiva y a la mala fama que le dieron los ‘modernos’, el Comentario de Glück, en su versión italiana y con las oportunas y muchas veces brillantes anotaciones de sus traductores, aunque no podría ser “il più minuto, il più completo ed il più pratico di tutti i libri giuridici italiani” (como jocosamente lo ha llamado la Profesora Federica Furfaro en un trabajo reciente) conserva su gran valor científico y didáctico a pesar de los años transcurridos, no sólo porque allí encontramos la autorizada opinión de Glück o de alguno de sus discípulos, sino también porque tendremos igualmente a un Bonfante, a un Ferrini, etc.
Aquí termino. He recordado aquella anécdota de estudiante, de hace casi sesenta años, en la que perdí la oportunidad de hacerme dueño de un verdadero tesoro bibliográfico, renegando indignamente de mi espíritu ratonil que me empujaba a hacer lo contrario. Pero más allá de la anécdota, quiero honrar a aquel jurista, Cristián Federico von Glück, que entregó 46 años de su vida a comentar y anotar, extracto por extracto, el Digesto de Justiniano, hasta completar una parte sustancial de su empeño; y que supo inspirar a un grupo de juristas de las siguientes generaciones para que dieran continuidad a su obra durante los siguientes 65 años. Y quiero honrar también a aquel jurista, Filippo Serafini, que en 1885 concibió y puso en ejecución el discutible y descomunal proyecto de traducir al italiano la obra inconclusa y anticuada de un autor muerto más de cincuenta años antes, simultáneamente con la traducción de una pléyade de juristas alemanes modernos, algunos de ellos vivientes. Porque Serafini ansiaba fervientemente el encumbramiento de su Patria a través del Derecho; y sabía que una nueva y vigorosa Ciencia jurídica en Italia sólo era posible recuperando su pasado; y que el mejor camino para la restitutio in integrum de un ‘Derecho Romano Actual’ podía recorrerse siguiendo el mapa trazado en el célebre ‘Comentario’, bajo la guía del denodado Ritter sajón. Que la mejor prueba de fuego para aquella admirable generación de estudiosos destinada a poner las bases de la moderna Jurisprudentia Italiana, sería enfrentarlos a la mole de los 65 grandes tomos de aquel Comentario, para que los domeñaran, duplicaran y actualizaran con sus propios aportes.
Honro, en suma, la sufrida y discreta heroicidad de la Ciencia Jurídica.
Y sigue.