Economía costarricense en estado “quedó congelado”

Greivin Salazar Álvarez

Greivin Salazar Álvarez
Observatorio Económico y Social, Escuela de Economía, UNA

El dinamismo de la economía costarricense desde finales del año anterior se encuentra en un estado tipo “quedó congelado”, tal como lo muestra el comportamiento del Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) que publica el Banco Central de Costa Rica.

De acuerdo con dicho indicador, el crecimiento de la economía desde noviembre 2023 se ha estancado en un valor promedio del 4,4% (como variación interanual). Normalmente, bajo esta condición hay dos alternativas, la deseada, que el apartado productivo inicie una nueva fase de aceleración, o por el contrario, comience a perder dinamismo.

Por el momento, las señales macroeconómicas apuntan más al segundo de estos escenarios, a continuación el detalle:

  • De las 15 actividades económicas que integran el IMAE, 10 se encuentran en la misma situación de crecimiento estancado (desde luego en diferentes niveles), tales como la manufactura; electricidad, agua y saneamiento; comercio; transporte; alojamiento y servicios de comida; información y comunicaciones; actividades financieras y seguros; actividades inmobiliarias; actividades profesionales; enseñanza y salud; así como “otras actividades”.
  • Según régimen empresarial, el crecimiento tanto de las firmas pertenecientes al régimen especial como definitivo se encuentra estancando, en valores cercanos al 9,4% y 3,8% respectivamente (como reflejo de la dualidad productiva que caracteriza al país).
  • Las exportaciones (variación interanual a partir de cifras anualizadas) de ambos regímenes no se encuentran estancadas, sino en una fase de desaceleración, con un crecimiento del 12,7% (régimen especial) y 1,0% (régimen definitivo).

En complemento de lo anterior, la situación por el lado de la demanda agregada es bastante similar:

  • El consumo que realizan los hogares se encuentra estancando en los últimos tres trimestres (IV 2023, así como I y II 2024) en un valor cercano al 4,8%, producto de que el poder adquisitivo del ingreso promedio de las personas en su empleo principal está prácticamente en el mismo nivel que los observados antes de la pandemia (según la información que publica el Instituto Nacional de Estadística y Censos), siendo que, incluso, para aquellas personas cuyas pautas de consumo se concentran predominantemente en productos alimenticios, ese poder adquisitivo se ha deteriorado.
  • La inversión registra una fase de desaceleración alrededor del 6,5% (dato al II trimestre 2024), un valor relativamente alto pero que está antecedido de un crecimiento negativo, por lo que existe un “efecto base” que no se debe dejar de lado.
  • El consumo final del gobierno también se encuentra estancado, pero en valores que rondan el 0% de crecimiento, como reflejo del proceso de ajuste en las finanzas públicas.
  • Las exportaciones totales (bienes y servicios) llevan un año de experimentar desaceleración, el último dato ubica su crecimiento en un 5,1% real interanual.

La anterior información, ofrece ciertas señales de alerta, algunas de las cuales son:

  • Los procesos de recuperación del empleo – medido preferiblemente por la cantidad de personas ocupadas y no mediante el indicador de tasa de desempleo abierto – y de reinserción de personas al mercado laboral serán más complicados.
  • El ajuste fiscal se podría extender por algún tiempo más, así como el costo social que normalmente tiene asociado, por cuanto una economía menos dinámica genera menos ingresos a la hacienda pública, algo que, de hecho, se ha comenzado a observar desde hace algunos meses.
  • Como producto de lo anterior, se podrían registrar retrocesos en la lucha contra la pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso. Sobre este particular, es preciso recordar que desde hace décadas existe un “piso” para el indicador de hogares pobres alrededor del 20% y que en un escenario de disminución en la desigualdad en América Latina, el país registró, por el contrario, un aumento en la misma.

Por último, qué medidas se podrían valorar para que la economía inicie un nuevo proceso de aceleración, sin ser exhaustivo:

  • Algunas si se quiere, más de corte tradicional, como es disminuir la tasa de política monetaria, considerando que es probable que la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) proceda de dicha forma; así como “velar” por un cierto incremento en el tipo de cambio, para fomentar las exportaciones.
  • Fortalecer el sistema de redes de cuido, tanto de menores como de personas adultas mayores, a efectos de facilitar la reinserción de mujeres al mercado laboral.
  • Repensar el rol del marco institucional encargado de atender el aparato productivo dirigido al mercado interno, mismo que se encuentra en clara desventaja en relación con su homólogo que tiene como responsabilidad fomentar las exportaciones y la atracción de inversión extranjera directa.
  • Modernizar las actividades agrícolas, especialmente en aquellos cantones donde este sector tiene un peso importante en su producción, dado que estos espacios geográficos registran, a su vez, los menores niveles de desarrollo humano.
  • Repensar el proceso de ajuste fiscal, por cuanto sus costos fiscales podrían limitar la capacidad productiva y la calidad de vida en el mediano plazo.
  • Democratizar el esfuerzo productivo, exportador y de atracción de inversión extranjera directa más allá del centro del país, aprovechando la capacidad de conexión que tienen las llamadas ciudades puente (San Carlos, Pococí, Pérez Zeledón y Liberia) entre la “médula económica” y los “corredores desarticulados” del norte y sur de Costa Rica (términos articulados por el Proyecto Estado de la Nación).