Entre confesiones intimas, sueños utópicos y realidades

Alberto Salom Echeverría

Este artículo pretende ser introductorio de una serie de reflexiones “intimistas” que, en próximas semanas y no necesariamente en forma consecutiva les estaré enviando; espero que el conjunto resulte del interés de ustedes.

I. Un breve relato introductorio.

Las confesiones intimistas, las que surgen del alma y la desnudan, no son frecuentes entre los comunes mortales. La mayoría de nosotros solemos reservárnoslas en nuestro fuero interno, acaso en una actitud culposa, avergonzados de nuestros “secretos” que no son tales. Al madurar, algunos nos percatamos que aquello que queremos esconder es tan común en tantos otros seres humanos como el aire; por fin, tras liberarnos del “secreto” nos deshacemos de una pesada carga que pende sobre nuestras espaldas. Así, muchas personas logran alcanzar estados de un gran bienestar espiritual.

La tradición católica tiene reservada la confesión de “los pecados” a una conversación a solas con el sacerdote; esté o no calificado para escucharnos y aconsejarnos. En otras religiones cristianas, o de otras denominaciones, la intimidad, ya sea culposa o no, se explicita en un soliloquio, o un discurso con uno mismo que, no siempre nos permite aclarar la mente. Otros métodos agnósticos, que no necesariamente niegan la existencia de Dios, se emplean en consultas con personas que son médicos psiquiatras o profesionales en psicología, y hasta con un buen amigo o una buena amiga. En estos últimos casos, cuando se expresa la intimidad a personas bien preparadas, suele proporcionarnos muy buenos resultados. Por otro lado, quienes practican la meditación nos relatan que, si se sabe hacer bien, ayuda a liberar el alma y alivianar la mente, lo que llaman “acallar la loca de la casa”.

En cuanto a nuestros sueños y utopías, que tantas veces suelen distanciarse de la realidad diremos en primera instancia que, cualquier mortal tiene derecho a soñar, tanto que, muchos sueños han nacido en medio de la soledad de una cárcel; lo cual nos revela que la libertad de pensar no necesita de la independencia del cuerpo. En ese sentido, “La cárcel puede ser una musa”. La leyenda que ha trascendido por siglos cuenta que, Miguel de Cervantes concibió la obra por excelencia de la lengua castellana, “El Quijote”, al menos parcialmente en una cárcel; “…donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”, nos narra bellamente Cervantes en sus versos.

Por otra parte, la filosofía materialista como es bien conocido defiende el apotegma desde L. Feuerbach y K. Marx de que: “No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.” Así, el materialismo se coloca enfrente del pensamiento cartesiano y después hegeliano; de modo que mientras la filosofía idealista pretende la libertad suprema del pensamiento; en cambio, el materialismo filosófico proclama que, todos los seres humanos estamos determinados por el lugar que ocupamos dentro del proceso de la producción material. Por ende, se sostiene que la conciencia no se sustrae completamente al influjo de los intereses sociales y materiales de la existencia. De ahí se deriva la tesis de que nuestra independencia al pensar es más que relativa. Sin embargo, el materialismo sustenta también la tesis de que, el ser humano haciendo acopio del pensamiento social y científico y, unido a la lucha de la clase trabajadora, es capaz de escalar cumbres como para lograr escrutar la realidad objetiva, más allá de los determinismos que impone la vida social.

II. Las confesiones intimistas en la literatura.

Una revisión ligera de la literatura nos permite ir desentrañando los pensamientos intimistas creadores de escritores que, a partir de allí nos dejan enormes enseñanzas.

Algunos ejemplos de la lírica poética en el siglo XVII.

Comentando la obra poética de Luis García Montero, la académica Laura Scarano deja entrever toda la riqueza y profundidad literaria y psicológica que se advierte en el personaje creado por Cervantes a partir de Alonso Quijano, el Gran Don Quijote de la Mancha. En efecto, en “Las confesiones de Don Quijote de Luis García Montero”, ella pone al descubierto lo que denominó la poesía del hombre común, logrando desmitificar a Don Quijote como figura excepcional. García Montero prefiere verlo como un “hombre común”, antes que como el “heroico y loco” don Quijote de la Mancha en un excepcional elogio de la locura. Esta manera de concebir al personaje, nos lo transmuta al extremo de que en esa metamorfosis nos podemos encontrar todos con el personaje; al revés de la mariposa que se metamorfosea de “vulgar gusano” en “sublime mariposa”, el proceso aquí ocurre a la inversa, del “hombre excepcional, excepcionalmente loco y ocurrente” al “hombre común” que aparece detrás de cada metáfora, en cada acto sugiere García Montero en su poética que nos reconozcamos todos. Como dice Laura Scarano “La imagen final de un Alonso Quijano, confesándose ante nosotros, sus lectores actuales, propone un elogio de la sana cordura creadora, que reivindica el ´derecho a soñar´ de las ´personas normales´…” (Cfr. Scarano, Laura. “Alonso Quijano o el Elogio de la Cordura. (Las Confesiones de Don Quijote de Luis García Montero)”. Universidad Nacional de Mar del Plata. CONICET. Texto en versión digital 2006).

Siguiendo con los relatos intimistas, que pretenden sacar a flote los sentimientos más ocultos del alma humana, aparece en el siglo XVII el gran Pedro Calderón de La Barca expresando en la que es probablemente su mejor obra, “La Vida es Sueño” escrita en 1635, “el derecho a soñar”. El contexto es el de un mundo en el que el ser humano, por medio de la literatura, muy especialmente mediante el género poético y sobre todo cuando es lírico, escribe poemas intimistas; de esta manera comienza a reclamar mayores espacios de libertad, como el derecho a soñar, sin atenerse a las limitaciones que impone la condición social, o el medio económico y cultural en el que cada persona se desenvuelve. El personaje creado por Calderón, Segismundo en el último párrafo de un relato poético muy bien logrado, se expresa de la siguiente manera: “Yo sueño que estoy aquí, / destas prisiones cargado;/ y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? [se pregunta Segismundo] Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son. Así Calderón de la Barca pone a hablar a Segismundo, para “igualar” a todos los seres humanos tras asegurar que la vida es una ilusión para cualquiera; ya que: “Sueña el rico en su riqueza, sueña el pobre…que padece su miseria y su pobreza… [Y remata diciendo que] en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende.” (Cfr. Calderón de la Barca, Pedro. “La Vida es Sueño”. Jornada 3, escena 19 (monólogo de Segismundo). 1635).

Una atención especial nos merece la religiosa, escritora del siglo de oro de la literatura castellana, conocida como Sor Juana Inés de la Cruz (nacida en México y vivió entre 1648 y 1695). La particularidad sobresaliente de Sor Juana Inés, cuyo nombre verdadero fue Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, radica a mi entender, al menos en dos característica literarias: la primera, por la que debió sufrir persecución y ultraje, fue que gran parte de su obra, tanto la lírica como la dramaturgia y la prosa, ella la cultivó en un lenguaje y contenido profano, tratando temas obviamente más atinentes al mundo no religioso, que tuvieron que ver con el sufrimiento de la condición humana. La segunda característica consiste en que Sor Juana Inés se adelantó a su época si cabe, para adentrarse en la reivindicación de la mujer frente a las vejaciones y humillaciones propinadas por los hombres en general, en el contexto de sociedades en extremo machistas. Ambas características las encontramos en su poema titulado: “Hombres Necios que Acusáis”, poema en el que la poetisa expone críticamente, desde la intimidad de su consciencia, la vida injusta y la enorme desigualdad de la mujer de la época frente al hombre. Además, la escritora de un estilo literario Barroco y novohispano, critica la postura hipócrita del hombre ante la mujer, su doble moral y su actitud egoísta e impulsiva. El poema desde la primera estrofa arremete sin ambages contra el hombre, expresándolo así: “hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis. [Prosigue Sor Juana Inés:] Si con ansia sin igual / Solicitáis su desdén / ¿Por qué queréis que obren bien / Si la incitáis al mal? / Así prosigue con estilo punzante, directo e incriminatorio en el resto de las dieciséis estrofas que tiene el poema.” Concluye la escritora: “Bien con muchas armas fundo/ que lidia vuestra arrogancia, / pues en promesa e instancia / juntáis diablo, carne y mundo.” Por ello muchas investigadoras hoy consideran a Sor Juana Inés de la Cruz, con fundamento, una precursora de los movimientos feministas contemporáneos. (Cfr.https://www.culturagenial.com/es/poema-hombres-necios-que-acusais-de-sor-juana-ines-de-la-cruz/).

Tendencias en el siglo XVIII que opacan la literatura intimista.

El siglo XVIII, el que transcurre entre 1.700 y 1799, se le conoce como el siglo de las luces. Se le denomina así porque gracias al surgimiento del conocimiento científico, se fue imponiendo la razón por encima de los sentimientos y predominó, junto al auge de la burguesía, el impulso al progreso y al modernismo. En este siglo, penetra con fuerza en el ámbito de la literatura, el movimiento neoclásico; el cual recibió esta denominación debido a la influencia del clasicismo grecolatino en el que, en el estilo de la prosa y hasta de la poesía predominó el uso de un lenguaje más directo y comprensible respecto del barroco.

No es extraño por ende que hubiesen decaído tanto el género lírico, como la dramaturgia; en cambio, la novela, si bien demoró en volver a tomar auge, al lograrlo se diversificó, mientras que el ensayo se convierte en uno de los géneros más empleados para explicar a la población los avances científicos de la época; con semejante ímpetu se produce el desarrollo de nuevos conceptos sobre la moral, la ética y la estética. Asimismo, se desarrolla la historia, aparecen las primeras obras enciclopédicas y reflexiones en el género novelístico sobre la educación, como ocurre en “El Emilio” de J.J. Rousseau (1.762); aunque Rousseau está considerado como uno de los mayores precursores del romanticismo. De ahí que, las propias confesiones intimistas hubiesen decaído igualmente, sin que llegaran a desaparecer por completo. Por ejemplo, la novela francesa a partir de la década de 1.730, como “Manon Lescaut” (1.731) “…es una novela francesa del abate Prévost que narra las aventuras amorosas de una pareja no casada e inaugura uno de los temas más comunes de la literatura de la época: el relato sentimental, teniendo en cuenta por primera vez el punto de vista femenino y no solo el galanteo y la conquista o el fracaso del hombre.” (Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_del_siglo_XVIII). Otra obra conspicua del período que comienza a preconizar el auge que tomaría el romanticismo en el siglo XIX, es la novela de enorme belleza literaria, “Los sufrimientos del joven Werther” (1774) de Johann Wolfgang von Goethe, en la que aparece el protagonista como joven incomprendido por una sociedad demasiado burguesa, que sufre por un amor imposible que lo lleva al suicidio. (Cfr. Ibidem.).

El advenimiento del siglo XIX, nuevo auge de la literatura intimista.

En la historia humana (aquí hemos estado enfocados sobre todo en el occidente europeo), no hay retrocesos. Lo anterior no quiere decir, que no puedan darse procesos que retoman movimientos y tendencias iniciadas en otras etapas que por distintas razones habían quedado opacadas. Eso ocurrió en el occidente europeo con el advenimiento del romanticismo, que constituyó una reacción frente al modernismo, la industrialización europea y el racionalismo puro y duro que, durante el neoclasicismo provocó el imperio de la razón sobre los sentimientos. Desde luego que, como hemos venido subrayando los movimientos modernistas y racionalistas en Europa y más allá, tuvieron ondas repercusiones en la literatura. Al desplazar la expresión de los sentimientos, el intimismo en la literatura menguó radicalmente.

Insisto, la reacción no se hizo esperar con el romanticismo, especialmente desde finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, pero logró extenderse más allá. Algunas de las principales características que tuvo el romanticismo en la literatura, continuamos enfocados principalmente en occidente, fueron entre otras: la ironía romántica que al parecer cruzó transversalmente por todos los géneros literarios, también comienza a descollar cada vez más la presencia de la mujer y de lo femenino y, desde luego se desecharon las reglas neoclásicas en la poesía y en términos generales los movimientos literarios se orientan a resaltar la lírica popular. Todas estas características, abren nuevamente espacio para la expresión libre de la intimidad. Precisamente, documentos consultados nos hablan del romanticismo como exaltación de “La subjetividad. El movimiento exaltaba los sentimientos y los estados de ánimo sobre el racionalismo. El miedo, la pasión, la locura y la soledad fueron algunos de los temas más presentes en las obras románticas.” (Cfr. https://www.google.com/search?q=reaparici%C3%B3n+del+intimismo+en+la+literatura+rom%C3%A1ntica+del+siglo+XIX&rlz=1C1VDKB_esCR930CR930&oq=reaparici%C3%B3n+del+intimismo+en+la+literatura+rom%C3%A1ntica+del+siglo+XIX&aqs=chrome..69i57.33614j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8)

Otros elementos presentes tanto en el arte como en la literatura fueron, la fantasía, la predilección por lo sublime y sobrenatural, así como por el arte y la literatura exótica, expresada en la orientación hacia los pueblos americanos, en especial los aborígenes, tanto como al “orientalismo”, en particular el “islamismo”. Entre los escritores más connotados del romanticismo en Europa, destacan Johann Wolfgang von Goethe (1.749-1.832), con su obra “Las Desventuras del Joven Werther”, Lord Byron (1.788-1.824), “Caín y las Peregrinaciones de Childe Harold”, Víctor Hugo (1.802-1.885), con su extraordinaria obra inmortal, “Los Miserables”.  (Cfr. «15 características del romanticismo». En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/caracteristicas-del-romanticismo/).

Para referencia de todos, otros renombrados autores masculinos y femeninos, algunos de los cuales no tengo el placer de haber leído, son: el ya mencionado Jean-Jacques Rosseau (1.712-1.778), cuyo pensamiento conozco, Jane Austen (1.775-1.817), Gustavo Adolfo Bécquer (1.836-1.870), Edgar Allan Poe (1.809-1.849), Mary Shelley (1.791-1.851), José de Espronceda (1.808-1.842), Charlotte Brontë (1.816-1.855) Oscar Wilde (1.854-1.900), Rosalía Castro (1.837-1885) y Emily Dickinson (1.830-1.886). (Cfr. https://www.google.com/search?q=Autores+de+la+literatura+m%C3%A1s+renombrados+del+romanticismo&rlz=1C1VDKB_esCR930CR930&oq=Autores+de+la+literatura+m%C3%A1s+renombrados+del+romanticismo&aqs=chrome..69i57j33i160j33i22i29i30l2.26963j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8).

Este relato que, espero haya sido de su interés, llega hasta aquí. Desde luego que no pretendo haber hecho un recuento exhaustivo de la literatura intimista, por tanto, no es comprensivo. No me lo permitieron ni el tiempo de que dispuse para acopiar información, ni el espacio del que, no obstante ser digital, no pretendo abusar. Espero al menos haber dado una pincelada sobre el significado e importancia que ha tenido la expresión del sentimiento y la intimidad en la literatura en el occidente europeo, con repercusiones (que no trabajé en esta ocasión), muy especialmente en el continente americano, debidas esas repercusiones a los múltiples vínculos históricos entre ambos continentes. Queda mucho interesante por investigar y relatar que, espero, atrevido que soy porque no es mi especialidad profesional, acometer algún día. Me refiero al desarrollo de la literatura intimista en la segunda mitad del siglo XIX, XX y lo que va del XXI, y también su repercusión e influencia en el continente americano.

 

Enviado a SURCOS por el autor.